viernes, 30 de septiembre de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (SIDA, preñéz y mi monstruo hipocondríaco)

SIDA, PREÑEZ Y MI MONSTRUO HIPOCONDRÍACO.


        Para Álvaro, su primera experiencia como chico-camarero-gogo resultó ser un éxito. Acostumbrado como estaba a ser uno más del grupo de amigos del pueblo (lo digo así para no decir lo que realmente era: un borrego más del rebaño), de golpe, el encontrarse siendo el centro de atención a todas partes por donde iba, le produjo el mismo efecto eufórico que una droga dura.
        Normalmente, cuando empezabas a trabajar en el mundo del ocio nocturno, se hacía como recogedor de vasos y asistente de camarero (es decir correveidile de todo el mundo). De ahí si tenías suerte y te lo sabías montar bien. podrías pasar a camarero de refuerzo o a publicitario de calle (repartidor de invitaciones, vamos). Con el tiempo y alternando los dos oficios anteriores podrías acabar como encargado de barra, que acostumbraba a ser el máximo a lo que solían aspirar la mayoría de la gente que trabajaba en la noche y siempre partiendo del supuesto que te lo planteabas como un oficio temporal. Es decir un trabajo que realizas hasta que hayas pagado alguna deuda inesperada o encuentres un trabajo “de día” como el resto de los mortales.
        En mi caso, empecé a trabajar de noche como recomendación del psicólogo. Ese señor estaba convencido de que, el ponerme detrás de una barra me obligaría a tratar con gente y así superaría mi timidez patológica (sí, yo era de esos que si salía solo, podía quedarme cinco horas en un rincón de la discoteca sin atreverme a hablar con nadie). Descubrí así un mundo que, aparte de ayudar a relacionarme de un modo “normal” con la gente, me fascinaba, sobre todo por la sensación de poder que te daba el estar en esa especie de burbuja que te separa del mundo que se llama barra. La verdad es que lo único aprendí fue a relacionarme con los demás empleados y algunos clientes que supieron darme cierto grado de confianza. Por lo demás, era el típico camarero distante y concentrado en su trabajo.
        Todo esto os lo cuento para que podáis entender que, la mayoría de la gente del oficio de noche, realizan como mínimo una progresión de adaptación al medio de varios meses, antes de enfrentarse a la barra en sí. Y Álvaro no la hizo.
        A partir del sábado catorce de enero y hasta nueva orden, el espectáculo del Pacha se dividiría en dos playbacks de Drag Issis y un striptease de Sergio. Show que repetiriamos los viernes, y según la concurrencia, Sergio haría más de un número.
        Durante el recorrido de promoción, Álvaro se dedicó a repartir invitaciones a diestro y siniestro. En la cena, creo que entró en la cocina para invitar hasta al chico encargado de fregar los platos y en el recorrido en los bares y los pubs, me dio la sensación de  que no controlo muy bien los chupitos que se metía entre pecho y espalda, porque al llegar al PACHA, empezaba a estar un pelín achispado. Tatiana le hizo un cursillo rápido de preparación de combinados de alcohol, disposición de neveras, distribución de bebidas y preparación en el office. Y cuando se llenó la discoteca se los comieron vivos. Ahora su barra era la que estaba de moda y desde el primer momento los chupitos corrían como los caracoles después de la lluvia de verano.
        Aún y el gran ajetreo que tuvieron durante toda la noche, pude ver en un par de ocasiones a Álvaro bailando sobre la barra en plan “Bar Coyote”, solo vestido con mis botas militares “Dr. Martins” y mi bañador de lycra plateada. En el fondo lo envidiaba. Siempre he envidiado a esa gente que pueden desconectar durante un lapsus de varios minutos o quizás horas, para ser ellos mismos sin ningún pudor ni prejuicio.
        A las cinco de la mañana, mi novio estaba completamente agotado, pero la euforia de su primer día como barman-gogo era tal, que ni todo el alcohol del mundo habría podido hacer mella en él. -Cuando se relaje caerá rendido como un bebe.- Pensaba mientras lo veía servir chupitos como un poseso. Y aun le quedaba limpiar la barra y rellenar las neveras.
        Mientras yo me estaba desmaquillando y recogía todos los trastos de la actuación, lo veía llevar cajas de bebidas desde el almacén a la barra de Tatiana. -Mira tú por donde, la Tatiana ya no tendrá que remover más cajas de bebidas.- Pensé. -Al final todo serán ventajas para todos.
        Eran las seis de la mañana, y mientras desayunábamos en el Bar Paco, Tatiana se quejaba del excedente de trabajo que se le había acumulado esa noche.
        -Pues no creo que te pongan más ayudantes.- Le dijo Marcus con tono burlón.
        -Tu barra ha tenido una caja espectacular, el Sr. Roure estaba eufórico.- Dijo Estela, la camarera maciza y rubia de la barra Chill Out.
        -¿Que te ha parecido el trabajo?- Le preguntó Tatiana a mi chico pelirrojo.
        -Aún estoy flipando.- Dijo Álvaro mientras se tomaba su café con leche. –No me puedo creer que me paguen por lo que he hecho esta noche.-
        Todos se rieron del comentario de novato. -Bueno ya volveremos a hablar del tema dentro de unos meses.- Comentó Sergio sin dejar de reírse.
        Yo escuchaba la conversación intentando disfrutar del éxito de mi chico, tenía que reconocer que por unas horas había conseguido eliminar de mi cabeza la paranoia hipocondriaca que me rondaba desde que habíamos decidido hacernos las pruebas del VIH hacía ya una semana.
