viernes, 6 de enero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (San Valentín, decepciones y ruedas pinchadas)


SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.

        Era catorce de febrero, San Valentín, y el día empezaba de lo más enrarecido. Para empezar, cuando sonó el despertador, descubrí que Álvaro no dormía a mi lado.
        Lo encontré en el comedor, había preparado café y daba la sensación de que no había dormido demasiado. -¿Estas bien?- Le pregunté.
        -No, no estoy bien.- Me respondió. Su respuesta me sonó como si me hablara desde la otra punta del país. -Estoy muy cansado, eres como un gran agujero negro que absorbe todo lo que se le acerca, y si, es fantástico y genial estar a tu lado, me lo paso genial y creo que por eso te quiero tanto. Pero lo de ayer, lo de ayer me demostró como de destructivo es el mundo en el que te mueves… y no sé si quiero seguir estando en él.- Mientras me hablaba un par de lágrimas recorrían sus mejillas.
        -Yo no tuve nada que ver con lo que sucedió ayer.- Me defendí. –Si Yolanda no hubiese sido una maldita engreída orgullosa y se hubiese molestado en leer mis informes, al segundo o tercer día habríais solucionado el tema y Klaus no tendría ningún argumento en su contra.- Insistí. -Pero ¿qué te voy a contar a ti?, si estabas convencidisimo de que ese defecto no se podía producir, que todo eran imaginaciones mías, que me tenía que inventar algún grave problema para justificar mi puesto de trabajo.- Fue entonces cuando me percaté de la bolsa de viaje que había al lado del sofá.
        -Lo siento. Aunque no os soportáseis, Yolanda era una compañera y a los compañeros se les defiende, no se les hacen esas putadas. Lo que le has hecho a ella es como si me lo hubieses hecho a mi.- Dijo mientras cogía la bolsa y las llaves de su coche.
        -¡No me jodas! ¡Te he dicho que yo no tengo absolutamente nada que ver con todo eso!- Le dije mientras lo seguía hacia la puerta de la calle. No recibí contestación, salió y yo me quedé delante de la puerta en pelotas.
        Después de todo esto, lo extraño fue que no llegase tarde al trabajo. No tuve tiempo de hacer el café de rigor con las mosqueteras, pero me percaté de la animadversión que todo el mundo sentía hacia mí. -Lo que me faltaba, además de ser la maricona de la empresa, ahora, además seré la gran traidora del reino. Qué tópico.- Y ahora me harían responsable de la tremenda sacudida que sería para el ego de los españolitos el tener que someterse a la rígida disciplina de los protocolos de producción y calidad japoneses.
        Aunque lo que de verdad me estaba afectando era el haber perdido la confianza de mi pareja. Había creído de manera ilusoria que estábamos forjando una relación sólida. Pero a la vista de lo sucedido, me había quedado sin argumentos para convencerlo de lo que realmente había sucedido el día anterior por la mañana.
        Durante toda la gimnasia tuve que soportar los cuchicheos y miradas de absolutamente todos los empleados que podían verme. Y como la situación empezaba a hacérseme muy cargante no me quedé a escuchar el miting del jefe de producción y me fui directamente a mi sección. Al pasar por el taller de control de calidad vi que estaban todos los operarios menos Yolanda. Se me quedaron mirando mientras pasaba por delante de la cristalera. Los ignoré. Mi sección seguía repleta de aparatos con topos rojos. Me sentía frustrado, cabreado y triste. Cogí una de las sillas con ruedas y me senté al revés con los brazos sobre el respaldo mirando el panorama.
        Habrían pasado unos diez o quince minutos y entró Álvaro por la puerta. -¿Qué quieres? ¿No te has desahogado lo suficiente esta mañana?- Le dije molesto.
        -Ayer se llevaron a Yolanda a urgencias con un ataque de ansiedad.- Me dijo con tono abatido.
