miércoles, 22 de marzo de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Tranquilidad prevacacional y fiestas de despedida)

TRANQUILIDAD PREVACACIONAL Y FIESTAS DE DESPEDIDA.

        Era sábado. La fiesta de reinauguración del viernes en la discoteca ATENA’S, por lo que parecía, había sido un fracaso. Y a juzgar por el enorme aforo que estábamos teniendo ese sábado en el PACHA (rozaba el cien por cien), empezábamos a plantearnos si podría ser posible que la existencia de dicha competencia hiciese que nuestro local se llenase más de lo habitual, ya que la tendencia natural debería de ser que la clientela  se repartiese entre los dos locales.
        La sorpresa más grande nos la llevamos a las seis y media de la mañana, mientras desayunábamos en el Bar Paco. Mientras me estaba comiendo el cuerno de un croissant, se me acercó un chico de unos treinta años y me entregó un book de fotos, pidiéndome que se lo hiciese llegar al propietario del PACHA, ya que en la discoteca le habían dicho que ahora quien se encargaba del tema de la elección de nuevos artistas era yo. Sin comprometerme a nada, acepté el book y cuando se hubo marchado, todos nos afanamos en chafardearlo. Resultó ser la desagradable Dragg Queen que nos había increpado la noche anterior. -Juder. Que rápido se le han bajado los humos.- Dijo Tatiana.
        Por lo que parecía, la aventura comercial del ATENA’S había tocado fondo muy rápidamente y todos los implicados estaban abandonando el barco como las ratas en un naufragio. Mis compañeros se alegraban como si de una batalla ganada se tratase. Yo no las tenía todas conmigo. Sí, estaríamos tranquilos hasta Semana Santa, que era cuando casi toda la competencia se ponía en marcha, pero, me preocupaba que, ahora que ya se había hecho una gran inversión poniendo el local al día, se juntasen con alguno de los grupos de animación o productoras al estilo MATINEE, nacidas a la sombra del éxito de las grandes discotecas de Ibiza. Contra esa competencia nosotros no teníamos nada que hacer, pues éramos solo unos principiantes comparados con la experiencia en organizar eventos de esa gente.
        Por fin, ese domingo despertamos juntos Darío y yo. Sin incidentes del tipo “ex novios entrando en casa sin pedir permiso”. Aunque, claro, era inevitable el aporreamiento de la puerta por parte de Miquel a las tres del mediodía. Sería algo que echaría de menos cuando, dentro de un par de semanas, se fuese a los USA al encuentro de su novio americano, responsable final de toda esta esta historia de emigración transoceánica.
        Eran las tres y estábamos el sustituto de Álvaro y yo tomando un café con unas magdalenas en el comedor de casa, Miquel, como he dicho aporreaba la puerta, y yo, viendo que era muy posible que el ignorarlo surgiese efecto, decidí abrirle la puerta. -Te vas a reír de lo lindo.- Dijo Miquel entrando en tromba como siempre. -Por el pueblo corre el rumor de que te has liado con el hijo de Piluca la Ferretera.- Quedándose mudo al ver a quien tenía desayunando en calzoncillos en el comedor.
        -Ya que estas aquí… ¿Te apetece un café?- Le dije con tono irónico mientras me acercaba a Darío y le daba un beso en los labios, quedándonos los dos mirando a un estupefacto Miquel que no podía creerse lo que estaba viendo.
        -Y luego, todo el mundo me trata de promiscuo y putón verbenero a mí.- Refunfuñaba mi amigo mientras se ponía tres cucharadas de azúcar en un café cargadisimo. -Por lo que veo, en dos semanas tu mundo pasa del caos total a una película de Walt Disney.- Añadió con tono un poco molesto. -Y esta monada ya sabe en que fregao se está metiendo.-
        -Hombre… ya se ha encontrado a solas con mi ex aquí, y fue un show al que solo le faltaba una piscina de barro.- Dije mientras nos reíamos los dos.
        Miquel había venido para invitarme al cine esa tarde, a lo que accedimos los dos. Así que tuvo que pagar tres entradas. Después para compensarle le invitamos a cenar en el restaurante asiático tipo “WOK” que había en el mismo complejo de los cines.
        Darío había llamado a su madre para avisar que no pasaría por casa en todo el día y se quedó a dormir conmigo también la noche del domingo (por lo visto le estaba cogiendo el gustillo a eso de dormir acompañado).
        El lunes nos despertamos a las seis. Nos duchamos juntitos y después de desayunar un poco, Darío se fue hacia su casa y yo me fui a la fábrica. Llevaba dos cajas con todas las cosas que había encontrado por casa que podrían pertenecer a Álvaro e iba con la firme decisión de dejárselas sobre la mesa de su nuevo despacho. Cosa que hice nada más llegar.
        Después de la gimnasia japonesa y el meeting de Álvaro (que por cierto, no me miró a la cara ni una sola vez) nos entregamos María y yo, a la ardua tarea de chequear todos los aparatos sospechosos de tener alguna imperfección. Durante las tres semanas siguientes, la monotonía fue una (agradecida) constante en mi puesto de trabajo. Después de las incomodas situaciones que se produjeron con las mosqueteras durante mi traumática separación de mi ex pelirrojo, yo ganaba, y me quedaba con mis antiguas amigas por abandono del contrincante. -Estaba convencida de que acabaríais arreglando vuestras diferencias.- Me dijo Eugenia, un poco contrariada por el cómo se estaban sucediendo los acontecimientos.
        -Ahora tiene otra cosa más importante que llena su vida.- Le contesté con cara de ironía. -Su trabajo.- Sentencié ante la expresión de extrañeza de las chicas.
        La semana, aunque monótona, pasó rápidamente, con las únicas notas de color que me proporcionaban las visitas nocturnas de Darío. No me planteaba que tipo de relación teníamos o queríamos tener, ni me apetecía. Estaba tan asqueado de la sacrosanta pareja estable que, simplemente, me lo pasaba bien con ese chico y todas las demás consideraciones me parecían superfluas.
        Habían pasado ya dos semanas desde el último (y fracasado) intento de Klaus para llevarme al catre y todo me hacía suponer que pronto tendría noticias suyas. Doce días sin saber absolutamente nada de él, eran muchísimos días. Estaba convencido que, sin duda, estaba haciéndose de rogar para intentar una nueva aproximación sorpresa en cualquier momento.
