jueves, 23 de febrero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Fede, Darío y la solucion a dos semanas sin practicar sexo)

FEDE, DARÍO Y LA SOLUCIÓN A DOS SEMANAS SIN PRACTICAR SEXO.


        La semana siguiente, Álvaro y yo jugamos a ignorarnos mutuamente. Como el contacto profesional era inevitable, ya que estábamos los dos asignados a la misma sección, intenté que todos los documentos e informes que teníamos que hacer, los realizase María, aunque yo tuviese una categoría superior a ella. Por lo demás, procuraba ser el primero en llegar al comedor y a los descansos para no darle la oportunidad de que, en caso de aparecer, poder sentarse con las mosqueteras.
        Con María, me estaba trabajando cierta confianza y camaradería, más que nada, porque, al no tener ella ninguna información sobre la situación real de mi relación con Álvaro, resultaba ser una confidente involuntaria de lo más eficaz.
        Y así me pasé toda la semana, chequeando producto susceptible de tener algún defecto de calidad junto a mi nueva amiga. La verdad es que me gustaba ese trabajo, íbamos a nuestro ritmo y teníamos mucho tiempo libre. Demasiado bonito para que durase mucho tiempo, pensaba yo.
        El lunes me desplacé hasta Girona para ir a una tienda de Telefónica para contratar una línea de teléfono para mi casa. Después de rellenar un montón de papeles y domiciliar en mi cuenta bancaria las facturas de consumo, me dieron un papel que prometía en menos de una semana la instalación de la línea telefónica. El resto de las tardes las dediqué a quedar con Miquel, otros amigos y hacer la visita de rigor que tenía pendiente a la peluquería del Fede, aprovechando que Nuria tenía hora el jueves para hacerse un moldeado.
        El miércoles había quedado con Miquel para dar una vuelta por el LOLA’S a ver si encontrábamos alguna cosa que nos gustase lo suficiente como para gastarnos el pastizal que valía la ropa allí. Cuando le comenté que acompañaría a Nuria a la peluquería de Fede me advirtió: -No dejes que esa maricona te toque el pelo, a menos que quieras acabar sujetándote los postizos con grapas o chinchetas.- Me sorprendió esa repentina desconfianza hacia las capacidades profesionales de nuestro amigo común. Decidí hacerle caso, pues yo llevaba el pelo en capa al estilo paje con flequillo largo. Me era muy cómodo para engancharme los postizos de Dragg Issis. Normalmente en la empresa me solía atar el pelo con una cola al cogote al estilo samurái (hay que reconocer que en esa época eso era algo muy transgresor, ya que solo se lo había visto hacer a algunos italianos durante las vacaciones de verano).
        El jueves, me cambié de ropa en la empresa y recogí a Nuria directamente en el portal de su casa. Fede tenía la peluquería en las afueras, supongo que era el local más barato que había podido encontrar. La peluquería era un antiguo colmado de barrio reciclado. En lo único que había gastado algo de dinero era en la instalación del agua para los lavadores de pelo. El resto se veía repintado por él y algunos amigos. Se notaba a la legua que todo lo que habían usado era material reciclado de otros negocios. Los sillones de peluquería eran antiguas sillas de barbero restauradas y retapizadas con piel artificial de estampado animal. Tenían su encanto. El resto o eran cristaleras de segunda mano o carritos y soportes del todo a 100. El conjunto era de una belleza ecléctica y totalmente “sui generis”.
        El servicio era otro tema. Reconozco que un moldeado con permanente no es algo que te hagan en cinco minutos. Pero, en las cuatro horas que estuvo Nuria allí, Fede solo atendió a cinco clientas y cuatro de ellas salieron con el pelo totalmente chamuscado. Y Nuria no fue precisamente, la afortunada número cinco. Al salir de la peluquería, de la melena rubia de Nuria solo quedaba una escarola de rizo apretadísimo y chamuscado. Estoy seguro que, del disgusto que se llevó estuvo a punto de abortar al mulatito. Le pronostiqué una vida profesional muy corta a ese negocio.
        Para ver si se le pasaba el disgusto, invite a Nuria a cenar en el CALZONE’S. Como parecía que el tema de su embarazo era una conversación tabú, no hice ninguna referencia a ello durante la cena. Ella me felicitó por lo bien que parecía que llevaba mi ruptura con Álvaro. -La procesión va por dentro.- Le contesté tal y como solemos decir por aquí cuando alguien está de luto.
        El viernes, mientras preparaba las cosas para irme a trabajar sonó el timbre de la puerta. Era Klaus. -Te había prometido que esta semana tendríamos una cita.- Dijo al ver mi cara de sorpresa.
        -Pues va a ser que no.- Le contesté. –En media hora empiezo a trabajar.-
        -Pero si he reservado mesa en el mejor restaurante de Palamós.- Dijo muy sorprendido.
        -Pues tendrás que pedir que te cambien la reserva para otro día.- Le contesté con tono irónico mientras cogía el petate con las cosas de Dragg Issis y lo colocaba en el maletero de mi FIAT Punto.
        -Pero es que he reservado langostas frescas y marisco para esta noche.- Añadió intentando convencerme.
        -Vaya, pues va a ser una verdadera lástima.- Dije con tono apenado mientras cerraba la puerta de la terraza detrás de Klaus.
        -¿De verdad no piensas dejar lo que tienes previsto hacer por una mariscada conmigo?- Sonaba ciertamente desesperado y tentador, y me estaba costando muchísimo no ceder ante esos ojazos verdes.
        -Suena muy tentador, muchísimo, pero no podrá ser.- Le dije mientras sacaba el coche a la calle. -Aunque estoy seguro que te será muy fácil encontrar a alguien con quien aprovechar la reserva.- Le recriminé con muy mala leche al cerrar el portal y dejarlo en la acera totalmente desconcertado.
        Antes de subirme al coche me acerqué a Klaus y le di un beso en la mejilla. -Aunque, si lo deseas podemos quedar para hacer lo mismo el domingo.-
        -Te cojo la palabra.- Dijo mientras ponía en marcha mi coche. -El domingo tú y yo tendremos una cita.- Gritó mientras yo me alejaba.
        -Pues si consigues una reserva, serás el primero que consigue hacer una mariscada con pescado fresco un domingo.- Pensaba mientras me reía y me alejaba de casa.
        Para todos aquellos que no sepan de lo que estoy hablando, les explicaré brevemente por qué no hay que comprar pescado supuestamente fresco en domingo: las barcas que proveían de pescado las lonjas no salían al mar los sábados ni los domingos, por lo que el pescado más fresco que podías comerte un domingo era del viernes. Era por ese motivo que los dos únicos restaurantes del municipio especializados en ese tipo de menú tenían como día festivo semanal el domingo. Así que Klaus tendría que esforzarse muchísimo para poder ofrecerme lo que me había propuesto.
        Ya en la discoteca, mientras me maquillaba, llegó Darío, monísimo como ya empezaba a ser habitual en él. Se había hecho un peinado entre rastas y pelopincho a base de cera y laca que contrastaba mucho con su cara de adolescente. Una camiseta blanca ceñida de cuello alto, sin mangas y decorada con motivos tribales contrastaba con un pantalón ancho al estilo paracaidista de color caqui. Un gran cinturón de cuero con remaches metálicos y unas botas tipo militar también con remaches completaban un conjunto que lo hacía ser tremendamente sexy sin perder un ápice del estilo gay. -Este niño se está dejando el sueldo en el LOLA’S.- Pensé.
        -Podría arreglarte un poco las pelucas y postizos.- Me dijo mientras toqueteaba mi ropa. -Los tienes muy descuidados.-
        Me lo quedé mirando mientras sujetaba y hacia como si se probase la enorme falda de tul con vuelo que había preparado para esa noche. -¿Esto es una propuesta para que te invite a mi casa?- Pensé desconcertado. La verdad era que el niño era monísimo, pero se comportaba y actuaba como si en su vida nunca se hubiese comido una polla. Por lo que había muchísimas posibilidades de que aun tuviese que estrenarse, sexualmente hablando. Y como el que no quiere la cosa, le propuse que se pasara algún día, para ver que se podía hacer con el arsenal de pelucas y postizos que guardaba en casa.
         Durante todo el paseíllo y la cena, Tatiana lo estuvo instruyendo en las habilidades necesarias para poder solventar cualquier contingencia en la barra del pódium, sin descuidar en ningún momento el reparto de tarjetas de descuento. Era evidente que los viernes cada vez iban a más. Ya en la discoteca, mientras me paseaba hacia la cabina del disc-jockey, luciendo la enorme falda de tul blanco, sobre los plataformones embutidos en licra dorada y meneando los tres enormes postizos de pelo ondulado artificial de sesenta centímetros de largo, me encontré de nuevo con María y sus amigas. -Mierda.- Pensé, -Estas ya han cogido como costumbre el conseguir los chupitos gratis.- Nos saludamos efusivamente. No pude atenderlas mucho tiempo porque tenía que empezar a presentar al primer stripper.
        Mientras un tal Rokko empezaba a quitarse un uniforme que recordaba a los policías motorizados que solía dibujar Tom de Finlandia, me di cuenta de que Darío ya empezaba a desenvolverse mucho mejor dentro de la barra y que a Tatiana ya no se la veía tan agobiada.
        Para ser un viernes había mucha gente, estaríamos casi al 70% del aforo. Sin duda alguna el resto de las discotecas de la zona estarían tomando buena nota del acierto comercial del Sr. Roure y evidentemente ya estaban preparando sus estrategias para luchar contra el éxito del PACHA. Eso me quedo clarísimo a las seis de la mañana, cuando desayunábamos en el Bar PACO. Estela y Sergio nos comunicaron que el sábado sería el último día que trabajarían con nosotros, ya que el dueño de la discoteca no podía superar la oferta que les había hecho el gerente del ATENA’S, una discoteca de la competencia. Eso quería decir que a partir del mes de marzo habría dos locales de gran aforo haciendo striptease masculino. Darío nos miraba y escuchaba, casi no participaba en la conversación, no sé si por timidez o por no cagarla hablando de algún tema que quizás desconocía.
        Al final todos compañeros fueron dejando la mesa, hasta que quedamos solo Darío y yo. -Bueno, yo me voy a dormir.- Le dije al nuevo camarero.
