miércoles, 10 de agosto de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Álvaro y otras mentidas alternativas)

ÁLVARO Y OTRAS MENTIDAS ALTERNATIVAS.

        Uno de los momentos más temidos por la mayoría de las novias de mis amigos, era el día de la presentación a los padres del novio. Normalmente los padres de la novia conocían al chico que salía con su hija desde el primer momento de la relación. Relación que solía suceder y evolucionar con el beneplácito de los padres de ella.
        En cambio la familia del novio, oficialmente, no conocían a la novia hasta que la relación era lo suficientemente seria como para poner fecha de boda. Normalmente se solía aprovechar para dicha presentación oficial una celebración familiar informal (por eso de sacar tensión a la situación), un cumpleaños, celebraciones patronales o navidades. Aunque una comida informal de domingo también solía servir. Recuerdo la ansiedad que producía a mis amigas ese momento (el hecho de ser la mariquita oficial del grupo de amigos, repercutía en que acababas siendo el hombro donde lloraban todas las chicas). Básicamente se reproducía en ellas el temor ancestral al rechazo por parte de la familia del novio y en especial a no tener la aprobación de la futura suegra. No me extraña que después de tantísima ansiedad y desasosiego, todas las chicas que podían, prefirieran irse a vivir en un cuchitril bien lejos de la familia del novio, por muy buenas que fuesen las relaciones.
        Viendo esas reacciones, siempre me pregunté cómo me sentiría el día en que un hipotético novio mío, me presentara a su familia. Aunque, claro, en la sociedad reprimida y rural en la que me tocó vivir mi infancia y adolescencia, poco o casi nada podía predecir que esa situación podría darse algún día. Pues hay que joderse. Ese día lo tenía encima. El insistente pitido del despertador, se empeñaba en recordarme que en tres horas, a la una del mediodía, iba a suceder aquello que tantísimo temía: conocer a los padres de mi novio.
        -Hola cariño. Buenos días.- Me susurró Álvaro al oído, mientras se desperezaba estirando todo el cuerpo a la vez.
        -Buenos días.- Le dije mientras le daba un beso en los labios.
        Me levanté de la cama y me fui directamente a la cocina a preparar café. Al cabo de un ratito apareció mi chico llevando solo una camiseta encima y se quedó mirándome como preparaba el café. -Llevas tres días sin decir ni una palabra sobre el tema. No sé si eso es bueno o está a punto de explotar la olla exprés.- Me dijo muy serio.
        -¿A qué te refieres?- Le pregunté.
        -Me refiero a que no me has dicho ni media palabra sobre lo que te parece el hecho de conocer a mi familia.- Insistió.
        -¿Acaso tengo opciones?- Le dije, mientras servía el café en las tazas.
        -Podrías darme tu opinión.- Dijo mientras ponía un par de terrones de azúcar moreno en su taza.
         -No quieres oír mi opinión.- Le dije. -Si quisieras mi opinión, me la habrías pedido antes de comprometerte con tu familia.-
        Álvaro se calló. Tomó un sorbo de la taza que tenía en sus manos, me miro a los ojos y dijo: -Quiero saber lo que piensas.-
        -Solo te voy a hacer una pregunta: ¿Cuánto tiempo llevamos saliendo? Contéstame y sabrás por qué me parece una muy mala idea.- Le dije muy serio.
        -Sí, estoy de acuerdo contigo. Llevamos tan solo tres semanas saliendo y viviendo juntos.- Me dijo mientras ponía la taza en la mesa de la cocina. -Pero cuando le conté a mi familia que era gay, todos me miraron con esa cara en plan “pobrecito, que será de él, va a estar siempre solo, nadie quiere a los maricones”. La única forma que se me ocurrió de hacerles entender que estaba viviendo una vida totalmente normal y plena, fue contarles que tenía pareja y que estaba viviendo contigo.-
        -Y no se te ocurrió pensar en que les dirías cuando te preguntaran que cuanto tiempo hacia que nos conocemos.- Le dije un poco molesto.