        El viernes siguiente, ya sin la presión de la competencia, me encontré con la paradoja de que casi todos los empleados del ATENA’S me pasaron solicitudes para entrar a trabajar en el PACHA. A las dos y media de la madrugada, mientras regresábamos con la limusina a la discoteca, tenía en mis manos ocho solicitudes de empleo, incluidos los books del resto de las Dragg Queens. Le pasé toda la información al Sr. Roure para que decidiese según su criterio.
        Para mi sorpresa el aforo de los viernes seguía manteniéndose estable. No daba señales de saturación y una manada de mujeres y hombres (Gais y no tanto) ávidos de vitorear y gritar, se arremolinaban en torno al escenario donde los sementales bailaban quitándose la ropa al ritmo de sus genitales. Y curiosamente, cada vez había más grupos de chicos heterosexuales.
        Por lo visto esa antigua ley no escrita de las discotecas, que dice que, si consigues llenar de chicas el local tienes asegurado un porcentaje equivalente al doble de hombres que pagarán las consumiciones que sean necesarias para conseguir ligar con alguna de ellas, seguía totalmente en vigor. Y, todo sea dicho, la visión de un hombre desnudándose eróticamente, ejercía una influencia en algunas mujeres equivalente al afrodisiaco más potente.
        El resto del fin de semana transcurrió sin ningún acontecimiento remarcable y la semana siguiente en la fábrica también. Tenía la sensación de que por fin había vuelto a entrar en esa rutina que tanto anhelaba recuperar. Esa tranquilidad se mantuvo hasta finales de marzo pues en abril, con la llegada en la segunda semana del domingo de Ramos, sin duda alguna, todo cambiaría. El lunes antes de ese día, le preparamos una fiesta de despedida a Miquel pues el jueves se nos largaba a Los Ángeles.
        Hasta ese momento no había tenido ninguna noticia del mestizo rubio. Empezaba a sospechar que ya se había cansado de mis evasivas y me estaba dejando por ser un caso imposible.
        -Que tranquilidad que tenemos en esta sección. Da gusto poder trabajar en estas condiciones.- Le comentaba a María mientras apuntábamos los datos en los informes del final de la jornada del primer lunes de abril. -Como lo echaba de menos.-
        -Pues no te acostumbres, el viernes regresará del Director General y veras como se acaba la tranquilidad.- Dijo mi compañera con tono burlón.
        -Ah, ¿Que estaba de viaje?- Pregunté con curiosidad.
        -Ufff… lleva casi tres semanas en el Japón. Todo el mundo piensa que habrá ido a presentar cuentas y a recoger nuevas normas y protocolos para putearnos.- Dijo María poniendo cara de circunstancia.
        -Mira tú, porque, no da señales de vida. A ver lo que tarda en aparecer por casa cuando regrese.- Pensé.
        Ese día decidí entregarle los informes yo mismo a Álvaro. La verdad era que se empeñaba en vestirse y comportarse como alguien mayor. Sin duda, le parecería que daba una sensación de responsabilidad al cortarse el pelo a lo marine y vestir siempre con camisa y corbata. -Aunque la mona se vista de seda…- Pensé mientras le dejaba el informe sobre la mesa. Fingió no verme y siguió con sus cosas en el ordenador. Me fijé en que las marcas de expresión de su cara se le estaban acentuando muchísimo. Su rostro ya casi había perdido todo rastro de esa imagen de semi adolescente que me encantaba, transformándose en la cara de un adulto estresado. Por un momento me vino la imagen del Sr. Cubiles, tecleando en el mismo ordenador y me sorprendí pensando en cómo era posible que el cargo pudiera hacer envejecer a alguien tan deprisa.
        A las cinco y media habíamos quedado con Nuria y Lidia en mi casa, para organizar la fiesta de Miquel. Habíamos hecho un fondo común para regalarle un juego de maletas nuevecito. Como el regalo era voluminoso, propusimos de quedar en mi casa para tomar una copa antes de ir a cenar y usar la reunión para entregarle el presente. A las ocho y media éramos Fede, Nuria, La Cuca, Lidia, Lola, Darío, yo y varios chicos y chicas más que conocía por haber coincidido con ellos acompañando en alguna ocasión a alguno de mis amigos, pero de los que desconocía sus nombres.
        Al llegar Miquel, hicimos el típico -¡SORPRESAA!- abriendo un par de botellas de cava y entregándole el regalo. Emocionado por tantas atenciones nos abrazó a todos y casi se le escapó una lágrima. Después, nos fuimos a cenar al CALZONE’S todos juntos. A medida que se acercaban los postres varios de los participantes, fueron yéndose, unos como La Cuca porque tenían que empezar a trabajar y otros por asuntos que no nos contaron. A los postres éramos los habituales más Darío. Fue entonces cuando Miquel se sentó a mi lado y me contó que no le había explicado a nadie el incidente con el japonés rubio. No quise parecer condescendiente diciéndole que, eso en ese momento ya importaba una mierda y me limité a agradecerle enormemente el gesto de que hubiese velado por mi buena reputación ante el mundo. Después de la cena, como el resto de los participantes a la mañana siguiente trabajaban, nos fuimos todos a casita. Como Darío no se despegaba de mi lado, deduje que esa noche también la pasaría en mi cama.
        Mientras regresábamos me vino a la mente que el viernes empezaría oficialmente la Semana Santa, sentía una mezcla de ansiedad y miedo a la espera de por dónde nos saldrían todas los locales de la competencia de la zona. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba haciendo con el PACHA lo mismo que había hecho con la empresa japonesa. En los dos casos había cogido el trabajo como algo temporal, alargándose en el tiempo. Ahora me sentía parte de la empresa y estaba dispuesto a tomar partido en las decisiones que podrían hacer que el negocio siguiese triunfando o fracasase estrepitosamente. Y ese sentimiento me estaba produciendo un estrés extra al que no estaba acostumbrado.
        -¿Estas preocupado por tu amigo?- Dijo Darío devolviéndome de nuevo al planeta tierra. -Seguro que le irá muy bien.- Añadió.
