lunes, 11 de diciembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Andrea, Dolores, secciones secretas y un japones de pelo azul llamado Makoto.2 )

ANDREA, DOLORES, SECCIONES SECRETAS Y UN JAPONES DE PELO AZUL LLAMADO MAKOTO.2 (Diccionarios, sueños y metacrilato)


        Parecía que el miércoles veintiocho de junio sería interminable. Después de un sinfín de despropósitos me encontraba en la nueva (y secreta) sección de la empresa. No tenía nada claro cuál era la finalidad de esa sección. Y aún tenía menos claro qué diablos pintaba yo allí, o que era lo que la empresa esperaba de mí, al forzar mi inclusión a ese extraño proyecto.
        El hecho de que estuviesen dándome la información con cuentagotas no ayudaba nada a tranquilizarme y, lejos de relajarme, lo que provocaba era que aflorasen en mi todos los fantasmas asociados a mi mala relación con los encargados y directivos de la empresa.
        Makoto siguió hasta la una del mediodía contándome todos los pormenores de la finalidad de la nueva sección. Yo tenía cierta dificultad para entender los detalles técnicos, pues mi nivel de inglés no llegaba hasta ese punto. Por lo que continuamente le pedía que me explicase las cosas como si le hablase con un niño de diez años (ese era el nivel de inglés que podía entender sin demasiada dificultad). La verdad era que se le veía totalmente convencido e involucrado en el proyecto… fuese cual fuese.
        Yo, quizás porque nunca he sido consumidor de arte, más bien todo lo contrario (siempre me he considerado un buen artesano, un creador o un artista), me resultaba muy difícil el entender que alguien pudiese pagar las fortunas que pretendían cobrar por unos aparatos de fabricación en serie a los que se les aplicaban esas modificaciones “artísticas”, diseñadas y pensadas tal y como las veía en las fotos y proyectos que se repartían por todas las paredes del local.
        En ese momento mi imaginación iba por libre y ya me estaba viendo poniéndole pelo de vaca a un teléfono móvil o a la carcasa de la pantalla de un ordenador. Porque… siendo claros, yo no veía al japonés ni a la chica cogiendo con sus manitas de “pijo” universitario las herramientas necesarias para montar o realizar ninguna de las modificaciones que tenían planeadas para los aparatos que fabricábamos en la empresa. -Veras que te tocara ser la chica para todo de este par de cretinos.- Pensaba mientras Makoto y yo nos íbamos dirección al comedor de la empresa a la una y media.
        Durante el almuerzo pregunté por Kaede, la chica japonesa, a mi interlocutor de pelo azul. Por lo visto había salido de urgencia dirección a Londres para participar en un exclusivísimo evento que se había organizado para una selectísima clientela (básicamente los hijos mega pijos de millonarios americanos y europeos) en un establecimiento del Soho londinense. Su idea era introducir algunos de los productos que ya tenían desarrollados y conseguir crear la necesidad de conseguirlos entre ese segmento de la población VIP.
        La sorpresa me la llevé cuando le pregunté a qué tipo de aparatos se refería cuando hablaba de “prototipos”. Para entonces estábamos tomando el café en la sección “secreta” (si, la sección era tan elitista, que tenían incluso una cafetera propia, de esas de una carga al estilo de las de cafetería o bar) y casi me caigo de la silla cuando de una especie de caja fuerte me sacó una bandeja metálica con cinco teléfonos móviles sujetados entre algodones.
        Hasta ese momento solo había visto aparatos de color negro baquelita, con algún ribete metálico y poca cosa más. Esos teléfonos que me mostraba eran geniales, había uno con la carcasa estampada con lo que parecía piel de leopardo, otro completamente blanco nacarado, habían dos de dorados con incrustaciones de cristal de swarovski: en uno, los cristales hacían un mosaico con la bandera americana y en el otro con la bandera inglesa, y después, el que me pareció más genial de todos, con la carcasa recubierta de cristalitos al estilo de las bolas de luces de colores de las discotecas.
        Yo en ese momento no tenía teléfono móvil, ni entraba en mis planes inmediatos el conseguir uno, pero al ver esos aparatos sentí la necesidad imperiosa de poseer una maravilla como esa. No era que de repente descubriese en ese aparato un instrumento necesario para comunicarme con el resto del mundo… para nada. Mi cerebro lo procesaba como una joya para ser exhibida y mostrada en todas las fiestas y saraos a los que asistiese Dragg Issis. El que se pudiese usar como herramienta de comunicación pasaba a ser algo totalmente secundario. 
        De repente me descubrí a mí mismo interesadísimo por todo lo que pudiese ofrecerme esa sección. Sección a la que oficialmente acababa de entregarle mi alma (como quien se la entrega al diablo) y sinceramente ya me importaba un pimiento la incompetencia de los directivos, la viabilidad del proyecto o lo que pintaba realmente yo allí: solo quería aprender cómo hacer maravillas como esas que brillaban en la bandeja metálica rodeadas de algodón.
     Cuando me quise dar cuenta ya eran las cinco y media. Las tres horas de la tarde habían pasado tan rápido que ni tan siquiera me percaté de que Makoto se había ido hacia una hora. Como me costaba muchísimo entender las especificaciones técnicas del proyecto me llevé a casa toda la información que creí relevante. Creía que, posiblemente, si tenía a mano el diccionario traductor de inglés conseguía entender mejor los datos que me aportaban esos papeles.
       A las ocho y media, cuando llegó Darío, me encontró (de nuevo) con la mesa del comedor llena de papeles y el diccionario de inglés-español en la mano.
        -Vaya… ¿Otra carta del japonés muerto?- Preguntó con cierta sorna.
        -No, que va, esto es del trabajo.- Dije mientras mi chico ponía una cara como de muy extrañado.
        -¿Desde cuándo te traes trabajo a casa?- Preguntó preocupado. -Creía que no querías responsabilidades- Añadió. -Como siempre dices que en esa empresa si te hacen hacer alguna cosa que está por encima de lo que declaras en tu currículum seguro que se trata de una trampa.- Sus palabras me recordaron uno de los pilares fundamentales de mi propia filosofía versus directivos y jefezuelos.
        -En realidad estoy buscando la forma de hacer esto.- Le dije mientras le mostraba una fotografía en la que aparecían tres de los cinco maravillosos teléfonos móviles.
        -Hala, que pasada.- Exclamó al ver las piezas que llevaban trastocando todo mi equilibrio mental desde el mediodía. -Como lo hacen para que parezca de oro.- Preguntó mi amante rubio extrañadísimo.
        -Es lo que estoy buscando como un loco por estos dosieres.- Dije. -Se supone que entre estos papeles están las especificaciones con las instrucciones para hacer estas joyas.- Empezaba a estar demasiado alterado. -Pero por ahora solo he encontrado dosieres técnicos y formulas publicitarias.-
        -Como veo que no vas a ayudarme a preparar la cena… ¿Qué te parece si me voy a por un menú del restaurante chino?- Propuso Darío.
        -Pues me parece una idea excelente cariño.- Y su viaje hasta el chino me daría la media hora que me faltaba para repasar el ultimo dosier que quedaba sobre la mesa.
        Justo dentro de uno de los carpetanos del último dosier lo encontré. Había unas quince fichas técnicas referentes a los teléfonos móviles. Dejando aparte todas las especificaciones técnicas sobre la tecnología interna que era común en los miles de millones de aparatos que había en el mercado, me centré en buscar cómo diablos habían creado esas carcasas tan geniales. Al final lo encontré.
        Trabajaban con unos moldes plásticos realizados a partir de las carcasas originales de bakelita, sustituyéndola por resinas de metacrilato transparentes mezcladas con pigmentos y otros materiales que les acababan dando ese acabado tan personalísimo, puliéndolos hasta conseguir ese aspecto de joya. La información que daban las fichas técnicas era muy limitada: no ponía nada sobre el tratamiento de esa resina sintética ni cuáles eran los procedimientos técnicos a seguir para, por ejemplo, incluir en su interior los miles de cristalitos de bola de discoteca.
        Ya tenía un objetivo para los próximos días, lograr el máximo de información sobre esa técnica.
         Sin duda alguna a la mañana siguiente o el viernes tendría que tener una reunión con personal. La burocracia es la burocracia y los lacayos de Vanessa necesitarían constancia por escrito de mi aceptación del nuevo puesto.
        Justo en ese momento llego Darío del restaurante con el avituallamiento para cenar. Yo estaba eufórico y en un arrebato, me dio por abrir una botella de cava que había quedado en la nevera de la última barbacoa. -Mmmh… Comida china y cava… ¿Porque no?- Dijo mi chico riéndose. -¿Me contaras de que va toda esa movida de los teléfonos móviles?- añadió mientras repartíamos los paquetes con el logo del Restaurante “La Gran Muralla” por la mesa.
        -Si te soy sincero, aun no tengo ni idea de cuál es mi sitio en toda esta historia de los teléfonos inalámbricos exclusivos. Y la verdad es que me importa un bledo. Lo único que me interesa es este nuevo material que acabo de descubrir que es genial y me permitirá reinventar por completo a Dragg Issis.- Le contaba mientras le daba un bocado a un rollo de primavera empapado en salsa agridulce. Y mientras devorábamos el pato laqueado y la ternera con setas y bambú le conté a Darío todo lo que me había sucedido en la empresa multinacional japonesa desde la mañana.
        Después de felicitarme por el giro de los acontecimientos me soltó: -Y no te preocupa el que en la fábrica descubran que estás trabajando por tu propio interés en vez de por el interés de la empresa.- Poniendo el dedo en la llaga.
        Dediqué un momento a meditar que responder a ese razonamiento, llegando a la siguiente conclusión: -Todos los indicios me llevan a la conclusión de que esta empresa no estará en funcionamiento más allá del año 2000. Si consigo aprender cómo trabajar el metacrilato para conseguir esos resultados tan buenos, saldré de la fábrica con más recursos para tirar adelante que el resto de los empleados, pues la mayoría de ellos, después de trabajar muchos años solo han aprendido a clavar tornillos, empaquetar bultos o insertar componentes.-
        -Si lo tienes así de claro, cariño, adelante.- Dijo Darío mirándome a los ojos y ofreciéndome su copa de cava para brindar.
        Esa noche, después de hacer el amor con mi chico, volví a soñar con Hikaru Yamahaka. Hacía ya varios meses que no soñaba con él y empezaba a pensar que después de haber recibido todos sus mensajes póstumos ya no volvería a aparecerse en mis sueños. Esta vez caminábamos los dos por el larguísimo sendero de piedras blancas circulares que partía en dos un precioso jardín japonés. Yo vestía el ya famoso kimono azul de ribete rojo y él llevaba puesto un kimono masculino de color negro con un paisaje boscoso bordado con hilo dorado y plateado. Mientras atravesábamos los puentes de madera construidos sobre un larguísimo y zigzagueante estanque repleto de carpas de todos los colores y tamaños, yo le recriminaba al nipón todos los problemas que estaba teniendo como consecuencia del tórrido romance que habíamos vivido. Mientras, mi amante me miraba y sonreía complacientemente. Cuando llegamos al rincón donde estaba la higuera con forma de gruta donde lo había visto morir en otra pesadilla, me tapó los labios con el dedo índice y por primera vez en todos esos meses oí a Hikaru hablar en mi sueño. -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Me dijo justo un momento antes de desvanecerse en una ventisca de pétalos de cerezo en flor.
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Era la letanía que se repetía en mi cabeza una y otra vez desde que sonó el despertador a las seis y media. Más tarde ya en la fábrica, mientras tomaba el segundo café con las mosqueteras, bueno todas menos Andrea que no apareció, esas mismas palabras se repetían como un tintineo en mi cerebro: -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.-  Mostrándome totalmente ausente ante mis amigas que esperaban ansiosas alguna explicación o cotilleo sobre la nueva sección. Sonó la sirena, y después la musiquita de la gimnasia japonesa. Gimnasia japonesa que hice siendo consciente de que todo el mundo estaba (de nuevo) pendiente de mí.
        Mientras el jefe de producción empezaba el meeting dando las producciones del día anterior y las previsiones para ese día, yo salí por la puerta lateral y tranquilamente me dirigí hacia el edificio de administración. Para mi sorpresa cuando llegué a la nueva sección súper secreta la puerta estaba cerrada con llave.
        Como no tenía muy claro que debía hacer ni de quien debía recibir órdenes, me senté en uno de los sofás de la sala de espera de la recepción y esperé leyendo una revista a que alguien se dignase a decirme alguna cosa. Fueron pasando algunos de los lacayos de Vanessa que me miraban disimuladamente y algunas visitas se sentaban cerca de mí mientras esperaban ser recibidas. Esa situación se mantuvo casi por dos horas, hasta que apareció Andrea y se sentó a mi lado.
        -Que sepas que sigo muy molesto contigo por lo que me hiciste antes de Semana Santa.- Le dije sin quitar la vista de la revista que estaba leyendo.
        -Te pedí perdón.- Murmuró. -¿Y ahora quizás podríamos seguir la reunión donde la dejamos ayer?- Preguntó esperándose un tono más conciliador por mi parte.
        -¿Tan difícil era mostrarme lo que se hacía en la sección secreta?- Le contesté con otra pregunta. -O, ¿Es que el tema no tiene nada que ver con lo que me mostró Makoto?-
        -Un poco se trata de eso.- Dijo Andrea. -Desde personal han constatado que tienes cierta habilidad para ejercer de colaborador y ayudante de los técnicos japoneses y ahora estarás asignado a esa sección como operario de apoyo de los dos nuevos técnicos japoneses.- Añadió.
        -Cuánta razón tenía el Sr. Cubiles.- Dije lamentándome.
        -¿Que tiene que ver el antiguo jefe de control de calidad en todo esto?- Preguntó la presidenta del comité muy extrañada.
        -Me advirtió del hecho que si en personal se enteraban de que hablaba inglés, acabaría con muchísimo más trabajo del que podría hacer por el mismo sueldo.- Dije con toda la mala leche de que era capaz.
        -Bueno, por lo que se, hay más argumentos que ese para que te hayan adjudicado a ese puesto.- Dijo Andrea con tono condescendiente.
        -Ok. Hay algo más que deba saber, o simplemente me pongo detrás de esos dos como un perrito y espero a que me den instrucciones.- Dije mirándola a los ojos intentando intimidarla.
        -Hay mucho más. Y te lo contaremos Dolores y yo si te dignas a escucharnos.- Mientras, se levantó y se dirigió a la sala de reuniones esperando que la siguiese.
        Mansamente, seguí a la presidenta del comité de empresa de nuevo hasta la mesa ovalada, donde me plantearon más extensamente el proyecto en el que trabajaban Kaede y Makoto. Para poder colaborar con ellos tendría que hacer un cursillo intensivo donde aprendería a utilizar los ordenadores, internet, y lo que más me interesaba a mí: todos los procedimientos técnicos para poder crear esas maravillosas modificaciones a los aparatos. Tan necesarias para conseguir el interés del público VIP por ese producto.


