miércoles, 22 de noviembre de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Sueño, cotilleos y la Verbena de San Juan)

SUEÑO, COTILLEOS Y LA BERBENA DE SAN JUAN.

        La principal excusa para hacer una barbacoa el jueves veintidós de junio no era otra que el viernes veintitrés, día de la verbena de San Juan, a Darío y a mí nos tocaba trabajar en el PACHA. De hecho, la mayoría de los invitados tenía compromisos para la noche más corta del año, y el único día en el que todos coincidían que tenían libre era el jueves. Además, el que Miquel y su novio estuviesen pululando por la región se juntaba con el hecho de que, desde semana santa no habíamos realizado ninguna barbacoa nocturna y ya tocaba.
        Después de la gran revelación en la barbacoa de la noche anterior, donde que Álvaro me dejó bien claro cuáles fueron los motivos que provocaron el que, de la noche a la mañana me sustituyese como pareja por Klaus-Hiro Yamahaka y que, sin duda, se resumían perfecta y claramente en uno solo: -Ya no siento nada por ti y ahora ese otro lo es todo para mí.- Comprenderéis que, a pesar de estar completamente rendido, no pegase ojo en toda la noche.
        Llevaría dormido unas dos horas cuando sonó el despertador a las seis y media. Como un zombi me arrastre hasta la ducha donde aposté por el agua fría para buscar una reacción extrema que lograse sacarme del trance en el que estaba sumido. Era el segundo día que empezaba en la fábrica con el súper combinado de cafeína y el cachondeo de las mosqueteras por los motivos que podrían inducirme a perder el sueño empezaban a ser de lo más molestos.
        Estaba convencido de que durante el viernes, cada vez que viese a mi expareja, me vendrían a la cabeza las lapidarias palabras que me dijo la noche anterior, durante la maldita barbacoa que hicimos en casa. Y sinceramente, la idea de aceptar que una sola sesión de sexo con el mestizo rubio hubiese provocado un terremoto de proporciones bíblicas en los sentimientos que el pelirrojo sentía hacia mí, se me hacía totalmente irreal.
        Pero la realidad era terca, y se imponía ante mí: Álvaro era ahora el flamante novio o amante (aun no lo tenía claro) del Director General de la empresa. Y a mí me tocaba aceptarlo y asumirlo, más que nada por una cuestión de salud mental, porque como siguiese dándole vueltas a ese tema, acabaría volviéndome completamente loco.
        El viernes pasó lentamente, daba la sensación de que nunca llegarían las cinco de la tarde, porque ese día más que nunca necesitaba llegar a casa para ponerme en la cama y hacer una siesta de tres horas antes de irme al PACHA y poder ser Dragg Issis en condiciones.
        Después de una mañana eterna, a la hora del almuerzo, volvieron a aparecer por el comedor los mismos personajes del día anterior: la chica japonesa y el chico del pelo color azul celeste, acompañados de nuevo por Andrea y Dolores. Esta vez pasaron más desapercibidos, o por lo menos eso parecía, ya que los compañeros que estaban comiendo no se giraron en bloque para mirarlos. El departamento al que estaban asignados esos nuevos técnicos parecía ser el secreto más bien guardado de la empresa, tanto que ni tan siquiera Rosita había conseguido la más mínima información al respecto de Andrea. Yo tenía mi propia teoría al respecto: Sin duda alguna su presencia en la fábrica tenía que ver con los nuevos modelos a fabricar en los próximos años. No era casualidad que apareciesen por aquí justo en el momento en que el almacén de fabricación rebosaba de nuevos componentes a punto de caramelo para empezar la fabricación en serie.
        Pero mis teorías al respecto estaban a punto de cambiar radicalmente, y empezaría a cuestionármelas ese viernes por la noche en el PACHA.
        De la sesión del viernes empezaré destacando que después de una reparadora siesta de tres horas, di la bienvenida a María a sus diez días de prueba como aspirante a camarera en la discoteca. El Sr. Roure decidió que para que la chica no se estresase excesivamente en su primer día, el primer contacto lo hiciese en la Barra Chill-Out de la terraza haciendo de apoyo a Irene. Lo que, a efectos prácticos, significaba que la mosquetera, que se había puesto monísima para la ocasión, empezaría a trabajar en el peor día del año: La verbena de San Juan. La verdad era que si sobrevivía a esta noche y aun le quedaban ganas de seguir trabajando de camarera, tendría el trabajo asegurado en el PACHA.
