lunes, 30 de mayo de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japonés.5)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONES.5 (jueves)

        Me desperté hecho polvo. Recuerdo que la última vez que mire el reloj eran las tres, por lo que solo había dormido unas tres horas y media. Nada que ver con el hombre que dormía a mi lado, que se despertó repleto de energía y me arrastraba hacia la ducha. El café y la bollería de pastelería me sentaron de muerte, y eso que normalmente cuando me levanto suelo tener el estómago completamente cerrado. Unos abrazos y morreos y corriendo a toda prisa hacia la fábrica.
        Rutina. Me quejaba de que el turno de mañana era muy aburrido, pero la idea de escuchar caaaada día esa misma musiquita y hacer caaada día los mismos ejercicios patéticos delante de los directivos japoneses. Hacía que me planteara seriamente el suicidio como un modo de escape.
        Fue terminar la gimnasia y no esperé a que el jefe de producción diese los datos de fabricación del día anterior ni las previsiones para el jueves. Discretamente me dirigí a una de las salidas y me fui lo más rápido posible al almacén de control de calidad. Como era de esperar estaba cerrado. Me deslicé hasta la sección de control de calidad con la esperanza de encontrar a Álvaro. Solo había una de las chicas del equipo de calidad, una tal Rosa, creo que se llamaba. –Me han dicho que si no tienes nada que hacer, te de trabajo.- Me dijo muy seria. Y me llevó a un rincón donde había varias cajas con componentes pendientes de chequear en busca de defectos. –Tú mismo, ve a tu aire, marca los defectos y las piezas que estén bien las colocas en este carro.- Y me quedé solo en el taller.
         Me pasé toda la mañana chequeando componentes. A eso de las once llegó Álvaro con un carro lleno de aparatos embalados. -Vaya, estás aquí, parece que todo el mundo se ha olvidado de ti.- Me dijo sonriendo.
        -Por lo menos tengo alguna cosa que hacer.- Le dije devolviéndole la sonrisa.
     Acto seguido empezó a sacar los aparatos y empezó a hacerles todo tipo de perrerías para comprobar los parámetros de resistencia que tenían marcados. De vez en cuando, lo pescaba mirándome. Al darse cuenta de que lo había visto se sonrojaba, situación que a mí me encantaba. A la una del mediodía cuando sonó la sirena nos fuimos juntos al comedor. Me contó cosas de sus salidas nocturnas por el ambiente gay de Barcelona, sus aficiones y hobbies, vamos la retórica habitual cuando alguien está interesado en ti, a lo que yo le correspondía con lo que se espera que contestes en estos casos, riéndome de sus chistes e intentando no ser el protagonista de la conversación (cosa que verdaderamente me costaba muchísimo, joder, que soy Dragg Issis).
        En el comedor se sentó a mi lado, y cuando llegaron, las demás mosqueteras se nos acoplaron. -Últimamente vais siempre juntitos.- Dijo Rosita con malicia.
        Álvaro se sonrojó de nuevo. -No sé qué le ves de raro, ahora trabajamos en el mismo sitio.- Lo defendí.
        -Cómo va el tema de la inspección de los “japos”.- Le pregunté a Andrea, para cambiar de tema. -Desde ayer por la mañana que no he visto a ninguno de ellos.-
        -No hay novedades, dirección no nos ha informado de nada, y tampoco hay prevista ninguna reunión.- Me dijo muy seria.
        Y así se zanjó la conversación. Pasamos a los cotilleos y a las críticas televisivas y después del café, como hacía un día radiante, decidimos tomar el sol en la zona de los jardines que rodeaban el complejo. Nos sentamos un poco alejados del grupo que se formaba con los demás operarios. -Lo de tener una cita contigo iba en serio.- Me dijo en voz baja. Supongo que aún tendría pánico de que los demás operarios pudieran sospechar de su homosexualidad.
        Me entró el pánico. No me apetecía nada darle explicaciones sobre mi relación actual, ni a él ni a nadie. Solo necesitaba alargar la situación hasta que el Sr. Yamahaka se hubiese ido. Así que me salí por la tangente. -No sé cómo lo haremos porque los fines de semana trabajo de camarero.- Le mentí de nuevo (la verdad, es que no tenía muy claro que reacción podría tener si supiese que tenía una doble vida como Dragg Queen).
        -Podríamos quedar para comer o ir al cine o simplemente pasear.- Me dijo en un tono que se me hacía irresistiblemente tierno.
        -Veras, me muero de ganas de tener una cita contigo.- Le dije. –Pero, mi padre ha tenido un accidente y cuando salgo de aquí les ayudo en casa, la semana que viene mi hermano tiene vacaciones y podré tener algún día libre para dedicarlo enteramente a ti.- Me sentía la persona más vil y rastrera mintiéndole así, pero, ¿acaso tenía más opciones?.
        -Te cojo la palabra.- Me dijo con una sonrisa en la boca. -La semana que viene tú y yo tendremos una cita.- Nos levantamos para dirigirnos a nuestro puesto de trabajo pues ya casi eran las dos del mediodía.
        Ya en el sitio donde estuve realizando mi actividad toda la mañana, vi que estaban reunidos el Sr Hikamasha, el Sr Yamahaka y el Sr. Cubiles. Me hicieron una señal para que fuese con ellos y nos fuimos al almacén de control de calidad.
        -Podrías explicarnos cómo has hecho la selección.- Me dijo el Sr. Hikamasha mostrándome la mesa central con los montones de aparatos con puntos rojos.