        Posdata:
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Tuve que repetírmelo infinidad de veces para empezar a creérmelo. Maldito Hikaru Yamahaka.




domingo, 3 de diciembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Andrea, Dolores, secciones secretas y un japones de pelo azul llamado Makoto.1 )

ANDREA, DOLORES, SECCIONES SECRETAS Y UN JAPONES DE PELO AZUL LLAMADO MAKOTO.1 (Reticencias exasperantes)


        El día de San Juan lo pasamos literalmente durmiendo. Contribuyó a ello el que llegásemos a casa a eso de las diez de la mañana. La verbena de la noche anterior acabó en el PACHA pasadas las ocho de la madrugada, además antes de irnos con la paga, el Sr. Roure quiso reunirse conmigo para exponerme sus planes sobre María como camarera.
        La sorpresa me la llevé cuando me soltó la bomba: Tatiana dejaba de trabajar de camarera a partir del uno de Julio. En realidad iba a casarse a medianos de verano, y esa era la excusa que había usado para colgar el hábito de camarera después de más de quince años tras la barra. La aparición de María le había venido de perlas al propietario, pues la idea de una mujer coctelera en la barra de la terraza Chill-Out le seducía muchísimo. A partir de la semana siguiente Irene sustituiría a Tatiana en la barra de Tatiana (esa barra seguiría llamándose así durante años) y María sustituiría a Irene.
        Durante el desayuno en el Bar Paco, Tatiana nos invitó a una botella de cava para celebrar su inminente matrimonio con un empresario holandés, con el que mantenía una relación desde hacía más de cinco años. La mitad de los que estábamos en la mesa no teníamos ni idea de que tuviese pareja. De hecho desconocía casi todo de la vida de la mayoría de los compañeros del PACHA. Para poner un ejemplo, de Markus, no tenía ni idea si estaba en pareja o no, la verdad era que no sabía ni tan siquiera si era español o extranjero.
        El desayuno se alargó hasta bien entradas las nueve y media. A María le estaba dando un bajón tremendo, y el cava no la estaba ayudando en nada. Así que le propuse que se quedase a dormir en la habitación de invitados de mi casa. Eran las diez de la mañana y ya estábamos los tres durmiendo a pierna suelta. Así estuvimos hasta las seis de la tarde, hora en la que mi compañera de la empresa multinacional nos despertó para decirnos que se iba a su casa para cambiarse y regresar a la discoteca. No tuve tiempo de contarle los planes que tenía el propietario para ella, de hecho no tuve tiempo ni de preguntarle como pensaba hacerlo para ir hasta el parking del PACHA, que era donde se había quedado su coche.
        Tres horas después, mientras me transformaba en Dragg Issis de nuevo pude ver como María regresaba completamente eufórica de reunirse con el Sr. Roure, convertida ya en la camarera-coctelera oficial de la barra Chill-Out. Por otra parte, me resultaba muy extraño el no tener noticias de Martin. Creía que el saber que en siete días lo tendría de compañero compartiendo escenario, era suficiente excusa como para quedar y compartir opiniones.
        Con Martin nunca habíamos tenido una amistad de las de quedar cada dos o tres días, pero, aunque llevásemos un par de meses sin encontrarnos o llamarnos, los dos solíamos buscar una excusa para quedar y hablar de nuestras cosas. Ahora hacia más de un año que no nos habíamos buscado y me preocupaba que el tiempo y la distancia hubiese hecho mella en nuestra amistad. La verdad era, que desde que, con el personaje de Dragg Issis me habían empezado a salir trabajos remunerados, dejó de llamarme para quedar y hablar de nuestras cosas, y si a eso le sumábamos cierto desinterés por mi parte y los setenta kilómetros que había desde Palamós hasta Figueres, no era extraño ese distanciamiento. Nos volveríamos a ver en una semana y saldría de dudas.
        El sábado veinticuatro pasó rápido, entre la clientela resacosa de la noche anterior y el poco entusiasmo que le pusimos las Dragg Queens (no nos molestamos ni en cambiar las canciones de las actuaciones de la verbena). Además los strippers se cabrearon por el malentendido de la noche anterior y no apareció ninguno para la sesión del sábado. La verdad, nadie los echó de menos. Tenía la sensación de que el tema de los desnudos masculinos ya no daba mucho más de sí, al menos en la sesión de los sábados. La única nota de color de la noche la dio Tatiana, que invitaba a chupitos a todo el mundo como despedida de su vida laboral nocturna.
        Como, a parte de la euforia de María por su próxima incorporación a la plantilla del PACHA, no sucedió nada que considere de mención. Pasare directamente al miércoles siguiente en la empresa multinacional japonesa.
        Ese día, recién llegado a la empresa y justo después de tomarme el café de rigor con las mosqueteras y de cruzar varias miraditas de complicidad con María, justo en el momento que sonaba la sirena que anunciaba el inicio de la musiquita de la gimnasia japonesa, Andrea me pidió que me quedase en la sala de descanso. Ante mi cara de sorpresa, me dijo que tendría que acompañarla a la sección de personal.
        Al preguntarle sobre el motivo de semejante requerimiento, se negó a decírmelo con un escueto: -Todo a su debido tiempo.-
        Mientras cruzábamos el complejo a través del almacén de material de fabricación no pude dejar de darme cuenta del caos cósmico en que estaba sumida esa sección. Los millones de piezas, paquetes y fardos de componentes se acumulaban a montones en un desorden controlado solamente por las hábiles manos y mentes de los encargados de esa zona. Mientras las cadenas cinco y seis empezaban a producir algunos de los nuevos productos adjudicados recientemente. -Qué diferencia que hay con el stock que había en abril.- Pensé. -Con todos estos modelos nuevos que se van a fabricar a partir de ahora la empresa tiene asegurada su viabilidad hasta el año 2000.- Meditaba mientras entrabamos en el edificio de administración. Allí nos esperaba Dolores, la secretaria del Jefe de Personal, que se nos acopló con un expediente en la mano mientras subíamos a la sala de reuniones.
        Al pasar por delante de la muñeca de porcelana, de golpe, noté como un respingo detrás de la oreja. -¿Podría ser que hubiese alguna cámara en la sala de espera y me hubiesen grabado mientras me llevaba el contenido del cajón de la urna de madera y cristal?- Pensé con preocupación. Aunque, la verdad, tampoco podrían molestarse en exceso, pues el contenido del paquete iba dirigido a mí. En fin, en un momento me quedaría claro si se trataba de eso.
        Nos sentamos Andrea, Dolores y yo alrededor de la enorme mesa oval de la sala de reuniones. Parecía que estuviésemos esperando a alguien más porque ninguno de los presentes decía nada. Cinco minutos interminables después, empecé a impacientarme y pregunté: -¿A quién estamos esperando?-
        -En realidad… A nadie.- Dijo Dolores sin saber muy bien cómo empezar a hablarme.
        Pasados cinco minutos más en los que nos dedicamos a mirarnos a los ojos incómodamente y sin que nadie se atreviese a decir nada, Andrea muy indecisa rompió el hielo: -¿Cuáles son tus expectativas dentro de esta empresa?- Me preguntó directamente la presidenta del comité de empresa.
        -Ninguna.- Contesté taxativamente.
        -¿Me estás diciendo que te complace la idea de seguir haciendo lo que estás haciendo ahora durante los cuarenta años que te faltan para jubilarte?- Preguntó Dolores muy afectada.
        -Soy pragmático.- Contesté. -Sinceramente, ¿qué posibilidades hay en esta empresa de que un empleado no cualificado salga de la cadena de montaje o del grupo de estibadores del almacén?- Añadí dejando bien clara mi posición al respecto.
        -Ya te dije que esto iba a ser muy complicado.- Le dijo Andrea a Dolores dejándome muy claro que llevaban mucho tiempo preparando esta reunión. -Los encargados y la antigua dirección lo putearon muchísimo y ahora está completamente quemado, arisco y cerrado a cualquier propuesta que le hagamos.- Añadió. Hablando como si yo no estuviese delante de ellas escuchándolas.
        -¿Pues tú me dirás como lo hacemos?- Dijo Dolores mirando a Andrea. -Porque desde Dirección lo quieren en la nueva sección. Y esta vez no van a aceptar un no como respuesta.- Siguió hablando mientras a mí ya me empezaba a molestar el que me estuviesen ignorando de ese modo. En ese momento se dieron cuenta de que si lo que buscaban era tranquilizarme lo estaban haciendo fatal y se callaron las dos.
        Por mi parte, aun le guardaba cierto rencor a Andrea por la actitud que me demostró antes de Semana Santa, al haberse posicionado y dar crédito a los chismorreos que corrían sobre mi persona en  la sección de personal. En cuanto a Dolores, no sabía mucho de ella, pero el solo hecho de estar trabajando a las órdenes de Vanessa hacia que no sintiese la más mínima confianza hacia ella. Al verlas tan inquietas, me envalentoné: -Como veo que tenéis mucho que hablar entre vosotras, yo regresaré a mi sección, que tengo muchísimo trabajo acumulado. Cuando tengáis las ideas más claras, si procede, me contáis alguna cosa.- Dije mientras me levantaba y salía de la sala, quedándose las dos con un palmo de narices y sin poder articular ninguna palabra.
        Mientras regresaba a mi sección, me regocijaba en la idea que me venía a la mente, donde el departamento de personal estaba por un lado, muy presionado por Klaus-Hiro y por el otro se sentían terriblemente acuciados por mi negativa a aceptar cargos de responsabilidad, todo ello amenizado por la necesidad casi enfermiza del hijo de Hikaru Yamahaka de promocionarme dentro de la empresa como compensación a unos favores que yo no era consciente de haber realizado.
        La presidenta del comité de empresa me persiguió a través de los coches de la zona de parking llamándome para que me parase. Insistió en que regresase o que por lo menos intentásemos hablar mientras tomábamos un café. Accedí a su propuesta y nos dirigimos al comedor de la empresa. Curiosamente, el espacio más concurrido a la hora del almuerzo resultaba ser la zona más íntima el resto del día. Tan solo se oía cierta actividad en la cocina: el ruido de los cuchillos trabajando, el agua limpiando alimentos, el bullir de los pucheros y el silbido de algunos fogones.
