lunes, 11 de diciembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Andrea, Dolores, secciones secretas y un japones de pelo azul llamado Makoto.2 )

ANDREA, DOLORES, SECCIONES SECRETAS Y UN JAPONES DE PELO AZUL LLAMADO MAKOTO.2 (Diccionarios, sueños y metacrilato)


        Parecía que el miércoles veintiocho de junio sería interminable. Después de un sinfín de despropósitos me encontraba en la nueva (y secreta) sección de la empresa. No tenía nada claro cuál era la finalidad de esa sección. Y aún tenía menos claro qué diablos pintaba yo allí, o que era lo que la empresa esperaba de mí, al forzar mi inclusión a ese extraño proyecto.
        El hecho de que estuviesen dándome la información con cuentagotas no ayudaba nada a tranquilizarme y, lejos de relajarme, lo que provocaba era que aflorasen en mi todos los fantasmas asociados a mi mala relación con los encargados y directivos de la empresa.
        Makoto siguió hasta la una del mediodía contándome todos los pormenores de la finalidad de la nueva sección. Yo tenía cierta dificultad para entender los detalles técnicos, pues mi nivel de inglés no llegaba hasta ese punto. Por lo que continuamente le pedía que me explicase las cosas como si le hablase con un niño de diez años (ese era el nivel de inglés que podía entender sin demasiada dificultad). La verdad era que se le veía totalmente convencido e involucrado en el proyecto… fuese cual fuese.
        Yo, quizás porque nunca he sido consumidor de arte, más bien todo lo contrario (siempre me he considerado un buen artesano, un creador o un artista), me resultaba muy difícil el entender que alguien pudiese pagar las fortunas que pretendían cobrar por unos aparatos de fabricación en serie a los que se les aplicaban esas modificaciones “artísticas”, diseñadas y pensadas tal y como las veía en las fotos y proyectos que se repartían por todas las paredes del local.
        En ese momento mi imaginación iba por libre y ya me estaba viendo poniéndole pelo de vaca a un teléfono móvil o a la carcasa de la pantalla de un ordenador. Porque… siendo claros, yo no veía al japonés ni a la chica cogiendo con sus manitas de “pijo” universitario las herramientas necesarias para montar o realizar ninguna de las modificaciones que tenían planeadas para los aparatos que fabricábamos en la empresa. -Veras que te tocara ser la chica para todo de este par de cretinos.- Pensaba mientras Makoto y yo nos íbamos dirección al comedor de la empresa a la una y media.
        Durante el almuerzo pregunté por Kaede, la chica japonesa, a mi interlocutor de pelo azul. Por lo visto había salido de urgencia dirección a Londres para participar en un exclusivísimo evento que se había organizado para una selectísima clientela (básicamente los hijos mega pijos de millonarios americanos y europeos) en un establecimiento del Soho londinense. Su idea era introducir algunos de los productos que ya tenían desarrollados y conseguir crear la necesidad de conseguirlos entre ese segmento de la población VIP.
        La sorpresa me la llevé cuando le pregunté a qué tipo de aparatos se refería cuando hablaba de “prototipos”. Para entonces estábamos tomando el café en la sección “secreta” (si, la sección era tan elitista, que tenían incluso una cafetera propia, de esas de una carga al estilo de las de cafetería o bar) y casi me caigo de la silla cuando de una especie de caja fuerte me sacó una bandeja metálica con cinco teléfonos móviles sujetados entre algodones.
        Hasta ese momento solo había visto aparatos de color negro baquelita, con algún ribete metálico y poca cosa más. Esos teléfonos que me mostraba eran geniales, había uno con la carcasa estampada con lo que parecía piel de leopardo, otro completamente blanco nacarado, habían dos de dorados con incrustaciones de cristal de swarovski: en uno, los cristales hacían un mosaico con la bandera americana y en el otro con la bandera inglesa, y después, el que me pareció más genial de todos, con la carcasa recubierta de cristalitos al estilo de las bolas de luces de colores de las discotecas.
