sábado, 27 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Sexo, cocaína, libros de joyería y Martin)

SEXO, COCAINA, LIBROS DE JOYERIA Y MARTIN.


        La primera semana de julio, a nivel de trabajo en la empresa multinacional japonesa, la pasé encerrado en la “sección secreta”. Como nadie se dignó a aparecer por ahí, me dediqué a intentar leer los protocolos de realización y trabajo con metacrilatos, cosa que me estaba resultando de lo más dificultosa ya que todo estaba escrito en inglés. Tengo que reconocer que entre las traducciones de los dietarios del Sr. Yamahaka y las de todos los informes y protocolos que tanto me interesaba de esas maravillosas carcasas de teléfonos móviles, mi nivel de comprensión del idioma inglés mejoró en un par de grados.
        Ni Makoto ni Kaede aparecieron en toda la semana y nadie se molestó en venir a decirme: -Esto se hace así.- O -Deberías hacer esto o aquello.- Así que me tomé la surrealista situación con buen humor y me dediqué a pasar las horas tomando notas y traduciendo todo aquello que me resultaba interesante.
        Otra cuestión a la que tuve que hacer frente fue la insaciable necesidad de las mosqueteras de obtener información sobre la nueva sección a la que estaba asignado. Y más por vergüenza que por verdadera fidelidad a la empresa, opté por evitar la zona de descanso común y tirar de la magnífica cafetera exprés de que disponíamos en el taller. Además, ¿qué podría contarles?: -Es una sección muy bonita… no tengo jefes, no tengo ni idea de que hacer y no hay nadie que me dice que debo hacer.- Sinceramente, por motivos de higiene mental prefería no tener que llegar a dar ese tipo de explicaciones.
        El jueves todo cambió. Dado que en toda la jornada laboral no tenía nada mejor que hacer, me estaba dedicando a chafardear dentro de todos los armarios que no estaban cerrados con llave. Encontré el libro del brujo. Bueno en realidad eran varios tratados de joyería y bisutería a base de metacrilato. Estaban entre unos veinte tratados de joyería, manualidades y cerámica, escritos en inglés y español. Desde el primer momento me llamó muchísimo la atención un libro de un tal Carles Codina, especializado en bisutería y joyería alternativa. Me quedé extasiado, pues de una manera muy gráfica y accesible para los profanos en la materia, enseñaba como hacer verdaderas piezas de joyería a partir de sencillos moldes y metacrilato de colores.
        Lo que más me llamó la atención fue lo sencillo que resultaba introducir objetos y otros elementos dentro de la resina de metacrilato, quedando atrapados como los insectos dentro del ámbar. Desde ese momento, para poder realizar una prueba, tan solo tenía que conseguir encontrar los dos componentes que al juntarse formaban la resina.
        El problema lo tenía con los materiales, pues absolutamente todos los botes y paquetes estaban identificados con un código, que se me hacía totalmente ininteligible. -Si al menos pudiese encontrar un listado con los códigos y el producto al que corresponden.- Pensaba. A falta de otras opciones me dediqué a copiar y tomar notas de todo lo que pude del libro.
        El viernes me armé de valor, y tragándome el orgullo, salí unos minutos antes de la hora del descanso y me presenté en el puesto de trabajo de Andrea, pidiéndole una reunión con el comité de empresa para después del almuerzo.
        A las dos del mediodía, después de comer, estábamos los dos en el despacho sindical de la empresa. -Bien, tú me dirás.- Dijo Andrea mientras tomaba asiento detrás de una de las mesas.
        -A ver… Después de todo el show que montasteis, ya me tenéis en la maldita sección.- Dije muy serio. -¿Por qué nadie se ha tomado la molestia de contarme qué diablos hago allí?- Pregunté molesto. -Llevo una semana metido en ese agujero y nadie me ha dicho cuál es mi trabajo o que se espera que haga.-
        -Esas son las ordenes de los técnicos Makoto y Kaede. No quieren que nadie te influya o te expongan a malos hábitos de trabajo.- Contestó la presidenta del comité de empresa.
        -Perfecto.- Dije yo con evidentes síntomas de discrepar de esa opinión. -¿Y cuándo se dignaran a aparecer por la sección?- Pregunté molesto.
        -Tenían que llegar hoy, pero igual hasta el lunes no aparecen.- Dijo sin darle mayor importancia.
        -Y mientras tanto ¿Qué hago?- Pregunté poniendo cara de desespero.
        -No sé. Si no tienes nada que hacer, limpia y ordena tu sección.- Dijo riéndose. -¿No es eso lo que se hace cuando no tienes nada que hacer?- Añadió.
        Y así, sin haber resuelto ninguna de mis dudas existenciales, regresé a la “sección secreta” con la firme determinación que, puesto que la empresa estaba dispuesta a pagar mi salario por no hacer absolutamente nada, haría “NADA” lo mejor que pudiese hasta las cinco de la tarde.
        A las cinco y media, regresaba a Palamós con mi carpeta de apuntes en el asiento del copiloto. Al llegar a casa, descubrí a Martin esperando tres puertas más al oeste. Al verme entrar por el portal de casa, se acercó: -Vaya, menuda guarida te has montado aquí.- Dijo acercándoseme mientras yo empezaba a cerrar el portal metálico. No pude evitar el mirarle de reojo la incipiente calva que se le estaba generando a tres centímetros sobre las orejas. Me iba a costar mucho el no sacar ese tema en la conversación. Tenía la esperanza que al final acabaría sacando el tema él, para así poder hablar libremente sobre la calvicie y sus tratamientos, porque si hablaba yo de su calvicie, tenía la sensación de estar cometiendo algo muy irreverente y de mal gusto.
