lunes, 23 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas.4)

SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.4


       Era sábado, hacía dos días que le había puesto los cuernos a mi novio con el director general de mi empresa y acababa de comprometerme con mi pareja a trabajar juntos en el proyecto de remodelación de la sección de control de calidad. A todos los efectos, me había metido de cabeza en un berenjenal del que probablemente saldría completamente rauñado.
        La noche pasó rápido, paseíllo, cena, publicidad, fotocool, espectáculo, striptease, de nuevo fotocool, desmaquillarse, cobrar y desayuno con los compañeros. Durante absolutamente toda la noche planeaba sobre mi consciencia el sentimiento de culpa por haberle sido infiel a Álvaro, aunque, lo que más inseguridad me provocaba, era el convencimiento de que en cualquier momento, Miquel le contaría lo que sabía de mi “affaire” con Klaus-Hiro a algún conocido y solo sería cuestión de tiempo el que mi pelirrojo acabase teniendo conocimiento del tema.
        A las seis y media de la mañana mientras desayunábamos en el Bar Paco, con los demás empleados del PACHA, mi cerebro estudiaba mentalmente la forma de explicarle ese espinoso asunto a mi novio. La verdad es que ¿Cómo se plantea una cosa así?... –Hola cariño, sabes… ¿todos los planes que hemos hecho estos días? Pues olvídalos porque te he puesto los cuernos.- Este era el pensamiento cargado de ironía y sarcasmo que me venía una vez y otra vez a la mente.
        La verdad era que estaba convencido de que, lo plantease como lo plantease, seria demoledor para nuestra relación. Al llegar a casa después de desayunar y ver la cajita con los dos anillos sobre la mesa del comedor, fue como recibir la colleja en el cogote que necesitaba para tener los huevos que hacían falta para hacer lo que se debía.
        Álvaro ya estaba en la cama, yo me desnude y me acosté a su lado. –Tengo que contarte una cosa.- Le dije. –Ha pasado algo que lo va a joder todo.- El que aún era mi novio estaba inmóvil a mi lado. –El jueves, vino Klaus, por lo visto nadie le avisó de que la barbacoa se había anulado. Yo había bebido mucho y la verdad es que no sé cómo sucedió, pero acabamos liados.- Hala, ya se lo había soltado. -Ahora a esperar que explote todo.- Pensé.
        El chico pelirrojo que estaba tumbado a mi lado no dijo ni mu.
        -Di algo, grita, cabréate joder.- Me senté al lado de la cama muy decepcionado por su reacción.
        -Yo también me he liado con Klaus.- Contesto con voz baja y tono de gran arrepentimiento.
        Los ojos se me abrieron como platos. -¿Cómo?- Grité mentalmente. -Yo aquí preocupado por estar completamente convencido de que soy la perra más infiel de este planeta y resulta que mi pareja es tan puta o más que yo.- Estaba indignado.
        -Un momento… ¿Tú también te has follado al Klaus?- Pregunté indignado.
        -El miércoles por la tarde, antes de terminar el turno, me llamaron de personal y me hicieron la proposición de colaborar contigo en la reorganización de la sección de control de calidad.- Dijo Álvaro muy apurado. -Después Klaus me invitó a cenar para hablar del tema. Lo que no alcanzo a entender es que estuve todo el día pensando en ti, en lo injusto que había sido contigo y en como lo haría para pedirte perdón. Además, había encargado los anillos la semana pasada para dártelos por San Valentín. Pero en la cena, una cosa llevo a otra, cuando me quise dar cuenta nos habíamos bebido tres botellas de vino y estábamos en su casa haciendo la última copa y… me besó.- Dijo mientras me miraba como un niño confesando una gran travesura.
        -Como besa el cabrón ¿verdad?- Le dije reconociendo mi pecado y con conocimiento de causa.
        -Cuando vine el jueves por la noche para darte una sorpresa y hacer las paces, me encontré con que la sorpresa me la llevé yo, cuando os vi a los dos en la cama.- Dijo muy serio.
        -Mierda, entonces nos pillaste “in fraganti”.- Ahí me quería morir de vergüenza.
        -Tú estabas de espaldas, pero Klaus me vio y me hizo un gesto invitándome a unirme a la fiesta.- Yo estaba flipando en colores escuchando al pelirrojo que estaba a mi lado. -Pero no pude, de algún modo estaba convencido de que me merecía esa situación. Dejé la caja con los anillos sobre la repisa de la entrada y me fui sin hacer ruido.- En ese momento empezó a llorar y a mí se me rompió el corazón. Lo abracé fuerte y él me cogió muy fuerte por la cintura repitiendo una y otra vez: -Por favor… Perdóname… Perdóname.-
        -Los dos hemos sido unos estúpidos, claro que te perdono.- Le dije mientras le besaba tiernamente. Estuvimos abrazados una media hora casi sin decir nada, hasta que Álvaro se durmió. Mientras, yo le daba vueltas una siniestra idea que me había empezado a rondar por la cabeza. -¿Por qué?- Pensaba. -¿Por qué ese malnacido de Klaus-Hiro se había encamado con los dos? Y ¿Por qué nos acababa de involucrar a los dos juntos en un proyecto dentro de la empresa y después intentaba torpedear nuestra relación?- No conseguía encontrar la respuesta, y hacia las ocho de la mañana el cansancio pudo conmigo y me dormí.