        Yo en ese momento no tenía teléfono móvil, ni entraba en mis planes inmediatos el conseguir uno, pero al ver esos aparatos sentí la necesidad imperiosa de poseer una maravilla como esa. No era que de repente descubriese en ese aparato un instrumento necesario para comunicarme con el resto del mundo… para nada. Mi cerebro lo procesaba como una joya para ser exhibida y mostrada en todas las fiestas y saraos a los que asistiese Dragg Issis. El que se pudiese usar como herramienta de comunicación pasaba a ser algo totalmente secundario. 
        De repente me descubrí a mí mismo interesadísimo por todo lo que pudiese ofrecerme esa sección. Sección a la que oficialmente acababa de entregarle mi alma (como quien se la entrega al diablo) y sinceramente ya me importaba un pimiento la incompetencia de los directivos, la viabilidad del proyecto o lo que pintaba realmente yo allí: solo quería aprender cómo hacer maravillas como esas que brillaban en la bandeja metálica rodeadas de algodón.
     Cuando me quise dar cuenta ya eran las cinco y media. Las tres horas de la tarde habían pasado tan rápido que ni tan siquiera me percaté de que Makoto se había ido hacia una hora. Como me costaba muchísimo entender las especificaciones técnicas del proyecto me llevé a casa toda la información que creí relevante. Creía que, posiblemente, si tenía a mano el diccionario traductor de inglés conseguía entender mejor los datos que me aportaban esos papeles.
       A las ocho y media, cuando llegó Darío, me encontró (de nuevo) con la mesa del comedor llena de papeles y el diccionario de inglés-español en la mano.
        -Vaya… ¿Otra carta del japonés muerto?- Preguntó con cierta sorna.
        -No, que va, esto es del trabajo.- Dije mientras mi chico ponía una cara como de muy extrañado.
        -¿Desde cuándo te traes trabajo a casa?- Preguntó preocupado. -Creía que no querías responsabilidades- Añadió. -Como siempre dices que en esa empresa si te hacen hacer alguna cosa que está por encima de lo que declaras en tu currículum seguro que se trata de una trampa.- Sus palabras me recordaron uno de los pilares fundamentales de mi propia filosofía versus directivos y jefezuelos.
        -En realidad estoy buscando la forma de hacer esto.- Le dije mientras le mostraba una fotografía en la que aparecían tres de los cinco maravillosos teléfonos móviles.
        -Hala, que pasada.- Exclamó al ver las piezas que llevaban trastocando todo mi equilibrio mental desde el mediodía. -Como lo hacen para que parezca de oro.- Preguntó mi amante rubio extrañadísimo.
        -Es lo que estoy buscando como un loco por estos dosieres.- Dije. -Se supone que entre estos papeles están las especificaciones con las instrucciones para hacer estas joyas.- Empezaba a estar demasiado alterado. -Pero por ahora solo he encontrado dosieres técnicos y formulas publicitarias.-
        -Como veo que no vas a ayudarme a preparar la cena… ¿Qué te parece si me voy a por un menú del restaurante chino?- Propuso Darío.
        -Pues me parece una idea excelente cariño.- Y su viaje hasta el chino me daría la media hora que me faltaba para repasar el ultimo dosier que quedaba sobre la mesa.
        Justo dentro de uno de los carpetanos del último dosier lo encontré. Había unas quince fichas técnicas referentes a los teléfonos móviles. Dejando aparte todas las especificaciones técnicas sobre la tecnología interna que era común en los miles de millones de aparatos que había en el mercado, me centré en buscar cómo diablos habían creado esas carcasas tan geniales. Al final lo encontré.
