domingo, 21 de mayo de 2017

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Semana Santa, una muñeca de porcelana japonesa y yo mismo.7-(Sueños y mensajes postumos)

SEMANA SANTA, UNA MUÑECA DE PORCELANA JAPONESA Y YO MISMO.7 (Sueños y mensajes póstumos)

        Volvía a estar otra vez en mitad del bosque de cerezos floridos, el suave viento arrancaba con delicadeza los pétalos de las blancas flores y los hacía revolotear en una especie de ventisca que me rodeaba haciendo que los mechones de mis postizos de lana roja se moviesen al ritmo de las mangas del kimono azul con ribetes rojos. Caminé hasta llegar a un grueso cerezo donde pude admirar los dos símbolos grabados en su corteza. Eran los mismos que se me aparecían en cada sueño, caía en ese momento en la cuenta que los demás árboles que me rodeaban tenían también esos dos símbolos grabados a la misma altura, como también los tenían los que quedaban detrás de estos, y así hasta que mi vista se perdía en el infinito.
        Maldecía en ese momento el hecho de que Hikaru no me hubiese explicado su significado en inglés o de algún otro modo que me permitiese entender lo que estaba intentando decirme. En ese momento noté una mano sobre mi hombro. Al girarme descubrí a mi examante detrás de mí. Con un gesto, poniéndose el dedo índice delante de los labios me invitaba a callarme. Acto seguido con sus dedos índices señaló hacia el suelo mientras empezaba a desvanecerse mezclándose con la blanca ventisca de pétalos de cerezo.
        Cuando Hikaru había desaparecido completamente el viento cesó de golpe y todos los pétalos empezaron a caer como una cálida nevada. Dejando ver un bucólico paisaje de frondosos bosques, pagodas japonesas y pintorescos edificios. Solo algo extraño parecía distorsionar esa imagen perfecta de postal, en el fondo del horizonte una nube de polvo estaba inundando toda la escena, de repente los edificios empezaban a desmoronarse y las montañas empezaban cuartearse engullendo el bosque, los edificios, los cerezos en flor y todo lo que se podía ver en el horizonte.
        Como consecuencia de una potentísima onda sísmica, el suelo empezó a abrirse bajo mis pies tragándose todo lo que me rodeaba, yo intentaba luchar contra esa locura agarrándome fuertemente a las raíces del enorme cerezo que tenía delante de mí para no caerme en el profundo y oscuro abismo al que estaba a punto de precipitarme. En ese momento apareció sobre el árbol Klaus-Hiro. Por un momento me sentí aliviado, estaba convencido de que había venido a ayudarme, pero en vez de acercarme su mano, empezó a pisotear mis dedos para que me soltara y cayera dentro de la profunda sima.
        Justo en el momento en el que me caía, desperté. Al abrir mis ojos pude ver a Darío que me estaba agitando para que despertase. -Estabas teniendo una pesadilla.- Me dijo alterado, con cierto tono de disculpa.
        -Pues sí, tienes razón. Que angustia que acabo de pasar.- Dije mientras aún notaba el sudor en mi frente y mi corazón tremendamente acelerado. -¿Qué hora es?- Pregunté mientras buscaba un poco desorientado el despertador.
        -Son las diez de la mañana-. Dijo Darío. -Solo llevamos tres horas y media durmiendo.- Añadió invitándome a dormirme de nuevo.
        -Sigue durmiendo, voy a beber un poco de agua a ver si consigo relajarme un poco.- Le dije mientras me levantaba de la cama.
        Al entrar en el comedor y pasar entre la mesa y el sofá tuve la sensación de que la maldita muñeca de porcelana me seguía con la mirada desde la alacena. Cuando salí de la cocina con el vaso de agua en la mano no podía quitar mis ojos de la urna de madera lacada y cristal. Bebí un buen trago de agua y tomé una decisión.
        Diligentemente me fui a la habitación de invitados y abrí el armario, arrinconé toda la ropa del interior hacia un lado procurando dejar un hueco lo suficientemente grande para que cupiese el regalo de Hikaru. Después cogí de un golpe la urna que contenía la muñeca, decidido a empotrarla dentro del armario para que desapareciese de mi vista para siempre.
