lunes, 23 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas.4)

SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.4


       Era sábado, hacía dos días que le había puesto los cuernos a mi novio con el director general de mi empresa y acababa de comprometerme con mi pareja a trabajar juntos en el proyecto de remodelación de la sección de control de calidad. A todos los efectos, me había metido de cabeza en un berenjenal del que probablemente saldría completamente rauñado.
        La noche pasó rápido, paseíllo, cena, publicidad, fotocool, espectáculo, striptease, de nuevo fotocool, desmaquillarse, cobrar y desayuno con los compañeros. Durante absolutamente toda la noche planeaba sobre mi consciencia el sentimiento de culpa por haberle sido infiel a Álvaro, aunque, lo que más inseguridad me provocaba, era el convencimiento de que en cualquier momento, Miquel le contaría lo que sabía de mi “affaire” con Klaus-Hiro a algún conocido y solo sería cuestión de tiempo el que mi pelirrojo acabase teniendo conocimiento del tema.
        A las seis y media de la mañana mientras desayunábamos en el Bar Paco, con los demás empleados del PACHA, mi cerebro estudiaba mentalmente la forma de explicarle ese espinoso asunto a mi novio. La verdad es que ¿Cómo se plantea una cosa así?... –Hola cariño, sabes… ¿todos los planes que hemos hecho estos días? Pues olvídalos porque te he puesto los cuernos.- Este era el pensamiento cargado de ironía y sarcasmo que me venía una vez y otra vez a la mente.
        La verdad era que estaba convencido de que, lo plantease como lo plantease, seria demoledor para nuestra relación. Al llegar a casa después de desayunar y ver la cajita con los dos anillos sobre la mesa del comedor, fue como recibir la colleja en el cogote que necesitaba para tener los huevos que hacían falta para hacer lo que se debía.
        Álvaro ya estaba en la cama, yo me desnude y me acosté a su lado. –Tengo que contarte una cosa.- Le dije. –Ha pasado algo que lo va a joder todo.- El que aún era mi novio estaba inmóvil a mi lado. –El jueves, vino Klaus, por lo visto nadie le avisó de que la barbacoa se había anulado. Yo había bebido mucho y la verdad es que no sé cómo sucedió, pero acabamos liados.- Hala, ya se lo había soltado. -Ahora a esperar que explote todo.- Pensé.
        El chico pelirrojo que estaba tumbado a mi lado no dijo ni mu.
        -Di algo, grita, cabréate joder.- Me senté al lado de la cama muy decepcionado por su reacción.
        -Yo también me he liado con Klaus.- Contesto con voz baja y tono de gran arrepentimiento.
        Los ojos se me abrieron como platos. -¿Cómo?- Grité mentalmente. -Yo aquí preocupado por estar completamente convencido de que soy la perra más infiel de este planeta y resulta que mi pareja es tan puta o más que yo.- Estaba indignado.
        -Un momento… ¿Tú también te has follado al Klaus?- Pregunté indignado.
        -El miércoles por la tarde, antes de terminar el turno, me llamaron de personal y me hicieron la proposición de colaborar contigo en la reorganización de la sección de control de calidad.- Dijo Álvaro muy apurado. -Después Klaus me invitó a cenar para hablar del tema. Lo que no alcanzo a entender es que estuve todo el día pensando en ti, en lo injusto que había sido contigo y en como lo haría para pedirte perdón. Además, había encargado los anillos la semana pasada para dártelos por San Valentín. Pero en la cena, una cosa llevo a otra, cuando me quise dar cuenta nos habíamos bebido tres botellas de vino y estábamos en su casa haciendo la última copa y… me besó.- Dijo mientras me miraba como un niño confesando una gran travesura.
        -Como besa el cabrón ¿verdad?- Le dije reconociendo mi pecado y con conocimiento de causa.
        -Cuando vine el jueves por la noche para darte una sorpresa y hacer las paces, me encontré con que la sorpresa me la llevé yo, cuando os vi a los dos en la cama.- Dijo muy serio.
        -Mierda, entonces nos pillaste “in fraganti”.- Ahí me quería morir de vergüenza.
        -Tú estabas de espaldas, pero Klaus me vio y me hizo un gesto invitándome a unirme a la fiesta.- Yo estaba flipando en colores escuchando al pelirrojo que estaba a mi lado. -Pero no pude, de algún modo estaba convencido de que me merecía esa situación. Dejé la caja con los anillos sobre la repisa de la entrada y me fui sin hacer ruido.- En ese momento empezó a llorar y a mí se me rompió el corazón. Lo abracé fuerte y él me cogió muy fuerte por la cintura repitiendo una y otra vez: -Por favor… Perdóname… Perdóname.-
        -Los dos hemos sido unos estúpidos, claro que te perdono.- Le dije mientras le besaba tiernamente. Estuvimos abrazados una media hora casi sin decir nada, hasta que Álvaro se durmió. Mientras, yo le daba vueltas una siniestra idea que me había empezado a rondar por la cabeza. -¿Por qué?- Pensaba. -¿Por qué ese malnacido de Klaus-Hiro se había encamado con los dos? Y ¿Por qué nos acababa de involucrar a los dos juntos en un proyecto dentro de la empresa y después intentaba torpedear nuestra relación?- No conseguía encontrar la respuesta, y hacia las ocho de la mañana el cansancio pudo conmigo y me dormí.
        Desperté a la una del mediodía, Álvaro dormía profundamente a mi lado, no quise despertarlo. Sin hacer ruido me dirigí a la cocina y prepare café. Más tarde, mientras me comía un croissant con el café, cogí la cajita con los anillos que seguía en un lateral de la mesa del comedor y empecé a jugar con el anillo que tenía el nombre de Álvaro. Le estaba dando vueltas a la situación que se había creado en mi cabeza después de descubrir que tanto mi novio como yo habíamos sido seducidos por nuestro jefe. Me desconcertaba el hecho de que hubiese invitado a mi pareja a unírsenos en el lenocinio que se había convertido nuestra habitación el jueves por la noche. -¿Por qué?- Era la pregunta que venía una y otra vez a mi mente. Además, a la mañana siguiente tendría que darle una respuesta al Director General y no podía sacar de mi mente la idea de que eso podría ser una encerrona.
        Al mismo tiempo, una vocecita resonaba dentro de mi cabeza, repitiéndome una y otra vez otra posibilidad mucho más simple: -Podría ser que Klaus-Hiro solo fuese un chico promiscuo que no desaprovechase la oportunidad de montárselo con un par de chicos que no habían disimulado en ningún momento la atracción que sentían por él.- El deseo de organizar un trio me llevaba hacia ese pensamiento, aunque, estaba convencido de que viendo cómo se estaba desarrollando la situación en la empresa, tendríamos que ir con pies de plomo a partir de ese momento, y sobretodo, confiar al máximo el uno en el otro.
        El olor del café recién hecho despertó a Álvaro, que se acercó temeroso al comedor. -No estabas en la cama cuando he despertado, ¿Estas muy molesto?- Me dijo.
        -Ven siéntate a mi lado.- Le dije con tono conciliador. –Los dos nos hemos dejado llevar por la situación y por eso a Klaus le está siendo tan fácil meterse en medio.- Añadí.
        -¿Crees que lo que ha pasado tiene que ver con la propuesta?- Dijo Álvaro preocupado. -Me parece sospechoso que haya pasado justo en este momento.-
        -Sinceramente, yo también lo creo.- Le dije. –Cuando hablaste con Klaus el miércoles, ¿le contaste que estábamos peleados?-
        -Sí, claro que se lo conté, con toda confianza. Y estoy convencido de que lo uso para seducirme.- A Álvaro le estaba empezando a entrar cierta animadversión hacia nuestro jefe.
        -No le demos más vueltas, si nos lo montamos con él fue porque sin duda los dos estábamos predispuestos a hacerlo, porque de no ser así no habría pasado.- Álvaro le dio un mordisco a un croissant mirándome con cara de “mierda, me has calado”. -Creo que lo más práctico va a ser que, ya que Klaus estará convencido de que hemos cortado, comportarnos en la empresa como si eso hubiese sucedido de verdad. Porque… ¿Seguimos juntos, no?- La cara de mi novio pelirrojo se ilumino de golpe y me salto encima besándome en los labios y llenándome la boca de migas de croissant. Tenía la esperanza de que si convencíamos al mestizo rubio de que había provocado nuestra ruptura, igual en un arrebato de confianza, acabaría enseñando alguna de sus cartas y yo podría adivinar qué era lo que se proponía. Aunque, sinceramente, en este juego de manipulación todo parecía indicar que iban muy por delante de nosotros.
        Después del desayuno regresamos a la cama y nos dedicamos a darnos el regalo de San Valentín que el japonés rubio nos había arrebatado. Al cabo de varias horas de caricias, besos y sexo (esta vez sí, brutalmente placentero) salimos a la calle a dar una vuelta por el paseo marítimo, el día ya empezaba a alargarse y hasta las seis no oscurecería. Al llegar a la zona de la muralla de Palamós, nos encontramos en la terraza de la taberna “Sa Castell” con Nuria y sus amigas: Lidia (la enfermera) y Lola (propietaria de una tienda de ropa). En ese momento recordé que, si Miquel le había contado a alguien lo de mi infidelidad con el japonés, esas tres chicas serían las primeras en saberlo. Consciente de ello, al juntarnos con ellas para tomar el café (aperitivo para nosotros) estuve atento a todas sus reacciones y comentarios para desentrañar el menor atisbo de sarcasmo o ironía en lo que decían.
        La conversación fue muy amena e interesante y absolutamente nada parecía indicar que alguna de esas chicas estuviese al tanto del secreto que me guardaba mi amigo Miquel. Por nuestra parte, evitamos hablar del tema, dándoles a entender que los problemas que nos habían llevado a anular la última barbacoa ya estaban resueltos. Serían las ocho cuando el hambre nos hizo tomar la decisión de celebrar por fin nuestra merecidísima cena del día de los enamorados. El CALZONE’S resulto ser la opción elegida, de hecho a los dos nos apetecía pizza. Y sin duda las camareras informarían enseguida a Miquel de nuestra reconciliación (esa parte me interesaba mucho a mí). A los postres, Álvaro sacó los anillos y me dio su regalo de San Valentín. El problema era que yo no le había preparado ningún regalo para él, aunque, estoy convencido de que absolutamente nada que le hubiese comprado habría estado a la altura de su presente.
        Más tarde, ya en casa, acordamos la estrategia a seguir en la empresa. Inicialmente intentaríamos evitarnos y fingir enfado el uno con el otro, y, en caso de que nos reuniesen a los dos con algún jefe de personal por el tema de la reorganización del departamento de calidad, apelaríamos siempre a la profesionalidad como argumento principal. Estaba convencido de que el tema de si éramos o no pareja, no saldría en ningún momento (Vanessa había sido educada muy sabiamente por el antiguo jefe de personal y sacar ese tema sería una muy gran metedura de pata). Para empezar a la mañana siguiente iríamos los dos a trabajar cada uno con su coche.