        -Tengo demasiadas cosas en la cabeza.- Contesté mientras entrabamos en casa. -En cuanto a Miquel… estoy completamente convencido de que la está cagando estrepitosamente.-



        Posdata:
        Dicen que la sangre es más espesa que el agua y que el roce hace el cariño. A menudo me cuesta muchísimo distinguir donde empieza y acaba la definición de las palabras familia y amistad.






martes, 14 de marzo de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Postizos, pelucas, Darío y las Dragg Queens de la competencia)

POSTIZOS, PELUCAS, DARÍO Y LAS DRAGG QUEENS DE LA COMPETENCIA.


        Era lunes por la tarde, me encontraba descansando en casa, recuperándome del tremendo shock anafiláctico que, conscientemente, me había provocado durante la muy “elaborada” cita que el nuevo director general de la empresa multinacional japonesa me había preparado, en su empeño para convencerme de que volviese a meterme en su cama. El propio Klaus-Hiro, convencido de que era el responsable de la incomodísima situación que se produjo al comerme esa fresquísima sepia a la plancha en mitad del mediterráneo, me había disculpado ante la fábrica por no ir a trabajar.
        Dejando de lado lo hecho polvo que me dejó la medicación, esos dos días de baja que me correspondían gracias al exhaustivo informe que realizaron los médicos de urgencias, me sentarían de maravilla.
        Aunque, si para algo me sirvió el terremoto que monté en alta mar y los acontecimientos que se sucedieron en el hospital y en la casa de Klaus en Girona, fue el dejarme bien claro cuál era el motivo que había llevado a mi pareja a cambiarme por un modelo de novio de gama mucho más alta. Álvaro aguantaría lo que fuese necesario con el mestizo japonés para asegurarse su nuevo cargo y la sustancial mejora económica que ello suponía. Ante esa decisión, yo no tenía derecho a réplica y la única opción que me quedaba era asumir la nueva situación y seguir con mi vida. Y claro, llegados a ese punto, me sentía completamente liberado para cepillarme a cualquier tío bueno que se me insinuase, incluyendo el actual novio de mi expareja.
       Y hablando del mestizo rubio, la realidad era que, mi actitud distante y poco receptiva hacia la posibilidad de volver a liarme con él, lejos de amedrentarlo y frenarlo, le producía el efecto contrario, sintiéndose retado en el desafío de incluirme en esa especie de harén que me parecía que se estaba montando.
        Serían las cinco de la tarde cuando llamaron a la puerta, al abrirla aparecieron ante mí un par de operarios de la compañía de teléfonia, con la firme intención de, por fin, instalarme la línea de teléfono. Durante unas dos horas estuvieron entrando y saliendo de casa, taladrando las paredes e introduciéndoles cables. A las ocho ya tenía la línea instalada y operativa. Cinco minutos después, estaba llamando a todos los números importantes de mi libretita roja.
        Tenía la esperanza de que, con el teléfono instalado se acabarían las visitas sorpresa y los aporreamientos en la puerta de casa. Que equivocado estaba. A la que mis amigos se enteraron de que había pasado la noche en urgencias, se personaron todos en casa para tratarme como si estuviese convaleciente de una enfermedad terminal, y claro la guasa empezó a la que les conté las circunstancias del incidente en alta mar.
        Gracias al informe de urgencias, disponía de un día adicional para recuperarme, así que, el martes lo dediqué por entero a ordenar y limpiar mi casa, tampoco era plan que con la excusa de la enfermedad, me pillaran de paseo en la playa.
        Curiosamente, ese martes todos mis amigos me dejaron tranquilo. Pasé todo el día solo en casa, sin recibir ningún contratiempo ni visita hasta las siete de la tarde, hora en la que apareció por casa Darío. Vino con la excusa de hacerle un repaso a las pelucas de Dragg Issis, pero al final el repaso me lo hizo a mí. Como era habitual en él, a las once de la noche se vistió y se fue a dormir a su casa.
        El miércoles a las ocho de la mañana, ya de nuevo en la empresa multinacional, me encontré con mi sección repleta de palets de material para chequear. María se sintió aliviada al verme, pues ella sola no daba abasto. Por lo visto, el martes, durante dos horas apareció el mismo defecto grave en los aparatos que se chequearon de la tercera cadena de montaje. A las tonterías habituales de cada día se le habían sumado cinco palets de producto acabado a los que se les tenía que hacer un repaso exhaustivo de las características técnicas, por lo que la exploración de cada aparato era muy lenta.
        Al final de la jornada laboral, como María tenía prisa por salir, le entregué yo el informe de incidencias al nuevo jefe del departamento de control de calidad. Encontré a mi expareja rellenando papeles en el antiguo despacho de Yolanda. Conversamos un poco y lo percibí mucho más receptivo que el último día que hablamos.
        Después de cinco minutos de xarla intrascendente, sin venir a cuento me dijo: -Deberías de haberte acostado con Klaus.- Pillándome totalmente por sorpresa.
        -Perdona, se supone que esa decisión la tengo que tomar yo.- Le dije ofendido y poniéndome a la defensiva.
        -Es una persona muy persuasiva, conseguirá tenerte tarde o temprano.- Me dijo. -Hazte un favor a ti mismo y al resto de la gente que te rodea y no alargues esta situación demasiado.-
        -¿Esto es una amenaza?- Le dije con cara de mala leche.
        -Cógetelo como quieras, pero ten en cuenta que ese hombre si se lo propone puede putearte muchísimo.- Dijo Álvaro con tono amenazante.
        -Pues peor para él, porque a la que me sienta agredido, más lejos me pondré de su alcance.- Dije muy seguro de mí mismo. -Por cierto, ya puedes ir corriendo a su oficina a decírselo. Por lo que veo, ahora además de hacerle la cama, le haces de alcahueta ¿no?- Mi exnovio me miraba con cara de agravio, parecía muy molesto con mi actitud. -Ah, y otra cosa, a partir de ahora, si te tienes que dirigir a mí, que sea solo por asuntos relacionados con el trabajo, porque cualquier conversación que incluya algún tema personal lo consideraré acoso y te convocaré para hablar de ese tema en el departamento de personal junto con el comité de empresa, así que tú mismo.- Le dejé el informe sobre la mesa y me fui de allí muy molesto.
