martes, 7 de junio de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japonés.6)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONÉS.6 (viernes)

        El viernes por la mañana, repetimos el ritual de cada mañana: ducha, desayuno, achuchones, besos y viaje a toda leche hasta la fábrica. Cafetito con las chicas en la sala de descanso y no pienso ni mencionar la gimnasia porque me produce tedio solo de recordarlo. Cuando me dirigía al almacén de calidad se me acopló Álvaro e hicimos juntos los veinte metros que separaban las dos naves. 
        -Que tal esta tu padre.- Me preguntó.
        -¿Perdón?- Le conteste, olvidando la mentida que le había contado el día anterior.
        -Tu padre, ¿Que como está?- Insistió.
        Entonces me vino todo a la memoria. –Bueno, se va recuperando, es un proceso lento.- Le volví a mentir, evitando darle más explicaciones.
        En el taller de control de calidad nos estaba esperando el Sr. Cubiles. Al vernos llegar sonrió con un poco de malicia. –Hoy estaréis juntos vosotros dos.- Y nos llevó hasta el almacén donde se apilaban los aparatos llenos de puntos rojos. –Tenéis que arreglar o sustituir las piezas defectuosas de los aparatos, comprobar que funcionen bien, volver a embalarlos y devolverlos al almacén de carga.- Acto seguido dio media vuelta y se fue.
         Nos quedamos los dos allí solos, la situación se volvió un poco extraña, la tensión sexual era enorme (sobre todo por parte de Álvaro) y personalmente no tenía ningún interés de que pasara nada fuera de lo estrictamente laboral dentro de esas paredes, y menos rondando por la fábrica mi amante, el Sr. Hikaru Yamahaka. Así que intenté por todos los medios evitar que nos cruzáramos las miradas o tocarnos de manera inoportuna.
         Durante el descanso escruté a Andrea para: Primero saber si mi amante estaba en el complejo y segundo sonsacarle si sabía alguna cosa del show de la reunión de la tarde de ayer. Solo aclaré que los japoneses estaban exponiendo sus conclusiones y recomendaciones en una larguísima reunión con todos los directivos españoles. Del tema de la reunión del día anterior no saqué nada en claro.
         Al regresar del descanso decidí acabar con la tensión creada entre Álvaro y yo, y aprovechando que estábamos totalmente solos en el almacén de control de calidad y que la posibilidad de que apareciese por allí el Sr. Yamahaka era más bien remota. Cerré la puerta y pillándolo en un descuido le di un beso en la boca. Desconcertado al principio, me lo devolvió enseguida. Durante unos segundos nuestras lenguas jugaron a acariciarse en un beso que, sinceramente, hacía un par de días que buscábamos los dos. 
        -Vaya, no me esperaba para nada esto.- Dijo Álvaro fingiendo sorpresa.
        -Si no te besaba, creo que iba a reventar.- Le dije, con el convencimiento de que con esa acción yo pasaba a tener el control de la situación y sin duda la tensión sexual disminuiría.
        Seguimos con el trabajo que nos habían encargado, solo que ahora no tenía que rehuir sus miradas. Al contrario, lo provocaba constantemente en ese juego de seducción que tanto me divierte.
        A la hora del almuerzo, en el comedor, entre risitas y tonterías, todos los que teníamos alrededor se dieron cuenta de que algo se cocía entre los dos. Seguimos con nuestro trabajo y nuestras tonterías por la tarde hasta las tres. Hora en la  que reclamaron a Álvaro para un control en la sección de producción. Me quedé solo hasta después del descanso de las tres y media, que apareció el Sr. Cubiles. Creía que venía a controlar nuestro trabajo, pero cuando se sentó a un lado de las mesas y vi su cara de preocupación ya no me sentía tan cómodo. –Es un buen chico, este Álvaro.- Me dijo con tono preocupado. –Desde que entró a trabajar en mi sección lo he protegido como alguien de mi familia.- Siguió. –Te pido que si vas a salir con él no lo trates como una mierda. Si no lo piensas tratar con respeto te pido que te alejes de él.- Me quedé de pasta de moniato.
