martes, 12 de julio de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Verónica S3 y un film llamado "Fin de año sangriento".2)

VERONICA S3 Y UN FILM LLAMADO “UN FIN DE AÑO SANGRIENTO”.2

        Uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mi primera infancia era el día de la colada. Mi abuela, una señora hecha a base de tradiciones ancestrales, ese día paralizaba la actividad productiva de la granja. Durante toda la jornada todos los mozos debían estar para su disfrute personal (estoy convencido de que ella disfrutaba enormemente jodiendo la marrana a todo el mundo). Incluso su nuera tenía que dejar todo lo que estaba haciendo para apoyar a la suegra en esa dura faena.
        El día empezaba muy pronto, justo al salir el sol, las dos criadas hervían en un gran puchero las cenizas semanales de la cocina de leña, junto con los aceites y grasas usadas y rancias. En el jarabe resultante se introducía toda la ropa que necesitaba de un trato de limpieza especial (dudo de si realmente eso que utilizaban como desinfectante tuviese alguna utilidad real). Después, los hombres limpiaban las carretillas de la casa y cubrían el cajón con tela de saco. Y con las carretillas llenas de ropa pre-tratada y sin pre-tratar, se organizaba una especie de procesión desde la casa hasta el lavadero del pueblo. Una vez allí se tomaba posesión del tramo de lavadero que les correspondía y empezaba el lavado en público de los trapos de casa. La ropa normal con jabón lagarto y la ropa de la familia con jabón de Marsella. En realidad no dejaba de ser una puesta en escena donde se pretendía dar a entender de manera pública, que todas las mujeres de la casa estaban bien avenidas y que navegaban en el mismo barco de los intereses familiares (que no dejaban de ser los de la suegra). Todo esto se fue al traste cuando entró en casa, de la mano de la nuera, ese monstruo infernal: La lavadora.
         Todos creíamos que uno de los intentos de asesinato más fragantes que vi en mi abuela contra mi madre lo provocó ese artilugio. Pero la realidad era otra, mucho más siniestra. A mi abuela lo que realmente le dolía, era, que públicamente ya no podría demostrar que era dueña de su casa. Estaba convencida de que era y sería la comidilla de todas las mujeres de bien del municipio (a saber, suegras dominantes y cerriles como ella). Al final no tuvo más remedio que aceptar la nueva situación. Pero no se resignó a renunciar a su cuota de poder, y obligó al abuelo a construirle un lavadero acoplado al depósito de acumulación de agua para el regadío del huerto (no podría joder a la nuera, pero seguiría jodiendo al resto de la casa).
        Una de las cosas que recuerdo de mi madre con esa antigua lavadora de carga superior, era verla repasando todos los bolsillos de las camisas y pantalones, colocando todo lo que encontraba en un cestito de mimbre que había en una las ventanas que daban a la terraza cubierta con uralita que usaba de tendedero. Costumbre que tanto a mi padre como a mí nos costó más de un disgusto. Ya que no hay nada que moleste más a una esposa abnegada, que, el que se le oculte dinero o gastos que ella no controla. En mi caso eran monedas que había encontrado por la calle o sisado por casa. Que ella las encontraba junto a los miles de piedras bonitas que acababa recogiendo del suelo. En el caso de mi padre, era el dinero que le ocultaba para sus caprichos y los recibos de compras de objetos, sobretodo licor, que solía beber a escondidas.
        Era treinta de diciembre y Álvaro y yo nos lo habíamos pasado de muerte preparando el show de fin de año para Dragg Issis. Tenía que reconocer que era casi tan manitas como yo a la hora de usar las herramientas de bricolaje. Porque había hecho un trabajo excelente. Y por mi parte sería la primera vez en toda mi carrera que haría un playback sabiéndome de memoria ABSOLUTAMENTE toda la letra de la canción.
        Y llegó el sábado treinta y uno (fin de año). Así como el sábado anterior, al caer en nochebuena, fue un desastre para las cajas de la mayoría de los negocios de la zona. Este sábado pronosticaba que se doblarían las cajas de casi todos locales que abriesen. Al juntarse la caja normal de un sábado corriente con el extra de gente que se apuntaría a celebrar nochevieja. El propietario del PACHA decidió en el último momento que si el local estaba totalmente preparado para abrir, los empleados podrían celebrar nochevieja como y donde quisiesen. Siempre que estuviesen a punto a las dos para trabajar. Eso nos pilló a todos por sorpresa y sin ningún plan previo preparado, acabamos decidiendo juntarnos a la fiesta de empleados de locales nocturnos que tradicionalmente se celebraba en el POMELO’S.