        Tenía la esperanza que la idea de tener que dar explicaciones sobre nuestra relación y su vida sexual hiciese que se lo pensase dos veces antes de volver a entrometerse en mi vida. Dado que tendría que seguir viéndolo en el trabajo, quería intentar por todos los medios que eso me afectase lo menos posible. De hecho me estaba reservando el contarle a Rosita como había conseguido el ascenso para cuando tuviese que volver a apretarle las tuercas, si es que seguía insistiendo en decirme como debería vivir mi vida.
        El resto de la semana paso rápido, entre las interminables revisiones de producto acabado y alguna visita de Darío por la noche. El viernes por la tarde, después de que el joven sustituto de Álvaro (en todos los sentidos) me hiciese uno de sus “repasos de peluquería”, nos desplazamos hacia el PACHA para trabajar esa noche. Otra velada más Dragg Issis seguiría actuando con las pelucas y postizos totalmente descuidados.
        Mientras me estaba maquillando en el camerino, quizás agobiado por la culpa de no haber podido atender el compromiso que había adquirido con mis pelucas, Darío me ayudó a acicalarme el pelo, consiguiendo con los postizos pelirrojos un resultado de lo más profesional, a pesar de los miles de enredos que acumulaban. En el reparto de publicidad éramos uno menos, ya que Sergio se había ido a trabajar a la competencia. Tatiana y su nuevo ayudante se estaban haciendo muy colegas, contándose confidencias y riéndose mucho. Mientras paseábamos por la zona comercial yo lucía un vestido de tubo de una tela negra brillante genial, que había conseguido en una tienda que vendían restos de serie para gordas, junto con la bisutería metálica plateada y el maravilloso postizo pelirrojo me sentía divina… hasta que descubrí por donde iría la contraoferta publicitaria del ATENA’S.
        Subiendo por el otro lado de la calle comercial pudimos ver al grupo de animadores de la competencia, sin duda alguna habían puesto a todo el personal a recorrer la calle, habían tres chicos tremendamente cachas y vestidos solo con un bañador plateado y botas militares, de esa misma guisa se paseaban tres chicas con enormes melones y melenas. -Se deben estar pelando de frio.- Dijo Darío. Tenía razón, nosotros íbamos más tapaditos y verdaderamente, nos estábamos helando, la temperatura debería estar bajando hasta casi el cero absoluto. Detrás de toda esa troupe aparecieron tres flamantes Dragg Queens, maravillosamente maquilladas y emperifolladas. Al cruzarnos una de ellas se giró y se me acercó, entregándome uno de los tarjetones de publicidad de la nueva discoteca, diciéndome: -A ver, petarda, aparta de en medio.- Cruzó entre nosotros y al rebasarnos nos increpó gritando: -Cuando os aburráis porque no hay nadie en esa mierda de discoteca, os podéis pasar por el ATENA’S y aprenderéis lo que es una fiesta.-
        -Vaya, tienen tanto de orgullo como de maquillaje.- Dije a mis acompañantes. -Bueno, nosotros a lo nuestro y ya se verá cómo va todo.- Y seguimos repartiendo los tarjetones de descuento para el PACHA.
        Si la reinauguración del ATENA’S fue un gran éxito nosotros no lo notamos, el aforo de ese viernes era más o menos el de los últimos dos meses, debía de rondar el setenta por ciento, aun y así al Sr. Roure se le veía muy intranquilo. Al final de la noche nos reunió a Tatiana, Markus y a mí, invitándonos a una comida de trabajo para el día siguiente a las dos del mediodía.
        A las siete de la mañana mientras desayunábamos en el Bar Paco, vimos a Sergio y a Estela desayunando en otro bar unos veinte metros más abajo, junto con varios de los chicos cachas y chicas buenorras que acompañaban a las Draggs Queens mientras repartían la publicidad. -Que rápido que se les ha pasado las ganas de seguir manteniendo la amistad con nosotros a esos dos.- Dijo una Tatiana muy ofendida.
        -No me gusta nada esta necesidad de tener que entrar en un conflicto entre empresas.- Dije yo.
        -Ya, pero creo que va a ser inevitable, se han gastado mucho dinero en ofrecer algo de más calidad y creo que el primer intento les ha salido un fiasco.- Dijo Markus.
        -¿No han tenido gente?- Preguntó Darío.
        -Han cometido un error de principiante, se han gastado muchísimo dinero en publicidad, strippers y Draggs, pero les ha podido el ansia y han inaugurado un viernes.- Dijo Markus.
        -¿Qué diferencia hay entre inaugurar el viernes o el sábado?- Preguntó Darío muy extrañado.
        -Pues que la mayoría de la clientela los viernes son grupos que suelen preparar la fiesta con días de antelación, y no suelen cambiar la ruta fácilmente cuando ya la tienen programada.- Contestó el Jefe de seguridad. -Mañana tendrán que abrir con el referente de que la gran fiesta de inauguración de la noche anterior fue un fracaso.-
        -¿Tan mal les ha ido?- Le pregunté yo.
        -Por lo que me han contado los clientes que se habían pasado por ahí, el máximo aforo que han tenido ha sido de entre cuarenta o cincuenta clientes.- Dijo Markus.
        -No me extraña que no se quieran relacionar con nosotros, después de la mala leche que nos han demostrado cuando nos los hemos encontrado repartiendo publicidad, sin duda alguna esperarán que ahora  nos cachondearemos de ellos.- Dijo Tatiana.
        Quince minutos después, Darío y yo nos despedíamos del grupo y regresábamos a Palamós. Creía que, después de la intensa sesión de sexo que habíamos tenido por la tarde, Darío no querría repetir y se iría directo a su casa. Pero mientras yo entraba en casa, él me siguió. Esa fue la primera vez que se quedó a dormir conmigo. Lo de dormir es un decir, porque nos pasamos hasta casi las diez hablando en la cama.