        -¿Puedes llevarme hasta Palamós?- Me preguntó un poco cohibido.
        -Claro. ¿Creía que tenías vehículo propio?- Le dije un poco sorprendido.
        -Tengo una moto, pero se me ha averiado y me ha traído una amiga con su scooter.- Respondió a mi pregunta.
        -¿Tienes novio?- Le pregunté mientras hacíamos el camino hasta Palamós.
        -¿Tanto se nota que soy gay?- Contestó con otra pregunta.
        -Como si llevaras un neón luminoso en la cabeza.- Pensé mientras me reía de su pregunta.
        Pasamos por delante de mi casa, así le enseñaba donde vivía, por si quería venir a practicar un poco de peluquería con mis pelucas y postizos. Después me indicó hacia donde debía ir para llevarlo a su casa. Cuando casi estuvimos en las afueras de Palamós me hizo parar. -¿No te gusto?- Me preguntó muy seguro de sí mismo.
        Me quedé un poco descolocado, no me esperaba esa pregunta para nada.
        -Es que eres el único gay que he conocido que, a los diez minutos de conocerme no ha intentado clavarme la polla en el culo.- Dijo muy serio.
        -A ver, eres muy mono.- Le dije con un poco de apuro. -Pero no soporto a la gente que antes de preguntarte cómo te llamas ya pretende chuparte la polla.- Cuando me quise dar cuenta ya lo tenía casi encima de mí, dándome un apasionado beso en los labios.
        -¿Vas a ensenarme tu colección de pelucas?- Me dijo después de ese morreo inesperado. Por un momento dudé sobre la idoneidad de tirarme a un menor de edad. Pero, era evidente que ese chico tenía las ideas muy claras y yo llevaba dos semanas sin practicar sexo, así que la decisión era obvia, puse el coche en marcha y en cinco minutos estábamos arrancándonos la ropa en mi casa. Me di cuenta desde el primer minuto que la imagen que transmitía ese chico no tenía absolutamente nada que ver con la realidad. Sus habilidades y técnicas sexuales eran comparables a las de cualquier profesional del sexo con muchos años de experiencia a sus espaldas. Y eso me quedó muy claro cuando en plena felación me puso un preservativo con la boca sin que ni tan siquiera me diese cuenta de que lo estuviese haciendo. Me enteré de que me lo había puesto cuando le expresé mi preocupación por estar penetrándolo sin protección. Esa técnica junto con el resto de la profesionalidad sexual que me estaba demostrando, hacía que me preguntase si este chico no sabía demasiado para la edad que aparentaba. Todo eso lo sabía porque a los veintidós años había tenido una relación con un chico que se dedicaba a la prostitución, pudiendo disfrutar y tener conocimiento de todas sus artes amatorias.
        A las diez de la mañana acabamos tirados en la cama, exhaustos y sexualmente descargados. Sobre la mesita de noche había tres preservativos anudados. Darío se levantó y sonriendo me dijo: -Voy a darme una ducha.- Yo estaba demasiado hecho polvo para seguirlo, así que no me moví de la cama. Cuando acabó de ducharse, se vistió, vino a mi lado y después de darme un morreo me dijo: -¿Me llevaras esta noche al PACHA? ¿A qué hora sales de casa?-
        -Suelo salir a las ocho y media, y si claro que te llevaré.- Le contesté extrañado del porque se había vestido.
        -Pues nos vemos a las ocho y media.- Dijo. Acto seguido salió de casa y se fue.
        Me quedé un poco traspuesto. -Caray con el niño, que claras que tiene las cosas.- Pensé. Por un momento me supo mal que Darío solo buscase sexo puro y duro. Me habría gustado que se quedase a dormir. Después, pensé que dada la situación en la que estaba, de ruptura no declarada con Álvaro, la peor situación que podría darse era, que viniese el que ya consideraba mi ex y me pillara en la cama con un extraño. La verdad es que en estas rupturas tan traumáticas siempre prefería coger el rol de pareja traicionada. Creía, y pienso que acertadamente, que era preferible que te considerasen y tratasen de cornudo que de cabrón promiscuo. Eran las diez y media, acababa de follarme a un chaval guapísimo y me disponía a dormir de lo más relajadito, y al resto del mundo que le diesen morcilla.
        Desperté a las seis de la tarde. Estaba hambriento y tremendamente eufórico y satisfecho de mí mismo. La tremenda sesión de sexo con Darío me había subido la autoestima hasta niveles que, de no conocerme muy bien, se me hacían difíciles de soportar. Calenté el horno y descongelé una pizza mientras preparaba café.
        Me tomé un café muy cargado mientras esperaba a que la pizza estuviese bien calentita. Después de almorzar o desayunar o la comida del día que tocase, preparé el conjunto que luciría esa noche Dragg Issis. Y la hora y media que me quedaba para volver al PACHA me la pasé perreando en el sofá.
        A las ocho y media, mientras cargaba las cosas en el coche, llegó puntual Darío. -¿Ya lo tienes todo listo?- Me preguntó luciendo el mismo peinado del día anterior, un chaleco de sastre en piel de ante rojo y unos pantalones Levi Straus 501 que le hacían un culo divino.
        -Por supuesto.- Le contesté mientras lo invitaba a entrar en coche.
        Era tal el subidón de autoestima que me había proporcionado la tremenda sesión de sexo que había tenido la madrugada anterior con el chavalín que tenía al lado, que ese día pretendía prescindir de los típicos vestidos de Dragg Queen con falda larga que solía usar últimamente. Y recuperé uno de los modelitos que había usado durante el verano, que daban todo el protagonismo a los bañadores plateados y dorados del tipo culotte o bóxer.
        Esa noche, mientras hacíamos el recorrido promocional repartiendo invitaciones, se me acerco una chica que se presentó como la encargada de personal de la discoteca ATENA’S, intentado sondearme para averiguar cuanto me pagaban en el PACHA, supongo que para hacerme una oferta mejor. Ante la poca receptividad a cambiar de empleo que mostraba, no insistió en exceso. Interpreté el interés por contratar el máximo de empleados del negocio de la competencia como una prueba de la guerra comercial que estaba a punto de declararse entre los dos locales de ocio con más aforo de la zona. Y por lo que parecía, mi falta de receptividad por cambiar de empresa, sería interpretada como un posicionamiento por mi parte hacia el negocio del Sr. Roure.
        El resto de la noche se desarrolló sin demasiados contratiempos. A las cinco y media mientras todos recogían y rellenaban neveras, yo tenía la esperanza que a Darío aun le picase el culo y me regalase otra noche de sexo profesional. Durante el desayuno en el Bar PACO despedimos a Estela y Sergio, nos prometimos seguir reuniéndonos en el futuro por la mañana a la salida, aunque trabajásemos en diferentes discotecas. Al regresar a casa, tomé dirección hacia el extrarradio, donde me había indicado que lo llevase el día anterior mi acompañante. -¿A dónde vas?- Me preguntó mi acompañante, extrañado de que tomase esa dirección.
        -A tu casa. ¿No es por aquí? Esta es la dirección que me indicaste ayer.- Le dije sorprendido.
        -Pero si vivo tres calles más debajo de tu casa.- Me replicó.
        -Ah, vaya, pues vamos para casa entonces.- Dije disculpándome, mientras cambiaba de dirección el coche.
        Al aparcar delante de casa me lo quedé mirando y sonriendo como diciendo “y ahora qué”. Darío se quedó riendo y dijo: -¿Me invitas a la última copa?-
        -Como no.- Contesté sonriendo pícaramente.
        Al entrar en casa no hubo copa ni nada de eso. Al instante volvimos a arrancarnos la ropa y nos pusimos a follar de nuevo como dos posesos.
        Dos horas después, mi joven amante volvió a repetir el ceremonial del día anterior duchándose y vistiéndose de nuevo. -¿Cómo es que después de follar siempre te vistes y te vas?- Le pregunté extrañado.
        -¡Ah! ¿Pero te apetece que me quede?- Preguntó con sorpresa.
        -¿A ti no te apetecería quedarte a dormir?- Pregunté.
        -Es por costumbre, como normalmente me echan después de follar. Por eso me voy y así me ahorro malos rollos.- Dijo.
        -Pues puedes quedarte, vamos, si es que te apetece.- Le dije mostrándole el otro lado de la cama.
        -Hmmm… Hoy no, pero igual otro día me quedo ¿Vale?- Dijo sonriendo mientras empezaba a abrir la puerta de la calle.
        Me quedé mirando la cama vacía, era toda para mí y me estaba entrando una tremenda morriña post coito, así que, a las diez y media me dispuse a dormir a pierna suelta. Y eso conseguí hasta pasadas las dos, momento en que volvían a aporrear la puerta. -Voy a matar a Miquel.- Pensaba mientras me arrastraba para abrir a ese maldito impertinente.
        Eran Miquel (¿cómo no?), Nuria, Lidia, La Cuca y Lola, traían un montón de carne, un saco de carbón y mucha bebida. -Hola, hoy toca barbacoa improvisada en tu casa.- Dijo Miquel sin prestar la más mínima atención a mi cara de sorpresa y cansancio, al tiempo que esa manada que eran mis amistades tomaban posesión de mi casa.
        Mientras encendían la barbacoa, ponían música e iban abriendo botellas de vino y aperitivo, yo me daba una ducha y procedía a vestirme adecuadamente. -¡Tú has follado!- Gritó Miquel mientras miraba desde la puerta de mi habitación como me vestía.
        -Y... ¿Se puede saber cómo diablos has llegado a esa conclusión?- Le contesté con tono irónico.
        -Pues… vamos a ver: tienes chispitas en los ojos… se te han relajado todas las expresiones de mala leche que tenías en la cara…y… tienes tres preservativos usados y anudados encima de la mesita de noche.- Dijo sonriendo cínicamente.
        -¡Mierda!- Dije mientras recogía las pruebas del delito y las escondía dentro de una bolsa de supermercado que usaba a modo de papelera. Una vez resuelto este incómodo incidente nos unimos a la fiesta improvisada que se estaba desarrollando en mi casa.
        -¿Quién es?- Me preguntaba continuamente Miquel, sin resignarse a quedarse sin conocer el nombre de mi nuevo amante. -¿No será el japonés del otro día?- Yo cerré el pico y no solté prenda en toda la tarde, recordando que esa noche tenía una cita con Klaus-Hiro. Me preguntaba si conseguiría cumplir lo que me había prometido y encontraría algún sitio que sirviese marisco fresco.


