martes, 14 de junio de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (Dragg Issis, yo mismo y un señor japonés.7)

DRAGG ISSIS, YO MISMO Y UN SEÑOR JAPONÉS.7 (sábado noche y domingo todo el día hasta el lunes)

        Hay una norma no escrita en el mundo de la noche: La noche es fiesta y la fiesta es divertida. Si eres incapaz de ser divertido no trabajes en la noche, o en su defecto bebe o drógate hasta que empieces a ser divertido. Esta norma es la responsable de que los centros de tratamientos de adicciones estén llenos a rebosar de camareros, gogos, porteros y demás fauna nocturna.
        Eran las nueve y en el camerino del PACHA estábamos Julio y yo en plena transformación. -Oye, necesitarás cemento para cubrir esas ojeras. Por lo que parece la semana ha sido intensa.- Me dijo Julio con su tonito envidioso.
        No me moleste ni en mirarlo. Le hice un gesto con la mano cerrada y el dedo medio levantado, añadiendo un -Que te den.-
        La verdad es que echaba de menos el buen rollito que teníamos al principio de trabajar los dos en el PACHA, cuando nos contábamos todos los problemas que teníamos y no nos dedicábamos a meternos pullas por cualquier cosa. Tenía la esperanza de que Julio también tuviese ese sentimiento. Y, no sé, (tal vez sería porque estaba muy saturado con el tema del japonés y la empresa donde trabajaba entre semana) pero creí que era el momento de enterrar el hacha de guerra y sellar algo parecido a un acuerdo de paz. -Oye Julio, lamento que esta historia de haya desmadrado tanto, creo que si me he pasado contigo debería pedirte disculpas.- Julio (bueno cada vez era más Verónica S3) se giró y me miró con cara sorprendida.
        -¿Dragg Issis disculpándose?, eso es nuevo.- Me dijo. -A ver por dónde me vas a salir.-
        -Solo es eso, si en algún momento te he faltado al respeto… pues que lo siento.- Insistí.
        A las diez, cuando empezamos a hacer el recorrido por la zona comercial, había muy poca gente en la calle. Era normal, estábamos en diciembre, hacía un frío de tres pares de cojones y nosotros estábamos medio en pelotas en mitad de la calle. Nos tocaba cenar en el “Yaya Pepa”. Nos recibió encantado un casi recuperado de su accidente Alfredo (si, la maravillosa Peggy la Charcutera). Había bastante clientela. Cenamos algo ligero y bebimos (yo particularmente necesitaría beber mucho esa noche para ser mínimamente divertido). Improvisamos un par de playbacks, repartimos invitaciones y nos hicimos fotos con los clientes que lo desearon. Después, a las doce nos recorrimos los locales de copas habituales, repartiendo publicidad y tomando maaas chupitos. A las dos y media cuando empezamos en la discoteca, había bebido lo suficiente para empezar a ser divertido.
         Para esa noche había reutilizado los guardainfantes de un disfraz de María Antonieta, para hacerme una versión Dragg de una lencería rococó en rosa y blanco. Como nota de contraste llevaba un mega-pelucón hecho con un gorro de piscina y cinco madejas de lana de tres tonos marrón, trenzadas a modo de rastas. Colgaban del guardainfantes cd´s viejos o rayados a modo de cortina, vamos, de hecho toda la bisutería que llevaba estaba hecha con cd’s. En la cara, el maquillaje típico de Dragg Issis en tonos azules, incluidos los labios. Esta vez no abusé tanto de la purpurina.
        Después del fotocool y la primera actuación, mientras hacía el paseíllo por la discoteca, descubrí con horror que Álvaro estaba allí. Iba acompañado de dos chicas y sin duda estaba buscándome entre los camareros de las barras y el personal. -No es el momento para que descubra que soy Dragg Queen.- Y decidí evitarlo durante la noche, aunque estoy convencido de que no me habría reconocido ni que me cayera encima de él. Hacia las cuatro de la madrugada vi como recogía su chaqueta y se iba con las chicas.
        Dos actuaciones después y el último fotocool de la noche, corrí a cambiarme y desmaquillarme a los camerinos. No había parado de beber chupitos en toda la noche y aún estaba un poco achispado (tengo que beber muchísimo para empezar a marearme o a tener sensación de borrachera). Tatiana (la camarera de los pechos enormes) entró en el camerino buscando alguna cosa. -Vendrás a desayunar con nosotros al Bar Paco. Te echamos de menos la semana pasada.- Dijo cordialmente.
       -No creo.- Le dije. -Estoy demasiado hecho polvo, solo quiero pillar la cama y dormir tres días seguidos.-
       Cuando me disponía a ir a cargar al coche la mochila con los trastos de Dragg Issis, me salió al paso Markus (el segurata rubio). -En la puerta hay un hombre que pregunta por ti.- Me dijo sonriendo. -Tendrás que contarme como lo haces para estar tan solicitado.- Añadió.
        En la puerta estaba el conductor del coche de alta gama que usaba el Sr. Yamahaka. -Él quiere verte.- Me dijo en un tono muy serio.
        Llevé los trastos al maletero de mi coche. Estaba nervioso mientras me dirigía al coche junto al conductor. Entré.
        En el asiento trasero estaba el que había sido mi amante durante la última semana, me acomodé cerrando la puerta y lo salude: -Creía que ya estarías instalado en Barcelona, como me dijiste.-
        -No puedes soltarme lo que has dicho esta tarde y simplemente desaparecer. No lo acepto.- Dijo muy serio. -Además, te has dejado olvidada tu cazadora de piel.- Sonrió mientras me abrazaba. -He alargado mi estancia en el hotel dos noches más.- Añadió mientras me besaba.