        -Tal y como me pidieron, he separado los defectos según la procedencia de fabricación del componente. Y para que les sea más fácil de saber la procedencia de cada componente les he puesto una etiqueta delante con el nombre de la empresa que ha realizado cada parte.- Creo que mi inglés no era del todo fluido para hacerles esa parrafada, pero me entendieron correctamente.
        Los dos japoneses se miraron con cara de satisfacción. –Deberás quedarte aquí para que podamos preguntarte si tenemos alguna duda.- Me dijeron mientras el Sr. Cubiles abandonaba la sala.
        Cinco minutos después, el Sr. Cubiles regresó acompañado de unas diez o doce personas. Iban vestidas con uniformes de trabajo o batas de distintos colores, azul claro u oscuro, verde y alguno naranja. Se dispusieron alrededor de la mesa con los montones de aparatos defectuosos y empezó una de las reuniones más extrañas a la que asistí en toda mi vida.
        -Señores, les hemos reunido aquí porque tenemos una importante queja con el producto que ustedes fabrican para nuestra empresa.- Empezó el Sr. Yamahaka con un tono muy serio y muy solemne. Acto seguido el Sr. Cubiles tradujo sus palabras al castellano. Después fue nombrando al representante de cada empresa y le expuso personalmente las quejas que tenía sobre el producto que elaboraban. Hay que entender que, como cada frase que decían los japoneses había que traducirla al castellano, la reunión se hizo extremadamente larga y tediosa.
         En las casi tres horas que duró la reunión, había algo que me exclamaba muchísimo. En teoría, los operarios asistentes a la reunión pertenecían a empresas que nada tenían que ver con el complejo. Pero sus caras me eran muy, pero que muy familiares, en especial la del operario que pretendía venir de una tal COMPONETES-SA que era clavadito a una locaza mega promiscua que conocía desde hacía siete años y que me constaba que trabajaba en el turno de noche en la sección de producción de plásticos del complejo Japonés. Cuando habló no tuve ninguna duda: se trataba de la “Cosco”, la persona más asidua a los cuartos oscuros y las zonas de cruising de toda la provincia.
        -¿Qué diablos estaba pasando allí?- Me pregunté mentalmente. -¿No habrán sido capaces de montarles un teatro con los empleados del turno de noche para que los auditores japoneses no descubran dónde y en qué condiciones se fabrica el producto externalizado?- Esta vez no tuve ninguna prisa en irme y me quedé hasta las cinco y media para ver cómo acababa la reunión.
        Cuando recogía mis cosas para irme pude ver la cara de satisfacción de los Señores Hikamasha y Yamahaka. Yo estaba indignado. Deseaba acercarme y chafarles toda la comedia que habían montado y desenmascarar al grupo de piratas mafiosos que controlaban la dirección. Prudentemente, decidí volver a morderme la lengua y hacer las cosas con perspectiva, -Quizás mañana alguien me aclare qué cojones ha pasado en esa sala.- Arranque el coche y me fui hacia Palamós.
        Ya en casa me hice una siesta de un par de horas, me duché y a las ocho y media cogí de nuevo la carretera hacia Girona. Mi amante, al igual que en otra ocasión me esperaba en la recepción. -Cenamos fuera.- Me dijo muy animado.
        Esta vez fuimos al Celler de Can Roca, un reconocidísimo restaurante con varias estrellas Michelin (y carísimo de la muerte) donde tuve mi primera experiencia en el mundo de los menús de degustación. Por lo visto deseaba celebrar conmigo el buen rumbo que estaba llevando su actuación como auditor en la empresa. -No me lo puedo creer, se la han clavado totalmente doblada y no se han enterado absolutamente de nada.- Pensaba para mí. Mientras intentaba agradecer las atenciones recibidas sin que se me notara todo lo que discurría por mi cabeza. La situación subió un grado en surrealismo cuando a los postres me hizo un regalo. La pequeña caja envuelta en un papel dorado, con el anagrama de la casa Festina, anunciaba lo que podía ser un reloj de pulsera. Lo mire con cara de espanto. -No puedo aceptar este regalo.- Le dije. -No me sentiría nada cómodo si lo aceptara.-
       -Debes aceptarlo.- Insistió. -Del mismo modo que yo acepto los regalos que tú me das cada día.-
       Abrí el paquete y en su interior había un reloj de pulsera dorado y con puntitos brillantes en las manecillas. -Por favor que no sea de oro.- Grité en mi cabeza mientras ese hombre me cogía de la muñeca y ajustaba el reloj en ella. Ese maldito regalo resonaba en mi cabeza recordándome lo hipócrita que yo podía llegar a ser. De algún modo sentía que nunca podría corresponderle con un regalo de ese calibre… o quizás sí.
        Tuve suerte, Hikaru (había olvidado por completo deciros su nombre, acostumbrado como estaba a tratarlo de señor) había interpretado mi inquietud como desconcierto y sorpresa hacia el regalo que me había entregado. Parecía satisfecho con mi actitud. Me recompuse como pude y decidí disfrutar de esa velada lo máximo posible, de hecho estaba convencido de que a la mañana siguiente conseguiría descubrir qué demonios había pasado en la reunión de la tarde.
        A las doce regresamos al hotel. Esa noche mientras hacíamos el amor me fijé en que cada vez que él miraba mi muñeca con el reloj era como si se excitara más de lo habitual, supongo que disfrutaría de algún tipo de fetichismo relacionado con esa situación. Decidí que llevaría el reloj siempre que estuviese con él.
        Era la una y media y el Sr. Hikaru Yamahaka dormía junto a mí. Yo seguía dándole vueltas a la cabeza sobre el mismo tema que me rondaba desde esa tarde, aunque el cansancio pudo conmigo y me dormí.


