lunes, 11 de diciembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Andrea, Dolores, secciones secretas y un japones de pelo azul llamado Makoto.2 )

ANDREA, DOLORES, SECCIONES SECRETAS Y UN JAPONES DE PELO AZUL LLAMADO MAKOTO.2 (Diccionarios, sueños y metacrilato)


        Parecía que el miércoles veintiocho de junio sería interminable. Después de un sinfín de despropósitos me encontraba en la nueva (y secreta) sección de la empresa. No tenía nada claro cuál era la finalidad de esa sección. Y aún tenía menos claro qué diablos pintaba yo allí, o que era lo que la empresa esperaba de mí, al forzar mi inclusión a ese extraño proyecto.
        El hecho de que estuviesen dándome la información con cuentagotas no ayudaba nada a tranquilizarme y, lejos de relajarme, lo que provocaba era que aflorasen en mi todos los fantasmas asociados a mi mala relación con los encargados y directivos de la empresa.
        Makoto siguió hasta la una del mediodía contándome todos los pormenores de la finalidad de la nueva sección. Yo tenía cierta dificultad para entender los detalles técnicos, pues mi nivel de inglés no llegaba hasta ese punto. Por lo que continuamente le pedía que me explicase las cosas como si le hablase con un niño de diez años (ese era el nivel de inglés que podía entender sin demasiada dificultad). La verdad era que se le veía totalmente convencido e involucrado en el proyecto… fuese cual fuese.
        Yo, quizás porque nunca he sido consumidor de arte, más bien todo lo contrario (siempre me he considerado un buen artesano, un creador o un artista), me resultaba muy difícil el entender que alguien pudiese pagar las fortunas que pretendían cobrar por unos aparatos de fabricación en serie a los que se les aplicaban esas modificaciones “artísticas”, diseñadas y pensadas tal y como las veía en las fotos y proyectos que se repartían por todas las paredes del local.
        En ese momento mi imaginación iba por libre y ya me estaba viendo poniéndole pelo de vaca a un teléfono móvil o a la carcasa de la pantalla de un ordenador. Porque… siendo claros, yo no veía al japonés ni a la chica cogiendo con sus manitas de “pijo” universitario las herramientas necesarias para montar o realizar ninguna de las modificaciones que tenían planeadas para los aparatos que fabricábamos en la empresa. -Veras que te tocara ser la chica para todo de este par de cretinos.- Pensaba mientras Makoto y yo nos íbamos dirección al comedor de la empresa a la una y media.
        Durante el almuerzo pregunté por Kaede, la chica japonesa, a mi interlocutor de pelo azul. Por lo visto había salido de urgencia dirección a Londres para participar en un exclusivísimo evento que se había organizado para una selectísima clientela (básicamente los hijos mega pijos de millonarios americanos y europeos) en un establecimiento del Soho londinense. Su idea era introducir algunos de los productos que ya tenían desarrollados y conseguir crear la necesidad de conseguirlos entre ese segmento de la población VIP.
        La sorpresa me la llevé cuando le pregunté a qué tipo de aparatos se refería cuando hablaba de “prototipos”. Para entonces estábamos tomando el café en la sección “secreta” (si, la sección era tan elitista, que tenían incluso una cafetera propia, de esas de una carga al estilo de las de cafetería o bar) y casi me caigo de la silla cuando de una especie de caja fuerte me sacó una bandeja metálica con cinco teléfonos móviles sujetados entre algodones.
        Hasta ese momento solo había visto aparatos de color negro baquelita, con algún ribete metálico y poca cosa más. Esos teléfonos que me mostraba eran geniales, había uno con la carcasa estampada con lo que parecía piel de leopardo, otro completamente blanco nacarado, habían dos de dorados con incrustaciones de cristal de swarovski: en uno, los cristales hacían un mosaico con la bandera americana y en el otro con la bandera inglesa, y después, el que me pareció más genial de todos, con la carcasa recubierta de cristalitos al estilo de las bolas de luces de colores de las discotecas.
        Yo en ese momento no tenía teléfono móvil, ni entraba en mis planes inmediatos el conseguir uno, pero al ver esos aparatos sentí la necesidad imperiosa de poseer una maravilla como esa. No era que de repente descubriese en ese aparato un instrumento necesario para comunicarme con el resto del mundo… para nada. Mi cerebro lo procesaba como una joya para ser exhibida y mostrada en todas las fiestas y saraos a los que asistiese Dragg Issis. El que se pudiese usar como herramienta de comunicación pasaba a ser algo totalmente secundario. 