        Cuando tuve la caja en mis brazos me di cuenta de que había alguna cosa suelta en su interior que golpeaba de un lado para otro. -Mierda, ya se habrá roto algo.- Pensé molesto. Intenté ver de qué se trataba por si tenía solución y podía arreglarlo con un poco de cola. Alrededor de la muñeca no había nada desprendido y curiosamente, me sorprendió el ver que todas las partes de la muñeca, vestido incluido, estaban muy, pero que muy bien sujetos. Volví a mover la urna dándome cuenta de que lo que se movía estaba dentro del bloque de madera tallada que le servía de base. Al primer momento daba la impresión de ser una pieza de madera maciza y tallada, pero en realidad estaba hueca.
        Lo estuve repasando concienzudamente por los cuatro costados, buscando algún resorte que lo abriese. Al final caí en la cuenta que había una de las perlas incrustadas que decoraban el relieve que estaba más salida que el resto. Al intentar sacarla un resorte hizo “clac” y se separó el relieve del lateral dejando ver un cajón perfectamente camuflado en la estructura de la base. Al abrir el cajón encontré dos libretas muy parecidas al dietario del Sr. Yamahaka que me mostró Klaus en la cena que hicimos hace tiempo en su casa de Girona.
        Ya no volví a la cama, la curiosidad pudo más que el sueño. Una de las libretas estaba escrita en japonés y la otra en inglés. Como del idioma japonés no tenía ni idea, me dedique en cuerpo y alma, ayudándome de un diccionario inglés-español, a traducir la libreta que podía medio entender.
        A las dos del mediodía, cuando Darío despertó, me encontró en el comedor totalmente absorto en la nueva tarea que me había auto encomendado: la traducción del diario de Hikaru Yamahaka.
        -No me digas que llevas aquí desde las diez de la mañana.- Dijo Darío muy sorprendido.
        -Sí, hay café en la cocina y croissants al lado de la frutera.- Contesté totalmente absorto en mis pensamientos.
        Darío pasó delante de mí, mirando con extrañeza y curiosidad a la muñeca que estaba sin la urna de madera y cristal, acariciando con la punta de sus dedos el cajón abierto que sobresalía de la base del pedestal tallado. Cuando regresó con un tazón de café con leche y un croissant dijo: -Vaya esto parece muy interesante y divertido, porque no me cuentas de que va y yo también podré divertirme contigo.-
        Caí en la cuenta en ese momento, que no le había contado absolutamente nada a Darío de mi historia con el Sr. Yamahaka. De hecho, él solo conocía, y por encima, mi historia con Álvaro y por motivos obvios (se pelearon cuando mi ex pareja intentó sacar sus cosas de mi casa creyendo que yo estaba fuera, encontrándose a Darío durmiendo en mi cama). La verdad era que, a Darío y hasta la noche anterior, lo había considerado solo como un amante, un juguete sexual que entraba en mi casa cada vez que le apetecía follar conmigo. No me había planteado en ningún momento el intentar ir más allá de una relación estrictamente sexual.
        Era evidente que, si tal y como me lo había propuesto la noche anterior, deseaba subir un nivel en nuestra relación y pasar de follamigos a pareja, tendría que contarle a Darío toda mi historia desde que conocí a Hikaru Yamahaka, más que nada para que se hiciese a la idea de en donde se estaba metiendo. Así que, aprovechando que a mi amante le encantaba la pizza y que en el BRAVISSIMO, al ser ya temporada alta tenían la cocina abierta desde las doce del mediodía hasta las doce de la noche, invitaría a Darío a comer y lo pondría al día de toda mi historia desde el mes de noviembre del año pasado.
        A las cuatro y cuarto de la tarde, estábamos sentados en la terraza del BRAVISSIMO pidiendo pizza para Darío y pasta para mí. Estuve contándole mi relación con Hikaru y las consecuencias que tuvieron para la empresa y para él mismo la información que le proporcione. Le conté también todo lo sucedido en el extraño triángulo que se formó entre mi pareja Álvaro y el hijo de mi examante Klaus-Hiro. Cuando llegamos a los postres creía que mi acompañante ya tenía suficiente información para que se hiciese una idea aproximada de con quien estaba saliendo.
        -Mhhh… ¿Todo esto me lo has contado porque te estás planteando salir seriamente conmigo?- Me preguntó Darío, dejándome totalmente descolocado.
        -Bueno… me pareció entender que era eso lo que me proponías ayer por la noche.- Le dije yo justificándome.
        Darío me ofreció una sonrisa de oreja a oreja, mientras nos servían el tiramisú de postre, y dijo: -Si…Si…Si… quiero ser tu novio y quiero vivir contigo.- Y curiosamente yo tenía la sensación de que acaba de caer en una trampa de la que me sería muy difícil de escapar.