        Nos preparamos un café y nos sentamos en un rincón. -No entiendo esta aversión que le tienes a los puestos de responsabilidad.- Dijo Andrea, sorprendida por la actitud que demostraba al respecto. -La mayoría de los empleados matarían por las oportunidades que tú desperdicias.- Añadió, mientras yo la escuchaba en silencio. La mosquetera me miró a los ojos, parecía ciertamente desesperada, y me dijo. -Sinceramente, no sé qué perra le ha cogido al Director General contigo, pero lleva un mes preparando una sección a medida para colocarte.-
        -Joder pero que pesado que es Klaus.- Pensé. -Si quiere mostrarse agradecido que haga como todo el mundo y envié una tarta, una cesta de fruta o una caja de bombones.- Seguí pensando mientras fingía que escuchaba a mi amiga, que esperaba una respuesta de mi parte.
        -Estoy fantásticamente bien en mi sección.- Le contesté con tono muy serio. -La verdad, empiezo a estar cansado de que continuamente quieran encajarme responsabilidades que no me interesan lo más mínimo.- Añadí.
        -Pero, ¿no vas ni tan siquiera a escuchar la propuesta que te hacen?- Preguntó con tono desesperado.
        -Tienes mi curriculum ¿verdad? Pues compáralo con esa propuesta y si crees que se ajustan volveremos a hablar del tema.- Le contesté mientras daba un sorbo al café y meditaba sobre el hecho de que aún no eran las nueve de la mañana y ya llevaba cuatro cafés en el cuerpo. -Esto no tiene que ser bueno para la salud.- Pensé. Mientras, Andrea dándome por imposible me invitaba a volver a mi sección.
        Cuando llegué al almacén de control de calidad me encontré con una desagradable sorpresa. Había otro chico en mi puesto de trabajo, chequeando los aparatos codo con codo con María. -Fantástico.- Pensé, mientras empezaba a encenderme por dentro.
        -En la reunión de esta mañana me han dicho que tú ya no estabas asignado a esta sección y que a partir de hoy Pere te iba a sustituir.- Se disculpó mi amiga cuando me vio entrar en la sección y se dio cuenta de que no me hacia ninguna gracia los cambios que se habían producido.
        No sé si sería por la gran cantidad de cafeína que llevaba en el cuerpo o por la recién consumada conspiración hacia mi persona, pero tenía ganas de partirle el alma a alguien. Siempre había reaccionado muy mal a las situaciones impuestas y esta no sería una excepción. De eso estaba muy seguro.
        Necesitaba tranquilizarme y solo se me ocurrió irme hasta mi coche y encerrarme dentro. Estaba siendo irracional, era evidente que me estaban poniendo en la situación de aceptar lo que supusiese ese cambio de sección o irme. Y la idea de despedirme a la brava de la empresa, en ese momento, no me seducía nada. Justo entonces oí que golpeaban el cristal de la ventana del conductor. Era Álvaro. Dio la vuelta al coche y entró por la puerta del copiloto. -Tu siempre tan melodramático.- Dijo mirándome por encima del hombro.
        -Ahora es cuando tú vas a hacer de poli bueno y me dirás lo bien que estaré en otra sección ¿No?- Le dije.
        -Bueno… estos son los inconvenientes de meterte en la cama de un jefe.- Dijo mi exnovio. -Se acaban obsesionando y nunca creen que hacen lo suficiente para valorarte como es debido.-
        -Gracias, me estas animando muchísimo.- Le dije haciendo el gesto de vomitar con los dedos en la boca.
        -Klaus está empeñado en aprovechar tu talento creativo para la empresa. Y ya sabes lo persuasivo que puede llegar a ser.- Dijo Álvaro muy serio.
        Esas palabras terminaron de encenderme. Me giré mirando al pelirrojo fijamente a los ojos y le dije: -Dile a tu novio, que por ahora lo único que ha conseguido con los ineptos que me ha enviado para convencerme, es que me plantee muy seriamente el dejar de trabajar para esta empresa. Y ahora si no tienes nada más que decirme me gustaría estar solo un rato.- invitándolo a salir del coche.
        Mientras veía como Álvaro regresaba a la nave, me di cuenta de que, oficialmente en ese momento no pertenecía a ninguna sección, así que en teoría nadie me echaría de menos. Eran las nueve de la mañana y hacia un día genial, casi de verano, ideal para estar tumbado tomando el aire en el césped. Me acordé que tenía un libro que aún no había empezado a leer en el maletero, así que busqué una sombra agradable desde donde pudiese verme todo el mundo y empecé a leer, con la esperanza de crear una situación lo suficientemente absurda como para que se solucionase por si sola.
        A las diez, cuando sonó la sirena del descanso de la mañana, las mosqueteras se plantaron en bloque a mí alrededor. Me traían un café (maaas café, era lo que me hacía falta en ese momento) y se quedaron sentadas a mi alrededor esperando a que yo les dijese alguna cosa. El problema era que no tenía absolutamente nada que contarles, así que opté por quitar hierro al asunto y pregunté a María por las aptitudes de su nuevo compañero, poniéndola en un aprieto, pues por muy buenas que fuesen sus cualidades no podía hablar bien de él sin hacerme un desprecio a mí. Quince tensos minutos después regresaron a su trabajo y yo seguí leyendo.
        A eso de las once apareció Makoto, el japonés del pelo azul, saliendo del edificio de administración. Se acercó a mí y me saludo en inglés. -Hola, hace un día genial para estar tumbado en el césped.- Y se sentó a mi lado. -¿Es interesante el libro que estás leyendo?- Preguntó.
        -Es Dune, de Frank Herbert.- Le dije. -Vi la película y aunque parecía interesante no entendí nada, así que he decidido leerme el libro.-
        -Te va a encantar.- Dijo. -Creo que es de los mejores libros de ciencia ficción que se han escrito.-
        -Gracias.- Le dije. -Realmente lo estoy disfrutando.-
        -Una cosa… los vestidos y pelucas que usas para tu show… ¿Los haces totalmente tú con tus manos?- Preguntó poniéndose de rodillas y mirándome fijamente.
        -Si.- Contesté.
        -Sabes que eres realmente bueno diseñando y haciendo ropa ¿no?- Añadió.
        -Sí, eso ya lo sé.- Contesté empezando a temerme por donde quería llevar la conversación.
        -Yo intente hacerme algún disfraz para asistir a las convenciones del Manga, pero soy un negado para el tema del diseño de ropa.- Dijo riéndose. -Así que tengo que contratar a especialistas para que me hagan esas cosas.- Añadió mientras gesticulaba con las manos, de no ser japonés (porque me es dificilísimo ubicarlos) creería que ese chico era súper mariquita.
        Como veía que todo me llevaría hacia esa situación, le hice la gran pregunta: -Exactamente, ¿Qué haces tú para esta empresa?-
        -Colaboro en un estudio de mercado junto con Kaede.- Dijo orgulloso.
        -Y ¿Cuál es la especialidad laboral de Kaede?- Pregunté.
        -Es una de las mejores analistas de tendencias de mercados y estudios sociológicos aplicados al consumo del mundo.- Dijo dejándome de piedra por el curiosísimo oficio de la chica.
        Era obvio que me estaba conduciendo a su terreno. De hecho estaba logrando su objetivo, yo ya empezaba a tener curiosidad por saber qué diablos se cocía en el nuevo departamento. -¿Puedo preguntarte en que consiste ese estudio que estáis realizando?- Después de decir eso me di cuenta de que ya había cerrado el libro y toda mi atención estaba puesta en Makoto.
        -Puedo hacer algo mejor.- Dijo el japonés de pelo azul. -Puedo mostrarte lo que hacemos.-
        Tres minutos después me vi acompañándolo a la secretísima nueva sección de la empresa. -¿Tan difícil era haber empezado por aquí? En vez de enviarme a esas dos incompetentes que solo deseaban justificar su empleo.- Pensaba.
        Una de las secciones de la planta baja del edificio de administración, que se solía utilizar de almacén de material y de archivo la habían vaciado, transformándolo en una especie de laboratorio de ideas. Esa fue una de las sensaciones que tuve cuando entré en esa especie de cueva de Ali Babá plagada de imágenes y diseños imposibles que empapelaban todas sus paredes y plafones divisorios. Tenían cinco ordenadores conectados a todo tipo de aparatos de los que desconocía totalmente sus propiedades y utilidades. Y en ese momento una enorme impresora estaba imprimiendo una foto de tamaño DIN2 de Makoto y Dragg Issis. No pude evitar el quedarme por un momento embobado por el hipnótico zumbido y vaivén de los inyectores de tinta a medida que se imprimía la eufórica sonrisa del japonés de pelo azul junto a una forzada sonrisa de circunstancia de la Dragg.
        -No lo entiendo… ¿Qué tipo de estudio es el que hacéis aquí?- Pregunté sin terminar de entender el porqué de todo aquello.
        -Nuestro cometido es explorar las posibilidades de transformar un producto de consumo de masas en un objeto de cualidades exclusivas.- Dijo el japonés mientras me mostraba una foto de una aspiradora a la que le habían aplicado una especie de estampado tipo piel de leopardo.
        -Y… ¿Alguien está dispuesto a pagar por algo como esto?- Dije mientras se me escapaba la risa.
        -Este es nuestro trabajo, buscar mercados potenciales donde poder colocar un producto estándar con un plus añadido que lo haga ser exclusivo.- Me contestó.
        En ese momento me sentía totalmente abrumado por el sinfín de originalidades fotografiadas que me rodeaban expuestas por todo el recinto. Algunas eran tan geniales, que me las estaba apuntando mentalmente para aplicarlas al vestuario de Dragg Issis a la que tuviese ocasión. Por lo demás, a todo lo que había allí no le veía el más mínimo sentido práctico para una empresa cuyo principal activo era la producción en masa de artículos de bajo coste, destinados a la población de clase media y baja que pudiesen permitírselos.
        La pretensión de crear objetos híper exclusivos para personas de clase muy alta o VIP’S, me parecía un hándicap del todo imposible, incluso para una empresa multinacional con los medios de que disponía esta.
        Y llegados a ese punto. -¿Qué diablos pintaba yo allí?- Me preguntaba.


