sábado, 24 de febrero de 2018

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO. (Metacrilato, técnicos japoneses, Dragg Issis y una boutique llamada "Elemento Tierra")

METACRILATO, TECNICOS JAPONESES, DRAGG ISSIS Y UNA BOUTIQUE LLAMADA “ELEMENTO TIERRA”.

        El lunes diez de julio, a las ocho menos cinco, mientras hacia la gimnasia japonesa en la empresa multinacional, pude comprobar que Kaede (por fin) había regresado. Más tarde, ya en mi sección (la sección secreta), tuve que esperar hasta pasadas las once para verla aparecer. Sin duda tenía que informar a dirección de sus progresos vendiendo exclusivísimos productos a los súper pijos hijos de millonarios ingleses.
        Al verme, me saludó efusivamente, dándome dos besos en las mejillas. Por lo que parecía, el pasearte en bragas y travestido infunde muchísima confianza entre las féminas japonesas. -Tengo entendido que Makoto te ha contado por encima un poco de lo que hacemos aquí.- Dijo la japonesa con un inglés que me resultaba muy fácil de comprender.
        -Más o menos.- Contesté yo.
        -Ok- Dijo mientras abría uno de los armarios metálicos con una de las llaves de su voluminoso llavero. Al momento sacó dos bandejas metálicas que contenían seis extrañas cajas de plástico duro.
        A partir de ese momento, Kaede me ignoró completamente. Al ir manipulando una por una las cajas de plástico fue descubriendo ante mis ojos los moldes de las carcasas de teléfono móvil, con su maravilloso contenido.
        Una vez retiradas las piezas de los moldes, volvió a montarlos cambiando la parte superior de los moldes por otras parecidas en la forma pero que llevaban encima un anagrama que se podía leer como FASE1. Acto seguido, de una garrafa de unos cinco litros vertió el equivalente a medio litro del líquido que contenía en un dosificador de plástico (si, de esos de hacer la mayonesa), añadiendo al recipiente después otro líquido, deduje que debía de tratarse del catalizador que activaba la cristalización del metacrilato.
         Después de remover la mezcla durante unos minutos, rellenó los moldes hasta que derramaban por el lado contrario. Durante toda esa operación yo no perdí detalle, apuntándome en una libreta absolutamente todos los pasos que había realizado y los códigos de los productos que estábamos utilizando.
         -Esto ya está.- Dijo la japonesa muy satisfecha. -Creo que nos merecemos un café para celebrarlo.- Añadió mientras me invitaba a acercarme a la cafetera y preparaba dos cafés.
        -¿Solo hay que rellenar los moldes y ya se obtienen estos resultados?- Pregunté incrédulo mientras le daba un sorbo a la taza de café.
        -Nooo.- Dijo riéndose. -Esta es la primera fase. Mientras esa sección se solidifica procederemos al pulido de las piezas ya terminadas.- Y, tranquilamente, procedió a tomarse el café y a preguntarme cosas sobre el mundo de las Draggs Queens y las discotecas.
        A eso de las doce y media, dio por finalizada la conversación y de las piezas de metacrilato que habíamos sacado de los moldes, eligió una y la puso sobre una pequeña bandeja recubierta de algodón, dirigiéndonos al rincón que debía de corresponder al sur geográfico de la sala, donde estaba instalado sobre una peana metálica un motor eléctrico al que se le había acoplado por un lado una especie de piedra de lijar y por el otro lado un cepillo cilíndrico de tela de lana.
        Después de colocarse una especie de máscara antigás, unas gafas de protección similares a las de un buzo y haberme obligado a ponerme lo mismo a mí, puso en marcha una potente campana de extracción de polvo y empezó a pulir la pieza de metacrilato. Más tarde me contó lo peligroso que resulta para la salud el inhalar el polvo de metacrilato, madera o barnices, que por lo visto, eso, es responsable de muchísimos casos de cáncer de pulmón. Vamos, que había que tomar muchísimas precauciones al realizar ese trabajo.
        Lo primero que hizo fue sacar de la pieza de metacrilato, con mucho cuidado, usando la piedra lijadora, todas las rebabas y marcas de las uniones de los moldes. Una vez desaparecieron todas esas marcas, la carcasa de teléfono móvil era casi opaca a consecuencia de la cantidad de rayadas que se le había hecho con el pulidor grueso. Al aplicarle el cepillo de lana con cera pulidora, apareció con todo su esplendor un maravilloso teléfono móvil (bueno, lo seria cuando se le incorporase toda la maquinaria), que contenía en su interior, como si estuviese atrapado en ámbar, un delicioso ramo de violetas en tres dimensiones.
