DRAGG
ISIS, YO MISMO Y UN SEÑOR ASIÁTICO.
Tal y como os conté con anterioridad,
durante los años que ejercí como Dragg Issis, conjugaba mi trabajo entre semana
en una fábrica de una multinacional japonesa con mis actuaciones sobre el
pódium del “PACHA”.
Gracias a la amistad que mantenía con
Andrea, que era la presidenta del comité sindical de la empresa japonesa, fui
de los primeros empleados en estar al día de los nefastos resultados de la
política de externalización de la producción a la que tan alegremente se había
apuntado la dirección siguiendo los dictados de los gurús económicos del
momento.
Básicamente esa externalización
consistía en parar las cadenas auxiliares de producción del complejo japonés y
las piezas que se montaban allí se llevaban a montar a “pseudo
fabricas-talleres clandestinos”, donde la mano de obra cualificada brillaba por
su ausencia (de hecho todos los empleados eran inmigrantes sin papeles a los
que se les pagaba una miseria). El resultado era que, al menos en el papel, se
conseguía una rebaja en los costes de producción.
La realidad era que esos talleres
estaban controlados por los propios directivos españoles y en toda la operación
se llevaban unas suculentas comisiones.
Aunque toda esta operación tenía un
problemilla con el que no habían contado: la calidad del producto final era la
que se podía esperar en un proceso de fabricación realizado en esas
condiciones, es decir no se acercaba ni de lejos a los mínimos que exigía la
marca japonesa.
A la empresa matriz japonesa se le
había vendido la panacea de haber conseguido una rebaja de costes en la
producción, pero todo lo que eran alabanzas al principio se volvieron en quejas
y protestas a la vista del deficiente nivel de calidad del producto resultante.
-Va
a venir un equipo de inspección de la empresa madre.- Me dijo con tono
preocupado Andrea.
-Fantástico.- Le dije en tono
eufórico. -A ver si por fin les dan bien
por el culo a estos piratas que tenemos por directivos.- Añadí.
-Yo no estaría tan eufórico.- Insistió con su
tono de preocupación. -Como no se vayan
satisfechos son capaces de cerrar la fábrica y llevársela a otro país.-
-Hmmm.- Pensé. –Un par de años en el paro es lo que me
haría falta para poder acabar mis estudios de arte.- Y acto seguido decidí
cambiar la cara de complacencia no fuese a ser que Andrea sospechase de que me
alegraba en exceso esa posibilidad.
Tal y como hacía en estas situaciones,
no le di más importancia y seguí tomándome el café. Estaba convencido de que
unos cuantos japoneses pululando por la fábrica no alterarían de manera
sustancial mi existencia.
Ese sábado por la noche en el “PACHA”,
Dragg Issis se subió del todo arriba. Había hecho una especie de kimono con
unas cortinas que encontré por casa y con una tela de terciopelo rojo le había
hecho un ribete en las mangas, en el cuello y en una especie de cinturón con
lazo a la espalda. Al maquillaje habitual le añadí unos postizos hechos con
lana deshilachada simulando un moño a lo japonesa que me quedo di-vi-no.
Acompañaba por debajo toda la bisutería que yo mismo realizaba con complementos
de ferretería y menaje del hogar, 100 gramos de purpurina dorada, laca y los
plataformones blancos remataban el conjunto. Todo eso para lucir la canción
“Fly little bird” de Annie Lennox (la verdad es que lo clavé).
Al bajar del pódium, aun deslumbrado
por los focos, se me acerco Markus (el segurata rubio) y me dijo con tono muy serio:
-Acompáñame a la zona VIP, hay alguien
que quiere hablar contigo.-
Lo seguí ante la cara extrañada de
Verónica S3, que me hacía ademanes encogiendo los hombros.
-Son un grupo de asiáticos que han
pedido ser tratados como clientes VIP, están gastando pasta a mansalva, así que
les sigues el rollo un rato y ya está.-
Me dijo al entrar en la zona VIP. –Aaah
y ya que estas pide lo más caro de la carta.- Añadió guiñándome el ojo.