        Posdata:
        Aunque lo disfracen de persuasión, la mayoría de las veces solo se trata de imposición pura y dura.



miércoles, 22 de noviembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Sueño, cotilleos y la Verbena de San Juan)

SUEÑO, COTILLEOS Y LA BERBENA DE SAN JUAN.

        La principal excusa para hacer una barbacoa el jueves veintidós de junio no era otra que el viernes veintitrés, día de la verbena de San Juan, a Darío y a mí nos tocaba trabajar en el PACHA. De hecho, la mayoría de los invitados tenía compromisos para la noche más corta del año, y el único día en el que todos coincidían que tenían libre era el jueves. Además, el que Miquel y su novio estuviesen pululando por la región se juntaba con el hecho de que, desde semana santa no habíamos realizado ninguna barbacoa nocturna y ya tocaba.
        Después de la gran revelación en la barbacoa de la noche anterior, donde que Álvaro me dejó bien claro cuáles fueron los motivos que provocaron el que, de la noche a la mañana me sustituyese como pareja por Klaus-Hiro Yamahaka y que, sin duda, se resumían perfecta y claramente en uno solo: -Ya no siento nada por ti y ahora ese otro lo es todo para mí.- Comprenderéis que, a pesar de estar completamente rendido, no pegase ojo en toda la noche.
        Llevaría dormido unas dos horas cuando sonó el despertador a las seis y media. Como un zombi me arrastre hasta la ducha donde aposté por el agua fría para buscar una reacción extrema que lograse sacarme del trance en el que estaba sumido. Era el segundo día que empezaba en la fábrica con el súper combinado de cafeína y el cachondeo de las mosqueteras por los motivos que podrían inducirme a perder el sueño empezaban a ser de lo más molestos.
        Estaba convencido de que durante el viernes, cada vez que viese a mi expareja, me vendrían a la cabeza las lapidarias palabras que me dijo la noche anterior, durante la maldita barbacoa que hicimos en casa. Y sinceramente, la idea de aceptar que una sola sesión de sexo con el mestizo rubio hubiese provocado un terremoto de proporciones bíblicas en los sentimientos que el pelirrojo sentía hacia mí, se me hacía totalmente irreal.
        Pero la realidad era terca, y se imponía ante mí: Álvaro era ahora el flamante novio o amante (aun no lo tenía claro) del Director General de la empresa. Y a mí me tocaba aceptarlo y asumirlo, más que nada por una cuestión de salud mental, porque como siguiese dándole vueltas a ese tema, acabaría volviéndome completamente loco.
        El viernes pasó lentamente, daba la sensación de que nunca llegarían las cinco de la tarde, porque ese día más que nunca necesitaba llegar a casa para ponerme en la cama y hacer una siesta de tres horas antes de irme al PACHA y poder ser Dragg Issis en condiciones.
        Después de una mañana eterna, a la hora del almuerzo, volvieron a aparecer por el comedor los mismos personajes del día anterior: la chica japonesa y el chico del pelo color azul celeste, acompañados de nuevo por Andrea y Dolores. Esta vez pasaron más desapercibidos, o por lo menos eso parecía, ya que los compañeros que estaban comiendo no se giraron en bloque para mirarlos. El departamento al que estaban asignados esos nuevos técnicos parecía ser el secreto más bien guardado de la empresa, tanto que ni tan siquiera Rosita había conseguido la más mínima información al respecto de Andrea. Yo tenía mi propia teoría al respecto: Sin duda alguna su presencia en la fábrica tenía que ver con los nuevos modelos a fabricar en los próximos años. No era casualidad que apareciesen por aquí justo en el momento en que el almacén de fabricación rebosaba de nuevos componentes a punto de caramelo para empezar la fabricación en serie.
        Pero mis teorías al respecto estaban a punto de cambiar radicalmente, y empezaría a cuestionármelas ese viernes por la noche en el PACHA.
        De la sesión del viernes empezaré destacando que después de una reparadora siesta de tres horas, di la bienvenida a María a sus diez días de prueba como aspirante a camarera en la discoteca. El Sr. Roure decidió que para que la chica no se estresase excesivamente en su primer día, el primer contacto lo hiciese en la Barra Chill-Out de la terraza haciendo de apoyo a Irene. Lo que, a efectos prácticos, significaba que la mosquetera, que se había puesto monísima para la ocasión, empezaría a trabajar en el peor día del año: La verbena de San Juan. La verdad era que si sobrevivía a esta noche y aun le quedaban ganas de seguir trabajando de camarera, tendría el trabajo asegurado en el PACHA.
        Decidí ponerme divinísima para esa noche tan especial, así que tiré de mis mejores galas. La sorpresa la tuve cuando descubrí que había engordado desde el año anterior y me resultaba imposible ajustarme el corpiño del vestido estival sin morir asfixiado. -¡Mierda! tendría que retocar todos mis vestidos del verano.- Pensé mientras cogía el maletín de primeros auxilios de costurera y ferretería (versión Dragg Queen). Después de solventar el engorro gracias a mi pericia en el arte de coser y mover botones, me calcé de nuevo el corsé con el enorme vuelo trasero de tela estampada en imitación de piel de lagarto que iba a juego con los guantes y las botas de plataforma. Un enorme pelucón muy crepado de color azul, un bañador tipo pantaloncito plateado y muchas cadenas y accesorios de color metal completaban el maquillaje en azules y purpurina brillante de Dragg Issis.
        Al subirnos a la limusina me dio la sensación de que cada día éramos más gente en el recorrido promocional. A los habituales de siempre: Darío, los dos seguratas, Tatiana y las dos Draggs se nos habían acoplado María, Bruno y Fabián, los dos strippers. El propietario, creo que acertadamente, había incluido a María en el equipo de publicidad, ya que no iba a pagarla durante los días de prueba, por lo menos le daba la opción de cobrar las comisiones por publicidad y le pagaba la cena. El problema lo tendríamos a la hora de ir a cenar a la “Yaya Pepa”, sin duda alguna el local estaría petado y a Alfredo no le haría ninguna gracia el tener que prescindir de una mesa para diez personas el día de más trabajo del año. De hecho llevaba notando cierta hostilidad por parte de los encargados de los locales propiedad del Sr. Roure desde que éramos tantos a cenar. Sobre todo desde que a principios de junio parecía que con el buen tiempo de los fines de semana la gente solía salir más de fiesta. Me empezaba a molestar que los sábados siempre tuviésemos que comer en la mesa de al lado de la puerta del cuarto de baño.
        Alfredo nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja, ese bonachón nos había reservado una gran mesa frente al ventanal para que todo el mundo que pasase por la calle viese al espectáculo de Draggs que había dentro. Tenía el resto del restaurante transformado en una enorme verbena de mesa única, donde los participantes ya habían empezado a cenar. Me di cuenta de que el generoso encargado esperaba que a los postres nos arrancásemos con unos cuantos playbacks y así le amenizásemos la fiesta que tenía organizada. Como la clientela tenía contratado un menú cerrado de escándalo, a nosotros nos sirvieron lo mismo, más que nada para no empezar a marear a la cocina con platos de la carta. Yo estaba sufriendo por el aguante del apaño que había hecho en los botones del vestido si es que me atrevía a comerme todo lo que nos estaban sirviendo, y el resto del grupo… se puso las botas.
        Cuatro actuaciones y muchos chupitos después, empezamos el circuito de los Pubs y el reparto de invitaciones. Mientras hacíamos el loco por la calle comercial e íbamos de un bar a otro, me fijé que esa noche también inauguraban las discotecas de temporada de verano. Vi bastante publicidad del ALEXANDRA’S, un local que presumía de ser la discoteca más elitista del verano en la zona. No dejaba de ser una enorme terraza sobre el mar en un extremo de la playa con una pista de baile escondida dentro de una gruta natural, combinaba la música Chill-Out i Ambient con el Hause de moda del momento en la sala del interior. Todo aquel que pretendía ser alguien en la región tenía que asistir como mínimo una vez a la semana a las glamurosas fiestas que montaban los promotores, donde pagabas una fortuna por entrar y por cada copa.
        El otro local de temporada, y este sí que me preocupaba, era LONDONER. Siempre había sido una competencia directa del PACHA y para este verano en los carteles de promoción prometían traer lo mejorcito de la isla blanca. Durante todo el trayecto promocional estuve pendiente por si veía más Dragg Queens o chulazos y chulazas tipo gogos del estilo del SPACE, AMNESIA o Disco Ku (el actual PRIVILEGE de Ibiza), aunque, a las dos y media de la madrugada, mientras regresábamos al PACHA nada me hacía pensar que, a veinticuatro de junio, hubiese mucho de Ibiza rondando por ese municipio de la Costa Brava.
        A eso de las tres y cuarto a la discoteca le faltaría poco para tener el aforo permitido completo. Los dos strippers se estaban discutiendo para saber cuál de los dos iba a actuar. Por lo visto había habido un error y la agencia que los contrataba había enviado a dos “boys” como cada viernes, cuando el Sr. Roure había pedido explícitamente solamente uno y solo para una actuación, como si se tratase de un sábado normal. Al final se pusieron de acuerdo en hacer una sola actuación pero con los dos strippers juntos, repartiéndose el sueldo y trabajando por la mitad de su tarifa normal.
