miércoles, 27 de marzo de 2024

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Semana Santa, una muñeca de porcelana japonesa y yo mismo.2-Herencias y barbacoas)

SEMANA SANTA, UNA MUÑECA DE PORCELANA JAPONESA Y YO MISMO.2 (Herencias y barbacoas)


        Mientras observaba como las brasas de la barbacoa iban pasando del negro a un rojizo blanquecino, me venían a la memoria todos los momentos que pase con Hikaru Yamahaka. Tenía la sensación de que había transcurrido una eternidad desde esos maravillosos días que pasamos juntos, pero en realidad, tan solo habían pasado unos cuatro meses. El conocer su repentina muerte, hacía que me preguntase si las atenciones que me dedicó eran el resultado de la toma de consciencia de su propia mortalidad o por el contrario, yo había sido el detonante que produjo los cambios profundos en su personalidad que se intuían al leer su diario y que el cáncer de hígado frustró.
        Como las brasas ya estaban a punto, entré en la cocina a por las costillas de cordero aliñadas para ir poniéndolas sobre la parrilla de la barbacoa. Klaus había desempaquetado la muñeca de porcelana, lucia maravillosa dentro de la urna de madera y cristal que la protegía. Me llamó la atención el precioso bordado en tres tonos de azul celeste que tenía el kimono de seda. -Es preciosa.- Dije sin poder contenerme, mientras sostenía el bol con la carne dentro.
        Mientras asaba la carne, mi invitado salió con dos copas de vino blanco en la mano. Yo ya llevaba tres wiskis en el cuerpo y sinceramente no deseaba perder el control a la segunda copa de vino, así que cuando me propuso un brindis por su padre solo le di un sorbito al contenido de la copa. En diez minutos la carne ya estaba lista. El japonés rubio había terminado de hacer la misma ensalada que se quedó a medio hacer la última vez que coincidimos en ese comedor. Con la mesa montada, procedimos a empezar a almorzar. -Espero que hoy no tendremos que volver a salir corriendo al hospital como la última vez, ¿verdad?- Dijo Klaus con tono burlón.
        -No te preocupes, aquí en casa siempre tengo antihistamínicos.- Dije con tono tranquilizador.
        Saqué el pan de la tostadora y procedí a frotarle un ajo y medio tomate, aliñándolo con sal y aceite. Mi invitado me miraba fascinado. -¿Qué es eso que acabas de hacer?- Preguntó extrañado cuando le di el primer mordisco a la rebanada de pan tostado con tomate.
        -¿Esto?... Pan con tomate.- Contesté, sorprendido de su curiosidad. -¿No has comido nunca?- Le dije ofreciéndole mi rebanada para que le diese un mordisco.
        -Es… Es curioso, está muy bueno.- Dijo sorprendido. -Enséñame como se prepara.- Y después de eso me vi dándole al mestizo japonés un cursillo intensivo de cómo se prepara el “pa amb tomata” catalán.
        Después de eso la conversación fue muy fluida, me contó los pormenores del funeral de Hikaru, y las ceremonias asociadas al rito sintoísta, todo lo relacionado con el color blanco para el luto, la elección del día propicio para la incineración, el altar que se puso con imágenes suyas en la oficina central donde los empleados encendían barritas de incienso. -Bueno, en realidad sus cenizas están en el altar familiar de la casa de Kioto junto con las del resto de la familia, solo le he encendido incienso una vez.- Se lamentó.
        -Me parece entender que las tradiciones son muy importantes para ti.- Le dije.
        -Nuestra religión se basa en el respeto a los antepasados y a las divinidades ancestrales. Yo soy lo que he aprendido de lo que mis antepasados me transmitieron.- Me dijo muy serio. -Pero esa filosofía está en pleno conflicto con lo que aprendí de la familia de mi madre, que eran cristianos protestantes.-
        -Vaya… eso sí que es un gran conflicto. Filosofía pagana contra integrismo cristiano.- Le dije en plan irónico. -Yo en ese tema no tengo excesivos conflictos. Mis padres son agnósticos de ascendencia católica romana y mi filosofía está más cerca del budismo que del mundo cristiano.- Añadí mientras tomaba otro sorbo de vino. Klaus también bebió. La verdad era que toda la parrafada anterior no habría sido posible sin tener la cantidad necesaria de alcohol en la sangre. Era evidente que el motivo por el que estaba en mi casa el director general de la fábrica, no era precisamente el traerme la muñeca de porcelana y hablarme de la muerte de mi ex amante. Eso solo había sido una excusa para poder volver a entrar en mi casa. Y eso lo deducía porque no habíamos parado de tontear con la mirada como si fuésemos dos adolescentes.
        Me había convencido a mí mismo de que esa tarde volvería a hacer el amor con Klaus. Así, que si quería que eso sucediese, tendría que esmerarme mucho más en las conversaciones de lo que estaba haciendo. El coqueteo de miraditas parecía que no nos llevaba a ninguna parte, llegué a la conclusión de que debía ir un paso más adelante: una mirada de deseo fijamente a sus ojos podría ser el detonante que nos podría en marcha. Él enseguida se dio cuenta de por dónde iba. -Así, ¿tan fácil?- Me dijo cortándome el rollo de golpe.
        -Yo de ti, si es que me deseas, aprovecharía ahora que me tienes a tiro.- Le dije un poco molesto. -Ya sabes que en condiciones normales soy muy arisco contigo.- Y sin dudarlo dos veces me besó en los labios.
        El beso estuvo bien. Pero me quede frio. No sé si fue porque estaba resentido por haber provocado mi ruptura con Álvaro, por todo lo que había sucedido en los últimos meses o porque hacia escasamente menos de doce horas que había tenido dos orgasmos con un menor de edad llamado Darío. La cuestión fue que me sorprendí a mí mismo entregándome de nuevo a un hombre que me volvía loco, pero, sin sentir ninguna pasión y muy escaso deseo. Obviamente a los veinte minutos de dejarme hacer en la cama como si fuese un objeto, mi amante se plantó y muy molesto me dijo: -¿Qué pasa? ¿Dónde está el chico apasionado y excitado con el que hice el amor hace dos meses?-
        -No se… no entiendo lo que me está pasando. Bueno…sí que lo entiendo… creo que a ese chico que conociste hace dos meses os lo habéis cargado entre tú y Álvaro.- Le dije cubriéndome con las sabanas, en un acto que demostraba a la vez pudor, incomodidad y vergüenza.
        -¿Porque tiene que ser todo tan complicado contigo? Solo es sexo, y el sexo es divertido.- Dijo molesto.
        -No lo quieres entender. Yo solo disfruto del sexo cuando mi pareja me da confianza. Hikaru me demostró desde el primer momento que podía confiar plenamente en él, lo mismo que me pasó con Álvaro… pero tú… tú te mueves en un mundo donde no me dejas claro absolutamente nada, esperas que confíe plenamente en ti pero ni me ofreces amistad ni te comprometes, solo te paseas a mi alrededor intentando deslumbrarme con cosas que no me interesan, con la esperanza de que si estoy lo suficientemente borracho podrás tenerme de nuevo… y yo no funciono así.- Confesé, dándome cuenta al instante de que acababa de cagarla mencionando a Hikaru en pleno acto sexual, y más aun dándole a entender que su padre era mejor amante que él.
        -¿Que tengo que hacer para que confíes en mí?- Me dijo desesperado.
        -Hace dos meses habría sido suficiente con que me sonrieras. Ahora tienes que convencerme de que estoy equivocado con todo lo que pienso de ti. Te deseo… te deseo con locura, pero me es imposible entregarme por completo a alguien que no me haya demostrado que se merece mi confianza.- Y así es como un servidor le abrió su corazón por enésima vez a la persona equivocada.
        Klaus se levantó de la cama y empezó a vestirse. Mientras, yo lo miraba con cara de sorprendido. -¿Que mierda estaba pasando?- Pensé. -¿Qué he dicho que lo haya jodido todo?-
        Cuando se hubo terminado de vestir se me quedó mirando y me dijo: -Lo siento, no puedo darte lo que quieres. Ya he elegido una pareja. Creía que me sería posible descubrir en ti la pasión que encontró mi padre. Pero en este momento no puedo ofrecerte lo que me pides.- Acto seguido recogió sus cosas y se fue de casa.
        No me lo podía creer. Acababa de abrirle mi alma a ese hombre y resulta que estaba enamorado de Álvaro. Y yo… yo solo era un reto que se había marcado para sentirse superior a su padre. Hikaru, para poder dejarme, decidió tratarme como un chapero, para asegurarse de que la relación que habíamos tenido quedaba finiquitada para siempre. Pero Klaus… Klaus me había visto desde el primer momento como un reto, un objeto al que tenía derecho por herencia o transmisión patrimonial, además tenía el manual de uso y disfrute escrito por su padre en forma de diario. Decepcionado y muy asqueado por la situación que acababa de vivir, me metí en la ducha para intentar sentirme menos sucio de lo que me estaba sintiendo en ese momento.
        Mientras que, entre Hikaru y yo solo había habido un encuentro casual entre dos personas que estaban solas, que derivó en una historia pasional, la intromisión de su hijo en mi relación con Álvaro fue tan forzada y destructiva, que desde el principio sentí muchos recelos hacia el hecho de relacionarme con Klaus, provocando que este acabase intimando con mi expareja.
        Lo peor de todo era que, al comportarme como soy yo mismo, acababa de fortalecer y solidificar la relación de mi expareja con Klaus. Justo lo contrario de lo que había pretendido desde el momento en que decidí entrometerme entre ellos dos. Y aun así, me sentía utilizado, asqueado y muy abochornado por lo que había sucedido después del almuerzo.
        A las siete llegó Darío a casa, con la excusa de ayudarme con el tema de la elección del modelito de esa noche para Dragg Issis. Me encontró aun dentro de la bañera, en posición fetal y maldiciendo a Álvaro y al mestizo rubio. Mientras me revolvía en mi propia ignominia, me di cuenta de que el japonés rubio desde el primer momento solo había buscado en mí aquello que había sido tan especial para su padre.
        -Vaya… por lo que parece la reunión con tu jefe ha ido muy mal.- Dijo Darío al verme tan abatido.
        -¿Mal?... ha ido peor.- Le dije.
        -¡Hala! Que pasada.- Dijo Darío al ver la muñeca de porcelana. -¿Eres tú?- Preguntó extrañado.
        -Sí, es un regalo de un admirador japonés.- Dije sin dar excesivas explicaciones.
        -Pues con la cara de aflicción que me llevas, cualquiera diría que el admirador se ha muerto.- Dijo haciendo broma, mientras yo me quedaba de piedra.
        -Pues es exactamente lo que ha pasado.- Dije un poco cortante.
        -Mierda, perdona no quería parecer irreverente. Lo siento mucho.- Darío se había quedado completamente descolocado pidiéndome perdón por haber rascado en la costra de la herida de manera inconsciente.
        -No te preocupes, al enterarme he tenido un arrebato de rabia y tristeza, pero ya me estoy reponiendo.- No sé si sonaba convincente, pero era lo que se me ocurrió para no dar la impresión de lo que realmente me estaba sucediendo.
        Decidí que, como homenaje póstumo a Hikaru Yamahaka, esa noche usaría la indumentaria que llevé la noche que me conoció.
        Era sábado, vigilia del domingo de Ramos y esa noche empezaría a trabajar en el PACHA la nueva Dragg Queen. A las nueve, el Sr. Roure me presentó a Juan, más conocido como Dragg Essencia. Parecía agradable, el chaval tendría unos veintisiete años y parecía un poco cortado y contrariado por el hecho de haberle elegido a él cuando era evidente que había candidatos con mucha más calidad artística y escénica.
        Le ofrecí el vestidor que usaba Verónica S3, cosa que le pareció genial, pues era el más nuevo de los tres que había en el camerino. -Procuramos que el ambiente de trabajo sea lo más agradable posible, si necesitas algo pídelo e intentaremos entre todos conseguírtelo.- Le dije en plan conciliador y de buen rollito mientras empezábamos a maquillarnos. Juan miraba y escuchaba mientras se iba maquillando. No dijo ni pio. Era muy bueno maquillándose y usaba ropa de calidad hecha a medida con muchas plumas y flecos, atlético y con un cuerpo bien proporcionado, mediría un metro y setenta cinco centímetros. Me llamó mucho la atención el hecho de que se sujetaba los genitales entre las piernas del mismo modo que lo hacía Julio para poder ponerse la lencería de travesti. -Mhhh.- Pensé. -Espero que a este no le dé también por hormonarse.-
        Darío me ayudó con los postizos de lana para crear una especie de moño a lo japonesa que quedó genial.
        Durante el recorrido promocional, Dragg Essencia repartió muchísimas invitaciones, sobre todo teniendo en cuenta que la competencia era muy dura, pues cada diez metros había un chico o chica repartiendo tarjetas de invitación del ATENA’S (no entendía el porqué de las invitaciones, pues la entrada era libre con consumición mínima). Después de cenar, en el recorrido de los Pubs descubrimos que con esas invitaciones tenían derecho a un chupito tras la primera copa. Por lo que parecía la empresa de la competencia estaba dispuesta a luchar por todos derroteros posibles.
        Ya en la discoteca, Juan me dejo flipando con su actuación del “Supernatural” de Mónica Naranjo. En mitad de la actuación la Dragg se quedaba vestida con un mono de cuerpo entero ajustado de color plateado y con una melena en plan cola de caballo bicolor. Se movía como un bailarín de danza moderna sobre unas plataformas de unos veinte centímetros con tacón de aguja. No tengo ni idea de cómo se puso los postizos y rellenos, porque con una prenda tan ajustada ni se le notaba la polla, ni el relleno de las caderas y los pechos se le movían como si fuesen originales. Al verlo actuar me alegre de haberlo elegido para que el Sr. Roure lo contratase. No nos solapábamos, todo lo contrario, nos complementábamos como espectáculo. Yo seguía siendo la petarda y ella era toda una estrella.
        Antes de cerrar el propietario nos comunicó que a partir de ese día los sábados tan solo habría un striptease, dando protagonismo a nuestras actuaciones. Daba la sensación de que quería limitar los desnudos masculinos a la noche de los viernes.
        A las seis y media nos reunimos todos en el bar Paco, y por primera vez pude escuchar la voz de Juan. Contrastaba mucho ese cuerpo fuerte y atlético de bailarín vestido de modo muy heterosexual, con una voz finita y tremendamente gay.  Lo había venido a recoger su novio de los últimos cuatro años, Ramón, un señor mayor que conocía de mi época de camarero en un local gay. Allí todos los clientes lo llamaban “la farmacéutica mamona”, por lo visto eran famosas sus felaciones en el cuarto oscuro sin dentadura postiza. Hacían una extraña pareja, pero se les veía felices juntos.
        Ramón me reconoció y se interesó por mi vida, sorprendido del salto cualitativo que había hecho al pasar de camarero a Dragg Queen. Supongo que Darío se sintió amenazado por el interés que demostraba hacia mí el novio de Juan, pues esa noche se me pegó como una lapa, marcando territorio constantemente. Si alguno de los compañeros no tenía claro que el camarero mariquita y yo nos habíamos liado, esa noche se le disiparon absolutamente todas las dudas.
        A las siete y media, ya en casa, intenté hacer el amor con Darío, pero tenía la cabeza en otra parte y continuamente me venían a la mente imágenes de Hikaru, la muñeca de porcelana y Klaus, cortándoseme el rollo cada dos por tres. Mi amante tuvo que contentarse con una mamadita acabada con paja, porque lo que era yo, al final no conseguía que la polla se me levantara. Me dormí abrazado a mi joven amante haciendo la cuchara.
        Yo no sé si los espíritus o fantasmas existen, pero a partir de esa noche soñé muchas veces con el Sr. Yamahaka, hasta el punto de que llegué a creer que verdaderamente el alma del japonés estaba dentro de la maldita muñeca de porcelana.


