sábado, 27 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Sexo, cocaína, libros de joyería y Martin)

SEXO, COCAINA, LIBROS DE JOYERIA Y MARTIN.


        La primera semana de julio, a nivel de trabajo en la empresa multinacional japonesa, la pasé encerrado en la “sección secreta”. Como nadie se dignó a aparecer por ahí, me dediqué a intentar leer los protocolos de realización y trabajo con metacrilatos, cosa que me estaba resultando de lo más dificultosa ya que todo estaba escrito en inglés. Tengo que reconocer que entre las traducciones de los dietarios del Sr. Yamahaka y las de todos los informes y protocolos que tanto me interesaba de esas maravillosas carcasas de teléfonos móviles, mi nivel de comprensión del idioma inglés mejoró en un par de grados.
        Ni Makoto ni Kaede aparecieron en toda la semana y nadie se molestó en venir a decirme: -Esto se hace así.- O -Deberías hacer esto o aquello.- Así que me tomé la surrealista situación con buen humor y me dediqué a pasar las horas tomando notas y traduciendo todo aquello que me resultaba interesante.
        Otra cuestión a la que tuve que hacer frente fue la insaciable necesidad de las mosqueteras de obtener información sobre la nueva sección a la que estaba asignado. Y más por vergüenza que por verdadera fidelidad a la empresa, opté por evitar la zona de descanso común y tirar de la magnífica cafetera exprés de que disponíamos en el taller. Además, ¿qué podría contarles?: -Es una sección muy bonita… no tengo jefes, no tengo ni idea de que hacer y no hay nadie que me dice que debo hacer.- Sinceramente, por motivos de higiene mental prefería no tener que llegar a dar ese tipo de explicaciones.
        El jueves todo cambió. Dado que en toda la jornada laboral no tenía nada mejor que hacer, me estaba dedicando a chafardear dentro de todos los armarios que no estaban cerrados con llave. Encontré el libro del brujo. Bueno en realidad eran varios tratados de joyería y bisutería a base de metacrilato. Estaban entre unos veinte tratados de joyería, manualidades y cerámica, escritos en inglés y español. Desde el primer momento me llamó muchísimo la atención un libro de un tal Carles Codina, especializado en bisutería y joyería alternativa. Me quedé extasiado, pues de una manera muy gráfica y accesible para los profanos en la materia, enseñaba como hacer verdaderas piezas de joyería a partir de sencillos moldes y metacrilato de colores.
        Lo que más me llamó la atención fue lo sencillo que resultaba introducir objetos y otros elementos dentro de la resina de metacrilato, quedando atrapados como los insectos dentro del ámbar. Desde ese momento, para poder realizar una prueba, tan solo tenía que conseguir encontrar los dos componentes que al juntarse formaban la resina.
        El problema lo tenía con los materiales, pues absolutamente todos los botes y paquetes estaban identificados con un código, que se me hacía totalmente ininteligible. -Si al menos pudiese encontrar un listado con los códigos y el producto al que corresponden.- Pensaba. A falta de otras opciones me dediqué a copiar y tomar notas de todo lo que pude del libro.
        El viernes me armé de valor, y tragándome el orgullo, salí unos minutos antes de la hora del descanso y me presenté en el puesto de trabajo de Andrea, pidiéndole una reunión con el comité de empresa para después del almuerzo.
        A las dos del mediodía, después de comer, estábamos los dos en el despacho sindical de la empresa. -Bien, tú me dirás.- Dijo Andrea mientras tomaba asiento detrás de una de las mesas.
        -A ver… Después de todo el show que montasteis, ya me tenéis en la maldita sección.- Dije muy serio. -¿Por qué nadie se ha tomado la molestia de contarme qué diablos hago allí?- Pregunté molesto. -Llevo una semana metido en ese agujero y nadie me ha dicho cuál es mi trabajo o que se espera que haga.-
        -Esas son las ordenes de los técnicos Makoto y Kaede. No quieren que nadie te influya o te expongan a malos hábitos de trabajo.- Contestó la presidenta del comité de empresa.