        Posdata:

        Nada como una infidelidad para destrozar o reforzar una relación.





jueves, 19 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas.3)

SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.3


        Miquel aporreaba la puerta como si quisiera tirarla al suelo. Y el ruido acababa de despertarme, con una resaca brutal. Era incapaz de recordar cómo había llegado a la cama, y lo peor de todo es que tenía la sensación de que alguien me abrazaba. De hecho el brazo que asomaba por encima de mi hombro me confirmaba que verdaderamente había alguien durmiendo a mi lado. -Por favor que sea Álvaro.- Recé en un intento desesperado de que el cosmos no me mostrase la evidencia de lo que realmente estaba pensando que había sucedido. De golpe y porrazo me venían flashes a la mente de todo lo que realmente sucedió la noche anterior. El beso de Klaus-Hiro fue el detonante que derramó toda la pasión sexual contenida que habíamos acumulado el uno hacia el otro en los últimos meses. Y acabamos entregados a una especie de orgia mutua, en la que los dos intentábamos dominarnos el uno al otro. La prueba de que había sido algo brutal estaba en el suelo, podía contar por lo menos cinco preservativos usados con su carga completa dentro.
        Klaus se despertó también al oír los golpes que daba Miquel a la puerta. -¡Mierda! Son las diez, hace dos horas que tenía una reunión con los proveedores.- Dijo saltando de la cama y poniéndose los pantalones de golpe.
        Me puse los pantalones del pijama y le abrí la puerta a mi ruidoso amigo. -Miquel, creo que no es un buen momento.- Me disculpé.
        Dicho esto, Klaus pasó entre los dos, y dándome un beso en los labios, se fue diciéndome: -Ya nos veremos ¿ok?- Ante la perplejidad de un Miquel que se había quedado con la mandíbula desencajada viendo el espectáculo que se desarrollaba ante él.
        -Bueno… como puedes ver ya no es importante. Pasa ¿quieres café?- Le dije, convencido de que en cuestión de pocas horas sería la comidilla de absolutamente todos los que me conocían.
        -A ver, bonita, tú estas cosas las preparas con antelación o simplemente vas improvisando sobre la marcha.- Me dijo un Miquel completamente perplejo por todas las evidencias que habían por toda la casa de la salvaje sesión de sexo que, cada vez iba recordando con más nitidez.
        En la cocina estaba aún la carne en el plato por aliñar (no llegué ni a ponerla sobre las brasas), la guardé en la nevera junto con la ensalada a medio preparar. Los envases de las dos botellas de vino que nos habíamos bebido estaban tirados por el suelo y había añicos de mi camiseta y mi ropa interior por todo el salón. Avergonzado, cogí la cafetera, la cargué y la puse al fuego. Después, respiré profundamente, me giré, sonreí interesantemente y le dije a Miquel: -Bueno, dime, ¿Qué hiciste ayer por la tarde?-
         Mi amigo estaba en estado de shock, pero reaccionó enseguida. -¿Yo tengo que contarte a ti? Mala Puta. Ya me estas explicando con pelos y señales que ha pasado aquí.- Me gritó. Llegué a la conclusión de que si no le contaba un poco de lo que había sucedido acabaría inventándolo, y ya había tenido suficiente con una Rosita.
          Mientras desayunábamos solo podía pensar en cómo podría mirarle a la cara a Álvaro cuando lo volviese a ver sin que se me cayese de vergüenza, y si nadie lo remediaba eso sería en pocas horas. Era viernes y los dos trabajabamos en el PACHA. Curiosamente Miquel casi ni habló, solo escuchaba. Hacia la una del mediodía, se levantó y me dijo: -¿Tú tienes claro lo que sientes por Álvaro? Porque vas a tener que decidir si lo que tienes con tu jefe es un rollete o algo más. Pero ten por seguro que a los dos, a la vez, no los podrás tener.- A lo que después de algo tan profundo añadió: -Pero bueno, a ti en la escuela ¿Qué te enseñaban? ¿Es que nadie te ha dicho que de donde saques para la olla no metas la polla?-
        Mientras se dirigía a la puerta le dije. -¿No te quedaras a comer? Tengo cordero y ensalada.-
        -Huy, lo siento, tengo muchísimo trabajo. Hay doscientas conocidas nuestras que aún no saben esto tuyo.- Dijo poniéndose la mano sobre el pecho y haciendo muecas con la cara en plan “chica sofisticada”. -Además, no soporto la comida de segunda mano.- Me increpó mientras cerraba la puerta detrás de sí.
        Al ir a cerrar la puerta con la llave descubrí horrorizado un pequeño paquete sobre la repisa del espejo de la entrada. Estaba envuelto en papel plateado y llevaba un pequeño lacito sujetado con una pegatina que tenía escrito en letras doradas “Feliz San Valentín”. Una gota de sudor helado recorrió mi espalda. Abrí el paquete y en su interior había dos anillos grabados con los nombres de Álvaro y el mío. Por un momento tuve la sensación de que la tierra se me estaba tragando, ya que estaba convencido de que ese paquete cuando llegó el mestizo rubio no estaba allí. Eso quería decir que era muy probable que mi novio pudiera haber entrado en casa y habernos pillado al japonés y a mí en pleno desmadre sexual.
        De golpe se me habían pasado todas las ganas de almorzar. La sola idea de que mi pareja se hubiese presentado anoche me producía terror. Aunque cabía la posibilidad de que hubiese venido la noche anterior o el miércoles. De hecho era posible que esa cajita llevase un mes allí y yo no me hubiese percatado de su existencia.
        Decidí centrarme en el peor escenario posible y prepararme para lo que podría suceder aquella noche en el PACHA. Consciente de que tarde o temprano, y en caso de que mi novio no se hubiese enterado, tendría que contarle lo sucedido, porque, sabiéndolo Miquel, solo era cuestión de tiempo que alguien le fuese con el chisme.
        Los viernes no me curraba tanto la actuación, los protagonistas eran los strippers, y yo era una mera comparsa. Solía llevar un solo vestido para toda la noche. Nada que ver con los complicados conjuntos de los sábados, que me iba desmontando y sacando a capas como si fuese una cebolla. Como tenía tiempo me conjunté un vestido largo de lentejuelas tipo sirena, un postizo largo de pelo rizado, plataformones y un chaquetón de pelo artificial, todo ello en distintos tonos de gris (de hecho ese era el color en el que me sentía).
        No supe nada más de Miquel en todo el día, sin duda estaría ocupadísimo intentando localizar a todos aquellos que les pudiese interesar el chismorrear sobre mi vida (dentro de lo patética que era la situación, agradecía el no tener que estar oyéndolo todo el tiempo).
        La tarde pasó rápida. Me dedique a limpiar todos los restos de la batalla nocturna. Cuando me quise dar cuenta eran ya las ocho y media. A esa hora oí la cerradura de la puerta de la calle, me acerqué al pasillo y pude ver a Álvaro entrando en casa. Yo no sabía dónde meterme.
        Una vez dentro, me saludo cordialmente, se me acercó y me abrazó fuerte. –Lo siento muchísimo. Perdóname.- Me dijo. ¿Era posible que la caja con los anillos llevase allí varios días? Eso parecía, a juzgar por la reacción del que aún era mi pareja.
        Intentando no cagarla aun, le pregunté: -¿Por qué has tardado tanto en venir?- Que idiota, a que venía esa mierda de pregunta, la respuesta era obvia: -Para no pillarte follando con nuestro jefe.-
        -Tu tampoco te has preocupado por venirme a buscar a mi piso de Girona.- Me contestó. Acto seguido me besó en los labios, y evidentemente, se imponía sexo apasionado de reconciliación. El problema era que yo había gastado absolutamente todos mis cartuchos de fuegos artificiales la noche anterior. Usé como excusa para no ponerme a follar con él allí mismo, el que a las nueve teníamos que estar en la discoteca, asegurándome un tiempo prudencial para poder recargar las pilas y recomponerme emocionalmente.