        Desperté a la una del mediodía, Álvaro dormía profundamente a mi lado, no quise despertarlo. Sin hacer ruido me dirigí a la cocina y prepare café. Más tarde, mientras me comía un croissant con el café, cogí la cajita con los anillos que seguía en un lateral de la mesa del comedor y empecé a jugar con el anillo que tenía el nombre de Álvaro. Le estaba dando vueltas a la situación que se había creado en mi cabeza después de descubrir que tanto mi novio como yo habíamos sido seducidos por nuestro jefe. Me desconcertaba el hecho de que hubiese invitado a mi pareja a unírsenos en el lenocinio que se había convertido nuestra habitación el jueves por la noche. -¿Por qué?- Era la pregunta que venía una y otra vez a mi mente. Además, a la mañana siguiente tendría que darle una respuesta al Director General y no podía sacar de mi mente la idea de que eso podría ser una encerrona.
        Al mismo tiempo, una vocecita resonaba dentro de mi cabeza, repitiéndome una y otra vez otra posibilidad mucho más simple: -Podría ser que Klaus-Hiro solo fuese un chico promiscuo que no desaprovechase la oportunidad de montárselo con un par de chicos que no habían disimulado en ningún momento la atracción que sentían por él.- El deseo de organizar un trio me llevaba hacia ese pensamiento, aunque, estaba convencido de que viendo cómo se estaba desarrollando la situación en la empresa, tendríamos que ir con pies de plomo a partir de ese momento, y sobretodo, confiar al máximo el uno en el otro.
        El olor del café recién hecho despertó a Álvaro, que se acercó temeroso al comedor. -No estabas en la cama cuando he despertado, ¿Estas muy molesto?- Me dijo.
        -Ven siéntate a mi lado.- Le dije con tono conciliador. –Los dos nos hemos dejado llevar por la situación y por eso a Klaus le está siendo tan fácil meterse en medio.- Añadí.
        -¿Crees que lo que ha pasado tiene que ver con la propuesta?- Dijo Álvaro preocupado. -Me parece sospechoso que haya pasado justo en este momento.-
        -Sinceramente, yo también lo creo.- Le dije. –Cuando hablaste con Klaus el miércoles, ¿le contaste que estábamos peleados?-
        -Sí, claro que se lo conté, con toda confianza. Y estoy convencido de que lo uso para seducirme.- A Álvaro le estaba empezando a entrar cierta animadversión hacia nuestro jefe.
        -No le demos más vueltas, si nos lo montamos con él fue porque sin duda los dos estábamos predispuestos a hacerlo, porque de no ser así no habría pasado.- Álvaro le dio un mordisco a un croissant mirándome con cara de “mierda, me has calado”. -Creo que lo más práctico va a ser que, ya que Klaus estará convencido de que hemos cortado, comportarnos en la empresa como si eso hubiese sucedido de verdad. Porque… ¿Seguimos juntos, no?- La cara de mi novio pelirrojo se ilumino de golpe y me salto encima besándome en los labios y llenándome la boca de migas de croissant. Tenía la esperanza de que si convencíamos al mestizo rubio de que había provocado nuestra ruptura, igual en un arrebato de confianza, acabaría enseñando alguna de sus cartas y yo podría adivinar qué era lo que se proponía. Aunque, sinceramente, en este juego de manipulación todo parecía indicar que iban muy por delante de nosotros.
        Después del desayuno regresamos a la cama y nos dedicamos a darnos el regalo de San Valentín que el japonés rubio nos había arrebatado. Al cabo de varias horas de caricias, besos y sexo (esta vez sí, brutalmente placentero) salimos a la calle a dar una vuelta por el paseo marítimo, el día ya empezaba a alargarse y hasta las seis no oscurecería. Al llegar a la zona de la muralla de Palamós, nos encontramos en la terraza de la taberna “Sa Castell” con Nuria y sus amigas: Lidia (la enfermera) y Lola (propietaria de una tienda de ropa). En ese momento recordé que, si Miquel le había contado a alguien lo de mi infidelidad con el japonés, esas tres chicas serían las primeras en saberlo. Consciente de ello, al juntarnos con ellas para tomar el café (aperitivo para nosotros) estuve atento a todas sus reacciones y comentarios para desentrañar el menor atisbo de sarcasmo o ironía en lo que decían.
        La conversación fue muy amena e interesante y absolutamente nada parecía indicar que alguna de esas chicas estuviese al tanto del secreto que me guardaba mi amigo Miquel. Por nuestra parte, evitamos hablar del tema, dándoles a entender que los problemas que nos habían llevado a anular la última barbacoa ya estaban resueltos. Serían las ocho cuando el hambre nos hizo tomar la decisión de celebrar por fin nuestra merecidísima cena del día de los enamorados. El CALZONE’S resulto ser la opción elegida, de hecho a los dos nos apetecía pizza. Y sin duda las camareras informarían enseguida a Miquel de nuestra reconciliación (esa parte me interesaba mucho a mí). A los postres, Álvaro sacó los anillos y me dio su regalo de San Valentín. El problema era que yo no le había preparado ningún regalo para él, aunque, estoy convencido de que absolutamente nada que le hubiese comprado habría estado a la altura de su presente.
        Más tarde, ya en casa, acordamos la estrategia a seguir en la empresa. Inicialmente intentaríamos evitarnos y fingir enfado el uno con el otro, y, en caso de que nos reuniesen a los dos con algún jefe de personal por el tema de la reorganización del departamento de calidad, apelaríamos siempre a la profesionalidad como argumento principal. Estaba convencido de que el tema de si éramos o no pareja, no saldría en ningún momento (Vanessa había sido educada muy sabiamente por el antiguo jefe de personal y sacar ese tema sería una muy gran metedura de pata). Para empezar a la mañana siguiente iríamos los dos a trabajar cada uno con su coche.


        Posdata:

        Nada como una infidelidad para destrozar o reforzar una relación.





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