SAN VALENTÍN, DECEPCIONES Y RUEDAS PINCHADAS.4
Era sábado, hacía dos días que le había
puesto los cuernos a mi novio con el director general de mi empresa y acababa
de comprometerme con mi pareja a trabajar juntos en el proyecto de remodelación
de la sección de control de calidad. A todos los efectos, me había metido de
cabeza en un berenjenal del que probablemente saldría completamente rauñado.
La noche pasó rápido, paseíllo, cena,
publicidad, fotocool, espectáculo, striptease, de nuevo fotocool,
desmaquillarse, cobrar y desayuno con los compañeros. Durante absolutamente
toda la noche planeaba sobre mi consciencia el sentimiento de culpa por haberle
sido infiel a Álvaro, aunque, lo que más inseguridad me provocaba, era el
convencimiento de que en cualquier momento, Miquel le contaría lo que sabía de
mi “affaire” con Klaus-Hiro a algún conocido y solo sería cuestión de tiempo el
que mi pelirrojo acabase teniendo conocimiento del tema.
A las seis y media de la mañana
mientras desayunábamos en el Bar Paco, con los demás empleados del PACHA, mi
cerebro estudiaba mentalmente la forma de explicarle ese espinoso asunto a mi
novio. La verdad es que ¿Cómo se plantea una cosa así?... –Hola cariño, sabes… ¿todos los planes que hemos hecho estos días? Pues
olvídalos porque te he puesto los cuernos.- Este era el pensamiento cargado
de ironía y sarcasmo que me venía una vez y otra vez a la mente.
La verdad era que estaba convencido de
que, lo plantease como lo plantease, seria demoledor para nuestra relación. Al
llegar a casa después de desayunar y ver la cajita con los dos anillos sobre la
mesa del comedor, fue como recibir la colleja en el cogote que necesitaba para
tener los huevos que hacían falta para hacer lo que se debía.
Álvaro ya estaba en la cama, yo me
desnude y me acosté a su lado. –Tengo que
contarte una cosa.- Le dije. –Ha
pasado algo que lo va a joder todo.- El que aún era mi novio estaba inmóvil
a mi lado. –El jueves, vino Klaus, por lo
visto nadie le avisó de que la barbacoa se había anulado. Yo había bebido mucho
y la verdad es que no sé cómo sucedió, pero acabamos liados.- Hala, ya se
lo había soltado. -Ahora a esperar que
explote todo.- Pensé.
El chico pelirrojo que estaba tumbado a
mi lado no dijo ni mu.
-Di algo, grita, cabréate joder.- Me senté al
lado de la cama muy decepcionado por su reacción.
-Yo también me he liado con Klaus.- Contesto con
voz baja y tono de gran arrepentimiento.
Los ojos se me abrieron como platos. -¿Cómo?- Grité mentalmente. -Yo aquí preocupado por estar completamente
convencido de que soy la perra más infiel de este planeta y resulta que mi
pareja es tan puta o más que yo.- Estaba indignado.
-Un momento… ¿Tú también te has follado
al Klaus?-
Pregunté indignado.
-El miércoles por la tarde, antes de
terminar el turno, me llamaron de personal y me hicieron la proposición de
colaborar contigo en la reorganización de la sección de control de calidad.- Dijo Álvaro muy
apurado. -Después Klaus me invitó a cenar
para hablar del tema. Lo que no alcanzo a entender es que estuve todo el día
pensando en ti, en lo injusto que había sido contigo y en como lo haría para
pedirte perdón. Además, había encargado los anillos la semana pasada para
dártelos por San Valentín. Pero en la cena, una cosa llevo a otra, cuando me
quise dar cuenta nos habíamos bebido tres botellas de vino y estábamos en su
casa haciendo la última copa y… me besó.- Dijo mientras me miraba como un
niño confesando una gran travesura.
-Como besa el cabrón ¿verdad?- Le dije
reconociendo mi pecado y con conocimiento de causa.