        Álvaro estuvo extremadamente cariñoso y atento durante toda la noche, hasta el punto de que tuve que recomponerme el maquillaje varias veces, después de que mi pareja me acorralase en algún rincón para repasarme las encías a besos.
        Una vez finalizada la sesión en el PACHA, a las seis y media, ya en casa, follamos. Me sorprendí a mí mismo acariciando, besando y haciendo el amor con mi pareja, y sintiendo al mismo tiempo un sentimiento de culpa angustioso. Sexualmente cumplí perfectamente con mi pareja, haciendo que se retorciese de placer hasta el éxtasis, pero, aunque yo tuve un orgasmo intenso, casi no sentí placer. -¿La culpabilidad me habría atrofiado las terminaciones nerviosas? O quizás los excesos cometidos la noche anterior me habrían insensibilizado los genitales.- Me descubrí a las diez de la mañana dando vueltas en la cama sin poder dormir, y eso que estaba completamente agotado.
        A las tres del medio día Álvaro me despertó. Había preparado café y calentado los croissants que habían quedado de las dos visitas de Miquel. –Por lo que veo toda la provincia ya sabe que hemos tenido una crisis.- Dijo volteando un croissant con la mano.
        -No te puedes hacer ni una idea de lo que están comentando en la provincia.- Pensé irónicamente. -Sí, es muy pesado este chico.- Dije al final, sentándome en la mesa.
        A un lado estaban la cajita con los anillos y el enorme libretón que me entregó Vanessa, Álvaro, lo ojeaba por encima fijándose en las fórmulas matemáticas. -¿Qué es esto?- Me preguntó.
        -Parece que desde dirección quieren que sea el nuevo jefe de control de calidad.- Al oír esto, mi novio hizo un gesto de desagrado. -Pero les he dicho que no cuenten conmigo.- Añadí.
        -Pero… ¿Por qué no lo has aceptado?- Me preguntó mi pelirrojo.
        -Porque Yolanda tenía razón, no tengo la preparación necesaria ni para estar en control de calidad.- Dije muy serio.
        -No digas eso, quizás no tengas los estudios necesarios, pero usando el nuevo sistema de inspección fuiste el primero en detectar el problema.- Me animó mi pareja.
         -Pero eso ha sido mérito del sistema de detección japonés, no mío.- Le dije. –Intenta leerte este libraco, la parte técnica me suena a Klingon, no entiendo absolutamente nada.-
        -Ya lo he leído, y sé que es complicado, también lo tengo este libro.- Me dijo ante mi mayúscula sorpresa. -También me llamaron de personal y me reuní con Vanessa y el japonés.-  ¡Fantástico! Yo que me creía el chico más especial de la fábrica y mira tú por donde, que rápido han buscado a quien me sustituiría. -Me propusieron que lo hablase contigo y que el lunes les diésemos una respuesta.-
        -A ver, que lo entienda. ¿Me estás diciendo que tenemos que montar un equipo tú y yo?- Dicho así tampoco sonaba tan mal. Aunque, teniendo en cuenta lo mal que funciono yo trabajando en equipo, ese objetivo estaba condenado desde el primer minuto al fracaso.
        Me levanté de la silla, salí a la terraza y grité con todas mis fuerzas. Después con actitud más relajada, me senté de nuevo en la mesa tomé un sorbo de café y le dije a mi novio: -¿Por dónde íbamos?- Mientras, me miraba sonriendo. -¿Qué se supone que debemos hacer juntos?- Añadí, mientras que mentalmente maldecía a ese cabrón manipulador de Klaus-Hiro.
        -Mira, que te cuento.- Dijo Álvaro, abriendo el libretón por la mitad. -Básicamente, estas fórmulas son los índices de resistencia, presión, potencia y demás variantes que tienen que aguantar los aparatos que fabricamos. No dejan de ser las medidas que usamos normalmente a la hora de hacer nuestro trabajo en la sección de calidad.- Añadió. -A mí, lo que me suena a comida de coco metafísica es la primera parte del libro.-
        -Pues es lo único que me ha quedado claro a mí.- Le dije.
        En ese momento entendí lo que pretendía ese maldito mestizo rubio que teníamos de Director General. Me había calado al milímetro. Yo había comprendido perfectamente cuál era la esencia del alma de la empresa, eso que la había hecho crecer hasta ser una multinacional de prestigio, pero, para poder aplicar esa filosofía en un entorno tan hostil como el que se había generado en la fábrica, necesitaría a mi lado a alguien que me explicase todos los intríngulis técnicos tal y como se le explica a un niño de cinco años. En el fondo, cualquier operario mínimamente intuitivo que hubiese trabajado con los protocolos de control de calidad japoneses lo habría podido entender. Yo no era para nada alguien especial, simplemente, estaba disponible y me pusieron allí.
        Tomé el último sorbo de café que quedaba en la taza y me quedé ensimismado por un momento mirando a la terraza. Hacia un día fantástico en la calle. -Ya tomaré decisiones mañana.- Pensé, y sonriéndole a mi novio le dije: -Quiero salir de aquí. Llévame a cualquier lugar, quiero estar tranquilo aunque sea lejos de aquí.- El estar con mi pareja en el comedor donde la noche anterior fui seducido por el hijo de Hikaru me estaba incomodando muchísimo. Sin embargo, la verdad era que si yo no hubiese jugado a fantasear con esos malditos ojos verdes, quizás a Klaus no le habría sido tan fácil conseguirme… A quien quiero engañar, ese mestizo me había atraído desde el primer momento que lo vi en la empresa.
        Nos montamos en el Peugeot 206 de mi pelirrojo y nos lanzamos a la carretera dirección norte. Treinta minutos después llegábamos al municipio de L’Escala. No entramos dentro del centro urbano, si no que tomamos dirección a Sant Martí d’Empuries, más concretamente hacia el recinto arqueológico de las ruinas de Ampurias. Me gusto la elección, las antiguas poblaciones griega y romana, eran el sitio al que solía recurrir desde hace años cuando quería despejar mi mente, dejándome sumergir con la imaginación en lo que debía de haber sido una ciudad de hace dos mil años.
        Durante un par de horas caminamos por lo que habían sido las antiguas calles de la urbe. -¿Qué piensas de la propuesta de la empresa?- Me preguntó.
        -Te mentiría si te dijese que no pienso que podría ser una buena oportunidad para promocionarnos dentro de la empresa. Aunque no tengo muy claro si es eso lo que yo deseo. Desde el primer momento que entré a trabajar en la fábrica me lo planteé como una cosa temporal hasta que decidiese lo que haría con mi vida.- En realidad, la cuestión era, que llevaba más de seis años intentando decidir qué coño hacer con mi vida. La verdad era que me había reinventado a mí mismo varias veces sin terminar de gustarme el resultado final, la única constante durante todo ese tiempo había sido, sin duda, el empleo en la multinacional japonesa.
        -¿Eso quiere decir que aceptarás el encargo de la empresa?- Añadió.
        -Supongo que sí, pero tendrás que ayudarme con el tema técnico.- Contesté. Al momento mi chico me saltó encima y me abrazó, besándome en los labios. La escena de haber podido ser grabada, habría sido de apoteosis de película, ya que estábamos justo en medio de las columnas del ágora romana.
        Después de esa conversación, no tenía ni idea de cómo enfocarlo para confesarle a mi pareja mi infidelidad, porque estaba convencido de que todos los planes que estábamos haciendo se irían al traste en el momento en que alguien se fuese de la lengua y le contase el chisme a mi pelirrojo. Aún y así mi subconsciente me estaba traicionando, haciéndome actuar con decisiones que me ataban emocional, física y ahora profesionalmente al hombre al que, sin duda, en cualquier momento le partiría el corazón y le haría dudar de la sinceridad de mi compromiso.


