Fue en el verano del 1994. Estábamos en
plena resaca de los juegos olímpicos de Barcelona. Toda la zona de la Costa
Brava capeaba la crisis como podía y las empresas turísticas maldecían el hecho
no reconocido nunca oficialmente, que el auge turístico de Barcelona se había
creado a costa del turismo de la Costa Brava.
Todas las empresas se esmeraban en
ofrecer algún plus para que los escasos clientes que pululaban por la localidad
se decidiesen por su local, y ahí estábamos nosotros: “las Divinas”,
contratados en el “PACHA” de turno, para hacer la animación de las noches del
verano.
“Las Divinas” éramos: Julio, cuyo
nombre artístico era Verónica S3 (todos lo pronunciábamos stress), Arturo,
conocido entre sus círculos como Panter Rosa y yo, Dragg Issis. No es que
formáramos un grupo al uso, de hecho con Arturo, antes de este trabajo nunca
habíamos coincidido. Con Julio habíamos coincidido en varias discotecas, aunque
nunca habíamos actuado en el mismo show.
Sinceramente, creo que la discoteca, un
veterano local de capa caída desde hacía unos 3 años, nos había contratado
porque éramos la opción más barata que se les había presentado.
El contrato incluía mantenimiento, cama
y según nuestra conveniencia, alta en la seguridad social (si, en esa época y
sobretodo en el mundo de la noche casi todo se movía en dinero negro), Julio y
Arturo necesitaban el dinero como el aire para respirar por lo que trabajaban
cada día, para mí esa opción no era válida ya que yo trabajaba para una empresa
multinacional de lunes a viernes y tenía casa propia. Así que les propuse
actuar solo los viernes, sábados y domingos.
La noche empezaba entre las ocho y las
nueve, que nos reuníamos en los camerinos de la discoteca, donde nos
acicalábamos, maquillábamos y nos vestíamos con las ropas que definirían la
velada.
Después, el Show siempre se
desarrollaba del mismo modo: primero íbamos a cenar a una de las pizzerías,
hamburgueserías, o restaurantes propiedad del dueño de la discoteca (por lo
visto la mitad de los locales del municipio pertenecían a ese tipo) con lo que
matábamos dos pájaros de un tiro: publicitábamos la discoteca y hacíamos el
espectáculo en restaurante mientras cenábamos, hay que reconocer que como
estrategia de marketing era genial, mientras los demás restaurantes contrataban
músicos o animaciones, nosotros por el mismo precio, (ya que la animación
éramos nosotros) cenábamos, animábamos el restaurante y repartíamos publicidad
de la discoteca (nunca he entendido la fascinación que tiene la gente por
hacerse fotos con hombres travestidos o Dragg Queens).
Y ahí estábamos, “Las Divinas”,
acompañados de dos seguratas, repartiendo publicidad y haciendo las locazas por
el paseo marítimo, recorriendo bares y locales hasta las dos y media de la
noche, hora en la que nos recogía el coche oficial de la discoteca. Haciendo
nuestra entrada oficial y súper-glamurosa en el “PACHA”.
Julio, Verónica S3, huía de una familia
de militares. De una adolescencia de malos tratos y palizas propinadas por su
padre y hermanos a consecuencia de la poca marcialidad que desprendía su
actitud. A sus 20 años utilizaba el mundo del espectáculo como paso previo a su
cambio de género, era morbosamente femenino, delgado, depilado, limpio y a juzgar
por las incipientes tetillas que le estaban creciendo había empezado a
hormonarse. Al trato, se veía que había recibido una buena educación y se podía
mantener con él una conversación fluida sobre cualquier tema. Cosa que contrastaba
mucho con Arturo, la Panter Rosa, gaditano de pura cepa, cerril y analfaburro
como nunca nadie me lo había dado a entender. Era la persona más promiscua que
nunca he conocido. Para él éramos un trámite que tenía que soportar durante el
verano para poder cambiar de ciudad con algo de dinero, donde poder follarse
todo lo que se menease, Casi nunca solía aguantar más de tres meses en el mismo
sitio. Tres meses era el tiempo que solía tardar para conseguir que todo el
mundo lo conociese, reconociese y huyera de él.