        De repente me descubrí a mí mismo interesadísimo por todo lo que pudiese ofrecerme esa sección. Sección a la que oficialmente acababa de entregarle mi alma (como quien se la entrega al diablo) y sinceramente ya me importaba un pimiento la incompetencia de los directivos, la viabilidad del proyecto o lo que pintaba realmente yo allí: solo quería aprender cómo hacer maravillas como esas que brillaban en la bandeja metálica rodeadas de algodón.
     Cuando me quise dar cuenta ya eran las cinco y media. Las tres horas de la tarde habían pasado tan rápido que ni tan siquiera me percaté de que Makoto se había ido hacia una hora. Como me costaba muchísimo entender las especificaciones técnicas del proyecto me llevé a casa toda la información que creí relevante. Creía que, posiblemente, si tenía a mano el diccionario traductor de inglés conseguía entender mejor los datos que me aportaban esos papeles.
       A las ocho y media, cuando llegó Darío, me encontró (de nuevo) con la mesa del comedor llena de papeles y el diccionario de inglés-español en la mano.
        -Vaya… ¿Otra carta del japonés muerto?- Preguntó con cierta sorna.
        -No, que va, esto es del trabajo.- Dije mientras mi chico ponía una cara como de muy extrañado.
        -¿Desde cuándo te traes trabajo a casa?- Preguntó preocupado. -Creía que no querías responsabilidades- Añadió. -Como siempre dices que en esa empresa si te hacen hacer alguna cosa que está por encima de lo que declaras en tu currículum seguro que se trata de una trampa.- Sus palabras me recordaron uno de los pilares fundamentales de mi propia filosofía versus directivos y jefezuelos.
        -En realidad estoy buscando la forma de hacer esto.- Le dije mientras le mostraba una fotografía en la que aparecían tres de los cinco maravillosos teléfonos móviles.
        -Hala, que pasada.- Exclamó al ver las piezas que llevaban trastocando todo mi equilibrio mental desde el mediodía. -Como lo hacen para que parezca de oro.- Preguntó mi amante rubio extrañadísimo.
        -Es lo que estoy buscando como un loco por estos dosieres.- Dije. -Se supone que entre estos papeles están las especificaciones con las instrucciones para hacer estas joyas.- Empezaba a estar demasiado alterado. -Pero por ahora solo he encontrado dosieres técnicos y formulas publicitarias.-
        -Como veo que no vas a ayudarme a preparar la cena… ¿Qué te parece si me voy a por un menú del restaurante chino?- Propuso Darío.
        -Pues me parece una idea excelente cariño.- Y su viaje hasta el chino me daría la media hora que me faltaba para repasar el ultimo dosier que quedaba sobre la mesa.
        Justo dentro de uno de los carpetanos del último dosier lo encontré. Había unas quince fichas técnicas referentes a los teléfonos móviles. Dejando aparte todas las especificaciones técnicas sobre la tecnología interna que era común en los miles de millones de aparatos que había en el mercado, me centré en buscar cómo diablos habían creado esas carcasas tan geniales. Al final lo encontré.
        Trabajaban con unos moldes plásticos realizados a partir de las carcasas originales de bakelita, sustituyéndola por resinas de metacrilato transparentes mezcladas con pigmentos y otros materiales que les acababan dando ese acabado tan personalísimo, puliéndolos hasta conseguir ese aspecto de joya. La información que daban las fichas técnicas era muy limitada: no ponía nada sobre el tratamiento de esa resina sintética ni cuáles eran los procedimientos técnicos a seguir para, por ejemplo, incluir en su interior los miles de cristalitos de bola de discoteca.
        Ya tenía un objetivo para los próximos días, lograr el máximo de información sobre esa técnica.
         Sin duda alguna a la mañana siguiente o el viernes tendría que tener una reunión con personal. La burocracia es la burocracia y los lacayos de Vanessa necesitarían constancia por escrito de mi aceptación del nuevo puesto.
        Justo en ese momento llego Darío del restaurante con el avituallamiento para cenar. Yo estaba eufórico y en un arrebato, me dio por abrir una botella de cava que había quedado en la nevera de la última barbacoa. -Mmmh… Comida china y cava… ¿Porque no?- Dijo mi chico riéndose. -¿Me contaras de que va toda esa movida de los teléfonos móviles?- añadió mientras repartíamos los paquetes con el logo del Restaurante “La Gran Muralla” por la mesa.