        -La casa es de mi madre.- Dije intentando justificar alguna cosa y sacarme el concepto calvicie de mis pensamientos más urgentes. -Aunque la casa no es gran cosa, le pago un buen alquiler. Tiene a su favor que en un salto estas en la playa o en el paseo marítimo, y eso en verano es de agradecer.-
        -Por lo que veo, aun trabajas con los “japos”.- Dijo Martin refiriéndose a mi uniforme gris.
         -Sí, pero no sé si será por mucho tiempo.- Contesté pensando en la posibilidad real de que el día menos pensado me largase por piernas de esa empresa que tantos disgustos me estaba proporcionando últimamente.
        -Pues no está el patio como para perder el trabajo en estos momentos.- Dijo mi amigo mientras entrabamos en casa.
        -¿Café o alguna cosa más fuerte?- Le pregunté.
        -¿Qué tienes a parte del café?- Dijo riéndose.
        -Sírvete tú mismo.- Le dije abriendo la licorera de la alacena. -En el congelador hay hielo y la nevera hay limonada y tónica.- Añadí mientras me dirigía a mi habitación para cambiarme.
        -¿Qué quieres tomar tú?- Oí que me preguntaba Martin, mientras me ponía la camiseta de manga corta.
        -Me apetece un café con un poco de ron, ahora preparo una cafetera.- Dije mientras buscaba las chancletas por debajo de la mesa del comedor.
        Diez minutos después nos acomodamos en las tumbonas, debajo del enorme almendro que protegía el patio de los intensos rayos de sol de media tarde. Hacía calor, pero la ligera brisa que llegaba desde la playa creaba un microclima muy agradable a la sombra del frondoso árbol. Le pregunte a mi amigo que tal funcionaba trabajando a doble turno y con esos horarios tan desajustados. Lo tenía muy bien montado: a las seis cuando salía del PACHA se ponía a dormir hasta la una del mediodía, dejando que se acumulasen las incidencias de su trabajo como reparador de alarmas en los mensajes de texto de su teléfono móvil y el dispositivo “busca personas”. Entre la una y las cinco se desplazaba a las direcciones que habían denunciado algún problema y solucionaba todas las averías que no necesitasen recambios específicos. El resto de percances los incluía en un informe que enviaba a la central cada tres días, reparándolos el día que la empresa le enviaba las piezas de recambio. Por lo visto si no permitía que se le acumulasen las incidencias de una semana a la otra tenía una o dos tardes libres a la semana.
        -¿Y los dejas sin alarma si la avería es grave?- Pregunté un poco contrariado. -Es que no creo que les haga ninguna gracia tener que quedarse sin la tranquilidad que, en teoría, proporciona el tener un trasto de esos en casa.-
        -Tengo unos treinta aparatos de repuesto.- Dijo. -Según la empresa no es habitual que puedan averiarse más de esa cantidad en una semana.-
        -Vamos que lo tienes todo calculado al milímetro.- Dije con el total convencimiento de que en el momento menos pensado, este tipo de historias cogidas con pinzas se van al garete.
        -En realidad lo que más me agobia es el estudio donde me alojo. Está de cara al sol de mediodía y el calor es insoportable a partir de las diez de la mañana.- Se quejó, confirmándome lo que yo me temía.
        -Pues el verano acaba de empezar, por lo que dices en agosto será insufrible.- Añadí mostrando mi preocupación.
        -Nada que no arreglen un par de ventiladores.- Dijo Martin riéndose. Mientras, yo me lo imaginaba durmiendo a las nueve de la mañana con todas las viejecitas y señoras de su casa de los pisos aledaños, viendo la tele o escuchando Radio Tele Taxi a todo volumen, tal y como sucede en todos los bloques de pisos dormitorio del extrarradio. En fin, tarde o temprano acabaría enterándome si estaba en lo cierto o no con lo que estaba pensando en ese momento.
        Después de un par de gin-tonics y dos carajillos le enseñe mi taller de apoyo a Dragg Issis, mientras preparaba el conjunto que llevaría esa noche.
         -Joder, ya me gustaría a mí tener un chiringuito como este para hacerle los arreglos a “La Sabrosona”.- Dijo flipando con el doble taller que tenía montado en esa habitación. Mientras, me complacía siendo el objeto de su envidia.
        -Por cierto… ¿Estas con alguien?- Le pregunté interesándome por su vida amorosa.
        -¿Con estas pintas?- Dijo señalándose la cabeza, demostrándome la inseguridad que le producía la alopecia prematura que estaba sufriendo. -Solo los ligues que consigo en la discoteca… sexo rápido y breve, vamos.- No supe que contestarle, Martin siempre había sido un romántico de manual, de sus dos únicas parejas, la que menos, le había durado cinco años. Él siempre había criticado a los aficionados al “cruising” y a los consumidores de cuarto oscuro y saunas como grandes degenerados o viciosos. El verlo ahora usando como única salida emocional eso que tanto le desagradaba, hacía que me diese cuenta de lo cerca que debía de estar de tocar fondo.
        A las siete y media mi amigo se despidió. Tenía hasta las nueve para prepararse para esa noche, pues era viernes y nos tocaba estar todas las Draggs juntas en versión fin de semana. Quedamos en que el sábado si se lo podía organizar con el trabajo iríamos un ratito a la playa a eso de las cinco. Para no quemarnos excesivamente con el sol, vamos.