        Posdata:
        La mejor que puedes hacer cuando te rompen el corazón, es usar una temporada el cerebro. Descubrirás que el ignorar a tu amado y seguir con tu vida suele ser al final la venganza más adecuada.




jueves, 16 de febrero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Camareros, gogos y mala leche concentrada)

CAMAREROS, GOGOS Y MALA LECHE CONCENTRADA.

       Era viernes. Mi pareja me estaba ignorando desde el lunes, justo el día en que lo subieron a la categoría de jefe de sección. Desde ese momento cada día llegaba tardísimo a casa y cuando llegaba se limitaba a caer rendido en la cama sin permitirnos ni cinco minutos de conversación. Intenté hablar con él en la empresa, pero se negó con la excusa de que, con su nuevo cargo era mejor que nuestra relación siguiese siendo un secreto. En ese momento tenía la esperanza de que por lo menos durante el sábado y el domingo nos comportaríamos como lo que se suponía que seguíamos siendo: una pareja.
        El fin de semana empezaba con un muy mal augurio: Álvaro me había pedido que lo excusase delante del Sr. Roure porque ya no podría seguir trabajando de camarero-gogo en la barra de Tatiana. Nada más llegar a casa busqué la libretita de color rojo en donde yo guardaba todos los teléfonos importantes, corriendo después hacia la primera cabina de teléfonos que encontré, para comunicarle los cambios para esa noche al dueño de la discoteca. Sin duda empezaba a ser el momento de plantearme el contratar una línea de teléfono.
        Una vez solventado ese incidente, regresé a casa y empecé a preparar los trastos para ser Dragg Issis esa noche. Me di cuenta que últimamente los viernes abusaba mucho de los vestidos largos de noche. Por lo que me preparé un vestido en plan minifalda decorado con colores naranja, rojo y verde, tenía un aire a escoces pero a cuadros grandes. Les puse una funda de piel artificial blanca a los plataformones, simulando unas botas hasta por debajo de las rodillas. Recuperé un pelucón crepado de pelo rojo en forma de campana muy voluminoso con flequillo, unas gafas enormes de pasta al estilo de los años setenta y el chaleco de pelo artificial de color violeta que solía usar mi pelirrojo. De complementos: Bisutería de plástico chillón en tonos naranja verde y amarillo.
        Después de dejarlo todo a punto en el petate y como no tenía esperanzas de ver a mi pareja hasta que regresara por la mañana. Me tiré en el sofá a hacer tiempo viendo la programación infantil. Tal y como me temía, a las ocho y media aún no había regresado, así que cogí el petate, lo puse en el maletero del coche y me dispuse a cumplir con mi contrato con el Sr. Roure.
        Ante lo inesperado de la ausencia de Álvaro, el propietario del PACHA tiró del recogedor de vasos del sábado, haciéndole una prueba para el trabajo de camarero-gogo gay. El chico, Josu creo que se llamaba, le puso ganas e intención, pero se veía a la legua que era heterosexual, y por mucha camiseta roja ceñida con pantalones Levi Straus que se pusiese, como gay no colaba.
        Durante todo el paseíllo promocional, la cena y el recorrido por los pubs, Josu solo tenía por faena el no perder de vista ni un solo momento los melones de Tatiana, así que pocas tarjetas de descuento repartieron. A la hora de entrar en barra de la discoteca estaba tan pasado del alcohol de los chupitos de los pubs, que de muy poca ayuda le sirvió a Tatiana, que por cierto estaba muy molesta por haber perdido a su marica-confidente-ayudante. Ese día empezó a trabajar de recogedor de vasos y chico de apoyo a las barras una monada de mariquita que no tendría más de diecisiete años.
        Entre striptease y striptease le aplique el tercer grado al nuevo empleado. Resultó ser un chavalín encantador que se estaba sacando el título de peluquero y se había puesto a trabajar los fines de semana para ayudar a pagarse los estudios. Se llamaba Darío. Al cierre de la sesión, y ante el lamentable papelón de Josu, le propuse al Sr. Roure que devolviese al hétero borracho a su antiguo oficio recogiendo vasos y pusiese en el sitio de Álvaro a Darío. Ante las dudas que mostraba mi jefe ante tal decisión, me comprometí a hacerle un cursillo intensivo al chico nuevo, para transformarlo en la mariquita glamurosa que necesitaba la barra de Tatiana.
        Eran las seis de la madrugada cuando regresaba a casa. Mi novio dormía profundamente en su lado de la cama. Me metí en la cama sin despertarlo con la esperanza de que a la mañana siguiente hablaríamos y sin duda alguna, recuperaría a mi novio tal y como éramos una semana antes.
        Desperté a las cuatro de la tarde. Álvaro no estaba a mi lado, me levanté de un salto y corrí hacia la cocina. No estaba en casa. -¡Mierda!- Grité. Había una nota sobre la mesa.
        <No quiero despertarte. Hoy comeré en casa de mis padres, nos vemos luego.> Decía la nota.
        -Luego… eran las cuatro de la tarde, tan solo dispongo de cuatro horas antes de volver al PACHA.- Pensé. -Pero ¿qué diablos pretende este gilipollas?- Tenía hambre y me preparé una pizza congelada y un buen tazón de café.
        Cuando me quise dar cuenta eran ya las cinco y media. Empecé a prepararme los trastos para la actuación de esa noche, ahora sí, con el convencimiento de que mi relación se había ido a la mierda. Eso era intolerable. Preparé además el equipo habitual de Álvaro, por si tenía que corregirle alguna cosa a Darío.
        A las ocho y media harto de esperar a mi pareja, me fui a la discoteca para empezar a trabajar de nuevo. Estaba muy cabreado y convencido de que como alguien me buscase las cosquillas esa noche conocería al monstruo que vivía en mi interior. Me había preparado un vestido a lo Morticia Adams que después de quitarle varias capas se transformaba en algo parecido a una sílfide del bosque, versión zombi. De la mala leche que llevaba en el cuerpo me estaba costando horrores maquillarme, pues la mano, del estrés, me temblaba y tenía que aguantármela con la otra mano. Cuando ya casi estaba, entró Darío. Estaba totalmente acojonado por el nuevo trabajo, y al verle se me pasó absolutamente todo el mal rollo. Estaba guapísimo.
        Se notaba que estudiaba peluquería porque tenía el pelo perfecto, con mechas rubias y todo peinado con la raya a la derecha, como un colegial. Iba un poco maquillado, se le intuía los ojos perfilados y un suave colorete marrón marcándole por debajo de los pómulos. Sin duda alguna era cliente del LOLA’S porque la camiseta roja ceñida con motivos en plan tatuaje tribal y los pantalones súper gastados y con cortes deshilachados en las rodillas solo los había visto en esa tienda. Lo único que me chirriaba un poco eran las zapatillas deportivas. Pero el conjunto en si era morbosa y elegantemente gay. -Alucinado me has dejado chavalín. Estás perfecto.- Le dije mientras Darío sonreía por la aprobación. No fue difícil instruirlo en el arte de repartir invitaciones y publicidad, parecía que se lo pasaba pipa, a la hora de los chupitos en los pubs, le aconsejamos que solo se tomase uno o dos para no acabar baboso como el Josu la noche anterior. El servir copas en la barra fue harina de otro costal, aunque Tatiana se armó de paciencia y capearon el temporal como pudieron.
        El estar pendiente de la nueva adquisición del local hizo que me olvidase del tremendo cabreo que tenía en el cuerpo, hasta que aparecieron en la discoteca María y varias amigas suyas que también trabajaban en la fábrica. Al verme vinieron directas hacia mí, me extrañó, pues yo estaba convencido de que no sabían de mi faceta como Dragg Queen. Me saludaron y alabaron el enorme trabajo y dificultad que debía de ser el andar con esos zancos. Me quedé de piedra, todas sabían que los fines de semana, yo trabajaba en el PACHA. Como no podía negar lo evidente, decidí invitarlas a varios chupitos a ver si podría sonsacarles un poco de información.