        Posdata:
        Siempre nos quejamos de lo mal que hemos jugado unas cartas que jamás tuvimos.


        Imagen: Eriko Stark



miércoles, 11 de abril de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Playa, Andy, la Sabrosona y que otro palo aguante esa vela.)

PLAYA, ANDY, LA SABROSONA Y QUE OTRO PALO AGUANTE ESA VELA.


         La madrugada del domingo veintitrés de julio, después de las revelaciones que me acababa de hacer Darío sobre el consumo y tráfico de drogas en el PACHA, me costó muchísimo conciliar el sueño. Ajeno a mis preocupaciones, mi chico en cambio, dormía como un tronco a mi lado.
        Dejando a un lado todas las implicaciones que tenía el consumo de estupefacientes, tanto para los compradores, los proveedores y el propietario de la discoteca, el ser consciente de toda esa información me producía una gran duda existencial: ¿Debería denunciar lo que estaba sucediendo a las autoridades, asumiendo los problemas económicos que supondría el cierre del local para Darío, mis amigos y yo mismo? ¿Exponiéndome además a las posibles represalias que se pudiesen derivar sobre mi persona por parte de los camellos y traficantes? O por el contrario ¿Debía de hacerme el desentendido y fingir que no me enteraba de nada de lo que estaba pasando allí?
        A las tres del mediodía, después de dormir poquísimo, mis dudas aun persistían. Mientras desayunábamos (o comíamos) en la terraza, debajo del almendro, por el portal metálico del patio apareció Martin. -Buenos días, ¿Qué tal lleváis la resaca?- Dijo.
        -Vaya, el único día que puedo pasar tiempo con mi novio y me lo va a joder este.- Pensé, mordiéndome la lengua e invitándolo a desayunar con nosotros ante la cara de estupefacción de mí chico. Darío tenía razones para sentirse molesto, sobre todo después de lo que habíamos descubierto sobre Martin las últimas semanas, la verdad era que no tenía muy claro si era muy conveniente el seguir manteniendo mi amistad con él. Aunque sinceramente, ese no iba a ser el día en que lo echaría de casa por cocainómano.
        -Hacer como si no te hubieses enterado.- Las palabras de Darío resonaban en mi cabeza como un tambor. Era consciente que, ni mi chico ni yo podíamos dejar de golpe y sin dar explicaciones el trabajo en la discoteca. Darío porque necesitaba el dinero que estaba ganando como el aire que respiraba y yo porque mi orgullo no me permitía romper unilateralmente el trato y la confianza que el Sr. Roure había depositado en mí. -Hacer como si no te hubieses enterado.- Esa fue la decisión que acabé tomando. Fingiría que no me daba cuenta de los tejemanejes de Martin y el resto de malhechores con los que tenía que coincidir en el PACHA, y que otro palo aguantase esa vela.
        -¿Cómo es que siempre llegas al Pacha transformado en La Sabrosona?- Pregunté a Martin mientras se tomaba un café con leche.
        -Para ganar tiempo. Siempre llevo las cosas preparadas en la furgoneta, la uso de camerino cuando termino del trabajo. Organización simple y pura.- Contestó.
        -¿Pero?... ¿Cómo lo haces para hacer los retoques del maquillaje?- Pregunté extrañado. -Porque conseguir que se mantengan los colores en mi cara más de dos horas es un hándicap.-
        -Uso laca de pelo extrafuerte.- Dijo riéndose. -Es mi secreto. Cuando tengo el maquillaje perfecto, le aplico una buena capa de laca, y la pintura no se me mueve de la cara, aunque le pases papel de lija.- Mi chico y yo nos quedamos de piedra.
        -Pero… eso tiene que ser muy malo para la piel.- Dijo Darío con preocupación.
        -Siempre me pongo una capa de crema hidratante como base antes de maquillarme.- Explicó Martin. -Y después de desmaquillarme me la vuelvo a poner.-
        -Esto… si te apetece y estas cerca de aquí, puedes venir a prepararte a casa y así nos arreglamos juntos.- Propuse yo mientras mi novio me echaba otra mirada asesina. -Me gusta la idea de ir juntos y ya transformados en Draggs al PACHA.- Añadí.
        -Ah… pues estaría genial. Porque, sinceramente, usar de camerino la furgoneta no deja de ser un coñazo.- Admitió Martin mientas Darío iba lanzándome patadas por debajo de la mesa.
        Más tarde, aprovechando que mi amigo se había ido al baño, Darío me escupió todo lo que pensaba de la decisión que acababa de tomar: -Pero… ¿Tú te has vuelto loco? ¿Por qué le dices que se venga a cambiarse a casa?, si este tío esta tan podrido como el resto de los camellos de la discoteca.-
        -Muy simple. Para no tener que llevar la maleta de maquillaje ni el petate a la discoteca y al mismo tiempo tener una excusa nada sospechosa del porque lo hago.- Le contesté, tranquilizándose al momento.
        -Vaya, una estrategia muy hábil.- Dijo Darío mucho más calmado. -Por lo que veo has decidido hacer como si no te enterases de todo el mamoneo que hay en el PACHA.-
        -Exacto. No voy a ser yo quien reviente ese saco de mierda.- Le confirmé. -Pero, después del verano, tú y yo vamos a buscarnos otro sitio donde trabajar los fines de semana. Porque si es tan evidente el consumo y el trapicheo, la policía no tardará en hacer una redada y de las gordas.-
        Cuando Martin regresó, cogimos las toallas y nos fuimos los tres a la playa.
        En la zona que habitualmente solíamos ocupar estaban Nuria, Lidia y Lola. Me preocupaba la posibilidad de que apareciese “La Cuca” y su sequito habitual y acabásemos teniendo un conflicto entre los macarra-camareros de ANARKO y las Dragg Queens de paisano del PACHA por una cuestión de cuernos o tensión sexual no resuelta.
        Por suerte “La Cuca” no volvió a aparecer por la zona en todo el verano. Aunque, sinceramente, me habría gustado conocer su versión del “rollito” que tuvo con mi amigo.
        No podía parar de fantasear con una idea maliciosa que me rondaba por la cabeza, en la que veía a Javi y a Martin en plena competencia para ver cuál de los dos la tenía más grande (obviamente me estoy refiriendo a la raya de cocaína, no vayáis a pensar mal).
        Desde el primer momento, Martin hizo muy buenas migas con nuestras tres amigas. Sobre todo con Nuria, que de las tres era la más abierta a conocer gente nueva y divertida. Quedamos en preparar una barbacoa en casa para el domingo siguiente, a mediodía, así podrían venir todos los habituales, dado que la mayoría trabajaba en horarios nocturnos. Estaba convencido de que a mi novio le encantaba la idea, pues ese era el único día de la semana que hacia fiesta por la tarde.
        Aprovechando que el resto estaba refrescándose en el agua y habíamos quedado solos, Nuria me mostro su curiosidad por las piezas de bisutería que le hice chafardear en la boutique ELEMENTO TIERRA el día anterior. -Esta mañana ya no estaban en el escaparte.- Me dijo un poco sorprendida.
        -Sí, ya lo sé. Las vendió ayer.- Le dije con un poco de rintintín. -Un beneficio de cuarenta y tres mil pesetas en menos de veinticuatro horas.- Dije ya con tono sarcástico.
        -¿Cómo sabes tú eso?- Preguntó muy sorprendida.
        -Porque se las vendí yo.- Respondí muy seguro de mí mismo. -En la empresa multinacional estoy aprendiendo a trabajar metacrilato con moldes y pulidos, y de paso estoy renovando toda la bisutería de Dragg Issis. Pero creo que va a ser una misión imposible porque cada conjunto de pendientes, collar y anillos que luzco, viene esa tía y me la compra por un pastón.-
        -Estoo… ¿Podrías definirme que cantidad de dinero es para ti un pastón?- Preguntó mi amiga sin terminar de creerse lo que le estaba contando.
        -Quince mil pesetas.- Le Dije con un poco de apuro. -Personalmente yo no pagaría ni quinientas pesetas por esos trozos de plástico.-
        -Estoy alucinando.- Nuria sonrió mientras le daba un buen trago al termo relleno con limonada fresquita con menta, impregnando a media playa del perfume de la menta.
        Al regresar del agua, Martin llevaba el peluquín completamente empapado y movido. -Una mala idea meterte en el agua con esos pelos.- Dijo Darío, que por lo visto había tomado la decisión de no cortarse ni un pelo con mi amigo. -¿Tienes un peluquín de repuesto? o ¿tendrás que recomponerte este?- Insistió, ante un avergonzado Martin que no sabía muy bien si irse de la playa o afrontar su calvicie de una vez por todas.
        -No entiendo la obsesión que tiene los hombres con la calvicie.- Dijo Lidia. -Con lo interesantes que son los hombres con el pelo rapado al cero.- Este comentario le dio a mi amigo la confianza en sí mismo necesaria para sacarse ese gato muerto que tenía por pelo, sobre la incipiente calva.