        -¿Y qué esperas que te diga? ¿Qué me sabe mal?... pues no, era una puta cabrona que me estaba amargando la existencia, y sabes que es lo que más me tranquiliza: Que no he tenido que hacer absolutamente nada para joderla. Ella solita se ha hundido en la mierda.- Exploté. Y viendo que mi novio no me respondía, aun me inflamaba más. -Podéis ser todo lo compañeros y colegas que queráis, pero que te quede clara una cosa: ¡Esto no es la escuela! Aquí no vale tapar las cagadas de unos entre todos porque esa actitud lleva a lo que tenemos encima ¡Una cagada de más de nueve mil aparatos jodidos!- Dije todo eso sin moverme de la silla. -Y sabes que es lo que más me duele, que creía que tú y yo íbamos en el mismo barco, pero a la que has visto una ola grande te has bajado enseguida. O sino ¿a qué ha venido eso de hacer las maletas e irte con tu coche?-
        -Lo siento, me pudo el pánico.- Dijo Álvaro sin levantar la mirada. -Hemos hablado entre todos los operarios de calidad y estamos de acuerdo en que tú tenías razón, la hemos cagado y mucho. Yolanda es una jodida bruja y Tomás, el segundo encargado, ha estado recogiendo tus informes de la basura y entregándoselos a Vanessa de personal, acaba de contárnoslo.- Mi chico en ese momento era consciente de que yo tenía motivos para estar muy molesto con él.
        -Gracias por la información.- Le dije sin mirarlo. -Ahora te agradecería que me dejases solo.- Le dije invitándole a irse de mi sección.
        -¿Te veré luego?- Dijo desde la puerta.
        -Ya veremos.- Contesté ofendido.
        Una vez me quedé solo de nuevo, seguí sentado en el mismo sitio un buen rato. Había dejado la mente en blanco, quería desconectar por un tiempo de ese mar de mierda en que se estaba convirtiendo mi mundo por momentos. Cuando me cansé de mirar la montaña de aparatos defectuosos tomé la decisión de repararlos, de hecho, ese era mi trabajo.
        Mientras iba con el carrito a la zona de alimentación de las cadenas de montaje, para recoger unos cuantos embellecedores para sustituirlos por los defectuosos, sucedió el segundo terremoto que me hundió aún más en la vergüenza. Pude oír por megafonía que decían mi nombre reclamándome en la oficina de personal. Esto dicho así no suena nada especial, pero tenemos que tener en cuenta que la megafonía solo se usaba para reclamar la presencia de los encargados de sección, jefes y directivos. A los operarios, en caso de tener que ausentarse, les informaba el jefe de sección y los sustituía en su puesto de trabajo. Por un momento me puse colorado como un tomate, escondiéndome debajo de la escalera de acceso a la zona de almacén de componentes de fabricación. Respiré profundamente, aparqué el carrito y salí dispuesto a pasar por delante de todos los operarios de las cadenas de montaje ignorando sus miraditas. Justo en ese momento se plantó delante de mi Andrea. -Hacía muchos años que no veía a los encargados con el culo tan apretado, creo que no les entraría por allí ni el bigote de una gamba.- Me dijo con tono jocoso.
        -Vaya, creía que tú también estarías resentida conmigo.- Le dije hablándole con sinceridad.
        -Hombre… Ayer te habría estrangulado, pero hoy, con más perspectiva e información, creo que eres el tío con más cojones de esta empresa.- Me dijo mientras me acompañaba hacia el edificio de administración. -Aunque, claro, hay muchos que no piensan lo mismo.-
        Al llegar a la altura de donde tenía aparcado mi coche descubrí con horror que alguien había le pinchado las cuatro ruedas. -Tienes razón.- Le dije a Andrea. -Hay muchos que no piensan lo mismo, y aquí tienes una prueba.-
        -Pero que hijos de puta.- Exclamó Andrea indignada.
        -No te preocupes.- Le dije. -Siempre aparco el coche en el ángulo de acción de alguna de las cámaras de seguridad, supongo que será fácil saber quién ha sido.- Mi amiga me miraba con cara de sorpresa. -Oye, el pertenecer a una minoría que sufre la xenofobia por parte de la mayoría del mundo heterosexual te hace ser más precavido que el resto.- Añadí.