        Al llegar a casa, Álvaro no tardó ni diez minutos en caer rendido y profundamente dormido en la cama. Se había relajado y todo el cansancio y estrés acumulado se liberó de golpe. Yo también estaba agotado y le acompañé en la cama un poco después. Despertamos pasadas las tres de la tarde. Álvaro tenía una resaca tremenda (que mal llevaba el beber este chico). Preparé una gran cafetera y mientras mi chico se tomaba una aspirina, yo servía el café en los tazones.
        -Esta resaca es lo que suele suceder cuando mezclas todo tipo de chupitos sin orden ni control.- Le dije intentando aleccionarlo en lo que se podría encontrar si quería seguir trabajando en la discoteca.
        -Por favor no me regañes, me duele todo.- Se quejaba como un niño lastimado.
        -Bueno, mientras te hace efecto la aspirina y el café, mira cuanto te han pagado por tu faena de ayer.- Le dije mientras le daba el sobre que llevaba su nombre con su sueldo. Lo abrió en un salto para ver su contenido, estaba encantado, le habían pagado casi quince mil pesetas. Era mucho dinero para un ayudante de camarero así que le pedí que me dejase ver la nómina (bueno… el papelucho que nos daban con los conceptos escritos a mano para saber por qué nos pagaban). Le pagaron ocho mil pesetas por el trabajo de camarero y casi siete mil pesetas por las invitaciones que llevaban su nombre (por lo visto la estrategia de repartir invitaciones a mansalva daba buen resultado). Me dio un poco de envidia, porque a mí me pagaban veinte mil pesetas y no tenía derecho a cobrar invitaciones, ya que, se suponía que estaba incluido en mi contrato ese concepto.
        Decidimos vaguear en el sofá toda la tarde y picar cuatro cosas de la nevera para comer, hasta las seis o las siete que queríamos ir a visitar a Miquel al hospital.
        -Dime, ¿qué te pareció la noche de ayer?- Le pregunte mientras me acomodaba en el sofá.
        -Extraña.- Me dijo mientras se zampaba uno detrás de otro todos los cruasanes de repostería industrial que había en casa. -Todo el tema de repartir invitaciones me divirtió mucho, aunque pasé un frio de cojones con tan poca ropa.-
        -¿Y el trabajo en la barra?- Insistí.
        -Estresante, no conseguía acordarme dónde estaba cada cosa, y cuando empecé a controlar el tema, la barra estaba a tope de gente pidiendo bebidas y chupitos.- Mientras, no paraba de darle mordiscos a los malditos croasanes. Suerte que Tatiana me dijo la norma principal para no estresarte en la barra.-
        -Sorpréndeme: ¿Cuál es esa norma?- Le dije riéndome.
        -No se sirve ninguna copa sin haber cobrado la anterior.- Dijo Álvaro con tono solemne. -Y si algún cliente se pone muy pesado o violento: llamar a seguridad.-
        -Te ha adiestrado muy sabiamente la Tatiana.- Sonreí.
        -Vi que te lanzaste a bailar sobre la barra como los gogos de Barcelona.- Le dije, con una sonrisa maliciosa.
        -Ah, fue una apuesta con la Tatiana, perdí y me tocó subirme a bailar encima la barra.- Dijo con carita de pena.
        -Me da miedo preguntarte sobre la apuesta.- Y yo no podía parar de sonreír.
        -Estooo… la reté a que no se atrevería a dejar que un cliente bebiese un chupito de sus pezones.- Me dijo, con el tono de un niño que ha sido pillado en una gran travesura. -Y cuando me di cuenta ya tenía una de sus tetazas en la boca de uno de los clientes sorbiéndole un chupito de licor de fresa.- Yo estaba alucinando con mi novio.
        -¿Y después de eso se conformó con que bailaras en la barra?- Me estaba temiendo lo peor.
        -Buenoo… tuve que dejar que tres clientas bebiesen un chupito en mi ombligo.- Ahora sí que Álvaro se estaba esperando que yo explotase en plan “tú estás loco” o algo así.
        -JAJAJAJAJAJA.- No podía aguantarme la risa, mientras mi chico me miraba con cara de decepción. -Me esperaba que habrías tenido que dejar que bebiesen el chupito de tu polla.- Casi me caí del sofá.
        -Que dices, ni borracho habría accedido a eso.- Me replicó muy ofendido.
        -Respuesta correcta.- Le contesté. Y acto seguido le besé en los labios.
        Después, estuvimos retozando entre caricias y acurrucos, con la calefacción a tope, intentando no pensar en que nos habíamos comprometido a ir al hospital con Nuria a visitar a Miquel. En la calle hacía un frío de tres pares de cojones (maldita tramontana invernal).
        A Miquel ya lo habían trasladado a planta. Por lo visto los retrovirales le habían ido de maravilla. Estaba muy delgado, pero mejorado y animado. Pronto le darían el alta y volvería a ser el de siempre.
        Eran las nueve, y al salir del hospital Nuria nos propuso de ir a comer algo al BRAVISSIMO, accedimos encantados, de hecho Álvaro se moría de ganas de contarle su primera experiencia laboral en el mundo de la Noche. Y a eso se dedicó hasta que nos trajeron las pizzas. Mientras comíamos, Nuria nos soltó el bombazo: Miquel había dejado el trabajo de coctelero jefe en el POMELO’S. Bueno, de hecho le habían ofrecido mucho dinero para que rescindiese el contrato. -Malditos empresarios hijos de puta.- Pensé. Por lo que parecía habían llegado a la misma conclusión que yo. Y a ningún empresario le hacía gracia que una persona seropositiva (ellos en su argot lo llamaban sidoso) estuviese trabajando cara al público, y menos preparando o sirviendo bebidas.
        -Joder, ¿Cómo se lo ha tomado Miquel?- Le pregunté a Nuria.
        -Está entusiasmado.- Me dijo Nuria. -Planea coger un trabajo en Estados Unidos.- Ahí sí que nos quedamos de pasta de boniato mi chico y yo.