        -Ok, estoy de acuerdo, pero primero harás las paces con tu madre y ella deberá estar de acuerdo con que te vengas a vivir a mi casa.- A mi acompañante rubio se le borró de golpe la sonrisa de su cara y a mí me recorrió una sensación de alivio por todo mi cuerpo.
        -Vaaale… hablaré con mi madre y haremos las paces.- Refunfuñó a regañadientes, mientras, a mí me tranquilizaba la idea de que la invasión de mi casa por parte de Darío sería mucho más progresiva de lo que inicialmente me había  parecido.
        Cuando regresamos a casa serian casi las seis de la tarde, yo estaba rendido. La noche anterior solo había dormido tres horas y muy mal además. Me metí en la cama para intentar dormir una pequeña siesta, pero los dos carajillos de Bailey’s que me había metido en el cuerpo a los postres me impidieron dormirme, además a la media hora apareció Darío en plan muy cariñoso decidido a darme mi merecido premio por haberlo hecho oficialmente mi novio.
        A las ocho acabamos tirados en la cama, totalmente sudados y agotados. La sesión de sexo fue genial, muchísimo mejor que el mejor sexo de reconciliación que había tenido jamás con Álvaro. A diferencia de este, Darío no tenía ningún prejuicio ni limitación en la cama, lo que lo hacia la pareja perfecta (sexualmente hablando). Si además conseguía que lograse ser autosuficiente económicamente acabaría siendo el novio ideal.
        A las nueve entraba en el camerino del PACHA para transformarme en Dragg Issis. Para esa noche había elegido un vestido azul brillante con tirantes, largo hasta el suelo y abierto en un lateral al estilo Gilda. Acompañaba el vestido los plataformones cubiertos con una funda blanca hasta bajo las rodillas, que les daba un aire a las botas de los años sesenta pero en versión Dragg. Pelucón caoba de estilo afro bien crepado y todo cubierto con un chaquetón de pelo artificial en color blanco. De bisutería, metal dorado y perlas blancas. Embutido en toda esa parafernalia interpreté el “I will survive” de Gloria Gaynor y el “No More "I Love You's"” del último disco que acababa de sacar Annie Lennox.
        Me quedé muy sorprendido con Juan. Dragg Essencia  apareció transformado en Alaska, bueno en su versión más genuina de “Bruja Truca”, y más me sorprendió cuando realizó, de manera impecable, su versión en playback del “Quiero ser santa” y el “A quién le importa”.
        Me pasé la noche a base de cafés y coca cola, si no me mantenía activo me podía caer de sueño y cansancio. A las seis de la madrugada mientras el resto del personal de PACHA se reunían para irse a desayunar al Bar Paco, Darío y yo nos fuimos para casita, ya que yo necesitaba la cama como el aire que respiraba.
        Dormí de un tirón hasta las cuatro de la tarde.
        Al despertarme, descubrí al que, ya oficialmente, era mi nuevo novio, cocinando pasta en la cocina. Olía de maravilla cosa que me recordaba que llevaba casi veinte horas con solo café y coca cola en el estómago. Vestido solo con un bóxer, volví a montar la urna sobre la muñeca de porcelana y recogí el diccionario, los papeles y las libretas de Hikaru, y así tener espacio para poder almorzar, desayunar o la comida que correspondiese a esa hora del día.
        Era el sábado de Semana Santa, Darío en tres días cumpliría los dieciocho años y aún no había hecho las paces con su familia.
        La noche del sábado de Semana Santa pasó sin demasiadas cosas a destacar. Tan solo remarcar que el aforo fue totalmente completo, cuando no se sobrepasó. Vamos que el PACHA estaba petado de gente. A parte de eso sucedieron unas cuantas curiosidades que enseguida os paso a contar.
        Durante la cena en la “Yaya Pepa” me venían a la memoria algunos de los pensamientos que Hikaru Yamahaka había escrito en su dietario y que yo ya había logrado traducir del inglés. En realidad venía a ser una continuación del diario que Klaus-Hiro nos había leído a Álvaro y a mi durante la cena en su casa de Girona.
        Esa noche había tomado como referencia artística a Cindy Louper (últimamente intentaba a alejarme un poco de Annie Lennox y el blanco y azul). Embutido en un corpiño rojo y negro, lucia varios postizos alocados de lana y rastas rojas y caoba en la cabeza, llevaba una falda con vuelo de la misma tela que el corpiño con un montón de enaguas de tul debajo que le daba al conjunto un aire a lo bailarina de ballet con platadormones rojos. Dragg Essencia me seguía el rollo sonriendo mientras actuaba interpretando a Marta Sánchez con un look que se podría definir como “puticolegiala Dargg”.