        Yo no podía salir de mi asombro, y, diez minutos después, mientras nos dirigíamos al comedor, no podía parar de preguntarle a Kaede sobre los limites creativos de lo que acabábamos de hacer. De hecho durante todo el almuerzo estuvimos conversando sobre las posibilidades reales del producto que estábamos usando. Como comprenderéis las mosqueteras se quedaron de pasta de moniato cuando vieron como interactuábamos la japonesa y yo, bueno… las mosqueteras y el resto de operarios que estaban en el comedor. Y yo, ajeno a todo eso, solo pensaba en acumular información para mi proyecto personal: La nueva bisutería para Dragg Issis.
        Esa tarde la dedicamos a pulir y abrillantar el resto de carcasas. A las cinco y cuarto, cuando me cercioré de que estaba solo en la empresa, como el que no quiere la cosa, extravié medio litro de cada componente de las garrafas de cinco litros, guardando los líquidos dentro de dos botellas de medio litro de agua. Sacando el producto del recinto en la mano, como si del agua para beber se tratase. -Como sea cáustico y se coma este plástico voy a quedar en evidencia ante todo el mundo.- Pensaba mientras me acercaba al coche. Llegué a casa sin ningún problema y con un plan premeditadamente elaborado para tener acceso ilimitado al material que necesitaba para mis proyectos personales. Esperaba poder acumular en casa suficiente producto como para poder hacer todas las pruebas que quisiese durante las cinco semanas de vacaciones de verano que empezaríamos a partir del veintiuno de Julio.
        A las ocho llegó Darío. Solo llevábamos una semana de verano y ya empezaba a odiar que mi chico trabajase a doble turno, pues nuestra relación se limitaba a un achuchón de ocho a nueve de la noche y a verlo dormir cuando me levantaba a las seis y media para irme a trabajar a la fábrica. Empezaba a tener la necesidad de que llegasen ya las vacaciones, para poder pasar más tiempo con él. Aunque, con los horarios que hacia mi chico, lo único que materialmente podríamos hacer, seria dormir más horas juntos.
        El martes, igual que el lunes Kaede no apareció hasta las once de la mañana. Dedicamos todo el martes, una vez retiradas las cubiertas de los moldes con el anagrama FASE1, a preparar la decoración que iría incrustada dentro del metacrilato. Era evidente la diferencia de estilo entre los dos técnicos japoneses. Mientras a Kaede le seducían las escenas bucólicas entre florales y animales: Estaba emperrada en ponerle gatitos y flores a todas las carcasas. Makoto prefería las escenas mucho más contundentes, sacadas sobretodo de los violentos comics de superhéroes americanos y mangas japoneses.
         A última hora, casi a las cinco, cuando todos los moldes tenían montada su propia decoración, los cerró con las cubiertas de molde que llevaban el anagrama FASE2, procediendo a verter en su interior la mezcla de los dos componentes que al cristalizar crearían las piezas decoradas de los teléfonos móviles.
        El miércoles, Kaede se dedicó a montar en las carcasas acabadas la maquinaria de los teléfonos inalámbricos y a probarlos. Por la tarde reinició todo el proceso que empezamos el lunes con los moldes que rellenamos el día anterior. De este modo y siguiendo todos los pasos, el viernes por la tarde teníamos una docena de aparatos a punto de ser vendidos por un precio lascivamente lucrativo.
        La semana siguiente realizamos el mismo proceso, solo que en vez de hacerlo con Kaede lo hice con Makoto, que, el último día de trabajo antes de empezar las vacaciones, disponía de una docena de aparatos decorados con su estilo. Para entonces yo ya estaba realizando en casa algunas pruebas con moldes de mi invención, consiguiendo crear algo parecido a unas galletas (usando como moldes vasos y otros artilugios de plástico), a las que les había hecho un orificio en un extremo con un taladro, por el que anudaba un cordón grueso de seda industrial que acababa de comprar a metros en una mercería.
         Para pulirlos utilicé el soporte que normalmente usaba para mantener fijo el taladro a la mesa. Usando como herramientas de pulido una piedra pómez cilíndrica y un cepillo circular de lana que compré en la ferretería. Pero, enseguida me di cuenta que ese trabajo tendría que hacerlo en la terraza, porque estaba ensuciándolo absolutamente todo de un polvillo blanco que solo desaparecía con el aspirador a toda potencia.