        -¿Estados Unidos?... Pero ¿Qué se le ha perdido allí?- Le pregunté totalmente extrañado.
        -Por lo visto, este verano conoció a un americano y le ha propuesto que se vaya a vivir y trabajar allí.- Nuria estaba tan desolada como nosotros.
        -Pe… Pero, ¿Miquel no estaba saliendo con Drako? ¿Qué opina de todo esto él?- Nos sorprendió Álvaro preocupadísimo por la posible ruptura de una relación.
        -Hayyy… que mono que es tu novio.- Dijo Nuria con muchísima ternura. -Drako, a la que se ha olido un problema ha desaparecido de la región.- Sentenció.
        Terminamos de cenar, con un cierto aire de desánimo en el ambiente. Aunque Nuria nos reservaba la perla más gorda para los postres. Cuando nos trajeron el Tiramisú nos comentó que no le había venido la regla, y que estaba convencida de que se había quedado preñada de Muh-nbà (la verdad es que no habían más candidatos a esa paternidad). Ahí sí que me quedé sin palabras. -¿Qué es lo que se dice en estos casos?: “¡Enhorabuena será niño!” o “¿quieres que te pase la lista de hospitales que realizan abortos?”-
        Decidí dejarla que hablase para no meter la pata. Mi novio se la miraba con ojos de plato mientras rechupeteaba una cucharilla con restos de tiramisú. Después de un instante que se hizo eterno, y viendo que no decía palabra, le solté: -Y ¿Qué vas a hacer? ¿Tienes algún plan?-
        -No he decidido nada todavía, no quiero precipitarme. Además tengo tiempo para decidir lo que voy a hacer.- Me dijo con los ojos casi llorosos.
        -¿Tiempo?- Pensé. –Perdona, pero tienes un pequeño alien que está creciendo en tu interior y cada día que pase tendrás menos tiempo para decidir qué hacer-. Eso también lo pensé, pero no me atreví a decírselo para que no interpretase que la estaba presionando. Al salir de la pizzería, la acompañamos hasta su piso y nos aseguramos de que estaba bien para dejarla sola.
        Mientras regresábamos, Álvaro me dijo: -Pues vaya, como está el patio.- Viendo sus ojitos de pena, le acomodé el chaquetón, atándole el último botón alrededor de la bufanda que llevaba enroscada en el cuello, lo cogí por los hombros y mientras seguíamos por la calle de los burdeles dirección a casa le dije: -Mañana será otro día.-
        Y… como no, justo en ese momento volvió a mi cerebro el maldito ente hipocondriaco: Mañana a las siete de la tarde teníamos hora para hacernos las pruebas del HIV. A ver quién sería el guapo que conseguiría dormir esa noche.


        Posdata:
        Aquí en mi tierra decimos: -Quien un día pasa, Un año aprieta-.











sábado, 24 de septiembre de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Resaca, histeria y un camarero gay)

RESACA, HISTERIA Y UN CAMARERO GAY.

        Después del increíble éxito que supuso el striptease masculino del siete de enero en el PACHA. El propietario tardó lo que se tarda en tomarse un chupito de crema catalana, en darse cuenta del potencial que tenía ese tipo de espectáculos. Y decidió aplicarlo a los viernes para intentar con ello mejorar los mediocres resultados económicos que implicaba abrir la discoteca ese día en temporada baja.
        El viernes, en los últimos diez años se había transformado en ese día maldito, en que la mayoría de las discotecas y locales nocturnos se veían obligados a abrir aunque la clientela fuese mínima. Por lo visto, en el mundo de la noche hay una ley no escrita que dice que el fin de semana empieza el viernes. El problema es que socialmente, y sobre todo en tiempos de crisis como el que vivíamos en 1995, poquísima gente podía permitirse el lujo de empezar la fiesta del fin de semana el viernes.
        El apabullante éxito del desnudo integral de Sergio, fue lo que convenció al propietario del PACHA, de que podría ser el aglutinador de todas las despedidas de soltera y fiestas de grupos de mujeres y gais de la comarca en la discoteca. Y claro, como decimos por aquí: “la pela es la pela”. Ante la posibilidad de incrementar los ingresos y con ello el patrimonio del propietario, cualquier consideración ética quedaba para discutir después de hacer caja.
        Era sábado, catorce de enero. Nos despertamos con una resaca tremenda. Dos cafés y una aspirina después, nos pusimos a limpiar los restos de la cena de la noche anterior. Una vez recogidas las botellas de vino y cava y limpiados los platos, vasos y copas, acabamos echándonos en sofá. Hacia un día gris y frio, típicamente de enero. Definitivamente no nos apetecía exponernos a una pulmonía haciendo cualquier actividad en el exterior. Acordamos en ir por la tarde a visitar a Miquel al hospital. Por la noche Álvaro quería acoplarse al séquito de promoción de la disco, junto a Dragg Issis y los seguratas y así cenar con nosotros y unírsenos a los chupitos en los bares.
        -Como este siga juntándosenos a los saraos del sábado, no tendré más remedio que intentar enchufarlo a trabajar en la discoteca.- Pensé mientras reía como si encontrase genial su idea.
        Eran las dos de la tarde y yo no tenía nada de hambre. Álvaro estaba recalentando unas sobras de la cena de anoche (de hecho la cena de anoche estaba hecha con las sobras de las comidas de navidad, así que tocaba almorzar sobras al cuadrado… -¡BIEEEN! Esto ya parece la cocina de mi madre.-). A todo eso se me estaba empezando a juntar, y sobretodo, empezaba a dominar todos y cada uno de mis pensamientos, el hecho de que el lunes iríamos al médico de cabecera para que nos hiciese las pruebas del SIDA.