        Treinta minutos después llegó Darío. La verdad era que para estar trabajando también a doble turno se lo veía bastante fresco, aunque claro, a diferencia de Martin, mi chico podía dormir nueve horas cada día. Un beso y un buen trago de Coca-Cola después, nos contamos como nos había ido la jornada mientras yo colocaba el gran petate con los trastos de Dragg Issis en el coche y el rubiales se ponía guapísimo para ser la estrella gay de la barra de Tatiana.
        El primer viernes de Julio no pasó a la historia por el gran aforo que hubo en la discoteca: El doble de la gente habitual de invierno, la mayoría franceses e ingleses. Aun y así, podíamos alegrarnos de ser el único local que estaba trabajando moderadamente bien, pues el resto de clubs de noche no hacían caja ni para pagar al personal. Un muy mal mes de julio.
        Entre las tres hacíamos un muy buen equipo de Draggs, complementadas y sin solaparse ninguna sobre la otra. Tenía la sensación de que ese verano no tendríamos problemas parecidos a los que tuvimos el año anterior con Verónica S3 y la Panter Rosa. Aunque quizás tendríamos otro tipo de problemas… me exclamó muchísimo el gran cambio de personalidad que vi en Martin. Lo pillé dos veces en el camerino, con la excusa de cambiarse de ropa, follando con tres franceses en plan aquí te pillo aquí te mato. El sexo en si no tendría nada de especial, quien más o menos se había montado un homenaje en el camerino o en el office de las barras. Lo que verdaderamente me preocupaba, era que en las dos ocasiones, además del sexo desenfrenado, se estaban metiendo cocaína, y no poca. -¿Estaría Martin bajando a los infiernos de la droga y el sexo por culpa de un ataque de vejez prematura? ¿Cómo podía haber cambiado tanto alguien en tan poco tiempo?- Esperaba que esa situación no se saliese de madre y acabase afectándome como sucedió con Julio.
        Me tranquilizaba bastante el buen rollo que había entre Martin y Markus. El jefe de seguridad no solía dejar que las cosas se desmadrasen mucho, y más después del show que protagonizó Verónica S3 en fin de año. Show del que aún le quedaban marcas de cicatriz en la cara.
        Dejando a un lado todo eso, y a pesar de tener las pupilas como platos soperos, “La Sabrosona” hizo una muy respetable actuación del “Go Away” de Gloria Stefan. Y yo regresé mucho más tranquilo a casa… hasta que le comenté lo sucedido a Darío.
        -No me digas que no te habías enterado de eso.- Dijo en tono burlón. Mientras descargaba el petate del coche.
        -¿Qué quieres decir? ¿Qué hay más gente que se mete esa mierda en la discoteca?- Pregunté escandalizado.
        -Pero si las tapas de los inodoros se usan más para preparar rayas de farlopa que para mear.- Insistió Darío dándome a entender que estaba más al tanto de lo que sucedía en la discoteca que yo.
        -¿Y tú sabes quién es el camello que pasa la cocaína?- Pregunté con cara de desespero.
        -En realidad nadie lo sabe, y los clientes que la compran se guardan mucho de decírtelo.- Contestó mi chico.
        -Esto es un desastre.- Dije yo. -Ahora que la discoteca había remontado y se está llenando cada fin de semana.- Añadí preocupado.
        -No me puedo creer que con lo maduro que eres para otras cosas en este tema seas tan inocente.- Me recriminó Darío. -El único motivo por el que el PACHA se llena hasta la bandera es porque la cocaína y las pastillas rulan por todos los rincones.- Añadió mirándome fija y desafiantemente a los ojos.
        -No puede ser que el Sr. Roure esté permitiendo que se trafique en su local.- Dije horrorizado.
        -Quizás no quiere enterarse de nada o quizás es el principal interesado en el tráfico de drogas.- Dijo mi chico con tono sarcástico. -Por lo poco que sé, nuestro jefe ni es un pardillo ni un santo novicio.- Sentenció. Y aunque me estaba jodiendo el reconocerlo, ese chavalín rubio tenía razón. En mi mente me había hecho una fantasía onírica sobre la relación de mi personaje con el local donde actuaba, imaginándomelo inmaculado y perfecto, lo único sucio que podía admitir era el sexo y el alcohol, los dos quizás en exceso. De golpe estaba despertando de ese sueño a una asquerosa realidad rellena de drogas, tráfico y que vete tú a saber cuánta mierda más escondía.
        No podía dormir. Llevaba casi una hora dándole vueltas a ese tema. Maldije a Darío por haberme abierto los ojos a esa repugnante realidad. Lo odiaba, porque ese chico rubio después de soltarme esa bomba podía dormir tan tranquilamente a mi lado. -Deja de murmurar.- Dijo medio dormido.
        -Perdona, no puedo dormir.- Le dije disculpándome.
        -Fóllame.- Dijo.
        -¿Co…Como?- Pregunté desconcertado.
        -Que me la metas por el culo hasta que te corras. Correrse es lo mejor cuando no puedes dormir.- Dijo empezando a masturbarme.


        Posdata:
        No hay nada como el sexo para combatir el insomnio por estrés.




viernes, 12 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Playa, revelaciones transcendentales y crema de protección factor sesenta )

PLAYA, REVELACIONES TRANSCENDENTALES Y CREMA DE PROTECCION FACTOR SESENTA.

