viernes, 7 de abril de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Semana Santa, una muñeca de porcelana japonesa y yo mismo)

SEMANA SANTA, UNA MUÑECA DE PORCELANA JAPONESA Y YO MISMO.


        En el momento en que dejas los estudios y empiezas tu vida laboral descubres con sorpresa, que la Semana Santa es un timo. Acostumbrado desde la más tierna infancia a no menos de diez días de fiesta; de golpe y porrazo te encuentras con que, lo que te queda, no puede ser considerado de ninguna manera vacaciones. Como máximo, si tienes mucha suerte, de lo que disfrutaras va a ser de un fin de semana largo.
        A toda esta consideración hay que añadir otro tema: el mortal aburrimiento. Porque como no tengas la suerte de vivir en una zona turística, te vas a encontrar con absolutamente todos los negocios cerrados. Era por ese motivo por el que, los fines de semana y todas las fiestas nacionales, Palamós y el resto de localidades consideradas de interés turístico se veían completamente invadidas por la gente de las poblaciones del interior. Ya fuese para poder ir de compras entre todas las tiendas y boutiques, para poder pasear tomando un helado o merendar en una de las granjas, bares o tascas. Desplazarte era la única opción que te quedaba si te había tocado vivir en alguno de los municipios que estaban considerados como NO turísticos… bueno, otra opción para combatir el terrible tedio que suponía esa circunstancia, era recorrerte todo el circuito de procesiones y eventos religiosos, pero claro, para eso se tendría que ser un ferviente creyente, y como podéis comprender, ese no era mi caso.
        El viernes a las nueve, antes de transformarme de Dragg Issis, el Sr. Roure me llamó a su oficina. Quería conocer mi disponibilidad para todas las vigilias de Semana Santa. En principio yo no tenía ningún problema en trabajar todos los días, pero el propietario, en previsión de tener poca afluencia en algunas noches quería limitar el striptease masculino estrictamente al viernes y el sábado, por lo que me puso sobre la mesa los cinco books de Dragg Queens de que disponía en ese momento, para que eligiese a una e incluirla desde ya, todas las noches. Y así tener parte del show del verano montado.
        Después de tranquilizarme, pues me quejé por la tremenda responsabilidad que el dueño ponía sobre mi decisión, hice de mala gana un repaso rápido a los candidatos. El primero que retiré fue el de la Dragg Queen que nos increpó mientras hacíamos publicidad. La eliminé (aunque fuese genial), por lo desagradable que fue con nosotros y porque fue la primera en salir corriendo cuando se vio con el fracaso del ATENA’S.
        El segundo que retiré era el de una tal Dragg Violetta, bueno así era como se hacía llamar ahora, por lo visto cambiaba de nombre cada dos por tres. No la conocía personalmente, pero me constaba que estaba peleadísima con Draco (sí, el ex portero del ANARKO) por un tema de trafico de éxtasis. Sinceramente, no tenía ni idea de si alguien traficaba con drogas dentro del PACHA. Pero tenía clarísimo que no sería yo quien le facilitase a ningún camello el montar el chiringuito dentro.
        Quedaban sobre la mesa tres opciones, las dos Draggs de la competencia y Martin. Me alegró ver su book entre los candidatos, sin dudar lo elegiría a él. Éramos amigos desde hace casi ocho años, fue mi confidente y apoyo cuando me fui de casa a los veinte años y empezamos con toda esta locura del mundo Dragg juntos (de hecho si sabía maquillarme era gracias a sus consejos). Solo había un problema, vivía en Figueres, a unos setenta quilómetros de Palamós. Tenía mis dudas si con lo que pretendía pagarle el Sr. Roure le saldría a cuenta el desplazarse desde tan lejos. Otra cosa que me preocupaba era el hecho de que, sin duda, si se estaba planteando el trabajar los fines de semana tan lejos de su ciudad, era porque pretendía quedarse a dormir en mi casa. Reconozco que suelo ser muy generoso con mis amigos… siempre y cuando no tenga la sensación de que se están aprovechando de mí.
        Opté por elegir a una tal Dragg Essencia, que de las dos que quedaban, era la que me parecía más glamurosa, además, en su catálogo de canciones solo había temas en español, creía que así no nos solaparíamos y se evitarían posibles conflictos. Consideré reservar a Martin para el verano, por si había alguna urgencia durante las vacaciones estivales. El propietario parecía satisfecho con mi elección y se comprometió en tenerla para el sábado.