        -Si el plan era no comer nada de las sobras de ayer, podrías habérmelo dicho y lo tiraba directamente a la basura y pasaba de “arreglarlo” para que pareciese comestible.- Me dijo mi chico, molesto porque casi no había probado su “arreglo”.
         -Lo siento.- Le dije. -Estoy totalmente de los nervios por lo de las pruebas del lunes. Si ahora me ves irascible, espera a verme la semana que viene. Estaré intratable, avisado quedas.-
        -Pero… ¿cómo pueden alterarte tanto unas simples pruebas médicas?- Me dijo Álvaro muy extrañado.
        -Hace dos años me las hice… y descubrí que soy un hipocondriaco de la peor especie. Empiezo a comerme el coco pensando en el peor escenario posible y acabo totalmente trastornado… y lo peor es que cuanto más pienso en el tema más argumentos encuentro que corroboran mis peores sospechas.- Le contesté totalmente abatido.
        Mi chico me miró con cara de sorprendido, me abrazó y me susurró al oído: -Estoy igual que tu.-
        El hecho de que Miquel hubiese acabado infectado, no me ayudaba en nada. Tengo que reconocer que a nivel personal, yo consideraba que tenía muchísimo autocontrol sobre mis emociones, mucho más del que Miquel me había demostrado que poseía. Pero siempre había estado convencido de que mi amigo tomaba las precauciones mínimas necesarias para evitar el contagio. Y necesitaba saber de manera imperiosa que se había contagiado por estúpido o inconsciente. El solo hecho de pensar que podría haber sido por un accidente. Hacía que yo me incluyese en ese juego maldito, similar a una ruleta rusa, en la que tu destino solo depende de la suerte (y la verdad es que yo de suerte jamás tuve mucha).
        Mientras Álvaro intentaba cambiar de conversación hacia temas más triviales y lúdicos para relajar la tensión existente. Mi cerebro no paraba de repasar una y otra vez mi vida sexual de los últimos dos años. Intentaba recordar todas y cada una de las relaciones que había tenido y el posible riesgo que había asumido en ellas. Es un hecho que en todas las relaciones con penetración siempre había utilizado preservativo. Pero era evidente que en varias ocasiones este se había roto (sobre todo con Jordi que era muy bestia y apasionado). Además… ¿quién se pone un preservativo para una felación? Y yo había dejado que me comiesen la polla infinidad de chicos para deleite de sus novias o parejas ejerciendo de Dragg Issis. Es más, soy incapaz de practicar una felación con sabor a látex (es que me desmotiva totalmente). Como decía un amigo de mi época de camarero: -Una polla plastificada no da gustito.- Aunque todo sea dicho, murió de SIDA en 1991.
        Y qué decir de mi relación con Hikaru. Tengo que reconocer que siempre tomamos el mínimo de precauciones necesarias en todas nuestras relaciones. Pero, a ese hombre no lo conocía absolutamente de nada (si, la conexión emocional fue increíble y muy profunda). Pero apareció en mi vida y desapareció de ella sin darme la más mínima información de él o de su vida pasada.
        En cuanto a mi relación con Álvaro. Usábamos preservativo en todas las relaciones con penetración, pero ya habíamos tenido varios condones rotos, y para el tema de peeting y sexo oral no usábamos ninguna protección (a parte de la crema hidratante para no dejarnos la piel en carne viva).
        En mi enfermiza mente se iba haciendo una macedonia de información y posibilidades que amenazaba con un ataque de nervios inminente.
        -¡Ya basta!- Me gritó Álvaro, consciente de mi comida de coco. -Llevas más de media hora sin decir palabra ni escuchar nada de lo que te estoy diciendo.-
        La verdad es que ni me había dado cuenta de que me había sacado los platos y de que tenía un café preparado delante de mis narices.
        -No sé si te servirá de algo, pero podrías probar de contarme todo lo que te ronda por la cabeza.-  Me dijo mi chico con ganas de ayudarme. -Quizás entre los dos consigamos que esto no sea tan estresante.-
        -Vamos, te voy a contar todos los fregaos en los que me he metido. Ni harto de vino.- Pensé para mí mismo, mientras le sonreía con cara de circunstancia.
        De hecho la relación que más me preocupaba era la que tuve con Jordi. Decidí contársela con pelos y señales, esperando relajar un poco mi monstruo hipocondriaco y de paso contarle algún chismorreo de la fábrica a mi chico. Me escuchó con muchísima atención durante toda mi exposición de la historia.
        -No me lo puedo creer.- Se puso las manos a la cabeza. -La familia de Jordi son vecinos de mis padres. La verdad es que nunca se me habría pasado por la cabeza el que a Jordi le pudiesen atraer los hombres. Pero… si fui invitado a la boda, de hecho Fanny es súper amiga de mi hermana.- Y yo, después de oírle, empezaba a arrepentirme de haberle contado toda esa historia.
        Estuve media tarde contándole todos los recuerdos morbosos de mi historia con Jordi. Estaba alucinado con la necesidad morbosa que tenía Álvaro de conocer todos los detalles sexuales de mi extraña relación del verano pasado. Eran las cuatro de la tarde y mi chico estaba tan excitado que casi me arranco la ropa en el sofá del comedor de casa. Una hora y media después de sexo salvaje (y como no, otro preservativo roto), nos duchamos y nos arreglamos para ir a visitar a Miquel al hospital.
        Habíamos quedado con Nuria en el vestíbulo del hospital y “La Cuca” también se nos había acoplado. Para alegría de todos, aunque Miquel seguía en la sección de infecciosos graves, ya no estaba dentro de la burbuja de plástico. Era bien visible la marca de color rojo en el historial del paciente, que avisaba a las enfermeras que debían de extremar las precauciones a la hora de extraer sangre del paciente.