        Posdata:
        Habiendo vivido toda una vida de arrepentimiento, la zorra, descubrió con sorpresa, que lo único que tenía que haber hecho desde el principio era cerrar las piernas.

Imagen: Troy Schooneman

martes, 10 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas.2)

SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.2


        Eran casi las cinco cuando llegué a casa. Tal y como lo hacía habitualmente, entré el coche en el patio trasero y lo acerque lo máximo posible a la terraza donde tenía instaladas las tumbonas y la mesa de jardín, lo hice así porque, si Álvaro aparecía con el rabo entre las piernas, pudiese aparcar y no se llevase la sensación de que no lo quería en casa. Pasé por delante de la barbacoa y en ese momento me acordé. -¡Mierda!, mañana teníamos barbacoa con Miquel, Nuria y los habituales. Y sinceramente, si no se había arreglado mi situación con mi novio, la cena sería un baño de lágrimas.-
        Al entrar en el comedor lancé el enorme libretón con los protocolos y directrices de la Casa Madre sobre el sofá y me propuse llenar la bañera de agua caliente, para comprobar si tal y como hacían las pijas de ciudad de las películas, un baño relajante era la solución a todos los problemas de amores. Me había desnudado y estaba a puntito de meterme dentro de la bañera cuando empezaron a aporrear la puerta. -No puede ser Álvaro, tiene llave y hasta pasadas las cinco y media no llegaría, por rápido que fuese.- Me puse el albornoz y me dirigí a abrir la puerta. Era Miquel.
        Entró como solía hacer siempre él, en tromba. -¿Te encuentras bien?- Preguntó preocupado. -No sueles estar tan pronto en casa de regreso del trabajo.- La verdad… por un momento me lo imagine sin nada más que hacer que el estar vigilando de cerca la casa para ver a qué hora llegaba. Me lo quedé mirando con cara de espanto. -Vale… no me mires así, he pasado esta mañana y no había ningún coche en el patio, y al pasar hace un ratito y verte llegar a ti me he pensado lo peor, que estabas enfermo o algo por el estilo.- Se disculpó.
        -Bueno… es algo por el estilo.- Le dije abatido. –Me he peleado con mi pelirrojo.-
        -¡No me jodas! Si vosotros, que sois doñas perfectas rompéis… ¿Que esperanza nos queda al resto de las mariquitas mundanas?- Miquel dramatizaba como una cantante de ópera. -Venga, metete en la bañera que yo te prepararé un “Dry Martini”, porque… ¿Tienes ginebra por algún sitio, verdad?-
        -Busca por la nevera, guardo todo el alcohol allí.- Le dije mientras metía una pierna en el agua caliente. La verdad es que la sensación de estar rodeado de la calidez del agua de la bañera era muy placentera, tenía suerte de tener una bañera grande en casa y me preguntaba porque no lo había hecho más a menudo esto del baño caliente. Al poco rato apareció Miquel con un par de cocteles preparados en copas distintas.
        -No había ginebra pero me ha servido igual un poco de vodka, salud.- Dijo mientras me daba una de las copas y brindaba conmigo. -Y ahora, mi querida niña, le vas a contar a mami, que cojones ha pasado.- Tenía la esperanza de que en cualquier momento Álvaro aparecería y me ahorraría así el tener que darle todos los detalles de la pelea a la mariquita que tenía frente de mí. Pero no apareció y las siguientes cinco horas se me hicieron eternas, más que nada, porque la necesidad morbosa de absorber información y detalles escabrosos de Miquel parecía no tener fondo, y sinceramente no me apetecía nada contarle todas mis intimidades a la persona más indiscreta que he conocido jamás.
        A las nueve, se marchó con el compromiso de avisar a todos los participantes a la barbacoa del día siguiente de la anulación de la misma. Amenazándome con venir por la mañana para seguir “animándome” a su manera.
        Estaba un poco achispado. La verdad es que nos habíamos metido en el cuerpo, por lo menos cinco cocteles de la especialidad de Miquel en cuatro horas. Me preparé algo ligero para cenar y me dispuse a esperar a Álvaro, sentado en el sofá. Estaba convencido de que se presentaría a dormir como un perro apaleado.
         A las diez y viendo que no llegaba decidí empezar a leerme el maldito manual de la empresa, parando cada vez que oía un coche, creyendo que podía ser él.
        A las diez de la mañana me encontraba acurrucado y cubierto con una manta en el sofá. Me había dormido esperando. El manual de la empresa estaba tirado en el suelo y en la mesa del comedor aún estaba el plato con los restos de la cena. No había ninguna evidencia en la casa de que mi chico se hubiese dignado a aparecer en toda la noche. Y yo entré en cólera.
        -¡Hijo de la gran puta!- No me lo podía creer, ¿y así esperaba arreglar la cagada del día anterior? O es que no tenía cojones para plantarse delante de mí y pedirme perdón. Y ¿Cómo no? Miquel ya estaba de nuevo aporreando la puerta para amargarme la mañana tal y como hizo con la tarde y la noche del día anterior.
        Evidentemente, no podía ser otro, Miquel, tan inoportuno como solía ser siempre, estaba al otro lado de la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa repleta de cruasanes y madalenas (llamadas ahora muftins). Estaba lamentando profundamente el haberle dicho que tenía dos días de fiesta… este no se iba a mover de mi casa.
        Después de desayunar ya estaba harto de escucharlo parlotear sobre los chismes de todo el mundo. Me di cuenta entonces de que era la primera vez desde que conocía a Miquel, que pasábamos los dos tanto tiempo juntos. Casi siempre delegaba las conversaciones de Miquel en el resto de la gente que nos rodeaba, escuchando de vez en cuando y recomponiendo lo que había contado a partir de las versiones de los demás. Si, era una gran falta de educación por mi parte, aunque, no sé si sería su timbre de voz o la manía que tenía de repetir cuatro o cinco veces la misma conversación, pero oírlo hablar me resonaba al oído como el crujir de unas botas nuevas sobre la nieve…( brrrrh escalofriante). La verdad era que, en ese momento, sin nadie más a quien encasquetarle la conversación, me veía obligado a escuchar atentamente, ABSOLUTAMENTE todas sus tonterías, y se me estaba haciendo muy, pero que muy cargante.