        -Debo recoger algunas cosas, no serán ni diez minutos, enseguida volveré.- Corrí a la discoteca a recoger mi mochila de diario y la paga de la noche y sin despedirme de nadie regrese al coche. Julio que aún estaba con todo el maquillaje de Verónica S3 en la cara, se me quedó mirando en plan ¿y a este que le pasa?
        El camino de vuelta al hotel de Girona lo pasé abrazado y besando a Hikaru. En el hotel repetimos casi igual lo que hicimos el sábado que nos conocimos, acabando haciendo el amor en el yacusi. Después dormimos hasta casi las tres del mediodía.
        Pedimos comida al servicio de habitaciones y hablamos mientras desayunábamos o almorzábamos (o lo que tocara a esa hora del día). Le respondí a todas las dudas que le habían quedado después del bombazo que le solté el día anterior. Me tranquilizó el interés que tenía por conocer todos los detalles de la conspiración que se urdió en la fábrica. Tomó muchísimas notas y se apuntó los nombres de todos los que según mi conocimiento habían estado implicados. No salimos del hotel en todo el día, y antes de dormirnos nos despedimos, esta vez sí que ya definitivamente.
        A las seis y media cuando nos despertaron desde recepción hicimos por última vez el ritual de la semana pasada: ducha juntitos, desayuno con café y bollería de pastelería, despedida y… -¡MIERDA!, mi coche estaba otra vez en el parking del PACHA.- Pedí de nuevo un taxi en la recepción. -Otras quinientas pesetas a tomar por el culo.- Me lamenté.
        Ya en el trabajo, después de la gimnasia y el boletín de producción, tuve la primera noticia de por dónde irían las cosas en los próximos meses, cuando descubrí que mi puesto de trabajo en el turno de mañana había sido cubierto por otro operario y no parecía que tuviesen intención de volver a restituírmelo. Cuando pregunté al jefe de producción que tenía que hacer, me envió, con su desagradable tono de desprecio, al almacén de control de calidad. 
        Al pasar por el taller de calidad Álvaro me lanzó una sonrisa de oreja a oreja. Aún no habíamos acabado de reparar todos los aparatos con topos rojos de la inspección, así que lo reanudamos donde lo dejamos.
        -El sábado fui al PACHA y no te vi trabajando allí.- Me dijo con tono de culpabilidad.
        -¿Y cómo sabes que trabajo allí?- Le pregunté haciéndome el interesante.
        -Me informo.- Dijo riendo.
        -Pues no te vi.- Le mentí.
        -No pudiste verme porque no estabas allí.- El tono empezaba a sonar enojado.
        -Estaba allí, solo que no te fijaste en mi.- Le dije muy seguro de mí mismo.
        -¿Ah sí? ¿Y dónde estabas si puede saberse?- Ya empezaba a mosquearse.
        -En el pódium. Yo era el espectáculo.- Toma bombazo.
        Álvaro se calló y siguió con su trabajo sin decir nada más. De hecho no dijo nada hasta la hora del descanso. Cuando sonó la sirena que marcaba las diez y media y nos movimos para salir. Me cerró la puerta en las narices y me arrinconó dándome un morreo con lengua otra vez. Yo le correspondí, mientras pensaba: -Por favor, que estén desconectadas las cámaras.- La sonrisa pícara que lucía en la cara el Sr. Cubiles cuando pasamos por su sección me dio a entender que las cámaras aún seguían enchufadas. Me tranquilizó el saber que no le interesaba perjudicar a Álvaro.
         El día prosiguió de manera monótona. A la una y media, después de comer, mientras tomábamos el sol en los jardines de la empresa le pregunté: -¿Tienes coche?-
        -Claro, ¿Cómo crees que vengo cada día desde Girona?- Me dijo un poco ofendido.
        -Ok, si quieres tener tu primera cita conmigo tendrás que llevarme al PACHA a las cinco cuando salgamos de aquí.- Sus ojos se iluminaron de golpe. -Después seré tuyo para lo que desees.- Añadí.
        El turno de tarde pasó rápido. No me podía imaginar que reparar los defectos de producción fuese tan laborioso, sobre todo si tenemos en cuenta que las cadenas de producción montaban un aparato cada quince o veinte segundos. Al ritmo que llevábamos, tenía la impresión de que nos llevaría toda la semana reparar todos esos aparatos.
        A las cinco nos montamos en el Peugeot 206 de Álvaro y nos dirigimos hacia la discoteca. Mi coche color lagarto seguía aparcado solitario en el centro del parking. -Sígueme, iremos a mi casa.- Me insinué sonriendo. A los diez minutos estábamos aparcando en la casa de Palamós. Recogí el correo de una semana que se amontonaba en el buzón (la mayoría era publicidad) y entramos en la casa. Me di cuenta que llevaba diez días sin recoger nada. El cubo de la basura estaba lleno y los platos sucios se amontonaban en la pica de la cocina. –Vaya, piso de soltero cien por cien.- Dijo Álvaro al ver el panorama.
        -Sí, soy un desastre en el tema del orden.- Reconocí, avergonzado.
        -No me importa.- Dijo mientras me cogía del cinturón del pantalón y me acercaba hacia él. Quedamos uno frente al otro. Nuestros labios estaban a escasos centímetros y notaba que dentro de su pantalón había algo que, por momentos, crecía sin control. Un beso apasionado, y en pocos segundos estábamos desnudos, amándonos sobre mi cama de matrimonio, que por cierto hacía más de una semana que no usaba.


         Posdata:
         Me cago en las putas cabronas de viejas del lugar: En efecto, un clavo saca otro clavo, y otro clavo saca al último. Hacía menos de veinte horas que me había despedido de mi amante y Álvaro había conseguido que lo olvidara completamente.











No hay comentarios:

Publicar un comentario