        Decidí ponerme divinísima para esa noche tan especial, así que tiré de mis mejores galas. La sorpresa la tuve cuando descubrí que había engordado desde el año anterior y me resultaba imposible ajustarme el corpiño del vestido estival sin morir asfixiado. -¡Mierda! tendría que retocar todos mis vestidos del verano.- Pensé mientras cogía el maletín de primeros auxilios de costurera y ferretería (versión Dragg Queen). Después de solventar el engorro gracias a mi pericia en el arte de coser y mover botones, me calcé de nuevo el corsé con el enorme vuelo trasero de tela estampada en imitación de piel de lagarto que iba a juego con los guantes y las botas de plataforma. Un enorme pelucón muy crepado de color azul, un bañador tipo pantaloncito plateado y muchas cadenas y accesorios de color metal completaban el maquillaje en azules y purpurina brillante de Dragg Issis.
        Al subirnos a la limusina me dio la sensación de que cada día éramos más gente en el recorrido promocional. A los habituales de siempre: Darío, los dos seguratas, Tatiana y las dos Draggs se nos habían acoplado María, Bruno y Fabián, los dos strippers. El propietario, creo que acertadamente, había incluido a María en el equipo de publicidad, ya que no iba a pagarla durante los días de prueba, por lo menos le daba la opción de cobrar las comisiones por publicidad y le pagaba la cena. El problema lo tendríamos a la hora de ir a cenar a la “Yaya Pepa”, sin duda alguna el local estaría petado y a Alfredo no le haría ninguna gracia el tener que prescindir de una mesa para diez personas el día de más trabajo del año. De hecho llevaba notando cierta hostilidad por parte de los encargados de los locales propiedad del Sr. Roure desde que éramos tantos a cenar. Sobre todo desde que a principios de junio parecía que con el buen tiempo de los fines de semana la gente solía salir más de fiesta. Me empezaba a molestar que los sábados siempre tuviésemos que comer en la mesa de al lado de la puerta del cuarto de baño.
        Alfredo nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja, ese bonachón nos había reservado una gran mesa frente al ventanal para que todo el mundo que pasase por la calle viese al espectáculo de Draggs que había dentro. Tenía el resto del restaurante transformado en una enorme verbena de mesa única, donde los participantes ya habían empezado a cenar. Me di cuenta de que el generoso encargado esperaba que a los postres nos arrancásemos con unos cuantos playbacks y así le amenizásemos la fiesta que tenía organizada. Como la clientela tenía contratado un menú cerrado de escándalo, a nosotros nos sirvieron lo mismo, más que nada para no empezar a marear a la cocina con platos de la carta. Yo estaba sufriendo por el aguante del apaño que había hecho en los botones del vestido si es que me atrevía a comerme todo lo que nos estaban sirviendo, y el resto del grupo… se puso las botas.
        Cuatro actuaciones y muchos chupitos después, empezamos el circuito de los Pubs y el reparto de invitaciones. Mientras hacíamos el loco por la calle comercial e íbamos de un bar a otro, me fijé que esa noche también inauguraban las discotecas de temporada de verano. Vi bastante publicidad del ALEXANDRA’S, un local que presumía de ser la discoteca más elitista del verano en la zona. No dejaba de ser una enorme terraza sobre el mar en un extremo de la playa con una pista de baile escondida dentro de una gruta natural, combinaba la música Chill-Out i Ambient con el Hause de moda del momento en la sala del interior. Todo aquel que pretendía ser alguien en la región tenía que asistir como mínimo una vez a la semana a las glamurosas fiestas que montaban los promotores, donde pagabas una fortuna por entrar y por cada copa.
        El otro local de temporada, y este sí que me preocupaba, era LONDONER. Siempre había sido una competencia directa del PACHA y para este verano en los carteles de promoción prometían traer lo mejorcito de la isla blanca. Durante todo el trayecto promocional estuve pendiente por si veía más Dragg Queens o chulazos y chulazas tipo gogos del estilo del SPACE, AMNESIA o Disco Ku (el actual PRIVILEGE de Ibiza), aunque, a las dos y media de la madrugada, mientras regresábamos al PACHA nada me hacía pensar que, a veinticuatro de junio, hubiese mucho de Ibiza rondando por ese municipio de la Costa Brava.
        A eso de las tres y cuarto a la discoteca le faltaría poco para tener el aforo permitido completo. Los dos strippers se estaban discutiendo para saber cuál de los dos iba a actuar. Por lo visto había habido un error y la agencia que los contrataba había enviado a dos “boys” como cada viernes, cuando el Sr. Roure había pedido explícitamente solamente uno y solo para una actuación, como si se tratase de un sábado normal. Al final se pusieron de acuerdo en hacer una sola actuación pero con los dos strippers juntos, repartiéndose el sueldo y trabajando por la mitad de su tarifa normal.