        Esa noche Martin se afeitó la cabeza, mejorando muchísimo su imagen y sobretodo su actitud.
        Al final quedamos Lidia, Nuria y yo en la playa. A eso de las ocho mi novio se fue a cambiarse para ir a trabajar de camarero en el PACHA. Ya tenía su scooter arreglada, así que yo había quedado liberado de tener que llevarlo al trabajo.
        Hacía años que no me estaba tantas horas en la playa. A esa hora aún hacia una temperatura muy agradable, el sol ya no quemaba la piel como a las cuatro de la tarde. -Lo hecho muchísimo de menos.- Me dijo Nuria con tono triste.
        -¿Perdón?... ¿A qué te refieres?- Pregunté sin saber muy bien que quería decirme mi amiga.
        -A Miquel y el fantástico buen rollito que había el año pasado entre los tres.- Mi amiga me miraba mientras la luz, que empezaba a ser de atardecer, iluminaba su cara y lo que quedaba del desastre de permanente que le hizo el Fede.
        -Yo también lo echo de menos.- Contesté convencido de que ya nada volvería a ser como el año pasado. Sinceramente llevaba dos días de vacaciones y estaba arrepintiéndome de no haber pedido trabajar cada día de Dragg Queen, porque, por lo que estaba viendo, el tedio y el aburrimiento serian la norma del mes que tenía por delante.
        Recogimos los trastos y nos fuimos a dar una vuelta por la zona comercial, sin duda alguna, un buen helado y un gin-tonic nos arreglarían la tarde.
        Eran las nueve y ya empezaba a oscurecer, tanto Nuria como yo empezábamos a tener hambre. Acordamos en darnos el tiempo necesario para quitarnos la sal y ponernos preciosos para quedar en la Calle Mayor e irnos a cenar a algún sitio bonito del centro comercial. Mi amiga se comprometió cuando llegase a casa, a llamar a los habituales, por si alguien más se unía a la fiesta.
        A las nueve y cuarto, cuando llegué a casa, vi el scooter de Darío aparcado en el patio de casa. Me extrañó, parecía que le hacía ilusión el volver a trabajar de nuevo con la moto. Al entrar en la casa vi una nota sobre la mesa del comedor. Por lo que parecía Martin se había ofrecido a llevarlo al trabajo, como le venía de paso, teniendo en cuenta que se iba a maquillar y transformarse en La Sabrosona en mi casa. No me preocupé, de hecho, mi amigo era el que lo devolvía a casa por la mañana la mayoría de las veces desde que habían empezado a trabajar cada día en julio. Sin pensar más en el asunto, me dirigí directo a la ducha.
        Sin la sal de la playa y con una buena capa de crema aftersun en la piel empecé a arreglarme. Me recogí el pelo en una cola de caballo (la verdad era que nunca lo había llevado tan largo como ese verano, pues casi me llegaba a los hombros) y vestido con una camiseta de marca, unos pantalones cortos de estilo bermudas y las chancletas, me dirigí al centro del pueblo de nuevo.
        Al final de la Calle Mayor, donde empezaba la zona comercial de los bares y restaurantes, me encontré con Nuria, Lola, Lidia y un chico guapísimo que por lo visto acompañaba a la dueña de la boutique LOLA’S. Propusieron el ir a cenar pescado a uno de los restaurantes típicos del municipio. Como sabía que Nuria no estaba para muchos dispendios, no puse objeciones al restaurante, porque estaba convencido de que el sitio no sería excesivamente caro.
        A las diez y cuarto estábamos sentados en el restaurante “La Juanita Canija”, un antiguo bar de pescadores reciclado en snack bar especializado en tapas de pescadito frito, ensaladas y arroces marineros. Como el meternos en una cazuela de arroz para cenar sonaba como muy excesivo, pedimos un par de ensaladas y varias tapas de pescado. Incluyendo vino y postres no nos subió más de mil trescientas pesetas por barba, lo que me pareció muy económico para una cena de pescado (Hay que tener en cuenta que el marisco ni lo tocamos).
        Andy, el acompañante de Lola, resulto ser la súper mariquita anglófona, estudiante de Relaciones Publicas, que había contratado como refuerzo del verano para atender el excedente de clientela “guiri” de la boutique. Tenía un acento muy peculiar entre inglés y andaluz. Por lo visto era hijo de padre sevillano y madre escocesa. Tremendamente amanerado, me recordaba una versión mucho más joven y rubia de Miquel, pero en su versión “excesivamente gay en todo momento”. No podía entender como alguien era capaz usar los cubiertos con el dedo meñique extendido ¡Todo el tiempo!
        Cuando nos contó que estaba estudiando para ejercer de relaciones públicas me vino a la memoria algo que me solían preguntar los fotógrafos cuando intentaba hacerme un hueco en el difícil mundo de los modelos de fotografía y video: -¿Te has metido en esto para trabajar de chapero?- Solían preguntarte antes de ofrecerte dinero para que te dejases follar.
        -Yo no estoy aquí para esto.- Solías responder muy seguro de ti mismo, por lo menos las primeras veces, hasta el día que te pillaban de mal rollo con tu novio o con problemas económicos y solías decir: -Depende. ¿Sería contigo?- Porque si, el fotógrafo siempre estaba muy bueno y la mayoría de las veces dejarías que te hiciese todas las perrerías del mundo sin cobrarle ni una peseta. Pero no se trataba de saber cuánto serías de zorra. Que eras una zorra ya lo tenían muy claro, si no, porque coño te habrías metido en esa historia de modelos ¿Por el glamour? No, lo que querían saber en realidad era cual era el precio de la zorra. Porque cuando la zorra tenía precio, todos podían pagar por usarla, y lo peor de todo: Lo que realmente buscaban: obtener comisiones por conseguirle clientes.
        Por lo que, cuando te preguntaban: -¿Te has metido de modelo para acabar trabajando de chapero?- La respuesta correcta debía de ser siempre: -Todos los scorts empiezan como modelos o relaciones públicas.- Dejándoles claro que no estaban tratando con un pardillo que sería fácil de embaucar.
        Así que la cuestión que rondaba por mi cabeza mientras oía hablar de todos sus planes de futuro a Andy con su voz súper amanerada, era: -¿Cuántas sesiones de fotógrafo o de acompañante de supuestos vips le hacían falta a ese chico para que la zorra acabase teniendo precio?- Porque, sinceramente, en ese aspecto se veía a la legua que era un total pardillo.
        Lola pagó la cena a su empleado, yéndonos todos después a una de las terrazas Chill-Out de la zona del puerto. Me llamo la atención el que la propietaria del LOLA’S fuese tan generosa con su empleado. Tenía fama de ser una verdadera tirana con los empleados. Más tarde, entre chupitos y tisanas de cava, descubrí que Andy vivía en el piso que estaba medio en ruinas que había sobre la boutique y que Lola usaba de almacén. Suerte que estábamos en verano, porque en invierno ese chico se congelaría, pues ninguna ventana tenía cristales.
        Nuria se fue a dormir a la una de la madrugada y a las dos y media me despedí del grupo harto de escuchar todas las tonterías de Andy. Como la mayoría de los gais que conocía, era tremendamente egocéntrico y superficial. Todo su mundo terminaba a veinticinco centímetros de su culo o de su polla. Entendía perfectamente porque no me caía bien: era exactamente igual que yo a su edad.
        Al llegar a casa me metí directo a la cama, entre el día de playa y el desfase horario estaba agotadísimo. Parecía que llevaba durmiendo cinco minutos cuando Darío me despertó. -Cariño… perdona, ¿Puedes despertarte un momento?- Me decía al oído.
        -¿Qué pasa?... ¿Qué hora es?- Pregunté un poco alterado, convencido de que solo llevaba un momento dormido y le había pasado algo malo a mi chico.
        -Son las seis y media.- Dijo tranquilizándome. -Escucha… ha venido esa tía que te compra las joyas de Dragg Issis al PACHA. El idiota de Markus le ha dicho que yo soy tu novio y me ha dado la brasa toda la noche. Mañana te llamará porque quiere hablar contigo de negocios.-
        -¡Mierda! ¿Le has dado el teléfono de casa?- Le dije un poco molesto.
        -Ha sido el único modo que he tenido para que me dejase trabajar en paz.- Dijo mi chico un poco apurado.
        -Ok… Vale… ven aquí.- Y mientras le daba un beso y lo abrazaba me volví a dormir. Hacía calor, pero el ventilador, que llevaba enchufado todo el día, conseguía refrescar un poco el ambiente.


        Posdata:
        Por desgracia, la frase <Que otro palo aguante esta vela>  se ha transformado en el lema de vanguardia de todos los cargos de responsabilidad de este país. Alguien debería hacer algo para arreglarlo.

        Imagen: Eriko Stark

 

martes, 13 de marzo de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Vacaciones, drogas y metacrilato)

VACACIONES, DROGAS Y METACRILATO.