        Después de mi actuación, vi que María ya iba por su segunda copa y le volví a entrar a saco para ver que sabía de Álvaro. -Tengo entendido que el lunes tuvisteis que trabajar hasta muy tarde para dejar a punto la nueva sección de chequeo.- Le dije para iniciar la conversación.
        -Ya lo creo, estuvimos hasta las ocho reorganizándolo todo.- Dijo siguiéndome el rollo.
        -¿Hasta las ocho?, creía que el tema de la transformación de control de calidad duró hasta las doce.- Le pregunté extrañado.
        -Huy no. A las ocho y poco ya estaba todo listo, antes de las ocho y media nos íbamos todos a casa, menos Álvaro que se quedó hablando con el nuevo jefe… ese japonés rubio tan guapo…- Me contó con un tono que ciertamente demostraba que ya llevaba algún chupito de más en el cuerpo.
        -¿A las ocho y media Klaus estaba en la fábrica hablado con Álvaro?- Pensé y de golpe me vino a la cabeza la imagen de Miquel haciéndome con la mano el signo de los cuernos. -¿Podría ser posible que después de mi negativa a volver a acostarme con él, se fuese a intentar seducir a mi pareja?- No me lo podía creer, mi novio no podía ser tan cabrón. Decidí no adelantar acontecimientos y poner la información que acababa de recibir en cuarentena. Aunque, como mis sospechas se confirmasen se iba a liar una de buena en casa.
        La noche se me hizo interminable, parecía que no cerrarían la cabina del disc-jockey nunca. Al terminar la sesión no me quité el maquillaje, literalmente me lo arranqué de la cara. Los demás compañeros querían ir a celebrar el estreno como camarero de Darío, pero yo me excusé dejándolos con la palabra en la boca. A toda leche me dirigí a casa. Al entrar descubrí que Álvaro no dormía en la cama. Me sentí morir.
        Me senté en el sofá y empecé a llorar, no sabía muy bien porqué, pero no podía dejar de llorar. De repente recordé que por San Valentín él esperaba que yo fuese a su piso en Girona. Una especie de euforia recorrió todo mi cuerpo, transformado todo lo que era desesperación y rabia en todo lo contrario. Tenía el convencimiento de que mi pelirrojo esperaba que yo me tragase el orgullo y fuese a por él en su piso. Cogí la copia de la llave que yo tenía y me monte en mi FIAT Punto de color lagarto dirección a Girona. Eran casi las siete de la mañana cuando aparcaba el coche frente al bloque de pisos. Ya clareaba. Subí hasta la tercera planta y entre en el piso. Para mi decepción mi pareja no estaba allí. Entonces todo empezó a cuadrar en mi cabeza. Ya  estaba convencido de saber dónde seguramente lo encontraría.
        Volví a subirme a mi coche verde y me dirigí a las afueras de la ciudad, hacia la urbanización donde vivía Klaus-Hiro. Desde el portal metálico de la finca pude ver el Peugeot 206 de color rojo de mi novio delante de la puerta principal de la casa del mestizo japonés. Tenía ya toda la información y maldecía a todo el mundo mientras regresaba a Palamós. Ya en casa, a las ocho y media me metí en la cama completamente destrozado, descubriendo que, absolutamente todo lo que me rodeaba me recordaba a Álvaro, incluso las sabanas olían a él. Abracé fuerte la almohada y me dormí.
        Desperté a la una del mediodía, alguien aporreaba la puerta al estilo de cómo lo solía hacer Miquel. Miré al otro lado de la cama. Estaba desierto. Arrastrándome como pude le abrí la puerta al maldito impertinente que amenazaba con echarla al suelo. Eran Miquel y Nuria. -¿Cómo se puede ser tan impertinente? Si se supone que estamos mal mi novio y yo ¿Cómo pueden aparecer el único día que podríamos dedicarlo a solucionar nuestros problemas? La verdad era, que esa actitud me la podría esperar de Miquel pero eso en Nuria era nuevo.- Pensé.
        -Traemos la comida.- Dijo Miquel mostrándome una bolsa con el logo de la empresa de cátering que estaba tres calles más abajo.
        -Lo siento.- Se disculpó Nuria. -Miquel ha insistido muchísimo y por eso he accedido a venir.-
        -No, si en el fondo os voy a agradecer que hayáis venido.- Le confesé a Nuria mientras era evidente que en cualquier momento se me escaparían las lágrimas. Sin decir nada más me abrazo fuertemente mientras Miquel nos miraba sin decir nada desde el comedor.
        Tenía que reconocer que mi amigo me conocía como si me hubiese parido. Y a juzgar por la información que le había ido pasando de manera inconsciente, había deducido que el desenlace iba a ser el que estaba siendo. Durante toda la comida evitaron hablar de Álvaro y nuestra relación, centrándose en hacerme reír con todas las anécdotas divertidas del verano pasado y los chismes de la gente que conocíamos. Estuvimos así hasta las cinco de la tarde, hora en la que propusieron salir e irnos a tomar algo en el centro del pueblo. Educadamente les agradecí el acto de apoyo que me estaban mostrando, dándoles a entender que deseaba pasar el resto del día solo.
        A la que se fueron, empecé a repasar toda la información de la que disponía. Por lo que me había contado María era evidente que Klaus-Hiro después de que yo lo rechazase el lunes se fue directo a la fábrica para intentar tirarse a Álvaro. Hasta ahí ningún problema, el mestizo tenía ganas de follar y estaba en todo su derecho de buscarse la vida donde le diesen lo que deseaba. Ahora bien, se suponía que el pelirrojo y yo estábamos juntos, y después de lo mucho que parecía que le había afectado el verme joder con el japonés rubio no me lo imaginaba entregándose de nuevo a él. Aunque, claro quién es el guapo que le dice que no a esos ojazos verdes. Eso me preocupó bastante, porque me estaba dando a entender que el director general pertenecía a ese diez por ciento de hombres a los que “el juego del juguete” no les afectaba. Es decir que si les negabas el juego no tenían inconveniente en irse a jugar a otro lado y con otro juguete.
        Llegados a este punto, solo era cuestión de tiempo que se hartase de mi novio, y quisiese follar con otro. Porque ese tipo de niños, en un entorno con varios juguetes suelen jugar un ratito con cada uno. Y suelen ser muy celosos de todos sus juguetes. Esperaba equivocarme, porque en ese momento yo ya me podía considerar uno de sus muñecos.
        Álvaro no apareció ese domingo. Por la noche decidí hacer una cura de desintoxicación de pareja cambiando y limpiando las sabanas y las mantas de la cama. Después me desahogue recogiendo y guardando en cajas todo lo que había en la casa que le pertenecía o me recordaba a él. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que nuestra relación había durado dos meses justos. Muy poco tiempo para que algo tan intenso aguantase tantas mentidas e injerencias externas.
        Una vez eliminado todo rastro del paso por la casa de mi novio pelirrojo, me preparé un wiski con limón y me relajé en el sillón, tome la decisión de que, por ausencia continuada del interesado, daba por finiquitada mi relación con Álvaro. Me sentía satisfecho, en lo que duró nuestra historia había conseguido que, aparte de que saliese del armario en la empresa y con su familia, había logrado que bailase en calzoncillos sobre una barra delante de casi todo el mundo que lo conocía. Y sobre todo, me había ahorrado el mal trago de tener que presentárselo a mi familia. Evidentemente nos habríamos precipitado mucho al involucrar en la relación a sus padres y hermanos.

        Posdata:
        ¿Por qué cada vez que siento algo por alguien se aleja de mí?






jueves, 9 de febrero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Barbacoas, inspecciones de calidad y novios ausentes)

BARBACOAS, INSPECCIONES DE CALIDAD Y NOVIOS AUSENTES.