-Vamos, que ahora además de Dragg Queen
voy a tener que hacer de chica de alterne.- Le dije refunfuñando.
-Bueno, de hecho es solo uno de los
asiáticos, te ha visto actuar y ha pedido conocerte.- Me dijo Markus
mientras se ponía al lado de la puerta y adoptaba la postura de matón de
discoteca.
La sala VIP era un anexo medio terraza medio discoteca que quedaba un
piso por encima dentro de la sala, era como una especie de palco desde donde
podías ver todo lo que sucedía en la pista de baile y en la zona de los
jardines donde estaba la coctelería chill out.
Había un grupo de gente ocupando los
cinco sofás, hechos de algún material parecido al cuero blanco. Me pareció
contar unos diez hombres y unas seis o siete chicas muy jóvenes. Me di cuenta
enseguida de que las chicas eran profesionales del sexo, pero no de las de
treinta euros el servicio, no, estas eran de las que por menos de seiscientos
euros no salían de casa. Había dos chicas que hablaban algo parecido al japonés
y las otras hablaban todas en inglés. Casi todos los hombres parecían asiáticos
menos tres que era evidente que eran europeos.
Uno de los hombres al verme se separó
del grupo, seguido de una de las chicas y cuando estuvo a mi altura le dijo
algo en inglés al oído. La chica se acercó a mí y me lo tradujo: -El Sr Yamahaka desea expresarle su
satisfacción y felicidad por la representación que acabas de realizar.- Ese
hombre, acto seguido, me hizo el típico saludo japonés inclinando la cabeza y
el cuerpo, a lo que a mí solo se me ocurrió corresponderle con el saludo
budista y un entrecortado “namaste” al tiempo que juntaba las manos.
Me miró con ojos de plato y sonrió de
oreja a oreja, acto seguido le preguntó en ingles a la traductora como debía
dirigírseme, dudaba entre si debía tratarme como hombre o como mujer. Sin
esperar a que la chica me tradujese le contesté con mi inglés de pueblo: -Puede usted tratarme como hombre si lo
desea, o como el personaje que interpreto o como el chico que hay debajo del
maquillaje.- Volvió a sonreír de oreja a oreja y desde ese momento, al
percatarse de que nos podíamos comunicar en inglés, ignoró por completo a la
chica que hacía de interprete.
-Desearía compartir contigo una copa
de champan para agradecerte el buen rato que he pasado viendo tu actuación.- Me dijo el Sr.
Yamahaka mientras me guiaba hacia el balcón que daba a los jardines, haciéndole
una señal con la mano a los hombres europeos. Fue en ese momento cuando me
percaté de que el hombre que estaba descorchando una carísima botella de
Moet-Chandon era el jefe de personal de la empresa multinacional donde
trabajaba entresemana y era evidentísimo que debajo del maquillaje, el pelucón
y los plataformones no me había reconocido.
Nos tomamos la copa de champagne e
hizo que me prepararan un vaso de wiski on the roks, por cierto un wiski de
doce años carísimo de la muerte que los japoneses bebían como agua, y hablamos
un buen rato.
Hablamos de su país, de mi país, de
mí, del personaje que interpretaba, me conto cosas del teatro tradicional
japonés “kabuki”, al cual era muy aficionado, y por lo que parece había clavado
los pasos de un baile que ellos llaman Shirabyōshi o algo así. Hablamos hasta
que me toco hacer mi última actuación de la noche, a la que me dirigí con tres
copas de champagne y dos wiskis de doce años de más. Estoy convencido de que
esa actuación no fue un espectáculo excesivamente memorable.
Después: Paseíllo por la discoteca,
hablar con uno y con el otro, besos, felicitaciones y fotos junto a Verónica S3
con los clientes que lo desearan y al
camerino a desmaquillarnos y a vestirnos de calle. Y como no, esperando en la
puerta del camerino estaba el Sr. Yamahaka.
-Si
es posible, desearía que me acompañaras a mi hotel.- Me preguntó con una
educación exquisita.
A lo que respondí: -Es posible que lo que vea que hay debajo del maquillaje no sea de su
agrado.-
-Estoy dispuesto a correr ese riesgo.- Me respondió
muy seguro de sí mismo.