        Esto lo sabía porque a los diecinueve años y después de una fiesta híper alcohólica en la discoteca COCOA de Roses, a la semana justita me tuvieron que ingresar por una hepatitis severa. Todas la enfermeras estaban muy alteradas porque hacía poquito tiempo que una compañera había muerto a los pocos días de tener un accidente a la hora de sacar sangre a un paciente (accidente significa que la enfermera se pinchó con la aguja con la que había extraído la sangre al paciente). Por lo visto los contagios directos por vena son de muerte segura. Y yo verdaderamente tenía la sensación de estar apestado, porque me restringieron totalmente las visitas y el personal entraba en mi habitación en escafandra como si estuviese infectado por el virus del ébola. Y en mi historial estaba como un neón luminoso esa etiqueta roja de señal de alerta. Al final resultó ser una hepatitis del tipo uno (por intoxicación alimentaria) y el personal sanitario al fin se relajó conmigo.
        Pudimos hablar con Miquel y tocarlo, cosa que nos animó bastante a todos, yo me quedé con las ganas de hacerle la pregunta que tanto machacaba mi cabeza. La verdad es que no era el momento de ponerle en evidencia delante de todos los que le conocían con cuestiones directas sobre como coño se lo montó para resultar contagiado del SIDA. Aunque discretamente le eché un ojo al historial médico y pude ver que lo estaban tratando con “Epzicom” que era el nombre actual del “Trizivir” (el combinado de fármacos que se usaba en el año 1990 para combatir el HIV) que se había usado con algunos de mis amigos hacía varios años.
        Charlamos una horita con Miquel, lo vimos muchísimo más mejorado y con ganas de reírse de todo y de todos. Volvía a ser el mismo chaval mariquita y despreocupado de siempre, y me di cuenta de que, realmente, no importaba el cómo se podía haber contagiado. La única cosa importante era que se estaba recuperando y como buena amiga yo no estaba allí para reprocharle nada, sino para ayudarlo a levantarse del suelo después del tremendo batacazo.
        Eran casi las ocho. Álvaro y yo teníamos que irnos para ir preparando las cosas de Dragg Issis, ya que a las nueve yo empezaba a trabajar en la discoteca. En un salto nos plantamos en casa, recogí la mochila y el petate con los báculos de Dragg Queen y en diez minutos nos plantamos en el parking del PACHA. Nada más llegar Markus, que había cambiado posiciones con Sergio me comunicó que el propietario quería hablar conmigo. Subí al despacho que había detrás de la cabina del disk jockey y cuando el Señor Roure me vio, me invitó a entrar. -Tengo que felicitarte por la idea que tuviste la semana pasada.- Me dijo con aire jocoso. -Y eso que tenía mis dudas sobre si autorizar o no ese tipo de striptease, pero fue una idea de lo más acertada.- Mientras yo me lo miraba con cara de “a ver por donde me va a salir este”.
        -¿Qué te parecería trabajar los viernes?- Me dijo con cara de gran interés.
        -Verá Sr. Roure, trabajo toda la semana en la fábrica y la verdad me gustaría poder disfrutar de algún viernes para poder tener un poco de vida social con mi pareja.- Intentaba poner cara de penita para que se apiadase de mí.
        -Entiendo… quieres pasar tiempo con tu novio… Hmmmm, es ese pelirrojo que va siempre contigo ¿verdad?- Me estaba preocupando el tono que estaban cogiendo las palabras del propietario.
        -Sí... Es él.- Le dije con pánico en el cuerpo.
        -He hecho unas pequeñas obras en la discoteca, ahora el pódium es un escenario y aprovechando la obra hemos alargado la barra de chupitos.- Me dijo, muy serio.
        -Vaya, la pobre Tatiana ya no daba abasto con la barra ahora estará desbordada.- Le dije dándole a entender que estaba al tanto del funcionamiento del negocio.
        -Si lo quiere, el puesto de ayudante de Tatiana es para tu chico. En esa barra siempre se concentran todas las mariquitas del local y creo que poner un camarero en plan muy gay le dará incluso más caña.- Se reía, y mientras me decía eso me parecía ver el símbolo del dólar en sus pupilas.
        -Se lo comentaré, pero no tengo ni idea de si hacer de camarero mariquita esta entre sus propósitos para año nuevo.- Me reí, mientras me levantaba de la silla.
        -Si le va bien, puede empezar hoy mismo.- Me soltó con una sonrisa de oreja a oreja mientras me guiñaba el ojo.
        Mientras bajaba de la oficina me fije en las obras del pódium y la barra de Tatiana, el escenario había dejado de ser un triste pódium de unos seis metros cuadrados y ahora debería de medir  unos quince o veinte metros. Y la barra llegaba hasta el pódium, de hecho esa era una zona muerta donde normalmente se solía poner poca gente. Ahora era una gran escalinata con la barra arriba y al final con un paso de un metro se unía al mega pódium-escenario. Me gustaba el cambio, el suelo ya no era de gres cerámico súper resbaladizo, sino de caucho antideslizante.
        Al llegar al camerino, Álvaro ya me había preparado el vestido y los complementos para la noche, incluso me había abierto el maletín de los maquillajes para que los tuviese más a mano. -Que encanto.- Pensé mientras lo miraba sonriendo.
        -Tengo buenas noticias.- Yo estaba sonriendo con malicia. -Hay trabajo para ti.-
        -¿A qué te refieres?- Me dijo, con cara de sorprendido.
        -Necesitan un camarero súper gay para trabajar en la barra de Tatiana, y si lo quieres, el puesto es tuyo.- Se lo solté así, sin demasiados preámbulos.
        -Define súper gay.- Me dijo con cara de preocupación.
        -Pues al estilo de los camareros-gogo de las discotecas de Barcelona.- Le dije.
        Álvaro me miró con una expresión muy seria, y después sonrió con esa mueca que parecía que le brillaban todas las pecas de la cara.
