Desde el primer momento en que me calcé
unos plataformones, y con cuatro trapitos me hice un modelito di-vi-no para
subirme al pódium de uno de los locales más turísticos de Ampuriabrava. Dos
cosas me quedaron clarísimas:
La primera era, que en un local hétero
de provincias, por mal que actuase y por muy pésimos que fuesen mis play-backs,
la clientela siempre vitorearía, gritaría y aplaudiría a cualquier petarda que
con mayor o menor gracia les animara la noche.
Y la segunda era, que dentro del mundo
heterosexual (incluyo a ellos y a ellas) había y hay un grupo de gente, que
siente una morbosa fascinación por todo lo que rodea la ambigüedad sexual del
mundo Dragg.
La principal consecuencia de estas dos
revelaciones era, que, a Dragg Issis nunca le faltaban jóvenes mozos
interesados en bajarle el bañador negro o plateado, tipo culotte, para jugar
con su polla. A poder ser en el camerino o en cualquier rincón que ofreciese
cierta intimidad y normalmente (eso era
lo que más me sorprendía) con la novia
mirando excitadísima y en muchos casos tocándose o masturbándose.
-Esos chicos tenían que ser gais
armarizados.-
Me diréis vosotros. Es posible. Aunque yo tengo mis dudas al respecto:
Estos chicos solo tenían interés en el
personaje. Mientras yo era Dragg Issis, ellos se desinhibían totalmente y eran
capaces de ser verdaderas putillas dóciles y sumisas. Capaces de cumplir sin
ningún pudor cualquier capricho sexual que se me ocurriese. Solía suceder muy a
menudo que después de hacerme una mamada de profesional se daban la vuelta y
practicaban sexo con una excitadísima novia que no había perdido detalle de la
actuación anterior del novio. Y era en ese momento en el que Dragg Issis los
dejaba para que pudiesen fornicar tranquilamente. Y mientras, un poco más
relajada, salía a tomar un JB con limón para poder seguir con el Show de esa
noche.
Pero, en el momento en que me sacaba
el maquillaje, el vestido, los plataformones y era yo mismo. Esos chicos
perdían todo interés en mí. Actuando como si nada de lo que había sucedido en
los camerinos o en el almacén hubiese tenido nada que ver conmigo. Y supongo
que desde su punto de vista era cierto: Habían practicado sexo con la Dragg
Queen, no conmigo.
En los cuatro años que llevaba
ejerciendo como Dragg Issis siempre había a mi alrededor algún que otro chico
con su novia dispuestos a llevar a cabo sus fantasías en algún rincón discreto
del local en el que actuaba. Esto fue así hasta julio de 1994, cuando topé con
Panter Rosa en el PACHA.
Como creo que os había contado en otra
ocasión, Panter Rosa era la persona más promiscua con la que jamás había
coincidido (y tengo que reconocer que me he movido en ambientes que dejarían a
las bacanales romanas a la altura de fiestas de pijamas). El relacionarme
profesionalmente con él, supuso la desaparición para Dragg Issis de todas las
oportunidades de sexo esporádico durante las tres semanas en las que trabajamos
juntos.
No es que esté reconociendo que yo
fuese tan promiscuo como Arturo.
Arrasando, como hacía él, con todo lo que se le acercaba. En realidad.
Tengo que reconocer que siempre que me he enamorado y mi pareja me ha
correspondido, he sido un amante de lo más fiel. Pero bueno. Estando soltero.
Uno no es de piedra y tiene sus necesidades, y si un chico guapísimo te ofrece
una felación sin demasiadas complicaciones y ningún compromiso. Pues eso. A
nadie le amarga un dulce. Además, personalmente creo que disfrutaba más con la
idea de ser el centro de atención y poder elegir entre varios chicos guapos y
deseables que con el sexo en sí.
Y fue en esas circunstancias en las
que conocí a Jordi.
Jordi no era el tipo de chico que me
suele atraer. Era más alto que yo. De fisonomía musculosa, muy alejado de los
mozos fibrados y canijos que solía beneficiarme para el placer de sus novias.
Era moreno, de pelo lacio con un corte a lo garçón que lo hacía parecer más
joven de lo que realmente era. Tendría unos 28 años, vestía con ropa de marca,
siempre llevaba zapatos tipo botín cubano o botas camperas, un arcillo de plata
en la oreja izquierda y un reloj de tipo suizo (de los de manecillas, no de los
digitales). No era de los tipos que se lanzaban directamente a meterte mano al
paquete o al culo. Era de los conversadores. Y ya que gracias a la Panter Rosa
habían desaparecido los mozos necesitados de calentar novias, me dedique al
maravilloso arte de la conversación.
Me hacía gracia. Porque Jordi era de
los clientes que seguían con gran atención las actuaciones de todos. Parecía
como si verdaderamente entendiese lo que había detrás de cada número. Nuestras
motivaciones artísticas y los intríngulis de las puestas en escena (si alguien
llegara a saber que cuando no me sabía la letra me dedicaba a recitar la lista
de la compra gesticulando con la boca). Y entre actuación y actuación, mientras
Arturo se beneficiaba a todos los calienta novias del local, Jordi y yo
hablábamos. No había ningún tema en concreto: su trabajo, el mío, situaciones
divertidas, mis penosas actuaciones y cosas por el estilo… aunque la
conversación era lo de menos, lo que verdaderamente me gustaba de él eran sus
ojos y su manera de mirarme: Como un niño mira a su primer pastel de
cumpleaños.
Me hacía sentirme deseado. No como un
trozo de carne del que vas a comer hasta saciarte. Sino como algo difícilmente
alcanzable. Algo que deseas con todas tus ansias, pero que, por falta de
experiencia no te atreves a coger por miedo a que desaparezca en el momento en
que lo toques.