        Andrea se comprometió a ir a personal a denunciar el tema de mi coche y exigir la visualización de las grabaciones de las cámaras de seguridad, para averiguar quién había reventado las ruedas de mi coche. Mientras yo, por segunda vez en una semana me dirigía a la chica de la recepción del edificio de administración para intentar saber porque me habían requerido de ese modo. -Vanessa te está esperando.- Me dijo la recepcionista.
        -Fantástico.- Pensé. -Reunión con Vanessa y no he tomado un café en toda la mañana.-
        Al entrar en la sala de reuniones, justo después de pasar por delante de la maldita muñeca de porcelana, me encontré frente a frente de Vanessa, Dolores (la actual secretaria de la jefa personal) y el Sr. Kaneda (uno de los nuevos técnicos japoneses). -Esto no me gusta nada.- Pensé al ver el panorama que se abría frente a mí, mientras me invitaban a sentarme. Encima de la mesa estaba mi carpeta con las copias de los informes que le había pasado a Yolanda y un carpetano de color gris.
        -¿Te apetece un café?- Me dijo Vanessa con tono muy cordial.
        -Pues ahora que me lo ofreces, si, lo necesito.- Me estaba traicionando el subconsciente, y la verdad, después del día de mierda que llevaba, no me importaba lo más mínimo parecer educado o correcto. Justo después de aceptarlo, Dolores se levantó de la mesa y abandonó la sala, regresando al cabo de un minuto con un café servido en su correspondiente tacita de cerámica, con su platito y un sobre de azucarillo al lado de la cucharilla. -No me lo puedo creer… ¿Qué significa este peloteo?- Pensé.
        Vanesa le preguntó en inglés al Sr Kaneda si podíamos empezar la reunión, a lo que el japonés le respondió que  hablásemos en español, que él ya pediría que le tradujésemos cuando no entendiese alguna cosa. Mientras, yo me metía en el cuerpo ese ansiado café, sin disimular ni un ápice la sensación de placer que me producía el notar la cafeína en mi paladar.
        -Bien, empecemos.- Dijo Vanessa muy decidida. -En principio esta reunión es para agradecerte el excelente trabajo que has hecho, teniendo en cuenta el entorno de hostilidad en el que te has tenido que mover desde que se inició el plan piloto en el que te introducimos.-
        -¿Un momento?... ¿Plan piloto? ¿A qué mierda se refería Vanessa con esto del plan piloto?- De repente parecía que toda la cafeína se había ido de golpe a mi cerebro.
        -La primera orden que se recibió de la Casa Madre del Japón, fue el iniciar una total reconversión de los protocolos de producción y control de calidad en la empresa, aplicando estrictamente las órdenes y los manuales nipones.- Dijo el japonés con un español de acento muy extraño. -Como estábamos al tanto de que, para aplicar los cambios, nos encontraríamos una oposición y una resistencia frontal de todos los empleados de la empresa, acostumbrados como estaban a trabajar según los parámetros que les convenían en cada momento, decidimos empezar con una pequeña sección aislada pero con total control sobre el producto acabado, es decir: usted.- No me lo podía creer, todo formaba parte de un plan preestablecido y ejecutado al milímetro como un baile de ballet.
        -Y solo era cuestión de tiempo que se produjese un descalabro como el que se ha producido.- Le interrumpí.
        -Exactamente. Es usted muy agudo.- Me dijo el japonés. -Lo que es muy remarcable es que usted, después de recibir la autorización del Director General para investigar, tardó solamente unas horas en localizar y solucionar el problema.- Añadió con tono solemne.
        -Ya, pero el problema tan solo consistía en un anillo de boda en la persona más inoportuna.- Dije quitándome importancia.
        -En efecto, un anillo que ha provocado la retirada del mercado de más de diez mil aparatos. Un problema que de haberse aplicado adecuadamente los protocolos se habría detectado el primer día entre los primeros cincuenta aparatos fabricados.- Me costaba horrores entender al Sr. Kaneda, su pronunciación era terrible.
