viernes, 9 de diciembre de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (De Miquel a Klaus-Hiro, ida y vuelta en un solo dia)

DE MIQUEL A KLAUS-HIRO, IDA Y VUELTA EN UN SOLO DIA.


        Era domingo, dos días antes de San Valentín, y acabábamos de descubrir que el chico mestizo rubio era en realidad el hijo de Hikaru Yamahaka.
        Esa noche, sin opción a negarnos, cenaríamos con él. Klaus-Hiro esperaba respuestas y nosotros teníamos muchas preguntas para hacerle. En esta ocasión, la reunión prometía ser menos tensa, al menos por nuestra parte, ya que ahora íbamos con la tranquilidad de no estar lidiando con un amante despechado. Aunque, sinceramente, ignorábamos cuales eran las intenciones del nuevo Director General, ni lo que le habría contado el Sr. Yamahaka a su hijo de la relación que mantuvimos. Realmente se me hacía muy difícil de imaginar a Hikaru como padre de familia, y mucho menos manteniendo una charla con su hijo contándole los pormenores de sus aventuras sexuales con jovencitos.
        Después del reproche que me hizo, al pensar que me había desprendido tan ligeramente del regalo de su padre. Creí que sería oportuno mostrarle el documento que me firmó Vanessa, la nueva jefa de personal, en el que la empresa reconocía que yo les dejaba exponer la dichosa muñeca de porcelana por el periodo en el que yo estuviese contratado. Con la obligatoriedad de devolvérmela en el momento en que fuese despedido o yo decidiese dejar mi empleo. La verdad, es que quería ver la cara de nuestro anfitrión al descubrir que no había renunciado al regalo, y sobretodo, quería cargarme la reputación de Vanessa en el caso de que le hubiese mentido a Klaus en ese tema.
        A las tres del mediodía desayunamos o almorzamos (habría que decidir que comida del día correspondía). Como aun teníamos el chip en posición de “el día menos pensado nos encontraremos de patitas en la calle”, tiramos de congelador y preparamos un delicioso cordero a la salsa de coca cola. Hacía un mediodía genial y el sol daba de lleno en la terraza del patio de casa, así que prudentemente abrigados (estaba soleado, pero el aire era frío), lo preparamos todo para comer fuera y tomar un poco el sol.
        Cuando estábamos a punto de empezar a comer, oímos como aporreaban la puerta del recibidor. -Ese es Miquel.- Dijo Álvaro riéndose. -El día que descubra que a la altura de sus ojos hay un timbre ya nos habrá tirado la puerta al suelo.- Nos reímos mientras iba a abrirle la puerta.
        -A ver niñas. ¿Qué pasa? Ya no nos llamamos ni preparamos barbacoas ni nada de nada.- Dijo entrando en tromba como solía hacer siempre. Me alegró volver a verlo en forma de nuevo, aunque no hubiese recuperado aún el peso que tenía antes de la neumonía.
        -Es que cuando trabajabas en el POMELO’S siempre te teníamos a mano.- Le dije mientras lo veía pasar por delante de mí.
        De la bolsa de supermercado que llevaba, sacó una botella de cava diciendo: -Alegría… Alegría… vamos a celebrar que ya tengo los billetes de avión para Los Ángeles.- Poniendo la botella sobre la mesa del comedor. -No me digáis que ibais a comer, qué inoportuno que soy… ponedme un plato.-
        Acomodamos una silla más y otro servicio y nos dispusimos a almorzar los tres. Mientras comíamos y esperábamos a los postres pusimos la botella de cava en el congelador. Miquel estaba en postura de niño haciéndose pipi, por lo que nos quedó muy claro que tenía un nuevo cotilleo y que se moría por contárnoslo.
        -Allá va, noticia bomba: la Nuria está preñada del negro, y va a tener un mulatito.- Dijo súper emocionado.
        Álvaro y yo nos miramos con cara de pasmo. -¿Esto es noticia?, pero si hace casi un mes que lo sabemos nosotros. Este Miquel está perdiendo facultades.- Estoy convencido de que los dos pensábamos exactamente lo mismo.