        A los veinte años, después de irme a vivir a Girona tras mi salida del armario, empecé a tomar lecciones de bellas artes en el Centro Cultural La Mercè. Estudiar arte había sido mi sueño desde la adolescencia, pero el hecho de haber nacido el primogénito en una casa de payes con profundas raíces clavadas en los posos culturales del “hereu català” me había hecho apto solo para un oficio: agricultor.
        Con mí huida hacia adelante, al entrar a trabajar en la multinacional japonesa con un sueldo digno, sin novio y con mucho tiempo para dedicar al arte, me entregué durante todas las tardes de ese 1988, de ocho a diez, a aprender y a perfeccionar todas las técnicas pictóricas posibles, además de escultura y dibujo.
        Como el alumno aventajado que era, los profesores se admiraban con la progresión de mis habilidades técnicas. Y yo, como que me encantaba que me alagasen, me dejaba querer. Más tarde descubrí que los profesores cobraban unos buenos incentivos por cada alumno que se mantuviese en el grupo, así que, el conseguir que los estudiantes de arte estuviesen muy satisfechos con lo que hacían y se creyese un Picasso en potencia formaba parte del proceso educativo.
         Pero dejando a un lado todo eso, algo de buen artista debía de tener porque a los pocos meses de tomar clases, un anticuario me propuso un negocio de esos que se podía hacer en casa en ratitos perdidos. Al principio se trataba de realizar copias al carboncillo de litografías antiguas. Hasta ahí nada de especial. Lo único que hacia este trabajo un poco sospechoso era que los dibujos al carbón debía realizarlos sobre pergaminos y papeles antiguos o envejecidos. Pagaba cinco mil pesetas por cada dibujo, una fortuna, teniendo en cuenta que lo máximo que había conseguido por algo que había dibujado yo, no pasaba de las quinientas pesetas.
        Varios meses después, cuando pudo comprobar mi pericia con los pinceles, me propuso el reto de pintar un fragmento de un pantocrátor románico sobre unas maderas antiguas. Sin duda alguna el anticuario quedaría muy satisfecho del resultado final, porque aparte de pagarme cincuenta mil pesetas, me encargó ocho pinturas más en el mismo estilo.
        Después de eso no volví a saber nada más de él en dos años. Por lo visto ese tiempo lo había dedicado a rehacer su negocio en otra ciudad al sur de España, pues el que tenía en Girona lo tuvo que cerrar por un sórdido problema de falsificaciones. Cuando me lo volví a encontrar, me propuso retomar el tema de pintar fragmentos románicos sobre maderas antiguas. Para entonces yo, aparte de trabajar en la empresa multinacional, compartía los pinceles con una muy mediocre carrera de modelo y ese dinero extra me iba a salvar la vida, pues aún no había empezado a trabajar de camarero.
        Pinté para ese marchante otras quince maderas, que me las pago al mismo precio que las anteriores. -¿Cómo es que tuviste que cerrar el anterior anticuario?- Le pregunte cuando se pasó por mi casa en Girona al recoger las maderas pintadas.
        -Apunte demasiado alto.- Me dijo. –Estas piezas que tú pintas se pueden vender obteniendo un buen beneficio. No dejas nunca claro si son originales o no, así que el cliente no sabe si está pagando demasiado por algo “artístico” o está adquiriendo un verdadero chollo de coleccionista.- Explicó refiriéndose a mis pinturas. -Me metí en un negocio de los de arte en mayúsculas y los iconos bizantinos que intentaba vender a comisión, no pasaron las pruebas de autentificación del museo que pretendía adquirirlos. La policía tomó cartas en el asunto y aunque pude demostrar mi buena fe, el tema transcendió y acabé perdiendo toda la clientela importante de la zona.- Añadió.
        Hasta finales del año 1992, cada cuatro o cinco meses recibía de ese caballero un encargo de entre diez y veinte reproducciones de arte románico sobre madera. Encargos que me ayudaron a solucionar el completo desastre que acabó siendo mi carrera de modelo.
        Pero volvamos a 1995. La noche del sábado veintidós de Julio que, por cierto, era mi primer día de vacaciones en la multinacional japonesa, mientras me estaba transformando en Dragg Issis en los camerinos del PACHA, me vino a la memoria todos los trapicheos en los que había metido en los últimos cinco años. Curiosamente todos tenían que ver de un modo o de otro con el arte, y, aunque muchos estuviesen justo al borde de la ilegalidad, ponían totalmente en cuestión mi moralidad artística. En realidad estaba haciendo todo lo contrario que se supone que hace un creador de arte: en vez de usar todas mis técnicas aprendidas para crear algo único y poderoso con mi estilo propio, me limitaba a hacer cosas en serie que, aunque estaban bien pagadas, me dejaban frio. No sentía ninguna emoción pintando esas maderas viejas, y creo que fue por eso por lo que, cuando cesaron los encargos, guardé los pinceles en una caja, con la idea de no volver a usarlos nunca.
        Era tal la aspersión que sentía por los pinceles que incluso para maquillarme, en vez de brochas, usaba los dedos, imitando el  modo que se esparce la tiza de colores en un dibujo al pastel. Pero incluso siendo mi cara el lienzo, seguía repitiendo una y otra vez la misma obra en tonos azules. -Para que cambiar, si así funciona perfectamente.- Me repetía mentalmente cada vez que me sentía agobiado al volver a ver de nuevo el mismo personaje, repitiendo las mismas canciones y vestidos. Verdaderamente empezaba a necesitar unas vacaciones, pero no de la empresa multinacional, las vacaciones que necesitaba eran de Dragg Issis.
        Esa noche cambié los eternos colores azules por verdes, amarillos y rosas. Ya no quería ser Annie Lennox. Sería Cindy Louper, Madonna, Alanis Morissette o todas juntas. Al ajustarme los plataformones a la funda de poli-piel blanca, descubrí ante mí a la nueva Dragg Issis. De pie delante del espejo del camerino, los nuevos colores de la cara, lejos de paréceme extraños o ridículos, se me presentaban como un equilibrado conjunto que las joyas de metacrilato, con un dificultoso diseño romboidal y rellenas de flores y hojas de plástico del todo a 100, complementaban. Con los postizos blancos, sujetados como una cola de caballo que emergía sobre mi cabeza, al estilo de Madonna en Vogue, dos coladores sin el mango a modo de sujetadores y el bañador plateado estilo culotte, di por finalizada mi transformación.
        -¿Piensas pasearte por toda la zona comercial del municipio y recorrer los pubs vestido solo con dos coladores y un bañador?- Preguntó una sorprendidísima Dragg Essenzia a medio montar.
        -Pues si.- Dije ajustándome un par de larguísimos guantes blancos y mostrándome con todo mi esplendor. -Hace muchísimo calor, y hoy no me apetece nada sudar.-
       -Madre del amor hermoso.- Dijo Martin al verme. -Te pondrás algo encima para salir a la calle ¿no?-
       -Pero que pesados que sois.- Insistí. -Hace calor y quiero ir fresquito.-
        -En efecto… serás la fresca y la salida de la comarca.- Dijo Juan muy preocupado. -Ya sabes que esto no deja de ser un pueblo de los más rancios, y si sales así a la calle acabaran tirándonos piedras.- Añadió. -El modelito, para dentro de la discoteca es genial, pero en la calle cúbrete un poco ¿Vale?-
        Me dejé convencer. Y acabé poniéndome un sari blanco casi transparente de cinco metros de largo, decorado con unos ribetes verdes y amarillos simulando hojas y flores. Muy primaveral todo ello. Al final la tremenda decepción que me había llevado hacía tan solo unas horas, al ver el conjunto de bisutería del que tan orgulloso estaba la noche anterior en esa tienda llamada ELEMENTO TIERRA a unos precios prohibitivos, había servido para que me reciclase completamente, atreviéndome a hacer cosas que unos días atrás mi autoestima habría considerado imposibles.
        Sinceramente, lo de envolverme con el sari para salir a la calle fue una excusa para que se callasen esas gallinácea-draggs. Porque, a la que tuve ocasión, el sari se fue a tomar “pol’culo” y yo empecé a pasearme medio en pelotas por la calle, y claro, como en las mejores noches del año pasado, todos los guiris y el resto del mundo me pedían una foto con ellos, excluyendo la mayoría de las veces a La Sabrosona y a Dragg Essenzia. A juzgar por la cara de mala leche que ponían mis compañeros, la nueva Dragg Issis amenazaba con hacer añicos la tranquila convivencia de la que habíamos disfrutado entre las divas los últimos meses.
        Ya en el PACHA, después de una (bastante mediocre) interpretación del “Express Yourself” de Madonna y “You Oughta Know” de Alanis Morissette, me dediqué a dejarme querer por la cámara del fotocool (esa noche todo el mundo quería fotos conmigo). A eso de las cuatro y media, mientras María me mostraba su pericia como coctelera preparándome una de sus últimas novedades a nivel de combinados, se me acercó Margarita Martínez, si, la propietaria o gerente de la boutique ELEMENTO TIERRA. -Te doy esto por tus joyas.- Me dijo al oído mostrándome unos billetes doblados.
        -Es tu decisión.- Le dije mientras me sacaba el colgante, los pendientes, el brazalete y el voluminoso anillo.
        -Vaya… ¿no tendré que esperar a que acabe la sesión?- Preguntó extrañada.
        -No preguntes.- Le dije muy serio. -Estoy haciendo un acto de liberación espiritual.-
        -Espero que esa liberación espiritual no implique el abandono de la creación de joyas.- Dijo la mujer un poco contrariada. -Porque en veinticuatro horas, con tu producto, he obtenido un beneficio de cuarenta mil pesetas y, sinceramente, me gustaría poder explotar tus creaciones durante muchísimo más tiempo.- Tardé el tiempo de verla desaparecer por la puerta de acceso a la discoteca con mis joyas en la mano, para procesar lo que acababa de suceder.
        -Esto… ¿me puedes aclarar de que iba esa tía?- Me dijo María con una copa del coctel de su última creación en la mano, esperando que brindase con ella.
        -Acabo de descubrir que no soy un mal artista… el único problema que tengo es que no me sé vender en los circuitos adecuados.- Dije como si acabase de tener una revelación divina.
        -Oye… Tú no te estarás metiendo la mierda que está vendiendo Irene ¿no?- Dijo muy preocupada mi amiga, convencida de que sin duda, mis desvaríos eran producto de alguna sustancia digamos… ilegal. Sus palabras sonaron en mi cabeza como el frenazo de un coche que circula a doscientos por hora.
        -¿Irene es traficante?- Pregunté escandalizado.
        -Baja la voz.- Me increpó María mirándome con ojos como platos. -De este tema solo se puede hablar en voz baja, nadie quiere tener problemas con esa gente.-
        -¿Que gente? ¿Cuántos hay que venden mierda aquí?- Pregunté muy molesto.
        -Oye, pregunta a tu chico, él sabe más del tema de lo que puedo saber yo.- Contestó zanjando el tema. Me tomé la copa con el combinado de frutas y licores y con cierto regusto a decepción regresé al fotocool.
        Esa madrugada no desayunamos en el Bar Paco con los demás compañeros, cuando Darío terminó de recomponer la barra de Tatiana nos fuimos directos a casa sin tan siquiera despedirnos. Estuve de morros todo el camino hasta Palamós. Mi chico, sentado en el asiento del copiloto, me miraba con la expresión de alguien al que lo han pillado infraganti y no tiene muy claro hasta donde tiene conocimiento de causa el contrario.
        Cuando nos metimos en la cama aun no le había dirigido la palabra. -Me niego a ponerme en la cama a dormir estando de morros.- Dijo Darío esperando alguna explicación por mi parte.
        -¿Vas a comisión con Irene?- Pregunté muy molesto.
        -¿De qué mierda me estás hablando?- Contestó mucho más molesto que yo.
        -Dímelo tú.- Dije. -Hoy me he enterado de que Irene es traficante y al pedir explicaciones me han dicho que te pregunte a ti.-
        -Ya te dije que ni consumo ni me dedico al tráfico de drogas.- Su tono empezaba a ser de verdadero cabreo. -Enhorabuena… por fin has descubierto a uno de los traficantes del local. Ahora ya sabes lo que todo el mundo sabe.- Me gritó. -Tengo que trabajar con ella mientras dedica la mitad del tiempo a su negocio, en vez de atender su trabajo de camarera en la barra-
        -Entiendo, quieres decir que desde que la tienes de compañera tienes el doble de trabajo.- Le dije. -Pero. ¿Por qué no te has quejado a Markus? Su trabajo es solucionar estas cosas.-
        -Esto es lo que más me molesta de ti, cariño. No te enteras absolutamente de nada.- Sentenció Darío. -Todos los traficantes trabajan para Markus.-
        -Pe… perdona… me estás diciendo que Markus es el gran camello de la zona.-  Dije completamente contrariado.
        -Irene, Bea la del guardarropía, la mitad de los vigilantes, Dragg Essenzia, incluso los recogedores de vasos venden la mierda que Markus les pasa.- Dijo mientras yo me estaba volviendo de pasta de moniato al oírlo. -Además, tu amigo La Sabrosona, lleva tres semanas haciéndole la rosca al jefe de seguridad, sin duda está buscando su parte del pastel.-
        Ahora lo entendía todo. Por eso Martin y Juan no querían que llamase la atención correteando medio desnudo por el municipio, mis compañeros no querían que me pusiese a llamar la atención como si fuese excesivamente colocado (porque reconozcámoslo, para salir por la calle como salí yo esa noche, por muy verano que fuese, tendría que haber llevado en el cuerpo algo más que alcohol). Aunque yo lo hiciese por mis propios motivos y circunstancias, a los ojos del mundo y sobretodo de mis Draggs-compañeras, las estaba poniendo en evidencia del lucrativo negocio que tenían entre manos.
        -¡Mierda!... ¿y ahora que tenemos que hacer?- Pregunté preocupado.
        -Pues lo mismo que hacemos todos los que no queremos estar dentro de esa historia: fingir que no nos enteramos de nada.- Dijo Darío. -Además, ellos están convencidos de que tú tampoco te enteras de nada, y la prueba está en el modelito que te has puesto hoy… que por cierto estabas genial. Por lo que sé, a ti te temen. Tienen miedo de lo que puedes hacer si te enteras de lo que ya sabes. Están convencidos de que iras a la policía.-
        -¿Tan gilipollas me creen?- Dije molesto.
        -Te creen honesto. Así que, si no los piensas denunciar, finge que no te enteras de nada y no te cortes ni un pelo con los modelitos este verano, que hoy estabas genial. ¡Ah! y un buen consejo: cierra siempre con llave tu caja de maquillaje y el petate de las cosas de Dragg Issis.- Resolvió Darío mientras me abrazaba y me besaba en los labios.



        Posdata:
        En ese momento entendí por qué Martin venia transformado en La Sabrosona desde casa. Lo último que quería mi amigo era que le incriminasen escondiendo droga entre sus cosas.

        Imagen: Erico Stark



sábado, 24 de febrero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Metacrilato, técnicos japoneses, Dragg Issis y una boutique llamada "Elemento Tierra")

METACRILATO, TECNICOS JAPONESES, DRAGG ISSIS Y UNA BOUTIQUE LLAMADA “ELEMENTO TIERRA”.