        Al final fui a la reunión en el restaurante “La Yaya Pepa” habiendo dormido solo tres horas, dejando a Darío durmiendo solo en casa (para ser la primera vez que dormíamos juntos me estaba cubriendo de gloria). En el restaurante, Alfredo nos había preparado una mesa en la zona más apartada del bullicio que se organizaba entre los clientes habituales del sábado. Me resultó curioso el ver a Tatiana con la melena morena recogida y vestida sin los provocativos vestidos que solía usar para trabajar de camarera, la verdad era que, esa combinación de tejanos, camisa blanca y el pelo recogido la hacían parecer muchísimo más atractiva que con los chabacanos conjuntos en  los que solía embutirse en el PACHA.
        El Sr. Roure nos invitó a que eligiésemos de la carta sin restricciones. Estábamos invitados. Por mi parte era la primera vez que asistía a una reunión de este tipo. -Normalmente estas reuniones las suelo tener con mis empleados más veteranos.- Me dijo el propietario de la discoteca. -Pero, últimamente tus consejos han resultado ser muy acertados, así que valoro mucho tu opinión.- La verdad es que me gusto ese reconocimiento, aunque necesitaba con urgencia que me hiciesen efecto los dos cafés que me había tomado.
        Mientras nos servían el primer plato, el anfitrión nos puso al día de la situación de la empresa. -Por ahora y aunque no sea habitual reconocerlo por parte de los empresarios, la discoteca tiene beneficios. Hay que reconocer que el show de los viernes ha hecho arrancar en positivo una tendencia que hasta el año pasado solo arrastraba pérdidas.- Nos dijo muy complacido. -Lo que me preocupa es, después de la respuesta de la competencia, ¿cómo deberíamos hacerlo para poder seguir manteniéndonos así?- Los tres nos miramos sin saber muy bien que era lo que ese hombre esperaba de nosotros.
        La preocupación del Sr. Roure era comprensible, en la zona había cuatro locales de gran aforo, dos de los cuales solo funcionaban en temporada alta (julio y agosto) y tres locales de aforo medio que malvivían durante todo el año. Era consciente de que habíamos abierto la veda con el tema de los stripteases masculinos, y le preocupaba el tener que renunciar a esos suculentos  ingresos por saturación del mercado. El ATENA’S había dejado claro que la tendencia iba a moverse hacia la transformación progresiva de las discotecas en algo parecido a las barras americanas mixtas, al estilo de las macro discotecas de Barcelona. Mientras pensaba esto mi jefe me pidió mi opinión.
        -En este momento, creo que tenemos una clientela bastante fiel, ya sea por la música o por el trato al cliente. Tengo que reconocer que el disc-jockey es buenísimo. Dejando a un lado el espectáculo de gogos y draggs, cada vez más las discotecas de Barcelona y Madrid son reconocidas por la fama de los disc-jockeys.- Dije insinuando que quizás lo mejor era apostar por la mejor música del momento.
        -Quizás estamos adelantando acontecimientos.- Dijo Tatiana. -Deberíamos esperar a ver cómo evolucionan las cosas, no sea que al intentar anticiparnos al futuro, acabemos provocando lo que más tememos.- Sin duda alguna la sabiduría de esta morena de enormes pechos siempre me sorprendía.
        Ya a los postres, acordamos con el propietario que estaríamos atentos a los acontecimientos y esperaríamos hasta antes de la Semana Santa, para decidir si cambiábamos sustancialmente la programación del PACHA. Antes de terminarnos el café, el Sr. Roure me encargó la misión de encontrar a otra Dragg Queen para incluirla en el equipo de la temporada de verano.
        Eran casi las cinco cuando regresé a Palamós. Al aparcar el coche en el patio, frente a la terraza, escuche que había un gran alboroto en el interior de casa. Entré corriendo y me encontré a Álvaro peleándose con Darío. -Llama a la policía, este tío quiere robarte.- Gritaba mi actual amante mientras se agarraba como un gato a un pelirrojo totalmente desconcertado.
        -Solo quiero llevarme mis cosas.- Me increpó Álvaro mientras se sacaba de encima al joven aprendiz de peluquero.
        -Tú ya no vives aquí.- Le dije con firmeza a mi expareja. -Así que si quieres recoger tus cosas, primero tendrás que ponerte de acuerdo conmigo en el cómo y el cuándo.- Le grité con fuerza mientras lo invitaba a abandonar mi casa.
        Álvaro se fue refunfuñando, mientras yo atendía a los golpes que había recibido el aprendiz de peluquero.
        -¿Quién es ese tío?- Se quejó un magullado Darío.
        -Es mi ex.- Contesté. -Cómo puedes ver no hemos acabado muy bien.- Cogí alcohol del botiquín para desinfectarle un par de golpes que sangraban un poco.
        -Entiendes porque no me gusta quedarme a dormir en casa de la gente, siempre hay movidas y salgo lastimado.- Decía mientras le limpiaba la herida del hombro y la espalda.
        -¿En serio estabas dispuesto a defender mis cosas de un ladrón?- Le dije con tono enternecedor.
        Una lágrima descendía por su mejilla mientras daba un respingo al notar el betadine en la espalda. Después, se me quedó mirando con cara de pena y me abrazó muy fuerte. -He pasado mucho miedo.- Me pareció conmovedor. Al sentir su abrazo pude oír sus tripas como rujían. -Por cierto, me muero de hambre. ¿Qué tienes de comer?- Me dijo.
        -Vaya, pues tendré que descongelarte alguna cosa, porque en la nevera solo tengo alcohol y refrescos.- Contesté mientras me dirigía a la cocina. Mi joven amante me seguía a poca distancia. -¿Mientras esperas te preparo un café con leche?-
         -Vale, con la leche fría por favor.- Me dijo sonriendo. Puse la carne de pollo en el microondas y preparé una carga en la cafetera. En veinte minutos tenía preparado un poco de pollo a la plancha con patatas fritas. Disfrutaba viendo comer con ansia a ese chico, cuando hubo devorado el pollo, le propuse irnos a tomar postres por el centro, así lo compensaría del mal trago que había pasado en el altercado con mi ex.
        Creía que cambiando las llaves de la puerta conseguiría tener alejado a mi ex de casa. Así que mientras nos dirigíamos al centro, paramos en la ferretería de la señora Piluca, que quedaba tres calles más allá hacia el centro, para comprar un par de bombines nuevos para las cerraduras de casa. No es que fuese la ferretería más grande y completa del municipio, pero la propietaria era una buena amiga de mi madre de la infancia, y me gustaba que me preguntase por ella cuando la dueña me atendía.