        -Pues ya sabes, te vas a casa y sorpréndeme. A ver cómo te lo montas.- Le dije sonriendo y ofreciéndole las llaves de mi coche. Mientras yo empezaba a transformarme en Dragg Issis. Había elegido para esa noche un modelito en rallas horizontales blancas y negras, al estilo de los presos de las películas de los años veinte, un enorme pelucón súper crepado de color dorado y complementos de color dorado. Acompañaba todo el conjunto un larguísimo y vaporoso guardapolvo en los mismos tonos, quería aprovechar que hacia un poco de viento, y eso jugaría a mi favor en el paseíllo por la zona de noche. El maquillaje era en azules y dorados.
        Cuando casi había acabado regresó Álvaro. Estaba genial. Llevaba puesto tan solo un bañador dorado de estilo bóxer, mis botas militares Dr. Martins, un chaquetón de pelo artificial de color violeta y un par de cadenas doradas era lo único que cubría su torso. -Alucinando me has dejado amor.- Le dije mientras hacía que se girase a mi alrededor para verlo mucho mejor. -Un par de detallitos y estarás genial.- Y cogí un poco de purpurina dorada y se la esparcí por el cuerpo. Después con el perfilador de ojos le hice una línea gruesa un centímetro por debajo de los ojos en plan “el camuflaje de los marines”, y se la esparcí con el dedo gordo.
        Al salir para subirnos a la limusina de la discoteca para empezar la ronda por la avenida comercial nos encontramos con el propietario dando instrucciones a los chicos de la seguridad. -Sr. Roure ¿le parece suficientemente gay?- Le dije con tonillo burlón.
        El Sr. Roure se miró de arriba a abajo a mi chico y riéndose dijo: -Que os acompañe también al paseíllo.- Y siguió riéndose como si le hubiésemos contado un chiste buenísimo. Cuando nos subimos a la limusina nos encontramos con la agradable sorpresa de que en el recorrido de promoción de la discoteca, además de mi chico y Dragg issis, se nos juntaban Sergio en plan Sexoman, Tatiana en plan sexowoman y los seguratas de rigor. -Cuanta gente de promoción hay hoy.- Les dije al entrar, a lo que Tatiana me respondió: -Es que a partir de hoy cada invitación con nuestro nombre nos la van a pagar a cincuenta pesetas.- Entendí de golpe porque se apuntaban tanta gente al paseíllo, y si además les pagaban la cena, pues mejor.
        Aunque yo tenía un regusto un poco agridulce con toda esta situación: tendría como compañero de trabajo a mi novio todos los días de la semana y en todos los trabajos que realizaba, eso no podía ser bueno de ningún modo. Esperaba no tener que lamentar el haber tomado esa decisión, aunque Álvaro estaba disfrutando de lo lindo, acababa de descubrir lo que se siente al ser el centro de la fiesta, y le gustaba, vamos si le gustaba. Y a lo tonto y sin buscarlo, solo tendríamos para nosotros las tardes del domingo.



        Posdata:
        Tengo mis dudas sobre si tiran más dos tetas que dos carretas, hay algunas personas que por cuatro perras son capaces de cambiar de sitio con sus manos un edificio.









jueves, 8 de septiembre de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Caos, expectativas y declaraciones de amor)

CAOS, EXPECTATIVAS Y DECLARACIONES DE AMOR

        Después de lo intensas que fueron las últimas semanas de trabajo en la fábrica multinacional japonesa. Se me hacía muy, pero que muy cuesta arriba el pensar que podría encontrarme el lunes día nueve de enero, con el peor escenario posible: colocado de manera indefinida como estibador de contenedores en el almacén y con toda la dirección conspirando para hacerme la vida imposible para que, desesperado, decidiese marcharme de la empresa.
        Al sonar el despertador a las seis y media de la mañana, nos comportamos como cualquier día de trabajo antes de las vacaciones. A Álvaro solo le había contado parte de lo acontecido con el Sr. Hikaru Yamahaka y había prescindido de contarle absolutamente nada de lo sucedido en la fiesta de final de año de la empresa. Total. Para que preocuparlo con historias y situaciones que solo le podrían traer problemas a corto plazo. De hecho le había insistido que, en la empresa, procurase ocultar a los compañeros que estábamos viviendo juntos.
        Y llegó el momento. Después de una ducha rápida y un café con un par de magdalenas, los dos, vestidos con el uniforme gris de la empresa nos dirigimos hacia Girona. Lo primero que notamos al llegar fue el revuelo que había en la zona de descanso. Rosita estaba hablando muy apasionadamente con Eugenia. Nos unimos a la conversación.
        -¿Qué sucede que está todo el mundo tan alterado?- Preguntó Álvaro.
        -El jefe de personal ha dimitido y se ha ido a trabajar a la empresa de la competencia que está en Barcelona.- Nos dijo de un tirón Rosita casi sin coger aire para respirar. -Además el día uno de enero todos los técnicos y directivos japoneses fueron requeridos por la empresa Madre y han regresado al Japón.- Y por fin respiró.
        En ese momento llegó Andrea. -Queda confirmado. Hay un equipo de una empresa externa, que, desde el día tres está haciendo una auditoría a todas las cuentas de todas las secciones de la empresa.- Nos dijo muy seria. -Además, dos de los directivos españoles no han venido a trabajar. Se rumorea por personal que están en comisaría dando explicaciones ante el juez de delitos fiscales.
        -¡La leche!- Pensé para mí mismo. -Pues sí que ha ido rápido la cosa.- Era hora de empezar la jornada laboral y ya sonaba la musiquita japonesa de la gimnasia matutina. Resultaba un poco patético ver a la gente haciendo los mismos movimientos que habían hecho los últimos años pero, al no haber ningún técnico ni directivo japonés que fuese indicando como hacerlos, los hacían de un modo totalmente descoordinado. Era como si nadie en todo ese tiempo se hubiese tomado la molestia de aprenderse los diez o doce movimientos y el orden en que debían ejecutarse. Me pareció surrealista.