        Posdata:
       Mi abuela siempre decía: Si te encuentras rodeado de lobos nunca saldrás ni corriendo ni mordiendo.










viernes, 27 de mayo de 2016

27 YAHOREE (Quimeras) 1.11

        Onceava entrega de el libro comic 27 YAHOREE. Como ya  sabéis, narra la historia de Alex Romagor, un joven muy normal, el que sin comerlo ni beberlo, se verá envuelto en un montón de historias fantásticas, relacionadas con los extraños seres que viven en los cuerpos de sus familiares desde hace miles de años. La muerte de su único pariente vivo, su tío abuelo Gregory y el regreso a la que fue la residencia de su infancia le hará descubrir que los fantasmas de su infancia eran mucho mas reales de lo que nunca había podido creer.
        De entrada, el llevarse como copiloto a la locaza de Angus, hace que nos esperemos un montón de situaciones embarazosas... ya lo iremos viendo por el camino. En el episodio anterior Alex conoce a Marcus, el asesor financiero de su tío-abuelo... ¿Demasiado joven y atractivo para ser asesor financiero? Quizás si, de hecho la siesta le está proporcionando otro de sus sueñecitos eróticos... y así quien puede tomarse las cosas en serio.
        Parece que la cosa se empieza a desmadrar, Angus acaba de saquear el armario ropero de la asistenta de Gregory y pretende presentarse en el funeral... VESTIDO CON MINIFALDA. Aunque, para ser sinceros, no ha hecho falta la intervención de Angus para liarla parda... para ello se ha bastado él solito... poniendo en pie de guerra a todos los invitados al funeral.
        Después de la desenfrenada orgía homosexual que acabó siendo el funeral de Gregory, Alex se abandona a sus fantasías oníricas, donde, por fin, el extraño amante de sus sueños le propone liberarse de sus insistentes arrebatos sexuales... pero, cuidado, no parece del todo dispuesto a cumplir su parte del trato.
        Alex no lo tiene claro, al parecer ese extraño ser gaseoso pretendía apoderarse de su cuerpo, pero... ¿que esta sucediendo? ¿se encuentra en medio de una guerra entre dos fracciones de esos extraños seres? ¿porque es tan peligroso que ese tal Romar posea el cuerpo de Angus?
        Pues porque cuando un Yahoree ocupa un cuerpo humano desarrolla todo su poder. Y el poder de Romar puede transformar la casa en un solar. Visto lo visto, se impone una rápida huida. Pero... ¿la asistenta personal también esta poseída por uno de esos extraños seres? ¿y sus ataques son venenosos de morirse?
        Por un momento todo ha parecido perdido. Romar ha estado a punto de partirle el cuello a Alex... pero nuestro protagonista de algun modo extraño ha conseguido expulsar a ese ser gaseoso del cuerpo de Angus. ¿Que sucederá a partir de ahora?
        Pues resulta que Alex también tiene esos poderes extraños... no, si al final resultará que todo eso le viene de familia.







