domingo, 7 de enero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Encargados homofóbicos, Martin y "La Sabrosona" )

ENCARGADOS HOMOFÓBICOS, MARTIN Y “LA SABROSONA”.

        Después de lo acontecido el miércoles y el jueves en la empresa multinacional donde trabajaba entresemana, en la sección “secreta” (el nombrecito tiene coña pero cinco años después, cuando cerraron la empresa definitivamente, todo el mundo aun la llamaba así), el viernes me lo pasé encerrado y leyendo todo lo que pude encontrar sobre cómo trabajar el metacrilato. Dejando de lado todo lo demás, en ese momento, eso, era lo único que me interesaba del nuevo puesto.
        Tenía a mi disposición tres ordenadores con lo mejorcito en programación y conexión a internet del momento. Teniendo en cuenta la poca disponibilidad de las dos cosas para el común de los mortales en 1995 eso era todo un lujazo. Solo había un problema: yo era un perfecto negado a la hora de utilizar ese tipo de tecnología. Tardé casi tres meses, después de las vacaciones de verano, en conseguir abrir el programa del Word para poder escribir un documento. Y aun así, tenía que estar continuamente molestando y preguntando a quien tuviese cerca con conocimientos de informática para que me descolgase el ordenador, pues cada dos por tres no hacia lo que yo deseaba. Llegó un momento en el que todo el mundo de oficinas al verme, huía, básicamente no les apetecía lo más mínimo tener que contarme por enésima vez como arreglar los mismos estropicios informáticos.
        Aunque el lema de la empresa era “Ya ira aprendiendo a medida que vaya usándolo”, pronto se arrepintieron de no haberme pagado un curso intensivo de iniciación al uso del programa Windows y el Word.
        Pero de ese tema ya hablaré extensamente en otro episodio.
        Era viernes 30 de junio y yo estaba preocupado, pues Martin empezaría a trabajar con nosotros en el PACHA la noche siguiente y yo no tenía noticias suyas. Ni una triste llamada o simplemente el pasarse por la discoteca a saludar.
        Durante el paseíllo promocional constatamos que la crisis debía de estar remitiendo, pues había muchísima gente de fin de semana para ser un viernes. Ya se empezaban a ver grupillos de italianos, ingleses y alemanes. Ello se notó cuando nos dispusimos a ir a cenar al NAPOLI’S, pues estaba petado de guiris, y nadie se había encargado de reservarnos ni tan siquiera la mesa que estaba al lado de los lavabos. Éramos siete: Dragg Essencia, Darío, los dos seguratas, el stripper, Irene y Dragg Issis. El encargado, que por cierto, desde siempre había tenido cierta animadversión por nosotros, nos dijo que si queríamos comer allí tendríamos que esperar al turno de las doce como el resto de los clientes.
        Nos pilló totalmente por sorpresa, pues a las doce empezaba la hora de los pubs, que era cuando más invitaciones y publicidad repartíamos. Propuse ir a comer un plato combinado al Bar Paco que quedaba cerca (que también era una franquicia del Sr. Roure) ya que allí siempre nos trataban superbién. Y sobre todo, y ahí es donde le haría daño al encargado del NAPOLI’S, decidimos repartir nuestra publicidad entre los clientes y no dejar nada de publicidad ni invitaciones sin sellar en la pizzería. Si nos iba a tratar con ese desprecio, pues que se fuese él personalmente a pedirle la publicidad al dueño. Más tarde, cuando regresásemos a la discoteca yo personalmente tendría una charla con el Sr. Roure.
        Y cuando llegamos de nuevo a las tres de la madrugada al PACHA, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el encargado del NAPOLI’S había llamado al Dueño para quejarse de que habíamos conspirado para dejarle sin su parte de las comisiones de las invitaciones repartidas en el local. Muy molesto por la actitud del encargado de la pizzería, me reuní con el Propietario para ponerlo al día del trato que nos llevaba dispensando ese individuo en los últimos meses, dejándole claro que si se nos obligaba a cenar de doce a una de la madrugada la publicidad se quedaría sin repartir y el principal damnificado por esa decisión sería la discoteca.
        Conocedor ya de todos los problemas que habían, el Sr. Roure se comprometió a hablar con el encargado del NAPOLI’S y tener una solución para la noche siguiente. Solventado este problema la noche transcurrió sin excesivas contrariedades. Dos stripteases y cuatro actuaciones de Dragg después nos encontramos todos desayunando en el Bar Paco a las seis de la mañana. María que se había estrenado oficialmente como coctelera de la barra Chill-Out de la terraza estaba eufórica y no hacía más que preguntarme una y otra vez cosas sobre los pormenores de mi nuevo trabajo en la fábrica (¿Que le iba a contar? si ni yo mismo sabia cuáles eran mis cometidos). En cuanto a Irene, estaba muy cabreada, pues no le hacía ninguna gracia el cambio a la barra de Tatiana.
        El sábado a las once de la mañana Miquel estaba aporreando la puerta de casa. -Un día de estos voy a matar a esa maldita maricona- Dijo Darío medio dormido.