        El lunes diez de julio, a las ocho menos cinco, mientras hacia la gimnasia japonesa en la empresa multinacional, pude comprobar que Kaede (por fin) había regresado. Más tarde, ya en mi sección (la sección secreta), tuve que esperar hasta pasadas las once para verla aparecer. Sin duda tenía que informar a dirección de sus progresos vendiendo exclusivísimos productos a los súper pijos hijos de millonarios ingleses.
        Al verme, me saludó efusivamente, dándome dos besos en las mejillas. Por lo que parecía, el pasearte en bragas y travestido infunde muchísima confianza entre las féminas japonesas. -Tengo entendido que Makoto te ha contado por encima un poco de lo que hacemos aquí.- Dijo la japonesa con un inglés que me resultaba muy fácil de comprender.
        -Más o menos.- Contesté yo.
        -Ok- Dijo mientras abría uno de los armarios metálicos con una de las llaves de su voluminoso llavero. Al momento sacó dos bandejas metálicas que contenían seis extrañas cajas de plástico duro.
        A partir de ese momento, Kaede me ignoró completamente. Al ir manipulando una por una las cajas de plástico fue descubriendo ante mis ojos los moldes de las carcasas de teléfono móvil, con su maravilloso contenido.
        Una vez retiradas las piezas de los moldes, volvió a montarlos cambiando la parte superior de los moldes por otras parecidas en la forma pero que llevaban encima un anagrama que se podía leer como FASE1. Acto seguido, de una garrafa de unos cinco litros vertió el equivalente a medio litro del líquido que contenía en un dosificador de plástico (si, de esos de hacer la mayonesa), añadiendo al recipiente después otro líquido, deduje que debía de tratarse del catalizador que activaba la cristalización del metacrilato.
         Después de remover la mezcla durante unos minutos, rellenó los moldes hasta que derramaban por el lado contrario. Durante toda esa operación yo no perdí detalle, apuntándome en una libreta absolutamente todos los pasos que había realizado y los códigos de los productos que estábamos utilizando.
         -Esto ya está.- Dijo la japonesa muy satisfecha. -Creo que nos merecemos un café para celebrarlo.- Añadió mientras me invitaba a acercarme a la cafetera y preparaba dos cafés.
        -¿Solo hay que rellenar los moldes y ya se obtienen estos resultados?- Pregunté incrédulo mientras le daba un sorbo a la taza de café.
        -Nooo.- Dijo riéndose. -Esta es la primera fase. Mientras esa sección se solidifica procederemos al pulido de las piezas ya terminadas.- Y, tranquilamente, procedió a tomarse el café y a preguntarme cosas sobre el mundo de las Draggs Queens y las discotecas.
        A eso de las doce y media, dio por finalizada la conversación y de las piezas de metacrilato que habíamos sacado de los moldes, eligió una y la puso sobre una pequeña bandeja recubierta de algodón, dirigiéndonos al rincón que debía de corresponder al sur geográfico de la sala, donde estaba instalado sobre una peana metálica un motor eléctrico al que se le había acoplado por un lado una especie de piedra de lijar y por el otro lado un cepillo cilíndrico de tela de lana.
        Después de colocarse una especie de máscara antigás, unas gafas de protección similares a las de un buzo y haberme obligado a ponerme lo mismo a mí, puso en marcha una potente campana de extracción de polvo y empezó a pulir la pieza de metacrilato. Más tarde me contó lo peligroso que resulta para la salud el inhalar el polvo de metacrilato, madera o barnices, que por lo visto, eso, es responsable de muchísimos casos de cáncer de pulmón. Vamos, que había que tomar muchísimas precauciones al realizar ese trabajo.
        Lo primero que hizo fue sacar de la pieza de metacrilato, con mucho cuidado, usando la piedra lijadora, todas las rebabas y marcas de las uniones de los moldes. Una vez desaparecieron todas esas marcas, la carcasa de teléfono móvil era casi opaca a consecuencia de la cantidad de rayadas que se le había hecho con el pulidor grueso. Al aplicarle el cepillo de lana con cera pulidora, apareció con todo su esplendor un maravilloso teléfono móvil (bueno, lo seria cuando se le incorporase toda la maquinaria), que contenía en su interior, como si estuviese atrapado en ámbar, un delicioso ramo de violetas en tres dimensiones.
        Yo no podía salir de mi asombro, y, diez minutos después, mientras nos dirigíamos al comedor, no podía parar de preguntarle a Kaede sobre los limites creativos de lo que acabábamos de hacer. De hecho durante todo el almuerzo estuvimos conversando sobre las posibilidades reales del producto que estábamos usando. Como comprenderéis las mosqueteras se quedaron de pasta de moniato cuando vieron como interactuábamos la japonesa y yo, bueno… las mosqueteras y el resto de operarios que estaban en el comedor. Y yo, ajeno a todo eso, solo pensaba en acumular información para mi proyecto personal: La nueva bisutería para Dragg Issis.
        Esa tarde la dedicamos a pulir y abrillantar el resto de carcasas. A las cinco y cuarto, cuando me cercioré de que estaba solo en la empresa, como el que no quiere la cosa, extravié medio litro de cada componente de las garrafas de cinco litros, guardando los líquidos dentro de dos botellas de medio litro de agua. Sacando el producto del recinto en la mano, como si del agua para beber se tratase. -Como sea cáustico y se coma este plástico voy a quedar en evidencia ante todo el mundo.- Pensaba mientras me acercaba al coche. Llegué a casa sin ningún problema y con un plan premeditadamente elaborado para tener acceso ilimitado al material que necesitaba para mis proyectos personales. Esperaba poder acumular en casa suficiente producto como para poder hacer todas las pruebas que quisiese durante las cinco semanas de vacaciones de verano que empezaríamos a partir del veintiuno de Julio.
        A las ocho llegó Darío. Solo llevábamos una semana de verano y ya empezaba a odiar que mi chico trabajase a doble turno, pues nuestra relación se limitaba a un achuchón de ocho a nueve de la noche y a verlo dormir cuando me levantaba a las seis y media para irme a trabajar a la fábrica. Empezaba a tener la necesidad de que llegasen ya las vacaciones, para poder pasar más tiempo con él. Aunque, con los horarios que hacia mi chico, lo único que materialmente podríamos hacer, seria dormir más horas juntos.
        El martes, igual que el lunes Kaede no apareció hasta las once de la mañana. Dedicamos todo el martes, una vez retiradas las cubiertas de los moldes con el anagrama FASE1, a preparar la decoración que iría incrustada dentro del metacrilato. Era evidente la diferencia de estilo entre los dos técnicos japoneses. Mientras a Kaede le seducían las escenas bucólicas entre florales y animales: Estaba emperrada en ponerle gatitos y flores a todas las carcasas. Makoto prefería las escenas mucho más contundentes, sacadas sobretodo de los violentos comics de superhéroes americanos y mangas japoneses.
         A última hora, casi a las cinco, cuando todos los moldes tenían montada su propia decoración, los cerró con las cubiertas de molde que llevaban el anagrama FASE2, procediendo a verter en su interior la mezcla de los dos componentes que al cristalizar crearían las piezas decoradas de los teléfonos móviles.
        El miércoles, Kaede se dedicó a montar en las carcasas acabadas la maquinaria de los teléfonos inalámbricos y a probarlos. Por la tarde reinició todo el proceso que empezamos el lunes con los moldes que rellenamos el día anterior. De este modo y siguiendo todos los pasos, el viernes por la tarde teníamos una docena de aparatos a punto de ser vendidos por un precio lascivamente lucrativo.
        La semana siguiente realizamos el mismo proceso, solo que en vez de hacerlo con Kaede lo hice con Makoto, que, el último día de trabajo antes de empezar las vacaciones, disponía de una docena de aparatos decorados con su estilo. Para entonces yo ya estaba realizando en casa algunas pruebas con moldes de mi invención, consiguiendo crear algo parecido a unas galletas (usando como moldes vasos y otros artilugios de plástico), a las que les había hecho un orificio en un extremo con un taladro, por el que anudaba un cordón grueso de seda industrial que acababa de comprar a metros en una mercería.
         Para pulirlos utilicé el soporte que normalmente usaba para mantener fijo el taladro a la mesa. Usando como herramientas de pulido una piedra pómez cilíndrica y un cepillo circular de lana que compré en la ferretería. Pero, enseguida me di cuenta que ese trabajo tendría que hacerlo en la terraza, porque estaba ensuciándolo absolutamente todo de un polvillo blanco que solo desaparecía con el aspirador a toda potencia.
        Después de un tremendo trabajo de pulido y abrillantado logré tener listos doce colgantes con forma de disco que contenían en su interior, al estilo de los insectos en el ámbar, desde las bolitas de chocolate de colores “M&M” hasta flores de plástico del todo a 100, pasando por los típicos caballitos de mar y canicas de colores. Como el grosor no era un problema podía poner en su interior cualquier cosa que me imaginase.
        El viernes veintiuno de julio me estrené con todo un conjunto de pendientes, colgante y un maravilloso anillo de metacrilato decorado con “M&M” de todos los colores. Dragg Issis lucía esa noche un reciclado vestido del verano anterior al que le había añadido tres tallas, cortísimo, al estilo de las minifaldas de los años sesenta, de una tela que imitaba el cuadrito escoces. Me puse la peluca azul de pelo rizado a lo afro y los plataformones embutidos en una funda de piel artificial blanca, imitando unas botas hasta la rodilla. De maquillaje, los ya típicos colores en azules.
        Me sentía divísima con mi conjunto de bisutería exclusivo. El hecho de que todo el mundo me preguntase que donde había conseguido esas piezas tan únicas, aun hacia que me sintiese más orgulloso de mi mismo. Me encantaba ser el centro de atención, y más aun siéndolo por algo que había creado yo con mis manos. La cosa empezó a tener un tono surrealista cuando a eso de las cuatro de la madrugada, una chica que no tenía pinta de ir borracha ni drogada, se ofreció a comprarme el conjunto de bisutería.
        Al primer momento pensé que debería de tratarse de una broma, así que no me la tomé excesivamente en serio y me limité a reírme con ella mientras me invitaba a unos chupitos en la barra de la terraza. La cosa cambió a mucho más seria cuando me puso tres billetes de cinco mil pesetas sobre la barra esperando adquirir toda mi bisutería de ese día.
        -Un momento… ¿Estás hablando en serio?- Le dije muy sorprendido.
        -Completamente.- Contestó poniéndome el dinero en la mano.
        Por un momento dudé, no podían estar ofreciéndome quince mil pesetas por cuatro trozos de plástico. Por muy bien pulidos que estuviesen. Aunque, si esa mujer estaba dispuesta a pagar ese pastizal… ¿Quién era yo para negarle el capricho?
        -Vale, trato hecho.- Dije apretando los billetes en mi mano. -Pero no te entregaré las piezas hasta que acabe mi sesión, a las cinco y media.-
        -Por mí no hay prisa.- Dijo sonriendo satisfecha. Mientras yo me guardaba los billetes dentro del bañador dorado tipo culotte.
        A eso de las seis de la madrugada cuando me dirigía al camerino a desmaquillarme, Darío me salió al paso cargado con dos cajas de Coca-Cola y muy preocupado me preguntó: -¿Dónde tienes esas joyas tan buenas que te habías hecho? ¿No me digas que vas borracho y las has perdido?-
        -Nooo…- Le dije yo. -Me las he vendido.- Añadí orgulloso.
        -Anda ya.- Me dijo molesto. -Con lo bonitas que te habían quedado, tenías que haberlas lucido durante más días este verano.-
        -Me han pagado quince mil pesetas por esos trozos de plástico.- Le dije al oído. -Además, puedo hacer otras.- Y mientras mi chico me miraba con la boca abierta, sin terminar de creerse lo que acababa de oír, fui directo a desmaquillarme.
        Durante el desayuno, en el Bar Paco, todos los compañeros, comentaban incrédulos el tema de la venta de mi bisutería. Más tarde, ya en casa, me saqué del bañador plateado los billetes, habían quedado apretujados haciendo una especie de paquetito cuadrado. Al desenvolverlos vi que envolvían una especie de tarjeta en la que se podía leer “ELEMENTO TIERRA” Joyas Exclusivas, luciendo un complicado anagrama que incluía características egipcias y aztecas. En la parte posterior había un nombre: Margarita Martínez, que se presentaba como gerente, un número de teléfono fijo y uno de teléfono móvil. La verdad era que el anagrama me resultaba muy familiar.
        -Hay varias tiendas por la zona que se llaman así.- Dijo Darío mientras contaba los billetes y se cercioraba de que no fuesen falsos. -Justo al final de la Calle Mayor hay una boutique de esa marca.- Añadió.
        -¿Y cómo es esa tienda?- Pregunté.
        -Mucha plata, poco oro, cosas muy raras y todo carísimo de la muerte.- Dijo dejando los billetes sobre la mesa. -Solo las más pijas de vacaciones compran ahí. Si te han pagado este pastizal, no quiero ni saber por cuanto lo piensan vender en la tienda.- Darío ya se iba a la cama, y yo, mientras lo seguía, decidí que el sábado por la tarde, después de que mi chico se fuese a trabajar a la peluquería, iría a investigar esa tienda.
        Al mediodía, después de haber dormido las ocho horas reglamentarias, haber comido con mi chico, haberlo acompañado a la peluquería RIÇÇO’S y con la excusa de hacer tiempo, me planté a las tres y media en la playa esperando encontrar a Nuria y convencerla para que me acompañase a las seis de safari urbano. Quería descubrir la tienda cuya propietaria se había hecho con mi primer conjunto de bisutería “made by Dragg Issis”.
       En la playa estaban Nuria y Lola. Por lo visto, a consecuencia del embarazo, mi amiga no había gastado las horas extra que tenía acumuladas para sus “relajantes” viajes a África. Ese era el motivo por el que tenía que hacer un mes y medio de vacaciones, pues esos quince días extra que tenía acumulados caducaban septiembre. Si esperaba a utilizarlos después del verano, los perdería.
        Sinceramente, no me esperaba a Lola allí. Tenía mis dudas sobre la conveniencia de contarle lo sucedido en el PACHA con el tema de mi bisutería a alguien que, sin duda seria competencia directa con la tienda que había mostrado interés por lo que yo hacía. Partiendo de la base de que tenía todo el verano por delante y aun no sabía nada de ese negocio, ni de esa tal Margarita Martínez, opté por cerrar la boca y esperar a que Lola se fuese a abrir su boutique para proponer a Nuria el recorrer la calle comercial mirando escaparates.
        Mi amiga accedió a acompañarme con la condición que la invitase a un helado de menta. Cosa que hice encantado.
        A eso de las seis y media, estábamos paseando por el centro de la villa como dos turistas más, con un enorme helado en la mano. Repasamos todos los aparadores y escaparates mientras mi amiga me aconsejaba que camisas y camisetas eran las más adecuadas para un chico de mi edad y posición. Al llegar casi al final de la Calle Mayor la vi. No sabría deciros si era una boutique o una joyería, pues resultaba muy difícil decir cuál de los dos artículos se imponía sobre el otro. Eso sí, los precios eran de escándalo y lo que vendían no lo había visto en ninguna otra tienda.
        Llegados a ese punto le pedí a mi amiga que entrase y preguntase por el precio del conjunto de bisutería (mi conjunto) que se exponía sobresaliendo por encima del resto de artículos de plata y piedras talladas.
        -Nene, que venimos de la playa y yo voy con pareo, si entramos así en esta tienda nos van a echar, que ese sitio es de mucho lujo y glamour.- Se quejó mi amiga un poco molesta por la insistencia que demostraba.
        Pero justo en ese momento salieron de la tienda un par de abuelitas inglesas o alemanas vestidas con chancletas, bañador y pareo, comentando alguna cosa sobre lo que acababan de comprar y que llevaban dentro de una vistosa bolsa de papel con el logo de la tienda. Ante tal demostración de lujo y glamour, mi amiga se armó de valor y entró en “ELEMENTO TIERRA”.
        Cinco minutos después salió escandalizada. Por lo visto la pieza más barata, una mierda de anillo que se suponía que era de plata, valía cuatro mil pesetas. Por mi conjunto pedían cincuenta y ocho mil pesetas. -Fue bonito mientras soñaba que podría ser un gran diseñador de joyas.- Pensé, volviendo de nuevo a la realidad, convencido de que esa mujer jamás vendería esos trozos de plástico por ese precio.
        Después, tranquilamente, acompañé a Nuria hasta su piso contándole por encima de donde habían salido esas piezas del escaparate.