        Cuando le toco actuar a Dragg Essencia a eso de las cuatro de la madrugada, el local sin duda alguna ya estaba con el aforo completo… y aún seguía entrando gente al mismo ritmo. En media hora sería imposible moverse por la discoteca. Las barras trabajaban a toda máquina y los camareros deseaban que empezásemos las actuaciones para tener un respiro. Juan, con un vestido al estilo retro-dragg se marcó una versión discotequera de “Puente hasta Mallorca” de “Los Mismos”. Me sorprendió muchísimo la buena acogida que tuvo entre el público su versión de una canción tan antigua. Acto seguido, yo destripé el “You Oughta Know” de Alanis Morrisette, alucinando por la entrega de la concurrencia a la hora de corear la canción.
        Tal y como habíamos acordado, después de las primeras actuaciones, nos reunimos Dragg Essencia y yo en el camerino para coger una gran coca de San Juan cortada a cachitos cada uno y repartirlas entre los clientes que deseasen picar un trozo. Mientras Juan se recorría el fotocool y la barra principal y me dirigí a la barra de Tatiana y la terraza Chill-Out y de paso echar un vistazo a María para ver qué tal le iba con Irene.
        Aunque en la terraza había mucha gente, no tenía nada que ver con la masificación que había en el interior de la discoteca. Parecía que María se desenvolvía bien y estaba sacando partido a las clases de coctelería que le había dado durante los descansos en la fábrica. La verdad es que tenía cierto morbo el ver a una mujer ejerciendo de coctelera, un oficio normalmente reservado a hombres. Siguiendo con el propósito que me había llevado allí, ofrecí el pastel relleno de crema a los clientes que ocupaban los reservados de la terraza. Al llegar al reservado que quedaba detrás de la barra entendí el porqué de las señas que me estaba haciendo María desde que me vio entrar en su zona. Ocupando los sofás de mimbre acolchados y alrededor de dos botellas de wiski de doce años carísimo y un bol lleno de hielo estaban Klaus-Hiro, Álvaro, el Sr. Kaneda, el chico del pelo azul y la chica japonesa. Al verme aparecer con la bandeja, repartiendo coca de San Juan me saludaron muy efusivamente insistiendo en que me sentase con ellos. Después de dejar la bandeja sobre la barra delante de una apuradísima María que no daba crédito a lo que veía, me senté con ellos y me serví un buen lingotazo de ese carísimo wiski. Total, si tenía que soportar la incomodidad que suponía el que todos los directivos de la multinacional japonesa me viesen con el culo al aire y montado sobre los plataformones, haría que la cuenta les saliese lo más cara posible. Aunque le temía al lunes… por suerte no tenía que verlos desde mi puesto de trabajo.
        Me presentaron a Makoto y Kaede. Los dos hablaban en inglés, la verdad es que disponía de muy poco tiempo para dedicarles, y Makoto, el chico del pelo azul, parecía estar alucinando conmigo. No paraba de decirme lo maravilloso que era mi atuendo y lo genial que había actuado en el escenario. No paraba de pedirle a Kaede, la chica, que nos hiciese fotos los dos juntos.
        Me interesé por su curioso pelo azul celeste y me contó que trabajaba para muchas revistas de moda y tendencias como crítico de Manga, Anime y culturas suburbanas. Por lo que pude entender, su trabajo lo obligaba a asistir a casi todas las ferias de comic y manga de cierta relevancia en cualquier lugar del planeta. Solía ir disfrazado de un personaje de un comic muy famoso en Japón y que yo desconocía completamente. Como el personaje en concreto tenía ese color de pelo, y no encontraba ninguna peluca que le pareciese lo suficientemente convincente, optó por dejarse crecer el pelo y teñírselo. -Con un par de huevos.- Pensé yo.
        Makoto me monopolizó por completo hasta que tuve que regresar a la pista de baile pues ya nos tocaba realizar la segunda actuación. Me quedé con las ganas de saber alguna cosa de la chica japonesa. Para llegar al pódium me las vi y me las deseé. Darío y Tatiana, completamente superados por el excedente de trabajo a consecuencia de la multitud que pretendía tomar una copa, nos guardaban el micrófono inalámbrico en la barra para evitarnos el tener que cruzar la multitud que literalmente ocupaba el local para ir a la cabina del Disk-hockey y presentar el show desde allí. Verdaderamente, los chicos de la puerta se estaban pasado el aforo del local por el arco de triunfo, porque daba la sensación que en el local había el doble de la gente que la ley y el sentido común permitía. Sin duda alguna el Sr. Roure se estaría frotando las manos con la millonaria caja que se estaba haciendo esa noche.
        Dragg Essencia interpretó (por enésima vez) el “Sobreviviré” de Monica Naranjo y yo, ya sin toda la parafernalia del corpiño y las mangas (el calor era insoportable) me arranque con el “Simply The Best” de Tina Turner. Eran las cuatro y media y las barras no daban abasto. Me fue imposible volver a la terraza, además después de la segunda actuación teníamos que hacer una sesión de fotocool y la cola de la clientela que deseaba hacerse una foto con las Draggs y los strippers parecía que no tenía fin.
        El fotocool era otra forma de ganar dinero que se habían montado entre el propietario y un fotógrafo amigo suyo. Básicamente consistía en un fotógrafo que sacaba fotos a la clientela bailando, junto a las Draggs, en las barras o durante toda la noche. Una vez reveladas, las fotos se exponían con un número adjudicado a cada una de ellas en el largo pasillo que iba desde las taquillas hasta los lavabos y la entrada de la sala principal. Los clientes chequeaban las fotos buscando las que aparecían ellos y podían encargarlas, pagando por adelantado, para el fin de semana siguiente. Este negocio funcionó de maravilla hasta que aparecieron las cámaras digitales y los móviles con cámara.
        A las cinco y media, cuando pude acceder de nuevo a la terraza Chill-Out, mis jefes y sus acompañantes ya no estaban. Un poco decepcionado me acerqué a la barra y le pedí un wiski con limón a María. -Que jeta que tienes, te has metido un wiski de a tres mil pesetas la copa, de la botella de los jefes y ni te has inmutado.- Dijo mi amiga completamente escandalizada.
        Sin hacer el más mínimo caso al comentario de María me dirigí a Irene: -¿Cómo le ha ido?- Le pregunté. -¿Ya tenemos nueva camarera en el PACHA?- Dije intentando saber cómo había reaccionado al contacto con la clientela durante la noche su nueva asistente de barra.
        -Se desenvuelve bien, y sabe hacer cocteles. Solo necesita coger algo de tablas.- Me dijo Irene.
        -No es excesivamente complicado.- Añadió María.
        -Mhhh… Lo que has hecho aquí, lo multiplicas por cien y sabrás como es el trabajo de las barras del interior.- Dije mirándola siniestramente.
        -Creo que podría hacerlo.- Me contestó con tono desafiante.
        -Ok lo tendré en cuenta.- Dije, mientras tomaba mi copa y regresaba a la sala principal.
        Casi eran las seis de la madrugada, y aunque la clientela había descendido muchísimo, aun daba la sensación de que la discoteca estaba muy concurrida, sin duda alguna ese día trabajaríamos hasta bien entradas las siete de la madrugada. Me acerqué a la entrada y desde la puerta pude ver a lo lejos, entre los bloques de pisos de la primera línea de mar, como el sol incendiaba el mar a medida que aparecía en el horizonte.
        -¿Volveréis a actuar?- Me preguntó Markus, poniéndose a mi lado mirando el horizonte.
        -Yo a las seis me transformo en calabaza.- Le dije con tono irónico mientras veía como los clientes salían con las bebidas en vasos de plástico y se sentaban en la escalinata de la puerta de la discoteca para ver nacer el nuevo día. -Pregúntale a Juan, si a él le apetece actuar de nuevo… pues que lo haga.- Dicho eso, ninguno de los dos nos movimos hasta que el sol estuvo unos quince centímetros por sobre la línea del horizonte del mar.
        A eso de las siete y media, cuando la música cesó y las barras dejaron de servir. Juan y yo ya corríamos por la sala sin el maquillaje ni las galas de Dragg. La barra de la terraza hacía más de una hora que había cerrado y tanto Irene como María ayudaban a rellenar las neveras y las estanterías a las demás barras. Cuando Darío terminó, salió de la barra y de un salto me abrazó y me beso en los labios… ante los atónitos ojos de mi compañera de la empresa multinacional, que no daba crédito a lo que veía.
        -Ah… antes de que la imaginación se te vaya de las manos. Que sepas que Álvaro está liado con el Director General y este es mi actual pareja.- Le dije a María, que estaba flipando en colores.
        -Ahora lo entiendo todo.- Dijo mi amiga muy sorprendida.
        -Y otra cosa. De todo esto que acabas de descubrir, a las demás mosqueteras ni una palabra, y a Rosita menos ¿De acuerdo?- Añadí muy serio. -Ya me está superando el que mi vida privada esté en boca de todos los directivos de la empresa, como para que además todo el resto de los compañeros estén informados de todo lo que hago.- Aunque estaba convencido que el esperar ese tipo de lealtad de mi amiga era una ilusión… Todo eso se sabría en un en decir veintidós.