        -Si te soy sincero, aun no tengo ni idea de cuál es mi sitio en toda esta historia de los teléfonos inalámbricos exclusivos. Y la verdad es que me importa un bledo. Lo único que me interesa es este nuevo material que acabo de descubrir que es genial y me permitirá reinventar por completo a Dragg Issis.- Le contaba mientras le daba un bocado a un rollo de primavera empapado en salsa agridulce. Y mientras devorábamos el pato laqueado y la ternera con setas y bambú le conté a Darío todo lo que me había sucedido en la empresa multinacional japonesa desde la mañana.
        Después de felicitarme por el giro de los acontecimientos me soltó: -Y no te preocupa el que en la fábrica descubran que estás trabajando por tu propio interés en vez de por el interés de la empresa.- Poniendo el dedo en la llaga.
        Dediqué un momento a meditar que responder a ese razonamiento, llegando a la siguiente conclusión: -Todos los indicios me llevan a la conclusión de que esta empresa no estará en funcionamiento más allá del año 2000. Si consigo aprender cómo trabajar el metacrilato para conseguir esos resultados tan buenos, saldré de la fábrica con más recursos para tirar adelante que el resto de los empleados, pues la mayoría de ellos, después de trabajar muchos años solo han aprendido a clavar tornillos, empaquetar bultos o insertar componentes.-
        -Si lo tienes así de claro, cariño, adelante.- Dijo Darío mirándome a los ojos y ofreciéndome su copa de cava para brindar.
        Esa noche, después de hacer el amor con mi chico, volví a soñar con Hikaru Yamahaka. Hacía ya varios meses que no soñaba con él y empezaba a pensar que después de haber recibido todos sus mensajes póstumos ya no volvería a aparecerse en mis sueños. Esta vez caminábamos los dos por el larguísimo sendero de piedras blancas circulares que partía en dos un precioso jardín japonés. Yo vestía el ya famoso kimono azul de ribete rojo y él llevaba puesto un kimono masculino de color negro con un paisaje boscoso bordado con hilo dorado y plateado. Mientras atravesábamos los puentes de madera construidos sobre un larguísimo y zigzagueante estanque repleto de carpas de todos los colores y tamaños, yo le recriminaba al nipón todos los problemas que estaba teniendo como consecuencia del tórrido romance que habíamos vivido. Mientras, mi amante me miraba y sonreía complacientemente. Cuando llegamos al rincón donde estaba la higuera con forma de gruta donde lo había visto morir en otra pesadilla, me tapó los labios con el dedo índice y por primera vez en todos esos meses oí a Hikaru hablar en mi sueño. -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Me dijo justo un momento antes de desvanecerse en una ventisca de pétalos de cerezo en flor.
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Era la letanía que se repetía en mi cabeza una y otra vez desde que sonó el despertador a las seis y media. Más tarde ya en la fábrica, mientras tomaba el segundo café con las mosqueteras, bueno todas menos Andrea que no apareció, esas mismas palabras se repetían como un tintineo en mi cerebro: -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.-  Mostrándome totalmente ausente ante mis amigas que esperaban ansiosas alguna explicación o cotilleo sobre la nueva sección. Sonó la sirena, y después la musiquita de la gimnasia japonesa. Gimnasia japonesa que hice siendo consciente de que todo el mundo estaba (de nuevo) pendiente de mí.
        Mientras el jefe de producción empezaba el meeting dando las producciones del día anterior y las previsiones para ese día, yo salí por la puerta lateral y tranquilamente me dirigí hacia el edificio de administración. Para mi sorpresa cuando llegué a la nueva sección súper secreta la puerta estaba cerrada con llave.
        Como no tenía muy claro que debía hacer ni de quien debía recibir órdenes, me senté en uno de los sofás de la sala de espera de la recepción y esperé leyendo una revista a que alguien se dignase a decirme alguna cosa. Fueron pasando algunos de los lacayos de Vanessa que me miraban disimuladamente y algunas visitas se sentaban cerca de mí mientras esperaban ser recibidas. Esa situación se mantuvo casi por dos horas, hasta que apareció Andrea y se sentó a mi lado.
        -Que sepas que sigo muy molesto contigo por lo que me hiciste antes de Semana Santa.- Le dije sin quitar la vista de la revista que estaba leyendo.
        -Te pedí perdón.- Murmuró. -¿Y ahora quizás podríamos seguir la reunión donde la dejamos ayer?- Preguntó esperándose un tono más conciliador por mi parte.
