sábado, 24 de septiembre de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Resaca, histeria y un camarero gay)

RESACA, HISTERIA Y UN CAMARERO GAY.

        Después del increíble éxito que supuso el striptease masculino del siete de enero en el PACHA. El propietario tardó lo que se tarda en tomarse un chupito de crema catalana, en darse cuenta del potencial que tenía ese tipo de espectáculos. Y decidió aplicarlo a los viernes para intentar con ello mejorar los mediocres resultados económicos que implicaba abrir la discoteca ese día en temporada baja.
        El viernes, en los últimos diez años se había transformado en ese día maldito, en que la mayoría de las discotecas y locales nocturnos se veían obligados a abrir aunque la clientela fuese mínima. Por lo visto, en el mundo de la noche hay una ley no escrita que dice que el fin de semana empieza el viernes. El problema es que socialmente, y sobre todo en tiempos de crisis como el que vivíamos en 1995, poquísima gente podía permitirse el lujo de empezar la fiesta del fin de semana el viernes.
        El apabullante éxito del desnudo integral de Sergio, fue lo que convenció al propietario del PACHA, de que podría ser el aglutinador de todas las despedidas de soltera y fiestas de grupos de mujeres y gais de la comarca en la discoteca. Y claro, como decimos por aquí: “la pela es la pela”. Ante la posibilidad de incrementar los ingresos y con ello el patrimonio del propietario, cualquier consideración ética quedaba para discutir después de hacer caja.
        Era sábado, catorce de enero. Nos despertamos con una resaca tremenda. Dos cafés y una aspirina después, nos pusimos a limpiar los restos de la cena de la noche anterior. Una vez recogidas las botellas de vino y cava y limpiados los platos, vasos y copas, acabamos echándonos en sofá. Hacia un día gris y frio, típicamente de enero. Definitivamente no nos apetecía exponernos a una pulmonía haciendo cualquier actividad en el exterior. Acordamos en ir por la tarde a visitar a Miquel al hospital. Por la noche Álvaro quería acoplarse al séquito de promoción de la disco, junto a Dragg Issis y los seguratas y así cenar con nosotros y unírsenos a los chupitos en los bares.
        -Como este siga juntándosenos a los saraos del sábado, no tendré más remedio que intentar enchufarlo a trabajar en la discoteca.- Pensé mientras reía como si encontrase genial su idea.
        Eran las dos de la tarde y yo no tenía nada de hambre. Álvaro estaba recalentando unas sobras de la cena de anoche (de hecho la cena de anoche estaba hecha con las sobras de las comidas de navidad, así que tocaba almorzar sobras al cuadrado… -¡BIEEEN! Esto ya parece la cocina de mi madre.-). A todo eso se me estaba empezando a juntar, y sobretodo, empezaba a dominar todos y cada uno de mis pensamientos, el hecho de que el lunes iríamos al médico de cabecera para que nos hiciese las pruebas del SIDA.
        -Si el plan era no comer nada de las sobras de ayer, podrías habérmelo dicho y lo tiraba directamente a la basura y pasaba de “arreglarlo” para que pareciese comestible.- Me dijo mi chico, molesto porque casi no había probado su “arreglo”.
         -Lo siento.- Le dije. -Estoy totalmente de los nervios por lo de las pruebas del lunes. Si ahora me ves irascible, espera a verme la semana que viene. Estaré intratable, avisado quedas.-
        -Pero… ¿cómo pueden alterarte tanto unas simples pruebas médicas?- Me dijo Álvaro muy extrañado.
        -Hace dos años me las hice… y descubrí que soy un hipocondriaco de la peor especie. Empiezo a comerme el coco pensando en el peor escenario posible y acabo totalmente trastornado… y lo peor es que cuanto más pienso en el tema más argumentos encuentro que corroboran mis peores sospechas.- Le contesté totalmente abatido.
        Mi chico me miró con cara de sorprendido, me abrazó y me susurró al oído: -Estoy igual que tu.-
        El hecho de que Miquel hubiese acabado infectado, no me ayudaba en nada. Tengo que reconocer que a nivel personal, yo consideraba que tenía muchísimo autocontrol sobre mis emociones, mucho más del que Miquel me había demostrado que poseía. Pero siempre había estado convencido de que mi amigo tomaba las precauciones mínimas necesarias para evitar el contagio. Y necesitaba saber de manera imperiosa que se había contagiado por estúpido o inconsciente. El solo hecho de pensar que podría haber sido por un accidente. Hacía que yo me incluyese en ese juego maldito, similar a una ruleta rusa, en la que tu destino solo depende de la suerte (y la verdad es que yo de suerte jamás tuve mucha).