        El domingo dos de julio me desperté más o menos a las dos del mediodía. Habíamos puesto el despertador a las tres (por si acaso), con la intención de irnos recién levantados a la fiesta de cumpleaños que Miquel y Thomas habían organizado en la playa. Como tan solo se trataba de cruzar la calle y plantarnos en el paseo marítimo, había suficiente con ponernos el bañador, coger la toalla, la bolsa con el regalo de Miquel y la crema protectora factor diez millones (con lo blancos de piel que éramos los dos, era lo mínimo que necesitábamos a esa hora para no quedar como dos gambas achicharradas) antes de salir.
        Darío dormía a pierna suelta. No lo desperté. Era la primera vez en su vida que trabajaba a destajo, y en dos empresas a la vez. Estaba convencido de que debía de estar rendido, aunque me sentía muy orgulloso de él.
        Tranquilamente, preparé café y mientras se hacía, salí un ratito a la terraza. Descubrí con horror que tenía completamente descuidado mi huertecito urbano. La mitad de lo que tenía plantado estaba completamente mustio. Digo mustio para no decir que empezaba a tener la consistencia deshidratada del tabaco de los puros habanos. Me afané en regar mi pequeño huerto con la esperanza de poder salvar mi plantación al rehidratarse un poco.
        Después, pausadamente me preparé una taza de café y procedí a tomármela tranquilamente, estirado sobre una de las tumbonas. Hacía demasiado calor y me estaba achicharrando, así que moví la tumbona hacia la sombra del enorme almendro que cubría gran parte del patio. -¡Dios! Cuanto estrés por una puta taza de café.- Pensé.
        Ya más relajado, recordé la conversación de la noche anterior con Martin. Se me hacía muy difícil de entender que, después de lo que habíamos vivido juntos cuando trabajábamos de camareros y recogedores vasos en los Pubs y discotecas de Ampuriabrava, mi amigo no me considerase lo suficientemente confiable como para acudir a mí en busca de ayuda cuando tuvo problemas. Y más aún cuando yo lo tenía entre las pocas personas que consideraba amigos de verdad.
        Bien… Paremos un momento. Llegados a este punto creo que haría falta que os explicase mi definición de “Amigo de Verdad”. Desde siempre he creído que ese concepto solo se podría usar con conocidos o allegados a los que les podrías pedir dinero, con el total convencimiento de que te lo dejarían sin pedirte ninguna explicación, ni intentarían imponerte condiciones. Obviamente, con Martin, yo habría estado dispuesto a ayudarlo económicamente (por lo menos en lo que mis posibilidades me permitiesen).
        Y claro, partiendo de lo que había sucedido y de la poca confianza que yo le merecía, me aliviaba muchísimo la idea de que, en realidad el que hubiese tenido problemas económicos fuese él. Porque en ese momento ya no tenía tan claro si yo eran tan “Amigo de Verdad” suyo como él lo era de mí. Tenía la sensación de que si el que hubiese necesitado su ayuda hubiese sido yo, me habría llevado una gran decepción. -¡Mierda!- Pensé.
        En ese momento oí el bramido del despertador. Me acerqué a la habitación con un par de bañadores en la mano, ofreciéndoselos desde la puerta a mi chico recién despertado, para que eligiese entre el de color rojo y blanco y el de color negro y violeta. -Elije uno, que nos vamos a la playa.- Le dije.
        -¿Es obligatorio?- Pregunto muy perezoso.
        -Venga… que nos vamos a divertir.- Dije intentando animarlo.
        Diez minutos después nos plantábamos en el paseo marítimo. Toda la troupe ya había tomado posesión de nuestra parcela habitual de la playa. Playa que por cierto, estaba petada de familias, niños, guiris y toda la fauna habitual de los domingos de verano.
        El grupo se había organizado alrededor de tres neveras de playa que contenían refrescos, vino blanco, rosado, cava, ginebra, wiski y mucho hielo. Al lado, bajo la sombra de tres sombrillas y protegidos de las moscas por una especie de cubículo de tela mosquitera, había un surtido de pollo al “ast”, carne a la barbacoa, patatas fritas, quetxup y mayonesa. Curiosamente, todos comían con platos de porcelana cuadrados y bebían de copas de cristal fino: de globo para gin-tonics y vino blanco, vasos cortos para wiski y vino negro, vasos de tubo para otros combinados y refrescos y finalmente copas de aguja para el cava. Pude ver detrás de la sombrilla donde Miquel y Thomas se escondían del sol del mediodía, un enorme arcón de transporte de donde sacaban toda la vajilla que estábamos usando. La situación me pareció genial y digna de una maricona glamurosa como era mi amigo.
        Estaban todos, El Fede, “La Cuca”, los camareros del ANARKO, Lola, Lidia, Nuria, antiguos compañeros de Miquel del POMELO’S, novios (actuales y pasados) de todos los presentes y por supuesto, Darío y yo.
        Tenían puesta una música en plan Chill-Out tranquilita, que permitía hablar y no molestaba al resto de la gente. Todo ello situado lo suficientemente alejado de las duchas y las zonas de juegos de los niños para no acabar comiéndonos la carne aderezada de arena. La sorpresa me la llevé diez minutos después de instalarnos. Sin previo aviso, llegaron Álvaro y Klaus-Hiro. -¡Fantástico! Ni durante el fin de semana me podré librar del trabajo de la empresa multinacional.- Pensé abrumado. Obviamente, como llegaron los últimos detrás de nosotros, instalaron sus toallas justito a nuestro lado.