        Posdata:
        Hay veces que, por casualidad, al hacer sonar la flauta consigues una buena nota, por casualidad. Hasta incluso quizás, un buen compás, por casualidad. Pero jamás conseguirás una sinfonía crear, por casualidad.


        Imagen: Eriko Stark





viernes, 16 de febrero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Martin, alopecia. "La Cuca" y la sombra de un gran almendro)

MARTIN, ALOPECIA, “LA CUCA” Y LA SOMBRA DE UN GRAN ALMENDRO.

        El sábado, como de costumbre, el despertador sonó a las tres del mediodía. Darío paró el escandaloso aparato y se arrastró sobre mí, dándome un beso en los labios. -Buenos días.- Sonrió. -Mejor dicho, buenos medios días.- Y moviéndose perezosamente se deslizó hasta la ducha.
        Hacía calor. El ventilador, que tenía conectado a un temporizador eléctrico, llevaba funcionando desde las once de la mañana, moviendo el aire, consiguiendo así refrescar mínimamente el ambiente. Estaba excitado y necesitaba una ducha con mi chico.
        Entre espuma, abrazos, erecciones y esperma nos dieron casi las tres y media. Darío se marchó cagando leches, dándole mordiscos por el camino a un trozo de pizza que llevaría en la nevera desde el jueves, después de haberse bebido en tres sorbos un café completamente helado del día anterior con leche, quejándose continuamente de que volvería a llegar tarde al trabajo en la peluquería.
        Por mi parte, más tranquilamente, me calenté el otro trozo de pizza que quedaba y me lo comí junto a un gran tazón de café recién hecho, sentado en la tumbona que seguía debajo del gran almendro del patio.
        Al poco rato me di cuenta que mi pequeño huerto urbano volvía a tener la consistencia de tabaco de liar, necesitando con urgencia un buen aporte hídrico. Mientras regaba lo que quedaba de mis plantas, me acordé que había quedado con Martin a las cinco en la playa. Así que después de dejar los parterres completamente anegados, me dediqué a buscar un bañador bonito y a embadurnarme de crema de protección solar factor sesenta.
        A las cinco me planté en la zona donde habitualmente solíamos quedar los colegas del grupo. Me encontré que en la playa, delante del POMELO’S, al otro lado del paseo marítimo solo estaban Nuria y Lidia. Martin no apareció en toda la tarde. -Que tarde que llegas ¿no?- Me dijo Lidia cuando planté mi toalla a su lado.
        -Es la manera de no estar cambiando la piel cada semana.- Dije señalando la espalda de Nuria que parecía un lagarto mudando la piel (por cuarta vez ya).
        -Es lo que tenemos los rubios.- Dijo Nuria. -En verano solo tenemos tres tonos de color de piel: Blanco lechoso, rojo gamba, y piel de muda de lagarto o serpiente.- Nos reímos los tres.
        -Va por la Lidia.- Dije yo. -Que esta chica toma el sol tres días y tiene el moreno Watutsi para todo el año.-
        -Ya… y nosotros tomamos el sol todo el verano y solo conseguimos un tono rojizo que nos dura solamente una semana.- Se quejó Nuria mientras Lidia nos hacia un solitario con el dedo medio del puño, insinuando que nos fuésemos a tomar por el culo.
        -Cada cual juega con las cartas que le han tocado.- Sentenció Lidia mientras mirábamos como Nuria le daba un buen trago a la limonada con pipermín que llevaba dentro de un termo con hielo.
        -¿Aun sigues con los antojos de menta?- Pregunté a mi embarazadísima amiga después de que el perfume de menta impregnase toda la playa.
        -Sí, y cada vez va a peor. Cuando pienso que aún me quedan dos meses largos para que se acabe esto, me desespero.- Contestó Nuria acariciándose su prominente vientre.
        La conversación siguió por los mismos derroteros hasta casi las ocho de la tarde. Hora en la que yo recogí mis cosas y me dispuse a volver a casa para prepararme para ir al PACHA a trabajar.
        -Por cierto… ¿Qué se sabe de Miquel y Thomas?- Les pregunté mientras sacudía la arena de la toalla.
        -Están en Barcelona, por lo que parece ya tienen todos los documentos que les hacían falta para regularizar la situación de Miquel en Los Ángeles.- Dijo Nuria. -Solo que ahora tienen que demorarse en regresar porque Thomas tiene que cerrar unos negocios que le han salido en el último momento y requieren toda su atención.- Añadió.
        -Me alegro que las cosas vayan bien entre esos dos.- Les dije mientras me alejaba con la toalla en la espalda y las llaves del portal del patio en la mano.
        Al entrar en casa me encontré con que Darío ya había llegado y estaba en la cocina devorando todo lo comestible que encontró dentro de la nevera. -Que hambre que he pasado hoy.- Dijo mientras terminaba de relamer el envase de un yogur de macedonia.
        -¿Mucho trabajo en la peluquería?- Le pregunté.
        -Cinco tintes y dos permanentes. No he tenido tiempo ni para hacerme un café.- Protestó mientras engullía su segundo yogurt de macedonia.
        -Que chollo, estás haciendo mogollón de prácticas y encima te pagan. Eres un afortunado.- Dije con tono burlón y riéndome.
        -Bueno se trataba de eso, ¿no? Si quiero mi título de peluquería tengo que tragar y hacer todas esas horas de prácticas.- Se quejó un poco molesto por mi actitud.
        -Y yo estoy muy orgulloso de ti.- Le dije mientras lo abrazaba y le daba un beso en los labios. Un beso con sabor a macedonia, por cierto. -Me voy a la ducha a quitarme la sal y la arena.- Añadí esperando que me soltase de ese abrazo que, por mi parte, ya se estaba alargando en exceso.
        -Mmmh… Ducha… yo te sigo.- Dijo mientras empezaba a bajarme el bañador y me acariciaba los pezones con la lengua. -Me encanta cuando tienes la piel quemadita por el sol y llena de cristalitos de sal.- Mientras, su lengua bajaba por mi barriga dirigiéndose primero a mi ombligo y después directamente a mi polla que, por cierto, ya estaba apuntando hacia la lámpara.
        Me di cuenta en ese momento que habíamos entrado otra vez en modo de extrema pasión sexual. No estaba seguro de haber estado anteriormente así con Darío, por lo menos durante los dos últimos meses, meses en los que nos habíamos limitado a un par de polvos bastante forzados a la semana. Se repitió la misma situación que por la mañana: Tuvimos que correr a toda leche para acabar llegando casi veinte minutos tarde al trabajo en el PACHA.
        Por suerte, quien más y quien menos, todos los empleados de la discoteca habían llegado tarde algún día. Empezando por Martin, que solía llegar siempre entre media y tres cuartos de hora tarde, aunque como él ya llegaba transformado en La Sabrosona, no se le tenía en cuenta.
        Esa noche y después de las revelaciones que me había hecho mi pareja sobre el consumo de drogas en el local, me obsesioné en localizar a los clientes consumidores y de paso, a los posibles traficantes.
        A eso de las cuatro y media llegué a la conclusión de que casi todos los clientes tenían las pupilas de los ojos como platos soperos. Me abrumaba la idea de que hubiese tantísima gente dispuesta a meterse cualquier mierda de sustancia en el cuerpo solo para divertirse. Muy decepcionado con la humanidad, al terminar mi última actuación salí a la terraza chill-out para tomar el aire y charlar un poco con María.
        Acababa de preparar un coctel de frutas y licor para unos clientes y con los restos de la coctelera nos servimos unos chupitos. -Te veo un poco abatido.- Dijo la camarera mientras me invitaba a brindar con el vaso de chupito.
        -Siempre había pensado que la discoteca se llenaba porque estábamos haciendo bien las cosas. Un buen espectáculo, buena música, copas generosas…- Le dije a mi amiga.
        -¿Y no es así?- Preguntó María.
        -Pues por lo que parece no. Por lo que se ve que el éxito de un local depende de la cantidad de droga que se dispense en él.- Dije abatido.
        -Yo de ti no hablaría de ese tema muy alto por aquí.- Dijo mi amiga acercándoseme al oído. -La mitad de los empleados trafican con alguna sustancia, y el resto, en distintos grados… consume.- Sentenció flojito en mi oído.
        Supongo que gracias a los dos kilos de maquillaje que llevaba en la cara no fue visible mi expresión de pasmo al enterarme de la asquerosa realidad del mundo que me rodeaba. Una vez más, era el último mono en enterarme de cómo funcionaba el entorno por el que me movía.