        Le propuse salir a tomar el aire y aprovechar la mañana de sol radiante de invierno que estaba haciendo. Tenía la esperanza de que Miquel, en el tema de las habilidades psicomotrices fuese como el resto de los hombres y no supiese hacer dos cosas a la vez (en este caso pasear y hablar). Me equivoqué, no paraba de hablar ni bajo el agua. Al llegar a la zona comercial del paseo marítimo se me apareció Dios en forma de tienda de ropa con nueva colección de primavera-verano para hombre. Solo tuve que mencionar la palabra “ropa de nueva temporada” y su cerebro se colapsó, quedando como lobotomizado. Desde ese momento se transformó en una especie de mariquita zombi incapaz de salir del circuito pantalones-camisas-probadores, consiguiendo yo así un poco de tranquilidad mental. Si, ya lo sé, soy pérfida, malvada y manipuladora, y seguro que me estoy ganando el infierno y todas esas cosas.
        Nunca he entendido porque les cuesta tanto a los amigos entender que cuando estamos pasando por una crisis emocional, lo único que queremos y deseamos es que nos dejen solos para poder reorganizar con tranquilidad nuestro caos mental.
        Como sabía que si no hacía alguna cosa con urgencia no lograría sacarme de encima a mi amigo-garrapata, opté por hacer lo que se me daba más bien: Mentir. Le conté que aprovechando que tenía el día libre, había quedado para comer con mi familia. Fue la excusa perfecta, Miquel se separó de mí sin rechistar, eso sí, amenazándome con volver el día siguiente por la mañana (¡Socorro!).
        A las doce y media, regresé a casa. -Por fin solo.- Y me puse a hacer lo que más me gusta del mundo: NADA. Me estiré en el sofá viendo la televisión hasta que el hambre me hizo levantar a eso de las tres. Serían las cuatro y media de la tarde cuando el aburrimiento hizo que me decidiese a terminar de leer el maldito ladrillo que me había encasquetado Vanessa.
        Me abrí una botella de vino blanco y seguí donde lo había dejado la noche anterior.
        La primera parte de la enorme libreta resultó ser una especie de manual del tipo guía espiritual, supuestamente escrito por el fundador de la empresa. Me recordaba mucho a los famosos libros de autoayuda de los años ochenta. Usando una retórica de fácil leer y mejor entender, el autor se atribuía con total ligereza frases famosas de grandes líderes mundiales, tales como Gandhi, Roosevelt, Churchill, Julio Cesar, llegando incluso a usar citas atribuibles a Lenin. Eso sí, modificando lo justo la ortografía y la gramática para que no pudiesen acusarlo de plagio. Al final toda la narración se podría reducir en un alegato filosófico entre budista y otras religiosidades que enfatizaba el promocionar la meritocracia dentro del tejido de la empresa, es decir, colocar al que ha demostrado estar más preparado en cada puesto productivo. Vamos todo lo contrario de lo que se había hecho hasta ahora en la fábrica, donde el nepotismo y la filosofía del lametón anal estaban a la orden del día.
        La segunda parte ya era harina de otro costal. Y allí me quedó claro (si es que me quedaba alguna duda) que yo no estaba preparado para ese cometido.
        Era una guía técnica de aplicación en los controles de producción y calidad. Se usaban palabras y terminologías que yo no había oído en mi vida. Y sinceramente, tenía mis dudas de que alguien hubiese tenido la paciencia necesaria para incluirlas en alguno de los diccionarios de la Real Academia de la Lengua Española. Además se incluían complicadísimas fórmulas de matemáticas, de física y de electrónica. Toda la terminología que usaban me recordaba a un dialecto del marciano. De hecho, solo de ojearlo por encima, hacía que me sintiese más perdido que un garbanzo en una paella.
        Cuando me quise dar cuenta eran las ocho de la tarde y… ¡Maldita sea! Álvaro no había aparecido.
        Serían las ocho y media cuando sonó el timbre de la puerta. -Míralo… ya está aquí.- Pensé mientras iba emocionado a abrirle la puerta a mi amado.
        Pero al abrir la puerta me llevé la sorpresa del siglo. En vez de Álvaro, delante de mí estaba Klaus-Hiro con una botella de vino en cada mano. -¡MIERDA! Me olvide de que el domingo habíamos invitado a mi jefe a la barbacoa y nadie se había molestado en desinvitarlo.- Me quedé mirándolo con ojos de plato.
        -¿Quizás llego demasiado pronto?- Dijo el japonés rubio al ver mi cara de sorpresa.
        -Ufff… que embarazoso… la barbacoa se ha cancelado y nadie se ha preocupado de avisarte.- Le contesté. -Me sabe fatal, pasa, no voy a dejarte en la calle.-
        -Estoo… ¿Qué ha sucedido?- Preguntó mi jefe un poco contrariado.
        -De hecho, tú tienes parte de responsabilidad en la cancelación de la cena. Álvaro y yo nos hemos peleado a causa del show que montaste el martes.- Le respondí.
        -Vaya… lo lamento.- Dijo afectado. -Sabía que mi actuación tendría repercusiones, pero en ningún momento llegué a pensar que podría afectaros de algún modo.-
        -En fin, has venido a cenar barbacoa y barbacoa cenarás.- Le dije mientras me ponía la chaqueta y salía a encender el carbón del grill. -Ve abriendo una botella de vino, llevo toda la tarde bebiendo y no será cuestión de que pierda el ritmo.- Una vez el carbón estuvo encendido, regresé dentro. -La brasa tardará media hora, así que mientras esperamos podemos preparar una ensalada y seguir bebiendo.- Brindé con Klaus y me bebí de golpe el contenido de la copa.
        Abrí el frigorífico y saque un tomate, un par de cogollos y todo lo que creía que podría quedar bien en una ensalada aliñada con una vinagreta de miel. Al empezar a cortar el tomate, Klaus me cogió el cuchillo de las manos. -Creo que alguien que ha bebido el alcohol que parece que tienes tú en el cuerpo no debería de usar cuchillos.- Lo miré, dejándole coger el cuchillo y me reí.
        Cogí de nuevo la copa y le propuse otro brindis: -Por todos los imposibles que JAMAS deben de cumplirse.- Y volví a beber. Después le hice la gran pregunta que todo el mundo deseaba hacerle, desde el primer momento que apareció el mestizo rubio por la empresa: -Ok, ahora que tenemos confianza. Tu ¿Qué? ¿Estas casado, soltero o todo lo contrario?- Fue en este momento cuando verdaderamente tuve la sensación de que había bebido demasiado.
        -Vamos… Te creía más lanzado.- Me dijo mirándome con malicia. -¿Por qué no preguntas lo que de verdad quieres saber?-
        Me acerqué hasta tres centímetros de su nariz. ¡Dios! Pero que ojazos que tenía ese cabrón. -¿Te pareces tanto a tu padre como pretendes hacerme creer?- Su respuesta me pilló completamente desprevenido, y no supe reaccionar cuando sus labios se juntaron con los míos en un beso que me pareció interminable. Nuestras lenguas se acariciaron suavemente, sin prisas. ¡Joder como besaba el puto japonés! A partir de allí todo a mí alrededor quedó como difuso.