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        Mi abuela decía: nunca es suficiente con tener la boca cerrada para que un secreto siga siéndolo. Al final siempre acabas cagándola.


        Imagen Eriko Stark.




lunes, 13 de noviembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Cansancio, Klaus Hiro, un americano y la típica barbacoa)

CANSANCIO, KLAUS-HIRO, UN AMERICANO Y LA TÍPICA BARBACOA.

        Durante todo el jueves necesité café por vía intravenosa. La noche anterior no conseguí dormirme hasta pasadas las tres y media de la madrugada, y el despertador, implacable, sonó a las seis y media. Cuando las mosqueteras me vieron tomar el súper combinado de cafeína nada más entrar en la fábrica a las ocho menos veinte, empezaron a fabular sobre quien podría ser el responsable de mi carencia de sueño. Como que cuando suelo dormir poco, se resiente mi facilidad para comunicarme, no solté ni prenda sobre los motivos que me quitaban el sueño.
        El día transcurrió lentamente, parecía que, por algún motivo extraño, la cafeína no consiguiese llegar a mis células nerviosas y activarlas. -De seguir así me quedare dormido sobre uno de estos aparatos que estoy chequeando.- Pensaba mientras María se lo pasaba de miedo viéndome tan hecho polvo. Curiosamente, al estar funcionando todas las cadenas de montaje al cien por cien, los aparatos susceptibles de ser defectuosos aumentaban de manera exponencial.
        A la una del mediodía, mientras salíamos dirección al comedor de la empresa, vimos que se nos habían acumulado unos doce palets de producto acabado por chequear. -Si esto sigue a este ritmo no podremos dar abasto para chequear tanto material acabado.- Se quejó María.
        -Ahhh… esto es lo que tiene la tranquilidad de saber que ya no van a despedir a un montón de gente.- Dije yo. -El tener más trabajo del que materialmente somos capaces de realizar.- Añadí con satisfacción.
        -Gracias. Me has dejado mucho más tranquila.- Dijo María con tono agobiado. -No sé qué es peor, acabar en la cola del paro o en urgencias por un ataque de ansiedad.-
       -Cógetelo con calma, el que hace lo que puede no está obligado a mas.- Le dije riéndome.
        Nos sentamos en la mesa que solíamos ocupar habitualmente. Estábamos Rosita, María, Eugenia y yo. Andrea se excusó pues tenía reunión del comité de empresa con el departamento de personal. Iríamos por el segundo plato cuando aparecieron por la puerta del comedor Andrea y Dolores (la nueva secretaria del jefe de personal) acompañados de un chico japonés muy joven  y  (sorpresa) una chica japonesa.
        Todos en el comedor miramos de manera más o menos disimulada a la chica de facciones orientales que vestía una bata gris con el ribete plateado de directivo a la altura del pecho. La verdad era que, en todos los años que llevaba en la empresa nunca había visto una técnico japonés mujer en la empresa. De vez en cuando podíamos ver a la esposa de alguno de los directivos, acompañar a su pareja paseando por la fábrica, pero el ver a una chica de ojos rasgados y larga melena negra y lacia con la indumentaria de operario se nos hacía de lo más extraño.
        Aunque, sin duda, la visión de la chica distraía de lo que realmente me llamaba la atención a mí: El jovencísimo chico, delgadísimo, con el pelo largo, muy crepado y de color azul celeste. Curiosamente también llevaba el uniforme gris con ribete plateado. Por un momento pensé que llevaba una de mis pelucas de Dragg Issis.
        Durante el descanso de la sobremesa y toda la tarde fueron el tema de conversación por excelencia de todos los grupillos que se montaron en los descansos.
        Yo tenía otro tema en el que pensar: llevaba todo el día a base de combinados súper cafeínicos y tenía la sensación de que no podría soportar despierto toda la barbacoa que había programada para esa noche. Tenía la esperanza de lograr dormir una pequeña siesta desde las cinco y media hasta las ocho de la tarde. Le rezaba al cosmos para que nadie me interrumpiese durante ese sueño que tanto necesitaba.
        Al llegar a las cinco y media a casa, hice un rápido repaso para comprobar que la casa estaba en perfecto estado para recibir a los invitados de la cena y me lancé de cabeza a la cama. Conseguí dormir hasta las siete y cuarto, momento en el que llegó Darío. Había salido una hora antes con la excusa de ayudarme a prepararlo todo para la cena. -Un encanto.- Cuando me vio durmiendo a pierna suelta se desesperó.
        -¿No entiendo cómo puedes dormir, si en menos de una hora tendremos aquí a todos los invitados?- Me dijo muy preocupado. Recordé entonces que esta era la primera barbacoa nocturna de mi pareja. Tendría que ser comprensivo y reprimir mis impulsos de estrangularlo.
        -A ver… Ya está todo a punto para la cena.- Le dije. -Tenía la esperanza de poder recuperar un poco de sueño y así no comportarme como un zombi toda la noche.- Añadí, mirándolo con cara de muy mala uva.
        Darío se me quedo mirando con la cara perpleja. -¿No te preocupa ni lo más mínimo que algo pueda ir mal?- Dijo.
        -La gracia de estas cenas es que son totalmente improvisadas.- Le dije riendo pícaramente. -Y gracias a ti ahora estoy desvelado y no tenemos nada que hacer hasta las nueve.- Añadí invitándole a meterse en la cama.
        Darío tardó un segundo en despelotarse y lanzarse sobre mí. Llevábamos varios días sin sexo y a los dos nos empezaba a hacer falta un desahogo con urgencia. A las ocho y media, Miquel y su novio (inoportunamente puntuales) nos pillaron en la cama justo tres segundos antes del último orgasmo. Mientras yo abría la puerta con el pantalón de chándal puesto y evidentes signos de la erección pre-coito, mi chico se apresuraba a limpiar los preservativos, rehacer la cama y a meterse en la ducha en plan “En un minuto estoy”.
        -Ves cómo tenía razón cuando te decía que llegábamos demasiado pronto.- Le susurraba Thomas a Miquel al oído riñéndole, avergonzado ante la evidencia que demostraba mi entrepierna. Mientras, mi amigo hacia como si no lo escuchase.
        Traían un par de botellas de aperitivo y unas cuantas botellas de vino, que dejaron sobre la mesa del comedor. Mientras, Miquel corrió a buscar el hielo del congelador para llenarse un vaso con Martini negro, para después acomodarse en la terraza. Al ver que ya se espabilaban solos, me reuní con mi chico en la ducha, que me esperaba totalmente excitado para poder seguir allí el orgasmo por donde lo habíamos dejado en la cama.    
        Media hora de jadeos, jabón y esperma después, nos reunimos con los demás invitados que ya estaban llegando. Un avergonzadísimo Thomas, que se había emocionado y excitado siguiendo discretamente todo el show que montábamos Darío y yo en la ducha, quería asegurarse sobre si realmente vendría mi jefe a la barbacoa. Por lo que parecía se le hacía increíble que alguien tan inaccesible como Klaus-Hiro pudiese aparecer en un evento tan poco exclusivo como una barbacoa en el patio de una casa de pescadores de Palamós.
        A las nueve y media, mientras controlaba el estado de las brasas de la barbacoa llegaron los invitados de honor. -Ya están aquí.- Me dijo Darío con tonito burlón. Mientras yo me dirigía a la entrada de la casa para recibirlos, pude ver a Thomas tan nervioso que parecía que tenía que darle un infarto en cualquier momento.
       Al llegar a la entrada vi a Nuria y a Lidia que abrazaban fuertemente a Álvaro, Klaus se miraba el espectáculo desde atrás sonriendo. -¡Vale… Vale… Vale…!-  Grité. -No nos amontonemos en el recibidor, pasen todos al comedor y se harán las presentaciones reglamentarias.- Dije mientras hacía ademanes de azafata de vuelo con las manos y los invitaba a entrar en la casa.
        -Bien a Álvaro ya lo conocéis todos.- Dije señalando al pelirrojo. -El rubio japonés es Klaus-Hiro y el rubio americano es Thomas… el resto ya os iréis presentando, así tendréis algo que hacer mientras se prepara la comida.- Y dicho eso me quedé completamente descansado. En ese momento pude ver que Darío se me había pegado como una lapa, en plan marcando territorio con mi expareja.
        Decidí esperar a que todos se hubiesen presentado y la tensión inicial hubiese descendido en intensidad para acercarme a la pareja de moda y presentarles a mi chico. Se habían juntado a Miquel y Thomas y estaban hablando animadamente.
        -Hola os presento a mi chico, Darío, este es Klaus y Álvaro.- Interrumpí forzando a mi chico a entrar en la conversación.
        -Tenemos entendido que Álvaro y tú ya os conocíais.- Dijo Miquel con tono malicioso.
        -Si tuvimos un encontronazo hace algún tiempo.- Dijo el pelirrojo, haciendo que nos riésemos todos, incluso mi chico (aunque creo que no le hacia ninguna gracia el comentario).
        -Estábamos comentando que a Miquel lo conocí un día de pasada.- Dijo Klaus.
        -¿Pasada?- Dijo Miquel. -Salías a toda leche por la mañana como si se te escapase el tren.- Añadió haciendo ademanes con las manos. Mientras, yo pensaba que, de seguir saliendo trapitos sucios, se me iba a descontrolar la cena en un santiamén.
        -Bueno… ha pasado mucho tiempo y muchas cosas desde ese día.- Dije yo intentando bajar la tensión. -Por cierto, la brasa ya está a punto, así que vamos a cocinar la carne y en diez minutos tendremos la cena lista.- Dije para que fuesen preparando la ensalada, el pan tostado y los báculos de la mesa, consiguiendo, con un poco de suerte, que cambiase el tema de la conversación.
        Quince minutos después estábamos todos sentados en la mesa de la terraza, a la que le habíamos arrejuntado la del comedor para poder caber todos sin estar excesivamente apretados. Nos habíamos colocado por parejas, dejando a los solteros en un extremo de la mesa. Y tal y como sucedió en la última barbacoa, fue inevitable que el tema de conversación girase en torno al trabajo de Klaus y Thomas, que acabaron siendo el centro de gravedad de todos los comentarios de la cena.
        Klaus-Hiro parecía interesado por la empresa de software del americano, y todo parecía indicar que acabarían organizando alguna reunión para estudiar las posibilidades de colaboración mutua, o como mínimo una entrevista formal. Lola nos explicó los intríngulis del mundo de las boutiques y la ropa de marca y yo me sentía el anfitrión más afortunado por tal y como se estaba desenvolviendo la velada.
        A la hora de los postres y los cafés, los comensales se habían levantado de la mesa y se habían distribuido en tres grupos. Por un lado estaban Klaus, Thomas y Lola en las tumbonas, apurando una botella de vino, parecía que se  entendían muy bien entre ellos, quizás porque los tres hablaban el mismo idioma empresarial. En la mesa estaban Darío, Miquel, Lidia y “La Cuca” y en la cocina estábamos Nuria, Álvaro y yo. Como fue imposible separar a Nuria del fregadero, la dejamos hacer mientras yo llevaba el café a la mesa. Me alegró el ver que mi chico se lo estaba pasando genial con Miquel y los demás. Deje que se sirvieran el café y aproveche para ir al lavabo, pues me estaba meando desde el segundo plato.
        Al acercarme al aseo descubrí a Álvaro mirando con cara de nostalgia desde la puerta de mi habitación. -Que… ¿Recordando viejos tiempos?- Le dije con tono irónico.
        -Perdona. He tenido un lapsus.- Dijo excusándose. -Pero al ver la habitación me ha venido a la memoria todo lo que nos sucedió.-
        -¿Y…?- Dije esperando alguna explicación que no me pusiese de mala leche.
        -Cuando regresé con el anillo el día de San Valentín, estaba convencido de que mi historia con Klaus había sido un rollo pasajero lo suficientemente banal como para que no fuese un motivo suficiente para nuestra separación.- Dijo el pelirrojo mirándome a los ojos. -Pero al sorprenderos a los dos en la cama tuve una revelación que lo cambiaba todo: me dolió en el alma el veros follando. Y los celos me ahogaban, por eso me fui sin decir nada.- Añadió.
        -Bueno, fue una reacción de lo más normal.- Dije yo. -Lo que no he conseguido entender es porque acabaste alejándote de mí de ese modo.-
        -Perdona… no me has entendido bien. No estaba celoso de que tú me pusieses los cuernos. En realidad el verte follando con otra persona no me provoco ninguna emoción. Me era indiferente.- Álvaro seguía mirándome a los ojos. -Lo que verdaderamente me removió las entrañas por los celos, fue el ver a Klaus-Hiro, que después de haberme llevado al éxtasis la noche anterior, disfrutaba follando con otra persona.-
        -Vaya.- Pensé, mientras se me ponía cara de gilipollas ante la brutal respuesta a todas las preguntas que me había hecho desde que el pelirrojo huyó de mi vida. Me quedé sin palabras mientras veía como mi expareja pasaba por delante de mí y regresaba a la fiesta.
        Intenté recomponerme mientras regresaba a la terraza sin haber meado… la verdad era que con el shock que acababa de recibir me habría sido imposible sacar una gota de orina. Eran casi las doce y sinceramente, para mí la barbacoa ya no existía, tan solo tenía en mi cabeza las palabras que acababa de vomitarme Álvaro a la cara. -¿Tan fácil le fue olvidarse de mí? ¿Una sola sesión de sexo con el mestizo rubio y el resto del mundo ya había desaparecido para él?- Lo sabía, yo me conocía perfectamente: iba a costarme muchísimo dejar de darle vueltas a ese tema.
        El resto de los invitados siguieron tomando café, chupitos y atacando a la macedonia de frutas hasta casi la una de la madrugada. Hora en la que se despidieron los últimos: Lola y Lidia que arrancaron a Nuria del fregadero después de que hubiese limpiado la última taza y cucharilla de café.
        -Ha sido una noche genial, me lo he pasado muy bien.- Dijo un Darío exultante un cuarto de hora después, cuando ya nos poníamos en la cama.
        -Si.- Dije yo. -Una barbacoa memorable. Seguro que haremos otra antes de julio.- Añadí.
        -Es curioso, creía que me pondría de muy mala leche el tener que tratar de nuevo con tu ex, pero la verdad es que me ha parecido un tío genial. Aunque, hacen una extraña pareja con ese japonés tan raro.- Dijo mientras me daba un beso e intentaba acomodarse para dormir. Yo tenía la esperanza de que, con el cansancio acumulado del día anterior me fuera fácil conciliar el sueño. Aunque me temía que me sería imposible dejar de darle vueltas a lo sucedido con Álvaro. Y, si nadie lo remediaba, el despertador sonaría, implacable, a las seis y media de la madrugada.