En el camerino Verónica S3 no se podía
aguantar la risa… ni la lengua. –Vaya,
sales de una mala relación y te metes de cabeza en otro fregao.- Por un
momento pensé en lo mal que me lo había pasado con el desastre que acabo siendo
mi relación con Jordi, pero me dije: -¿Qué
coño?, un clavo saca otro clavo, y el japonés está pero que muy bueno.-
Mire a Julio con la cara de indiferencia con la que lo miraba últimamente y le
increpe: -Ocúpate de tus fregaos que yo
ya me ocupare de los míos.-
Una vez desmaquillado y con ropa de
calle salí a su encuentro, nervioso ante la posibilidad de no ser lo que él
estuviese esperando. Lo encontré donde lo deje.
-¿Sr Yamahaka?- Le dije en un
patético intento de parecer seguro de mí mismo.
-Así que este es el chico que se
esconde debajo del artista.- Me dijo sonriendo. –Encantado de conocerlo.- Y haciendo un gesto con la mano me invito
a seguirlo.
Fuera nos estaba esperando un coche de
alta gama con conductor, al arrancar y alejarnos pude ver desde la ventana del
automóvil a Julio con lo que parecía la cara de alguien muriéndose de envidia.
En media hora estábamos en uno de los
hoteles más lujosos de la capital de provincia, la verdad es que la suite en la
que estaba alojado era el doble que toda mi casa, con una terraza que tenía
unas vistas brutales al casco antiguo de la ciudad de Gerona. Mientras estaba
ensimismado mirando las vistas se me acercó por detrás y me acarició el cuello,
después lentamente me besó.
Creo que durante la noche me darían
algún tipo de droga, ya que yo no soy dado a las emociones intensas, pero, no
sé si sería la química de ese hombre o que yo estaba más cachondo que una perra
en celo, que sentí la necesidad de dejarme llevar y permitirle que le hiciese
todas las perrerías que se le ocurriesen a mi cuerpo. Y eso hizo, vamos si lo
hizo, hicimos el amor en todas las posturas imaginables, las posibles y las
imposibles, en la terraza, en la bañera (DIOOOS, fue mi primer yacusi… y fue
AAAARGHH de guay). Duró hasta pasadas las diez de la mañana que nos quedamos
dormidos y exhaustos.
Despertamos a las cinco de la tarde,
hambrientos y cachondos, follamos hasta hartarnos y después me invitó a comer,
o cenar (la verdad es que no sé qué comida del día tocaba). Cena de lujo en uno
de los mejores restaurantes del centro y después un par de cocteles en el local
de moda de la ciudad… y a las once y media estábamos de nuevo en el hotel
retozando como si el mundo acabase mañana.
Fue entonces cuando le conté que yo
tendría que ausentarme a las cinco de la mañana, ya que empezaba a trabajar a
las seis. En ese momento me comunicó que
él estaría por dos semanas haciendo unos negocios en la zona y que deseaba (me
encantó como lo dijo) que fuese su amante por ese tiempo.
Acepté con una condición: que
respetase mis horarios de trabajo.
Y así me convertí en el amante
temporal de un señor japonés, la situación me provocaba un morbo fantástico.
Quedamos en volver a vernos a las nueve de la noche del día siguiente y yo me
puse el despertador a las cinco.
No pude dormir ni un par de horas,
estaba eufórico, no podía creerme lo que estaba sucediéndome, y solo de pensar en todo lo que podría hacer
con ese hombre me excitaba de mala manera. En ese momento me di cuenta que
tenía mi coche a cuarenta kilometros, en el parking de la discoteca y si el
lunes quería llegar al trabajo a tiempo no tendría más remedio que llamar a un
taxi. -Mierda, espero llevar suficiente
dinero para poder pagarlo.- Pensé antes de dormirme.
Posdata:
Haciendo mío un célebre lema de mi
querida amiga Nuria:
Mi vida sexual se divide en dos: A
antes del asiático y B después del asiático.
Imagen por Mario Patiño
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