        Después de un tremendo trabajo de pulido y abrillantado logré tener listos doce colgantes con forma de disco que contenían en su interior, al estilo de los insectos en el ámbar, desde las bolitas de chocolate de colores “M&M” hasta flores de plástico del todo a 100, pasando por los típicos caballitos de mar y canicas de colores. Como el grosor no era un problema podía poner en su interior cualquier cosa que me imaginase.
        El viernes veintiuno de julio me estrené con todo un conjunto de pendientes, colgante y un maravilloso anillo de metacrilato decorado con “M&M” de todos los colores. Dragg Issis lucía esa noche un reciclado vestido del verano anterior al que le había añadido tres tallas, cortísimo, al estilo de las minifaldas de los años sesenta, de una tela que imitaba el cuadrito escoces. Me puse la peluca azul de pelo rizado a lo afro y los plataformones embutidos en una funda de piel artificial blanca, imitando unas botas hasta la rodilla. De maquillaje, los ya típicos colores en azules.
        Me sentía divísima con mi conjunto de bisutería exclusivo. El hecho de que todo el mundo me preguntase que donde había conseguido esas piezas tan únicas, aun hacia que me sintiese más orgulloso de mi mismo. Me encantaba ser el centro de atención, y más aun siéndolo por algo que había creado yo con mis manos. La cosa empezó a tener un tono surrealista cuando a eso de las cuatro de la madrugada, una chica que no tenía pinta de ir borracha ni drogada, se ofreció a comprarme el conjunto de bisutería.
        Al primer momento pensé que debería de tratarse de una broma, así que no me la tomé excesivamente en serio y me limité a reírme con ella mientras me invitaba a unos chupitos en la barra de la terraza. La cosa cambió a mucho más seria cuando me puso tres billetes de cinco mil pesetas sobre la barra esperando adquirir toda mi bisutería de ese día.
        -Un momento… ¿Estás hablando en serio?- Le dije muy sorprendido.
        -Completamente.- Contestó poniéndome el dinero en la mano.
        Por un momento dudé, no podían estar ofreciéndome quince mil pesetas por cuatro trozos de plástico. Por muy bien pulidos que estuviesen. Aunque, si esa mujer estaba dispuesta a pagar ese pastizal… ¿Quién era yo para negarle el capricho?
        -Vale, trato hecho.- Dije apretando los billetes en mi mano. -Pero no te entregaré las piezas hasta que acabe mi sesión, a las cinco y media.-
        -Por mí no hay prisa.- Dijo sonriendo satisfecha. Mientras yo me guardaba los billetes dentro del bañador dorado tipo culotte.
        A eso de las seis de la madrugada cuando me dirigía al camerino a desmaquillarme, Darío me salió al paso cargado con dos cajas de Coca-Cola y muy preocupado me preguntó: -¿Dónde tienes esas joyas tan buenas que te habías hecho? ¿No me digas que vas borracho y las has perdido?-
        -Nooo…- Le dije yo. -Me las he vendido.- Añadí orgulloso.
        -Anda ya.- Me dijo molesto. -Con lo bonitas que te habían quedado, tenías que haberlas lucido durante más días este verano.-
        -Me han pagado quince mil pesetas por esos trozos de plástico.- Le dije al oído. -Además, puedo hacer otras.- Y mientras mi chico me miraba con la boca abierta, sin terminar de creerse lo que acababa de oír, fui directo a desmaquillarme.
        Durante el desayuno, en el Bar Paco, todos los compañeros, comentaban incrédulos el tema de la venta de mi bisutería. Más tarde, ya en casa, me saqué del bañador plateado los billetes, habían quedado apretujados haciendo una especie de paquetito cuadrado. Al desenvolverlos vi que envolvían una especie de tarjeta en la que se podía leer “ELEMENTO TIERRA” Joyas Exclusivas, luciendo un complicado anagrama que incluía características egipcias y aztecas. En la parte posterior había un nombre: Margarita Martínez, que se presentaba como gerente, un número de teléfono fijo y uno de teléfono móvil. La verdad era que el anagrama me resultaba muy familiar.
        -Hay varias tiendas por la zona que se llaman así.- Dijo Darío mientras contaba los billetes y se cercioraba de que no fuesen falsos. -Justo al final de la Calle Mayor hay una boutique de esa marca.- Añadió.