lunes, 23 de mayo de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japonés.4)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONÉS.4 (miércoles)

        El miércoles, igual que el día anterior, nos despertaron a las seis y media. Ducha rápida los dos juntos, desayuno tonteando y a toda leche con mi Fiat punto hacia la fábrica.
        Una vez allí, cuatro cotilleos con Andrea y las demás mosqueteras, gimnasia japonesa y después, yo, directito hacia el almacén de control de calidad a esperar órdenes.
        Antes de llegar a mi destino se pasaba por la sección de los talleres y laboratorios del departamento de control de calidad. Me llamó la atención de que estuvieran cinco de los doce operarios de que constaba esa sección (lo normal es que estuviesen todo el equipo repartido por las cadenas de montaje haciendo chequeos aleatorios) no solía ser normal que hubiesen tantos en el centro de operaciones.
        Me llamó Álvaro, uno de los operarios con el que tenía cierta amistad, (también era gay, pero lo intentaba llevar en secreto, aunque todo el mundo en la fábrica hacía apuestas sobre cuándo saldría del armario). –No te molestes en ir al almacén.- Me dijo. –Lo han cerrado a cal y canto, según tengo entendido todos los inspectores están reunidos con dirección.-
        Justo en ese momento llegó el Sr Cubiles, al verme allí sin saber qué hacer, sonrió.
        -El almacén está cerrado y nadie me ha asignado ninguna tarea.- Le comenté.
        -Pues estás a las órdenes de los Srs Yamahaka y Hikamasha, si ellos no te han ordenado nada, pues nada es lo que debes hacer.- Me dijo sonriendo. –Aprovecha y descansa, que es algo a lo que no sueles estar acostumbrado.-
        -Fantástico, otro día aburrido de cojones.- Pensé mientras sonreía irónicamente.
        Hasta las diez y media me estuve sentado delante de la puerta cerrada del almacén, deseando que alguna alma caritativa de alguna sección se acordara de mí y me encargara alguna cosa que hacer. Estaba tan aburrido que no me habría importado lo más mínimo irme con los estibadores a cargar camiones. Pero eran las diez y media y me correspondía un descanso (que ironía) de quince minutos, así que me fui a la sala de descanso a tomarme el que sin duda era un merecidísimo café. Como llegué un par de minutos antes que el resto no tuve que hacer cola delante de la máquina. Al poco llegaron el resto de las mosqueteras junto con el resto de los operarios.
        -No queráis saber el aburrimiento de mañana que llevo.- Les solté nada más se sentaron en mi mesa.
        -Pues para animada la mañana de los cargos intermedios de producción.- Dijo Andrea con cara de preocupación.
        -¿Qué ha pasado?- Le pregunté intrigado.
        -Los japoneses llevan entrevistandolos a todos durante toda la mañana, tendrías que ver la cara que traían cuando volvían a la sala de producción.- Dijo Eugenia mientras se le iluminaba una sonrisa en la cara.
        -¿Entrevistarlos?- Me extrañé.
        -Uno por uno, por lo que parece les han hecho una encuesta para saber el tipo de medidas que han aplicado en la fabricación para mejorar la calidad.- Añadió Andrea.
        -Y se ha liado una de buena.- Dijo Rosita. –Imagínate los “japos” preguntándoles cosas en inglés y la mayoría sin enterarse de nada, al final ha tenido que subir el Sr. Cubiles para traducirles lo que les decían.-
        Las mire con ojos como platos. –Y, ¿Qué más ha pasado?- Insistí.
        -Por ahora nada.- La cara de preocupación de Andrea iba aumentando de tono. –Pero para esta tarde hay prevista una reunión de todos los directivos españoles y japoneses con los auditores, y me temo que no será nada amistosa.-
        Pasados los quince minutos del descanso, regresé de nuevo a mi sección, preocupado por la posibilidad de que la caza de analfabetos de hoy fuese una consecuencia de la información, que, de un modo totalmente inocente, le había dado la noche anterior al Sr. Yamahaka. -Que se jodan, pandilla de cabrones enchufados e incompetentes.- Me relamí en mi pecado.
        Cuando llegué, la puerta del almacén estaba abierta, en su interior estaban el Sr. Hikamasha y Álvaro, el chico que conocía de la sección de calidad. –Disculpen, estaba haciendo el descanso de las diez y media.- Les dije en inglés.
        El Sr. Hikamasha me miró con cara de Bulldog y me increpó: -¿Qué categoría laboral tiene usted?-
        -Trabajador sin ninguna categoría.- Le contesté con mi inglés de pueblo.
        -Increíble, no podemos hablar con los directivos porque solo hablan español y puedo hablar perfectamente con los operarios rasos.- Dijo mientras salía refunfuñando y soltando tacos en japonés (supongo). 
        Nos quedamos Álvaro y yo mirándonos con cara de ¿Qué diablos acaba de pasar? 
        -¿Te ha encargado algo que hacer?- Le pregunté.
        -Hay que hacer una selección de defectos según estos parámetros.- Dijo mientras me entregaba una lista. -Tú mismo, yo tengo mucho trabajo acumulado en mi sección.- Y se fue a su departamento.
        En el papel estaba numerados los componentes que se fabricaban o montaban fuera de la empresa. No había pasado ni una hora cuando ya había agrupado todos los defectos según su procedencia de montaje. Así que decidí hacer unos cartelitos bien monos, para que con solo un vistazo, los auditores pudiesen saber a qué empresa pertenecía cada fallo de calidad. Para cuando ya casi era la una del mediodía, había realizado la agrupación y la distribución de cada grupo de aparatos con puntitos rojos de unas diez o quince maneras distintas, y ninguna me parecía lo suficientemente fácil de entender o práctica a la hora de interpretarlo.
        -No te molestes en dejarlo muy bonito.- Dijo Álvaro detrás de mí. –Están preparando una bronca para los productores externos.-
        -¿Perdón?- Me giré sorprendido.
        -Da igual como los agrupes o distribuyas, es solo un aparador para mostrarles donde la han cagado.- Insistió.
        En ese momento sonó la sirena que anunciaba la hora de la comida, y los dos seguimos a todo el grupo de operarios que se dirigía al edificio del comedor.
        Curiosamente, ese día Álvaro se sentó conmigo en el comedor y diez minutos después se nos juntó Eugenia. Resultó ser un chico de lo más entretenido y agradable. Estuvimos hablando de situaciones divertidas y nos lo pasamos bien chafardeando cosas de los demás compañeros, hasta la hora de regresar al trabajo.
        Al llegar a mi departamento, vi que la puerta volvía a estar cerrada. Me desanime del todo. En ese momento apareció el Sr. Cubiles: -No te necesitaran en toda la tarde, si quieres, puedes echarnos una mano aquí.-
        -Fantástico.- Pensé. –Alguna cosa que hacer para pasar el rato.-
        Me pasé toda la tarde chequeando piezas y buscando defectos en ruedecitas y laterales de plástico.
        Al terminar la jornada mientras recogía mis cosas,  me salió al paso Álvaro y me soltó: -Un día de estos tendríamos que quedar para tomar una copa por ahí.-
        -Me encantaría, pero tendrá que ser en un par de semanas, porque estoy un poco liado con cosas familiares.- Le mentí descaradamente. Vamos a ver, el chico es muy mono, y por lo que parecía estaba a puntito para salir del armario, sino, de que le interesaría que nos viesen en público. Si, lo reconozco, puedo ser una gran zorra, pero visto con perspectiva racional, el Sr. Yamahaka en una semana se volvería al Japón, y sinceramente, no me imagino una escena del tipo Pretty Woman recogiéndome en brazos y marchándonos juntitos hacia el sol poniente.
         Mientras me iba con mi coche para casita, me di cuenta de que no había visto a mi amante en todo el día. –Estará ocupadísimo dándoles por el culo a esos cabrones.- Pensé mientras ponía de nuevo a Annie Lennox en el radiocasete.
         Esa noche cuando llegue al hotel, el chico de la recepción me dijo que mi amante japonés aún no había llegado. Me entregó una nota y me dio las llaves de la habitación. Mientras subía a la suite, en el ascensor, leí la nota, se disculpaba por llegar tarde, pues sus obligaciones lo retendrían hasta medianoche. Al entrar, vi que en la mesa del salón había una bandeja con sushi y una botella con sake, al lado una nota me invitaba a cenar y se disculpaba de nuevo por su ausencia.
         Cené, bebí y después me puse a ver la televisión en el comodísimo sofá de cuero negro. Al poco me quedé completamente dormido. Me despertaron las caricias y los besos que me daba mi amante en el cuello. -Vaya, me he dormido.- Me disculpé, mientras abrazaba al Sr. Yamahaka. Me cogió en brazos (¡dios! qué fuerte era ese hombre) y me llevó a la cama, me di cuenta de que eran las once y media de la noche. Hicimos el amor apasionadamente.
        -Lamento haberte desatendido- Se disculpó. Serían las doce y media. –Por cierto, has causado una muy buena impresión a mi colega el Sr. Hikamasha.-
        -¿Y eso?- Le dije mientras le acariciaba la espalda.
        -Está convencido de que tienes más conocimientos en la empresa que la mayoría de los cargos de responsabilidad.- Añadió.
        -Y, ¿cómo es que ha llegado a esa conclusión?- Le pregunté mientras le daba un mordisco en el omoplato. 
        -Bueno, para empezar, cuando te habla lo entiendes, que, por lo visto, para él, en ese entorno, es un mérito impresionante.- Se giró y empezó a acariciarme los labios.
        Tonteamos unos diez minutos y se quedó completamente dormido. Y yo a consecuencia de la siesta de dos horas que me acababa de dar, me estaba costando muchísimo dormirme. Además no podía sacarme de la cabeza la conversación que había tenido con Álvaro y la posibilidad de que acabase pasando algo entre los dos.
        ¡POR FAVOR!, me estaba comportando como todas aquellas personas promiscuas a las que siempre había criticado tanto: Acababa de follar salvajemente con un hombre que me encantaba y me volvía loquito y tan solo era capaz de pensar en la posibilidad de acabar liándome con Álvaro (posibilidad que verdaderamente me excitaba muchísimo). -Serás zorra.- pensaba mientras miraba el reloj. -Las dos y media y totalmente desvelado.-
        A las tres, me dormí.


        Posdata:
        No digas nunca de esta agua nunca beberé, es muy probable que te acabes cayendo y ahogando en ese pozo.