       No tenía ni idea de que responder a una declaración de sentimientos tan bestia. Ese señor mayor estaba completamente enamorado de ese chico y yo era el intruso que lo alejaba de sus sentimientos.
       -A mí ya me queda poco en esta empresa. Después de lo de ayer me van a usar de cabeza de turco para descargar responsabilidades, de hecho ya están hablando de pre-jubilarme.- Dijo en un tono patético.
       -¿Que fue exactamente lo que sucedió aquí ayer?, porque, la gente que vi aquí eran los operarios del turno de noche.- Aproveché el tema para sonsacarle el máximo de información.
       -La idea inicial la tuvo el jefe de personal, cuando vio el interés que tenía el Sr. Yamahaka por un travestido en la fiesta que les organizaron a su llegada.- Empezó a contarme. -Como tú eras el único gay declarado en la empresa, decidieron que deberíais pasar juntos el máximo de tiempo posible, con la esperanza de que se produjese alguna situación inapropiada y poder grabarla con las cámaras que se han instalado en esta sala. Y así poder presionar al auditor para que firmase una auditoria menos critica con la gestión realizada por la dirección.-
       -¿Hay cámaras grabando en esta sala?- Le contesté con cara de pánico.
       -Sí, aunque lo único inapropiado que han grabado es a ti con mi querido Álvaro.- Me dijo mientras el terror invadía todos los poros de mi piel. -No te preocupes, nadie vera esa grabación, ya la he destruido.-
        Me sentí aliviado al oír eso, y viendo que estaba en racha decidí presionarlo más: -Y entonces, ¿lo de ayer a que vino?-
        -Viendo que no había ningún tipo de feeling entre el Sr. Yamahaka y tú. Decidieron centrarse en evitar que los auditores accediesen a las empresas donde se montan los componentes. Todo les ha salido redondo. Los técnicos japoneses accedieron a realizar la reunión de ayer convencidos de podrían aleccionar a los encargados de las supuestas empresas  proveedoras.- Siguió confesando el Sr. Cubiles.
        -Pero lo de ayer era una farsa. Los auditores le estaban haciendo un discurso a un grupo de empleados del turno de noche que se hacían pasar por empleados externos.- Concluí yo. -Pero esto es una estafa.- No podía callarme, estaba indignado.
        -En efecto, exactamente así sucedió. Es una estafa de la que no hay ninguna prueba. Las cámaras durante la reunión estuvieron apagadas y todos los que se hicieron pasar por operarios externos, son personas de confianza de la dirección. Y además han recibido una muy buena gratificación por ese servicio.- Añadió el jefe de control de calidad.
         Yo estaba perplejo, creía estar viviendo en una película de mafiosos americana y quería salir de ella ya mismo.
        -En todo este asunto tan solo tienen dos cabos sueltos. Hay dos personas que saben toda la historia y que no tienen controlados.- Siguió hablando con tono muy preocupado. -Uno soy yo, pero ya te he contado que en los próximos meses me prejubilaran y desapareceré de aquí. El otro eres tú, no tienen ni idea de que grado de conocimiento de la operación tienes, pero ten por seguro que no desearan tener por aquí a alguien que podría estar al tanto de sus tejemanejes.-
        Mientras lo miraba con cara de terror añadió: -Ten por seguro que harán todo lo posible para amargarte la existencia para forzarte a que decidas dejar de trabajar en esta empresa.-
        Y justo en ese momento apareció por la puerta, como si viniese a salvarme la vida, mi amante secreto. Al verlo, el Sr. Cubiles se disculpó y salió de la sala. -Hoy es mi último día en la empresa y venía a despedirme.- Me dijo el Sr. Yamahaka con tono solemne mientras me estrechaba la mano. 