        -¿Tan difícil era mostrarme lo que se hacía en la sección secreta?- Le contesté con otra pregunta. -O, ¿Es que el tema no tiene nada que ver con lo que me mostró Makoto?-
        -Un poco se trata de eso.- Dijo Andrea. -Desde personal han constatado que tienes cierta habilidad para ejercer de colaborador y ayudante de los técnicos japoneses y ahora estarás asignado a esa sección como operario de apoyo de los dos nuevos técnicos japoneses.- Añadió.
        -Cuánta razón tenía el Sr. Cubiles.- Dije lamentándome.
        -¿Que tiene que ver el antiguo jefe de control de calidad en todo esto?- Preguntó la presidenta del comité muy extrañada.
        -Me advirtió del hecho que si en personal se enteraban de que hablaba inglés, acabaría con muchísimo más trabajo del que podría hacer por el mismo sueldo.- Dije con toda la mala leche de que era capaz.
        -Bueno, por lo que se, hay más argumentos que ese para que te hayan adjudicado a ese puesto.- Dijo Andrea con tono condescendiente.
        -Ok. Hay algo más que deba saber, o simplemente me pongo detrás de esos dos como un perrito y espero a que me den instrucciones.- Dije mirándola a los ojos intentando intimidarla.
        -Hay mucho más. Y te lo contaremos Dolores y yo si te dignas a escucharnos.- Mientras, se levantó y se dirigió a la sala de reuniones esperando que la siguiese.
        Mansamente, seguí a la presidenta del comité de empresa de nuevo hasta la mesa ovalada, donde me plantearon más extensamente el proyecto en el que trabajaban Kaede y Makoto. Para poder colaborar con ellos tendría que hacer un cursillo intensivo donde aprendería a utilizar los ordenadores, internet, y lo que más me interesaba a mí: todos los procedimientos técnicos para poder crear esas maravillosas modificaciones a los aparatos. Tan necesarias para conseguir el interés del público VIP por ese producto.


        Posdata:
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Tuve que repetírmelo infinidad de veces para empezar a creérmelo. Maldito Hikaru Yamahaka.




domingo, 3 de diciembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Andrea, Dolores, secciones secretas y un japones de pelo azul llamado Makoto.1 )

ANDREA, DOLORES, SECCIONES SECRETAS Y UN JAPONES DE PELO AZUL LLAMADO MAKOTO.1 (Reticencias exasperantes)


        El día de San Juan lo pasamos literalmente durmiendo. Contribuyó a ello el que llegásemos a casa a eso de las diez de la mañana. La verbena de la noche anterior acabó en el PACHA pasadas las ocho de la madrugada, además antes de irnos con la paga, el Sr. Roure quiso reunirse conmigo para exponerme sus planes sobre María como camarera.
        La sorpresa me la llevé cuando me soltó la bomba: Tatiana dejaba de trabajar de camarera a partir del uno de Julio. En realidad iba a casarse a medianos de verano, y esa era la excusa que había usado para colgar el hábito de camarera después de más de quince años tras la barra. La aparición de María le había venido de perlas al propietario, pues la idea de una mujer coctelera en la barra de la terraza Chill-Out le seducía muchísimo. A partir de la semana siguiente Irene sustituiría a Tatiana en la barra de Tatiana (esa barra seguiría llamándose así durante años) y María sustituiría a Irene.
        Durante el desayuno en el Bar Paco, Tatiana nos invitó a una botella de cava para celebrar su inminente matrimonio con un empresario holandés, con el que mantenía una relación desde hacía más de cinco años. La mitad de los que estábamos en la mesa no teníamos ni idea de que tuviese pareja. De hecho desconocía casi todo de la vida de la mayoría de los compañeros del PACHA. Para poner un ejemplo, de Markus, no tenía ni idea si estaba en pareja o no, la verdad era que no sabía ni tan siquiera si era español o extranjero.
        El desayuno se alargó hasta bien entradas las nueve y media. A María le estaba dando un bajón tremendo, y el cava no la estaba ayudando en nada. Así que le propuse que se quedase a dormir en la habitación de invitados de mi casa. Eran las diez de la mañana y ya estábamos los tres durmiendo a pierna suelta. Así estuvimos hasta las seis de la tarde, hora en la que mi compañera de la empresa multinacional nos despertó para decirnos que se iba a su casa para cambiarse y regresar a la discoteca. No tuve tiempo de contarle los planes que tenía el propietario para ella, de hecho no tuve tiempo ni de preguntarle como pensaba hacerlo para ir hasta el parking del PACHA, que era donde se había quedado su coche.