viernes, 20 de mayo de 2016

27 YAHOREE (Quimeras) 1.10


        Décima entrega de el libro comic 27 YAHOREE. Como ya  sabéis, narra la historia de Alex Romagor, un joven muy normal, el que sin comerlo ni beberlo, se verá envuelto en un montón de historias fantásticas, relacionadas con los extraños seres que viven en los cuerpos de sus familiares desde hace miles de años. La muerte de su único pariente vivo, su tío abuelo Gregory y el regreso a la que fue la residencia de su infancia le hará descubrir que los fantasmas de su infancia eran mucho mas reales de lo que nunca había podido creer.
        De entrada, el llevarse como copiloto a la locaza de Angus, hace que nos esperemos un montón de situaciones embarazosas... ya lo iremos viendo por el camino. En el episodio anterior Alex conoce a Marcus, el asesor financiero de su tío-abuelo... ¿Demasiado joven y atractivo para ser asesor financiero? Quizás si, de hecho la siesta le está proporcionando otro de sus sueñecitos eróticos... y así quien puede tomarse las cosas en serio.
        Parece que la cosa se empieza a desmadrar, Angus acaba de saquear el armario ropero de la asistenta de Gregory y pretende presentarse en el funeral... VESTIDO CON MINIFALDA. Aunque, para ser sinceros, no ha hecho falta la intervención de Angus para liarla parda... para ello se ha bastado él solito... poniendo en pie de guerra a todos los invitados al funeral.
        Después de la desenfrenada orgía homosexual que acabó siendo el funeral de Gregory, Alex se abandona a sus fantasías oníricas, donde, por fin, el extraño amante de sus sueños le propone liberarse de sus insistentes arrebatos sexuales... pero, cuidado, no parece del todo dispuesto a cumplir su parte del trato.
        Alex no lo tiene claro, al parecer ese extraño ser gaseoso pretendía apoderarse de su cuerpo, pero... ¿que esta sucediendo? ¿se encuentra en medio de una guerra entre dos fracciones de esos extraños seres? ¿porque es tan peligroso que ese tal Romar posea el cuerpo de Angus?
        Pues porque cuando un Yahoree ocupa un cuerpo humano desarrolla todo su poder. Y el poder de Romar puede transformar la casa en un solar. Visto lo visto, se impone una rápida huida. Pero... ¿la asistenta personal también esta poseída por uno de esos extraños seres? ¿y sus ataques son venenosos de morirse?
        Por un momento todo ha parecido perdido. Romar ha estado a punto de partirle el cuello a Alex... pero nuestro protagonista de algun modo extraño ha conseguido expulsar a ese ser gaseoso del cuerpo de Angus. ¿Que sucederá a partir de ahora?










lunes, 16 de mayo de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japonés. 3)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONES.3 (martes)