        Después de la visita a mi casa de Klaus, se me aclararon algunas dudas que tenía. Aunque no con las respuestas que esperaba. Era evidente que el nuevo director japonés había impuesto mi elección para el cargo de jefe de control de calidad por imperativo testicular (por cojones vamos) y el resto de borregos acojonados que formaban el consejo de administración de la empresa habían tragado por puro pánico. Eso demostraba que no había entendido absolutamente nada de mi personalidad ni de la personalidad de su padre ausente. Sin duda alguna, el mestizo japonés estaba convencido de que, situándome en un cargo de responsabilidad con un buen sueldo, estaba cumpliendo con los deseos ambiguamente expresados por su padre hacia mí. Que lejos estaba de la realidad.
        Por otro lado, parecía que ese chico, embutido en su propio mundo, en el que, absolutamente nadie le negaba ningún capricho sexual y acostumbrado a ser el objeto de deseo de todos los que le rodean, actuaba tratando a sus amantes como juguetes a los que podía usar a su antojo. El llegar a esa conclusión me preocupó bastante, porque si quería alejarme de Klaus-Hiro no podía simplemente ignorarlo o evitarlo, porque esa actitud provocaría lo que yo solía llamar “el juego del juguete”.
        “El juego del juguete” es algo que solo funciona con personas con mentalidad dominante e infantil, es decir el noventa por ciento de los hombres. Es el equivalente para adultos a dejar que un niño que tiene muchos juguetes, juegue solo un ratito con uno de nuevo, y después, se lo saques sin darle ninguna explicación y lo pongas en un lugar visible pero inalcanzable, prohibiéndole jugar de nuevo con él. El resultado final es un niño obsesionado con algo que no puede conseguir, que hará todo lo posible e imposible para intentar conseguir ese trasto. En la aplicación para adultos solo tienes que sustituir la palabra juguete por amante o ligue.
        En mi caso, estaba convencido que la única forma de conseguir que mi jefe perdiese el interés por mí, sería el meterme de cabeza en una relación híper-sexual con él. El problema estaba en que, esa situación provocaría una situación de consecuencias sísmicas en mi recién reconstruida relación con Álvaro.
        Y con este meollo en la cabeza estaba yo, a las nueve de la noche preparando la cena. Mi novio aún no había regresado del trabajo, y, si mis sospechas eran ciertas y el cargo de jefe de control de calidad se lo habían dado a él, muy probablemente llegaría pasadas las doce de la noche.
        Cené solo y dejé preparada la comida para que se la pudiese calentar cuando llegase (de hecho hacia dos semanas que habíamos comprado un microondas) y me dispuse a esperarlo tirado en el sofá viendo la tele. A las doce y media Álvaro me despertó. Me había quedado dormido en el sofá. -Venga, vamos a la cama.- Me dijo.
        -Te he preparado la cena, come alguna cosa.- Le dije medio dormido.
        -Ya he cenado a las diez, hemos pedido comida china.- Dijo como si me recriminase el haberle preparado la cena.
        Nos fuimos directamente a la cama. -Supongo que tengo que felicitarte, enhorabuena, ahora eres el nuevo jefe.- Dije entusiasmado. No recibí respuesta. Álvaro ya estaba completamente dormido. A veces odiaba esa facilidad que tenía este chico para desconectar cuando estaba hecho polvo. Me di la vuelta y me dispuse a dormir… pero, sorpresa, me había desvelado y me estaban volviendo a la cabeza todos los pensamientos sobre Klaus y su visita de esta tarde. Que larga que sería esa noche.
        Llevaría una hora durmiendo cuando me despertó de golpe el estridente ruido del despertador. Eran las cinco. No me lo podía creer. Álvaro había puesto el despertador a las cinco. -Tranquilo cariño, sigue durmiendo, me voy antes para revisar que todo esté a punto para las ocho.- Dijo tranquilizándome e invitándome a seguir durmiendo. Mientras volvía a conciliar el sueño escuche el ruido de la ducha y la puerta al cerrarse. Tenía la sensación de que llevaba un instante dormido cuando volvió a sonar el despertador, esta vez eran las seis y media. Y empezaba a maldecir el nuevo cargo de mi pareja.
        Llegué a la empresa a tiempo de tomar el café con las mosqueteras. En principio nada nuevo bajo el sol. Después de la gimnasia, al llegar a la sección de calidad descubrí la profunda remodelación que habían hecho en el laboratorio de control de calidad.
        Habían liberado toda la zona central, que normalmente usaban para acumular muestras defectuosas y productos pendientes para chequear, y habían instalado cuatro mesas con un equipamiento muy similar al que usaba yo en mis inspecciones. Dado que el meeting prometía ser muy interesante me quedé a escucharlo.
        Unos flamantes Álvaro y Tomás, equipados con sendos uniformes grises con banda blanca en el pecho procedieron a explicarnos a los siete asistentes como funcionaria el sistema de control de calidad a partir de ese momento.
        Habían quitado trabajo de chequeo al encargado de control de calidad de cada cadena de montaje. Desde ese día solo se encargaría de chequear la parte técnica de los aparatos montados. Al operario que hacia el repaso de limpieza final, poniendo el número de serie, se le encargaba el chequeo visual del aspecto del aparato, buscando imperfecciones y rayazos.
        El resto de los miembros de la sección se encargarían de chequear el producto acabado, usando el mismo ritual de trabajo que usaba yo. Solo que en vez de chequear veinte aparatos de toda la producción del día, chequearían uno de cada cincuenta fabricados. Lo que venía a ser, teniendo en cuenta que la producción diaria de la empresa trabajando al cien por cien oscilaba entre los cuatro mil y seis mil aparatos, unos cien aparatos más o menos.
        Para mi sorpresa, había trabajo para todos menos para mí. Después de repartir las tareas, todos los operarios abandonaron la reunión y ocuparon sus posiciones en las mesas de trabajo mientras yo me los miraba desde el sitio que había ocupado al lado de la puerta. Álvaro y Tomás se afanaban en darles las explicaciones necesarias para la correcta realización de su cometido. Cuando me cansé de ser ignorado me fui a la que había sido mi sección. Habían desmontado todos los apartaos de medición técnica, que sin duda, estarían montados en una de las cuatro mesas del laboratorio. Viendo que las herramientas de reparación aún estaban allí, procedí a seguir haciendo lo que hice el día anterior, sustituir embellecedores rallados.
        Nadie me molestó en toda la mañana, a la hora del descanso de las diez, tomé el café con las mosqueteras. Álvaro no apareció. Entre las chicas había como un pacto de silencio para no hablar sobre el tema de la reorganización de mi sección y mucho menos sobre la que aun creían que era mi expareja. Tendría que aguantarme, llevaba provocando esta situación desde la semana pasada. Tenía la esperanza de que en poco tiempo todo se normalizara y mi pelirrojo y yo volveríamos a ser los de antes en la empresa.
         Hacia el mediodía ya había acabado de sustituir todos los embellecedores y daba por concluido mi trabajo en esa sección. Puse los aparatos con cuidado en un carro para llevárselos a los nuevos inspectores para que les hiciesen el último chequeo técnico y así poder incluirlos junto con el resto del producto acabado del almacén. Mala idea. El nivel de estrés que se estaba acumulando en el laboratorio pronosticaba una muy próxima explosión termonuclear. Di media vuelta regresando a mi sección, y cómodamente esperé los quince minutos que faltaban para que la sirena anunciase la hora del almuerzo.
        De nuevo las mosqueteras rehuyeron hablar de según qué temas, así que la conversación se centró en los soporíferos culebrones de moda en la televisión. Por la tarde cuando regresé a mi sección me encontré con dos palets de producto acabado frente a mi mesa de trabajo. -Vaya, y esto ¿qué caray es?- Pensé. A los cinco minutos vino María, una de las chicas que trabajaban en la sección de control de calidad.
        -Bueno, tenemos faena.- Dijo la chica con tono animado. -Uno de los controles ha encontrado unas rayas en la parte superior del aparato y tendremos que chequear los cincuenta anteriores.-
        -¿Se supone que a partir de ahora mi trabajo va a ser este?- Le dije extrañado.
        -No, este va a ser mi trabajo.- Dijo María riéndose. -Tú estás aquí para ayudarme.-
        -¿Cómo?- Pensé. Esa chica era de los últimos operarios que habían entrado en la sección de calidad. Era evidente que en ese momento yo seguía siendo el último mono de la empresa. Decidí ponerme a su servicio y hacer lo que me ordenase.
        Nos distribuimos a cada lado de la mesa y empezamos a abrir embalajes y a sacar aparatos, les hacíamos un repaso buscando alguna irregularidad en la cubierta, si estaban bien volvíamos a embalarlos y los poníamos en otro palet vacío. El trabajo nos duró hasta el descanso de las tres y media.  Aproveché para preguntarle que deberíamos hacer con los aparatos reparados por la mañana y acordó conmigo que sería mejor que esperásemos unos días para chequearlos en el laboratorio, hasta que los demás operarios cogiesen el ritmo.
        La última hora y media me la pasé ordenando y limpiando mi sección.
        Al regresar a casa, descubrí que la comida que había preparado el día anterior para mi novio seguía en la nevera. -Bueno, ya tengo la cena hecha para hoy.- Me dije a mi mismo. Vi que en la despensa empezaban a faltar algunos productos, y como aun clareaba (el día empezaba a alargarse evidentemente) fui paseando hasta el supermercado. En la cafetería que habían instalado en la panadería del super me encontré al Fede junto con Lola.