        Trabajaban con unos moldes plásticos realizados a partir de las carcasas originales de bakelita, sustituyéndola por resinas de metacrilato transparentes mezcladas con pigmentos y otros materiales que les acababan dando ese acabado tan personalísimo, puliéndolos hasta conseguir ese aspecto de joya. La información que daban las fichas técnicas era muy limitada: no ponía nada sobre el tratamiento de esa resina sintética ni cuáles eran los procedimientos técnicos a seguir para, por ejemplo, incluir en su interior los miles de cristalitos de bola de discoteca.
        Ya tenía un objetivo para los próximos días, lograr el máximo de información sobre esa técnica.
         Sin duda alguna a la mañana siguiente o el viernes tendría que tener una reunión con personal. La burocracia es la burocracia y los lacayos de Vanessa necesitarían constancia por escrito de mi aceptación del nuevo puesto.
        Justo en ese momento llego Darío del restaurante con el avituallamiento para cenar. Yo estaba eufórico y en un arrebato, me dio por abrir una botella de cava que había quedado en la nevera de la última barbacoa. -Mmmh… Comida china y cava… ¿Porque no?- Dijo mi chico riéndose. -¿Me contaras de que va toda esa movida de los teléfonos móviles?- añadió mientras repartíamos los paquetes con el logo del Restaurante “La Gran Muralla” por la mesa.
        -Si te soy sincero, aun no tengo ni idea de cuál es mi sitio en toda esta historia de los teléfonos inalámbricos exclusivos. Y la verdad es que me importa un bledo. Lo único que me interesa es este nuevo material que acabo de descubrir que es genial y me permitirá reinventar por completo a Dragg Issis.- Le contaba mientras le daba un bocado a un rollo de primavera empapado en salsa agridulce. Y mientras devorábamos el pato laqueado y la ternera con setas y bambú le conté a Darío todo lo que me había sucedido en la empresa multinacional japonesa desde la mañana.
        Después de felicitarme por el giro de los acontecimientos me soltó: -Y no te preocupa el que en la fábrica descubran que estás trabajando por tu propio interés en vez de por el interés de la empresa.- Poniendo el dedo en la llaga.
        Dediqué un momento a meditar que responder a ese razonamiento, llegando a la siguiente conclusión: -Todos los indicios me llevan a la conclusión de que esta empresa no estará en funcionamiento más allá del año 2000. Si consigo aprender cómo trabajar el metacrilato para conseguir esos resultados tan buenos, saldré de la fábrica con más recursos para tirar adelante que el resto de los empleados, pues la mayoría de ellos, después de trabajar muchos años solo han aprendido a clavar tornillos, empaquetar bultos o insertar componentes.-
        -Si lo tienes así de claro, cariño, adelante.- Dijo Darío mirándome a los ojos y ofreciéndome su copa de cava para brindar.
        Esa noche, después de hacer el amor con mi chico, volví a soñar con Hikaru Yamahaka. Hacía ya varios meses que no soñaba con él y empezaba a pensar que después de haber recibido todos sus mensajes póstumos ya no volvería a aparecerse en mis sueños. Esta vez caminábamos los dos por el larguísimo sendero de piedras blancas circulares que partía en dos un precioso jardín japonés. Yo vestía el ya famoso kimono azul de ribete rojo y él llevaba puesto un kimono masculino de color negro con un paisaje boscoso bordado con hilo dorado y plateado. Mientras atravesábamos los puentes de madera construidos sobre un larguísimo y zigzagueante estanque repleto de carpas de todos los colores y tamaños, yo le recriminaba al nipón todos los problemas que estaba teniendo como consecuencia del tórrido romance que habíamos vivido. Mientras, mi amante me miraba y sonreía complacientemente. Cuando llegamos al rincón donde estaba la higuera con forma de gruta donde lo había visto morir en otra pesadilla, me tapó los labios con el dedo índice y por primera vez en todos esos meses oí a Hikaru hablar en mi sueño. -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Me dijo justo un momento antes de desvanecerse en una ventisca de pétalos de cerezo en flor.
