jueves, 19 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas.3)

SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.3


        Miquel aporreaba la puerta como si quisiera tirarla al suelo. Y el ruido acababa de despertarme, con una resaca brutal. Era incapaz de recordar cómo había llegado a la cama, y lo peor de todo es que tenía la sensación de que alguien me abrazaba. De hecho el brazo que asomaba por encima de mi hombro me confirmaba que verdaderamente había alguien durmiendo a mi lado. -Por favor que sea Álvaro.- Recé en un intento desesperado de que el cosmos no me mostrase la evidencia de lo que realmente estaba pensando que había sucedido. De golpe y porrazo me venían flashes a la mente de todo lo que realmente sucedió la noche anterior. El beso de Klaus-Hiro fue el detonante que derramó toda la pasión sexual contenida que habíamos acumulado el uno hacia el otro en los últimos meses. Y acabamos entregados a una especie de orgia mutua, en la que los dos intentábamos dominarnos el uno al otro. La prueba de que había sido algo brutal estaba en el suelo, podía contar por lo menos cinco preservativos usados con su carga completa dentro.
        Klaus se despertó también al oír los golpes que daba Miquel a la puerta. -¡Mierda! Son las diez, hace dos horas que tenía una reunión con los proveedores.- Dijo saltando de la cama y poniéndose los pantalones de golpe.
        Me puse los pantalones del pijama y le abrí la puerta a mi ruidoso amigo. -Miquel, creo que no es un buen momento.- Me disculpé.
        Dicho esto, Klaus pasó entre los dos, y dándome un beso en los labios, se fue diciéndome: -Ya nos veremos ¿ok?- Ante la perplejidad de un Miquel que se había quedado con la mandíbula desencajada viendo el espectáculo que se desarrollaba ante él.
        -Bueno… como puedes ver ya no es importante. Pasa ¿quieres café?- Le dije, convencido de que en cuestión de pocas horas sería la comidilla de absolutamente todos los que me conocían.
        -A ver, bonita, tú estas cosas las preparas con antelación o simplemente vas improvisando sobre la marcha.- Me dijo un Miquel completamente perplejo por todas las evidencias que habían por toda la casa de la salvaje sesión de sexo que, cada vez iba recordando con más nitidez.
        En la cocina estaba aún la carne en el plato por aliñar (no llegué ni a ponerla sobre las brasas), la guardé en la nevera junto con la ensalada a medio preparar. Los envases de las dos botellas de vino que nos habíamos bebido estaban tirados por el suelo y había añicos de mi camiseta y mi ropa interior por todo el salón. Avergonzado, cogí la cafetera, la cargué y la puse al fuego. Después, respiré profundamente, me giré, sonreí interesantemente y le dije a Miquel: -Bueno, dime, ¿Qué hiciste ayer por la tarde?-
         Mi amigo estaba en estado de shock, pero reaccionó enseguida. -¿Yo tengo que contarte a ti? Mala Puta. Ya me estas explicando con pelos y señales que ha pasado aquí.- Me gritó. Llegué a la conclusión de que si no le contaba un poco de lo que había sucedido acabaría inventándolo, y ya había tenido suficiente con una Rosita.
          Mientras desayunábamos solo podía pensar en cómo podría mirarle a la cara a Álvaro cuando lo volviese a ver sin que se me cayese de vergüenza, y si nadie lo remediaba eso sería en pocas horas. Era viernes y los dos trabajabamos en el PACHA. Curiosamente Miquel casi ni habló, solo escuchaba. Hacia la una del mediodía, se levantó y me dijo: -¿Tú tienes claro lo que sientes por Álvaro? Porque vas a tener que decidir si lo que tienes con tu jefe es un rollete o algo más. Pero ten por seguro que a los dos, a la vez, no los podrás tener.- A lo que después de algo tan profundo añadió: -Pero bueno, a ti en la escuela ¿Qué te enseñaban? ¿Es que nadie te ha dicho que de donde saques para la olla no metas la polla?-
        Mientras se dirigía a la puerta le dije. -¿No te quedaras a comer? Tengo cordero y ensalada.-
        -Huy, lo siento, tengo muchísimo trabajo. Hay doscientas conocidas nuestras que aún no saben esto tuyo.- Dijo poniéndose la mano sobre el pecho y haciendo muecas con la cara en plan “chica sofisticada”. -Además, no soporto la comida de segunda mano.- Me increpó mientras cerraba la puerta detrás de sí.