        Después, nos contó todos los pormenores de su novio a distancia, y lo ilusionado que estaba por emprender esta nueva aventura. Mientras comíamos y escuchábamos todas las aventuras y chismorreos de Miquel, me quedé un instante distraído mirando el letrero del BAHIA, ya que lo teníamos enfrente, en el edificio de al otro lado de la calle. Por un momento me acorde de Verónica S3 y me pregunté si le estarían yendo bien las cosas. Cuando volví al mundo de los vivos descubrí que Álvaro le estaba contando a Miquel toda la movida de Klaus, su padre y yo. Mire a mi chico con cara de mala leche y se dio cuenta enseguida de que estaba metiendo la pata. -Increíble, ¿Cómo se le ocurre contarle todo eso a la persona más indiscreta que conocemos?- Pensé.
        Como Miquel no se conformaría con la historia a medias y Álvaro no seguiría hablando mientras yo estuviese delante, educadamente me levanté de la mesa con la excusa de ir a preparar algo de postre. Así, los dejaba solos para que se pusiesen al día. Hice un repaso al frigorífico para ver que podría hacer de postre, tenía pocas alternativas, un yogurt de fresa desnatado, un plátano al que le quedaban pocos días de consistencia homogénea, unos melocotones y un spray de nata montada en el que parecía que quedaba un poquito de contenido. Haría un postre de restos (también llamado macedonia láctica). Pelé el plátano y lo corté a cachitos junto con los melocotones y los rebocé de azúcar y canela, poniéndolos en tres boles después puse un poco de yogurt encima de cada bol y un chorro de nata hasta que se vació el spray. Unas virutas de chocolate por encima y voilà, ya teníamos postre. Esperé un tiempo prudencial y salí con el cava y la macedonia.
        -Entonces, ¿toda esta movida es por el “Japo” que te lígate en diciembre?- Me dijo Miquel al verme aparecer por la puerta de la terraza.
        -La verdad es que sí, no tuve tiempo de contártelo entonces, y después el tema se ha desmadrado muchísimo.- Me disculpé.
        -Entonces todo ese show que habéis tenido en la multinacional… es ¿porque te ligaste al japonés?- Miquel quería toooda la información.
        -Ahí yo no tengo nada que ver. Por lo visto el inspector descubrió todos los chanchullos de la empresa y actuó en consecuencia.- Mientras le decía esto a Miquel,yo miraba a Álvaro en plan “corta ya con esta conversación”. -Yo con el japonés solo follaba.- Y di por zanjadas todas las revelaciones por ese día.
        Decidí que sería mejor cambiar de tema de conversación y le pregunté por Nuria y su embarazo.
        -Pues sí, ya lo ha decidido, tendrá al pequeño mulato.- Dijo Miquel. Desconocía esa faceta suya tan reactiva hacia la gente de color. Y me preguntaba si yo habría bajado en su escala de valores al haber tenido un affaire con un hombre asiático.
        Mientras tomábamos el café, organizamos una cena-barbacoa para el jueves, ya que era imposible realizarla el viernes, pues trabajábamos los dos en el PACHA. Miquel se comprometió a decírselo a Nuria y al resto de habituales.
        A las seis de la tarde, después de que nuestro intruso-invitado se despidiese, Álvaro me propuso algo que me dejó de piedra. -¿Qué te parecería invitar al “Dire” a la barbacoa del jueves?-
        -¿Perdón? ¿Me lo parece o me estas proponiendo de juntar a Klaus en una cena con todas las cotillas de la región después de haberle contado absolutamente todas sus intimidades a la chafardera mayor del reino?- Contesté con un tono muy molesto.
        -Uiiixxch…- Dijo mi novio. -No deberías molestarte tanto por algo que acabarían sabiendo antes o después.-
        Y la verdad es que tenía razón, todo este tema habría acabado saliendo. Era un ingenuo si creía que conseguiría ocultárselo a mis conocidos.
        -Haremos esto: veremos cómo va la cena de hoy con Klaus, y si después nos parece correcto, lo invitamos y lo incluimos en el grupo de amigos.- Aunque tenía muchísimas dudas sobre Klaus. De hecho no sabíamos absolutamente nada de él. No sabíamos ni si estaba soltero o casado. Podría ser que al igual que su padre tuviese familia y estuviese aquí en plan de a ver que cazo… aunque claro, si ese era el caso lo mejor que podría hacer es juntarse con la pandilla de locazas promiscuas que era nuestro grupillo.