-Cuando vine el jueves por la noche
para darte una sorpresa y hacer las paces, me encontré con que la sorpresa me
la llevé yo, cuando os vi a los dos en la cama.- Dijo muy serio.
-Mierda, entonces nos pillaste “in
fraganti”.-
Ahí me quería morir de vergüenza.
-Tú estabas de espaldas, pero Klaus me
vio y me hizo un gesto invitándome a unirme a la fiesta.- Yo estaba
flipando en colores escuchando al pelirrojo que estaba a mi lado. -Pero no pude, de algún modo estaba
convencido de que me merecía esa situación. Dejé la caja con los anillos sobre
la repisa de la entrada y me fui sin hacer ruido.- En ese momento empezó a
llorar y a mí se me rompió el corazón. Lo abracé fuerte y él me cogió muy fuerte
por la cintura repitiendo una y otra vez: -Por
favor… Perdóname… Perdóname.-
-Los dos hemos sido unos estúpidos,
claro que te perdono.- Le dije mientras le besaba tiernamente. Estuvimos
abrazados una media hora casi sin decir nada, hasta que Álvaro se durmió.
Mientras, yo le daba vueltas una siniestra idea que me había empezado a rondar
por la cabeza. -¿Por qué?- Pensaba. -¿Por qué ese malnacido de Klaus-Hiro se
había encamado con los dos? Y ¿Por qué nos acababa de involucrar a los dos
juntos en un proyecto dentro de la empresa y después intentaba torpedear
nuestra relación?- No conseguía encontrar la respuesta, y hacia las ocho de
la mañana el cansancio pudo conmigo y me dormí.
Desperté a la una del mediodía, Álvaro
dormía profundamente a mi lado, no quise despertarlo. Sin hacer ruido me dirigí
a la cocina y prepare café. Más tarde, mientras me comía un croissant con el
café, cogí la cajita con los anillos que seguía en un lateral de la mesa del
comedor y empecé a jugar con el anillo que tenía el nombre de Álvaro. Le estaba
dando vueltas a la situación que se había creado en mi cabeza después de
descubrir que tanto mi novio como yo habíamos sido seducidos por nuestro jefe.
Me desconcertaba el hecho de que hubiese invitado a mi pareja a unírsenos en el
lenocinio que se había convertido nuestra habitación el jueves por la noche. -¿Por qué?- Era la pregunta que venía
una y otra vez a mi mente. Además, a la mañana siguiente tendría que darle una
respuesta al Director General y no podía sacar de mi mente la idea de que eso
podría ser una encerrona.
Al mismo tiempo, una vocecita resonaba
dentro de mi cabeza, repitiéndome una y otra vez otra posibilidad mucho más
simple: -Podría ser que Klaus-Hiro solo
fuese un chico promiscuo que no desaprovechase la oportunidad de montárselo con
un par de chicos que no habían disimulado en ningún momento la atracción que
sentían por él.- El deseo de organizar un trio me llevaba hacia ese
pensamiento, aunque, estaba convencido de que viendo cómo se estaba desarrollando
la situación en la empresa, tendríamos que ir con pies de plomo a partir de ese
momento, y sobretodo, confiar al máximo el uno en el otro.
El olor del café recién hecho despertó
a Álvaro, que se acercó temeroso al comedor. -No estabas en la cama cuando he despertado, ¿Estas muy molesto?-
Me dijo.
-Ven siéntate a mi lado.- Le dije con
tono conciliador. –Los dos nos hemos
dejado llevar por la situación y por eso a Klaus le está siendo tan fácil
meterse en medio.- Añadí.
