UN
MESTIZO JAPONÉS Y SEXO A PELO CON UN PELIRROJO MORBOSO.
Regresar a la fábrica el lunes por la
mañana, después de la movida que tuvimos en el PACHA y en casa, con el técnico
mestizo japonés, se me hacía, francamente, difícil de soportar. Tenía la
sensación de que en cualquier momento el japonés rubio aparecería y me montaría
un espectáculo en plan “mirad a la zorra de la empresa, que se ha follado a mi
novio”. Durante el café del descanso y en el comedor, Andrea no apareció (sin
duda tendrían reunión del comité de la empresa), y Álvaro, a juzgar por su
actitud, estaba en el mismo estado mental que yo. El cotilleo del día en
nuestra sección era la llegada del nuevo director general japonés. En realidad,
aunque todo el mundo hablaba de él, nadie lo había visto, ni los directivos
españoles (aunque en caso de haberlo visto, se guardarían mucho de decir nada,
si se lo impusieran como condición). Ese secretismo tenía a todos los
mentideros del centro de producción como locos.
Después de un trabajo titánico, los
operarios de mantenimiento habían conseguido organizar un sistema de cadenas de
montaje auxiliares mínimamente operativas. Por lo que las seis cadenas de
montaje principales empezaron a producir de un modo más o menos normal. Aunque
daba la sensación que de un momento a otro podría irse todo el experimento al
garete.
En mi puesto de trabajo todo seguía
como lo deje el viernes. Todos los aparatos que chequeaba de la segunda línea
de montaje tenían un rayazo profundo en el cromado del embellecedor. Por lo
demás el resto del producto fabricado pasaba correctamente todos los controles
a los que los sometía.
Después de no ver ni un alma en toda la
mañana agradecí que a la hora del almuerzo nos reuniésemos todas las
mosqueteras. Mientras hacíamos cola en el self-service del comedor de la
empresa, Álvaro que estaba delante de mí, entre miraditas insinuantes y
fingiendo jugar, se dedicaba a sobarme el paquete de manera discreta. Tan
discreta que la única que se dio cuenta fue Rosita, confirmándosele todas las
sospechas que tenía con nosotros dos. Ya en la mesa, Andrea nos informó que el
martes a primera hora, el nuevo director general se presentaría, después del
meeting del jefe de producción. Intentamos sacarle más información sobre el
tema del momento pero se cerró en banda y no soltó prenda. Estoy seguro de que
tanto Álvaro como yo estuvimos tentados de contar a las chicas la movida del
fin de semana con el técnico japonés rubio, pero creo que al final o nos dio
vergüenza o lo creímos inoportuno. Mientras regresábamos, desde la zona de descanso a nuestra sección, mi chico y yo jugábamos por el camino en plan “que te
pillo” y tuvimos que oír de un grupo de empleados el típico: -¡Maricones!- Álvaro y yo nos miramos y
los dos a la vez les levantamos el brazo con el puño cerrado y el dedo medio
levantado (el típico “que os den por el culo gilipollas”), mientras las
mosqueteras que nos acompañaban y las demás chicas del grupo se reían de ellos.
Por la tarde, serían las tres menos
cuarto, él apareció en mi sección.
-Hola, mi nombre es Klaus-Jiro.- Me dijo el
técnico japonés rubio con tono firme y seguro.
-Ya conozco tu nombre.- Le dije. –Creo que en toda la empresa no hay nadie
que no lo sepa.-
-Entonces
no te sorprenderá que te diga que tu nombre también es conocido para mí.-
Esta respuesta sí que me descolocó un poco.
-Vaya, no sabía que fuese famoso.- Contesté
bromeando.
-En realidad tu nombre sale varias
veces en el informe definitivo que el Sr. Hikaru Yamahaka presentó al
directorio de la Casa Madre. Sorprendentemente te define como el único español
honesto que ha conocido hasta ahora.- Yo no me estaba creyendo lo que oía. -Mi primer trabajo consiste en realizar un
informe exhaustivo de todas las secciones de la empresa para proponer mejoras
logísticas.-
-Pues por lo que he ido viendo estas tres
semanas, se te habrá acumulado muchísimo trabajo porque esto es un caos.-
Le dije riéndome, con el convencimiento de poder permitirme alguna confianza.