        Mientras Álvaro intentaba cambiar de conversación hacia temas más triviales y lúdicos para relajar la tensión existente. Mi cerebro no paraba de repasar una y otra vez mi vida sexual de los últimos dos años. Intentaba recordar todas y cada una de las relaciones que había tenido y el posible riesgo que había asumido en ellas. Es un hecho que en todas las relaciones con penetración siempre había utilizado preservativo. Pero era evidente que en varias ocasiones este se había roto (sobre todo con Jordi que era muy bestia y apasionado). Además… ¿quién se pone un preservativo para una felación? Y yo había dejado que me comiesen la polla infinidad de chicos para deleite de sus novias o parejas ejerciendo de Dragg Issis. Es más, soy incapaz de practicar una felación con sabor a látex (es que me desmotiva totalmente). Como decía un amigo de mi época de camarero: -Una polla plastificada no da gustito.- Aunque todo sea dicho, murió de SIDA en 1991.
        Y qué decir de mi relación con Hikaru. Tengo que reconocer que siempre tomamos el mínimo de precauciones necesarias en todas nuestras relaciones. Pero, a ese hombre no lo conocía absolutamente de nada (si, la conexión emocional fue increíble y muy profunda). Pero apareció en mi vida y desapareció de ella sin darme la más mínima información de él o de su vida pasada.
        En cuanto a mi relación con Álvaro. Usábamos preservativo en todas las relaciones con penetración, pero ya habíamos tenido varios condones rotos, y para el tema de peeting y sexo oral no usábamos ninguna protección (a parte de la crema hidratante para no dejarnos la piel en carne viva).
        En mi enfermiza mente se iba haciendo una macedonia de información y posibilidades que amenazaba con un ataque de nervios inminente.
        -¡Ya basta!- Me gritó Álvaro, consciente de mi comida de coco. -Llevas más de media hora sin decir palabra ni escuchar nada de lo que te estoy diciendo.-
        La verdad es que ni me había dado cuenta de que me había sacado los platos y de que tenía un café preparado delante de mis narices.
        -No sé si te servirá de algo, pero podrías probar de contarme todo lo que te ronda por la cabeza.-  Me dijo mi chico con ganas de ayudarme. -Quizás entre los dos consigamos que esto no sea tan estresante.-
        -Vamos, te voy a contar todos los fregaos en los que me he metido. Ni harto de vino.- Pensé para mí mismo, mientras le sonreía con cara de circunstancia.
        De hecho la relación que más me preocupaba era la que tuve con Jordi. Decidí contársela con pelos y señales, esperando relajar un poco mi monstruo hipocondriaco y de paso contarle algún chismorreo de la fábrica a mi chico. Me escuchó con muchísima atención durante toda mi exposición de la historia.
        -No me lo puedo creer.- Se puso las manos a la cabeza. -La familia de Jordi son vecinos de mis padres. La verdad es que nunca se me habría pasado por la cabeza el que a Jordi le pudiesen atraer los hombres. Pero… si fui invitado a la boda, de hecho Fanny es súper amiga de mi hermana.- Y yo, después de oírle, empezaba a arrepentirme de haberle contado toda esa historia.
        Estuve media tarde contándole todos los recuerdos morbosos de mi historia con Jordi. Estaba alucinado con la necesidad morbosa que tenía Álvaro de conocer todos los detalles sexuales de mi extraña relación del verano pasado. Eran las cuatro de la tarde y mi chico estaba tan excitado que casi me arranco la ropa en el sofá del comedor de casa. Una hora y media después de sexo salvaje (y como no, otro preservativo roto), nos duchamos y nos arreglamos para ir a visitar a Miquel al hospital.
        Habíamos quedado con Nuria en el vestíbulo del hospital y “La Cuca” también se nos había acoplado. Para alegría de todos, aunque Miquel seguía en la sección de infecciosos graves, ya no estaba dentro de la burbuja de plástico. Era bien visible la marca de color rojo en el historial del paciente, que avisaba a las enfermeras que debían de extremar las precauciones a la hora de extraer sangre del paciente.