        Fede (por si no lo recordáis) era uno de mis amigos habituales en las barbacoas. Era peluquero y acababa de abrir peluquería propia, a la que por cierto, aún no habíamos ido a hacer la visita de rigor. Lola era una de las amigas de Nuria y últimamente era también habitual en las barbacoas. Era propietaria de una de las boutiques de moda del centro comercial del pueblo, el LOLA’S. Había encontrado un filón en la comunidad gay de la región ya que era de las pocas tiendas que vendía ropa de marcas de tendencia abiertamente homosexual. Su tienda era la perdición del sueldo de Miquel, ya que, a la que exponía las últimas novedades de temporada en la tienda, mi amigo tardaba lo que dura un donut en una comisaria en comprárselas.
        Me invitaron a sentarme con ellos y aproveche para merendar alguna cosa mientras nos poníamos al día. Aprovechando que Álvaro y yo habíamos reconducido nuestra relación, se me ocurrió que estaría bien recuperar la barbacoa que había quedado pospuesta la semana anterior. Acordamos avisar a los demás y quedamos para el jueves.
        Cuando casi eran las ocho los deje, pues tenía miedo de que me cerrasen el supermercado. Después de adquirir los productos que necesitaba, regresé a casa. Eran las ocho y media y empecé a calentarme las sobras del día anterior. A las nueve llegó mi chico. Al verlo me horroricé. Había visto películas de terror en las que algún ente absorbía la juventud al protagonista, pero nunca me había podido imaginar que eso podría suceder en el mundo real. Ese hombre no era mi pareja, y cuando digo hombre era porque esa persona que tenía frente a mí había cambiado en eso.
        Seguía siendo el Álvaro pelirrojo de siempre, pero sus facciones habían cambiado, se le empezaban a intuir unas arrugas en la frente que amplificaban todas las marcas de expresión en su cara, no había ni rastro de la expresión jovial de ilusión de la que me había enamorado, estaba totalmente abatido y agotado.
        -¿Hay algo preparado para cenar?- Me dijo.
        -¿Hoy no habéis pedido comida china?- Le dije mientras me terminaba de comer su cena del día anterior.
        -No tengo ánimos para discutir.- Dijo mientras se apartaba de la mesa y se iba hacia la habitación. Mientras, yo terminé de cenar, recogí la mesa y limpié lo que había ensuciado.
        Después fui a la habitación para preguntarle si quería que le preparase algo para cenar, pero dormía profundamente. -Hala, pues a la cama sin cenar.- Murmuré. Vi que había puesto el despertador a las cinco de la madrugada. -Vaya mierda, como esto dure mucho va a ser insufrible.- Pensé. Vi un ratito la televisión y a las once me metí en la cama.
        A las cinco me volvió a despertar el insoportable despertador. -Sigue durmiendo.- Me dijo mi novio mientras se levantaba. Me di la vuelta y me volví a dormir hasta que sonó de nuevo el estridente despertador.
        -Esto se está convirtiendo en una puta mierda.- Me quejé al levantarme el miércoles.
        El resto del día siguió la misma tónica que el día anterior, María se encargaba de traerme palets producto acabado posiblemente defectuoso para chequearlo en busca de defectos, cada vez que uno de los encargados de las revisiones aleatorias detectaban alguna imperfección. Era el segundo día que no veía a mi pareja en toda la jornada laboral. Por lo menos el trabajo se hacía ameno, ya que mi jefa o colaboradora (aun no tenía muy claro cuál era el concepto que debía usar con ella) era una chica muy divertida y sin ninguna pretensión de superioridad hacia mi persona, o eso parecía al menos.
        Después del mal rollo del día anterior preparé cena para los dos, pero Álvaro llegó a las diez y se fue a la cama directamente sin cenar. Ya había comido en el chino. De seguir así la situación acabaría por hacerse insostenible.
        El jueves en la empresa todo siguió igual. Empezaba a agradecer el trabajar con María, pues la jornada laboral se me pasaba francamente rápido entre nuestras coñas y tonterías. Por la tarde y abusando de la confianza que le estaba dando, mi compañera me hizo una pregunta excesivamente personal: -¿No te molesta tener a tu expareja como jefe?-
        -Lo que me molesta que te metas donde no te llaman, bruja.- Pensé ofendido. No le contesté, dándole a entender que no tenía ningún interés en hablar de ese tema.
        Al regresar a casa, empecé a limpiar la casa y a prepararlo todo para la barbacoa que había preparado con mis amigos. La verdad, tenía la esperanza de que a Álvaro le pudiera animar el relacionarse con nuestros conocidos habituales. Mientras esperaba a que llegasen, fui a la pastelería y compre una tarta de felicitación así la reunión podría pasar como una fiesta en su honor por su nuevo cargo.
        En la cena estaban todos: Fede, Miquel, Nuria, Lidia, Lola y la Cuca. A las diez y viendo que aún no llegaba empezamos a comer convencidos de que cuando llegase mi novio, se nos acoplaría. No llegó. A las doce solo quedaba en casa Miquel, el resto trabajaba el día siguiente y por eso fueron marchándose.
        -¿Sabe lo del “japo” tu novio?- Me pregunto muy incómodo Miquel.
        -Sí que lo sabe.- Le dije mientras recogía las copas de la mesa. -Eso no tiene importancia. Resulta que Álvaro también se lo había tirado al japonés, eso deja la cuestión en tablas y en teoría no tiene por qué afectar a nuestra relación.- Le dije para que no empezase a imaginarse cosas raras.
        -¿Tu estas flipando o qué?- Dijo Miquel poniéndose las manos en la cabeza.
        -No entiendo lo que quieres decir.- Murmuré.
        -Se tira al director y lo hacen jefe de sección. Aquí hay meollo.- Dijo mi amigo haciendo el gesto de los cuernos con la mano.
        -El puesto se lo han dado porque yo lo he rechazado.- Le increpé.
        -Pues ahora sí que no entiendo nada.- Contesto un Miquel muy contrariado.
        En ese momento llego Álvaro, sorprendiéndose al ver los restos de la fiesta que se había montado en el comedor y al encontrarse a Miquel en casa.
        -Enhorabuena campeón.- Le dijo Miquel, mientras le besaba en la mejilla. –Aunque lo de ser jefe tiene estos inconvenientes, no eres el primer jefe que llega tarde a su fiesta de celebración.- Y dicho eso se marchó, dejándome con la incomodísima situación con mi pareja.
        -Lo siento.- Dijo Álvaro abatido.
        -Más lo siento yo, que he sido el que ha quedado en evidencia delante de todos nuestros amigos.- Le contesté. Mientras seguía recogiendo la mesa. -Aunque para ser las primeras palabras que me diriges en cinco días, ya me sirven.- Añadí molesto.
        -Deja que te ayude a recoger esto.- Dijo mientras cogía lo que quedaba del pastel.
        -No hace falta, vete a dormir, se ve a la legua que no puedes ni con tu alma.- Le recriminé.
        Después de recoger el comedor y limpiar las copas y los platos, me fui a la cama. Por un momento le estuve dando vueltas a lo que me había dicho Miquel. -¿Podría ser posible que Klaus se hubiese insinuado de nuevo a mi novio y este hubiese aceptado el seguir follando con él? ¿Por qué no? Si lo había intentado conmigo, también se lo podía haber propuesto a Álvaro.- Ese pensamiento fue el causante de que no pudiese conciliar el sueño hasta las dos de la madrugada. Bueno, eso y el carajillo de Bailey’s que me había tomado a los postres.
        El viernes fue una repetición exacta de lo mismo que habían sido los últimos tres días. A la hora del almuerzo, me retrasé deliberadamente. Los operarios de la nueva sección ya se habían ido a almorzar, y Álvaro estaba rellenando papeles en el que había sido el despacho de Yolanda.
        -¿Podemos hablar?- Le pregunté.
        -Tengo que rellenar estos papeles antes de poder ir a almorzar.- Dijo excusándose.
        -Vale, de acuerdo, no quieres hablar. Supongo que no contaremos contigo esta noche en el PACHA. ¿Verdad?- Le dije.
        -Mierda, la barra de Tatiana, había olvidado completamente que es viernes.- Seguía excusándose. -Oye, con todo esto, yo no podré seguir trabajando de camarero los fines de semana.-
        -Perfecto. No sé qué te ha pasado, pero en una semana creo que ya no reconozco.- Le dije completamente abatido mientras salía del despacho.
        -Te agradecería que siguieses fingiendo que no estamos juntos.- Dijo muy serio. -Estoy arriesgando muchísimo en esto y no quiero que se joda todo por una tontería o un par de comentarios.- Yo estaba flipando al oír eso. Salí del laboratorio de calidad y me dirigí al comedor.
        -Estoy de acuerdo en fingir aquí, pero, en casa tampoco estamos juntos.- Pensaba mientras caminaba. Empezaba a convencerme de que nuestra relación estaba llegando a un punto de no retorno. -Si con cuatro días de ejercer de jefe ya le sobraba todo lo que le hacia el maravilloso chico gay que era una semana atrás, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que yo ya no encajase en su mundo?-
        Al llegar al comedor estaban sirviendo a los últimos de nuestra sección, curiosamente detrás de mí llego María. Mis compañeras iban ya por los postres, así que, cuando me senté, al poco rato se levantaron de la mesa para ir a tomar el café a la sala de descanso. Me disponía a comer solo, y me sentía la persona más patética del mundo. En ese momento María se sentó a mi lado. -Yo he tenido que ir al cajero a sacar pasta, ¿Cuál es tu excusa para comer tan tarde?- Me dijo sorprendiéndome.
        -Me están partiendo el corazón.- Pensaba mientras le sonreía el chiste.