-¿Siempre eres tan irreverente?- Me cortó
ofendido.
-Tengo fama de decir siempre lo que
pienso.-
Le contesté orgulloso.
-De acuerdo, te haré varias preguntas
sobre tu puesto de trabajo, agradececía la misma sinceridad.- Ahora su tono
se había vuelto más cordial.
-Eso puedo hacerlo.- Le contesté
riendo.
-¿En qué consiste tú puesto de trabajo
o tu sección?-
Klaus cogió un pequeño bloc y un bolígrafo esperando mi respuesta.
-Es muy simple: recojo muestras
aleatorias a tiempo real de producto acabado y los chequeo según los parámetros
de este manual. Los resultados los registro en este informe y se lo entrego a
mi superior.-
Intenté ser lo más claro y conciso que pude.
-Vaya, se parece mucho a los protocolos
estándar de las empresas del Japón.- Me dijo sorprendido. -Lo que no entiendo es ¿porque estas solo en
esta sección? Con el volumen de producción de esta planta, deberían de haber
por lo menos seis operarios realizando este trabajo.-
-Bueno… la empresa tiene su propio
protocolo de control de calidad.- Le dije. –En realidad esta sección y yo mismo suponemos una anomalía dentro de la
empresa.- El japonés de ojos verdes, al oírme, me miraba con cara muy
extrañada.
-No entiendo lo que estas intentando
decirme.-
Dijo con preocupación.
-Esta
sección se creó después de la inspección del Sr. Yamahaka, ignoro por qué
motivo. Solo sé que, para mis superiores yo y esta sección solo es algo que
está en un rincón y a lo que no hay que hacerle ningún caso ni prestarle
atención diga lo que diga.- La cara del japonés rubio estaba pasando de la
extrañez a la incredulidad, mientras no paraba de tomar notas.
-Otra pregunta: ¿Qué crees que se podría
mejorar en tu sección para que la empresa funcionase mejor?- Klaus me miraba
con curiosidad esperando mi respuesta.
-Creo que conseguir que mi superior se
leyese mis informes sería un gran avance para el departamento de calidad.- Le dije con
tono de condescendencia.
-Por lo que puedo ver tienes verdaderos
problemas de comunicación con tu superior.- Me dijo sin dejar de escribir en
el bloc.
-No lo sabes tú bien.- Dije riéndome. -Por cierto, ¿Puedo hacerte una pregunta
hipotética? Me gustaría saber cómo resolverían esta situación en Japón.- Añadí.
-Claro, mi trabajo consiste en ayudar a
encontrar soluciones.- Dijo sonriendo.
-Imagínate
que sabes que hay un problema serio en la empresa, pero no sabes cómo se
produce. Y cuando lo comentas con los encargados de detectarlo, todos coinciden
en la imposibilidad de que ese problema exista, pero tú sigues encontrándolo
continuamente y tus superiores ignoran tus informes. ¿Cómo lo resolverías?-
Una vez hube realizado la cuestión, el chico rubio estuvo pensativo un momento.
-En Japón tendemos a ver las empresas
como organismos vivos. En este caso que me cuentas sería el equivalente a una
infección. El organismo tiene una anomalía, pero el cerebro no la detecta
porque está oculta o latente y las defensas encargadas de detener el problema
están anquilosadas. Pueden suceder dos cosas: o que el problema termine
explotando y produciendo una enfermedad o que alguna parte del cuerpo la detecte
y cree las defensas para detener el problema.- Otra cosa no
sé, pero este chico era un experto en metáforas.
-Entiendo,
me estás diciendo que debería buscar el origen del problema antes de que sea
irremediable. Aunque tenga que hacerlo a espaldas de mis superiores.- Mi
tono era serio y preocupado.