        Esto lo sabía porque a los diecinueve años y después de una fiesta híper alcohólica en la discoteca COCOA de Roses, a la semana justita me tuvieron que ingresar por una hepatitis severa. Todas la enfermeras estaban muy alteradas porque hacía poquito tiempo que una compañera había muerto a los pocos días de tener un accidente a la hora de sacar sangre a un paciente (accidente significa que la enfermera se pinchó con la aguja con la que había extraído la sangre al paciente). Por lo visto los contagios directos por vena son de muerte segura. Y yo verdaderamente tenía la sensación de estar apestado, porque me restringieron totalmente las visitas y el personal entraba en mi habitación en escafandra como si estuviese infectado por el virus del ébola. Y en mi historial estaba como un neón luminoso esa etiqueta roja de señal de alerta. Al final resultó ser una hepatitis del tipo uno (por intoxicación alimentaria) y el personal sanitario al fin se relajó conmigo.
        Pudimos hablar con Miquel y tocarlo, cosa que nos animó bastante a todos, yo me quedé con las ganas de hacerle la pregunta que tanto machacaba mi cabeza. La verdad es que no era el momento de ponerle en evidencia delante de todos los que le conocían con cuestiones directas sobre como coño se lo montó para resultar contagiado del SIDA. Aunque discretamente le eché un ojo al historial médico y pude ver que lo estaban tratando con “Epzicom” que era el nombre actual del “Trizivir” (el combinado de fármacos que se usaba en el año 1990 para combatir el HIV) que se había usado con algunos de mis amigos hacía varios años.
        Charlamos una horita con Miquel, lo vimos muchísimo más mejorado y con ganas de reírse de todo y de todos. Volvía a ser el mismo chaval mariquita y despreocupado de siempre, y me di cuenta de que, realmente, no importaba el cómo se podía haber contagiado. La única cosa importante era que se estaba recuperando y como buena amiga yo no estaba allí para reprocharle nada, sino para ayudarlo a levantarse del suelo después del tremendo batacazo.
        Eran casi las ocho. Álvaro y yo teníamos que irnos para ir preparando las cosas de Dragg Issis, ya que a las nueve yo empezaba a trabajar en la discoteca. En un salto nos plantamos en casa, recogí la mochila y el petate con los báculos de Dragg Queen y en diez minutos nos plantamos en el parking del PACHA. Nada más llegar Markus, que había cambiado posiciones con Sergio me comunicó que el propietario quería hablar conmigo. Subí al despacho que había detrás de la cabina del disk jockey y cuando el Señor Roure me vio, me invitó a entrar. -Tengo que felicitarte por la idea que tuviste la semana pasada.- Me dijo con aire jocoso. -Y eso que tenía mis dudas sobre si autorizar o no ese tipo de striptease, pero fue una idea de lo más acertada.- Mientras yo me lo miraba con cara de “a ver por donde me va a salir este”.
        -¿Qué te parecería trabajar los viernes?- Me dijo con cara de gran interés.
        -Verá Sr. Roure, trabajo toda la semana en la fábrica y la verdad me gustaría poder disfrutar de algún viernes para poder tener un poco de vida social con mi pareja.- Intentaba poner cara de penita para que se apiadase de mí.
        -Entiendo… quieres pasar tiempo con tu novio… Hmmmm, es ese pelirrojo que va siempre contigo ¿verdad?- Me estaba preocupando el tono que estaban cogiendo las palabras del propietario.
        -Sí... Es él.- Le dije con pánico en el cuerpo.
        -He hecho unas pequeñas obras en la discoteca, ahora el pódium es un escenario y aprovechando la obra hemos alargado la barra de chupitos.- Me dijo, muy serio.
        -Vaya, la pobre Tatiana ya no daba abasto con la barra ahora estará desbordada.- Le dije dándole a entender que estaba al tanto del funcionamiento del negocio.
        -Si lo quiere, el puesto de ayudante de Tatiana es para tu chico. En esa barra siempre se concentran todas las mariquitas del local y creo que poner un camarero en plan muy gay le dará incluso más caña.- Se reía, y mientras me decía eso me parecía ver el símbolo del dólar en sus pupilas.
        -Se lo comentaré, pero no tengo ni idea de si hacer de camarero mariquita esta entre sus propósitos para año nuevo.- Me reí, mientras me levantaba de la silla.
        -Si le va bien, puede empezar hoy mismo.- Me soltó con una sonrisa de oreja a oreja mientras me guiñaba el ojo.