        Noté al darle la mano que me ponía un papel doblado en la palma, la cerré y guarde el papel discretamente en el bolsillo del pantalón (dudaba si la prisa del Sr. Cubiles no sería para ir a poner en marcha de nuevo las cámaras del recinto). El auditor dio un paso atrás, me hizo el típico saludo japonés mientras yo lo miraba con cara de acojonado. Dio media vuelta y se fue. Estuve inmóvil unos segundos en el mismo sitio. Reaccioné y me senté en el reborde de la mesa. Me había quedado muy, pero que muy hecho polvo. Este asunto se me estaba desmadrando y por lo que parecía, acabaría perdiendo mi empleo de la peor manera. En ese momento sonó la sirena que anunciaba el final de la jornada laboral.
        Ya en el vestuario. En la taquilla, junto a la mochila con la ropa de calle, vi el reloj que me había regalado mi amante la noche anterior. Me lo puse en la muñeca y leí la nota que me había pasado. -Desearía verte, si es posible, en el hotel a las seis.- Ponía escrito en un inglés correctísimo. El corazón se me puso a mil por hora y a toda leche me cambie de ropa.
        -UAAU, vaya peluco.- Me dijo uno de los operarios que acababa de salir de la ducha, al verme el reloj. Sin hacerle ni caso corrí a mi coche y me fui directamente a Girona.
        Normalmente a las cinco y media, la ciudad está muy congestionada. Llegar y aparcar en el centro es una verdadera epopeya. Al final recurrí a mis recursos de emergencia y conseguí encontrar parking en la zona del campus universitario (es la única zona de la ciudad que por la tarde suele vaciarse), aunque me quedaba un poco lejos del centro. Tuve que andar casi un cuarto de hora, pero pude llegar a las seis, a tiempo a mi cita.
        Hikaru me estaba esperando en la suite. Al entrar nos miramos con cara de complicidad. Nos abrazamos. -Estoy completamente empapado en sudor. He venido corriendo. Si no te importa me tomare una ducha.-  Le dije al oído.
        -Estoy seguro que en eso puedo ayudarte.- Me contesto con un tono entre pícaro y lascivo.
        Después de media hora de jabón, espuma, caricias y como no, sexo. Estaba sentado en el sofá vestido solo con el albornoz del hotel. En ese momento mi amante me reclamó en la habitación. Al entrar vi que había varios paquetes y bolsas sobre la cama. -Ábrelos.- Me invitó. 
        Empecé a abrir paquetes igual que un niño abre regalos en su cumpleaños. Me había comprado todo un equipo de chico Gay al uso del momento, a saber: Pantalones Levi’s Straus 501 ajustaditos, unas botas Dr. Martin’s negras con remaches metálicos, una camiseta negra de esas entalladitas y con las mangas muy cortas y una maravillosa cazadora de motorista de cuero negro con incrustaciones metálicas de la marca “Jack and Jones”. –Esta noche nos iremos de fiesta gay por Barcelona.- Dijo con la expresión en la cara del niño que planea una travesura tremenda. Sonreí mientras me mordía el labio inferior en señal de complacencia.
       A las ocho dejábamos el hotel y el conductor del coche de alta gama que nos solía llevar siempre, entraba en la autopista A7 dirección Barcelona. Llevando esa ropa, tenía la sensación de que debíamos parecer escapados de una ilustración de Tom de Finlandia. Aunque me sentaba como un guante y me sentía mega-atractivo vestido así. A las nueve y media, el coche alquilado nos dejó justo en el centro de la zona conocida como la gayxampla de Barcelona. Me gustaba mucho esa zona, porque de un tiempo a esta parte, estaban apareciendo muchísimos locales que colgaban en la puerta la bandera gay arcoíris, para atraer a los miles de turistas y autóctonos gais o curiosos, que continuamente recorrían la ciudad desde las olimpiadas del 92.