-Veo que además de honesto eres buen
entendedor.-
Klaus me hizo una reverencia y se despidió guiñándome un ojo.
-Ser honesto en esta empresa solo te
trae problemas.-
Le dije en tono de advertencia. Mientras salía del almacén de calidad
haciéndome el signo de “no” con el dedo índice.
Estuve un rato inmóvil mirando a la
puerta por la que había desaparecido el mestizo rubio, de golpe sentí que la
palabra mestizo ya no me parecía un adjetivo adecuado para definirlo. De algún
modo, el hablar con ese chico me tranquilizaba. Aunque no podía dejar de pensar
en la posibilidad de que toda esa amabilidad solo fuese una treta para hundirme
más en vete tú a saber que retorcida venganza.
A
las cinco, después de que Yolanda me firmase el recibo de informe y este fuese
directamente a la papelera, esperaba a Álvaro en mi Fiat Punto de color
lagarto. Al poco llegó, y una vez dentro del coche se abalanzó sobre mí,
besándome en los labios. -Llevo todo el
día queriendo hacer esto.- Dijo.
-Lo que te dije sobre ser discretos en
la fábrica, muy en serio no te lo tomas ¿verdad?- Protesté
mientras ponía en marcha el coche delante de varios operarios que aún flipaban
con lo que acababan de ver.
-La
verdad, desde que tengo claro que el día menos pensado nos pondrán de patitas
en la calle, no pienso cortarme un pelo, y menos en lo que se refiere a lo que
siento por ti.- Dijo mientras me acariciaba la pierna.
-Tengo
que reconocer que me alegra ese cambio de actitud, pero, no creo que nos echen,
al menos a corto plazo. Esta tarde he tenido una especie de reunión con el
técnico mestizo y no he ha dado la impresión de que nos busque problemas, más
bien al contrario.- Le dije a Álvaro mientras me miraba con cara de
espanto.
-¿Se ha reunido contigo?... y ¿qué
diablos quería?-
Me dijo aterrado.
-Preguntas de rigor, está haciendo un
informe buscando problemas en todos los departamentos y trabajando en la
optimización de cada sección.- Contesté muy seguro de mí mismo. -Por lo visto se ha reunido con todos los
encargados de departamentos y secciones.-
-Pues por lo que he vivido este último
año y medio, tendrá acumulado muchísimo trabajo, porque esta empresa es un
caos.-
Dijo mi chico pelirrojo medio riéndose.
-Jajajajajajaja.- Me puse a reír
a carcajadas. –Es la misma respuesta que
le di yo. Jajajajaja.- No podía parar de reír.
Media hora después llegábamos a casa,
nada más entrar, Álvaro se abalanzó sobre mí y me arrastró hasta la habitación,
una vez allí empezó a sacarme la ropa mientras me abrazaba y besaba con gran pasión,
ante mi sorpresa.
-Llevo todo el día súper cachondo, no
podía esperar a llegar a casa para hacerte el amor.- Dijo mientras
literalmente me arrancaba los pantalones. -Porque
eres muy reacio a hacerlo en la empresa, porque en el descanso de mediodía te
habría pegado un buen repaso en los lavabos del almacén.- Viendo el énfasis
que le ponía… yo me deje hacer.
Fue sexo rápido y pasional, y muy
placentero. Media hora después estábamos en la ducha. A las siete teníamos
visita con el doctor para que nos diese los malditos análisis de las pruebas
del HIV. La verdad es que con todo el follón del fin de semana y el día que
había tenido en la fábrica, se me había olvidado completamente el tema de las
pruebas (cosa que agradecía infinitamente). A las siete estábamos en el centro
ambulatorio esperando nuestro turno para volver a ver al médico de cabecera que
teníamos asignado. Yo tenía la sensación de que estaba transpirando pánico por
todos y cada uno de los poros de mi piel, y por la tensión que transmitía mi
novio, estaba más o menos igual que yo. El médico llevaba mucho retraso en las
visitas y nos hicieron esperar casi tres cuartos de hora que me parecieron
semanas.