        Mientras bajaba de la oficina me fije en las obras del pódium y la barra de Tatiana, el escenario había dejado de ser un triste pódium de unos seis metros cuadrados y ahora debería de medir  unos quince o veinte metros. Y la barra llegaba hasta el pódium, de hecho esa era una zona muerta donde normalmente se solía poner poca gente. Ahora era una gran escalinata con la barra arriba y al final con un paso de un metro se unía al mega pódium-escenario. Me gustaba el cambio, el suelo ya no era de gres cerámico súper resbaladizo, sino de caucho antideslizante.
        Al llegar al camerino, Álvaro ya me había preparado el vestido y los complementos para la noche, incluso me había abierto el maletín de los maquillajes para que los tuviese más a mano. -Que encanto.- Pensé mientras lo miraba sonriendo.
        -Tengo buenas noticias.- Yo estaba sonriendo con malicia. -Hay trabajo para ti.-
        -¿A qué te refieres?- Me dijo, con cara de sorprendido.
        -Necesitan un camarero súper gay para trabajar en la barra de Tatiana, y si lo quieres, el puesto es tuyo.- Se lo solté así, sin demasiados preámbulos.
        -Define súper gay.- Me dijo con cara de preocupación.
        -Pues al estilo de los camareros-gogo de las discotecas de Barcelona.- Le dije.
        Álvaro me miró con una expresión muy seria, y después sonrió con esa mueca que parecía que le brillaban todas las pecas de la cara.
        -Pues ya sabes, te vas a casa y sorpréndeme. A ver cómo te lo montas.- Le dije sonriendo y ofreciéndole las llaves de mi coche. Mientras yo empezaba a transformarme en Dragg Issis. Había elegido para esa noche un modelito en rallas horizontales blancas y negras, al estilo de los presos de las películas de los años veinte, un enorme pelucón súper crepado de color dorado y complementos de color dorado. Acompañaba todo el conjunto un larguísimo y vaporoso guardapolvo en los mismos tonos, quería aprovechar que hacia un poco de viento, y eso jugaría a mi favor en el paseíllo por la zona de noche. El maquillaje era en azules y dorados.
        Cuando casi había acabado regresó Álvaro. Estaba genial. Llevaba puesto tan solo un bañador dorado de estilo bóxer, mis botas militares Dr. Martins, un chaquetón de pelo artificial de color violeta y un par de cadenas doradas era lo único que cubría su torso. -Alucinando me has dejado amor.- Le dije mientras hacía que se girase a mi alrededor para verlo mucho mejor. -Un par de detallitos y estarás genial.- Y cogí un poco de purpurina dorada y se la esparcí por el cuerpo. Después con el perfilador de ojos le hice una línea gruesa un centímetro por debajo de los ojos en plan “el camuflaje de los marines”, y se la esparcí con el dedo gordo.
        Al salir para subirnos a la limusina de la discoteca para empezar la ronda por la avenida comercial nos encontramos con el propietario dando instrucciones a los chicos de la seguridad. -Sr. Roure ¿le parece suficientemente gay?- Le dije con tonillo burlón.
        El Sr. Roure se miró de arriba a abajo a mi chico y riéndose dijo: -Que os acompañe también al paseíllo.- Y siguió riéndose como si le hubiésemos contado un chiste buenísimo. Cuando nos subimos a la limusina nos encontramos con la agradable sorpresa de que en el recorrido de promoción de la discoteca, además de mi chico y Dragg issis, se nos juntaban Sergio en plan Sexoman, Tatiana en plan sexowoman y los seguratas de rigor. -Cuanta gente de promoción hay hoy.- Les dije al entrar, a lo que Tatiana me respondió: -Es que a partir de hoy cada invitación con nuestro nombre nos la van a pagar a cincuenta pesetas.- Entendí de golpe porque se apuntaban tanta gente al paseíllo, y si además les pagaban la cena, pues mejor.
        Aunque yo tenía un regusto un poco agridulce con toda esta situación: tendría como compañero de trabajo a mi novio todos los días de la semana y en todos los trabajos que realizaba, eso no podía ser bueno de ningún modo. Esperaba no tener que lamentar el haber tomado esa decisión, aunque Álvaro estaba disfrutando de lo lindo, acababa de descubrir lo que se siente al ser el centro de la fiesta, y le gustaba, vamos si le gustaba. Y a lo tonto y sin buscarlo, solo tendríamos para nosotros las tardes del domingo.



        Posdata:
        Tengo mis dudas sobre si tiran más dos tetas que dos carretas, hay algunas personas que por cuatro perras son capaces de cambiar de sitio con sus manos un edificio.









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