        Como si la cosa no fuese conmigo, regresé al fotocool para realizar mi trabajo, dejándome fotografiar junto a las demás Draggs y los clientes que lo deseasen. Aunque, a consecuencia de la gran decepción que acaba de llevarme, lo estaba realizando con cierta desgana y muy asqueado (una Dragg Queen con cara de asco… ¡qué gran novedad!).
        Más tarde, casi a las siete, cuando ya estábamos en la cama, le hice a Darío la pregunta del millón: -¿Tú consumes droga?-
        -Desde que estoy contigo no.- Me contestó.
        -¿Antes consumías?- Insistí.
        -Si.- Titubeó. -Desde los doce años… ya sabes que me he relacionado con gente muy indeseable.- Dijo justificándose.
        -No te estoy juzgando.- Contesté intentando ser cordial. -Yo también tuve mis experiencias con éxtasis y cocaína a los veintidós años.-
        -No te imagino a ti colocándote a base de “pastis” en una fiesta.- Dijo Darío riéndose.
        -Si yo te contara como eran las fiestas Acid-Hause de finales de los ochenta y principios de los noventa.- Estaba haciéndome el interesante, aunque ciertamente esas fiestas no tenían absolutamente nada de inocentes: si no tomabas las pastillas de éxtasis de manera voluntaria, acaban metidas en tu bebida sin que lo supieses. De hecho fueron el inicio de la explosión de las drogas de diseño.
        Después de tantas confidencias, con el ventilador enchufado, pues hacia muchísimo calor, nos entregamos (de nuevo) a las caricias y el sexo hasta que nos quedamos dormidos.
        Desperté a las dos y cuarto. Mi chico dormía a pierna suelta a mi lado. Me alcé de la cama sin despertarlo, era domingo y él no trabajaba en la peluquería, así que decidí dejarlo dormir hasta que se hartase. Después de una buena meada, preparé café y abrí una bolsa de madalenas, montándome mi picnic-desayuno en las tumbonas de la terraza, debajo del almendro. Al primer bocado de la tercera madalena escuché a lo lejos el timbre del teléfono. Me levanté de un salto para cogerlo lo antes posible, esperando que Darío no se hubiese despertado. Cuando llegué, mi chico estaba contestando.
        -Es Martin, que se viene para acá para irnos a la playa.- Dijo refunfuñando después de colgar el teléfono, mientras pasaba por mi lado. -¿Hay café? Necesito café si no quiero quedarme completamente dormido en la playa.- Añadió mientras me daba un beso en los labios y se dirigía completamente en pelotas hacia la cocina. -Queda muy poco café. Pongo a hacer una cafetera nueva.- Me gritó mientras se rascaba la cabeza y le daba un bocado a una madalena.
        -También es mala suerte, después de todos estos meses que lleva instalado el teléfono, casi nadie ha llamado y cuando lo hacen, es en el peor momento.- Pensé mientras también me dirigía a la cocina.
        Mientras esperaba a que la cafetera se pusiese a hervir, repase de arriba a abajo a ese rubio desnudo y despeinado que tenía apoyado en la mesa de la cocina. Dejando a un lado su juventud, tenía que reconocer que era verdaderamente bello. Aunque tenía el cuerpo de cualquier joven que no ha destacado en ninguna modalidad atlética, no estaba para nada fofo ni excesivamente delgado. Una fina capa de vello rubio, casi traslucido, solo visible cuando la luz lo hacía brillar, se esparcía por sus brazos y piernas. Su piel dorada por el sol mostraba de vez en cuando algún lunar que se confundía con varias marcas (sin duda había pasado la varicela de niño) y pequeñas cicatrices. Un pequeño bosque de pelo rubio como sus cejas rompía la monotonía de su piel, resaltando sobre una bonita polla sin circuncidar y unos testículos depilados tres días antes (si, y reconozcámoslo de una puñetera vez, los cojones depilados han sido el mayor aporte del cine gay a la sociedad). -¿Que miras?- Dijo Darío con la boca llena de madalena a medio masticar.
        -A ti… ¿No puedo? Me es imposible dejar de mirarte.- Conteste riéndome.
        -Ven.- Dijo extendiendo los brazos para abrazarme. -Tengo hambre, tengo calor y tengo sueño.- Susurró a mi oído.
        -Y además tienes que ponerte un bañador antes de que llegue Martin.- Le dije yo. Nos reímos los dos.
        Mientras esperábamos que el “Alter Ego” de La Sabrosona llegase, nos dio tiempo de desayunar tranquilamente y ponernos la correspondiente capa protectora de crema solar factor sesenta. Cuando llegó Martin, lo primero que me llamó la atención fue el logradísimo peluquín o bisoñé de pelo rizado a juego con el suyo que llevaba. Tenía la sensación de que Darío no se dio cuenta de que mi amigo llevaba el pelo postizo porque siempre lo había visto de Dragg y nunca se sacaba su peluca rizada color caoba de pelo natural.
        Preferí ser discreto y no ponerlo en evidencia ante mi pareja. Me imaginaba que ya debía de ser suficientemente traumática para él la pérdida del cabello, pues necesitaba tener que recurrir a semejantes estrategias para sentirse seguro de sí mismo.
        Cuando llegamos a la playa, nos encontramos que en la zona que normalmente solíamos ocupar, estaba “La Cuca” con un par de camareros del ANARKO. Ni cortos ni perezosos pusimos nuestras toallas cerca de ellos. Estuvimos hablando con los dos camareros mientras Javi estaba dormido, traspuesto o simplemente nos ignoraba, pues tardó casi media hora en girarse y saludar. Cuando vio a Martin su cara se transformó en ira, algo parecido a Úrsula, la bruja mala de “La Sirenita”. Y levantándose de golpe le lanzó una mirada asesina a mi amigo y dijo: -Vosotros haced lo que queráis. Yo me voy, que de golpe esto se ha llenado de muy mala gente.- Acto seguido cogió su toalla, sus chancletas, la bolsa tipo petate y se fue hacia el paseo marítimo.
        Por un momento todos nos quedamos de piedra, sin saber a qué había venido ese arrebato.
        -Tuvimos un rollete hace casi un año. La cosa no acabo muy bien, al menos por su parte por lo que veo.- Se disculpó Martin.
        Después de esta confesión, los dos camareros (supongo que por solidaridad con su encargado), recogieron sus cosas y se fueron tras “LaCuca”. Darío y yo nos miramos sin saber muy bien que hacer. Yo dudaba entre salir corriendo detrás de “La Cuca” para intentar que me explicase ¿qué coño había pasado ahí? o coger a La Sabrosona por el peluquín y hacerle la misma pregunta (solo que a él lo zarandearía un poco). Opté por quedarme y pedirle alguna explicación a Martin.
        Por lo visto, Javi y mi amigo se conocieron cuando, un año y medio antes, el ANARKO cambió de compañía de seguridad. Martin se encargó de sustituir las alarmas y los detectores de movimiento del interior del club. “La Cuca” en ese momento se encargaba de la preparación de barra y la limpieza del local. Por lo visto acabaron liados en lo que se podría definir como “un tórrido romance en horario laboral” (en ese momento me preguntaba cuantos kilos de cocaína hacían falta, para que alguien encontrase atractivo a Javi). Total, que la cosa duró hasta que la policía hizo la redada por drogas en el local y se llevaron de patitas a la cárcel a la mitad de los empleados. Desde ese momento (y siempre según Martin) “La Cuca” no quiso saber nada más de él, acusándolo de la mayoría de sus problemas. Fue en ese momento cuando me acordé de que cuando el ANARKO estuvo cerrado Verónica S3 y Javi se conocieron en el PACHA.
        Llegue a la conclusión que al final todo se reducía al típico: “quien la tiene más gorda” (la raya de cocaína, claro está).
        Ya fuese por la tensión acumulada o porque hacia muchísimo calor, en menos de una hora cada cual estaba en su casa. Era domingo y Darío no trabajaba en la peluquería, así que le propuse de irnos a merendar al paseo marítimo y aprovechar lo que quedaba del día para hacer algo juntos, antes de que lo llevase a trabajar a la discoteca a las nueve.
        -No sabía que La sabrosona fuese calva.- Me dijo mi chico mientras nos sacábamos la sal en la ducha.
        -¿Tanto se le nota?- Pregunté extrañado.
        -¿No te has dado cuenta? Pero si ese peluquín de pelo requemado de muñeca vieja se ve a una legua.- Contestó mientras me enjabonaba la espalda.
        -Pobre.- Pensé. -Tanto esfuerzo por disimular su alopecia y al final resultó que no engañaba a nadie.-


        Posdata:
        Al final acabaran teniendo razón los que dicen que el mundo es un pañuelo. Todos los mocos acaban tocándosE.

        Imagen: Eriko Stark.




sábado, 27 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Sexo, cocaína, libros de joyería y Martin)

SEXO, COCAINA, LIBROS DE JOYERIA Y MARTIN.