        Al ir a cerrar la puerta con la llave descubrí horrorizado un pequeño paquete sobre la repisa del espejo de la entrada. Estaba envuelto en papel plateado y llevaba un pequeño lacito sujetado con una pegatina que tenía escrito en letras doradas “Feliz San Valentín”. Una gota de sudor helado recorrió mi espalda. Abrí el paquete y en su interior había dos anillos grabados con los nombres de Álvaro y el mío. Por un momento tuve la sensación de que la tierra se me estaba tragando, ya que estaba convencido de que ese paquete cuando llegó el mestizo rubio no estaba allí. Eso quería decir que era muy probable que mi novio pudiera haber entrado en casa y habernos pillado al japonés y a mí en pleno desmadre sexual.
        De golpe se me habían pasado todas las ganas de almorzar. La sola idea de que mi pareja se hubiese presentado anoche me producía terror. Aunque cabía la posibilidad de que hubiese venido la noche anterior o el miércoles. De hecho era posible que esa cajita llevase un mes allí y yo no me hubiese percatado de su existencia.
        Decidí centrarme en el peor escenario posible y prepararme para lo que podría suceder aquella noche en el PACHA. Consciente de que tarde o temprano, y en caso de que mi novio no se hubiese enterado, tendría que contarle lo sucedido, porque, sabiéndolo Miquel, solo era cuestión de tiempo que alguien le fuese con el chisme.
        Los viernes no me curraba tanto la actuación, los protagonistas eran los strippers, y yo era una mera comparsa. Solía llevar un solo vestido para toda la noche. Nada que ver con los complicados conjuntos de los sábados, que me iba desmontando y sacando a capas como si fuese una cebolla. Como tenía tiempo me conjunté un vestido largo de lentejuelas tipo sirena, un postizo largo de pelo rizado, plataformones y un chaquetón de pelo artificial, todo ello en distintos tonos de gris (de hecho ese era el color en el que me sentía).
        No supe nada más de Miquel en todo el día, sin duda estaría ocupadísimo intentando localizar a todos aquellos que les pudiese interesar el chismorrear sobre mi vida (dentro de lo patética que era la situación, agradecía el no tener que estar oyéndolo todo el tiempo).
        La tarde pasó rápida. Me dedique a limpiar todos los restos de la batalla nocturna. Cuando me quise dar cuenta eran ya las ocho y media. A esa hora oí la cerradura de la puerta de la calle, me acerqué al pasillo y pude ver a Álvaro entrando en casa. Yo no sabía dónde meterme.
        Una vez dentro, me saludo cordialmente, se me acercó y me abrazó fuerte. –Lo siento muchísimo. Perdóname.- Me dijo. ¿Era posible que la caja con los anillos llevase allí varios días? Eso parecía, a juzgar por la reacción del que aún era mi pareja.
        Intentando no cagarla aun, le pregunté: -¿Por qué has tardado tanto en venir?- Que idiota, a que venía esa mierda de pregunta, la respuesta era obvia: -Para no pillarte follando con nuestro jefe.-
        -Tu tampoco te has preocupado por venirme a buscar a mi piso de Girona.- Me contestó. Acto seguido me besó en los labios, y evidentemente, se imponía sexo apasionado de reconciliación. El problema era que yo había gastado absolutamente todos mis cartuchos de fuegos artificiales la noche anterior. Usé como excusa para no ponerme a follar con él allí mismo, el que a las nueve teníamos que estar en la discoteca, asegurándome un tiempo prudencial para poder recargar las pilas y recomponerme emocionalmente.