        -Perfecto.- Dije yo con evidentes síntomas de discrepar de esa opinión. -¿Y cuándo se dignaran a aparecer por la sección?- Pregunté molesto.
        -Tenían que llegar hoy, pero igual hasta el lunes no aparecen.- Dijo sin darle mayor importancia.
        -Y mientras tanto ¿Qué hago?- Pregunté poniendo cara de desespero.
        -No sé. Si no tienes nada que hacer, limpia y ordena tu sección.- Dijo riéndose. -¿No es eso lo que se hace cuando no tienes nada que hacer?- Añadió.
        Y así, sin haber resuelto ninguna de mis dudas existenciales, regresé a la “sección secreta” con la firme determinación que, puesto que la empresa estaba dispuesta a pagar mi salario por no hacer absolutamente nada, haría “NADA” lo mejor que pudiese hasta las cinco de la tarde.
        A las cinco y media, regresaba a Palamós con mi carpeta de apuntes en el asiento del copiloto. Al llegar a casa, descubrí a Martin esperando tres puertas más al oeste. Al verme entrar por el portal de casa, se acercó: -Vaya, menuda guarida te has montado aquí.- Dijo acercándoseme mientras yo empezaba a cerrar el portal metálico. No pude evitar el mirarle de reojo la incipiente calva que se le estaba generando a tres centímetros sobre las orejas. Me iba a costar mucho el no sacar ese tema en la conversación. Tenía la esperanza que al final acabaría sacando el tema él, para así poder hablar libremente sobre la calvicie y sus tratamientos, porque si hablaba yo de su calvicie, tenía la sensación de estar cometiendo algo muy irreverente y de mal gusto.
        -La casa es de mi madre.- Dije intentando justificar alguna cosa y sacarme el concepto calvicie de mis pensamientos más urgentes. -Aunque la casa no es gran cosa, le pago un buen alquiler. Tiene a su favor que en un salto estas en la playa o en el paseo marítimo, y eso en verano es de agradecer.-
        -Por lo que veo, aun trabajas con los “japos”.- Dijo Martin refiriéndose a mi uniforme gris.
         -Sí, pero no sé si será por mucho tiempo.- Contesté pensando en la posibilidad real de que el día menos pensado me largase por piernas de esa empresa que tantos disgustos me estaba proporcionando últimamente.
        -Pues no está el patio como para perder el trabajo en estos momentos.- Dijo mi amigo mientras entrabamos en casa.
        -¿Café o alguna cosa más fuerte?- Le pregunté.
        -¿Qué tienes a parte del café?- Dijo riéndose.
        -Sírvete tú mismo.- Le dije abriendo la licorera de la alacena. -En el congelador hay hielo y la nevera hay limonada y tónica.- Añadí mientras me dirigía a mi habitación para cambiarme.
        -¿Qué quieres tomar tú?- Oí que me preguntaba Martin, mientras me ponía la camiseta de manga corta.
        -Me apetece un café con un poco de ron, ahora preparo una cafetera.- Dije mientras buscaba las chancletas por debajo de la mesa del comedor.
        Diez minutos después nos acomodamos en las tumbonas, debajo del enorme almendro que protegía el patio de los intensos rayos de sol de media tarde. Hacía calor, pero la ligera brisa que llegaba desde la playa creaba un microclima muy agradable a la sombra del frondoso árbol. Le pregunte a mi amigo que tal funcionaba trabajando a doble turno y con esos horarios tan desajustados. Lo tenía muy bien montado: a las seis cuando salía del PACHA se ponía a dormir hasta la una del mediodía, dejando que se acumulasen las incidencias de su trabajo como reparador de alarmas en los mensajes de texto de su teléfono móvil y el dispositivo “busca personas”. Entre la una y las cinco se desplazaba a las direcciones que habían denunciado algún problema y solucionaba todas las averías que no necesitasen recambios específicos. El resto de percances los incluía en un informe que enviaba a la central cada tres días, reparándolos el día que la empresa le enviaba las piezas de recambio. Por lo visto si no permitía que se le acumulasen las incidencias de una semana a la otra tenía una o dos tardes libres a la semana.