        Posdata:
        Soy una maldita zorra borracha.
      

        Imagen: Troy Schooneman



viernes, 6 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas)


SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.

        Era catorce de febrero, San Valentín, y el día empezaba de lo más enrarecido. Para empezar, cuando sonó el despertador, descubrí que Álvaro no dormía a mi lado.
        Lo encontré en el comedor, había preparado café y daba la sensación de que no había dormido demasiado. -¿Estas bien?- Le pregunté.
        -No, no estoy bien.- Me respondió. Su respuesta me sonó como si me hablara desde la otra punta del país. -Estoy muy cansado, eres como un gran agujero negro que absorbe todo lo que se le acerca, y si, es fantástico y genial estar a tu lado, me lo paso genial y creo que por eso te quiero tanto. Pero lo de ayer, lo de ayer me demostró como de destructivo es el mundo en el que te mueves… y no sé si quiero seguir estando en él.- Mientras me hablaba un par de lágrimas recorrían sus mejillas.
        -Yo no tuve nada que ver con lo que sucedió ayer.- Me defendí. –Si Yolanda no hubiese sido una maldita engreída orgullosa y se hubiese molestado en leer mis informes, al segundo o tercer día habríais solucionado el tema y Klaus no tendría ningún argumento en su contra.- Insistí. -Pero ¿qué te voy a contar a ti?, si estabas convencidisimo de que ese defecto no se podía producir, que todo eran imaginaciones mías, que me tenía que inventar algún grave problema para justificar mi puesto de trabajo.- Fue entonces cuando me percaté de la bolsa de viaje que había al lado del sofá.
        -Lo siento. Aunque no os soportáseis, Yolanda era una compañera y a los compañeros se les defiende, no se les hacen esas putadas. Lo que le has hecho a ella es como si me lo hubieses hecho a mi.- Dijo mientras cogía la bolsa y las llaves de su coche.
        -¡No me jodas! ¡Te he dicho que yo no tengo absolutamente nada que ver con todo eso!- Le dije mientras lo seguía hacia la puerta de la calle. No recibí contestación, salió y yo me quedé delante de la puerta en pelotas.
        Después de todo esto, lo extraño fue que no llegase tarde al trabajo. No tuve tiempo de hacer el café de rigor con las mosqueteras, pero me percaté de la animadversión que todo el mundo sentía hacia mí. -Lo que me faltaba, además de ser la maricona de la empresa, ahora, además seré la gran traidora del reino. Qué tópico.- Y ahora me harían responsable de la tremenda sacudida que sería para el ego de los españolitos el tener que someterse a la rígida disciplina de los protocolos de producción y calidad japoneses.
        Aunque lo que de verdad me estaba afectando era el haber perdido la confianza de mi pareja. Había creído de manera ilusoria que estábamos forjando una relación sólida. Pero a la vista de lo sucedido, me había quedado sin argumentos para convencerlo de lo que realmente había sucedido el día anterior por la mañana.
        Durante toda la gimnasia tuve que soportar los cuchicheos y miradas de absolutamente todos los empleados que podían verme. Y como la situación empezaba a hacérseme muy cargante no me quedé a escuchar el miting del jefe de producción y me fui directamente a mi sección. Al pasar por el taller de control de calidad vi que estaban todos los operarios menos Yolanda. Se me quedaron mirando mientras pasaba por delante de la cristalera. Los ignoré. Mi sección seguía repleta de aparatos con topos rojos. Me sentía frustrado, cabreado y triste. Cogí una de las sillas con ruedas y me senté al revés con los brazos sobre el respaldo mirando el panorama.
        Habrían pasado unos diez o quince minutos y entró Álvaro por la puerta. -¿Qué quieres? ¿No te has desahogado lo suficiente esta mañana?- Le dije molesto.
        -Ayer se llevaron a Yolanda a urgencias con un ataque de ansiedad.- Me dijo con tono abatido.
        -¿Y qué esperas que te diga? ¿Qué me sabe mal?... pues no, era una puta cabrona que me estaba amargando la existencia, y sabes que es lo que más me tranquiliza: Que no he tenido que hacer absolutamente nada para joderla. Ella solita se ha hundido en la mierda.- Exploté. Y viendo que mi novio no me respondía, aun me inflamaba más. -Podéis ser todo lo compañeros y colegas que queráis, pero que te quede clara una cosa: ¡Esto no es la escuela! Aquí no vale tapar las cagadas de unos entre todos porque esa actitud lleva a lo que tenemos encima ¡Una cagada de más de nueve mil aparatos jodidos!- Dije todo eso sin moverme de la silla. -Y sabes que es lo que más me duele, que creía que tú y yo íbamos en el mismo barco, pero a la que has visto una ola grande te has bajado enseguida. O sino ¿a qué ha venido eso de hacer las maletas e irte con tu coche?-
        -Lo siento, me pudo el pánico.- Dijo Álvaro sin levantar la mirada. -Hemos hablado entre todos los operarios de calidad y estamos de acuerdo en que tú tenías razón, la hemos cagado y mucho. Yolanda es una jodida bruja y Tomás, el segundo encargado, ha estado recogiendo tus informes de la basura y entregándoselos a Vanessa de personal, acaba de contárnoslo.- Mi chico en ese momento era consciente de que yo tenía motivos para estar muy molesto con él.
        -Gracias por la información.- Le dije sin mirarlo. -Ahora te agradecería que me dejases solo.- Le dije invitándole a irse de mi sección.
        -¿Te veré luego?- Dijo desde la puerta.
        -Ya veremos.- Contesté ofendido.
        Una vez me quedé solo de nuevo, seguí sentado en el mismo sitio un buen rato. Había dejado la mente en blanco, quería desconectar por un tiempo de ese mar de mierda en que se estaba convirtiendo mi mundo por momentos. Cuando me cansé de mirar la montaña de aparatos defectuosos tomé la decisión de repararlos, de hecho, ese era mi trabajo.
        Mientras iba con el carrito a la zona de alimentación de las cadenas de montaje, para recoger unos cuantos embellecedores para sustituirlos por los defectuosos, sucedió el segundo terremoto que me hundió aún más en la vergüenza. Pude oír por megafonía que decían mi nombre reclamándome en la oficina de personal. Esto dicho así no suena nada especial, pero tenemos que tener en cuenta que la megafonía solo se usaba para reclamar la presencia de los encargados de sección, jefes y directivos. A los operarios, en caso de tener que ausentarse, les informaba el jefe de sección y los sustituía en su puesto de trabajo. Por un momento me puse colorado como un tomate, escondiéndome debajo de la escalera de acceso a la zona de almacén de componentes de fabricación. Respiré profundamente, aparqué el carrito y salí dispuesto a pasar por delante de todos los operarios de las cadenas de montaje ignorando sus miraditas. Justo en ese momento se plantó delante de mi Andrea. -Hacía muchos años que no veía a los encargados con el culo tan apretado, creo que no les entraría por allí ni el bigote de una gamba.- Me dijo con tono jocoso.