        Tres horas después, mientras me transformaba en Dragg Issis de nuevo pude ver como María regresaba completamente eufórica de reunirse con el Sr. Roure, convertida ya en la camarera-coctelera oficial de la barra Chill-Out. Por otra parte, me resultaba muy extraño el no tener noticias de Martin. Creía que el saber que en siete días lo tendría de compañero compartiendo escenario, era suficiente excusa como para quedar y compartir opiniones.
        Con Martin nunca habíamos tenido una amistad de las de quedar cada dos o tres días, pero, aunque llevásemos un par de meses sin encontrarnos o llamarnos, los dos solíamos buscar una excusa para quedar y hablar de nuestras cosas. Ahora hacia más de un año que no nos habíamos buscado y me preocupaba que el tiempo y la distancia hubiese hecho mella en nuestra amistad. La verdad era, que desde que, con el personaje de Dragg Issis me habían empezado a salir trabajos remunerados, dejó de llamarme para quedar y hablar de nuestras cosas, y si a eso le sumábamos cierto desinterés por mi parte y los setenta kilómetros que había desde Palamós hasta Figueres, no era extraño ese distanciamiento. Nos volveríamos a ver en una semana y saldría de dudas.
        El sábado veinticuatro pasó rápido, entre la clientela resacosa de la noche anterior y el poco entusiasmo que le pusimos las Dragg Queens (no nos molestamos ni en cambiar las canciones de las actuaciones de la verbena). Además los strippers se cabrearon por el malentendido de la noche anterior y no apareció ninguno para la sesión del sábado. La verdad, nadie los echó de menos. Tenía la sensación de que el tema de los desnudos masculinos ya no daba mucho más de sí, al menos en la sesión de los sábados. La única nota de color de la noche la dio Tatiana, que invitaba a chupitos a todo el mundo como despedida de su vida laboral nocturna.
        Como, a parte de la euforia de María por su próxima incorporación a la plantilla del PACHA, no sucedió nada que considere de mención. Pasare directamente al miércoles siguiente en la empresa multinacional japonesa.
        Ese día, recién llegado a la empresa y justo después de tomarme el café de rigor con las mosqueteras y de cruzar varias miraditas de complicidad con María, justo en el momento que sonaba la sirena que anunciaba el inicio de la musiquita de la gimnasia japonesa, Andrea me pidió que me quedase en la sala de descanso. Ante mi cara de sorpresa, me dijo que tendría que acompañarla a la sección de personal.
        Al preguntarle sobre el motivo de semejante requerimiento, se negó a decírmelo con un escueto: -Todo a su debido tiempo.-
        Mientras cruzábamos el complejo a través del almacén de material de fabricación no pude dejar de darme cuenta del caos cósmico en que estaba sumida esa sección. Los millones de piezas, paquetes y fardos de componentes se acumulaban a montones en un desorden controlado solamente por las hábiles manos y mentes de los encargados de esa zona. Mientras las cadenas cinco y seis empezaban a producir algunos de los nuevos productos adjudicados recientemente. -Qué diferencia que hay con el stock que había en abril.- Pensé. -Con todos estos modelos nuevos que se van a fabricar a partir de ahora la empresa tiene asegurada su viabilidad hasta el año 2000.- Meditaba mientras entrabamos en el edificio de administración. Allí nos esperaba Dolores, la secretaria del Jefe de Personal, que se nos acopló con un expediente en la mano mientras subíamos a la sala de reuniones.
        Al pasar por delante de la muñeca de porcelana, de golpe, noté como un respingo detrás de la oreja. -¿Podría ser que hubiese alguna cámara en la sala de espera y me hubiesen grabado mientras me llevaba el contenido del cajón de la urna de madera y cristal?- Pensé con preocupación. Aunque, la verdad, tampoco podrían molestarse en exceso, pues el contenido del paquete iba dirigido a mí. En fin, en un momento me quedaría claro si se trataba de eso.
        Nos sentamos Andrea, Dolores y yo alrededor de la enorme mesa oval de la sala de reuniones. Parecía que estuviésemos esperando a alguien más porque ninguno de los presentes decía nada. Cinco minutos interminables después, empecé a impacientarme y pregunté: -¿A quién estamos esperando?-
        -En realidad… A nadie.- Dijo Dolores sin saber muy bien cómo empezar a hablarme.
        Pasados cinco minutos más en los que nos dedicamos a mirarnos a los ojos incómodamente y sin que nadie se atreviese a decir nada, Andrea muy indecisa rompió el hielo: -¿Cuáles son tus expectativas dentro de esta empresa?- Me preguntó directamente la presidenta del comité de empresa.
        -Ninguna.- Contesté taxativamente.