        Posdata:
        Siempre he envidiado a esas personas que, llegados a un punto determinado de su vida, y después de tomar una gran decisión vital, de una forma coherente y totalmente natural, renuncian a todo lo que se interpone entre ellos y el compromiso que han tomado. Yo, por desgracia, en ese punto, me suelo ahogar en un mar de dudas, angustias y miedos.

  
Imagen: Eriko Stark




viernes, 3 de noviembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Movimientos preliminares a la temporada de verano y otras tonterías por el estilo)

MOVIMIENTOS PRELIMINARES A LA TEMPORADA DE VERANO Y OTRAS TONTERIAS POR EL ESTILO.


        Las siguientes dos semanas pasaron plácidamente entre mi trabajo en la fábrica de la multinacional japonesa chequeando producto sospechoso de tener algún defecto, las sesiones de sexo salvaje con mi novio rubio, baños en la playa a partir de las cinco y media de la tarde, barbacoas los jueves por la noche, cafés y descansos con las mosqueteras, algún café con Álvaro (los dos deseábamos recomponer algo de una amistad que se hizo añicos), las visitas en tromba de Miquel y su novio americano y las sesiones de fin de semana de Dragg Issis en el PACHA. De algún modo tenía la sensación de que había recuperado la tranquilidad de la que disfrutaba el año anterior antes de meterme en la vorágine que supuso mi relación con el Sr. Yamahaka.
        La aparición de Klaus-Hiro por la empresa el diecinueve de junio, me hizo temer que esa tranquilidad a la que ya me estaba acostumbrando tenía los días contados. Si a eso le sumábamos que el fin de semana anterior, el Sr. Roure me había comunicado que había decidido contratar para los meses de verano a Martin, o mejor dicho Dragg Total, la situación tenía toda la pinta devolverse de infarto.
        Me extrañaba mucho que Martin hubiese aceptado trabajar todas las noches de julio y agosto, y más teniendo en cuenta que su trabajo como técnico instalador y de mantenimiento de alarmas no le permitía hacer las vacaciones en verano. -¿Acaso pretendía trabajar a doble jornada todo el verano?- Me preguntaba constantemente. Otra cosa que también me quitaba el sueño era la posibilidad de que decidiese instalarse los meses de julio y agosto en mi casa.
        Pronto saldría de dudas, pues el día uno de julio, Dragg Total empezaría a trabajar en el PACHA.
        Pero volvamos al lunes que Klaus volvió a ejercer de director general en la empresa. Algo había cambiado las últimas semanas, porque de golpe empezaron a llegar componentes para nuevos modelos y el almacén de material para fabricación volvía a ser el caos que tenía que haber sido en abril. Llegué a la conclusión de que las dos libretas que le hice llegar al hijo de Hikaru habían servido para algo positivo.
        A la hora del almuerzo, Álvaro me llamó desde el laboratorio de control de calidad. -Klaus-Hiro quiere invitarte a cenar este jueves a su casa en Girona.- Me dijo mi expareja con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.
        -Pues me será imposible.- Respondí. -Este jueves tenemos barbacoa en casa y no pienso dejar mi casa en manos de un montón de extraños sin mi control.- Añadí.
        -Que mal… porque desea agradecerte lo que has hecho por él de algún modo y su agenda no le va a permitir una noche libre hasta medianos de julio.- Dijo el pelirrojo un poco contrariado.
        -¿Porque no os pasáis por casa?- Dije yo. -De hecho casi todos los participantes en la barbacoa te conocen y estoy seguro de que a Klaus le gustará el ambiente que se forma allí.- Añadí.
        -¿Tú crees que será apropiado? estoy seguro de que la mayoría habrá tomado partido en nuestra separación.- Dijo preocupado.
        -A ver… tu caías muy bien a todo el mundo, y estoy seguro de que Klaus-Hiro también les caerá genial… además, Miquel se ha liado con un magnate de empresas de productos informáticos que seguro que conoce a tu novio de su trabajo.- Dije, descubriéndome a mí mismo habiendo perdonado a mi ex e intentando incluirlo de nuevo en mi vida. -Pero… ¿Que cojones estás haciendo?- Me preguntaba mentalmente mientras me dirigía al comedor de la empresa y pedía al cosmos que por favor no apareciesen por la barbacoa del jueves.
        El ambiente de la empresa, en general, había mejorado mucho. Los rumores sobre el inminente despido de un tercio de los empleados estaban remitiendo al mismo ritmo que llegaban los componentes para los nuevos productos a fabricar. Y no hay nada como fabricar al cien por cien de las posibilidades de la empresa para dar sensación de seguridad a los empleados.
        En mi puesto de trabajo, tenía que lidiar con la ya casi enfermiza obsesión de María por volver a vernos saliendo juntos a Álvaro y a mí. Aunque, en el fondo, me divertía muchísimo ser el centro de atención de las mosqueteras, sobre todo si era por temas banales como podría ser la reconciliación con mi expareja. Si realmente ellas hubiesen sabido como estaban nuestras relaciones, se habrían escandalizado.
        Darío seguía haciendo prácticas en la peluquería RIZZO’S. Estaba muy satisfecho pues la dueña lo había seleccionado para trabajar durante todo el verano. Por lo visto el que solo estuviese disponible por las tardes, a media jornada, lo transformó en el candidato ideal para el puesto que ofrecía la Sra. Josefina, pues el grueso de la clientela se concentraba en el horario de sobremesa hasta ocho. Mi novio además se había comprometido para todas las noches del verano como camarero gay del PACHA.
        Por mi parte, repetía las condiciones del año anterior en la discoteca y trabajaría solo los viernes, sábados y días festivos. Esperaba poder hacer algunos días de fiesta durante mis vacaciones, y lo más importante: disfrutarlos.
        Tenía la esperanza que en algún momento Álvaro me pondría al día de cómo le habían ido las cosas a Klaus-Hiro en Japón. Me corroía la curiosidad por saber si aún seguía casado con esa tal Sayaka o por tal y como pintaban las cosas la habría repudiado para vengarse de su suegro por haberlo obligado a casarse con ella a la fuerza.
        El miércoles, a la una del mediodía, mientras todos se iban a almorzar al comedor de la empresa y viendo que mi expareja no se decidía a informarme de ese asunto, tomé la decisión de preguntarle yo por ello.
        -He visto que han empezado a llegar componentes para nuevos modelos. Eso debe de significar que le han ido bien las cosas a Klaus por Japón ¿No?- Le dije a Álvaro con tono coloquial.
        -Sí. Le ha ido muy bien. La verdad es que su padre tenía completamente atado el traspaso de poderes hacia su hijo con una planificación que casi asusta.- Dijo el pelirrojo muy serio. -Da miedo el pensar como alguien puede pasarse tantos años de su vida planificando lo que sucederá después de su muerte.- Añadió.
        -Dímelo a mí.- Dije yo. -Todavía tengo la sensación de que en cualquier momento me encontraré con algún nuevo mensaje suyo escondido en algún lugar para que aparezca en el momento que él había planeado que apareciese.- Añadí mientras mi expareja sonreía. -Por cierto ¿Cómo ha acabado la historia del matrimonio de conveniencia de Klaus?- Pregunté, esperando no estar diciendo ninguna inconveniencia.
        -Siguen casados.- La cara de Álvaro cambio por completo, dejándome evidente lo mucho que le desagradaba ese tema. -Te lo voy a contar porque estoy seguro de que acabara llegándote el chisme por cualquier otro lado.- Dijo muy serio. -Klaus ha hecho públicos todos los trapos sucios del Sr. Semaho, provocando un terremoto de proporciones bíblicas en el Consejo de Administración de la Casa Madre, viéndose obligado a dimitir de todos sus cargos de responsabilidad en la empresa.-
        -Vaya… no lo entiendo… ¿eso no habría sido suficiente motivo como para pedir la nulidad del matrimonio?- Pregunté.
        -El problema vino cuando los jueces empezaron a investigarlo por varios delitos penales, entre ellos su participación en la muerte de un magnate metalúrgico japonés. Ante la posibilidad de acabar en la cárcel optó por suicidarse dejando todas sus acciones y patrimonio a nombre de su hija: la actual esposa de Klaus-Hiro.- Álvaro no movió ni un parpado mientras me contaba esto. -Por lo que gracias a su matrimonio con Sayaka ahora es él el que controla la mayoría de las acciones de la compañía.-
        -¡Dios! No sabes cómo lo siento.- Le dije convencido de que la situación no debía de ser nada fácil para ellos dos.