        -Vaya, creía que tú también estarías resentida conmigo.- Le dije hablándole con sinceridad.
        -Hombre… Ayer te habría estrangulado, pero hoy, con más perspectiva e información, creo que eres el tío con más cojones de esta empresa.- Me dijo mientras me acompañaba hacia el edificio de administración. -Aunque, claro, hay muchos que no piensan lo mismo.-
        Al llegar a la altura de donde tenía aparcado mi coche descubrí con horror que alguien había le pinchado las cuatro ruedas. -Tienes razón.- Le dije a Andrea. -Hay muchos que no piensan lo mismo, y aquí tienes una prueba.-
        -Pero que hijos de puta.- Exclamó Andrea indignada.
        -No te preocupes.- Le dije. -Siempre aparco el coche en el ángulo de acción de alguna de las cámaras de seguridad, supongo que será fácil saber quién ha sido.- Mi amiga me miraba con cara de sorpresa. -Oye, el pertenecer a una minoría que sufre la xenofobia por parte de la mayoría del mundo heterosexual te hace ser más precavido que el resto.- Añadí.
        Andrea se comprometió a ir a personal a denunciar el tema de mi coche y exigir la visualización de las grabaciones de las cámaras de seguridad, para averiguar quién había reventado las ruedas de mi coche. Mientras yo, por segunda vez en una semana me dirigía a la chica de la recepción del edificio de administración para intentar saber porque me habían requerido de ese modo. -Vanessa te está esperando.- Me dijo la recepcionista.
        -Fantástico.- Pensé. -Reunión con Vanessa y no he tomado un café en toda la mañana.-
        Al entrar en la sala de reuniones, justo después de pasar por delante de la maldita muñeca de porcelana, me encontré frente a frente de Vanessa, Dolores (la actual secretaria de la jefa personal) y el Sr. Kaneda (uno de los nuevos técnicos japoneses). -Esto no me gusta nada.- Pensé al ver el panorama que se abría frente a mí, mientras me invitaban a sentarme. Encima de la mesa estaba mi carpeta con las copias de los informes que le había pasado a Yolanda y un carpetano de color gris.
        -¿Te apetece un café?- Me dijo Vanessa con tono muy cordial.
        -Pues ahora que me lo ofreces, si, lo necesito.- Me estaba traicionando el subconsciente, y la verdad, después del día de mierda que llevaba, no me importaba lo más mínimo parecer educado o correcto. Justo después de aceptarlo, Dolores se levantó de la mesa y abandonó la sala, regresando al cabo de un minuto con un café servido en su correspondiente tacita de cerámica, con su platito y un sobre de azucarillo al lado de la cucharilla. -No me lo puedo creer… ¿Qué significa este peloteo?- Pensé.
        Vanesa le preguntó en inglés al Sr Kaneda si podíamos empezar la reunión, a lo que el japonés le respondió que  hablásemos en español, que él ya pediría que le tradujésemos cuando no entendiese alguna cosa. Mientras, yo me metía en el cuerpo ese ansiado café, sin disimular ni un ápice la sensación de placer que me producía el notar la cafeína en mi paladar.
        -Bien, empecemos.- Dijo Vanessa muy decidida. -En principio esta reunión es para agradecerte el excelente trabajo que has hecho, teniendo en cuenta el entorno de hostilidad en el que te has tenido que mover desde que se inició el plan piloto en el que te introducimos.-
        -¿Un momento?... ¿Plan piloto? ¿A qué mierda se refería Vanessa con esto del plan piloto?- De repente parecía que toda la cafeína se había ido de golpe a mi cerebro.
        -La primera orden que se recibió de la Casa Madre del Japón, fue el iniciar una total reconversión de los protocolos de producción y control de calidad en la empresa, aplicando estrictamente las órdenes y los manuales nipones.- Dijo el japonés con un español de acento muy extraño. -Como estábamos al tanto de que, para aplicar los cambios, nos encontraríamos una oposición y una resistencia frontal de todos los empleados de la empresa, acostumbrados como estaban a trabajar según los parámetros que les convenían en cada momento, decidimos empezar con una pequeña sección aislada pero con total control sobre el producto acabado, es decir: usted.- No me lo podía creer, todo formaba parte de un plan preestablecido y ejecutado al milímetro como un baile de ballet.
        -Y solo era cuestión de tiempo que se produjese un descalabro como el que se ha producido.- Le interrumpí.
        -Exactamente. Es usted muy agudo.- Me dijo el japonés. -Lo que es muy remarcable es que usted, después de recibir la autorización del Director General para investigar, tardó solamente unas horas en localizar y solucionar el problema.- Añadió con tono solemne.
        -Ya, pero el problema tan solo consistía en un anillo de boda en la persona más inoportuna.- Dije quitándome importancia.
        -En efecto, un anillo que ha provocado la retirada del mercado de más de diez mil aparatos. Un problema que de haberse aplicado adecuadamente los protocolos se habría detectado el primer día entre los primeros cincuenta aparatos fabricados.- Me costaba horrores entender al Sr. Kaneda, su pronunciación era terrible.
        -Llegados a este punto, y después del éxito en la experiencia de tu trabajo, te vas a encargar de transformar toda la sección de control calidad siguiendo las normas establecidas en nuestras empresas.- A partir de aquí la reunión la llevó Vanessa.
        -Un momento, eso que acabas de decir, exactamente ¿Qué significa?- Pregunté aterrorizado.
        -Que en este momento pasas a tener el control del departamento de Calidad.- Afirmó la jefa de personal al tiempo que ponía encima de la mesa una enorme libreta de anillas. -Aquí tienes los protocolos y la normativa de calidad que propone la empresa Madre, consúltalos y haznos saber cuál es tu propuesta de ejecución.-
        Me quedé un momento callado observando fijamente esa enorme libreta que estaba en el centro de la mesa de reuniones. Todos los presentes se me quedaron mirando, esperaban que dijese algo, y yo, solo quería desaparecer. Justo en ese momento se abrió la puerta de la sala de reuniones, entrando Andrea con unos papeles y una cinta de video en la mano. -Mira que bien.- Dijo al vernos. -Me voy a ahorrar el tener que hacer varios viajes.- Todos nos la quedamos mirando, convencidos de lo inoportuno de su presencia.
        -Venga… una firmita aquí y aquí.- Me dijo Andrea ofreciéndome un bolígrafo para que firmase los papeles que me había puesto delante de la taza de café.