        Posdata:
        Existen referencias sobre millones de casos documentados de personas que han salido del armario. A mí me ha tocado el único chico que después de salir y ser feliz, volvía a meterse de nuevo dentro del closet.


jueves, 2 de febrero de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Álvaro, mentiras, manipulaciones y Klaus-Hiro)

ÁLVARO, MENTIRAS, MANIPULACIONES Y KLAUS-HIRO.


        Y llegó el lunes. Mientras iba a trabajar con mi FIAT Punto de color lagarto, podía ver por el retrovisor a Álvaro que iba detrás de mí conduciendo su Peugeot 206 de color rojo. En mi cabeza toda la información que tenía sobre nuestro jefe y las posibles motivaciones en su necesidad de acostarse con nosotros, rebotaban de un lado a otro sin que se me hiciese una imagen clara del “qué coño estaba pasando”. Al llegar, como solía hacer normalmente, aparqué el coche dentro de la zona de control de las cámaras de seguridad. Curiosamente mi chico hizo lo mismo en la zona de las cámaras de vigilancia de la nave del almacén, por un momento me alegró el saber que no fingía escucharme cuando le contaba las cosas.
        Yo me fui a tomar el café con las mosqueteras, mientras que Álvaro se fue directamente a la sección de control de calidad. -Todos siguen con el culito apretadísimo.- Me susurro a la oreja Andrea.
        -¿Os han informado de algo?- Le pregunté.
        -Nada, desde la reunión del martes, absolutamente nada. De hecho nos dejaron muy claro que a partir de ahora, al comité de empresa se nos considera hostiles.- Me contestó muy seria.
        Mientras hacíamos la gimnasia japonesa pude darme cuenta de que todos los jefes y mandos intermedios no me quitaban el ojo de encima. Nada más terminar el meeting del jefe de producción, se me acercó una de las chicas de la oficina de compras y me dijo: -Te reclaman en la oficina de personal.-
        Respiré hondo y me encaminé con paso firme hacia la nave del fondo. -Total, ¿Qué era lo peor que podría pasarme? ¿Qué me despidieran? No sería tan grave. Tenía bastantes ahorros y suficiente dinero en efectivo escondido en casa para pasar dos o tres años sin tener que apretarme el cinturón. Además seguiría teniendo los ingresos de los fines de semana.- Pensaba. Y por muy mal que fuese la reunión, en ningún momento había aceptado el nuevo puesto, como mucho, podría pasar que me pudriese en el almacén hasta el día del juicio final cargando contenedores. Eso ya lo conocía, y una vez acostumbrado el cuerpo, tampoco era tan malo. -Bueno… ahora es cuando lo matan.- Dije mientras entraba en el vestíbulo de la oficina de administración.
        Al presentarme, otra vez, a la chica de la recepción, en vez de hacerme subir a la sala de reuniones, me hizo entrar en el despacho de personal. -¿Perdón?, ahora que el jefe ya se me ha follado ¿voy a tener que tratar las cosas en personal? Esto es lo más parecido que he visto a una patada en la autoestima.- Pensé. Pero la humillación distaba mucho de acabar allí. Una vez en la sección de personal no salió a recibirme Vanessa, me esperaba una Dolores eufórica e impaciente para empezar a trabajar conmigo. -Doble humillación.- Pensé mientras me iba encendiendo por segundos.
        Después de invitarme a pasar a una mierda de cuchitril que no mediría más de ocho metros cuadrados, sacó un montón de dosiers y empezó a háblame de tecnicismos y de protocolos de no sé qué mierda de parámetros y tendencias. A mi toda esa verborrea me sonaba a un dialecto del Klingon y sinceramente estaba haciendo un esfuerzo infinito para no levantarme e irme de allí cagando leches. -Tu principal cometido será el realizar un estudio optimizado para poder determinar…- Ahí dejé de escucharla. Acababa de firmar su sentencia de muerte.
        Al incluirme ya como parte integrante del proyecto, no pude más y exploté. –Perdona.- La interrumpí. -Llevo escuchándote un ratito y, sinceramente, ¿me gustaría saber en qué momento te he dado a entender que yo había aceptado ese trabajo?- Le recriminé.
        Ante mi evidente hostilidad, pude ver como contraía todos y cada uno de los músculos de su cuerpo. -Pe… pero, a mí me han dicho que ejecutara contigo todos estos protocolos.- Dijo una secretaria de Personal completamente contrariada.
        -Pues por lo que parece, quien te haya dicho eso había tomado esa decisión por mi.- Le dije con tono muy molesto. -Mi decisión es que NO.- Añadí.
        Sin duda alguna ese No sonó como un terremoto en la cabeza de Dolores, porque se levantó de sopetón, golpeándose en una rodilla con la concentrada mesa y salió cojeando del mini cubículo tirando por el suelo alguno de los dosiers. Yo, dando por finalizada la reunión me dispuse a regresar al que había sido hasta el miércoles mi sitio de trabajo.
        Estaba saliendo de la recepción cuando un grito aterrador hizo temblar el edificio: -¡Ni se te ocurra salir de aquí!- Gritó una Vanessa que, sin duda, estaba fuera de sí.
        Me paré en seco y me giré mostrando mi mejor cara de complacencia. -Desesperada te veo bonita. A ver por donde me vas a salir tú- Pensé.
        -¡Vamos arriba!- Me gritó mientras empezaba a subir hacia la sala de reuniones. En ese momento me di cuenta de que Vanessa no se parecía en nada al antiguo jefe de personal. Mientras el antiguo jefe siempre mantenía la compostura y sabía negociar sin que pareciese que te impusiesen las condiciones, Vanessa, perdía los papeles y las maneras al primer indicio de tener la sensación de que estaba perdiendo el control de la situación.
        -¿Cómo qué no? ¿Tú eres idiota o qué?- Me gritó nada más entrar en la sala de reuniones. -¡Si es un chollo! ¡Solo tendrás que elegir a quien coño pones en cada sitio y te darán categoría y sueldo de jefe! ¡Todo el trabajo lo harán otros!-
        -No te ofendas Vanessa.- Le dije con tono conciliador. -Mi respuesta será que NO hasta que no hable con Klaus.-
        -Pero si hoy el Director General está en Barcelona, y estos protocolos se tenían que estar aplicando desde la semana pasada.- Insistió la jefa de personal.
        -Pues más a mi favor, al no aceptar el cargo, ya no es “Mí” problema.- Dije fingiendo aires de suficiencia. -Estoy convencido de que sin duda tenéis a alguien de repuesto por si yo no aceptaba ¿No?- Añadí.
        -No hay repuesto.- Dijo mientras su cara pasaba de la ira al terror. -Klaus te quiere a ti en ese puesto. Y a ese tío hay que darle absolutamente todo lo que quiere.-
        -Entiendo.- Le contesté. –Dile de mi parte al nuevo señorito que se ponga mi empleo donde le quepa. Que yo no trago.- Mi cara pasó del enfado a la mala leche.
        -¿No lo quieres entender?- La cara de Vanessa era de puro terror. -Este tío ha venido aquí con carta blanca para hacer lo que considere más oportuno. Y cuando digo eso me refiero a cerrar secciones de producción y echar a la plantilla de patitas a la calle, y con los resultados económicos del último año tiene motivos suficientes para hacerlo sin dar explicaciones a nadie.-
        -La que no lo entiende eres tú, Vanessa.- Mi cara era puro resentimiento. -Gracias a lo que ha hecho ese tío, en este momento me importa una mierda la empresa y todos los que trabajan en ella.- Obviamente eso era un farol… o quizás no. En realidad, lo que pretendía era que la jefa de personal le pasase a Klaus-Hiro mi evidente enfado y resentimiento.
        Aclarado ese tema, di por concluida la reunión y después de abandonar el edificio de administración me desplacé a mi sitio de trabajo. Al pasar por la sección de control de calidad pude ver a Álvaro y a Tomás que estaban repasando toda la documentación de Yolanda. -A ver si va a resultar que Yolanda era una excelente gestora de recursos, porque a esos dos se les ve totalmente perdidos.- Pensaba mientras se quedaban los dos mirándome mientras yo cruzaba la cristalera.
        Al poco rato apareció mi chico por la puerta de mi sección. -¿Ya eres nuestro jefe?- Preguntó con curiosidad.
        -Aun no. He liado una de buena en personal.- Le contesté. -¿Cómo van las cosas por aquí?-
        -Tal y como quedamos le he dicho a Rosita que ya no estamos juntos, supongo que antes del descanso de las diez toda la empresa ya lo sabrá.- Dijo sonriendo mi pelirrojo.
        -Perfecto.- Me relamí en mi mala leche. -Tengo curiosidad por saber si te llamaran de personal o cuánto tardará Klaus en aparecer.- Le dije a Álvaro.
        Álvaro se despidió y yo regresé al montón de aparatos que aún faltaban para repararles el profundo rayazo del embellecedor. Curiosamente me dejaron tranquilo toda la mañana. Durante el descanso de las diez Álvaro se había sentado con las mosqueteras, así que para darle mayor dramatismo al tema, entré en la sala, me saqué el café y me fui a la calle. Hacia una mañana soleada y muchos operarios aprovechaban esos quince minutos para tomar el sol.
        -Tengo entendido que han echado a la calle sin indemnización a los que te destrozaron el coche.- Dijo Eugenia mientras se sentaba a mi lado.
        -No tengo ni idea Eugenia. Este tema lo ha llevado totalmente Andrea desde el comité de empresa.- Le dije a mi amiga.