        Cuando le toco actuar a Dragg Essencia a eso de las cuatro de la madrugada, el local sin duda alguna ya estaba con el aforo completo… y aún seguía entrando gente al mismo ritmo. En media hora sería imposible moverse por la discoteca. Las barras trabajaban a toda máquina y los camareros deseaban que empezásemos las actuaciones para tener un respiro. Juan, con un vestido al estilo retro-dragg se marcó una versión discotequera de “Puente hasta Mallorca” de “Los Mismos”. Me sorprendió muchísimo la buena acogida que tuvo entre el público su versión de una canción tan antigua. Acto seguido, yo destripé el “You Oughta Know” de Alanis Morrisette, alucinando por la entrega de la concurrencia a la hora de corear la canción.
        Tal y como habíamos acordado, después de las primeras actuaciones, nos reunimos Dragg Essencia y yo en el camerino para coger una gran coca de San Juan cortada a cachitos cada uno y repartirlas entre los clientes que deseasen picar un trozo. Mientras Juan se recorría el fotocool y la barra principal y me dirigí a la barra de Tatiana y la terraza Chill-Out y de paso echar un vistazo a María para ver qué tal le iba con Irene.
        Aunque en la terraza había mucha gente, no tenía nada que ver con la masificación que había en el interior de la discoteca. Parecía que María se desenvolvía bien y estaba sacando partido a las clases de coctelería que le había dado durante los descansos en la fábrica. La verdad es que tenía cierto morbo el ver a una mujer ejerciendo de coctelera, un oficio normalmente reservado a hombres. Siguiendo con el propósito que me había llevado allí, ofrecí el pastel relleno de crema a los clientes que ocupaban los reservados de la terraza. Al llegar al reservado que quedaba detrás de la barra entendí el porqué de las señas que me estaba haciendo María desde que me vio entrar en su zona. Ocupando los sofás de mimbre acolchados y alrededor de dos botellas de wiski de doce años carísimo y un bol lleno de hielo estaban Klaus-Hiro, Álvaro, el Sr. Kaneda, el chico del pelo azul y la chica japonesa. Al verme aparecer con la bandeja, repartiendo coca de San Juan me saludaron muy efusivamente insistiendo en que me sentase con ellos. Después de dejar la bandeja sobre la barra delante de una apuradísima María que no daba crédito a lo que veía, me senté con ellos y me serví un buen lingotazo de ese carísimo wiski. Total, si tenía que soportar la incomodidad que suponía el que todos los directivos de la multinacional japonesa me viesen con el culo al aire y montado sobre los plataformones, haría que la cuenta les saliese lo más cara posible. Aunque le temía al lunes… por suerte no tenía que verlos desde mi puesto de trabajo.
        Me presentaron a Makoto y Kaede. Los dos hablaban en inglés, la verdad es que disponía de muy poco tiempo para dedicarles, y Makoto, el chico del pelo azul, parecía estar alucinando conmigo. No paraba de decirme lo maravilloso que era mi atuendo y lo genial que había actuado en el escenario. No paraba de pedirle a Kaede, la chica, que nos hiciese fotos los dos juntos.
        Me interesé por su curioso pelo azul celeste y me contó que trabajaba para muchas revistas de moda y tendencias como crítico de Manga, Anime y culturas suburbanas. Por lo que pude entender, su trabajo lo obligaba a asistir a casi todas las ferias de comic y manga de cierta relevancia en cualquier lugar del planeta. Solía ir disfrazado de un personaje de un comic muy famoso en Japón y que yo desconocía completamente. Como el personaje en concreto tenía ese color de pelo, y no encontraba ninguna peluca que le pareciese lo suficientemente convincente, optó por dejarse crecer el pelo y teñírselo. -Con un par de huevos.- Pensé yo.
        Makoto me monopolizó por completo hasta que tuve que regresar a la pista de baile pues ya nos tocaba realizar la segunda actuación. Me quedé con las ganas de saber alguna cosa de la chica japonesa. Para llegar al pódium me las vi y me las deseé. Darío y Tatiana, completamente superados por el excedente de trabajo a consecuencia de la multitud que pretendía tomar una copa, nos guardaban el micrófono inalámbrico en la barra para evitarnos el tener que cruzar la multitud que literalmente ocupaba el local para ir a la cabina del Disk-hockey y presentar el show desde allí. Verdaderamente, los chicos de la puerta se estaban pasado el aforo del local por el arco de triunfo, porque daba la sensación que en el local había el doble de la gente que la ley y el sentido común permitía. Sin duda alguna el Sr. Roure se estaría frotando las manos con la millonaria caja que se estaba haciendo esa noche.