        Hacia las cuatro de la madrugada, después de mi segunda actuación, me topé con María, mi compañera de trabajo en la empresa multinacional. Después de invitarla a unos chupitos (cosa que resultó ser una empresa titánica, pues todas las barras trabajaban al cien por cien), me confirmó su disponibilidad para empezar a aprender el oficio de camarera en alguna de las barras del PACHA. Me comprometí a hablar con el Sr. Roure sobre el tema y el martes cuando nos encontrásemos en la fábrica le daría la respuesta del propietario.
        Habría pasado casi media hora cuando pude ver desde el fotocool que un chico estaba increpando a Darío. En la portería la luz azul que correspondía a la señal de emergencia en la barra de Tatiana estaba encendida, lo que significaba que habían pedido que retirasen a ese individuo (sí, tenían un código de luces de colores para cada barra). Dos de los chicos de seguridad sacaron al individuo hacia la zona de taquilla al tiempo que Marcus hablaba con Darío. Mientras Dragg Essencia y yo seguíamos haciéndonos fotos con los clientes, intentando fingir que todo eso no tenía nada que ver con nosotros.
        Cuando Markus se dirigió hacia la entrada, dejé el grupo de fotógrafos y lo seguí. Al final resultó ser que ese joven era el hermano mayor de Darío, que esperaba conseguir alguna explicación por parte de su hermano aprovechando que no podía escapar de la barra. Pude comprobar que el jefe de seguridad tenía totalmente controlada la situación. -A ver chico.- Dijo Marcus cuando creyó que el joven se había tranquilizado un poco. -Puedes hacer dos cosas: seguir berreando y molestando al camarero y esperar a que llamemos a la policía y darle las explicaciones a ellos o puedes calmarte y hablar con nosotros.- Siguió con un tono muy intimidatorio. Ante semejante amenaza, Abel, que así se llamaba el hermano de Darío, optó por tranquilizarse. Después de respirar profundamente, empezó a relajarse. -Darío no puede atenderte en este momento.- Siguió Markus. -Así que, puedes largarte y hablar con el camarero mañana o disfrutar de la fiesta y esperar hasta las seis a que termine de trabajar y hablar con él entonces.-
        Viendo que el jefe de los seguratas tenía controlada la situación decidí volver al fotocool. Poco después pude ver a Abel que salía dirección al parking, sin duda alguna había tomado la decisión de esperar a mañana para hablar con su hermano.
        A las seis de la madrugada mi novio (que raro que se me hacía usar esa palabra para definirlo en ese momento) estaba muy intranquilo ante la posibilidad de que su hermano lo estuviese esperando en el parking, salimos varios compañeros a la vez para apoyarlo en caso de que así fuese, pero en el parking solo habían varios clientes muy pesados con alguna copa de más. Visiblemente más tranquilos nos dirigimos al Bar Paco para desayunar. Un bocata de jamón y un café con leche después, regresábamos a Palamós. Darío me propuso el poner el despertador a las doce del mediodía, para así irse a casa de su madre a la hora de comer e intentar solucionar el conflicto que tenía creado en su casa, cosa que me pareció genial, pues yo podría dedicarle toda la tarde a la traducción del diario del Sr. Yamahaka.
        Seis horas después, cuando sonó el despertador, me sorprendí al descubrir que era la segunda noche que no soñaba con mi examante japonés. Darío se vistió con pereza, sin duda alguna no le apetecía lo más mínimo enfrentarse de nuevo a su familia. Antes de salir se me acercó y me dio un beso. -Que vaya muy bien.- Le dije.
        -Hmmm… ya veremos, no me las tengo todas conmigo.- Contestó.
        -Puedes estar tranquilo.- Le dije. -Una madre siempre quiere a sus hijos… sean gais o no.- Añadí intentando tranquilizarlo mientras salía por la puerta principal. Después, me levante de la cama, me prepare una gran cafetera y me dispuse a seguir sumergiéndome en océano mental de los últimos días del Sr. Hikaru Yamahaka.


        Posdata:
        Nunca puedes dar una historia por finiquitada. Si quedan asuntos pendientes encontrarán la forma de volver a aparecer en tu vida.




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