        -¿Me estás diciendo que te complace la idea de seguir haciendo lo que estás haciendo ahora durante los cuarenta años que te faltan para jubilarte?- Preguntó Dolores muy afectada.
        -Soy pragmático.- Contesté. -Sinceramente, ¿qué posibilidades hay en esta empresa de que un empleado no cualificado salga de la cadena de montaje o del grupo de estibadores del almacén?- Añadí dejando bien clara mi posición al respecto.
        -Ya te dije que esto iba a ser muy complicado.- Le dijo Andrea a Dolores dejándome muy claro que llevaban mucho tiempo preparando esta reunión. -Los encargados y la antigua dirección lo putearon muchísimo y ahora está completamente quemado, arisco y cerrado a cualquier propuesta que le hagamos.- Añadió. Hablando como si yo no estuviese delante de ellas escuchándolas.
        -¿Pues tú me dirás como lo hacemos?- Dijo Dolores mirando a Andrea. -Porque desde Dirección lo quieren en la nueva sección. Y esta vez no van a aceptar un no como respuesta.- Siguió hablando mientras a mí ya me empezaba a molestar el que me estuviesen ignorando de ese modo. En ese momento se dieron cuenta de que si lo que buscaban era tranquilizarme lo estaban haciendo fatal y se callaron las dos.
        Por mi parte, aun le guardaba cierto rencor a Andrea por la actitud que me demostró antes de Semana Santa, al haberse posicionado y dar crédito a los chismorreos que corrían sobre mi persona en  la sección de personal. En cuanto a Dolores, no sabía mucho de ella, pero el solo hecho de estar trabajando a las órdenes de Vanessa hacia que no sintiese la más mínima confianza hacia ella. Al verlas tan inquietas, me envalentoné: -Como veo que tenéis mucho que hablar entre vosotras, yo regresaré a mi sección, que tengo muchísimo trabajo acumulado. Cuando tengáis las ideas más claras, si procede, me contáis alguna cosa.- Dije mientras me levantaba y salía de la sala, quedándose las dos con un palmo de narices y sin poder articular ninguna palabra.
        Mientras regresaba a mi sección, me regocijaba en la idea que me venía a la mente, donde el departamento de personal estaba por un lado, muy presionado por Klaus-Hiro y por el otro se sentían terriblemente acuciados por mi negativa a aceptar cargos de responsabilidad, todo ello amenizado por la necesidad casi enfermiza del hijo de Hikaru Yamahaka de promocionarme dentro de la empresa como compensación a unos favores que yo no era consciente de haber realizado.
        La presidenta del comité de empresa me persiguió a través de los coches de la zona de parking llamándome para que me parase. Insistió en que regresase o que por lo menos intentásemos hablar mientras tomábamos un café. Accedí a su propuesta y nos dirigimos al comedor de la empresa. Curiosamente, el espacio más concurrido a la hora del almuerzo resultaba ser la zona más íntima el resto del día. Tan solo se oía cierta actividad en la cocina: el ruido de los cuchillos trabajando, el agua limpiando alimentos, el bullir de los pucheros y el silbido de algunos fogones.
        Nos preparamos un café y nos sentamos en un rincón. -No entiendo esta aversión que le tienes a los puestos de responsabilidad.- Dijo Andrea, sorprendida por la actitud que demostraba al respecto. -La mayoría de los empleados matarían por las oportunidades que tú desperdicias.- Añadió, mientras yo la escuchaba en silencio. La mosquetera me miró a los ojos, parecía ciertamente desesperada, y me dijo. -Sinceramente, no sé qué perra le ha cogido al Director General contigo, pero lleva un mes preparando una sección a medida para colocarte.-
        -Joder pero que pesado que es Klaus.- Pensé. -Si quiere mostrarse agradecido que haga como todo el mundo y envié una tarta, una cesta de fruta o una caja de bombones.- Seguí pensando mientras fingía que escuchaba a mi amiga, que esperaba una respuesta de mi parte.
        -Estoy fantásticamente bien en mi sección.- Le contesté con tono muy serio. -La verdad, empiezo a estar cansado de que continuamente quieran encajarme responsabilidades que no me interesan lo más mínimo.- Añadí.
        -Pero, ¿no vas ni tan siquiera a escuchar la propuesta que te hacen?- Preguntó con tono desesperado.