        Eran las ocho y ya estábamos a punto de caramelo. Al final nos habíamos decidido por un estilo más bien “casual”, con tejanos, zapatos buenos de piel y un jersey ceñido de cuello alto (el mío negro y el de Álvaro de rayas horizontales en negro, varios tonos de verde y blanco). Vamos, como se decía en esa época: “arreglao pero informal”. Creímos inoportuno el ponernos de abrigo el regalo de nuestro jefe y opté por la cazadora que me regaló Hikaru, mientras mi chico usó una chaqueta de cuero negro con cremallera delante.
        A las ocho y cuarto sonó el timbre de casa. Al abrir la puerta descubrimos que no era Klaus quien llamaba. Ignoro si era intencionado o resultaba ser una extrañísima coincidencia, pero tenía delante de las narices el mismo chofer que se había dedicado a pasearnos al Sr. Yamahaka y a mí por toda la provincia dos meses atrás. Después de presentarse, nos ofreció la puerta del mismo coche de alta gama para que entrásemos. Álvaro estaba alucinando en colores. -Bienvenido a mi mundo.- Le dije con tono burlón. Mientras, el chofer arrancaba y ponía dirección hacia Girona.
        Media hora después llegábamos. Era una de las urbanizaciones de lujo que se construyeron detrás de la zona de la catedral, con unas vistas brutales al centro histórico de la ciudad. El coche entró por un portal metálico y se paró delante de la puerta de una casa unifamiliar de planta baja. El jardín estaba bien cuidado, pero no era espectacular y la casa, a pesar de que no era muy antigua, tendría a lo sumo unos 20 años, se veía un poco dejada, como si hiciese mucho tiempo que nadie vivía en ella. Y allí estábamos, mi chico y yo en la casa de un extraño, esperando a que alguien nos recibiese en la puerta. Como no salía nadie, optamos por llamar al timbre. Al poco nos abrió un Klaus bastante agobiado. -Si nos hubieses dicho que la cena era en tu casa habríamos traído algo de vino.- Le dije riendo.
        -Quería ofreceros una cena típicamente japonesa, pero me ha sido totalmente imposible encontrar todos los ingredientes en ningún supermercado. Para tener la fama que tiene la cocina española os limitáis muchísimo con los productos.- Dijo el japonés disculpándose.
        Al entrar en la casa me llamo mucho la atención el hecho de que no había casi muebles. Solo una enorme televisión, un gran sofá con muchos cojines y una gran alfombra decoraban el inmenso salón. Una caja de madera con una tela encima hacía las veces de mesa de centro. -No quiero saber cómo tiene montada la habitación.- Pensé con malicia.
        El suelo era el típico gres caro que se ponía en los años ochenta, las paredes eran de gotelé y estucado veneciano, la cocina aunque se veía antigua no estaba muy destrozada por el uso. La calefacción funcionaba bien, pues, aunque la sensación era de vacío total, el ambiente era confortablemente cálido e invitaba a sacarse la chaqueta… para ponerla en el suelo. -Lamento el estado de la casa, pero todas mis cosas se hallan en un contenedor en medio del océano Atlántico, hasta dentro de un mes no creo que lleguen.- Se disculpó. -Lo que veis aquí son algunos artículos que me ha proporcionado la empresa para que pueda ir tirando.-
        Nos sacamos la chaqueta dejándola sobre el sofá y lo seguimos hasta la cocina. -He tenido que usar e improvisar cacharros que ni mi abuela había tenido que usar durante la segunda guerra mundial.- Confirmando lo complicado de la preparación de la cena con la que nos iba a obsequiar. Pude observar una bandeja con sashimi y la cocina olía maravillosamente a algo que estaba hirviendo en una olla.
        -¿Podemos ayudarte en algo?- Preguntó Álvaro entre nervioso e intrigado.