Verónica S3 siempre usaba maquillajes
de calidad, ahí coincidía con Dragg Issis. Más que nada porque con según qué
marcas, se me quedaba la piel llena de rojeces y sarpullidos. Panter Rosa era
la reina del “todo a 100” (a, si, es que aun íbamos con pesetas, ¿qué os
creíais?). Había que guardarlo todo bajo llave porque Arturo, además, era muy
amigo de lo ajeno.
Un viernes mientras cenábamos
totalmente emperifollados y mega-maquillados, después de las fotos de rigor con
unos cuantos clientes de la pizzería Napoli’s, Nos quedamos solos Verónica S3 y
yo. Mientras Panter Rosa iba al lavabo a retocarse y a lo que soliera hacer ahí
(ignoraba lo que era, pero siempre solía estarse casi media hora en el lavabo a
la hora de la cena). Estuvimos hablando del SIDA y de los amigos que habíamos
perdido durante los últimos años y de la esperanza que suponía la
experimentación con nuevos fármacos, vamos, muy transcendentales solían ser
siempre las conversaciones con Julio. Total que, no sé cuánto tiempo había
pasado, creo que lo que se tarda en tomar los postres y un café, y Arturo aún
no había regresado a la mesa. Era muy evidente que faltaba servicio y el
encargado estaba muy, pero muy molesto. No le di demasiada importancia al tema,
hasta que el encargado se acercó a nuestra mesa y nos suplicó que por favor nos
lleváramos al marica, porque cada noche que cenábamos allí le destrozaba el
servicio.
Julio y yo nos miramos extrañadísimos y
decidimos ir a ver qué diablos sucedía en el lavabo. Cuál fue nuestra sorpresa
cuando encontramos en plena faena a Arturo enganchado con dos de los camareros
del local. El espectáculo era digno de una película porno dirigida por Billy
Wilder: Arturo con el vestido arremangado, el tanga entre los zapatos de
plataforma y la peluca totalmente movida, enculando con ahincó a uno de los
camareros al tiempo que le hacia una mamada al otro, que estaba subido a la
taza del wáter.
Solo se me ocurrió decirle: -Arturo vas a conseguir que los despidan.-
A lo que solo obtuve por respuesta de
uno de los chicos: -Total, mañana no
pensábamos venir a trabajar.-
Salimos totalmente avergonzados de la
pizzería, en plan a “ese no lo conocemos absolutamente de nada”. Dejando a
Arturo que completase la faena.
Esa noche “Las Divinas” pasaron de tres
a dos. El encargado del Napoli’s llamo al propietario, el cual rescindió el
contrato con Arturo “Ipso Facto” (sinceramente dudo de que lo hubiera llegado a
firmar). Por lo visto en las tres semanas que llevaba en la localidad había
logrado el despido de catorce camareros (siempre por el mismo motivo: enculadas
en horario laboral).
A las seis de la mañana, después de las
actuaciones en la discoteca. Reunidos en
el bar Paco, ya desmaquillados y con ropa de calle. Estábamos Julio, un par de
camareras y los seguratas desayunando. Comentando toda la movida de la cena,
entre Arturo y los camareros.
Y como decimos por aquí: -“no se puede hablar mal sin que aparezca el
animal”.- Apareció Arturo, junto con
los dos ex-camareros con evidentes síntomas de llevar en el cuerpo algo más que
alcohol. Saludaron y sin prestar la más mínima atención a nuestra cara de
pasmo, se sentaron con nosotros. Entre risitas y cachondeo se dedicó a poner a
parir al encargado de la pizzería y al propietario de la discoteca: - Que si se van a acordar de mí, esos
hijos de la gran puta. Que si me lo propongo les hundo todos los negocios.- Y
así se estuvo el tiempo de meterse entre pecho y espalda un bocadillo de
tortilla de patatas y un combinado de cola con ron.
En todo ese tiempo estuvimos los seis
mirándole con cara de póker y sin soltar palabra. Cuando acabó, se levantó, nos
miró con cara de odio, se sacó un billete de 1000 pesetas, lo lanzo a la mesa increpandonos
diciendo: -Repartíos el cambio, sois la
misma mierda que ellos.- Y agarrando a los dos chicos de las nalgas se fue
calle abajo.