        Por suerte y para mi alivio, la conversación no trató en ningún momento de temas de la empresa multinacional japonesa, al menos por lo que se refería a mí. Mientras devorábamos las salchichas y un buen cacho de pollo asado, todo ello regado de buen vino blanco y cava en copas de aguja de cristal, el japonés y mi expareja, simplemente me ignoraron, dedicando toda su conversación a Thomas. Por lo demás, la fiesta era como si una de las barbacoas de casa se hubiese desplazado hasta la playa. La gente, cuando pasaba caminando o paseando a los niños mientras esperaban el tiempo reglamentario de digestión para poder volver al agua, se nos quedaba mirando sorprendidos por el sarao que estábamos montando. Sin duda alguna estábamos dando un espectáculo entre surrealista y decadente al sustituir los platos de plástico con la típica tortilla y las latas bebidas a morro por platos de porcelana cuadrados y copas de cristal de diseño. El súmmum llegó a la hora de los postres, porque no tengo ni idea de donde salió una tarta enorme de cumpleaños, con veintisiete velas encendidas. Tal y como era de esperar todos le cantamos el cumpleaños feliz mientras Miquel apagaba las velas de un soplido y después entre cava, tarta y cafés servidos directamente del POMELO’S, mi amigo fue abriendo todos los regalos que le íbamos dando. Llegó un punto en el que creo que la mitad de la gente de la playa nos sacaba fotos creyendo que éramos un grupillo de famosos excéntricos o una troupe de teatro haciendo una performance.
        El resto de la tarde la pasamos entre chapoteos en el mar, crema de protección factor sesenta, chupitos, cubatas y gin-tonics. Me tenía muy desconcertado el hecho de que ni Álvaro ni Klaus-Hiro no me hiciesen en ningún momento ninguna mención al nuevo departamento de la empresa al que me habían asignado. La verdad era que estaban muchísimo más interesados en Miquel y Thomas. Bueno, en realidad muchísimo más interesados en lo que el americano les contaba que en las pocas aportaciones que mi mariquita amigo pudiese añadir a la conversación. -¿Podría ser que esos dos no hubiesen venido a la fiesta para amárgamela a mí, sino por Miquel y su pareja?- Pensé. -De hecho ellos los habían invitado y, seamos francos, era la fiesta del cumpleaños de Miquel.-
        Justo en ese momento tuve otra gran revelación: -¡Despierta estúpido! El mundo no gira a un palmo alrededor de tu ombligo.-  Oí que le gritaba mi subconsciente a mi cerebro. De repente tuve la sensación de que ese pensamiento me volvía a poner de nuevo con los pies en la tierra, que por cierto, buena falta me estaba haciendo en ese momento.
        Tal y como ya me había pasado en otras ocasiones, mis recelos me estaban llevando a la paranoia, pues ya estaba empezando a creer de nuevo que los intereses de la gente que me rodeaba eran una gran conspiración en la que de un modo u otro yo saldría perjudicado. -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Las palabras de Hikaru Yamahaka retumbaban como un eco lejano en mi cabeza, luchando contra mi habitual inseguridad y desconfianza hacia todos aquellos que por un motivo u otro me habían decepcionado con su deslealtad.
        A partir de las cinco de la tarde, los que participaban en el cumpleaños, empezaron a ir marchándose. Primero se fueron todos los que trabajaban en tiendas y locales de cara al público, es decir, Lola, el Fede y varios más. Es lo que tiene trabajar en una localidad turística, que los días de fiesta tienes que abrir el negocio si o si.
        “La Cuca “, los demás camareros del ANARKO y del POMELO’S fueron desfilando directitos al curro una hora más tarde. Y a las siete nos despedíamos Darío y yo, quedando en la playa Thomas, Miquel, Álvaro, Klaus-Hiro, Lidia, Nuria y tres chicos que solo conocía de vista.
        Tranquilamente fuimos paseando hasta casa, donde nos dimos una ducha antológica y nos embadurnamos de crema aftersun. Darío se puso monísimo y a eso de las ocho y media lo llevé a trabajar al PACHA.
        Mientras acompañaba a mi chico hasta la puerta del local, llegó Martin, transformado ya en “La Sabrosona”, luciendo su peluca de color caoba de pelo natural y ataviado con un conjunto de Salsa-Dragg en colores amarillos y rosas.
        Mientras Darío y los demás camareros hacían la preparación de sus barras cortando limón, naranja y otras frutas, “La Sabrosona” y yo nos tomamos unos chupitos mientras hacíamos tiempo para dejar que Juan se transformase en Dragg Essencia. Hablamos de lo bien que nos lo habíamos pasado cuando compartíamos barra en la discoteca COCONUTE de Ampuriabrava.
        Le pasé mi número de teléfono y Martin me dio el de su teléfono móvil, quedando en que nos llamaríamos algún día entresemana para quedar y tomar un café o un gin-tonic a media tarde.
        Me gustó la idea de recuperar la relación de amistad que tenía con Martin. Teniendo en cuenta que acababa de perder a Miquel al irse de nuevo a Los Ángeles. En ese momento él era quizás mi único amigo y confidente, pues en un par o tres meses, la segunda persona con la que tenía más confianza se pondría de parto y sin duda tendría cosas más importantes a hacer que escuchar y dar consejos a un gay afectado de paranoias y manías persecutorias.