        Dragg Essencia interpretó (por enésima vez) el “Sobreviviré” de Monica Naranjo y yo, ya sin toda la parafernalia del corpiño y las mangas (el calor era insoportable) me arranque con el “Simply The Best” de Tina Turner. Eran las cuatro y media y las barras no daban abasto. Me fue imposible volver a la terraza, además después de la segunda actuación teníamos que hacer una sesión de fotocool y la cola de la clientela que deseaba hacerse una foto con las Draggs y los strippers parecía que no tenía fin.
        El fotocool era otra forma de ganar dinero que se habían montado entre el propietario y un fotógrafo amigo suyo. Básicamente consistía en un fotógrafo que sacaba fotos a la clientela bailando, junto a las Draggs, en las barras o durante toda la noche. Una vez reveladas, las fotos se exponían con un número adjudicado a cada una de ellas en el largo pasillo que iba desde las taquillas hasta los lavabos y la entrada de la sala principal. Los clientes chequeaban las fotos buscando las que aparecían ellos y podían encargarlas, pagando por adelantado, para el fin de semana siguiente. Este negocio funcionó de maravilla hasta que aparecieron las cámaras digitales y los móviles con cámara.
        A las cinco y media, cuando pude acceder de nuevo a la terraza Chill-Out, mis jefes y sus acompañantes ya no estaban. Un poco decepcionado me acerqué a la barra y le pedí un wiski con limón a María. -Que jeta que tienes, te has metido un wiski de a tres mil pesetas la copa, de la botella de los jefes y ni te has inmutado.- Dijo mi amiga completamente escandalizada.
        Sin hacer el más mínimo caso al comentario de María me dirigí a Irene: -¿Cómo le ha ido?- Le pregunté. -¿Ya tenemos nueva camarera en el PACHA?- Dije intentando saber cómo había reaccionado al contacto con la clientela durante la noche su nueva asistente de barra.
        -Se desenvuelve bien, y sabe hacer cocteles. Solo necesita coger algo de tablas.- Me dijo Irene.
        -No es excesivamente complicado.- Añadió María.
        -Mhhh… Lo que has hecho aquí, lo multiplicas por cien y sabrás como es el trabajo de las barras del interior.- Dije mirándola siniestramente.
        -Creo que podría hacerlo.- Me contestó con tono desafiante.
        -Ok lo tendré en cuenta.- Dije, mientras tomaba mi copa y regresaba a la sala principal.
        Casi eran las seis de la madrugada, y aunque la clientela había descendido muchísimo, aun daba la sensación de que la discoteca estaba muy concurrida, sin duda alguna ese día trabajaríamos hasta bien entradas las siete de la madrugada. Me acerqué a la entrada y desde la puerta pude ver a lo lejos, entre los bloques de pisos de la primera línea de mar, como el sol incendiaba el mar a medida que aparecía en el horizonte.
        -¿Volveréis a actuar?- Me preguntó Markus, poniéndose a mi lado mirando el horizonte.
        -Yo a las seis me transformo en calabaza.- Le dije con tono irónico mientras veía como los clientes salían con las bebidas en vasos de plástico y se sentaban en la escalinata de la puerta de la discoteca para ver nacer el nuevo día. -Pregúntale a Juan, si a él le apetece actuar de nuevo… pues que lo haga.- Dicho eso, ninguno de los dos nos movimos hasta que el sol estuvo unos quince centímetros por sobre la línea del horizonte del mar.
        A eso de las siete y media, cuando la música cesó y las barras dejaron de servir. Juan y yo ya corríamos por la sala sin el maquillaje ni las galas de Dragg. La barra de la terraza hacía más de una hora que había cerrado y tanto Irene como María ayudaban a rellenar las neveras y las estanterías a las demás barras. Cuando Darío terminó, salió de la barra y de un salto me abrazó y me beso en los labios… ante los atónitos ojos de mi compañera de la empresa multinacional, que no daba crédito a lo que veía.
        -Ah… antes de que la imaginación se te vaya de las manos. Que sepas que Álvaro está liado con el Director General y este es mi actual pareja.- Le dije a María, que estaba flipando en colores.
        -Ahora lo entiendo todo.- Dijo mi amiga muy sorprendida.
        -Y otra cosa. De todo esto que acabas de descubrir, a las demás mosqueteras ni una palabra, y a Rosita menos ¿De acuerdo?- Añadí muy serio. -Ya me está superando el que mi vida privada esté en boca de todos los directivos de la empresa, como para que además todo el resto de los compañeros estén informados de todo lo que hago.- Aunque estaba convencido que el esperar ese tipo de lealtad de mi amiga era una ilusión… Todo eso se sabría en un en decir veintidós.


        Posdata:
        Mi abuela decía: nunca es suficiente con tener la boca cerrada para que un secreto siga siéndolo. Al final siempre acabas cagándola.


        Imagen Eriko Stark.




No hay comentarios:

Publicar un comentario