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Era la letanía que se repetía en mi cabeza una y otra vez desde que sonó el despertador a las seis y media. Más tarde ya en la fábrica, mientras tomaba el segundo café con las mosqueteras, bueno todas menos Andrea que no apareció, esas mismas palabras se repetían como un tintineo en mi cerebro: -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.-  Mostrándome totalmente ausente ante mis amigas que esperaban ansiosas alguna explicación o cotilleo sobre la nueva sección. Sonó la sirena, y después la musiquita de la gimnasia japonesa. Gimnasia japonesa que hice siendo consciente de que todo el mundo estaba (de nuevo) pendiente de mí.
        Mientras el jefe de producción empezaba el meeting dando las producciones del día anterior y las previsiones para ese día, yo salí por la puerta lateral y tranquilamente me dirigí hacia el edificio de administración. Para mi sorpresa cuando llegué a la nueva sección súper secreta la puerta estaba cerrada con llave.
        Como no tenía muy claro que debía hacer ni de quien debía recibir órdenes, me senté en uno de los sofás de la sala de espera de la recepción y esperé leyendo una revista a que alguien se dignase a decirme alguna cosa. Fueron pasando algunos de los lacayos de Vanessa que me miraban disimuladamente y algunas visitas se sentaban cerca de mí mientras esperaban ser recibidas. Esa situación se mantuvo casi por dos horas, hasta que apareció Andrea y se sentó a mi lado.
        -Que sepas que sigo muy molesto contigo por lo que me hiciste antes de Semana Santa.- Le dije sin quitar la vista de la revista que estaba leyendo.
        -Te pedí perdón.- Murmuró. -¿Y ahora quizás podríamos seguir la reunión donde la dejamos ayer?- Preguntó esperándose un tono más conciliador por mi parte.
        -¿Tan difícil era mostrarme lo que se hacía en la sección secreta?- Le contesté con otra pregunta. -O, ¿Es que el tema no tiene nada que ver con lo que me mostró Makoto?-
        -Un poco se trata de eso.- Dijo Andrea. -Desde personal han constatado que tienes cierta habilidad para ejercer de colaborador y ayudante de los técnicos japoneses y ahora estarás asignado a esa sección como operario de apoyo de los dos nuevos técnicos japoneses.- Añadió.
        -Cuánta razón tenía el Sr. Cubiles.- Dije lamentándome.
        -¿Que tiene que ver el antiguo jefe de control de calidad en todo esto?- Preguntó la presidenta del comité muy extrañada.
        -Me advirtió del hecho que si en personal se enteraban de que hablaba inglés, acabaría con muchísimo más trabajo del que podría hacer por el mismo sueldo.- Dije con toda la mala leche de que era capaz.
        -Bueno, por lo que se, hay más argumentos que ese para que te hayan adjudicado a ese puesto.- Dijo Andrea con tono condescendiente.
        -Ok. Hay algo más que deba saber, o simplemente me pongo detrás de esos dos como un perrito y espero a que me den instrucciones.- Dije mirándola a los ojos intentando intimidarla.
        -Hay mucho más. Y te lo contaremos Dolores y yo si te dignas a escucharnos.- Mientras, se levantó y se dirigió a la sala de reuniones esperando que la siguiese.
        Mansamente, seguí a la presidenta del comité de empresa de nuevo hasta la mesa ovalada, donde me plantearon más extensamente el proyecto en el que trabajaban Kaede y Makoto. Para poder colaborar con ellos tendría que hacer un cursillo intensivo donde aprendería a utilizar los ordenadores, internet, y lo que más me interesaba a mí: todos los procedimientos técnicos para poder crear esas maravillosas modificaciones a los aparatos. Tan necesarias para conseguir el interés del público VIP por ese producto.


        Posdata:
        -No es un reto ni un castigo, es una oportunidad.- Tuve que repetírmelo infinidad de veces para empezar a creérmelo. Maldito Hikaru Yamahaka.




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