        Era la segunda noche que había pasado con mi amante japonés y a las 7.30 de la mañana me dirigía al trabajo conduciendo mi Fiat Punto de color lagarto escuchando ¿cómo no? a Annie Lennox en la radio-casete.
        El Sr. Yamahaka resultó ser un hombre muy atento y un amante excelente, que descubrió en mí, facetas del sexo y de mi cuerpo que jamás pensé que llegaría a experimentar. La verdad era que con su inglés perfecto y mi inglés de pueblo habíamos conseguido llegar a entendernos bastante bien. Otra cosa que también ayudó (como creo que les conté en el episodio anterior) era el hecho de que me habían cambiado el horario laboral, y ahora, al empezar a las ocho de la mañana, podía pasar un par de horas más con él en la cama.
        El haber podido despertarme a las seis y media junto a mi amante, ducharnos juntos e incluso tomar un café y un croissant antes de salir corriendo hacia la fábrica, había sido de lo más placentero.
        Era costumbre en el centro de trabajo, que los operarios que hacían el turno partido (el de ocho de la mañana a cinco de la tarde). a las ocho menos cinco hiciesen unos minutos de gimnasia. Si, algo que todo el mundo creía que era una leyenda urbana de las empresas japonesas, pero que es de lo más cierto que he vivido.
        Al ritmo de una música oriental, una voz en japonés iba explicando los movimientos a realizar. Mientras los operarios, a su ritmo y manera, intentaban seguir los movimientos que hacían los directivos japoneses, que los teníamos de frente. Unos cuantos estiramientos de sube y baja los brazos y rotaciones de las caderas después, todos los operarios se movían hacia su puesto de trabajo. Y yo, como no tenía ni idea de lo que debía hacer, me dirigí hacia el jefe de producción para pedirle instrucciones.
        -Tienes que ir al almacén del departamento de calidad y allí te dirán que tienes que hacer.- Me dijo en su habitual tono despectivo. Nunca entendí ese odio visceral que sentían los mandos intermedios hacia los trabajadores menos cualificados. Tranquilamente me dirigí a la nave anexa, donde se hallaba el almacén general y el departamento de calidad. Allí me recibió el Sr Cubiles, que era el jefe de esa sección.
        El Sr. Cubiles era un señor mayor, creo que le faltaría un año o dos para jubilarse, y a diferencia de los otros mandos era muy amable y agradable con todo el mundo. Una excepción dentro del grupo de hienas que solían ser los cargos con responsabilidad.
        -Hola, tu trabajo consistirá en servir de apoyo a los inspectores de calidad.- Me dijo con tono sereno. –Ellos te pedirán que material del almacén quieren inspeccionar y tú deberás recogerlos del palé, llevarlos a la sección de control y desembalarlos. Ellos realizarán la inspección, y si es positiva volverás a embalar el producto y lo devolverás al palé de origen.-
        -Ok.- Le conteste yo.
        -Otra cosa.- Me dijo preocupado. –No hablan absolutamente nada de español.-
        -Algo de inglés hablaran ¿no?- Le dije yo.
        -Pero, ¿tú hablas inglés?- Me preguntó sorprendido.
        -Claro.- Le replique.
        -Ah, ¿Cómo es que no consta en tu curriculum?- Insistió.
       -Simplemente, viendo cómo funciona esta empresa, no me serviría en absoluto para mejorar mi sueldo. Y por el contrario tendría muchísimo más trabajo del que tengo que hacer ahora.- Le contesté con aires de suficiencia.
        -Porqué será que te entiendo perfectamente.- Murmuró mientras entrabamos en el local. Una vez dentro, se dirigió a los señores que estaban ahí y me presentó. –Sr Hikamasha, Sr Yamahaka, este será su ayudante.- Les dijo con un inglés parecido al mío.
        -¿¿¿SR YAMAHAKA???- Grité mentalmente mientras miraba con cara de terror al señor que estaba sentado de espaldas a nosotros en la mesa principal.
        En efecto, vestido con un uniforme de color gris claro, parecido al mío. Estaba frente a mí el hombre con el que había estado disfrutando del sexo los últimos tres días. Y aunque su cara no expresaba ninguna emoción, sin duda debía de sentir la misma sensación de terror que sentía yo.
        Los dos japoneses se acercaron y nos saludaron con un leve golpe de cabeza (curiosamente  solo bajaron unos diez cms, nada que ver con la reverencia que solía hacerme el Sr Yamahaka cuando nos veiamos a solas). Sorprendido miré al Sr. Cubiles esperando que me insinuase cual debía de ser mi reacción, pero ante su total inacción, decidí devolverles el cumplido con el saludo budista (que tan buen resultado me dio en otra ocasión, aunque esta vez me ahorre el “namasté”).
         El Sr. Cubiles se fue, sin darme más instrucciones y murmurando un -“Que dios nos pille confesados”.-
         Me quedé allí plantado esperando recibir algún tipo de indicación por parte de los allí presentes. Pasaron dos… tres…diez minutos interminables mientras los dos japoneses hablaban en su ininteligible idioma. Después el Sr Hikamasha (el más bajito y regordete de los dos) recogió un montón de papeles y abandonó la sala sin ni siquiera mirarme.
        Quedamos en la sala mi amante y yo. Creo que la tensión se podía cortar a cachitos. Unos segundos eternos después, me miró y sonrió. –Sospechaba por lo que me contaste que podrías trabajar aquí, pero hay que reconocer que esta situación es del todo sorprendente.-
         -Opino lo mismo que usted.- Me reí, medio desencajado. –Si cree que no es apropiado, puedo pedir que le atienda otro empleado de mi sección.-
         -¿Por qué? - Volvió a sonreír. –A ti ya te conozco y creo que los dos somos los suficiente profesionales como para que nuestra situación no interfiera en nuestro trabajo.-
        -Opino exactamente lo mismo que usted.- Le contesté.
        Acto seguido me pidió que le siguiera con un carro hacia la zona del almacén general.
        Básicamente durante toda la mañana me dediqué a acompañarlo arrastrando el carrito por el almacén mientras él elegía al azar paquetes de producto acabado. Los sacaba del palé, los cargaba en el carrito y después los llevaba a la zona de chequeo donde se los desembalaba para que él pudiese hacerles todas las pruebas y chequeos que se le ocurriesen. Una vez daba por concluido el chequeo del aparato, si la inspección era positiva me los ponía en una mesa anexa y yo debía volver a embalar el producto y devolverlo al almacén.
         Hay que reconocer que tuve poco trabajo volviendo a embalar producto. A la hora de la comida se amontonaban por todas partes aparatos con topos de color rojo marcando defectos de calidad. La cara del Sr. Yamahaka era un poema y yo no sabía dónde diablos ponerme cuando veía la cantidad de defectos que encontraba.
         A la una sonó la sirena que marcaba la interrupción de una hora para ir a comer. Le pregunté si deseaba hacer la interrupción ahora o prefería hacerla más tarde, a lo que me contestó que hiciese la rutina oficial que él esperaría a sus compañeros japoneses.
         Salí del almacén hacia el comedor de la fábrica con la sensación de que todo el mundo estaba pendiente de mí. Al poco me alcanzaron mis amigas Andrea,  Rosita y Eugenia y me preguntaron: -¿Cómo está yendo? -
         -Tías, que nos cierran la fábrica, ese hombre les está poniendo a los aparatos más topos rojos que a un vestido de flamenca.- Les dije fingiendo preocupación.
         Fue en ese momento cuando me di cuenta que no podía contarle a Andrea nada de mi relación con el inspector de calidad. Porque, acabara como acabara la inspección, (probablemente cerrando la fábrica) siempre tendrían la sospecha de que yo podría haber hecho alguna cosa por influir al Sr Yamahaka. Decidí sabiamente cerrar esa bocaza que tan a menudo me ponía en aprietos.
         Por la tarde, después de comer, estuve casi dos horas esperando a que viniese alguien en la sección de chequeo. Eran ya pasadas las cuatro cuando llegaron los japoneses junto con los encargados de todas las secciones de producción y calidad. Cuando me di cuenta me había quedado en un rincón entre los japoneses y los españoles. Uno de los japoneses empezó a soltar un discurso en ingles mientras le mostraba los fallos en los aparatos que habíamos encontrado por la mañana. –No sé por qué se esfuerzan tanto en hablarles.- Pensé. – Si de todos estos que hay aquí, creo que solo el Sr. Cubiles entiende lo que dicen.-
         La discusión parecía interminable y aburridísima, a las cinco cuando sonó la sirena de salida, muy amablemente me despedí de todos y me largue de esa cueva de locos. No sé hasta qué hora siguió esa “reunión”.
         Mientras regresaba a casa, me planteaba muy seriamente no asistir a la cita de las nueve, encontraba la situación fuertísima. Me sentía superado. Una vez en casa me prepare un vino blanco, puse una lavadora e hice lo que más me relaja de este mundo: Plegar la ropa limpia (normalmente la tengo toda tirada encima de un sofá y directamente la cojo de allí cuando necesito cambiarme de ropa).
        A las ocho ya me había relajado y decidí ir a la cita aunque solo fuese para terminar la relación. -Que no se dijese que Dragg Issis no le ponía cojones a la adversidad.-
        Cuando entré en el hotel, me temía que desde la recepción me dijeran que el Sr Yamahaka no deseaba recibirme. Pero no fue así. Él estaba esperándome en recepción, me llevo a la limusina y nos fuimos a cenar a un restaurante de las afueras que le habían recomendado.
        -Lamento mucho la situación de esta tarde.- Me dijo en el coche. –Estos directivos españoles parecen idiotas, son como niños de cinco años, se te quedan mirando con cara de atontado y no te dan ninguna solución.-
        -Son ustedes conscientes de que ninguno de ellos habla inglés.- Le pregunté.
     Se puso a reír a carcajadas y dijo. –Increíble e inaceptable, me es imposible entender la mentalidad española.
        Acto seguido me cogió por las mejillas y me besó. – Llevo todo el día esperando hacer esto.-
        Esa noche nos lo cogimos con calma, cenamos fantásticamente bien en el restaurante de un club de Golf de las afueras de la ciudad y después, ya de regreso en el hotel, una sesión de sexo suave y relajante, porque los dos estábamos destrozados de tanta marcha. A la una de la madrugada ya estábamos dormidos.