        -Me he retrasado un poco, ha sido como cocinar con materiales de la prehistoria.- Nos ofreció una botella de vino blanco y nos pidió que la fuésemos abriendo y sirviendo en unos vasos de nocilla. -Lamento no poder ofreceros copas mejores… pero mis cosas están en mitad del Atlántico.- Empezaba a pensar que ese maldito contenedor del Atlántico sería el único tema de conversación de toda la noche.
        Mientras Álvaro servía el vino, Klaus apartó el sofá y colocó tres cajas más sobre la alfombra, y después puso encima un tablero de madera prensada que tenía apoyado en una de las paredes y lo cubrió con una tela. Acto seguido distribuyó boles y platos siguiendo algún tipo de patrón muy meticuloso. Al final teníamos una mesa baja perfectamente equipada al estilo de las películas orientales.
        Trajo primero la sopa, que la sirvió en el bol más grande. Después puso arroz blanco en otro de los boles, y trajo las bandejas de pescado crudo, pescado a la plancha y una mezcla de salteado que tenía una pinta tremenda. -Es lo que he podido hacer con lo que he encontrado.- Dijo con tono de disculpa.
        -¿Que dices? Si todo tiene una pinta estupenda.- Dijimos los dos a la vez. -Tendrás que guiarnos en todo, no estamos muy acostumbrados a este tipo de cenas.- Añadí yo mientras me acomodaba en la alfombra sobre el cojín que me había ofrecido el anfitrión.
        -Es tradición en mi familia que en las ocasiones especiales se celebre de este modo: una sopa al principio y tres platos de pescado, uno crudo, otro a la plancha y otro mezclado con verduras.- Dijo mientras nos mostraba los platos. Acto seguido cogió el vaso de colorines de nocilla que contenía el vino y nos invitó a seguirlo. Dijo unas palabras en japonés y acabó con un sonoro “Kampai” y bebió un buen trago haciéndonos una señal para que lo siguiésemos. -Lo que he dicho se podría traducir como, “que el vino y la comida nos abran la mente y el espíritu. Salud”.-
        -Creo que el “Kampai” es lo único que he entendido.- Dije bromeando.
        -La sopa la podéis tomar sola o añadiéndole arroz. Id con cuidado porque está muy caliente.- Decidimos imitarle en lo que hacía y con la cuchara de porcelana pusimos un poco de arroz en el bol de la sopa. Verdaderamente las costumbres japonesas eran muy, pero que muy distintas a lo que nos enseñaban aquí de pequeños, porque en mi casa habría sido impensable el tomar la sopa bebiendo directamente del bol. Después empezó la guerra con los palillos japoneses.
        Una vez relajada la tensión existente, regresamos a la conversación que nos quedó pendiente tres semanas atrás.
        -En cuanto a la muñeca de porcelana, no sé qué te habrá comentado el jefe de personal, pero yo en ningún momento he renunciado a ella.- Le dije corrigiéndole la acusación que me lanzó en casa.
        -No lo entiendo, Vanessa me dijo que el presente de Hikaru se quedaba en la empresa.- Dijo confundido.
        -En efecto, se quedara en la fábrica mientras yo esté trabajando allí. El día que la empresa prescinda de mis servicios o yo decida dejar de trabajar en ella la muñeca se irá conmigo.- Le dije mostrándole el documento firmado por Vanessa, ante un Álvaro que intentaba pescar con los palillos un trozo de atún crudo del platito que contenía una mezcla de salsa de soja y especias.
        -Que hija de la gran puta.- Exclamó un Klaus perplejo. -Entonces, el único que ha negociado a su favor has sido tú, ella solo ha aceptado tus condiciones para hacerme creer que yo me salía con la mía.-
        -Son muchos años tratando con este tipo de gente, solo se avienen a cumplir lo comprometido si lo tienen firmado en un papel.- Le dije. -Tal y como te conté, en esta empresa el ser honesto solo trae problemas.- Me relamía por dentro sabiendo que acababa de hundir a Vanessa, mientras, mi chico se volvía loco intentando controlar los palillos.
        -¿Me contaste que Hikaru ha tenido muchísimos problemas a consecuencia de su actuación en el informe que hizo de la factoría?- Le pregunté a Klaus entrando a saco en el meollo de la cuestión.