        -Hacen vida separados, cada cual tiene sus propios intereses. Sayaka está esperando un hijo de Klaus-Hiro.- Al decirme esto se me pusieron los ojos como platos. -No pongas esa cara, ese era uno de los pactos que le había impuesto el Sr. Semaho con la intención de unir los dos patrimonios. A partir de la nueva situación que se ha creado, ella se tragará el orgullo y tendrá y criará su hijo en Japón, renunciando a su vida social, mientras, Klaus hará su vida donde y como le dé la gana, solo que ahora no tendrá que darle ninguna explicación a nadie.- Concluyó.
        En ese momento me invitó a salir de la sala y se puso a caminar a mi lado dirección al comedor. -Como se ponga a comer en mi mesa a media fábrica le dará un infarto.- Pensé. Y así fue, al entrar los dos juntos en el comedor casi todos los que estaban comiendo se giraron hacia nosotros con cara de ¿Qué coño está pasando aquí? La imagen paso a ser surrealista cuando nos sentamos en una mesa aparte y empezamos a comer mientras charlábamos amistosamente. Hay que tener en cuenta que Rosita se había encargado de esparcir por toda la fábrica el culebrón de nuestra ruptura, y claro, en ese momento todos los compañeros de trabajo estaban disfrutando de un nuevo episodio de la novela en vivo y en directo. Mientras, parecía que a Rosita, Andrea y a María se les estaba dando un aneurisma, Eugenia, por su parte, nos miraba y sonreía muy complacida.
        A los postres me soltó la bomba: -Mañana vendremos a la barbacoa. Klaus tiene muchas ganas de volver a comer pan con tomate.-
        -Fantástico.- Pensé. -Cuando se lo diga a Darío me va a matar.- Seguí pensando.
        Después de comer Álvaro se quedó en el edificio de administración (sin duda querría estar un ratito con su chico) y yo lo agradecí. Solo habría faltado que me acompañase a hacer el café con las mosqueteras para que a María le diese un ictus delante de todo el mundo. Aun así, tuve que someterme al interrogatorio de tercer grado que me impusieron las chicas.
        Más tarde, al llegar a casa a las cinco y media me sorprendí al escuchar el timbre del teléfono. Tenía que reconocer que, aunque había dado mi número a todo el mundo, aparte de mi familia, ninguno de mis amigos me había llamado aun, sin duda por el hecho de que estaban acostumbrados a pasar por casa cada vez que tenían que decirme algo importante. Cuando contesté resultó ser Miquel. Estaba con Thomas tomando un refresco en una terraza del paseo marítimo y me llamaba desde su teléfono móvil para invitarme a unirme a ellos.
        Tardé en llegar el tiempo de cambiarme y hacer los trescientos metros que separaban mi casa de la terraza del GIANFRANCO, la cafetería-granja-coctelería a la que la gente local solía ir cuando el POMELO’S no era una opción válida. -¿Ya tienes la barbacoa a punto para mañana?- Preguntó Thomas un segundo después de sentarme, con su acento de español mexicano.
        -Las barbacoas se organizan solas.-  Contesté riéndome irónicamente.
        -Que bien… no sabes cómo echaba de menos estas cosas.- Dijo Miquel mientras le daba un buen sorbo a un gin-tonic. Me empezaba a exclamar el que últimamente cada vez que veía a mi amigo, tenía un vaso con alcohol en la mano.
        -Tengo que deciros que van a venir un par de invitados sorpresa.- Dije con tono de preocupación.
        -No me digas que has invitado a alguno de los Boy’s del show del viernes del PACHA.- Dijo Miquel poniendo cara de entusiasmado, mientras daba saltitos sobre la silla como un niño esperando un pastel.
        -No… No es eso. Van a venir Álvaro y su actual pareja… mi jefe de la empresa.- De golpe me pareció oír un frenazo en el cerebro de Miquel y su cara paso del entusiasmo al pasmo y desagradable sorpresa.
        -Un momento.- Dijo Miquel muy contrariado. -¿Tu jefe es ese japonés rubio que te tirabas hace unos meses?-
        -Si.- Dije yo.
        -¡Tú eres idiota!- Dijo mi amigo haciendo ademanes con las manos. -¿Piensas poner en una misma sala a tu exnovio junto con su actual pareja que resulta que es un examante tuyo y a tu actual pareja, que por cierto se lio a ostias con tu expareja en tu casa?- Mientras Thomas alucinaba con el carácter que demostraba su pareja.
        -Jajajajja.- Me reí de la preocupación mi amigo. -Una cosa es segura, esa barbacoa promete ser apoteósica.-
        Durante el tiempo que tardé en tomarme el resto del refresco Miquel intentó de manera infructuosa que desinvitase a Álvaro y a Klaus.
        Thomas, que durante todo el tiempo había estado escuchado y no había dicho ni pio, rompió su silencio y me pregunto: -Miquel me ha dicho que trabajas en una multinacional japonesa, cuando te refieres a tu jefe… ¿Estás hablando de tu jefe de sección?-
        Ante la pregunta tuve mis dudas sobre si decirle quien era realmente mi jefe. Pero… ¿Porque no?, por una vez que podía presumir de amistades importantes. Y se lo solté: -Es uno de los accionistas de la empresa, se llama Klaus-Hiro Yamahaka.- Y fue decir ese nombre y el pobre Thomas casi se cae de la silla.
        Una vez se hubo recuperado del shock, me dijo muy serio: -¿Estás seguro de que realmente esa persona que conoces es Klaus-Hiro Yamahaka?-
        -Mmmh… ¿veintitantos, mestizo japonés de pelo rubio dorado?- Dijo Miquel haciendo una mueca con la cara.
        -Padre japonés y madre noruega.- Dije yo dándole más información.
        -Si realmente es quien estáis diciendo, yo tengo que venir a esa barbacoa.- Dijo Thomas muy serio. -Mi empresa lleva años intentando trabajar con esa multinacional, pero jamás nos han concedido ni una entrevista.-
        Mire muy sorprendido al americano y le dije riéndome a Miquel: -Tú, controla a tu chico, no quiero que mañana se dedique toda la noche a agobiar a mis invitados.-
        Fue en ese momento cuando Thomas insistió en invitarnos a cenar a Darío y a mí. No tenía muy claro si fue una reacción espontánea a la revelación que acababa de hacerle o simplemente quiso tenerme más tiempo cerca para poder sacarme más información del japonés rubio. La cuestión era que a las ocho estábamos en casa esperando a Darío para irnos los cuatro a cenar a un buen restaurante del centro de Palamós. -Bueno, supongo que con chuletones  y buen vino será más fácil decirle a mi novio que mañana se encontrará cara a cara con dos de mis examantes.- Pensé.
        Durante toda la cena Darío casi ni abrió la boca. Esa solía ser la actitud que tomaba cuando no tenía ni idea de que iba la conversación que manteníamos los demás: escuchar y callar para no cagarla. Aunque las expresiones de su cara ante la insistencia del americano para que le revelase más datos personales de mi jefe y su actual pareja, eran todo un poema. La expresión se le tornó de muy mala leche cuando le quedó claro que a la cena del día siguiente estaban invitados el japonés que me trajo la muñeca de porcelana y el tío pelirrojo con él que se dio de ostias la primera noche que se quedó a dormir en mi casa.
        Esa noche me tocó estar hasta casi las dos de la madrugada dándole explicaciones a mi pareja sobre mi vida antes de conocerlo. Al final y después de muchísimo hablar, todo se redujo al típico: -Tu vida antes de conocerme no me importa… yo también tengo un pasado.- Zanjándose así posibles malos entendidos futuros.
        -Aunque, eso de que Álvaro te dejo por un modelo mejor de novio, perdona que te lo diga, es una falacia. Tu novio cambió un buen vino con solera por una botella de Moët & Chandon de alta gama.- Dijo mirándome a los ojos. -Tienes la maldita manía de considérate muy por debajo de que realmente eres. Y yo, sinceramente, prefiero el vino al champagne.- Y dicho eso me dio un beso en la mejilla y se dispuso a dormir.
        -Qué razón que tienes, cabrón.- Pensé. Además no era la primera persona que me decía eso mismo.
        Eran pasadas las dos de la madrugada y no podía dejar de pensar en que el propio Klaus-Hiro me había dicho hacía ya unos meses las mismas palabras que acababa de soltarme un aspirante a peluquero de dieciocho años. -Sin duda alguna yo debería de ser consciente del hecho de que podía aspirar a muchísimo más que a un empleo de operario en esa empresa. Pero, me consideraba una persona cómoda y práctica, y sinceramente la idea de luchar para triunfar en la casa de otros no me seducía lo más mínimo.- Estaba convencido de que me costaría mucho dormirme, se estaban amontonando en mi cerebro las palabras de mi amante junto al estrés que llevaba acumulando durante esa tarde. Y el despertador sonaría implacable a las seis y media.

        Posdata:
        ¿Porque al final todo se reduce a los intereses individuales de cada persona?

        Imagen Eriko Stark.