        Después, en el discurso diario del jefe de producción se produjo el segundo momento surrealista del día. –Bueno… Esto es muy extraño… No tenemos el suficiente género para empezar la producción, ya que las empresas externas que nos suministraban materiales prefabricados han sido cerradas por un tema de trabajadores clandestinos. Así que modificaremos las cadenas de montaje para intentar montar aquí esas partes y tener un poco de stock para empezar a producir.- Dijo muy tenso, para inmediatamente después ponerse a discutir con todos los cargos intermedios.
        Mientras el caos se iba extendiendo por toda la zona de las cadenas de montaje. Me dirigí hacia el almacén convencido de que por lo menos ahí estaría de lo más tranquilo, ya que, como no se estaba fabricando absolutamente nada, no había ningún producto acabado que cargar en los contenedores.
        Al pasar por delante de la sección de control de calidad, pude ver que estaban todos reunidos y que Yolanda, una de las técnicas de control de calidad con más antigüedad de la fábrica, llevaba la bata gris con el ribete blanco en el pecho que distinguía a los cargos superiores del resto de los operarios. -Mira esta.- Pensé. -Parecía una mosquita muerta y ahí está, con bata de jefa.-
        Cuando llegue a la oficina del encargado del almacén. Pepe, el jefe de la sección, me dijo que no estaba en la lista de operarios asignados como estibadores. Cuando le pregunté qué a que sección debía ir, se encogió de hombros y prescindió de darme ninguna respuesta, ya que salió rápidamente, se montó en un toro mecánico y me dejó allí con la palabra en la boca.
        -¡Joder! ¿No me digas que voy a tener que ir a preguntar dónde tengo que ir a trabajar al jefe de producción? Porque con el cabreo que debe de llevar encima en este momento, no creo que sea algo bueno para mi integridad física.- Me dije a mi mismo.
        Fue en ese momento, que me llamaron desde el taller de control de calidad. Cuando entre en la sala aún estaban reunidos. -Vale, ahora que ya que te has dignado en acompañarnos, vamos a seguir con la reunión.- Dijo Yolanda con tono un poco molesto. Decidí callarme y escuchar para intentar entender que estaba pasando. Mientras Álvaro me miraba de refilón y se reía.
        Básicamente se estaba presentando como el nuevo jefe de sección en sustitución del Sr. Cubiles. Habló sobre la dificultad del trabajo en la sección de control de calidad y de los planes de mejora que tenía para el futuro a corto plazo.  Después de la reunión todos se fueron a realizar sus tareas habituales de control en la producción. Mientras nos llamaba a Álvaro y a mí en el antiguo despacho del Sr. Cubiles.
        Ya en el despacho, pude ver el equipo de televisores y video que habían utilizado para grabarnos a Hikaru y a mí en la sala anexa. Me pregunté si aún estarían conectadas.
        -A ver Álvaro, vas a volver a montar todo el equipo de control de calidad que preparaste para la inspección de los japoneses.- Nos dijo Yolanda sin mover un musculo de la cara.
       -¿Dónde? ¿En la otra nave? ¿Dónde ya lo montamos la otra vez?- Preguntó Álvaro extrañado.
       -Sí, y le harás un cursillo intensivo al chico nuevo de cómo funcionan todos los aparatos y los defectos habituales que debe de buscar.- Añadió la jefa a lo dicho anteriormente.
        Álvaro salió de la sala y se dirigió hacia la salida con un carro. Cuando estuvo fuera, Yolanda me dirigió una mirada asesina. -¡No me caes bien! No sé qué mierda está pasando. Pero el que le hayan jodido el día de Reyes Magos a mis hijos para tener que reunirme aquí con Vanessa de personal, para prepararte un puesto de trabajo a medida para ti, no va a ser algo que olvide fácilmente.- Me dijo, con evidente ira. -Tendrás que hacer lo mismo que hacían los japoneses, elegirás de manera aleatoria veinte packs de producto acabado y les harás todas las pruebas de calidad que están incluidas en esta normativa.- Y me entregó una libreta que en la portada tenía escrito PROTOCOLO STANDART EN CONTROL DE CALIDAD. -Al final del día me entregaras un informe exhaustivo con los defectos de calidad que hayas encontrado.- No podía dejar de mirarla con ojos de plato. En realidad estaba flipando en colores.
        Mientras salía con la libreta en las manos añadió: -Personalmente creo que esto será una pérdida de tiempo y dinero. Tú no tienes la preparación ni los estudios que se necesitan para un trabajo de esa responsabilidad, por lo que no pienso tenerte en cuenta y obviamente tus informes irán directamente a la basura.-
        -¡Coño. Cómo está el patio!- Pensé. Acababa de descubrir que mi peor enemigo sería mi propio jefe. Decidí darle el beneficio del tiempo antes de enfrentarme directamente a ella. Aunque, algo de bueno tenía la situación, no importaba lo mal que hiciera mi trabajo, de un modo u otro acabaría en la papelera.
        Me dirigí al almacén de control de calidad, que tantos recuerdos me traía. Mi chico pelirrojo estaba desempaquetando de nuevo todo lo que habíamos recogido la última semana antes de las vacaciones. -Antes solo era una bruja, ahora es una bruja con poder.- Me dijo con tono sarcástico.
        Lo miré con cara de condescendencia y le dije. -Con peores toros he lidiado. No te preocupes tarde o temprano la pondré en su lugar.- Mientras Álvaro me miraba con cara de extrañez.
        Nos pasamos todo el día montando los aparatos de nuevo mientras Álvaro me iba explicando cómo funcionaban y cómo utilizarlos adecuadamente. Aproveche para llenar de notas toda la libreta que me había entregado Yolanda.