        Mientras pedía el bombín al dependiente, este me interrumpió de golpe y se dirigió muy molesto a Darío: -¿Tú te crees que estas son maneras de ir por la vida? Tienes a mamá completamente preocupada. Si lo que pensabas hacer era no aparecer en todo el día por casa, podrías haber llamado y avisar.-
        -Tranquilo tío. Después del trabajo me he quedado a dormir en casa de un amigo. Ya me has visto y estoy bien ¿No? Pues se lo dices a la mama y ya está.- Le dijo mi amante al que parecía su hermano.
        -Disculpe, caballero, enseguida le atiendo.- Dijo el dependiente mientras cogía un paquete de una de las estanterías, sirviéndome los dos bombines con un juego de tres llaves cada uno.
        Después de pagar, salimos tranquilamente hacia el centro. -Y eso. ¿A que ha venido?- Le pregunte sorprendido.
        -Mi hermano, que es un cretino.- Dijo Darío.
        -Un momento… ¿Tu no serás el hijo de la Piluca?- Le pregunté.
        -Si.- Me dijo. -¿Hay algún problema?-
        -Bueno… dejando a un lado que tu madre y la mía iban juntas a la escuela y eran amigas de jóvenes, ninguno.- Dije mientras se me escapaba la risa, acabamos riéndonos los dos. Mientras, nos íbamos a tomar postres a la zona comercial del pueblo, convencidos de que seriamos la comidilla de todas las marujas del municipio.
        Más tarde, antes de volver al PACHA, cambiaria las cerraduras de casa, recogería todas las cosas de Álvaro, el domingo las pondría en el maletero del coche y el lunes se las dejaría sobre la mesa de su oficina, cerrando ya para siempre esa etapa de mi vida.
        -Por cierto, ¿Qué edad tienes?- Le pregunte a Darío mientras se comía una porción doble de pastel de Sacher.
        -Diecisiete.- Me contestó.
        -¿Y cuándo cumples los dieciocho?- Insistí.
        -El mes que viene.- Dijo riéndose, -Más concretamente el día 16 de abril.-
        Por un momento me preocupé, no sabía si tenía que decirle al Sr. Roure que tenía un menor trabajando y cobrando en negro en la discoteca. Aunque, claro, ese era un problema que en cuestión de cuatro fines de semana se solucionaría solo. A las siete mientras regresábamos, Darío se quedó en la ferretería para ducharse y prepararse para trabajar de nuevo a las nueve.

        Posdata:
        Una Dragg Queen es un show, dos Dragg Queens son una fiesta, tres Dragg Queens son una bacanal y cuatro Dragg Queens son una guerra termonuclear.




martes, 7 de marzo de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Toros sementales, marisco y antihistamínicos)

TOROS SEMENTALES, MARISCO Y ANTIHISTAMÍNICOS.


        Durante los casi veinte años que viví y trabajé en la granja familiar, fui testigo de la selección de raza que practicaron durante todo ese tiempo mis padres con el ganado bovino. Podría decirse que la granja empezó con las cinco vacas que había heredado de los inicios históricos tradicionales de la familia (que se remontaban a muchísimas generaciones atrás). A estos cinco animales primigenios se le sumaron ocho terneras de raza frisona (las típicas vacas de manchas negras y blancas) que desde el Departamento de Agricultura ofrecían a bajo coste a los ganaderos jóvenes que deseaban crecer según los nuevos prototipos de explotaciones agrícolas que se pretendían crear a semejanza de las que ya funcionaban en el norte de Europa y en Estados Unidos.
        La idea que tenía en mente mi padre, eran dos recintos cerrados de unos quinientos metros cuadrados, donde unas cincuenta vacas campasen a sus anchas, y a los que dedicó los beneficios que había conseguido al ser uno de los primeros agricultores de la zona en plantar manzanos de manera intensiva. De hecho, el lucrativo negocio de la fruta duró poco, pues a los cinco años todo el mundo en los alrededores plantaba manzanos de manera intensiva, hundiendo el mercado y los precios (tristemente, esta podría ser la definición de la mayoría de los negocios que se han hecho en la zona desde entonces).
        Recuerdo, a mis cuatro o cinco años, mientras construían el recinto, que cuando me paseaba por entre las obras me sorprendían esas enormes columnas que se levantaban hacia el cielo. En realidad median unos tres o cuatro metros, pero claro yo era un retaco de sesenta centímetros fácilmente impresionable. Otra cosa que también me viene a la memoria eran los montones de arena en los que solía jugar haciendo túneles y derrumbándolos como si yo fuese un gran monstruo que destruía el mundo.
        Me voy por las ramas. A lo que iba. Al terminarse el recinto, mis padres pusieron en su interior a las quince vacas que ya teníamos por entonces y que hasta ese momento habían estado atadas por una cadena de un metro al establo interior. Recuerdo que eran como niños que acaban de descubrir un gran jardín donde jugar, pues saltaban y corrían la mar de felices disfrutando de la libertad que suponía el tener mucho más que un metro de movimientos. Ese día se estrenó también el nuevo sistema de ordeño por compresión invertida. Toda una revolución.
        Hasta ese momento, en casa no teníamos toro semental, lo que se hacía era coger la vaca cuando estaba en celo y llevarla paseando hasta la casa de un vecino que tuviese un semental, para que se la inseminase (vamos, para que el toro se la follara). Recuerdo que para tal trabajo cobraban veinticinco pesetas. Fue en este contexto que mi padre decidió tener toro semental propio. Guardamos un ternero de una vaca de producía muchísima leche y a los ocho o nueve meses empezó a intentar follarse todo lo que meneaba. Me llamó la atención, porque fue justo en ese momento cuando vino un señor a casa y le puso en la nariz algo parecido a los piercings actuales, y así, desde ese momento, el toro de casa lucía con una gran anilla en el morro.