Cuando nos recuperamos de la
incomodísima situación, Julio retomó la conversación de la cena pero esta vez
centrándola en Arturo y la Panter Rosa. -Este
cabrón tiene que estar totalmente podrido. Además siempre folla a pelo y estoy
seguro que habrá contagiado a media provincia.- Dijo muy, pero que muy
ofendido.
-Tienes razón, y por ahora ya ha
expuesto a catorce chicos.- Le replico Estela, la camarera maciza y rubia.
Dando a entender que alguna enfermedad debía de tener.
-Catorce son los que os han contado- Dijo Markus el
segurata rubio. -En la discoteca tenía
una media de tres a siete ligues cada noche, por lo visto los lavabos públicos
le producen un morbo especial.- Añadió riéndose.
-¿Y tú como sabes eso?- Le replicó
Tatiana, la camarera morena de los pechos enormes.
-El
trabajo de Sergio es vigilar la puerta, y mi trabajo es controlar en interior
de la discoteca- Dijo Markus sin dejar de reír pícaramente.
-Lo que os estaba diciendo. Este tío
tiene que estar podridísimo.- Insistió Julio cada vez más molesto.
-A ver, tal y como lo veo yo: el SIDA
es como la preñez, un mal rollo que te amarga la vida.- Dijo Tatiana en
un tono muy solemne.
-¿Qué
diablos quieres decir?- Le dije yo, que empezaba a molestarme la deriva que
estaba cogiendo la conversación.
-Para que lo entendáis. Una tía se
queda preñada sin que lo busque por tres motivos: 1º por mala suerte, 2º por
estúpida y 3º por inconsciente. El SIDA se pilla por los tres mismos motivos:
1º por mala suerte: todos sabemos que los preservativos se rompen. 2º por
estúpida: Ayyy, es que lo quiero tanto que confío plenamente en él. 3º por
inconsciente, anda ya, eso del sida es un invento de las fábricas de condones
para vender más, yo follo a pelo que da más gustito.- Teorizó
Tatiana, mientras gesticulaba en plan teatrero.
Ante tamaña revelación, no tuvimos más
remedio que reconocerle el mérito de sus palabras, y admitir que detrás de ese
par de maravillosas glándulas mamarias había una filósofa del tamaño de una
catedral.
Toda esta historia viene a cuento porque la
semana pasada en la presentación de una revista con la que colaboro, en Madrid,
se me apareció Arturo.
Era Arturo, bueno, más bien lo que
quedaba de él. Era evidente, a juzgar por la lipodistrofia que sufría, que
estaba tomando A.Z.T. (el combinado de fármacos que inhiben el desarrollo de la
enfermedad de inmunodeficiencia).
-Hija
de la Gran Putaaa.- Me soltó en plan saludo, como si tuviésemos la
confianza de hermanas.
-Estas
usando todo lo del PACHA para tus artículos. Que gran cabrona que eres.- Me
dijo, mientras tosía como un fumador terminal.
-¿Te
encuentras bien?– Le pregunté, mostrando un falso interés.
-Ay.- Se lamentó. -Si yo te contara. He tenido muy mala suerte con la gente con la que me
he relacionado, y aquí estoy, llevando como puedo el ser seropositivo.-
Me quede de pasta de moniato. Decidí,
después del evento, irme a la primera biblioteca que encontré para consultar en
un diccionario de sinónimos. Necesitaba saber cuándo diablos la real academia
de la lengua había puesto “mala suerte” como sinónimo de estupidez o
inconsciencia.
Posdata:
Chicos, tomad precauciones. El SIDA no
es ninguna tontería. Ante la mala suerte poco podemos hacer. Pero podéis evitar el ser inconscientes y
estúpidos: usad siempre el preservativo.
Dragg Issis es el personaje del libro de recopilación “MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO”. Podéis encontrar el libro completo y otras cositas de Agusti Pericay en los siguientes enlaces:
Dragg Issis es el personaje del libro de recopilación “MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO”. Podéis encontrar el libro completo y otras cositas de Agusti Pericay en los siguientes enlaces:
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