        Allí estábamos todos, las camareras y chicos del PACHA y los empleados de varios de los pubs de copas de la zona, incluso estaba “La Cuca” junto con los tres camareros y el portero del ANARKO, con sus pintas de macarras tatuados.
        Solo faltaba Verónica. –Tendrá algún servicio que atender.- Pensé. Mientras le pedía a Miquel una aspirina para ver si me libraba del dolor de cabeza que me había empezado a dar por la tarde. Álvaro se lo estaba pasando de miedo. Él estaba acostumbrado a las fiestas enlatadas y prefabricadas. Esas en las que pagas entrada y te tienes que buscar la vida, y como no conozcas a nadie te aburres como una ostra. Aquí conocía a casi todo el mundo, y como la mayoría más o menos, venía de algún estudio de arte o teatro, todos tenían historias interesantes que contar.
        A la una y cuarto nos fuimos al PACHA, se suponía que empezábamos a las dos, así que a esa hora Dragg Issis ya tenía que estar a punto. Cuando aparcamos el coche en el parking nos quedamos viendo visiones. Habría unas cien personas haciendo cola esperando a que se abriesen las taquillas para entrar. Sergio, el segurata moreno con pinta de marine, estaba haciendo guardia junto a las taquillas al lado del enorme cartel que anunciaba la apertura de la discoteca a las dos de la madrugada ¡con los mismos precios de un sábado normal! Íbamos a tener un lleno brutal, pues todas las demás discotecas y salas de fiestas habían doblado cuando no triplicado los precios para esa noche.
        A las tres en el PACHA no cabía ni un alma y fuera haciendo cola habría más de trescientas personas que los miembros de la seguridad intentaban contener como podían. Las cajas de la entrada y de las barras parecía que explotarían en cualquier momento y no paraban de llenarse, todos los empleados se esforzaban al máximo y deseaban que empezásemos pronto a actuar para que se relajase un poco la demanda en las barras.
        Empecé yo, llevaba los postizos de lana deshilachada de color rojo, todo encrespado para arriba. Maquillaje habitual en azules de Dragg Issis. Un jersey de licra plateado brillante recortado por debajo del pecho al estilo del sari indio. Con una tela de color burdeos brillante había hecho una funda para las botas de plataforma y la termine en forma de polainas que se sujetaban con un estilizado cinturón del mismo género a la cintura. Bañador plateado al estilo del jersey. Y como no era cuestión de enseñarlo todo a la primera lo cubrí bastante con un corpiño amplio de una tela que simulaba cuero y del que colgaban cds y apliques metálicos. De esta guisa interpreté (diría que de un modo aceptable) el “We don’t need another Hero” de Tina Turner.
        Cuando le tocó el turno a Verónica S3. Que por cierto, llevaba un conjunto de lencería tan atrevido, que temía que en cualquier momento mostraría sus genitales al público. Me dio un fuerte empujón diciéndome: -Aparta patética, y aprende como se hace un show.- Mientras se subía al pódium.
        Decidí que vería la actuación de Verónica S3 desde la barra de Taiana que era la que estaba menos aglomerada, además mi amante pelirrojo me esperaba allí. Su actuación resultó ser una provocativa versión de “Sola” de Marta Sánchez y Ole Ole.
        -Me lo parece a mí o Verónica S3 cada vez actúa más como una stripper de burdel.- Nos dijo Tatiana mientras me servía un wiski con limón y nos ponía un chupito de licor de fresa para los tres. Nos miramos, y le dimos la razón mientras bridábamos con el chupito. Claro, teníamos conocimiento de causa.
        A las cuatro, en mi segunda actuación pusimos en práctica todo lo que habíamos preparado con Álvaro la semana anterior. Mientras Markus desalojaba el pódium, Álvaro y Miquel subían el mueble de recibidor sin puertas, lo cubrían con una colcha antigua de estilo muy retro. Y depositaban, procurando que al público le quedase bien clarito lo que era. La buenísima reproducción en cartón pintado de un piano electrónico, en el que mi amante pelirrojo había trabajado varios días con tanta ilusión y empeño. Abrieron el portalito que cerraba a un lateral la barra de Tatiana y pusieron una pasarela que quedaba casi horizontal desde la barra hasta el pódium.