        Durante los descansos, todos los operarios se afanaban en comentar todas las novedades que iban llegando sobre la situación en que se encontraba la fábrica. Según Andrea, había trascendido que, desde la casa Madre del Japón habían contratado una agencia de detectives para investigar a las empresas subcontratadas por los directivos españoles, y que todas las irregularidades que habían encontrado las habían denunciado al departamento de trabajo y de hacienda del Gobierno.
        A la hora de la salida el panorama era desolador. Había dos directivos detenidos y el resto estaban siendo investigados. Cinco de las siete empresas subcontratadas habían sido clausuradas y se investigaba a los propietarios. Además, habían hecho una redada en los locales y habían identificado a todos los trabajadores irregulares que habían encontrado allí. Por la noche toda la prensa se había hecho eco y en los noticiarios locales y comarcales no se hablaba de otra cosa.
        Al llegar a las seis a Palamós, nos encontramos con Nuria y Miquel en la puerta de casa. Querían saber de primera mano toda la información que pudiésemos darles sobre el escándalo del momento. Ya en casa y después de contarles todos los pormenores que conocíamos de la empresa, empezamos a hablar de nuestros propios cotilleos.
        -¿Qué tal te va con Draco?- Le preguntó mi chico a Miquel. –A juzgar por las ojeras que me traes debéis de meteros mucha caña.- Añadió.
        -Nos vemos poco.- Contesto Miquel. –La verdad es que tengo mala cara porque creo que me habéis pegado la gripe. Llevo todo el día con aspirinas. Es que sois unas malas amigas. Una que se desvive en ayudaros y apoyaros y me lo pagáis así, contagiándome la gripe.- Dijo poniendo su tonito típicamente mariquita.
        -Pues tú lo que deberías es estar en la cama incubando esa gripe.- Le regañó Nuria cogiéndolo del brazo para llevárselo a su casa. Mientras nos daba un beso de despedida añadió: -Cuidaos mucho. Nos vemos un día de estos.-
        Antes de que saliesen les propuse de hacer otra cenita de barbacoa el viernes siguiente, más que nada para intentar vaciar toda la comida que la madre de Álvaro nos había encajado el domingo.
        Mientras calentaba el contenido de uno de los tuppers de su madre, Álvaro me sirvió una copa de vino. -Ten mucho cuidado con Yolanda, es perro viejo en la fábrica y hay mucha gente que le debe favores. Entre ellos algún directivo.-  Dijo mientras me ofrecía la copa.
        Bebí un trago. Me acerqué a mi chico y le di un beso en los labios. -¿Te refieres a esos directivos que están yendo de cabeza a la cárcel?- Le dije fingiendo un tono casi irónico. -Porque esos tipos no creo que estén ahora en condiciones de devolver muchos favores.-
        -Cada vez que me hablas así, tengo la sensación de que conoces mucho más de los entresijos de la dirección de la empresa de lo que pretendes que todos crean.- El tono de mi chico demostraba cierto temor y curiosidad a la vez. -Espero que algún día confíes en mí lo suficiente para que  puedas contarme todo lo que se cuece en las oficinas de la empresa.-
        -Podría contarte toda la mierda que conozco de esa pandilla de bastardos. Pero estoy convencido de que el saberlo acabaría provocándote más problemas que beneficios-. Le dije muy serio. -Es por eso que te insisto tanto en que no cuentes nada de nuestra relación a nadie en la empresa, ni tan siquiera a las mosqueteras. En este momento hay un grupo de personas que ven sus condiciones de trabajo seriamente amenazadas y no dudarían ni un momento en usarte a ti y nuestra relación para conseguir presionarme hacia sus intereses.-
        -Me estas asustando.- Su cara ya empezaba a demostrar pánico.
        -Solo tienes que saber que yo estoy implicado en todo lo que está sucediendo en la empresa estos días.- Le dije para tranquilizarlo. -Tal y como te conté hace unos días, tuve que tomar partido entre la mafia de la dirección de la empresa y el Sr Yamahaka. E hice lo que creía que era lo más correcto. Tengo la esperanza de que todo el terremoto que se está produciendo la empresa, sea para mejorarla y limpiarla de toda la corrupción que la había invadido.-
        -¿Verdaderamente crees eso?- Me dijo Álvaro con tono de incredulidad. -Sí, vale, van a cambiar todos los directivos y técnicos japoneses. Y sin duda algunos de los directivos españoles. Y estoy convencido de que durante un buen tiempo será tal y como tú crees. Pero. Sabes perfectamente que a la que los japoneses se relajen un poco, volverán los chanchulleos y los negocios poco claros e ilegales. Es la marca de las empresas “made in Spain”.-
        -Sí, es muy probable que tengas razón. Pero, te lo pido por favor. Por ahora ¿tendrás un poco de cuidado?- Lo abrace por la cintura, mientras sonaba el timbre del horno eléctrico. -La verdad es que en este momento me es imposible pensar a largo plazo.- Le dije mientras me disponía a sacar el plato de canalones de carne que sería nuestra cena.
        Decidimos cambiar de tema e intentar no traernos en el futuro los problemas del trabajo a casa. Después de cenar vimos un ratito la tele acurrucados en el sofá, y a las once y media nos rendimos al cansancio y nos fuimos a la cama.
        Ya casi estaba dormido cuando Álvaro me susurró al oído: -Yo también.-
        -¿Tú también qué?- Le pregunté medio dormido.
        -Yo también te quiero.- Y me abrazó fuerte por la espalda.
        -Vaya.- Pensé. –Ha tardado veinticuatro horas en corresponder al “te quiero” que le solté ayer.-


        Posdata:
        Retiro lo dicho anteriormente: El amor existe. Y si no, que me lo pregunten a mí.