        Durante el recorrido publicitario descubrimos por donde se moverían los demás locales de aforo medio de la zona. Habían empapelado de carteles de publicidad todas las farolas y jardineras del municipio.
        De los tres locales, el HIT’S era quizás el que mejor montado estaba. Tenía la sala dividida en dos partes. Una gran puerta corredera separaba la sala de baile de lo que se podría considerar un pub con muchos sofás y mesas al estilo terraza. Durante las tardes funcionaba como cafetería y coctelería y a partir de las dos de la madrugada se abría la pista de baile y funcionaba como discoteca. Solían poner clásicos del rock y música alternativa, los precios no eran tan excesivos como el PACHA y apostaban por los grupos locales, que normalmente los viernes hacían conciertos en plan “Jam Session”, a cambio de un porcentaje de la caja. En los carteles anunciaban una batería de conciertos de grupos locales y algún cantante que empezaba a recoger  un poco de éxito.
        Sus carteles competían con los del HAWAII, un antiguo local de los años setenta decorado a la manera tropical, con infumables paisajes de playas y palmeras pintados en las paredes. Era famoso por ser la discoteca más barata de la zona y también por ser el local que servía el alcohol de peor calidad. Muchísimos jovencitos y jovencitas sin demasiado dinero en el bolsillo se reunían cada sábado para pillar una borrachera rápida. El local tenía mala fama por la cantidad de incidentes en los que se habían visto implicados menores. Su publicidad prometía música trance, progressive y ska hasta el amanecer.
        El tercer local de aforo medio era el DIABOLO, un antro. Me recordaba un matadero del estilo del film “Viernes 13”. Las paredes estaban recubiertas de alicatado blanco donde rebotaban las luces de colores de los flashes y el láser. Era una versión en más voluminoso del ANARKO, del cual recogían toda la clientela cuando cerraban a las tres de la madrugada. Solían ser también clientes habituales a esa hora las meretrices de todos los burdeles de la zona.
        Y por último nos encontramos a varios chicos y chicas repartiendo invitaciones del ATENA’S. Parecía que habían tomado la decisión de eliminar los espectáculos y centrar el reclamo publicitario en la entrada por consumición mínima y precios más bajos en las copas. Sin duda alguna les iría bien ese sistema durante la temporada de verano.
        Sin competencia a la vista, nos bajamos de la limusina y nos lanzamos al paseo comercial dispuestos a comernos la noche.
        Curiosamente, el aforo de ese viernes fue más bajo de lo que esperábamos. -La Semana Santa es una temporada muy mala para los shows de striptease y eróticos en general.- Me dijo Markus mientras uno de los Boys estaba haciendo su baile erótico. -La mayoría de las mujeres que se suelen desmadrar el resto del año, estos días se comportan como santas novicias.-
        -Si ya lo veo.- Dije comprobando que el propietario había cerrado tres de las cinco barras del local, dejando solo las dos principales con un par de camareros cada una y la de la terraza chill-out con la nueva camarera que sustituía a Estela.
        Disponía de diez minutos antes de que el gogó acabase su show, así que salí a la terraza para saludar a la nueva empleada de la discoteca. Se llamaba Irene, también era rubia aunque con muchísima más delantera que Estela. Como casi no había clientes en el chill-out, nos servimos un chupito para celebrar su debut en el local y charlamos de tonterías hasta que el stripper acabó su número.
        Más tarde, mientras hablaba con el disc-jockey para preparar la música de mi actuación, pude ver a Klaus-Hiro que salía hacia la terraza. -Hmmm, ya ha llegado de Japón.- Pensé. -Que se espere hasta después de la actuación si lo que quiere es hablar conmigo.-
        Después de hacer una versión muy “Sui Géneris” del “Addicted To Love” de Tina Turner, ataviado con una enorme falda de tul y un corpiño metálico similar a una cota de malla. Me dirigí hacia la terraza esperando poder hablar con mi principal admirador. Como solía ser habitual en él, me lo encontré delante de un wiski on the rocks, hablando con la nueva camarera. -Veo que ya has regresado. ¿Qué tal por Japón?- Le dije sin excesivo entusiasmo.