        -¿Y los dejas sin alarma si la avería es grave?- Pregunté un poco contrariado. -Es que no creo que les haga ninguna gracia tener que quedarse sin la tranquilidad que, en teoría, proporciona el tener un trasto de esos en casa.-
        -Tengo unos treinta aparatos de repuesto.- Dijo. -Según la empresa no es habitual que puedan averiarse más de esa cantidad en una semana.-
        -Vamos que lo tienes todo calculado al milímetro.- Dije con el total convencimiento de que en el momento menos pensado, este tipo de historias cogidas con pinzas se van al garete.
        -En realidad lo que más me agobia es el estudio donde me alojo. Está de cara al sol de mediodía y el calor es insoportable a partir de las diez de la mañana.- Se quejó, confirmándome lo que yo me temía.
        -Pues el verano acaba de empezar, por lo que dices en agosto será insufrible.- Añadí mostrando mi preocupación.
        -Nada que no arreglen un par de ventiladores.- Dijo Martin riéndose. Mientras, yo me lo imaginaba durmiendo a las nueve de la mañana con todas las viejecitas y señoras de su casa de los pisos aledaños, viendo la tele o escuchando Radio Tele Taxi a todo volumen, tal y como sucede en todos los bloques de pisos dormitorio del extrarradio. En fin, tarde o temprano acabaría enterándome si estaba en lo cierto o no con lo que estaba pensando en ese momento.
        Después de un par de gin-tonics y dos carajillos le enseñe mi taller de apoyo a Dragg Issis, mientras preparaba el conjunto que llevaría esa noche.
         -Joder, ya me gustaría a mí tener un chiringuito como este para hacerle los arreglos a “La Sabrosona”.- Dijo flipando con el doble taller que tenía montado en esa habitación. Mientras, me complacía siendo el objeto de su envidia.
        -Por cierto… ¿Estas con alguien?- Le pregunté interesándome por su vida amorosa.
        -¿Con estas pintas?- Dijo señalándose la cabeza, demostrándome la inseguridad que le producía la alopecia prematura que estaba sufriendo. -Solo los ligues que consigo en la discoteca… sexo rápido y breve, vamos.- No supe que contestarle, Martin siempre había sido un romántico de manual, de sus dos únicas parejas, la que menos, le había durado cinco años. Él siempre había criticado a los aficionados al “cruising” y a los consumidores de cuarto oscuro y saunas como grandes degenerados o viciosos. El verlo ahora usando como única salida emocional eso que tanto le desagradaba, hacía que me diese cuenta de lo cerca que debía de estar de tocar fondo.
        A las siete y media mi amigo se despidió. Tenía hasta las nueve para prepararse para esa noche, pues era viernes y nos tocaba estar todas las Draggs juntas en versión fin de semana. Quedamos en que el sábado si se lo podía organizar con el trabajo iríamos un ratito a la playa a eso de las cinco. Para no quemarnos excesivamente con el sol, vamos.
        Treinta minutos después llegó Darío. La verdad era que para estar trabajando también a doble turno se lo veía bastante fresco, aunque claro, a diferencia de Martin, mi chico podía dormir nueve horas cada día. Un beso y un buen trago de Coca-Cola después, nos contamos como nos había ido la jornada mientras yo colocaba el gran petate con los trastos de Dragg Issis en el coche y el rubiales se ponía guapísimo para ser la estrella gay de la barra de Tatiana.
        El primer viernes de Julio no pasó a la historia por el gran aforo que hubo en la discoteca: El doble de la gente habitual de invierno, la mayoría franceses e ingleses. Aun y así, podíamos alegrarnos de ser el único local que estaba trabajando moderadamente bien, pues el resto de clubs de noche no hacían caja ni para pagar al personal. Un muy mal mes de julio.