        -En realidad, desconocía todos los pormenores de lo acontecido. Mi padre siempre fue un ejecutivo muy hábil a la hora de manejar los intereses y a los miembros del Consejo Directivo, me extrañaba muchísimo que les hubiese dado argumentos a ese grupo de hienas para que pudiesen actuar del modo que actuaron sobre él.- En ese momento se levantó y de una bolsa de viaje saco lo que parecía una libreta. -Se negó a recibirme después de lo sucedido, mientras, yo me veía presionado por mi familia a aceptar este trabajo. De algún modo se espera que mi actuación en la dirección del centro sirva para recuperar el honor familiar.-
        -Es muchísima presión, ¿En ningún momento has tenido la idea de romper con todo?- Dije intentando animarlo.
        -Estaba tentado de hacerlo, pero cuando había decidido abandonar Japón y trasladarme a Noruega mi padre me hizo llegar esto. Supongo que es muy evidente que soy mestizo… mi madre era de Noruega.- Dijo mostrándome la libreta escrita con signos japoneses. Yo lo miré sin saber muy bien que decir.
        -En realidad es el diario de mi padre. La mayoría de las notas son de carácter técnico: direcciones importantes, contraseñas de cuentas y cajas privadas de bancos, una relación de todas la modificaciones patrimoniales, alguna referencia a algunos de sus amantes y tú.- Dijo mostrándome que la parte dedicada a la relación que tuvimos ocupaba casi un cuarto de la libreta.
        -Al casarse con mi madre, desobedeciendo las tajantes órdenes de mi abuelo japonés, mi padre, fue apartado del negocio familiar, empezando a trabajar en la filial de la empresa noruega de exportaciones de la que mi abuelo materno era asociado. Esa fue una época feliz, en la que nacimos mi hermana y yo. Cinco años después, el hermano pequeño de Hikaru murió en un accidente de coche, y mi abuelo al quedarse sin heredero, se vio forzado a hacer las paces con su hijo mayor, introduciéndolo en la empresa multinacional.- El rostro de Klaus había palidecido, era evidente que esos recuerdos eran muy dolorosos para él.
        -Mi madre, acostumbrada a vivir en el entorno liberal de Noruega, no soportó el durísimo trato al que son sometidas a las mujeres en Japón y en la familia de su marido en especial. Al poco tiempo entró en una severa depresión, que al sumársele un embarazo muy complicado que acabó en parto prematuro y con la muerte del bebé, se la llevó a la tumba.- Álvaro y yo escuchábamos con mucha atención.
        -Mi padre se quedó destrozado. La muerte de nuestra madre permitió que mis abuelos nos separaran del resto de muestra familia, educándonos a la manera japonesa. Desde ese momento mi padre fue el gran ausente y mi hermana y yo fuimos educados por nuestro severo y rencoroso abuelo.- En todo el tiempo que estuvo hablando, el chico rubio no paró de acariciar la libreta. -Todo lo que sé en este momento de lo que piensa y siente mi padre está escrito en esta libreta, y lo escribió al conocerte a ti. El motivo de aceptar este trabajo, es, entre otras cosas, el conocer a la persona que consiguió que mi padre abriese su alma.-
        El resto de la noche la dedicamos a beber mientras Klaus nos iba traduciendo todo lo que el Sr. Yamahaka escribió y sintió durante nuestra relación. Era su versión, porque sinceramente, esos días yo los viví con muchísima intensidad, pero en ningún momento tuve ninguna revelación existencial.
        Viendo el buen rollito y las confidencias que nos estábamos haciendo, Álvaro, que ya llevaba alguna copa de vino más de la cuenta, lo invitó a la barbacoa que preparábamos para el viernes.
        Acabamos a las dos de la madrugada, con muchísimo alcohol en el cuerpo y regresando con el coche de alta gama hacia casita. -¡Joder! En cuatro horas tendríamos que estar listos para ir a trabajar a la fábrica, otro lunes a base del súper combinado de cafeína. Y mi novio estaba mucho más bebido que yo.-



        Posdata:
        Tal y como decía mi abuelo: Las palabras habladas se las lleva el viento, las palabras escritas y reconocidas con una firma, son el aval de cumplimiento.



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