        Además estando como estaba, totalmente a la defensiva con Álvaro y Klaus, el poder disponer de nuevo de la amistad de Martin, me proporcionaba una sensación de tranquilidad y seguridad muy reconfortante. Claro que al leer esto os preguntareis: -¿Qué tipo de relación tenías con Darío, si no lo incluías entre tus amigos de confianza?- Y la respuesta era tan simple como demoledora: era mi pareja. Única y exclusivamente mi pareja sentimental y sexual. Y curiosamente esa parecía ser la fórmula para que nuestra relación funcionase, al menos por mi parte. Al no tratarse de una historia basada en la pasión desbocada de dos personas que se han buscado desesperadamente hasta encontrarse, sino más bien en dos almas atormentadas, asqueadas de los amantes y sus promesas incumplidas de amor pasional, nos permitía centrarnos en el día a día de manera tranquila y sosegada, sin la necesidad de grandes demostraciones sentimentales excesivamente épicas y teatrales. En ese punto de mi vida el cariño y, como no, el sexo que me ofrecía Darío eran suficiente para mí, y por lo que parecía también para él.
        Entenderéis entonces que tomase la decisión de aprovechar el verano para fortalecer mi relación de amistad con mi antiguo compañero de empleos y aventuras, pues el destino me lo había vuelto a poner a mano.


        Posdata:
        Como jode que tus mejores amigos pasen a serlo entre ellos y te dejen de lado.



domingo, 7 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Encargados homofóbicos, Martin y "La Sabrosona" )

ENCARGADOS HOMOFÓBICOS, MARTIN Y “LA SABROSONA”.

        Después de lo acontecido el miércoles y el jueves en la empresa multinacional donde trabajaba entresemana, en la sección “secreta” (el nombrecito tiene coña pero cinco años después, cuando cerraron la empresa definitivamente, todo el mundo aun la llamaba así), el viernes me lo pasé encerrado y leyendo todo lo que pude encontrar sobre cómo trabajar el metacrilato. Dejando de lado todo lo demás, en ese momento, eso, era lo único que me interesaba del nuevo puesto.
        Tenía a mi disposición tres ordenadores con lo mejorcito en programación y conexión a internet del momento. Teniendo en cuenta la poca disponibilidad de las dos cosas para el común de los mortales en 1995 eso era todo un lujazo. Solo había un problema: yo era un perfecto negado a la hora de utilizar ese tipo de tecnología. Tardé casi tres meses, después de las vacaciones de verano, en conseguir abrir el programa del Word para poder escribir un documento. Y aun así, tenía que estar continuamente molestando y preguntando a quien tuviese cerca con conocimientos de informática para que me descolgase el ordenador, pues cada dos por tres no hacia lo que yo deseaba. Llegó un momento en el que todo el mundo de oficinas al verme, huía, básicamente no les apetecía lo más mínimo tener que contarme por enésima vez como arreglar los mismos estropicios informáticos.
        Aunque el lema de la empresa era “Ya ira aprendiendo a medida que vaya usándolo”, pronto se arrepintieron de no haberme pagado un curso intensivo de iniciación al uso del programa Windows y el Word.
        Pero de ese tema ya hablaré extensamente en otro episodio.
        Era viernes 30 de junio y yo estaba preocupado, pues Martin empezaría a trabajar con nosotros en el PACHA la noche siguiente y yo no tenía noticias suyas. Ni una triste llamada o simplemente el pasarse por la discoteca a saludar.
        Durante el paseíllo promocional constatamos que la crisis debía de estar remitiendo, pues había muchísima gente de fin de semana para ser un viernes. Ya se empezaban a ver grupillos de italianos, ingleses y alemanes. Ello se notó cuando nos dispusimos a ir a cenar al NAPOLI’S, pues estaba petado de guiris, y nadie se había encargado de reservarnos ni tan siquiera la mesa que estaba al lado de los lavabos. Éramos siete: Dragg Essencia, Darío, los dos seguratas, el stripper, Irene y Dragg Issis. El encargado, que por cierto, desde siempre había tenido cierta animadversión por nosotros, nos dijo que si queríamos comer allí tendríamos que esperar al turno de las doce como el resto de los clientes.
        Nos pilló totalmente por sorpresa, pues a las doce empezaba la hora de los pubs, que era cuando más invitaciones y publicidad repartíamos. Propuse ir a comer un plato combinado al Bar Paco que quedaba cerca (que también era una franquicia del Sr. Roure) ya que allí siempre nos trataban superbién. Y sobre todo, y ahí es donde le haría daño al encargado del NAPOLI’S, decidimos repartir nuestra publicidad entre los clientes y no dejar nada de publicidad ni invitaciones sin sellar en la pizzería. Si nos iba a tratar con ese desprecio, pues que se fuese él personalmente a pedirle la publicidad al dueño. Más tarde, cuando regresásemos a la discoteca yo personalmente tendría una charla con el Sr. Roure.
        Y cuando llegamos de nuevo a las tres de la madrugada al PACHA, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el encargado del NAPOLI’S había llamado al Dueño para quejarse de que habíamos conspirado para dejarle sin su parte de las comisiones de las invitaciones repartidas en el local. Muy molesto por la actitud del encargado de la pizzería, me reuní con el Propietario para ponerlo al día del trato que nos llevaba dispensando ese individuo en los últimos meses, dejándole claro que si se nos obligaba a cenar de doce a una de la madrugada la publicidad se quedaría sin repartir y el principal damnificado por esa decisión sería la discoteca.