        -Bien.- Contestó el japonés sonriéndome. -Te veo muy bien a ti… y muy metálico.- Añadió haciendo referencia a mi vestido.
        -¿Esto? Un trapito para lucir en estas fiestas.- Contesté muy metido en mi papel.
        -Tengo que entregarte algo que he traído del viaje.- Dijo Klaus poniéndose muy serio. -¿Te va bien que me pase por tu casa mañana y te lo entrego?- ¡Zas! Tal y como me esperaba no tardó ni cinco minutos en buscar una excusa para quedar conmigo.
        -Perfecto.- Dije Yo. -¿Qué te parece si quedamos a la hora de comer y hablamos un poco en casa?- Esta vez, por poco que insistiese estaba dispuesto a llevarme de nuevo a mi jefe al catre.
        -Vale, me pasaré por tu casa a eso de las dos del mediodía.- Me dijo apurando el wiski. Acto seguido me dirigí al fotocool de las cuatro de la madrugada, donde ya esperaban algunas chicas para hacerse una foto junto a la Dragg Queen y los strippers.
        A las seis de la mañana, descubrí que, curiosamente, Darío había ido a trabajar con su moto y en vez de venirse a desayunar con nosotros, se fue con otro chico de más o menos su edad, según nos dijo a Palamós, con la excusa de que sus colegas lo habían dejado colgado. No le di más importancia, en realidad no teníamos ningún compromiso y se suponía que cada cual podía hacer lo que quisiese sin tener que darle explicaciones al otro. O al menos así lo entendía yo.
        Dos cruasanes y un café con leche después, llegaba a casita y me disponía a meterme en la cama, cuando sonó el timbre. Era Darío. -¿Puedo dormir contigo?- Me preguntó poniendo cara de niño bueno.
        -Claro.- Le dije. -Aunque creía que ya tenías plan con ese chico tan mono.- Añadí con cierta malicia.
        -¿Yo y el Jose?- Dijo extrañado y riéndose. -Creía que ya tenías claro que los niñatos no me atraen nada. El Jose es un colega de la escuela que, además de un fumeta de mucho cuidado, cuando bebe más de la cuenta pierde el mundo de vista y sus colegas lo dejan tirado donde esté.- Añadió aclarándome cualquier duda que tuviese. -Además, quien me pone a cien eres tú.- Sentencio mientras se me arrimaba y se mordía el labio inferior.
        Lo dejé entrar con la condición de que antes de las dos del mediodía tendría que estar fuera de casa. Me costó un poco explicarle el tema del almuerzo con mi jefe de la empresa sin que pareciese lo que realmente pensaba que seria. Me supo mal, porque empezaba a sentir que volvía a meterme en otra espiral de mentidas como la que me llevo al maldito desenlace con Álvaro.
        A la una sonó el despertador y nos pusimos los dos en marcha. Darío se vistió sin ducharse y se largó por la puerta de la terraza, mientras, yo recogía todas las evidencias de la batalla sexual que acabábamos de tener, cambiaba las sabanas (por si acaso), me duchaba y lo dejaba todo preparado para que solo tuviese que encender la barbacoa cuando llegase Klaus.
        A las dos en punto llegó. Detrás del japonés rubio estaba el conductor del coche con un enorme paquete. Los invite a pasar mientras pensaba: -¿Qué mierda me habrá traído?- Después de dejar el paquete sobre la mesa del comedor el conductor se despidió y abandonó mi casa. Cuando quedamos solos Klaus me sonrió y me hizo el típico saludo japonés.
        -A estas alturas no creo que haga falta tanta corrección en el trato.- Le dije mostrando sorpresa.
        -Lo siento, pero esta es una visita de protocolo.- Me dijo muy serio. -Hikaru ha muerto.- Al oír eso me quedé de piedra.
        -¡Oh Dios mio! ¿Ha tenido un accidente?- Pregunté, cuando en realidad solo me venía a la cabeza la imagen de japoneses haciéndose el harakiri. -Tenía preparado vino, pero creo que me voy a tomar algo más fuerte.- Dije mientras lo invitaba a sentarse en el sofá y yo sacaba la botella de wiski de la nevera.
        Preparé dos vasos con hielo con un buen chorro del licor y le ofrecí uno a mi invitado, después me senté a su lado, di un buen sorbo y me lo quedé mirando en plan “cuéntame”.