Cuando nos tocó el turno, Álvaro
parecía un cadáver, creía que se me desmayaría en cualquier momento. Lo cogí
por el hombro y le dije: -Animo ahora no
nos podemos echar atrás.- Y entramos en la consulta. -Como aun no hayan llegado los resultados y tengamos que esperar otra
semana nos dará un ataque de nervios.- Pensé.
El doctor nos hizo pasar y nos invitó a
sentarnos. -Teníais hora para consultar
los resultados de unas pruebas de HIV ¿verdad?- Nos dijo con tono solemne,
mientras los dos asentíamos con la cabeza. Acto seguido cogió una carpeta que
tenía al lado y fingió leer los resultados en silencio, cerró la carpeta, nos
miró a los ojos y de manera muy seria nos dijo: -Son negativos los dos.- Álvaro y yo respiramos profundo y nos
relajamos de golpe.
-¡BIEN!-
Se le escapó a mi novio en un repentino ataque de euforia, mientras apretaba el
puño contra el pecho en un gesto de victoria, ante la mirada divertida del
doctor. Después nos dio la típica charla sobre las ETS más comunes y los
métodos de prevención, por lo visto el doctor tenía el día simpático y estuvo de
charla con nosotros casi media hora aclarándonos todas las dudas que le
planteamos sobre el SIDA y otras cuestiones relacionadas, y la gente de la sala
de espera, pues eso, que esperase.
El regreso de nuevo a casa, fue mucho
más eufórico. Los dos estábamos pletóricos por la buena nueva. Y empezamos a
hablar enseguida de proyectos de futuro, y sueños irrealizables por parte de
los dos. De algún modo todas estas conversaciones habían quedado aparcadas a la
espera el resultado de los análisis (que tontería). Ya en casa, saqué del
congelador un trozo de pastel que había quedado de alguna de las cenas-barbacoa
del año pasado y una botella de cava de la nevera para celebrar el negativo de
los análisis. Comimos pastel, bebimos cava, nos besamos, nos acariciamos,
comimos más pastel seguimos besándonos y Álvaro me hizo la proposición que me
trastocaría por mucho tiempo: Quería follar a pelo.
-Pero, ¿Te has vuelto loco?- Le dije con
cara te terror.
-¿Qué problema hay? Los dos estamos
limpios, y se supone que no nos vamos a poner los cuernos ¿verdad?- Esa última
afirmación incluía una trampa en la que sin duda tenía que caer si quería
seguir con Álvaro. A partir de ese momento era evidente que tendríamos que
follar siempre a pelo, porque en caso de querer usar protección, significaría
reconocer que le estaba siendo infiel al otro. ¡Qué gran mierda! Odiaba esa
habilidad de mi novio para arrimar el ascua a su sardina. Y entraba en pánico
solo de pensar en que podría estar saliendo con un enorme cabrón infiel y todas
las consecuencias que eso conllevaba.
Me corroían las dudas, ¿podría fiarme
de ese chico? Ya me había demostrado que era muy bueno contando mentiras (casi
tan bueno como yo). ¿Debería aceptar de manera incondicional su promesa de
fidelidad, con la esperanza de que la cumpliría? o que ¿como mínimo me avisaría
del cambio de estatus en nuestra relación cuando decidiese ponerme los cuernos
y serme infiel? Estaba pensando demasiado, y el cava empezaba a hacerme efecto.
Mi chico ya estaba casi desnudo delante de mí, insinuándoseme lascivamente y en
lo único que podía pensar era: -Joder,
pero que rebueno que está este cabronazo.- Y de golpe mi mente se quedó en
blanco y en lo único en lo que pensaba era en atiborrarme hasta hartarme de ese
fruto del deseo que era ese morboso chico pelirrojo.
Posdata:
Curiosamente, las experiencias
traumáticas que recibes en la vida, lejos de hacerte reflexionar para madurar
como persona, hacen aflorar la parte más salvaje y alocada de ti.
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