        Posdata:

        Nunca jamás terminarás de conocer a esa hija de la gran puta llamada casualidad







viernes, 13 de mayo de 2016

27 YAHOREE (Quimeras) 1.9

        Novena entrega de el libro comic 27 YAHOREE. Como ya  sabéis, narra la historia de Alex Romagor, un joven muy normal, el que sin comerlo ni beberlo, se verá envuelto en un montón de historias fantásticas, relacionadas con los extraños seres que viven en los cuerpos de sus familiares desde hace miles de años. La muerte de su único pariente vivo, su tío abuelo Gregory y el regreso a la que fue la residencia de su infancia le hará descubrir que los fantasmas de su infancia eran mucho mas reales de lo que nunca había podido creer.
        De entrada, el llevarse como copiloto a la locaza de Angus, hace que nos esperemos un montón de situaciones embarazosas... ya lo iremos viendo por el camino. En el episodio anterior Alex conoce a Marcus, el asesor financiero de su tío-abuelo... ¿Demasiado joven y atractivo para ser asesor financiero? Quizás si, de hecho la siesta le está proporcionando otro de sus sueñecitos eróticos... y así quien puede tomarse las cosas en serio.
        Parece que la cosa se empieza a desmadrar, Angus acaba de saquear el armario ropero de la asistenta de Gregory y pretende presentarse en el funeral... VESTIDO CON MINIFALDA. Aunque, para ser sinceros, no ha hecho falta la intervención de Angus para liarla parda... para ello se ha bastado él solito... poniendo en pie de guerra a todos los invitados al funeral.
        Después de la desenfrenada orgía homosexual que acabó siendo el funeral de Gregory, Alex se abandona a sus fantasías oníricas, donde, por fin, el extraño amante de sus sueños le propone liberarse de sus insistentes arrebatos sexuales... pero, cuidado, no parece del todo dispuesto a cumplir su parte del trato.
        Alex no lo tiene claro, al parecer ese extraño ser gaseoso pretendía apoderarse de su cuerpo, pero... ¿que esta sucediendo? ¿se encuentra en medio de una guerra entre dos fracciones de esos extraños seres? ¿porque es tan peligroso que ese tal Romar posea el cuerpo de Angus?
        Pues porque cuando un Yahoree ocupa un cuerpo humado desarrolla todo su poder. Y el poder de Romar puede transformar la casa en un solar. Visto lo visto, se impone una rapida huida. Pero... ¿la asistenta personal también esta poseída por uno de esos extraños seres? ¿y sus ataques son venenosos de morirse?











martes, 10 de mayo de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japones. 2)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONES.2 (lunes)