        Álvaro estuvo extremadamente cariñoso y atento durante toda la noche, hasta el punto de que tuve que recomponerme el maquillaje varias veces, después de que mi pareja me acorralase en algún rincón para repasarme las encías a besos.
        Una vez finalizada la sesión en el PACHA, a las seis y media, ya en casa, follamos. Me sorprendí a mí mismo acariciando, besando y haciendo el amor con mi pareja, y sintiendo al mismo tiempo un sentimiento de culpa angustioso. Sexualmente cumplí perfectamente con mi pareja, haciendo que se retorciese de placer hasta el éxtasis, pero, aunque yo tuve un orgasmo intenso, casi no sentí placer. -¿La culpabilidad me habría atrofiado las terminaciones nerviosas? O quizás los excesos cometidos la noche anterior me habrían insensibilizado los genitales.- Me descubrí a las diez de la mañana dando vueltas en la cama sin poder dormir, y eso que estaba completamente agotado.
        A las tres del medio día Álvaro me despertó. Había preparado café y calentado los croissants que habían quedado de las dos visitas de Miquel. –Por lo que veo toda la provincia ya sabe que hemos tenido una crisis.- Dijo volteando un croissant con la mano.
        -No te puedes hacer ni una idea de lo que están comentando en la provincia.- Pensé irónicamente. -Sí, es muy pesado este chico.- Dije al final, sentándome en la mesa.
        A un lado estaban la cajita con los anillos y el enorme libretón que me entregó Vanessa, Álvaro, lo ojeaba por encima fijándose en las fórmulas matemáticas. -¿Qué es esto?- Me preguntó.
        -Parece que desde dirección quieren que sea el nuevo jefe de control de calidad.- Al oír esto, mi novio hizo un gesto de desagrado. -Pero les he dicho que no cuenten conmigo.- Añadí.
        -Pero… ¿Por qué no lo has aceptado?- Me preguntó mi pelirrojo.
        -Porque Yolanda tenía razón, no tengo la preparación necesaria ni para estar en control de calidad.- Dije muy serio.
        -No digas eso, quizás no tengas los estudios necesarios, pero usando el nuevo sistema de inspección fuiste el primero en detectar el problema.- Me animó mi pareja.
         -Pero eso ha sido mérito del sistema de detección japonés, no mío.- Le dije. –Intenta leerte este libraco, la parte técnica me suena a Klingon, no entiendo absolutamente nada.-
        -Ya lo he leído, y sé que es complicado, también lo tengo este libro.- Me dijo ante mi mayúscula sorpresa. -También me llamaron de personal y me reuní con Vanessa y el japonés.-  ¡Fantástico! Yo que me creía el chico más especial de la fábrica y mira tú por donde, que rápido han buscado a quien me sustituiría. -Me propusieron que lo hablase contigo y que el lunes les diésemos una respuesta.-
        -A ver, que lo entienda. ¿Me estás diciendo que tenemos que montar un equipo tú y yo?- Dicho así tampoco sonaba tan mal. Aunque, teniendo en cuenta lo mal que funciono yo trabajando en equipo, ese objetivo estaba condenado desde el primer minuto al fracaso.
        Me levanté de la silla, salí a la terraza y grité con todas mis fuerzas. Después con actitud más relajada, me senté de nuevo en la mesa tomé un sorbo de café y le dije a mi novio: -¿Por dónde íbamos?- Mientras, me miraba sonriendo. -¿Qué se supone que debemos hacer juntos?- Añadí, mientras que mentalmente maldecía a ese cabrón manipulador de Klaus-Hiro.
        -Mira, que te cuento.- Dijo Álvaro, abriendo el libretón por la mitad. -Básicamente, estas fórmulas son los índices de resistencia, presión, potencia y demás variantes que tienen que aguantar los aparatos que fabricamos. No dejan de ser las medidas que usamos normalmente a la hora de hacer nuestro trabajo en la sección de calidad.- Añadió. -A mí, lo que me suena a comida de coco metafísica es la primera parte del libro.-
        -Pues es lo único que me ha quedado claro a mí.- Le dije.