        -Bueno… en realidad ellos creen que hace unos años ya que nos conocemos.-  Dijo poniendo cara de niño que acaba de ser pillado en una travesura. –De hecho no se trata de una gran mentida. Tú y yo nos conocemos del trabajo en la fábrica desde hace unos cuatro años ¿no?-
        -A ver, que lo entienda. Tu familia cree que llevamos saliendo cuatro años y que ahora hace tres semanas que hemos decidido vivir juntos.- Necesitaba un par de cafés más para poder procesar toda la información que estaba recibiendo. Mientras solo podía pensar: -La madre que lo parió. Este contando mentidas es casi tan osado como yo.-
        Puse a hacer una cafetera nueva. Y me senté a su lado en la mesa de la cocina. -Ya puedes empezar a explicarme todo, absolutamente todo lo que les has contado a tu familia sobre nosotros, no tengo intención de cagarla contando mi versión de alguna situación de la que se supone que ellos ya conocen tu versión del tema.- En ese momento tenía la oportunidad de saber si además de una diva patética, podría ser una actriz mediocre.
        En el tiempo en que se tarda en vaciar cuatro cafeteras, me puso al día en todo lo que necesitaba saber sobre su familia y lo que sabían sobre nuestra relación. A las doce y media estábamos de camino hacia La Bisbal, el pueblo donde vivían sus padres, mientras, yo era un puro saco de nervios.
        Mientras aparcábamos delante del portal de acceso a la entrada al garaje, pude ver en la puerta principal a una de las hermanas de Álvaro esperando. La casa era la típica casa unifamiliar de urbanización de las afueras de ciudad. Con un jardín lo suficientemente grande para incluir una zona infantil con columpios, toboganes y una caseta del árbol, una piscina de tamaño medio y una terraza con pérgola y barbacoa para fiestas y cenas estivales. Me pareció reconocer a la chica de la puerta principal.
        Entramos y recordé de qué conocía a la chica. Era Alicia, fuimos compañeros en el instituto de formación profesional. Yo estudiaba agricultura y ella iba para delineante técnico. Se sorprendió cuando Álvaro me la presentó.
        -Que pequeño es el mundo- Me dijo Alicia muy sorprendida. -Aunque hay que reconocer que en la escuela ya apuntabas maneras.-
        -¿Maneras? Oye que yo ya era una mariquita de 1.80 m con quince años.- Le contesté. Nos reímos los tres y me invitaron a pasar.
        Era la típica casa de estilo abierto, del tipo americano de los años setenta. Con mucha piedra, ladrillo y madera. Toda la planta baja era un espacio diáfano, que iba desde el recibidor hasta la terraza al otro lado de la casa. Creando varios espacios que se podrían definir como living, comedor, sala de estar y cocina tipo americana. Desde la entrada se podía ver al otro extremo, a través de una amplia cristalera, la piscina a la izquierda y la barbacoa, la pérgola y la terraza a la derecha. La decoración era un poco kitsch, con muchas estatuas de cerámica que pretendían ser de Lladró, pero que se veía a la legua que eran de tipo seriado de loza. Los típicos cuadros de paisajes imposibles y escenas de caza que inundaron las tiendas de muebles en los años setenta. Y al lado de la escalera el infumable pastor alemán de cerámica. Verdaderamente la decoración no estaba absolutamente nada en consonancia con la calidad constructiva de la casa.
        -¡Diosss! Me va a costar muchísimo morderme la lengua. Esta casa parece el mausoleo en donde se enterraron a los años setenta y ochenta.- Pensé.
        En el living me estaban esperando el resto de la familia. A saber: su padre Joaquín, su madre Rosa y el resto de sus hermanos, Jaime, Irene y Joaquín. Después de un momento relativamente tenso en el que parecía que nadie sabía que decir (creo que se esperaban a un chico más mariquita o afeminado y no al mocetón de apariencia totalmente heterosexual que tenían delante). Rompió el hielo Alicia. El haber compartido la escuela en el instituto de formación profesional nos dio juego para empezar una conversación sobre lo que habíamos hecho desde la escuela. Ella había llegado a arquitecto técnico y trabajaba para un estudio de arquitectura bastante reconocido en la zona. La conversación no tardó mucho en derivar hacia las preguntas típicas en estas situaciones: como nos conocimos, aficiones, proyectos de futuro, sobre mi familia y otras cosas por el estilo.
        Sus padres parecían totalmente desubicados. Pertenecían a esa generación educada en la dualidad sexual entre lo masculino y lo femenino, y todo lo que se salía de ese binomio tendían a considerarlo ya entre ilegal e inmoral. Aunque se notaba que se habían acostumbrado a la nuevos referentes sexuales que se impusieron después de la dictadura de Franco. De algún modo, habían creado en su imaginario personal, la esperanza de considerar a su hijo el ser TOTALMENTE masculino (a pesar de su evidente salida del armario). Pero al descubrir en la pareja de su hijo a alguien igual o más masculino, todos sus esquemas mentales se estaban rompiendo.