        Conocedor ya de todos los problemas que habían, el Sr. Roure se comprometió a hablar con el encargado del NAPOLI’S y tener una solución para la noche siguiente. Solventado este problema la noche transcurrió sin excesivas contrariedades. Dos stripteases y cuatro actuaciones de Dragg después nos encontramos todos desayunando en el Bar Paco a las seis de la mañana. María que se había estrenado oficialmente como coctelera de la barra Chill-Out de la terraza estaba eufórica y no hacía más que preguntarme una y otra vez cosas sobre los pormenores de mi nuevo trabajo en la fábrica (¿Que le iba a contar? si ni yo mismo sabia cuáles eran mis cometidos). En cuanto a Irene, estaba muy cabreada, pues no le hacía ninguna gracia el cambio a la barra de Tatiana.
        El sábado a las once de la mañana Miquel estaba aporreando la puerta de casa. -Un día de estos voy a matar a esa maldita maricona- Dijo Darío medio dormido.
        -¿Tu sabes que trabajamos de noche, verdad?- Le dije medio dormido a Miquel mientras le abría la puerta.
        -Claro, por eso somos tan considerados de venir a las once y no a las nueve de la mañana como realmente pensábamos hacer.- Dijo riéndose mientras entraba en tromba como solía hacer, seguido de Thomas, “La Cuca” y Nuria.
        -Traemos desayuno.- Dijo Nuria muy apurada y embarazadísima de casi siete meses mostrándome la bolsa de papel de la pastelería repleta de croissants.
        -¿Cómo está el pequeñín?- Le pregunté mientras ponía la mano sobre el enorme barrigón.
        -Creciendo y muy molestón, que casi no me deja dormir a consecuencia de las patadas que da por la noche.- Dijo riéndose mi amiga.
        Darío siguió durmiendo mientras yo me iba a desayunar con la pandilla. Él a las tres y media tenía que trabajar hasta las ocho en la peluquería, así que preferí dejar que descansase y estuviese fresco para la noche que le esperaba. Me puse el bañador tipo bermudas, una camiseta y unas chancletas, uniéndome al grupo en la terraza, cerrando las puertas para que si hacíamos ruido no despertásemos a mi novio.
        El desayuno en casa era una excusa para organizar la fiesta del cumpleaños de Miquel, que sería el día siguiente, el domingo vamos. En realidad cumplía los años el día cinco, pero como caía en día laborable para casi todos nosotros, lo había adelantado. Miquel y el americano ya lo tenían todo organizado y quedábamos todos convocados a las tres del medio día en la playa, donde organizaríamos un picnic playero. Me gustó la idea, porque así Darío podría participar en la fiesta, pues la peluquería de Josefina cerraba los domingos y los lunes.
        A la una del mediodía dimos por finalizada la reunión y cada cual se fue a su casa. Acto seguido, preparé un poco de pasta a la boloñesa para que mi chico comiese algo antes de irse a trabajar por la tarde, mientras esperaba hasta las dos para despertarlo.
        Más tarde, cuando Darío se fue a trabajar, yo aproveché para hacerme una siesta de un par de horas, para después ponerme en modo urgencia e irme a buscar a toda prisa un regalo adecuado para esa maricona mega locaza que era Miquel. Opté por gastarme un dineral en una camiseta súper fashion del LOLA’S.
        A las cinco y media, como hacia un día radiante de verano, me embadurné de crema de protección solar y me fui a bañarme y tomar el sol en la playa. Me planté en el sitio habitual donde nos solíamos poner todo el grupo y al ratito apareció paseando por la arena Nuria, que se sentó a mi lado, comiéndose un  helado de menta.
        -Es un antojo.- Dijo justificándose. -Desde que estoy embarazada solo me apetecen las cosas si las aderezo con menta.- Añadió. -Llega al extremo de tener que ponerle jarabe de menta al café o a la limonada.-
        Era la primera vez que una mujer me contaba que tenía un antojo como ese, y eso que había oído cosas rarísimas, por ejemplo a mi madre solo le apetecían alcachofas. Un recuerdo que tengo de mi infancia, de cuando mi madre estaba preñada de mi hermano pequeño, era que siempre cuando llegaba del mercado, aparecía una caja de alcachofas antes del enorme barrigón que precedía a mi mama. Mi tía por lo visto devoraba las latas de berberechos a decenas, y a mi vecina le dio por cogerle asco a los plátanos y solo apetecerle carne casi cruda.
        -Bueno, si te supone un problema, sabes que en un par de meses se solucionará.- Le dije haciendo broma de la situación.
        -Si en eso tienes razón.- Se reía. -¿Cómo has visto a Miquel y a Thomas?- Preguntó cambiando de tema.
        -Bien ¿No?- Dije sorprendido por esa pregunta.
         -Bueno… los documentos que necesita se están demorando en exceso y a Thomas empieza a agobiarle lo rural de la región.- Me comentó.
        -¿No me digas que están en casa de los padres de Miquel?- Pregunté poniendo cara de espanto.
        -No, están en un hotel de Sant Feliu de Guixols.- Contestó.
        -Entonces eso tiene fácil solución, que cojan los trastos y se vayan a un hotel del centro de Barcelona y veras que pronto se des-agobian con el ambiente gay que hay por ahí.- Dije con tonillo irónico.
        -Si, en eso tienes razón.- Dijo Nuria mientras nos reíamos los dos y ella se acababa el enorme cucurucho de menta.
        A las ocho, ya en casa, me di una buena ducha y la dosis correspondiente de After Sun. Colocando al rato los trastos de Dragg Issis en el coche. Poco después llegó Darío, que se afanó en ponerse monísimo para irnos juntos al PACHA.