        En ese momento entendí lo que pretendía ese maldito mestizo rubio que teníamos de Director General. Me había calado al milímetro. Yo había comprendido perfectamente cuál era la esencia del alma de la empresa, eso que la había hecho crecer hasta ser una multinacional de prestigio, pero, para poder aplicar esa filosofía en un entorno tan hostil como el que se había generado en la fábrica, necesitaría a mi lado a alguien que me explicase todos los intríngulis técnicos tal y como se le explica a un niño de cinco años. En el fondo, cualquier operario mínimamente intuitivo que hubiese trabajado con los protocolos de control de calidad japoneses lo habría podido entender. Yo no era para nada alguien especial, simplemente, estaba disponible y me pusieron allí.
        Tomé el último sorbo de café que quedaba en la taza y me quedé ensimismado por un momento mirando a la terraza. Hacia un día fantástico en la calle. -Ya tomaré decisiones mañana.- Pensé, y sonriéndole a mi novio le dije: -Quiero salir de aquí. Llévame a cualquier lugar, quiero estar tranquilo aunque sea lejos de aquí.- El estar con mi pareja en el comedor donde la noche anterior fui seducido por el hijo de Hikaru me estaba incomodando muchísimo. Sin embargo, la verdad era que si yo no hubiese jugado a fantasear con esos malditos ojos verdes, quizás a Klaus no le habría sido tan fácil conseguirme… A quien quiero engañar, ese mestizo me había atraído desde el primer momento que lo vi en la empresa.
        Nos montamos en el Peugeot 206 de mi pelirrojo y nos lanzamos a la carretera dirección norte. Treinta minutos después llegábamos al municipio de L’Escala. No entramos dentro del centro urbano, si no que tomamos dirección a Sant Martí d’Empuries, más concretamente hacia el recinto arqueológico de las ruinas de Ampurias. Me gusto la elección, las antiguas poblaciones griega y romana, eran el sitio al que solía recurrir desde hace años cuando quería despejar mi mente, dejándome sumergir con la imaginación en lo que debía de haber sido una ciudad de hace dos mil años.
        Durante un par de horas caminamos por lo que habían sido las antiguas calles de la urbe. -¿Qué piensas de la propuesta de la empresa?- Me preguntó.
        -Te mentiría si te dijese que no pienso que podría ser una buena oportunidad para promocionarnos dentro de la empresa. Aunque no tengo muy claro si es eso lo que yo deseo. Desde el primer momento que entré a trabajar en la fábrica me lo planteé como una cosa temporal hasta que decidiese lo que haría con mi vida.- En realidad, la cuestión era, que llevaba más de seis años intentando decidir qué coño hacer con mi vida. La verdad era que me había reinventado a mí mismo varias veces sin terminar de gustarme el resultado final, la única constante durante todo ese tiempo había sido, sin duda, el empleo en la multinacional japonesa.
        -¿Eso quiere decir que aceptarás el encargo de la empresa?- Añadió.
        -Supongo que sí, pero tendrás que ayudarme con el tema técnico.- Contesté. Al momento mi chico me saltó encima y me abrazó, besándome en los labios. La escena de haber podido ser grabada, habría sido de apoteosis de película, ya que estábamos justo en medio de las columnas del ágora romana.
        Después de esa conversación, no tenía ni idea de cómo enfocarlo para confesarle a mi pareja mi infidelidad, porque estaba convencido de que todos los planes que estábamos haciendo se irían al traste en el momento en que alguien se fuese de la lengua y le contase el chisme a mi pelirrojo. Aún y así mi subconsciente me estaba traicionando, haciéndome actuar con decisiones que me ataban emocional, física y ahora profesionalmente al hombre al que, sin duda, en cualquier momento le partiría el corazón y le haría dudar de la sinceridad de mi compromiso.


        Posdata:
        Habiendo vivido toda una vida de arrepentimiento, la zorra, descubrió con sorpresa, que lo único que tenía que haber hecho desde el principio era cerrar las piernas.

Imagen: Troy Schooneman

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