        -Andrea nos contó que Yolanda se había pasado tres pueblos contigo y que realmente quien filtro tus informes a personal fue Tomás, de hecho ahora lo sabe toda la empresa.- Dijo Eugenia con tono de disculpa mientras yo la miraba y encogía los hombros. -Si ese ha sido el motivo de que os peleéis tú y Álvaro, estoy segura de que acabaréis arreglándolo.- Esta mujer siempre acababa enterneciéndome y estuve a un plis de contarle que realmente no habíamos cortado… pero me mordí la lengua. No podía arriesgarme a que ninguna persona lo supiese, por mucha confianza que tuviese depositada en ella.
        A la una del mediodía, la hora de almorzar, me retrasé deliberadamente para ir al comedor de la empresa, esperaba que Álvaro estuviese comiendo ya con las mosqueteras. Así podría conseguir aumentar más el efecto de patetismo que quería que le transmitiesen a Klaus, al comer yo solo aparte de mis compañeros de siempre. El efecto fue tan demoledor que la pobre Eugenia se levantó del grupo a medio almorzar y se sentó a mi lado. No me dijo absolutamente nada, pero me miraba continuamente como diciéndome -Yo te apoyo-. Después me acompañó todo el tiempo mientras hacíamos el café de la sobremesa.
        Por la tarde, serían casi las tres, vi como Dolores se llevaba a Álvaro de la sección de control de calidad. -Bueno, ahora te toca el turno a mi chico, a ver cómo le irá.- Pensé. Y seguí con mi trabajo hasta las cinco.
        Al irme de la empresa, pude ver desde mi coche que Álvaro estaba delante de la puerta de la recepción del edificio de administración, le estaba estrechando la mano a Klaus-Hiro. -Déjame adivinar, ya tenemos nuevo jefe de control de calidad.- Pensé mientras sonreía y cogía la carretera principal dirección a Palamós.
        Al llegar a casa, aparqué mi FIAT Punto de color lagarto al fondo del patio para dejarle espacio al coche de Álvaro. No tenía muchas esperanzas de que viniese pronto. De hecho si había aceptado el cargo que me habían ofrecido a mí, estaría ocupadísimo junto con Dolores y Tomás (este último lo incluía porque estaba convencido de que lo premiarían por chivato) organizando la nueva configuración del departamento de calidad. Me preparé un gin-tonic y me tumbé en el sofá viendo los dibujos animados mientras esperaba.
        -¿A quién diablos esperabas?- Os preguntareis vosotros. Pues al mocetón que a las seis y cuarto llamaba al timbre de casa.
        En efecto, tal y como había previsto Klaus-Hiro estaba frente a mí cuando abrí la puerta. Nada más abrir la puerta se me abalanzó intentando besarme en los labios. Yo le aparté la cara rechazándolo. Se me quedó mirándome extrañado. -Pero ¿qué te pasa?- Se quejó.
        -Lo siento, no estoy borracho.- Le dije. -Normalmente, cuando estoy sereno no soy tan fácil.- Añadí.
        -Vaya, pues estaba convencido de que verdaderamente habíamos conectado.- Dijo el japonés.
        -La verdad es que yo también había pensado eso… hasta que descubrí que también habías “conectado” con mi pareja.- Le recriminé.
        -Aah… es eso. No me vendrás ahora con que eso supone un problema para ti.- Dijo mientras yo lo miraba con cara de “¿Qué mierda me cuentas?” -No era yo el que estaba con pareja, que yo sepa los que teníais un compromiso erais vosotros.- Añadió muy seguro de si mismo.
        -¿Qué diablos me estás intentando decir?- Refunfuñé.
        -Que cuando bebes lo que pierdes es la vergüenza, no el conocimiento, y sinceramente, esa noche en la última persona en la que pensabas mientras te lo hacías conmigo era en tu pareja.- Me recriminó y por un momento me quedé sin saber que contestarle.
        -Gracias.- Le dije cuando recobré el habla. -Gracias por confirmarme en tal y como realmente me siento: no soy más que una gran zorra.-
        -No estoy diciendo eso.- Dijo Klaus contrariado.
        -Pues eso lo que estoy entendiendo yo.- De hecho en el tiempo que estaba durando la conversación no había dejado que entrase más allá del recibidor. -Oye, lo siento, pero no me apetece seguir hablando, creo que deberías irte.- Le dije mientras lo invitaba a salir de casa.
        -¿De verdad quieres que me vaya?- La cara del japonés rubio se movía entre la sorpresa y la incredulidad.
        -Sí, me incomoda tu presencia, me siento totalmente utilizado y manipulado por ti.- Le dije.
        -Espera. Creo que deberíamos de hablar de esto.- Dijo con un tono que ciertamente empezaba a sonar a desesperado.
        -De acuerdo, hablemos de la extraña manipulación emocional a la que me has sometido para que acepte ese maldito puesto-trampa.- Le recriminé.
        -Yo solo he intentado hacer lo que mi padre pretendía para ti.- Dijo con tono solemne.
        -Pero. ¿Qué mierda me estás contando? ¿Qué tiene que ver Hikaru con meterte en nuestra cama y ese paripé de puesto de responsabilidad?- Grité muy molesto.
        -Oye, yo solo estaba intentando blindar tu posición dentro de la empresa.- Dijo con tono ofendido.
        -¿Blindar mi posición en la empresa? ¿Cómo? ¿Con un puesto para el que no tengo la más mínima preparación y en el que dependeré de lo bien que quieran hacer su trabajo mis subordinados?- Empezaba a explotar como una bomba. -Y qué pasará cuando suceda el próximo problema grave de calidad. Porque tenlo por seguro: sucederá. Y por mi falta de preparación no lo pueda predecir y mucho menos reaccionar a tiempo y nos encontremos con algo parecido a lo que has usado para hundir a Yolanda. Lo taparás para protegerme o me tiraras a los leones como has hecho con ella.- Pum exploté.
        -Yo solo buscaba mejorar tu situación en la empresa.- Se lamentaba Klaus-Hiro.
        -Pues a mí me parece que lo que estabas haciendo era prepararme una encerrona, porque, no te veo tapando todas las cagadas que, ya puedes tener bien claro que acabaría cometiendo en ese cargo.- Añadí. -Además, que especie de confianza ciega esperas que tenga en ti después de follarte a mi pareja.-
        -Eso no tiene nada que ver con este tema.- Dijo justificándose. -Me gusta el sexo, y mucho. Y curiosamente todo el mundo quiere acostarse conmigo, y a mí me encanta. Disfruté follando con él y contigo y lamento que Álvaro no se apuntase con nosotros el jueves porque estoy convencido de que habría sido una noche memorable.- Me quedé de piedra, parecía que se estaba excitando solo con recordar esa situación.
        Entonces se me aclaró todo. La segunda hipótesis estaba cobrando forma. Klaus estaba acostumbrado a que todo el mundo lo tratase como un objeto sexual. No era de extrañar, esa mezcla étnica entre europeo y asiático lo hacía tremendamente erótico e irresistible, tanto para los hombres como para las mujeres. Él era consciente de ello y lo explotaba hasta el límite. Y yo, había sido tan estúpido, que con mis prejuicios y paranoias conspiratorias me había dejado perder un chollazo de puesto de trabajo (aunque estuviese totalmente convencido de que yo no servía para ejercerlo). La buena noticia era que sin duda el puesto sería para mi pareja, así que todo quedaría en casa.
        Ahora solo tenía una duda. ¿Cómo diablos lo haría para sacar de casa esos ojazos verdes sin volver a caer en la tentación de tirarme de cabeza en ellos? Además, tampoco quería ser desagradable (bueno, más de lo que ya había sido) para evitar el perjudicar a mi pareja en la empresa.
        -Mira, eres tremendamente bello, y me alaga que te intereses por mí, pero en este momento tengo demasiadas cosas que reordenar en mi cabeza, y, sinceramente, no creo que volver a acostarme contigo me haga ningún bien.- Le dije disculpándome.
        -¿Me estas rechazando?- Dijo sorprendidísimo.
        -Ahora sí.- Le dije con cara de situación. -Puede que más adelante y sin tanta presión podamos darnos una oportunidad.-
        -Eso quiere decir que puedo invitarte a cenar algún día, porque, aun somos amigos ¿no?- Dijo poniendo su mejor cara de seducción, esa que se nos hacía totalmente irresistible a todo el mundo.
        -Claro, pero espera un poco, ¿vale?- ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Por qué le estaba dando esperanzas a alguien que sabía que no me convenía lo más mínimo? Además ¿Dónde dejaba eso mi relación con Álvaro?
        Después de eso, Klaus, se me acercó y me dio un beso rápido en los labios, se volvió hacia la salida y ya en la puerta me dijo: -La semana que viene tú y yo tendremos una cita.- Mientras, yo me lo miraba con cara sorprendida, intentando recordar quién demonios me había dicho eso mismo hacía un tiempo.
        Una vez el mestizo japonés se había ido, regresé al sofá, el gin-tonic había fundido todo el hielo y había una mancha del agua de la condensación encima de la mesa del comedor. Le di un trago. Aunque estaba un poco aguado aún estaba bueno.
        Eran las siete. Puse de nuevo la programación infantil y esperé a que llegara mi novio pelirrojo.


        Posdata:
        La mayoría de los vividores y promiscuos están moralmente por encima de los que fingimos ser monógamos fieles. Ellos no te engañan cuando presumen de lo bien que se lo pasan contigo. Somos nosotros, los que en nuestro egocentrismo, no aceptamos el hecho de que se lo pasan tan bien con nosotros como con el resto de sus amantes.