        La enorme anilla de la nariz, además de darle un aspecto estético de lo más sobrio, tenía una función disuasoria muy importante. Cuando mi padre sacaba el semental para que se follase a alguna de las vacas que estaban en celo, en vez de ponerle los típicos cabestros de cuerda que se ponían en las cabezas de las hembras, lo sacaba con un triste cordel de dos o tres metros anudado en la anilla, comportándose el enorme animal como un dócil perrito a las órdenes de su amo, pues a la que pretendía envalentonarse o ir contra su dueño, un fuerte tirón en la anilla le producía tal dolor que lo dejaba completamente traspuesto y desorientado. Con el tiempo, ya de mayor, descubrí que todos los terneros se quedan completamente parados cuando con los dedos les pinzas el interior de la nariz.
        Era domingo, mis amigos habían improvisado una fantástica barbacoa en mi casa y yo llevaba dos días trajinándome al nuevo camarero que había sustituido a Álvaro en la barra de Tatiana. Además, esa noche tendría una nueva cita con Klaus-Hiro. Y teniendo en cuenta que desde hacía dos semanas, mi jefe, mantenía una relación con el que hasta entonces había sido mi novio, la cita prometía ser de infarto.
        En el poco tiempo que hacía que lo conocía, Klaus me había demostrado que era un muy hábil manipulador. Utilizaba su evidente sex appeal para conseguir sus objetivos, ya fuesen sexuales o profesionales. Y, aunque me costase un esfuerzo titánico el no sucumbir a sus hipnóticos ojos verdes, estaba dispuesto a ser la piedra en su zapato y hacerle difícil que se saliese con la suya, fuesen cuales fuesen sus planes.
        Eran casi las ocho de la tarde y yo ya me había preparado para ser el invitado más glamuroso del mundo. Con el pelo engominado para atrás, camiseta negra, tejano negro ajustado y botines cubanos de piel, esperaba mientras me ponía un poco de Esencia de Loewe por el cuello. Tenía a punto la cazadora de piel con pelo animal que me había regalado el propio anfitrión hacía ya casi un mes. A las ocho, puntualmente, llamaron al timbre de la puerta. Tal y como solía ser habitual últimamente, al abrir la puerta me encontré con el mismo chofer del coche que siempre me recogía. -De seguir así, creo que acabaré liándome con el chofer.- Pensé mientras entraba en el Mercedes de alta gama. -Aunque sinceramente, me está aburriendo esto de que me lleven de un sitio a otro sin darme explicaciones.- La verdad era que se me empezaba a hacer repetitivo eso de que me recogiese el chofer en casa, en plan fulana de lujo. No estaba absolutamente nada receptivo, lo reconozco.
        El trayecto fue breve, lo que se tarda en ir de casa al puerto comercial. Sinceramente habría preferido que Klaus me hubiese recogido en casa e ir paseando los dos juntos por el paseo marítimo hasta el puerto. El coche se paró justo al inicio del muelle. Allí me esperaba un señor con traje que me acompañó hasta un yate enorme. Tendría tres plantas y mediría unos quince metros. A cada lado de la pasarela había unos hombres vestidos de marineros con pantalones blancos y jerséis de lana gruesa a rayas blancas y azules. Al acceder al barco el marinero que estaba dentro me dijo: -Su acompañante le espera en el hall.- Mostrándome una sala enorme acristalada a la que se accedía al bajar unos cinco escalones desde la cubierta por la que había subido.
        El hall era una sala con amplios ventanales alrededor, estaba rodeada de sofás tapizados con motivos marineros, al fondo se veía una gran barra, detrás de la cual se intuía una cocina, en donde se podía ver manipulando algún plato a un hombre ataviado con la indumentaria que suelen llevar los cocineros. Klaus-Hiro me esperaba sentado en uno de los sofás.
        -Tengo que reconocer que tenía mis dudas sobre tu capacidad para sorprenderme, pero esto empieza muy bien.- Le dije sonriendo mientras pensaba: -Aunque toda esta parafernalia se te irá al garete cuando me ofrezcas para comer marisco congelado.-
        -Esto no es nada, disfruta del viaje que lo mejor viene luego.- Mientras, el hombre con traje que me había recogido del coche me ofrecía un cóctel y unos canapés para picar.
        Salimos del puerto y empezamos a navegar a mar abierto. Las vistas eran geniales, la luna recién aparecía por el horizonte y estaba en cuarto creciente o menguante (para ser de granja es casi un delito que no sepa distinguir eso), el cielo estaba muy sereno y lleno de estrellas que se reflejaban sobre un mar casi inmóvil, fundiéndose con las luces de las barcas de los pescadores que hacía pocas horas que habían salido a faenar.
        Brindamos y tomé uno de los canapés, estaba delicioso. El cocinero terminó de preparar otra bandejita de canapés y cerró la cocina, retirándose. Aunque afuera hacía frío, dentro de la sala la temperatura era muy agradable, junto con una luz tenue y la vista del mar invitaba más a desnudarnos y hacer el amor que a ponernos a cenar. Sentados en uno de los sofás admirábamos el bucólico espectáculo mientras el japonés rubio jugaba con mi pelo. Estuvimos así unos quince minutos, hasta que el yate se acercó a uno de los barcos que estaban faenando en la bahía. Al sonido de una campana del exterior mi acompañante se levantó y se puso a mirar a la cubierta. -Ya tenemos la cena aquí.- Dijo con tono eufórico.
        Me levanté para curiosear a que se refería mi anfitrión y pude ver como desde el pesquero cargaban cajas de pescado a la cubierta. No me lo podía creer. Llevaba años oyendo rumores sobre pescadores que vendían parte de su carga en alta mar, en negro y a espaldas de la Lonja de Pescadores, a empresarios y privados que solían realizar fiestas en yates alejados de la costa, atiborrándose de lo que se llamaba el “marisco de contrabando”. -Que grandísimo hijo de su madre.- Pensaba mientras pasaban delante de mí cajas con sepias, gambas y cigalas que aún se revolcaban ahogándose por estar fuera del agua.
        -La cena estará a punto en quince minutos.- Nos dijo el señor trajeado que ejercía de camarero. Yo estaba alucinando mientras Klaus me miraba y sonreía de manera complaciente. El yate, mientras, se alejaba de la línea de la costa. Convencido de que en ningún otro sitio nos iban a servir un producto tan fresco como el que acababa de ver, me relajé y decidí disfrutar de la velada.