        Por fin saldría de dudas, Martin empezaba a trabajar esa noche y lo más seguro es que nos pondríamos al día de lo que habíamos hecho durante todo ese año que no nos habíamos visto.
        A las nueve y diez llegó Martin, sorprendiéndome enormemente el ver que en un año y medio había perdido la mitad de su pelo, mostrando ya una incipiente calvicie, además, había engordado unos quince quilos. Aluciné, porque mientras se ponía un vestido de estilo samba, descubrí que no le hacía falta relleno en las tetas pues las tenía casi del mismo tamaño que Verónica S3. Si una cosa tenía a su favor era que cuando engordaba, la grasa no se le acumulaba en la barriga, sino en el culo, así que el vestido, las medias y los enormes zapatos de plataforma le sentaban divinamente. Una carísima peluca de pelo natural rizado en color caoba lo transformó en una versión Dragg de Regina Do Santos genial.
       Antes de salir a repartir publicidad, el Sr. Roure nos dio instrucciones de que a partir de ese día ya no estaríamos obligados a ir a cenar al NAPOLI’S. Tendríamos que repartirnos entre “La Yaya Pepa”, el Bar Paco y “La tasca Mora” que eran los únicos negocios de restauración del propietario cuyos encargados consideraban que nuestra presencia les hacía aumentar la clientela. Tuve la osadía de preguntarle al propietario si habría alguna represalia contra esos encargados si los resultados económicos de esos locales eran peores este año que el año pasado. No tenía ninguna intención de permitir que ese ataque de homofobia tan gratuito les saliese de balde.
        Obviamente “La Sabrosona”, ese era el nombre de guerra que había elegido Martin para su personaje Dragg, nos acompañó en todo el paseíllo promocional, y dado que nos considerábamos en pie de guerra contra ciertos locales del propietario, nos aseguramos de que todos los clientes que entraban en los restaurantes ya tuviesen encima invitaciones para el PACHA. Empezaríamos jodiéndoles donde más les dolía: en el bolsillo, al dejarlos con el mínimo de comisiones por invitaciones repartidas. Nos habíamos transformado en el Equipo de las Draggs Vengadoras, y nos sentíamos fantásticas.
        A las once nos fuimos a cenar a “La Tasca Mora”. Jaime, el encargado era un machito homofóbico del mismo estilo que el resto de encargados. Pero, su local quedaba fuera de todo el circuito nocturno del municipio, así que cualquier tipo de reclamo gratuito, fuese del estilo que fuese, lo agradecía como el agua de mayo. La cocina era típicamente española combinada con mucha barbacoa. La verdad era que se comía muy bien allí. Me hizo gracia el que se hubiese apuntado al sistema de Alfredo, animándonos a actuar para la clientela.
        A las doce y media, mientras recorríamos los pubs, Martin me contó que había tenido muchísimos problemas con la antigua compañía para la que trabajaba, ya que había acabado cerrando y debiéndole la nómina de varios meses. Después de un contencioso administrativo muy desagradable, consiguió recuperar algo de lo que le debían y ahora había encontrado un chollo como técnico de mantenimiento para otra compañía que parecía mucho más sería. Por lo visto le habían hecho responsable de una gran zona en los alrededores de la Costa Brava y le pagaban un pequeño estudio a las afueras de Palamós. Como las reparaciones de las averías se las podía organizar como mejor le fuese, siempre y cuando no pasasen más de ocho horas entre la notificación y la primera visita, esperaba poder hacer los dos oficios a la vez y recuperarse así un poco económicamente en verano.
        Por lo visto mientras esperaba la resolución del conflicto que tuvo con su exjefe, se encontraba en un punto en el que no podía cobrar el subsidio del paro, pues oficialmente no lo habían despedido, ni tampoco cobraba su nómina porque su jefe había desaparecido con todo el dinero de la empresa. Tuvo suerte de los trabajos esporádicos que le salieron como Dragg Queen y otros trapicheos para poder seguir pagando las facturas y comer. Me supo un poco mal que no tuviese la suficiente confianza en mí como para pedirme ayuda.
        Al regresar al PACHA con la limusina, pasamos por delante del LONDONER para ver que se cocía allí, vimos algo de gente en la puerta y dos Dragg Queens con muchas plumas y zapatones con plataforma que hablaban con los chicos de seguridad mientras fumaban. -Que pronto pondrán a esas petardas a hacer la calle.- Pensé, pues para ser casi las tres de la madrugada había muy poca gente intentando acceder al local. En cambio, en el PACHA la situación era la contraria, a esa hora había una cola larguísima para acceder al interior.
        Tenía la sensación de que ese año había muchísima más gente que el año anterior para las mismas fechas. -Quizás se ha acabado la crisis.- Pensé. -Aunque lo más probable es que el local se haya puesto de moda.- Y eso suponía un gran problema, pues las modas pasan con el tiempo y después, al final, no suele quedar absolutamente nada.
        Ese uno del mes de Julio volví a ver actuar a Martin. Tenía que reconocerlo, era el rey de la música latina. Y yo ya podía despedirme de volver a interpretar a Tina Turner, pues él la caracterizaba muchísimo mejor que yo. Tendría que buscarme nuevas canciones si no quería volver a repetir el mismo repertorio del año anterior… aunque, pensándolo bien, actuando solo los fines de semana, quizás podría sacarle jugo a lo mejorcito del año pasado (ensanchando la ropa, pues había engordado cinco kilos).


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        Como jode el descubrir que tu mejor amigo no te considera igual.