        -¿Tu sabes que trabajamos de noche, verdad?- Le dije medio dormido a Miquel mientras le abría la puerta.
        -Claro, por eso somos tan considerados de venir a las once y no a las nueve de la mañana como realmente pensábamos hacer.- Dijo riéndose mientras entraba en tromba como solía hacer, seguido de Thomas, “La Cuca” y Nuria.
        -Traemos desayuno.- Dijo Nuria muy apurada y embarazadísima de casi siete meses mostrándome la bolsa de papel de la pastelería repleta de croissants.
        -¿Cómo está el pequeñín?- Le pregunté mientras ponía la mano sobre el enorme barrigón.
        -Creciendo y muy molestón, que casi no me deja dormir a consecuencia de las patadas que da por la noche.- Dijo riéndose mi amiga.
        Darío siguió durmiendo mientras yo me iba a desayunar con la pandilla. Él a las tres y media tenía que trabajar hasta las ocho en la peluquería, así que preferí dejar que descansase y estuviese fresco para la noche que le esperaba. Me puse el bañador tipo bermudas, una camiseta y unas chancletas, uniéndome al grupo en la terraza, cerrando las puertas para que si hacíamos ruido no despertásemos a mi novio.
        El desayuno en casa era una excusa para organizar la fiesta del cumpleaños de Miquel, que sería el día siguiente, el domingo vamos. En realidad cumplía los años el día cinco, pero como caía en día laborable para casi todos nosotros, lo había adelantado. Miquel y el americano ya lo tenían todo organizado y quedábamos todos convocados a las tres del medio día en la playa, donde organizaríamos un picnic playero. Me gustó la idea, porque así Darío podría participar en la fiesta, pues la peluquería de Josefina cerraba los domingos y los lunes.
        A la una del mediodía dimos por finalizada la reunión y cada cual se fue a su casa. Acto seguido, preparé un poco de pasta a la boloñesa para que mi chico comiese algo antes de irse a trabajar por la tarde, mientras esperaba hasta las dos para despertarlo.
        Más tarde, cuando Darío se fue a trabajar, yo aproveché para hacerme una siesta de un par de horas, para después ponerme en modo urgencia e irme a buscar a toda prisa un regalo adecuado para esa maricona mega locaza que era Miquel. Opté por gastarme un dineral en una camiseta súper fashion del LOLA’S.
        A las cinco y media, como hacia un día radiante de verano, me embadurné de crema de protección solar y me fui a bañarme y tomar el sol en la playa. Me planté en el sitio habitual donde nos solíamos poner todo el grupo y al ratito apareció paseando por la arena Nuria, que se sentó a mi lado, comiéndose un  helado de menta.
        -Es un antojo.- Dijo justificándose. -Desde que estoy embarazada solo me apetecen las cosas si las aderezo con menta.- Añadió. -Llega al extremo de tener que ponerle jarabe de menta al café o a la limonada.-
        Era la primera vez que una mujer me contaba que tenía un antojo como ese, y eso que había oído cosas rarísimas, por ejemplo a mi madre solo le apetecían alcachofas. Un recuerdo que tengo de mi infancia, de cuando mi madre estaba preñada de mi hermano pequeño, era que siempre cuando llegaba del mercado, aparecía una caja de alcachofas antes del enorme barrigón que precedía a mi mama. Mi tía por lo visto devoraba las latas de berberechos a decenas, y a mi vecina le dio por cogerle asco a los plátanos y solo apetecerle carne casi cruda.
        -Bueno, si te supone un problema, sabes que en un par de meses se solucionará.- Le dije haciendo broma de la situación.
        -Si en eso tienes razón.- Se reía. -¿Cómo has visto a Miquel y a Thomas?- Preguntó cambiando de tema.
        -Bien ¿No?- Dije sorprendido por esa pregunta.
         -Bueno… los documentos que necesita se están demorando en exceso y a Thomas empieza a agobiarle lo rural de la región.- Me comentó.
        -¿No me digas que están en casa de los padres de Miquel?- Pregunté poniendo cara de espanto.
        -No, están en un hotel de Sant Feliu de Guixols.- Contestó.
        -Entonces eso tiene fácil solución, que cojan los trastos y se vayan a un hotel del centro de Barcelona y veras que pronto se des-agobian con el ambiente gay que hay por ahí.- Dije con tonillo irónico.
        -Si, en eso tienes razón.- Dijo Nuria mientras nos reíamos los dos y ella se acababa el enorme cucurucho de menta.
        A las ocho, ya en casa, me di una buena ducha y la dosis correspondiente de After Sun. Colocando al rato los trastos de Dragg Issis en el coche. Poco después llegó Darío, que se afanó en ponerse monísimo para irnos juntos al PACHA.
        Por fin saldría de dudas, Martin empezaba a trabajar esa noche y lo más seguro es que nos pondríamos al día de lo que habíamos hecho durante todo ese año que no nos habíamos visto.