        Con un antiguo camisón de dormir y algunos encajes, sustraídos de la habitación de los trastos de mi abuela, junto con varias telas blancas de algodón que corrían por casa, hice una versión de camisón de noche al estilo victoriano con muchísimo vuelo. Con los encajes y unas varillas para que quedase tieso, hice un cuello de salamanquesa DI-VI-NO. Todo ello lleno de purpurina dorada que se sujetaba a la ropa gracias a los cuatro botes de laca de pelo que le había aplicado.
        Tal y como había acordado con el disc jockey. Apagó las luces, dejando solo dos focos: uno fijo al piano y otro siguiéndome a mí por la pasarela. Poniendo de fondo ruido de truenos y tormenta. Y en mitad del foco de la pasarela aparecí yo, con el cuello de salamanquesa, los pelos rojos encrespados, el larguísimo camisón blanco brillando con la purpurina, un candelabro con tres velas encendidas y la expresión en la cara de ser un vampiro reencarnado.
        Aluciné, se hizo el silencio en la discoteca. Caminé con paso seguro hasta el pódium. Tomé asiento en el taburete que me habían puesto para tal uso y puse las manos sobre el teclado. El disc jockey puso una versión a “capela” de Love song for a Vampire de Annie Lennox acompañada por un piano, y empecé a fingir que tocaba y cantaba con mi propia voz. En los cuatro minutos que duraba la canción no oí ni un grito, ni un silbido. Cuando acabé,  me levanté pausadamente, hice una reverencia y me volví por la pasarela caminando lentamente. Todo el mundo seguía en silencio. De golpe toda la discoteca explotó en un aplauso y en gritos de júbilo. ¡Se lo habían tragado! La puesta en escena había sido tan buena que creían que había sido en directo y a viva voz.
         El resto de la noche ya fue intrascendente, Verónica S3 siguió con su petardeo con lencería, y mi última actuación fue en plan apoteosis con las polainas el bañador, el sari y un poco de bisutería. Cuando acabé mi última actuación,  me sujeté con Álvaro, pues me sentía un poco mareado. -Creo que he bebido un poco más de la cuenta.- Le dije.
        Álvaro me puso la mano en la frente. -Estás ardiendo, tú lo que tienes es fiebre.- Me dijo preocupado. Le pidió ayuda a Miquel para que me acompañase al coche mientras él recogía las cosas de Dragg Issis del camerino.
        Cuál fue su sorpresa cuando encontró en el camerino a Verónica S3 fuera de sí y gritando como una posesa, destrozando el maravilloso camisón de noche y el teclado en el que él tanto había trabajado. Llamó a Marcus para que la controlara mientras recogía como podía mis cosas del suelo.
         Me llevaron a casa, Álvaro conducía mi coche y Miquel nos seguía detrás. Ya en casa mientras iban desmontando a Dragg Issis, mi chico me puso un termómetro en la axila y me tumbó en el sofá. Al poco descubrieron que estaba a treinta y nueve de fiebre y decidieron meterme en la bañera con agua fría. Mientras, me prepararon un combinado de aspirina fuerte y vitamina C. con zumo de naranja. Había pillado la gripe.
        Durante cuatro días, casi no me moví de la cama, solo cuando las aspirinas me lo permitían, me desplazaba al sofá. En todos esos días mi chico pelirrojo ejerció tanto de madre, como de enfermera y esposa abnegada. Cuidándome de un modo que creo que no me merecía.
        Al quinto día, y viendo que la ropa sucia se nos estaba amontonando por todas partes. Álvaro decidió que había llegado el momento de activar un buen zafarrancho de limpieza. Recogió toda la ropa y la llevó a la cocina, donde, tal y como debió aprender de su madre repasó todos los bolsillos, no fuese el caso que hubiera algún documento importante. Y puso la lavadora en marcha. Sin duda alguna le llamaría la atención el papel doblado que encontró en la chaqueta del uniforme gris de trabajo. Y más le sorprendería el leer en el papel la carta de despedida a su amante del Sr. Hikaru Yamahaka.