Y así estuvimos tres fines de semana. Al
cuarto, todo cambió, después de que Panter Rosa hubiese sido finiquitado
por follarse a todos los camareros de
los restaurantes del propietario del PACHA, en horario laboral.
Era evidente, sin duda, que a Jordi le
estaba quedando claro que, de no actuar rápido, el grupo de chicos calienta
novias no permitirían que sucediese algo entre los dos. Ya que estaban
reclamando toda mi atención. Cuando lo vi en la barra de Tatiana (la camarera
morena de pechos enormes), mirándome con cara de cordero degollado, no pude
soportarlo más. Fui hacia él. Lo tomé de la mano y lo lleve al office de la
barra y corrí la cortina.
-¿Qué pasa?- Me preguntó.
A lo que solo respondí: -Necesito saber una cosa.- Y lo besé en
la boca. Beso que me devolvió metiéndome la lengua hasta la campanilla (dios
que torpe que era). Lo frene un poco, cogiéndole por la cara y dándole un beso
lento, jugando con su lengua, pausadamente. Se adaptó enseguida. Parecía que
disfrutaba tanto como yo de ese momento, que me parecía mágico.
Estuvimos unos cinco minutos
abrazados, comiéndonos los labios. Tanto que tuve que retocarme todo el
maquillaje. Cuando nos separamos y decidí salir de nuevo para actuar me cogió
de la mano y me dijo: -No te vayas con
ninguno de esos mamarrachos con novia.-
Me sorprendió. No me esperaba que
estuviese al tanto de lo que sucedía en los camerinos con los chicos héteros y
sus parejas. Sin mostrar sorpresa, me giré, lo volví a abrazar y después de
darle otro beso le dije: -Solo si me
esperas a que acabe de trabajar.-
Ya me estaban presentando para la
segunda actuación y salí sin esperar su respuesta, el resto de la noche me la
pase como si un nido de mariposas hubiese montado una fiesta en mi estómago. La
verdad es que estaba tan eufórico, que parecía que flotaba en el aire a un
palmo del suelo por debajo de los plataformones.
Después de la segunda actuación. Jordi
había desaparecido. No lo vi en la barra de Tatiana, ni en ninguno de los
rincones por los que solía esconderse. Además Verónica S3 estaba de los nervios
a consecuencia del inesperado debut de Peggy la Charcutera, y de su evidente
pérdida de protagonismo. Todo el mundo a mí alrededor me hablaba, y yo no podía
dejar buscar a Jordi con la mirada. Solo de pensar en la posibilidad de que lo
hubiese asustado y se hubiese largado del local, provocaba que ya ni tan
siquiera me molestase en fingir que les escuchaba.
Hacia las cinco de la madrugada salí a
la zona donde estaba la barra de los jardines. Ya no podía aguantar más, me
estaba ahogando, necesitaba coger aire. Una angustia tremenda me estaba
destrozando por dentro. -¡DIOS!, que
estúpido era, me había enamorado de un primerizo y con mi torpeza lo había
asustado, seguro que no volvería a verlo.-
-Se ha ido.- Me dijo Markus,
el segurata rubio.
-¿Co…como
dices?- Le contesté.
-El chico moreno con el que te lo
montabas en el office de Tatiana. Que se ha ido.- Me replicó.
Lo mire con cara de susto y sorpresa.
-Ya lo sabes. Mi trabajo consiste en
saber todo lo que sucede dentro del local.- Añadió guiñandome un ojo.
Me quede muy abatido. Sobreponiéndome
como pude. Di media vuelta y volví para felicitar a “Peggy la Charcutera” por
el gran éxito que había tenido esa noche.
Sin demasiadas ganas. Después de
cambiarme y desmaquillarme me reuní con los compañeros para desayunar en el Bar
Paco. A las 7 de la mañana, ya no me divertía ser el centro del cachondeo de
mis compañeros de trabajo. Decidí que ya era hora de irme a dormir y olvidarme de una vez por
todas de esa maldita noche.
Al llegar a donde tenía aparcado el
coche… ¡SORPRESA! Ahí estaba Jordi, apoyado sobre el capó de mi FIAT Punto diésel.
Esperando a que yo apareciese. Me quedé de piedra. Me acerqué mientras me
miraba y sonreía. Cuando estuve a su altura me cogió de la cintura y me dio uno
de los besos más apasionados que me han dado en mi vida.
- Me dijeron que te habías ido, y
creía que te había perdido.- Le dije.
-Tenía que arreglar un par de cosas,
porque se supone que hoy no iré a dormir a mi casa ¿no?- Me contestó.
No le dije nada. Tan solo lo abracé y
nos besamos apasionadamente. A los quince minutos estábamos en mi cama haciendo
el amor como si el mundo se acabara al día siguiente. No sé si en algún momento
había conocido el amor, pero sin duda tenía que ser algo muy parecido a lo que
sentía en ese momento con Jordi.
El domingo amaneció para nosotros a las
cuatro de la tarde. Abrazados y necesitados de caricias y sexo. Cosas ambas que
nos entregamos sin medida alguna. Comimos un poco. Un par de horas de playa y
después, más amor y sexo, antes de volver a ponerme la piel de Dragg Issis,
para ser la diva más feliz de la Costa Brava. ¿Cómo no? Tenía ante mí las
mejores vacaciones de mi vida y a mi lado un hombre que me volvía loquito.
Posdata:
El amor existe, sino que me lo
pregunten a mí.
Dragg Issis es el personaje del libro de recopilación “MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO”. Podéis encontrar el libro completo y otras cositas de Agusti Pericay en los siguientes enlaces:
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