        -Tienes mi curriculum ¿verdad? Pues compáralo con esa propuesta y si crees que se ajustan volveremos a hablar del tema.- Le contesté mientras daba un sorbo al café y meditaba sobre el hecho de que aún no eran las nueve de la mañana y ya llevaba cuatro cafés en el cuerpo. -Esto no tiene que ser bueno para la salud.- Pensé. Mientras, Andrea dándome por imposible me invitaba a volver a mi sección.
        Cuando llegué al almacén de control de calidad me encontré con una desagradable sorpresa. Había otro chico en mi puesto de trabajo, chequeando los aparatos codo con codo con María. -Fantástico.- Pensé, mientras empezaba a encenderme por dentro.
        -En la reunión de esta mañana me han dicho que tú ya no estabas asignado a esta sección y que a partir de hoy Pere te iba a sustituir.- Se disculpó mi amiga cuando me vio entrar en la sección y se dio cuenta de que no me hacia ninguna gracia los cambios que se habían producido.
        No sé si sería por la gran cantidad de cafeína que llevaba en el cuerpo o por la recién consumada conspiración hacia mi persona, pero tenía ganas de partirle el alma a alguien. Siempre había reaccionado muy mal a las situaciones impuestas y esta no sería una excepción. De eso estaba muy seguro.
        Necesitaba tranquilizarme y solo se me ocurrió irme hasta mi coche y encerrarme dentro. Estaba siendo irracional, era evidente que me estaban poniendo en la situación de aceptar lo que supusiese ese cambio de sección o irme. Y la idea de despedirme a la brava de la empresa, en ese momento, no me seducía nada. Justo entonces oí que golpeaban el cristal de la ventana del conductor. Era Álvaro. Dio la vuelta al coche y entró por la puerta del copiloto. -Tu siempre tan melodramático.- Dijo mirándome por encima del hombro.
        -Ahora es cuando tú vas a hacer de poli bueno y me dirás lo bien que estaré en otra sección ¿No?- Le dije.
        -Bueno… estos son los inconvenientes de meterte en la cama de un jefe.- Dijo mi exnovio. -Se acaban obsesionando y nunca creen que hacen lo suficiente para valorarte como es debido.-
        -Gracias, me estas animando muchísimo.- Le dije haciendo el gesto de vomitar con los dedos en la boca.
        -Klaus está empeñado en aprovechar tu talento creativo para la empresa. Y ya sabes lo persuasivo que puede llegar a ser.- Dijo Álvaro muy serio.
        Esas palabras terminaron de encenderme. Me giré mirando al pelirrojo fijamente a los ojos y le dije: -Dile a tu novio, que por ahora lo único que ha conseguido con los ineptos que me ha enviado para convencerme, es que me plantee muy seriamente el dejar de trabajar para esta empresa. Y ahora si no tienes nada más que decirme me gustaría estar solo un rato.- invitándolo a salir del coche.
        Mientras veía como Álvaro regresaba a la nave, me di cuenta de que, oficialmente en ese momento no pertenecía a ninguna sección, así que en teoría nadie me echaría de menos. Eran las nueve de la mañana y hacia un día genial, casi de verano, ideal para estar tumbado tomando el aire en el césped. Me acordé que tenía un libro que aún no había empezado a leer en el maletero, así que busqué una sombra agradable desde donde pudiese verme todo el mundo y empecé a leer, con la esperanza de crear una situación lo suficientemente absurda como para que se solucionase por si sola.
        A las diez, cuando sonó la sirena del descanso de la mañana, las mosqueteras se plantaron en bloque a mí alrededor. Me traían un café (maaas café, era lo que me hacía falta en ese momento) y se quedaron sentadas a mi alrededor esperando a que yo les dijese alguna cosa. El problema era que no tenía absolutamente nada que contarles, así que opté por quitar hierro al asunto y pregunté a María por las aptitudes de su nuevo compañero, poniéndola en un aprieto, pues por muy buenas que fuesen sus cualidades no podía hablar bien de él sin hacerme un desprecio a mí. Quince tensos minutos después regresaron a su trabajo y yo seguí leyendo.
        A eso de las once apareció Makoto, el japonés del pelo azul, saliendo del edificio de administración. Se acercó a mí y me saludo en inglés. -Hola, hace un día genial para estar tumbado en el césped.- Y se sentó a mi lado. -¿Es interesante el libro que estás leyendo?- Preguntó.
        -Es Dune, de Frank Herbert.- Le dije. -Vi la película y aunque parecía interesante no entendí nada, así que he decidido leerme el libro.-
        -Te va a encantar.- Dijo. -Creo que es de los mejores libros de ciencia ficción que se han escrito.-
        -Gracias.- Le dije. -Realmente lo estoy disfrutando.-
        -Una cosa… los vestidos y pelucas que usas para tu show… ¿Los haces totalmente tú con tus manos?- Preguntó poniéndose de rodillas y mirándome fijamente.