        Entre las tres hacíamos un muy buen equipo de Draggs, complementadas y sin solaparse ninguna sobre la otra. Tenía la sensación de que ese verano no tendríamos problemas parecidos a los que tuvimos el año anterior con Verónica S3 y la Panter Rosa. Aunque quizás tendríamos otro tipo de problemas… me exclamó muchísimo el gran cambio de personalidad que vi en Martin. Lo pillé dos veces en el camerino, con la excusa de cambiarse de ropa, follando con tres franceses en plan aquí te pillo aquí te mato. El sexo en si no tendría nada de especial, quien más o menos se había montado un homenaje en el camerino o en el office de las barras. Lo que verdaderamente me preocupaba, era que en las dos ocasiones, además del sexo desenfrenado, se estaban metiendo cocaína, y no poca. -¿Estaría Martin bajando a los infiernos de la droga y el sexo por culpa de un ataque de vejez prematura? ¿Cómo podía haber cambiado tanto alguien en tan poco tiempo?- Esperaba que esa situación no se saliese de madre y acabase afectándome como sucedió con Julio.
        Me tranquilizaba bastante el buen rollo que había entre Martin y Markus. El jefe de seguridad no solía dejar que las cosas se desmadrasen mucho, y más después del show que protagonizó Verónica S3 en fin de año. Show del que aún le quedaban marcas de cicatriz en la cara.
        Dejando a un lado todo eso, y a pesar de tener las pupilas como platos soperos, “La Sabrosona” hizo una muy respetable actuación del “Go Away” de Gloria Stefan. Y yo regresé mucho más tranquilo a casa… hasta que le comenté lo sucedido a Darío.
        -No me digas que no te habías enterado de eso.- Dijo en tono burlón. Mientras descargaba el petate del coche.
        -¿Qué quieres decir? ¿Qué hay más gente que se mete esa mierda en la discoteca?- Pregunté escandalizado.
        -Pero si las tapas de los inodoros se usan más para preparar rayas de farlopa que para mear.- Insistió Darío dándome a entender que estaba más al tanto de lo que sucedía en la discoteca que yo.
        -¿Y tú sabes quién es el camello que pasa la cocaína?- Pregunté con cara de desespero.
        -En realidad nadie lo sabe, y los clientes que la compran se guardan mucho de decírtelo.- Contestó mi chico.
        -Esto es un desastre.- Dije yo. -Ahora que la discoteca había remontado y se está llenando cada fin de semana.- Añadí preocupado.
        -No me puedo creer que con lo maduro que eres para otras cosas en este tema seas tan inocente.- Me recriminó Darío. -El único motivo por el que el PACHA se llena hasta la bandera es porque la cocaína y las pastillas rulan por todos los rincones.- Añadió mirándome fija y desafiantemente a los ojos.
        -No puede ser que el Sr. Roure esté permitiendo que se trafique en su local.- Dije horrorizado.
        -Quizás no quiere enterarse de nada o quizás es el principal interesado en el tráfico de drogas.- Dijo mi chico con tono sarcástico. -Por lo poco que sé, nuestro jefe ni es un pardillo ni un santo novicio.- Sentenció. Y aunque me estaba jodiendo el reconocerlo, ese chavalín rubio tenía razón. En mi mente me había hecho una fantasía onírica sobre la relación de mi personaje con el local donde actuaba, imaginándomelo inmaculado y perfecto, lo único sucio que podía admitir era el sexo y el alcohol, los dos quizás en exceso. De golpe estaba despertando de ese sueño a una asquerosa realidad rellena de drogas, tráfico y que vete tú a saber cuánta mierda más escondía.
        No podía dormir. Llevaba casi una hora dándole vueltas a ese tema. Maldije a Darío por haberme abierto los ojos a esa repugnante realidad. Lo odiaba, porque ese chico rubio después de soltarme esa bomba podía dormir tan tranquilamente a mi lado. -Deja de murmurar.- Dijo medio dormido.
        -Perdona, no puedo dormir.- Le dije disculpándome.
        -Fóllame.- Dijo.
        -¿Co…Como?- Pregunté desconcertado.
        -Que me la metas por el culo hasta que te corras. Correrse es lo mejor cuando no puedes dormir.- Dijo empezando a masturbarme.


        Posdata:
        No hay nada como el sexo para combatir el insomnio por estrés.




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