        La primera semana de julio, a nivel de trabajo en la empresa multinacional japonesa, la pasé encerrado en la “sección secreta”. Como nadie se dignó a aparecer por ahí, me dediqué a intentar leer los protocolos de realización y trabajo con metacrilatos, cosa que me estaba resultando de lo más dificultosa ya que todo estaba escrito en inglés. Tengo que reconocer que entre las traducciones de los dietarios del Sr. Yamahaka y las de todos los informes y protocolos que tanto me interesaba de esas maravillosas carcasas de teléfonos móviles, mi nivel de comprensión del idioma inglés mejoró en un par de grados.
        Ni Makoto ni Kaede aparecieron en toda la semana y nadie se molestó en venir a decirme: -Esto se hace así.- O -Deberías hacer esto o aquello.- Así que me tomé la surrealista situación con buen humor y me dediqué a pasar las horas tomando notas y traduciendo todo aquello que me resultaba interesante.
        Otra cuestión a la que tuve que hacer frente fue la insaciable necesidad de las mosqueteras de obtener información sobre la nueva sección a la que estaba asignado. Y más por vergüenza que por verdadera fidelidad a la empresa, opté por evitar la zona de descanso común y tirar de la magnífica cafetera exprés de que disponíamos en el taller. Además, ¿qué podría contarles?: -Es una sección muy bonita… no tengo jefes, no tengo ni idea de que hacer y no hay nadie que me dice que debo hacer.- Sinceramente, por motivos de higiene mental prefería no tener que llegar a dar ese tipo de explicaciones.
        El jueves todo cambió. Dado que en toda la jornada laboral no tenía nada mejor que hacer, me estaba dedicando a chafardear dentro de todos los armarios que no estaban cerrados con llave. Encontré el libro del brujo. Bueno en realidad eran varios tratados de joyería y bisutería a base de metacrilato. Estaban entre unos veinte tratados de joyería, manualidades y cerámica, escritos en inglés y español. Desde el primer momento me llamó muchísimo la atención un libro de un tal Carles Codina, especializado en bisutería y joyería alternativa. Me quedé extasiado, pues de una manera muy gráfica y accesible para los profanos en la materia, enseñaba como hacer verdaderas piezas de joyería a partir de sencillos moldes y metacrilato de colores.
        Lo que más me llamó la atención fue lo sencillo que resultaba introducir objetos y otros elementos dentro de la resina de metacrilato, quedando atrapados como los insectos dentro del ámbar. Desde ese momento, para poder realizar una prueba, tan solo tenía que conseguir encontrar los dos componentes que al juntarse formaban la resina.
        El problema lo tenía con los materiales, pues absolutamente todos los botes y paquetes estaban identificados con un código, que se me hacía totalmente ininteligible. -Si al menos pudiese encontrar un listado con los códigos y el producto al que corresponden.- Pensaba. A falta de otras opciones me dediqué a copiar y tomar notas de todo lo que pude del libro.
        El viernes me armé de valor, y tragándome el orgullo, salí unos minutos antes de la hora del descanso y me presenté en el puesto de trabajo de Andrea, pidiéndole una reunión con el comité de empresa para después del almuerzo.
        A las dos del mediodía, después de comer, estábamos los dos en el despacho sindical de la empresa. -Bien, tú me dirás.- Dijo Andrea mientras tomaba asiento detrás de una de las mesas.
        -A ver… Después de todo el show que montasteis, ya me tenéis en la maldita sección.- Dije muy serio. -¿Por qué nadie se ha tomado la molestia de contarme qué diablos hago allí?- Pregunté molesto. -Llevo una semana metido en ese agujero y nadie me ha dicho cuál es mi trabajo o que se espera que haga.-
        -Esas son las ordenes de los técnicos Makoto y Kaede. No quieren que nadie te influya o te expongan a malos hábitos de trabajo.- Contestó la presidenta del comité de empresa.
        -Perfecto.- Dije yo con evidentes síntomas de discrepar de esa opinión. -¿Y cuándo se dignaran a aparecer por la sección?- Pregunté molesto.
        -Tenían que llegar hoy, pero igual hasta el lunes no aparecen.- Dijo sin darle mayor importancia.
        -Y mientras tanto ¿Qué hago?- Pregunté poniendo cara de desespero.
        -No sé. Si no tienes nada que hacer, limpia y ordena tu sección.- Dijo riéndose. -¿No es eso lo que se hace cuando no tienes nada que hacer?- Añadió.
        Y así, sin haber resuelto ninguna de mis dudas existenciales, regresé a la “sección secreta” con la firme determinación que, puesto que la empresa estaba dispuesta a pagar mi salario por no hacer absolutamente nada, haría “NADA” lo mejor que pudiese hasta las cinco de la tarde.
        A las cinco y media, regresaba a Palamós con mi carpeta de apuntes en el asiento del copiloto. Al llegar a casa, descubrí a Martin esperando tres puertas más al oeste. Al verme entrar por el portal de casa, se acercó: -Vaya, menuda guarida te has montado aquí.- Dijo acercándoseme mientras yo empezaba a cerrar el portal metálico. No pude evitar el mirarle de reojo la incipiente calva que se le estaba generando a tres centímetros sobre las orejas. Me iba a costar mucho el no sacar ese tema en la conversación. Tenía la esperanza que al final acabaría sacando el tema él, para así poder hablar libremente sobre la calvicie y sus tratamientos, porque si hablaba yo de su calvicie, tenía la sensación de estar cometiendo algo muy irreverente y de mal gusto.
        -La casa es de mi madre.- Dije intentando justificar alguna cosa y sacarme el concepto calvicie de mis pensamientos más urgentes. -Aunque la casa no es gran cosa, le pago un buen alquiler. Tiene a su favor que en un salto estas en la playa o en el paseo marítimo, y eso en verano es de agradecer.-
        -Por lo que veo, aun trabajas con los “japos”.- Dijo Martin refiriéndose a mi uniforme gris.
         -Sí, pero no sé si será por mucho tiempo.- Contesté pensando en la posibilidad real de que el día menos pensado me largase por piernas de esa empresa que tantos disgustos me estaba proporcionando últimamente.
        -Pues no está el patio como para perder el trabajo en estos momentos.- Dijo mi amigo mientras entrabamos en casa.
        -¿Café o alguna cosa más fuerte?- Le pregunté.
        -¿Qué tienes a parte del café?- Dijo riéndose.
        -Sírvete tú mismo.- Le dije abriendo la licorera de la alacena. -En el congelador hay hielo y la nevera hay limonada y tónica.- Añadí mientras me dirigía a mi habitación para cambiarme.
        -¿Qué quieres tomar tú?- Oí que me preguntaba Martin, mientras me ponía la camiseta de manga corta.
        -Me apetece un café con un poco de ron, ahora preparo una cafetera.- Dije mientras buscaba las chancletas por debajo de la mesa del comedor.
        Diez minutos después nos acomodamos en las tumbonas, debajo del enorme almendro que protegía el patio de los intensos rayos de sol de media tarde. Hacía calor, pero la ligera brisa que llegaba desde la playa creaba un microclima muy agradable a la sombra del frondoso árbol. Le pregunte a mi amigo que tal funcionaba trabajando a doble turno y con esos horarios tan desajustados. Lo tenía muy bien montado: a las seis cuando salía del PACHA se ponía a dormir hasta la una del mediodía, dejando que se acumulasen las incidencias de su trabajo como reparador de alarmas en los mensajes de texto de su teléfono móvil y el dispositivo “busca personas”. Entre la una y las cinco se desplazaba a las direcciones que habían denunciado algún problema y solucionaba todas las averías que no necesitasen recambios específicos. El resto de percances los incluía en un informe que enviaba a la central cada tres días, reparándolos el día que la empresa le enviaba las piezas de recambio. Por lo visto si no permitía que se le acumulasen las incidencias de una semana a la otra tenía una o dos tardes libres a la semana.
        -¿Y los dejas sin alarma si la avería es grave?- Pregunté un poco contrariado. -Es que no creo que les haga ninguna gracia tener que quedarse sin la tranquilidad que, en teoría, proporciona el tener un trasto de esos en casa.-
        -Tengo unos treinta aparatos de repuesto.- Dijo. -Según la empresa no es habitual que puedan averiarse más de esa cantidad en una semana.-
        -Vamos que lo tienes todo calculado al milímetro.- Dije con el total convencimiento de que en el momento menos pensado, este tipo de historias cogidas con pinzas se van al garete.
        -En realidad lo que más me agobia es el estudio donde me alojo. Está de cara al sol de mediodía y el calor es insoportable a partir de las diez de la mañana.- Se quejó, confirmándome lo que yo me temía.
        -Pues el verano acaba de empezar, por lo que dices en agosto será insufrible.- Añadí mostrando mi preocupación.
        -Nada que no arreglen un par de ventiladores.- Dijo Martin riéndose. Mientras, yo me lo imaginaba durmiendo a las nueve de la mañana con todas las viejecitas y señoras de su casa de los pisos aledaños, viendo la tele o escuchando Radio Tele Taxi a todo volumen, tal y como sucede en todos los bloques de pisos dormitorio del extrarradio. En fin, tarde o temprano acabaría enterándome si estaba en lo cierto o no con lo que estaba pensando en ese momento.
        Después de un par de gin-tonics y dos carajillos le enseñe mi taller de apoyo a Dragg Issis, mientras preparaba el conjunto que llevaría esa noche.
         -Joder, ya me gustaría a mí tener un chiringuito como este para hacerle los arreglos a “La Sabrosona”.- Dijo flipando con el doble taller que tenía montado en esa habitación. Mientras, me complacía siendo el objeto de su envidia.
        -Por cierto… ¿Estas con alguien?- Le pregunté interesándome por su vida amorosa.
        -¿Con estas pintas?- Dijo señalándose la cabeza, demostrándome la inseguridad que le producía la alopecia prematura que estaba sufriendo. -Solo los ligues que consigo en la discoteca… sexo rápido y breve, vamos.- No supe que contestarle, Martin siempre había sido un romántico de manual, de sus dos únicas parejas, la que menos, le había durado cinco años. Él siempre había criticado a los aficionados al “cruising” y a los consumidores de cuarto oscuro y saunas como grandes degenerados o viciosos. El verlo ahora usando como única salida emocional eso que tanto le desagradaba, hacía que me diese cuenta de lo cerca que debía de estar de tocar fondo.
        A las siete y media mi amigo se despidió. Tenía hasta las nueve para prepararse para esa noche, pues era viernes y nos tocaba estar todas las Draggs juntas en versión fin de semana. Quedamos en que el sábado si se lo podía organizar con el trabajo iríamos un ratito a la playa a eso de las cinco. Para no quemarnos excesivamente con el sol, vamos.
        Treinta minutos después llegó Darío. La verdad era que para estar trabajando también a doble turno se lo veía bastante fresco, aunque claro, a diferencia de Martin, mi chico podía dormir nueve horas cada día. Un beso y un buen trago de Coca-Cola después, nos contamos como nos había ido la jornada mientras yo colocaba el gran petate con los trastos de Dragg Issis en el coche y el rubiales se ponía guapísimo para ser la estrella gay de la barra de Tatiana.
        El primer viernes de Julio no pasó a la historia por el gran aforo que hubo en la discoteca: El doble de la gente habitual de invierno, la mayoría franceses e ingleses. Aun y así, podíamos alegrarnos de ser el único local que estaba trabajando moderadamente bien, pues el resto de clubs de noche no hacían caja ni para pagar al personal. Un muy mal mes de julio.
        Entre las tres hacíamos un muy buen equipo de Draggs, complementadas y sin solaparse ninguna sobre la otra. Tenía la sensación de que ese verano no tendríamos problemas parecidos a los que tuvimos el año anterior con Verónica S3 y la Panter Rosa. Aunque quizás tendríamos otro tipo de problemas… me exclamó muchísimo el gran cambio de personalidad que vi en Martin. Lo pillé dos veces en el camerino, con la excusa de cambiarse de ropa, follando con tres franceses en plan aquí te pillo aquí te mato. El sexo en si no tendría nada de especial, quien más o menos se había montado un homenaje en el camerino o en el office de las barras. Lo que verdaderamente me preocupaba, era que en las dos ocasiones, además del sexo desenfrenado, se estaban metiendo cocaína, y no poca. -¿Estaría Martin bajando a los infiernos de la droga y el sexo por culpa de un ataque de vejez prematura? ¿Cómo podía haber cambiado tanto alguien en tan poco tiempo?- Esperaba que esa situación no se saliese de madre y acabase afectándome como sucedió con Julio.
        Me tranquilizaba bastante el buen rollo que había entre Martin y Markus. El jefe de seguridad no solía dejar que las cosas se desmadrasen mucho, y más después del show que protagonizó Verónica S3 en fin de año. Show del que aún le quedaban marcas de cicatriz en la cara.
        Dejando a un lado todo eso, y a pesar de tener las pupilas como platos soperos, “La Sabrosona” hizo una muy respetable actuación del “Go Away” de Gloria Stefan. Y yo regresé mucho más tranquilo a casa… hasta que le comenté lo sucedido a Darío.
        -No me digas que no te habías enterado de eso.- Dijo en tono burlón. Mientras descargaba el petate del coche.
        -¿Qué quieres decir? ¿Qué hay más gente que se mete esa mierda en la discoteca?- Pregunté escandalizado.
        -Pero si las tapas de los inodoros se usan más para preparar rayas de farlopa que para mear.- Insistió Darío dándome a entender que estaba más al tanto de lo que sucedía en la discoteca que yo.
        -¿Y tú sabes quién es el camello que pasa la cocaína?- Pregunté con cara de desespero.
        -En realidad nadie lo sabe, y los clientes que la compran se guardan mucho de decírtelo.- Contestó mi chico.
        -Esto es un desastre.- Dije yo. -Ahora que la discoteca había remontado y se está llenando cada fin de semana.- Añadí preocupado.
        -No me puedo creer que con lo maduro que eres para otras cosas en este tema seas tan inocente.- Me recriminó Darío. -El único motivo por el que el PACHA se llena hasta la bandera es porque la cocaína y las pastillas rulan por todos los rincones.- Añadió mirándome fija y desafiantemente a los ojos.
        -No puede ser que el Sr. Roure esté permitiendo que se trafique en su local.- Dije horrorizado.
        -Quizás no quiere enterarse de nada o quizás es el principal interesado en el tráfico de drogas.- Dijo mi chico con tono sarcástico. -Por lo poco que sé, nuestro jefe ni es un pardillo ni un santo novicio.- Sentenció. Y aunque me estaba jodiendo el reconocerlo, ese chavalín rubio tenía razón. En mi mente me había hecho una fantasía onírica sobre la relación de mi personaje con el local donde actuaba, imaginándomelo inmaculado y perfecto, lo único sucio que podía admitir era el sexo y el alcohol, los dos quizás en exceso. De golpe estaba despertando de ese sueño a una asquerosa realidad rellena de drogas, tráfico y que vete tú a saber cuánta mierda más escondía.
        No podía dormir. Llevaba casi una hora dándole vueltas a ese tema. Maldije a Darío por haberme abierto los ojos a esa repugnante realidad. Lo odiaba, porque ese chico rubio después de soltarme esa bomba podía dormir tan tranquilamente a mi lado. -Deja de murmurar.- Dijo medio dormido.
        -Perdona, no puedo dormir.- Le dije disculpándome.
        -Fóllame.- Dijo.
        -¿Co…Como?- Pregunté desconcertado.
        -Que me la metas por el culo hasta que te corras. Correrse es lo mejor cuando no puedes dormir.- Dijo empezando a masturbarme.


        Posdata:
        No hay nada como el sexo para combatir el insomnio por estrés.