        -Si.- Contesté.
        -Sabes que eres realmente bueno diseñando y haciendo ropa ¿no?- Añadió.
        -Sí, eso ya lo sé.- Contesté empezando a temerme por donde quería llevar la conversación.
        -Yo intente hacerme algún disfraz para asistir a las convenciones del Manga, pero soy un negado para el tema del diseño de ropa.- Dijo riéndose. -Así que tengo que contratar a especialistas para que me hagan esas cosas.- Añadió mientras gesticulaba con las manos, de no ser japonés (porque me es dificilísimo ubicarlos) creería que ese chico era súper mariquita.
        Como veía que todo me llevaría hacia esa situación, le hice la gran pregunta: -Exactamente, ¿Qué haces tú para esta empresa?-
        -Colaboro en un estudio de mercado junto con Kaede.- Dijo orgulloso.
        -Y ¿Cuál es la especialidad laboral de Kaede?- Pregunté.
        -Es una de las mejores analistas de tendencias de mercados y estudios sociológicos aplicados al consumo del mundo.- Dijo dejándome de piedra por el curiosísimo oficio de la chica.
        Era obvio que me estaba conduciendo a su terreno. De hecho estaba logrando su objetivo, yo ya empezaba a tener curiosidad por saber qué diablos se cocía en el nuevo departamento. -¿Puedo preguntarte en que consiste ese estudio que estáis realizando?- Después de decir eso me di cuenta de que ya había cerrado el libro y toda mi atención estaba puesta en Makoto.
        -Puedo hacer algo mejor.- Dijo el japonés de pelo azul. -Puedo mostrarte lo que hacemos.-
        Tres minutos después me vi acompañándolo a la secretísima nueva sección de la empresa. -¿Tan difícil era haber empezado por aquí? En vez de enviarme a esas dos incompetentes que solo deseaban justificar su empleo.- Pensaba.
        Una de las secciones de la planta baja del edificio de administración, que se solía utilizar de almacén de material y de archivo la habían vaciado, transformándolo en una especie de laboratorio de ideas. Esa fue una de las sensaciones que tuve cuando entré en esa especie de cueva de Ali Babá plagada de imágenes y diseños imposibles que empapelaban todas sus paredes y plafones divisorios. Tenían cinco ordenadores conectados a todo tipo de aparatos de los que desconocía totalmente sus propiedades y utilidades. Y en ese momento una enorme impresora estaba imprimiendo una foto de tamaño DIN2 de Makoto y Dragg Issis. No pude evitar el quedarme por un momento embobado por el hipnótico zumbido y vaivén de los inyectores de tinta a medida que se imprimía la eufórica sonrisa del japonés de pelo azul junto a una forzada sonrisa de circunstancia de la Dragg.
        -No lo entiendo… ¿Qué tipo de estudio es el que hacéis aquí?- Pregunté sin terminar de entender el porqué de todo aquello.
        -Nuestro cometido es explorar las posibilidades de transformar un producto de consumo de masas en un objeto de cualidades exclusivas.- Dijo el japonés mientras me mostraba una foto de una aspiradora a la que le habían aplicado una especie de estampado tipo piel de leopardo.
        -Y… ¿Alguien está dispuesto a pagar por algo como esto?- Dije mientras se me escapaba la risa.
        -Este es nuestro trabajo, buscar mercados potenciales donde poder colocar un producto estándar con un plus añadido que lo haga ser exclusivo.- Me contestó.
        En ese momento me sentía totalmente abrumado por el sinfín de originalidades fotografiadas que me rodeaban expuestas por todo el recinto. Algunas eran tan geniales, que me las estaba apuntando mentalmente para aplicarlas al vestuario de Dragg Issis a la que tuviese ocasión. Por lo demás, a todo lo que había allí no le veía el más mínimo sentido práctico para una empresa cuyo principal activo era la producción en masa de artículos de bajo coste, destinados a la población de clase media y baja que pudiesen permitírselos.
        La pretensión de crear objetos híper exclusivos para personas de clase muy alta o VIP’S, me parecía un hándicap del todo imposible, incluso para una empresa multinacional con los medios de que disponía esta.
        Y llegados a ese punto. -¿Qué diablos pintaba yo allí?- Me preguntaba.


        Posdata:
        Aunque lo disfracen de persuasión, la mayoría de las veces solo se trata de imposición pura y dura.