        -¿Qué es esto Andrea?- Le pregunté.
        -La denuncia oficial del comité de empresa contra los energúmenos que han destrozado tu coche.- Dijo orgullosa. Al oírlo firmé enseguida y acto seguido se los entregó a Vanessa. -Hala, aquí tienes: denuncia y copia del video donde podréis ver las pruebas del delito.- Y llevándose una copia de la denuncia, se fue por donde vino.
        Mis interlocutores se quedaron en plan “¿Qué acaba de pasar?”, y de golpe fue como si hubiese tenido una revelación. -No.- Dije en voz alta, mientras me miraban sin entender demasiado a que me refería. -No lo haré.- Insistí.
        -¿Co…cómo.- Dijeron los tres a la vez, y cuando digo los tres incluyo a Dolores que no había dicho ni “mu” en toda la reunión.
        -Que no lo haré.- Repetí. -No soy vuestro hombre, no tengo ni la preparación técnica, académica ni profesional para realizar ese trabajo, tenéis a gente mucho más preparada que yo para ese cometido.- En ese momento me levanté de la silla y les dije: -Si no me necesitáis para nada mas tengo mucho trabajo que hacer.- Y ante la cara perpleja de los tres, salí de la sala de reuniones.
        Eran casi las once y no había hecho mi pausa de las diez, así que me dirigí a la sala de descanso para tomarme tranquilamente otro café. Estaba solo en la sala, de hecho pocos encargados y jefes se atreverían a ser pillados haciendo pausas o escaqueándose delante de la máquina de café después de la movida del día anterior. Estaba flipando conmigo, acababa de rechazar el cargo de jefe de sección y me estaba tomando un café tan tranquilamente.
        Una vez hubieron pasado los quince minutos reglamentarios del descanso, regresé a donde había dejado aparcado el carrito y me dirigí a la zona de almacén de componentes, cargué una caja de embellecedores cromados y tranquilamente, ante la mirada curiosa de absolutamente todos los empleados de las cadenas de montaje regresé a mi sección. No llegué a la puerta de salida. De nuevo volví a oír por megafonía mi nombre reclamándome de nuevo en personal. Lo ignoré y seguí mi camino hasta mi montón de aparatos defectuosos.
        Me dediqué a ir reparando aparatos, ante la atenta mirada de algunos curiosos que se acercaban de vez en cuando y me miraban por los ventanales de la puerta, extrañados por mi tendencia a ignorar los avisos de la megafonía.
        Faltarían veinte minutos para la una del mediodía cuando se presentó Klaus-Hiro en persona. -Venga, vámonos, te invito a comer.- Me dijo.
        -¿Y dónde se supone que iremos?- Dije mostrándole mi uniforme de trabajo.
        -Por eso no te preocupes, ya te dejaré algo de ropa.- Dijo invitándome a salir.
        -Ok, pero que te quede claro que no me convencerás para que me encargue de putear a todos los empleados de la empresa.- Le comenté, mientras salíamos a la calle pasando por delante del laboratorio de control de calidad, desde donde la mayoría de los operarios, incluido Álvaro, nos miraban atónitos. Fuera nos esperaba un coche con chofer.
        -Por tu coche no te preocupes, esta tarde lo habrán reparado.- Comentó Klaus mientras pasábamos por delante de mi lastimado automóvil. -En cuanto a los empleados implicados en el sabotaje, van a ser despedidos inmediatamente, además serán expedientados disciplinariamente. Con este informe lo tendrán difícil para volver a encontrar un trabajo como el que tenían aquí.- Yo lo escuchaba como si todo eso no me importase lo más mínimo.
        Me llevó a su casa y me ofreció unos pantalones de mi talla, una camisa y una chaqueta. Después nos desplazamos a un restaurante del centro, donde nos instalaron en un comedor privado. Durante toda la comida hablamos de cosas intrascendentes: de su opinión sobre la ciudad donde estaba viviendo, de lo distintas que eran nuestras costumbres, incluso consiguió que me riera un par de veces. Eran casi las cuatro cuando regresamos a la empresa. Cuando el coche que nos llevaba paró delante de la puerta de la recepción del edificio de administración, Klaus me dijo: -Sobre ti, pienso lo mismo que mi padre. Te empeñas en trabajar en un empleo que está por debajo de tu cualificación, por comodidad, pereza o miedo, aunque ello te genere una sensación de mortal aburrimiento. Tienes miedo a los desafíos, supongo que es porque siempre te han cortado las alas y te han obligado a bajar la cabeza. Me has demostrado que, cuando se te permite ser tú mismo y volar a tu aire, tu poder de creatividad es increíble, y con eso me refiero a lo que haces los fines de semana. Esta mañana te estaba ofreciendo la posibilidad de ser tú mismo durante todos los días del mes, no solo los fines de semana. Necesito de una persona creativa para poder aplicar las reformas necesarias en esta empresa, no a un pelele con formación que solo obedezca ordenes.- Después de decirme eso, nos bajamos del coche. Se puso frente a mí y muy serio, me hizo una reverencia al estilo japonés, casi se me escapa la risa cuando se la devolví como hacia siempre con los nipones, con el saludo budista y el ya típico “Namasté”.
        -Cógete estos dos días que quedan de la semana de fiesta, reflexiona en ello, y el lunes me das una respuesta.- Me dijo justo antes de entrar en la recepción.
         Regresaba a mi sección, cuando pude ver con sorpresa, que mi coche estaba impecable, habían sustituido las cubiertas de las ruedas pinchadas por unas de nuevas, de esas que aún tienen los pinchitos de goma de no haberse usado nunca. Vi que en el asiento del copiloto estaba la enorme libreta de anillas que me había ofrecido Vanessa por la mañana. -Pero ¿Qué diablos significaba eso?  ¿Cómo habían conseguido abrir mi coche? si yo he tenido las llaves todo el día en el bolsillo de… ¡Mierda!... El pantalón de trabajo.- La comida había sido una estrategia para poder acceder a las llaves de mi coche. Pero que grandísimo hijo de perra y manipulador era ese mestizo japonés.
        Las llaves estaban en el contacto de arranque del coche y la puerta estaba abierta. Entré y me acomodé el asiento. Cogí el enorme ladrillo que era esa maldita libreta y la ojeé. -Esto va a ser aburridísimo.- Pensé para mí mismo sorprendiéndome de que estuviese planteándome seriamente el aceptar el encargo de dirección. -Ok, ha dicho dos días de fiesta, ¿verdad?... pues que le den por el culo a la empresa y a todo el mundo.- Arranqué y me fui para casa.


        Posdata:
        Alguien decía: -Si algo puede ir mal, ten la certeza de que irá peor.- Ese cabrón de Murphy además de ser un pesimista de la peor especie, era un genio.