        -Hace un mes recibí una llamada del Doctor Ukemawa, es el medico que ha tratado desde siempre a nuestra familia. Desobedeciendo las órdenes de mi padre, me informó de la situación de cáncer terminal en la que se encontraba Hikaru. Organicé como pude mis asuntos en la empresa y volví a Japón para atender la urgencia familiar.- Klaus parecía muy afectado por toda la situación.
        -Pero, si cuando lo conocí no parecía para nada enfermo, más bien todo lo contrario.- Le dije estupefacto.
        -Es lo que tiene el cáncer de hígado, cuando da señales de dolor es porque ya está en la fase terminal, y mi padre achacaba las molestias a los excesos en la comida y el alcohol.- Dijo el japonés. -Antes de venir a España el Doctor Ukemawa lo convenció para que se hiciese unos controles rutinarios, que diagnosticaron el peor de los resultados posibles a su regreso. En vez de ponerse en tratamiento en seguida, se dedicó a organizar toda la reforma en la fábrica de Girona. Supongo que aceptó su propia mortalidad como algo inevitable, porque nadie entiende que en vez de luchar por su vida se dedicase a perder un tiempo que, sin duda, habría sido necesario para poder atacar la enfermedad. Y sin duda alguna, la exclusión del consejo de administración fue la gota que termino de hundirlo en la desesperación.-
        -¿Estabas con él cuando murió?- Le pregunté.
        -En todo el tiempo que he estado en Kioto, mientras Hikaru ha estado consciente se ha negado a recibirme.- Dijo con la expresión muy afligida. -Los doctores, al final, siendo conscientes de lo inevitable pasaron por alto la prohibición expresa que hizo y dejaron que sus hijos le acompañásemos en sus últimas horas.-
        -Vaya, lo lamento muchísimo. Aunque tuvimos algo muy especial, la verdad es que no lo conocía muy bien, pero, nadie se merece morir así. Debes de estar muy afectado.- Dije intentando animar al mestizo rubio.
        -Eso es lo que más me molesta, sabes. Era mi padre, pero en realidad jamás había ejercido como tal. Había huido de las responsabilidades hacia sus hijos al quedar viudo. En realidad le dedicó más tiempo y atenciones a ti en diez días, que a sus hijos en toda su vida.- Creía que en cualquier momento Klaus se derrumbaría ante mí. -Después del funeral, fue como si la familia enloqueciese. Desde la dirección de la empresa se exigía saber quién era el nuevo propietario de sus acciones. Mi hermana y mi cuñado presionaban a todo el mundo para saber si ahora eran ellos los dueños del patrimonio de mi padre.-
        -Vaya, la familia en estas situaciones, siempre saca lo peor de sí misma.- Dije con tono conciliador.
        -Al ver como todo a mí alrededor se hundía, cogí el primer avión y me volví para Barcelona.- Dijo aliviado. -No sé qué tiene esta región que me siento seguro y tranquilo aquí.-
        -Supongo que ya tendrás todas tus cosas instaladas en tu casa ¿no?- Pregunté intentando cambiar de tema.
        -Me he traído de Kioto la muñeca de porcelana. Cuando entramos en la casa familiar, después del funeral, mi hermana y su familia empezaron a arrasar con todo lo que creían que era de valor que encontraron. Ellos desconocían la historia de la muñeca, no tenían ni idea de lo importante que era ese símbolo para Hikaru. Fue lo único que me llevé de allí. De haberla dejado habría acabado destrozada o amontonada en algún rincón. Tengo la sensación de que su alma, o quizás parte de ella se ha quedado encerrada en esta caja. Creo que le habría gustado que la conservases tú.- Me enternecía el profundo respeto que sentía ese chico por su padre ausente mientras los dos mirábamos el gran paquete cuadrado que había sobre la mesa.
        Fue en ese momento cuando me di cuenta de que ya llevábamos tres whiskies, así que, paré en seco la conversación para ponerme a preparar algo para comer. Estaba convencido de que si seguía bebiendo acabaría pasando lo que pasó la última vez que me quedé a solas y borracho con esos ojos verdes. Y esta vez quería disfrutar del paisaje mientras conducía.


        Posdata:

        Si tengo que elegir entre un amante y un amigo yo siempre preferiré un amigo… con derecho a roce (a poder ser).




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