        -¿Y cómo es esa tienda?- Pregunté.
        -Mucha plata, poco oro, cosas muy raras y todo carísimo de la muerte.- Dijo dejando los billetes sobre la mesa. -Solo las más pijas de vacaciones compran ahí. Si te han pagado este pastizal, no quiero ni saber por cuanto lo piensan vender en la tienda.- Darío ya se iba a la cama, y yo, mientras lo seguía, decidí que el sábado por la tarde, después de que mi chico se fuese a trabajar a la peluquería, iría a investigar esa tienda.
        Al mediodía, después de haber dormido las ocho horas reglamentarias, haber comido con mi chico, haberlo acompañado a la peluquería RIÇÇO’S y con la excusa de hacer tiempo, me planté a las tres y media en la playa esperando encontrar a Nuria y convencerla para que me acompañase a las seis de safari urbano. Quería descubrir la tienda cuya propietaria se había hecho con mi primer conjunto de bisutería “made by Dragg Issis”.
       En la playa estaban Nuria y Lola. Por lo visto, a consecuencia del embarazo, mi amiga no había gastado las horas extra que tenía acumuladas para sus “relajantes” viajes a África. Ese era el motivo por el que tenía que hacer un mes y medio de vacaciones, pues esos quince días extra que tenía acumulados caducaban septiembre. Si esperaba a utilizarlos después del verano, los perdería.
        Sinceramente, no me esperaba a Lola allí. Tenía mis dudas sobre la conveniencia de contarle lo sucedido en el PACHA con el tema de mi bisutería a alguien que, sin duda seria competencia directa con la tienda que había mostrado interés por lo que yo hacía. Partiendo de la base de que tenía todo el verano por delante y aun no sabía nada de ese negocio, ni de esa tal Margarita Martínez, opté por cerrar la boca y esperar a que Lola se fuese a abrir su boutique para proponer a Nuria el recorrer la calle comercial mirando escaparates.
        Mi amiga accedió a acompañarme con la condición que la invitase a un helado de menta. Cosa que hice encantado.
        A eso de las seis y media, estábamos paseando por el centro de la villa como dos turistas más, con un enorme helado en la mano. Repasamos todos los aparadores y escaparates mientras mi amiga me aconsejaba que camisas y camisetas eran las más adecuadas para un chico de mi edad y posición. Al llegar casi al final de la Calle Mayor la vi. No sabría deciros si era una boutique o una joyería, pues resultaba muy difícil decir cuál de los dos artículos se imponía sobre el otro. Eso sí, los precios eran de escándalo y lo que vendían no lo había visto en ninguna otra tienda.
        Llegados a ese punto le pedí a mi amiga que entrase y preguntase por el precio del conjunto de bisutería (mi conjunto) que se exponía sobresaliendo por encima del resto de artículos de plata y piedras talladas.
        -Nene, que venimos de la playa y yo voy con pareo, si entramos así en esta tienda nos van a echar, que ese sitio es de mucho lujo y glamour.- Se quejó mi amiga un poco molesta por la insistencia que demostraba.
        Pero justo en ese momento salieron de la tienda un par de abuelitas inglesas o alemanas vestidas con chancletas, bañador y pareo, comentando alguna cosa sobre lo que acababan de comprar y que llevaban dentro de una vistosa bolsa de papel con el logo de la tienda. Ante tal demostración de lujo y glamour, mi amiga se armó de valor y entró en “ELEMENTO TIERRA”.
        Cinco minutos después salió escandalizada. Por lo visto la pieza más barata, una mierda de anillo que se suponía que era de plata, valía cuatro mil pesetas. Por mi conjunto pedían cincuenta y ocho mil pesetas. -Fue bonito mientras soñaba que podría ser un gran diseñador de joyas.- Pensé, volviendo de nuevo a la realidad, convencido de que esa mujer jamás vendería esos trozos de plástico por ese precio.
        Después, tranquilamente, acompañé a Nuria hasta su piso contándole por encima de donde habían salido esas piezas del escaparate.


        Posdata:
        Hay veces que, por casualidad, al hacer sonar la flauta consigues una buena nota, por casualidad. Hasta incluso quizás, un buen compás, por casualidad. Pero jamás conseguirás una sinfonía crear, por casualidad.


        Imagen: Eriko Stark





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