       Tal y como les conté en el episodio anterior, después de un fin de semana espectacular (sexualmente hablando) decidí aceptar la proposición del Sr. Yakahama y me convertí en su amante durante las dos semanas que él estaría en la zona.
        El Sr Yamahaka era asiático, eso era totalmente evidente, pues sus facciones no dejaban lugar a dudas, vestía con ropa sport, pero cara, vamos, de la que te la pongas como te la pongas siempre te queda de puta madre, al primer momento daba la impresión de que tendría unos 35 o 37 años, aunque eso podría ser engañoso ya que los asiáticos, si se cuidan y trabajan su cuerpo (como era el caso) pueden aparentar esa edad aun teniendo 45 o 50 años. Mediría un metro ochenta más o menos, la verdad es que lo digo porque lo hacía de mi altura, no parecía ni más alto ni menos que yo. Además tenía una dentadura perfecta y una sonrisa que me volvía completamente loquito.
        A las cinco de la mañana del lunes, me despertó la llamada del conserje del hotel, tal y como me aseguro que haría, me duché con presura y cubrí las enormes ojeras con un poco del maquillaje de Dragg Issis. El resultado final me pareció lo suficientemente satisfactorio como para poder presentarme en la fábrica. Mi amante seguía dormido, lo miré un momento antes de dejar la habitación y bajé a la recepción para pedir un taxi. Quince minutos después llegaba a mi puesto de trabajo, con quinientas pesetas menos en mi bolsillo (¡¡DIOOOSS!! que caro que me salió el taxi). Por suerte siempre tenía un uniforme de trabajo en la taquilla (no sabes nunca donde pueden acabar algunas fiestas). Me cambié de ropa, me tomé un café rápido y me dirigí a mi puesto de trabajo (mi aburrido puesto de trabajo) suerte que tenía algo muy interesante que recordar, porque creo que con lo cansado que estaba y lo poco que había dormido, podría haber perdido el conocimiento en cualquier momento.
        Cuatro aburridisimas horas después, a la hora del desayuno, mientras me comía un reblandecido cruasán de fabricación industrial junto al combinado que normalmente usaba en casos de extrema desesperación (dos cafés expresos mezclados con una coca cola) tenía la esperanza de que aparecería Andrea y podría explicarle el maravilloso fin de semana que había tenido. Pero no apareció. De las cuatro mosqueteras solo estaba la Eugenia y no tenía suficiente confianza con ella para contarle nada de ese tema. 
        –Está reunido el comité con la empresa desde las ocho de la mañana.- Me dijo Eugenia. –Se ve que esta mañana llega una delegación de técnicos del Japón para hacer una inspección de calidad a toda la fábrica.- 
        –Qué raro, no me comentaron que hubiese reunión del comité de empresa.- Pensé. – Con las ganas que tenía de contárselo todo a Andrea.- Y me volví a mi puesto de trabajo mientras empezaba a notar los efectos del súper combinado de cafeína.
        A las dos de la tarde, cuando llego el relevo del turno de tarde y me dirigía al comedor de la empresa, me percaté de que todos los cargos intermedios estaban reunidos cuchicheando al principio de las cadenas de montaje. –Hmmm, reunión de pastores… ovejas muertas.- Sonreí, y sin darle mayor importancia salí de la nave dirección al comedor. No avance mucho, justo antes de llegar al edificio, me salió al paso Vanessa, una de las lacayas del jefe de personal. –Perdona, ¿podrías acompañarme un momento a la sección de personal?- Me dijo con tono inquisitivo.
        -Qué remedio, quien es el guapo que te dice que no, con la mala leche que tienes.- Pensé. Y acto seguido, la seguí.
        En la sala de reuniones del departamento de personal me encontré con los miembros del comité de empresa, el jefe de personal y sus dos lacayas (conocidas también como secretarias del jefe de personal). – ¡OH NO!, cuando pueda ir a comer solo quedaran hervidos y refritos.- Solo podía pensar en eso.
        Me saludaron cordialmente y me invitaron a sentarme.
        -¿Te iría bien trabajar una semana y media a jornada partida?- Me preguntó el jefe de personal.
        -No va a ser un cambio permanente, es provisional.- Me dijo Andrea, en su condición de presidenta del comité de empresa. A lo que Yolanda, la lacaya número dos, añadió: -Tendrás que hacer de soporte al equipo de calidad que ha llegado del Japón.-
        Me los mire con cara de pasmo y les increpe: -No es que tenga que decirles cómo hacer su trabajo, pero, ¿no creen que sería más apropiado, dado el nivel de la delegación de japoneses, que los atendiera alguien de la sección de calidad?-
         Se miraron todos con ojos como platos, y Vanessa me dijo con tono firme: -Esa era nuestra intención, pero han pedido expresamente a alguien de vuestra sección, por lo visto han ojeado las estadísticas de la empresa y vuestro departamento es el que menos problemas de calidad ha tenido en los últimos años.-
       Me reí mientras pensaba: –Pues para lo bien que lo hacemos, que poco se nota a la hora de repartir ascensos.-
       Y así finalizó la reunión, con la condición que haría turno partido de ocho a cinco hasta que los “japos” acabasen con su inspección de calidad.
       Salí corriendo del departamento de personal con la esperanza de que el cocinero aun pudiese darme alguna cosa decente de comer. Lo encontré ya recogiendo la zona de catering y le supliqué que me diese de comer. Detrás de mí llegaron todos los miembros del comité de empresa y a juzgar por la cara de mala leche que llevaban y lo que discutían entre ellos tampoco habían almorzado. Mientras me dirigía a la mesa que solía ocupar habitualmente me vino a la memoria que tenía mi coche aparcado en el parking del “PACHA”. Corrí a la cabina de teléfono con la esperanza que Miguel estuviese aun en su casa.
       Tuve suerte, y después de negociar como se lo compensaría decidió venir a recogerme y llevarme hasta la discoteca para poder recoger mi coche. Volví a la mesa y tranquilamente me comí un plato de verdura recalentado, unos calamares rebozados y un flan de marca comercial como postres (como siempre a esas horas todo lo bueno del menú ya se había acabado), después, ya cambiado y con la mochila con los cacharros de Dragg Issis, espere tranquilamente en uno de los bancos que había en los jardines anexos a la entrada del recinto.
       Miguel llegó un poco más tarde. –Me debes una, muy, pero que muy gorda.- Me regañó.
       La verdad es que recuerdo muy poco de la conversación, ya que me quede completamente dormido, me despertó cuando llegamos a mi coche. – ¿Estas bien? No te había visto tan hecho polvo nunca.- Me dijo preocupado.
       -Tranquilo, ya te contare cuando pueda… hay mucha chicha para contar.- Y me fui a mi coche.
       Tenía cinco horas para dormir un poco, arreglarme e ir de nuevo a ejercer de amante del Sr Yamahaka, solo que esta vez llevaría mi coche para no volver a quedarme tirado a sesenta kilómetros de mi casa.
       Llegué a las nueve puntual a mi cita. En la recepción del hotel me dijeron que mi amante me estaba esperando en el spa, (por lo visto lo había reservado para tres horas conmigo). -Pues no me he traído bañador.- Fue lo primero que se me vino a la mente.
       El spa era una zona del sótano ambientada con luz artificial y decorada con estilo zen. Pretendía ser un jardín japonés que discurría entre una piscina climatizada, una sauna, un jacuzzi y un pequeño gimnasio. Era agradable. Sonaba un hilo musical con una chirriante guitarra o violín que sonaba como muy asiático, y en el aire se percibían aromas de naranjo y flores silvestres. -Como se lo está currando, y no veas como me estoy poniendo de cachondo con toda esta parafernalia.-  
       Lo encontré en el gimnasio ataviado con uno de esos kimonos masculinos muy largos haciendo una especie de ejercicios con una espada de madera, al estilo de los samuráis. Al verme se paró, se acercó y me hizo la inclinación del saludo japonés. Esta vez le devolví el saludo del mismo modo.
       -¿Estás listo?- Me preguntó.
       - Estoy listo para lo que sea.- Sonreí.
       -Hoy recibirás tu primera clase de samurái.- Me dijo mientras lo miraba con ojos sorprendidos.
       Me hizo poner un quimono parecido al suyo y me estuvo enseñando varias posiciones y movimientos con la espada de madera. Cuando creyó que ya había aprendido la lección de ese día, nos quitamos los quimonos y nos metimos en la sauna, parecía que estuviese alargando deliberadamente nuestro primer contacto de esa noche y solo cuando nuestros cuerpos estuvieron totalmente cubiertos de sudor no empezó la acción.
       Entre las toallas tenía escondida una pluma de oca de unos treinta centímetros que la uso para acariciar mi espalda, lentamente, al tiempo que yo buscaba sus labios. Deseaba, no, necesitaba desesperadamente sentir sus labios de nuevo, pero se hizo de rogar. Jugaba con la pluma en mi espalda mientras yo del placer me arqueaba como un perrito, fue en esa postura que me beso intensamente mientras empezó a follarme, lentamente primero, con más ritmo después. Estaba completamente alucinado: no había usado ningún lubricante y casi ni me había enterado que lo tenía dentro. Bueno enterado si y mucho por el placer que sentía, ya que normalmente si no me trabajan un poco con lubricante me duele mucho la penetración.
       Igual que las otras dos noches practicamos posturas increíbles e imposibles en todos los rincones del spa y acabamos exhaustos burbujeando en el yacusi. Tengo que reconocer que él era un amante experto y yo era un juguete en sus manos.
       A las doce, ya en la habitación, nos trajeron una bandeja de sushi con especias y sake. Se rió
de mí cuando le conté que toda mi experiencia en comida asiática se limitaba a los menús del restaurante chino del pueblo.
       Tras un pequeño y rápido cursillo de como coger los palillos y usar los boles, cenamos y recuperamos fuerzas para seguir amándonos hasta bien entradas las tres de la madrugada. Esta vez podríamos levantarnos a las siete de la mañana ya que los dos empezábamos a las ocho. Los dos agradecimos mi cambio de horario.
        A las siete nos despertó la llamada de recepción, ducha rápida los dos juntitos y quedamos en volver a vernos a las nueve de la noche. Me vestí rápido, me despedí y me fui a toda leche con mi coche a la fábrica.
       Mientras circulaba por las afueras de Girona, pensaba en lo difícil que me sería dejar volver a ese pedazo de hombre de nuevo al Japón. -Aunque creo que será lo mejor que puede sucederme, porque como se quede mucho tiempo por aquí voy a acabar en los huesos, con la caña que me mete.- Puse la cinta de Annie Lennox, y mientras tarareaba “walking on broken glass” pensé: - Pero que caña tan deliciosa que me mete este cabrón.-


        Posdata:
        Qué razón tenían las viejas del lugar: un clavo siempre saca otro clavo. Y yo llevaba tres días sin pensar en Jordi.