        La noche fue perfecta. Cenamos en una taberna vasca a base de montaditos y txacoli. Hikaru disfrutaba muchísimo de la gastronomía española, ya que venía de una cultura donde la base de la alimentación era casi exclusivamente el pescado. Y agradecía todas las variantes que incorporasen carne en su elaboración. A la una y media de la madrugada nos dirigimos a tomar una copa en PUNTO BCN, el local de moda entre el público gay del momento. Y a las tres nos fuimos a la discoteca ARENA MADRE, donde bailamos a ritmo de hause. A las cuatro me dijo que quería conocer otros locales, así que lo lleve a la discoteca METRO donde nos desfasamos hasta las cinco y media que nos echaron. Cogimos un taxi para ir al punto donde nos esperaba el coche alquilado con el conductor y regresamos de nuevo al hotel de Girona. Habíamos bebido bastante y estábamos muy excitados. Acabamos haciendo el amor en el coche (sorprendentemente en conductor ni se inmutó, a saber lo que cobraría por ese servicio).
        Despertamos el sábado a las doce del mediodía con una resaca tremenda. Pedimos al servicio de habitaciones que nos subiese mucho café y algo para comer. Después de ducharnos, Hikaru me pidió que le mostrara aquello a lo que yo creía que jamás podría renunciar. No sé qué respuesta esperaba, pero le propuse ir en mi coche a un sitio especial y aceptó.
        Acostumbrado a la comodidad del coche de alta gama, parecía un poco perdido en mi pequeño FIAT Punto de color lagarto. A las tres del mediodía llegamos a Pals, mi pueblo natal, y le hice el recorrido turístico entre las murallas medievales y las casas renacentistas. Al llegar a la antigua torre de homenaje del desaparecido castillo románico, sobre un promontorio rocoso, le hice admirar las vistas sobre el valle que se abría delante de nosotros con la desembocadura del río Ter y con las Islas Medas al fondo. Aunque era diciembre, hacía un día soleado y las vistas eran impresionantes. -Aquí tienes la respuesta a tu pregunta.- le dije.
       -¿A qué pregunta te refieres?- Preguntó sorprendido. 
       -Esto es a lo que me sería imposible renunciar.- Le dije mirándolo a los ojos. Se quedó serio un momento y siguió mirando al horizonte.
       Comimos algo en uno de los muchos restaurantes de la villa, y a las cinco regresamos a Girona. Sabía que a las siete de la tarde tendríamos que despedirnos y lo más probable era que nunca más volvería a verlo. Ese era el acuerdo al que llegamos el primer día y yo estaba dispuesto a cumplirlo aunque me fuese duro de soportar.
        A las seis y media, ya en el hotel, yo estaba totalmente de los nervios. Respiré hondo y le dije: -Siéntate un momento tengo algo muy importante que decirte antes de irme, es justo que lo sepas.- Y acto seguido le conté todo lo que sabía de la actuación de la dirección acerca de la auditoria que habían realizado: Le conté los planes premeditados del jefe de personal para chantajearlo, el teatro que le montaron en la reunión del jueves y también le expliqué en qué condiciones se fabricaba el material externalizado en los talleres clandestinos. Asimismo le expresé mi preocupación por mi permanencia en la empresa a partir del lunes siguiente tal y como me lo hizo saber el Sr. Cubiles.
        Me escucho totalmente en silencio. Al acabar se quedó muy pensativo. Un minuto después empezó a murmurar en japonés, la verdad es que la cara se le estaba cambiando de la preocupación a la ira mientras subía el tono de sus palabras. -Lo siento muchísimo, pero debías de saberlo, es lo más justo.- Le dije mientras salía de la habitación. Corrí a mi coche y a toda velocidad me dirigí a Palamós. Creo que estuve llorando durante todo el camino.
         Eran las ocho y era sábado en un par de horas volvería ser Dragg Issis y nada de lo que había sucedido esa semana tendría ninguna importancia. O al menos, nadie debería notar que la tenía.


         Posdata:
         A la mierda las posdatas. Estoy demasiado hecho polvo para hacer una reflexión coherente a toda esta historia.












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