        A las nueve y diez llegó Martin, sorprendiéndome enormemente el ver que en un año y medio había perdido la mitad de su pelo, mostrando ya una incipiente calvicie, además, había engordado unos quince quilos. Aluciné, porque mientras se ponía un vestido de estilo samba, descubrí que no le hacía falta relleno en las tetas pues las tenía casi del mismo tamaño que Verónica S3. Si una cosa tenía a su favor era que cuando engordaba, la grasa no se le acumulaba en la barriga, sino en el culo, así que el vestido, las medias y los enormes zapatos de plataforma le sentaban divinamente. Una carísima peluca de pelo natural rizado en color caoba lo transformó en una versión Dragg de Regina Do Santos genial.
       Antes de salir a repartir publicidad, el Sr. Roure nos dio instrucciones de que a partir de ese día ya no estaríamos obligados a ir a cenar al NAPOLI’S. Tendríamos que repartirnos entre “La Yaya Pepa”, el Bar Paco y “La tasca Mora” que eran los únicos negocios de restauración del propietario cuyos encargados consideraban que nuestra presencia les hacía aumentar la clientela. Tuve la osadía de preguntarle al propietario si habría alguna represalia contra esos encargados si los resultados económicos de esos locales eran peores este año que el año pasado. No tenía ninguna intención de permitir que ese ataque de homofobia tan gratuito les saliese de balde.
        Obviamente “La Sabrosona”, ese era el nombre de guerra que había elegido Martin para su personaje Dragg, nos acompañó en todo el paseíllo promocional, y dado que nos considerábamos en pie de guerra contra ciertos locales del propietario, nos aseguramos de que todos los clientes que entraban en los restaurantes ya tuviesen encima invitaciones para el PACHA. Empezaríamos jodiéndoles donde más les dolía: en el bolsillo, al dejarlos con el mínimo de comisiones por invitaciones repartidas. Nos habíamos transformado en el Equipo de las Draggs Vengadoras, y nos sentíamos fantásticas.
        A las once nos fuimos a cenar a “La Tasca Mora”. Jaime, el encargado era un machito homofóbico del mismo estilo que el resto de encargados. Pero, su local quedaba fuera de todo el circuito nocturno del municipio, así que cualquier tipo de reclamo gratuito, fuese del estilo que fuese, lo agradecía como el agua de mayo. La cocina era típicamente española combinada con mucha barbacoa. La verdad era que se comía muy bien allí. Me hizo gracia el que se hubiese apuntado al sistema de Alfredo, animándonos a actuar para la clientela.
        A las doce y media, mientras recorríamos los pubs, Martin me contó que había tenido muchísimos problemas con la antigua compañía para la que trabajaba, ya que había acabado cerrando y debiéndole la nómina de varios meses. Después de un contencioso administrativo muy desagradable, consiguió recuperar algo de lo que le debían y ahora había encontrado un chollo como técnico de mantenimiento para otra compañía que parecía mucho más sería. Por lo visto le habían hecho responsable de una gran zona en los alrededores de la Costa Brava y le pagaban un pequeño estudio a las afueras de Palamós. Como las reparaciones de las averías se las podía organizar como mejor le fuese, siempre y cuando no pasasen más de ocho horas entre la notificación y la primera visita, esperaba poder hacer los dos oficios a la vez y recuperarse así un poco económicamente en verano.
        Por lo visto mientras esperaba la resolución del conflicto que tuvo con su exjefe, se encontraba en un punto en el que no podía cobrar el subsidio del paro, pues oficialmente no lo habían despedido, ni tampoco cobraba su nómina porque su jefe había desaparecido con todo el dinero de la empresa. Tuvo suerte de los trabajos esporádicos que le salieron como Dragg Queen y otros trapicheos para poder seguir pagando las facturas y comer. Me supo un poco mal que no tuviese la suficiente confianza en mí como para pedirme ayuda.
        Al regresar al PACHA con la limusina, pasamos por delante del LONDONER para ver que se cocía allí, vimos algo de gente en la puerta y dos Dragg Queens con muchas plumas y zapatones con plataforma que hablaban con los chicos de seguridad mientras fumaban. -Que pronto pondrán a esas petardas a hacer la calle.- Pensé, pues para ser casi las tres de la madrugada había muy poca gente intentando acceder al local. En cambio, en el PACHA la situación era la contraria, a esa hora había una cola larguísima para acceder al interior.
        Tenía la sensación de que ese año había muchísima más gente que el año anterior para las mismas fechas. -Quizás se ha acabado la crisis.- Pensé. -Aunque lo más probable es que el local se haya puesto de moda.- Y eso suponía un gran problema, pues las modas pasan con el tiempo y después, al final, no suele quedar absolutamente nada.
        Ese uno del mes de Julio volví a ver actuar a Martin. Tenía que reconocerlo, era el rey de la música latina. Y yo ya podía despedirme de volver a interpretar a Tina Turner, pues él la caracterizaba muchísimo mejor que yo. Tendría que buscarme nuevas canciones si no quería volver a repetir el mismo repertorio del año anterior… aunque, pensándolo bien, actuando solo los fines de semana, quizás podría sacarle jugo a lo mejorcito del año pasado (ensanchando la ropa, pues había engordado cinco kilos).


        Posdata:
        Como jode el descubrir que tu mejor amigo no te considera igual.



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