-¿Crees que lo que ha pasado tiene que
ver con la propuesta?- Dijo Álvaro preocupado. -Me parece sospechoso que haya pasado justo en este momento.-
-Sinceramente, yo también lo creo.- Le dije. –Cuando hablaste con Klaus el miércoles, ¿le
contaste que estábamos peleados?-
-Sí, claro que se lo conté, con toda
confianza. Y estoy convencido de que lo uso para seducirme.- A Álvaro le
estaba empezando a entrar cierta animadversión hacia nuestro jefe.
-No le demos más vueltas, si nos lo
montamos con él fue porque sin duda los dos estábamos predispuestos a hacerlo,
porque de no ser así no habría pasado.- Álvaro le dio un mordisco a un
croissant mirándome con cara de “mierda, me has calado”. -Creo que lo más práctico va a ser que, ya que Klaus estará convencido
de que hemos cortado, comportarnos en la empresa como si eso hubiese sucedido
de verdad. Porque… ¿Seguimos juntos, no?- La cara de mi novio pelirrojo se
ilumino de golpe y me salto encima besándome en los labios y llenándome la boca
de migas de croissant. Tenía la esperanza de que si convencíamos al mestizo
rubio de que había provocado nuestra ruptura, igual en un arrebato de
confianza, acabaría enseñando alguna de sus cartas y yo podría adivinar qué era
lo que se proponía. Aunque, sinceramente, en este juego de manipulación todo
parecía indicar que iban muy por delante de nosotros.
Después del desayuno regresamos a la
cama y nos dedicamos a darnos el regalo de San Valentín que el japonés rubio
nos había arrebatado. Al cabo de varias horas de caricias, besos y sexo (esta
vez sí, brutalmente placentero) salimos a la calle a dar una vuelta por el
paseo marítimo, el día ya empezaba a alargarse y hasta las seis no oscurecería.
Al llegar a la zona de la muralla de Palamós, nos encontramos en la terraza de
la taberna “Sa Castell” con Nuria y sus amigas: Lidia (la enfermera) y Lola
(propietaria de una tienda de ropa). En ese momento recordé que, si Miquel le
había contado a alguien lo de mi infidelidad con el japonés, esas tres chicas
serían las primeras en saberlo. Consciente de ello, al juntarnos con ellas para
tomar el café (aperitivo para nosotros) estuve atento a todas sus reacciones y
comentarios para desentrañar el menor atisbo de sarcasmo o ironía en lo que
decían.
La conversación fue muy amena e
interesante y absolutamente nada parecía indicar que alguna de esas chicas
estuviese al tanto del secreto que me guardaba mi amigo Miquel. Por nuestra
parte, evitamos hablar del tema, dándoles a entender que los problemas que nos
habían llevado a anular la última barbacoa ya estaban resueltos. Serían las
ocho cuando el hambre nos hizo tomar la decisión de celebrar por fin nuestra
merecidísima cena del día de los enamorados. El CALZONE’S resulto ser la opción
elegida, de hecho a los dos nos apetecía pizza. Y sin duda las camareras
informarían enseguida a Miquel de nuestra reconciliación (esa parte me
interesaba mucho a mí). A los postres, Álvaro sacó los anillos y me dio su
regalo de San Valentín. El problema era que yo no le había preparado ningún
regalo para él, aunque, estoy convencido de que absolutamente nada que le
hubiese comprado habría estado a la altura de su presente.
Más tarde, ya en casa, acordamos la
estrategia a seguir en la empresa. Inicialmente intentaríamos evitarnos y
fingir enfado el uno con el otro, y, en caso de que nos reuniesen a los dos con
algún jefe de personal por el tema de la reorganización del departamento de
calidad, apelaríamos siempre a la profesionalidad como argumento principal.
Estaba convencido de que el tema de si éramos o no pareja, no saldría en ningún
momento (Vanessa había sido educada muy sabiamente por el antiguo jefe de
personal y sacar ese tema sería una muy gran metedura de pata). Para empezar a
la mañana siguiente iríamos los dos a trabajar cada uno con su coche.
Posdata:
Nada como una infidelidad para
destrozar o reforzar una relación.