        -¿No te esperabas esto? ¿Verdad?- Me dijo el mestizo rubio. -He tenido que mover cielo y tierra, pero cuando yo me propongo algo siempre lo consigo.- Añadió orgulloso.
        -Verdaderamente eres alguien muy tenaz y obstinado.- Le dije.
        -No tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer cuando me interesa algo o alguien. Y ahora cenaremos maravillosamente y después haremos el amor apasionadamente.- Dijo mientras me invitaba a subir a la primera planta.
        Al final de la escalera de caracol había otra sala como la de abajo solo que esta tenía los cristales curvados y la distribución incluía una gran cama de matrimonio y una mesa ricamente preparada para dos. Nada más sentarnos el camarero empezó a traer deliciosos mariscos preparados a la plancha para nuestro disfrute. Sin duda alguna estaba siendo una de las veladas más intensas de mi vida de no ser por un pequeño detalle: ¡Yo estaba allí para sabotearla!
        -Dentro de media hora te vas a cagar.- Pensaba yo mientras le hincaba el diente a una deliciosa sepia a la plancha. A las que soy tremendamente alérgico. Desde ese momento era solo cuestión de tiempo que empezase a desarrollárseme un shock anafiláctico y le enviase a la mierda todos los planes que el japonés tenía preparados para esa noche. Tal y como podéis ver, ejerciendo de cabrón y  manipulador también tenía mis tablas.
        El resto de la noche, pues ya os podéis imaginar, al poco se me empezaron a hinchar las manos y se me llenó el cuerpo de ronchas rojas. Cuando se me inflamaron los ojos y la lengua todo el mundo entró en estado de pánico y el yate regresó a toda leche al puerto, donde me esperaba una ambulancia que se me llevó de urgencias al hospital. Allí. lo típico, unas inyecciones de adrenalina, cortisona y antihistamínicos, después descanso hasta que me recuperé. La verdad era que podía haberme tomado desde el primer momento una de las pastillas antihistamínicas que llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta, pero prefería tener a mi jefe donde lo tenía ahora: en la sala de espera de hospital, acojonado, con dolor de huevos y lo más importante, con sentimiento de culpa al creer que mi ataque era responsabilidad suya.
        A las cuatro de la madrugada me dieron el alta. Klaus se empeñó en no dejarme solo en casa, así que se me llevó casi a la fuerza a Girona, a su casa. Esto no habría sido nada incómodo de no ser por un pequeño detalle: Álvaro estaba en su casa y durmiendo en su cama. -Que me aspen si entiendo alguna cosa. ¿Tu pareja o amante se va a follar con tu ex y tú te quedas tan tranquilo en su casa esperando en su cama a que regrese?- No entendía nada, y no era porque la medicación me había dejado hecho polvo, sino porque casi echó a Álvaro de su cama para meterme a mí en ella.
        Mi ex me miró con cara de circunstancia y acto seguido se vistió con la ropa de encargado de la empresa y se fue sin decir nada. -Pero. ¿Qué tipo de relación tienen estos dos?- Pensé, aunque la verdad era que estaba demasiado hecho polvo para ponerme a razonar gilipolleces, así que me dormí enseguida.
        Siete horas después desperté. -¡Oh no!- Grité. -Llego tarde al trabajo.- Salté de la cama y empecé a vestirme.
        -Ya he llamado a la empresa, y saben que estás de baja por enfermedad.- Me dijo Klaus apareciendo por la puerta. Entonces me relajé. -Menudo susto me diste anoche, podrías haberme avisado de que eras alérgico al marisco.- Me regañó.
        -Es que no tenía ni idea de que era lo que me producía la alergia. Como comprenderás no tengo muchas oportunidades de hacer mariscadas como esa.- Me defendí atacándole.
        -Bueno, lo importante es que ya estas mejor.- Dijo mostrando alivio.
        -Oye, de haber sabido que Álvaro estaría aquí no habría aceptado el venir a tu casa.- Le dije mientras terminaba de vestirme.
        -¿Y eso que tiene que ver?- Me preguntó extrañado.
        -Pues que es evidente que tenéis una relación, y a mí no me gusta meterme en las historias ajenas.- Le repliqué.
        -A ver, Álvaro tiene lo que quiere y a cambio me da lo que yo deseo de él. Ese es el acuerdo al que llegamos.- Dijo mientras a mí se me ponía cara de espanto.
        -¿Perdona? ¿No tengo ni idea de a que te refieres?- Le dije sin terminar de creerme lo que acababa de oír.
          -Álvaro quería el cargo y yo lo quería a él.- Los dos tenemos lo que deseábamos. Dicho esto se me quedó mirando y me dijo: -Ahora lo que necesito saber es, ¿Qué es lo que quieres tú?-
        Después de oír eso, me vino una imagen a la cabeza de las películas de terror, donde el diablo ofrecía al protagonista lo que más ansiaba a cambio de su alma. Lo miré a los ojos y le respondí: -Quiero volver a mi casa.-
        Más tarde, mientras el conductor del Mercedes de alta gama me regresaba a Palamós, recomponía en mi cabeza todo lo que había sucedido esa noche. Sin duda alguna mi expareja había aceptado el cargo del que disfrutaba ahora sabiendo exactamente qué era lo que el mestizo rubio esperaba de él. Me sentía aliviado por haberme negado a aceptar esa categoría profesional, pues posiblemente ahora, el que estaría atrapado en esa situación sería yo, y conociéndome, no sería alguien tan dócil como el pelirrojo. El puesto de jefe de calidad se había transformado en la anilla en el morro del semental, era el cordel que mantenía a Álvaro totalmente sometido a los caprichos de su nuevo amo.
        -Que le den por el saco.- Pensé, podía haberse negado y apostar por mí. De hecho yo en parte había renunciado al cargo por él.
        Al llegar a casa, mientras bajaba del coche me dirigí al chofer: -Oye Jaime, si no tienes mucha prisa, ¿te apetecería entrar en casa y tomar un café?-


        Posdata:
        Quien a hierro mata a hierro muere. Y yo estaba empezando a desarrollar hacia Klaus-Hiro un sentimiento en el que se estaban mezclando el miedo, el deseo y el odio.