        -Llegados a este punto, y después del éxito en la experiencia de tu trabajo, te vas a encargar de transformar toda la sección de control calidad siguiendo las normas establecidas en nuestras empresas.- A partir de aquí la reunión la llevó Vanessa.
        -Un momento, eso que acabas de decir, exactamente ¿Qué significa?- Pregunté aterrorizado.
        -Que en este momento pasas a tener el control del departamento de Calidad.- Afirmó la jefa de personal al tiempo que ponía encima de la mesa una enorme libreta de anillas. -Aquí tienes los protocolos y la normativa de calidad que propone la empresa Madre, consúltalos y haznos saber cuál es tu propuesta de ejecución.-
        Me quedé un momento callado observando fijamente esa enorme libreta que estaba en el centro de la mesa de reuniones. Todos los presentes se me quedaron mirando, esperaban que dijese algo, y yo, solo quería desaparecer. Justo en ese momento se abrió la puerta de la sala de reuniones, entrando Andrea con unos papeles y una cinta de video en la mano. -Mira que bien.- Dijo al vernos. -Me voy a ahorrar el tener que hacer varios viajes.- Todos nos la quedamos mirando, convencidos de lo inoportuno de su presencia.
        -Venga… una firmita aquí y aquí.- Me dijo Andrea ofreciéndome un bolígrafo para que firmase los papeles que me había puesto delante de la taza de café.
        -¿Qué es esto Andrea?- Le pregunté.
        -La denuncia oficial del comité de empresa contra los energúmenos que han destrozado tu coche.- Dijo orgullosa. Al oírlo firmé enseguida y acto seguido se los entregó a Vanessa. -Hala, aquí tienes: denuncia y copia del video donde podréis ver las pruebas del delito.- Y llevándose una copia de la denuncia, se fue por donde vino.
        Mis interlocutores se quedaron en plan “¿Qué acaba de pasar?”, y de golpe fue como si hubiese tenido una revelación. -No.- Dije en voz alta, mientras me miraban sin entender demasiado a que me refería. -No lo haré.- Insistí.
        -¿Co…cómo.- Dijeron los tres a la vez, y cuando digo los tres incluyo a Dolores que no había dicho ni “mu” en toda la reunión.
        -Que no lo haré.- Repetí. -No soy vuestro hombre, no tengo ni la preparación técnica, académica ni profesional para realizar ese trabajo, tenéis a gente mucho más preparada que yo para ese cometido.- En ese momento me levanté de la silla y les dije: -Si no me necesitáis para nada mas tengo mucho trabajo que hacer.- Y ante la cara perpleja de los tres, salí de la sala de reuniones.
        Eran casi las once y no había hecho mi pausa de las diez, así que me dirigí a la sala de descanso para tomarme tranquilamente otro café. Estaba solo en la sala, de hecho pocos encargados y jefes se atreverían a ser pillados haciendo pausas o escaqueándose delante de la máquina de café después de la movida del día anterior. Estaba flipando conmigo, acababa de rechazar el cargo de jefe de sección y me estaba tomando un café tan tranquilamente.
        Una vez hubieron pasado los quince minutos reglamentarios del descanso, regresé a donde había dejado aparcado el carrito y me dirigí a la zona de almacén de componentes, cargué una caja de embellecedores cromados y tranquilamente, ante la mirada curiosa de absolutamente todos los empleados de las cadenas de montaje regresé a mi sección. No llegué a la puerta de salida. De nuevo volví a oír por megafonía mi nombre reclamándome de nuevo en personal. Lo ignoré y seguí mi camino hasta mi montón de aparatos defectuosos.
        Me dediqué a ir reparando aparatos, ante la atenta mirada de algunos curiosos que se acercaban de vez en cuando y me miraban por los ventanales de la puerta, extrañados por mi tendencia a ignorar los avisos de la megafonía.
        Faltarían veinte minutos para la una del mediodía cuando se presentó Klaus-Hiro en persona. -Venga, vámonos, te invito a comer.- Me dijo.
        -¿Y dónde se supone que iremos?- Dije mostrándole mi uniforme de trabajo.