        Cuando me la mostró con cara muy enojada, exigiendo algún tipo explicación. Me di cuenta de que me había olvidado completamente de la carta y que la había paseado por todos los sitios de la fábrica desde martes, juntamente con el enorme fajo de billetes que tenía dentro de un sobre en la mochila donde guardaba los maquillajes de Dragg Issis. -¡Mierda! En algún momento debería de acabársete la buena suerte.- Pensé abatido.
        Decidí contarle parte de la verdad (la parte que creía que le sería soportable). Me escuchó en silencio, después, cogió algunas cosas y se fue. De hecho era la noche de Reyes y en casa de sus padres se reunían sus hermanos junto con los sobrinos para repartir los regalos de la fiesta de Reyes Magos.
       Me quede solo. A los efectos de la gripe se sumaron el desasosiego por lo sucedido. Al entrar en el taller pude descubrir el nivel de los destrozos que Verónica había hecho a los complementos de Dragg Issis.
        -Hasta aquí hemos llegado.- Me dije a mi mismo. Mientras miraba los desgarrones que sus pisotones habían hecho en el  falso piano electrónico de cartón y los trasquilones en mi ropa.
        -No es justo, con lo que Álvaro había trabajado en esto, que tenga que verlo así.- Y en ese momento decidí que se había acabado el darle cancha a Verónica.
       A las seis de la tarde, me abrigué y salí a la calle para demostrarle con quien se estaba metiendo ese proyecto de travesti con mala leche. Todo el pueblo estaba de fiesta siguiendo la cabalgata de los Reyes Magos. Crucé la cabalgata intentando no pisar a los niños que se afanaban en recoger los caramelos que caían por el suelo. Pasé entre infinidad de padres con niños pequeños en sus brazos y cogidos de las manos hasta que, una vez dejada la cabalgata lejos, estuve delante de mi objetivo. Entré en tromba en el ANARKO. Me salió al paso uno de los macarra-camareros diciendo: -Eeeeh que aún no está abierto al público.-
       -No vengo de cliente.- Lo aparté mientras me dirigía a “La Cuca”. -A ver, nadie que te conoce tiene los cojones de decírtelo a la cara, aunque se descojonan a tu salud a tus espaldas.- “La Cuca” me miraba con ojos como platos (más de lo normal en él). -La Verónica se ha metido a trabajar de puta travestida en el “BAHIA”, y por cierto, el tratamiento de hormonas que se mete la está volviendo completamente majara.- Después de soltar el bombazo, me di la media vuelta y me volví para casa.
        Al llegar a casa, me encerré en el taller y me puse a arreglar el trabajo de Álvaro. No sé por qué, pero estaba convencido de que si conseguía reconstruir el falso piano y lograba que quedase tal y como él lo había dejado, nada de lo sucedido habría pasado o tendría alguna importancia.
        A las dos de la madrugada llegó. Me encontró en el taller, con el piano casi reconstruido. Me miró muy serio y me dijo: -Vamos al sofá, tenemos que hablar.-
        -En el futuro, si hay algo que me ocultas, prefiero enterarme de tu boca. Y no tener que llegar a conclusiones por las pistas que te vayas olvidando por la casa.- Me dijo mientras nos sentábamos. -Otra cosa, no tengo ni idea de si les ha gustado el regalo que les he hecho a mis padres y a mis hermanos.-
        -¿Que les has regalado?- Le pregunté con curiosidad.
        -Mi salida del armario.- Me dijo muy serio. -Les he contado que soy gay y que llevo tres semanas viviendo contigo.-
        -¡Vaya! ¿Y cómo se lo han tomado?- respondí.
        -Estamos invitados este domingo a comer a casa de mis padres, quieren conocerte.- Sentenció. Mientras a mí se me hacía un nudo en la garganta. –Otra cosa, si tienes alguna cosa importante que creas que debo de saber, estaría bien que me la cuentes.-
        Decidí que, ya que ahora y de golpe, habíamos cambiado de estatus, de follamigos a pareja formal. Había unas cuantas cosas que debía de saber.


        Posdata:
        En ese momento me di cuenta, de que verdaderamente, estaba saliendo con mi madre. Y no tenía nada claro si eso me reconfortaba o me acongojaba.








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