        Me hacía gracia porque a la madre incluía en cada frase que decía la palabra felicidad (-Si mi hijo es feliz así.- -Si ellos son felices así.- -Solo deseo la felicidad de mi hijo.- Vuestra felicidad.-). Mientras. Su padre escuchaba en silencio. De hecho la conversación la llevaban casi en exclusiva las dos hermanas de Álvaro con alguna aportación de los chicos.
        Después del aperitivo, ya más relajados nos dispusimos a comer. -¿Cómo lo llevas?- Me preguntó mi chico.
        -Bien.- Le dije ya más relajado. -Son muy majos todos.-
        Comimos super bien. Rosa, la madre de Álvaro resultó ser una experta cocinera tradicional.
        A los postres. Joaquín, el padre, rompió el silencio al que nos había acostumbrado durante toda la velada. -Bueno, voy a decir unas palabras.- Dijo con tono solemne. -Tengo que reconocer que el regalito que nos dio Álvaro el día de reyes, contándonos que era gay, nos dejó a todos completamente trastocados. No quiero decir con eso que no sospechásemos que esa posibilidad fuese probable, ya que hasta la fecha nunca había tenido novia (al menos que nosotros supiésemos). La verdad es que a mí personalmente, me dejo muy preocupado. Y os voy a reconocer que, en estos últimos tres días he leído más libros y artículos sobre el mundo homosexual que en toda mi vida (recuérdalo Álvaro para cuando pienses que tu padre no se preocupa por ti).- Su padre miraba fijamente a Álvaro a los ojos. -Llegados a este punto, estoy más confundido que antes. Pero una cosa tengo clara: Eres mi hijo, y lo serás siempre, seas como seas y pienses como pienses. Y te conozco lo suficiente como para saber que si has decidido compartir tu vida con este chico es porque realmente os queréis.- Después me miró a mí y me dijo: -Quiero que sepas que a partir de hoy tú entras a formar parte de nuestra familia como uno más.- Vino hacia mí y me dio un abrazo. Me sentí realmente emocionado, y viendo los lagrimones que soltaba su madre y su hermana creo que también se me escapo alguna lagrima.
        Sus hermanos se afanaron en traer botellas de cava y proponer un brindis. Bebimos cava y después prepararon café y algún licor. Quedamos en hacer próximamente otra reunión familiar para conocer a las parejas de sus hermanos y sus sobrinos. Álvaro estaba pletórico de satisfacción. Estuvimos hablando hasta bien entradas las cinco de la tarde-noche. Y después volvimos a casa con un montón de tuppers con comida de su madre.
        -He flipado con tu padre.- Le dije mientras conducía.
        -Pues si tú has flipado, lo mío ha sido un delirium tremens.- Me dijo aun un poco alterado.
        Ya en casa, cuando nos relajamos en el sofá, y antes de decidir si irnos al cine o ver un video por la tele, tuve una revelación que no me pude callar. -Te das cuenta que a todos los efectos ya somos una pareja oficial.-
        -Si.- Me dijo muy serio. –Te he presionado mucho, y sinceramente no estoy muy seguro en que punto de la relación conmigo estas.-
        Al verlo tan preocupado, me enternecí totalmente. -Estoy en el punto en el que creo que ya puedo decirte con toda seguridad, que te quiero.- Y lo besé. Obviamente no hubo ni cine ni video, sino una sesión de amor y sexo apasionado.
        A las nueve de la noche estábamos exhaustos y desnudos sobre la cama de matrimonio.
        -¿Tú crees que tu familia se imagina que hacemos esto en la cama?- Le pregunte en plan pícaro.
       -Hombre, seguro que algo se imaginan, aunque por ahora no creo que se atrevan a preguntarnos sobre el tema.- Me dijo sonriendo. -Por cierto me ha entrado hambre y me apetece pizza, ¿nos vestimos y nos vamos al BRAVISSIMO a cenar?-
        Me pareció una muy buena idea. La verdad es que era nuestro último día de vacaciones. A la mañana siguiente volveríamos a la rutina de la fábrica y yo descubriría si definitivamente, acabaría mis días en esa empresa como mozo estibador de almacén.
        -Por cierto, yo he conocido a tu familia. Ahora te va a tocar a ti conocer a la mía, y te aseguro que la experiencia no será tan amena como ha sido esta.- Le sentencié mirándolo con malicia.



        Posdata:
        La sangre siempre es y será más espesa que el agua.