        -Por eso no te preocupes, ya te dejaré algo de ropa.- Dijo invitándome a salir.
        -Ok, pero que te quede claro que no me convencerás para que me encargue de putear a todos los empleados de la empresa.- Le comenté, mientras salíamos a la calle pasando por delante del laboratorio de control de calidad, desde donde la mayoría de los operarios, incluido Álvaro, nos miraban atónitos. Fuera nos esperaba un coche con chofer.
        -Por tu coche no te preocupes, esta tarde lo habrán reparado.- Comentó Klaus mientras pasábamos por delante de mi lastimado automóvil. -En cuanto a los empleados implicados en el sabotaje, van a ser despedidos inmediatamente, además serán expedientados disciplinariamente. Con este informe lo tendrán difícil para volver a encontrar un trabajo como el que tenían aquí.- Yo lo escuchaba como si todo eso no me importase lo más mínimo.
        Me llevó a su casa y me ofreció unos pantalones de mi talla, una camisa y una chaqueta. Después nos desplazamos a un restaurante del centro, donde nos instalaron en un comedor privado. Durante toda la comida hablamos de cosas intrascendentes: de su opinión sobre la ciudad donde estaba viviendo, de lo distintas que eran nuestras costumbres, incluso consiguió que me riera un par de veces. Eran casi las cuatro cuando regresamos a la empresa. Cuando el coche que nos llevaba paró delante de la puerta de la recepción del edificio de administración, Klaus me dijo: -Sobre ti, pienso lo mismo que mi padre. Te empeñas en trabajar en un empleo que está por debajo de tu cualificación, por comodidad, pereza o miedo, aunque ello te genere una sensación de mortal aburrimiento. Tienes miedo a los desafíos, supongo que es porque siempre te han cortado las alas y te han obligado a bajar la cabeza. Me has demostrado que, cuando se te permite ser tú mismo y volar a tu aire, tu poder de creatividad es increíble, y con eso me refiero a lo que haces los fines de semana. Esta mañana te estaba ofreciendo la posibilidad de ser tú mismo durante todos los días del mes, no solo los fines de semana. Necesito de una persona creativa para poder aplicar las reformas necesarias en esta empresa, no a un pelele con formación que solo obedezca ordenes.- Después de decirme eso, nos bajamos del coche. Se puso frente a mí y muy serio, me hizo una reverencia al estilo japonés, casi se me escapa la risa cuando se la devolví como hacia siempre con los nipones, con el saludo budista y el ya típico “Namasté”.
        -Cógete estos dos días que quedan de la semana de fiesta, reflexiona en ello, y el lunes me das una respuesta.- Me dijo justo antes de entrar en la recepción.
         Regresaba a mi sección, cuando pude ver con sorpresa, que mi coche estaba impecable, habían sustituido las cubiertas de las ruedas pinchadas por unas de nuevas, de esas que aún tienen los pinchitos de goma de no haberse usado nunca. Vi que en el asiento del copiloto estaba la enorme libreta de anillas que me había ofrecido Vanessa por la mañana. -Pero ¿Qué diablos significaba eso?  ¿Cómo habían conseguido abrir mi coche? si yo he tenido las llaves todo el día en el bolsillo de… ¡Mierda!... El pantalón de trabajo.- La comida había sido una estrategia para poder acceder a las llaves de mi coche. Pero que grandísimo hijo de perra y manipulador era ese mestizo japonés.
        Las llaves estaban en el contacto de arranque del coche y la puerta estaba abierta. Entré y me acomodé el asiento. Cogí el enorme ladrillo que era esa maldita libreta y la ojeé. -Esto va a ser aburridísimo.- Pensé para mí mismo sorprendiéndome de que estuviese planteándome seriamente el aceptar el encargo de dirección. -Ok, ha dicho dos días de fiesta, ¿verdad?... pues que le den por el culo a la empresa y a todo el mundo.- Arranqué y me fui para casa.


        Posdata:
        Alguien decía: -Si algo puede ir mal, ten la certeza de que irá peor.- Ese cabrón de Murphy además de ser un pesimista de la peor especie, era un genio.


 

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