lunes, 14 de marzo de 2016

MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO (CAMARERAS, SIDA, PREÑEZ Y PANTER ROSA)

           Fue en el verano del 1994. Estábamos en plena resaca de los juegos olímpicos de Barcelona. Toda la zona de la Costa Brava capeaba la crisis como podía y las empresas turísticas maldecían el hecho no reconocido nunca oficialmente, que el auge turístico de Barcelona se había creado a costa del turismo de la Costa Brava.
        Todas las empresas se esmeraban en ofrecer algún plus para que los escasos clientes que pululaban por la localidad se decidiesen por su local, y ahí estábamos nosotros: “las Divinas”, contratados en el “PACHA” de turno, para hacer la animación de las noches del verano.
        “Las Divinas” éramos: Julio, cuyo nombre artístico era Verónica S3 (todos lo pronunciábamos stress), Arturo, conocido entre sus círculos como Panter Rosa y yo, Dragg Issis. No es que formáramos un grupo al uso, de hecho con Arturo, antes de este trabajo nunca habíamos coincidido. Con Julio habíamos coincidido en varias discotecas, aunque nunca habíamos actuado en el mismo show.
        Sinceramente, creo que la discoteca, un veterano local de capa caída desde hacía unos 3 años, nos había contratado porque éramos la opción más barata que se les había presentado.
        El contrato incluía mantenimiento, cama y según nuestra conveniencia, alta en la seguridad social (si, en esa época y sobretodo en el mundo de la noche casi todo se movía en dinero negro), Julio y Arturo necesitaban el dinero como el aire para respirar por lo que trabajaban cada día, para mí esa opción no era válida ya que yo trabajaba para una empresa multinacional de lunes a viernes y tenía casa propia. Así que les propuse actuar solo los viernes, sábados y domingos.
        La noche empezaba entre las ocho y las nueve, que nos reuníamos en los camerinos de la discoteca, donde nos acicalábamos, maquillábamos y nos vestíamos con las ropas que definirían la velada.
        Después, el Show siempre se desarrollaba del mismo modo: primero íbamos a cenar a una de las pizzerías, hamburgueserías, o restaurantes propiedad del dueño de la discoteca (por lo visto la mitad de los locales del municipio pertenecían a ese tipo) con lo que matábamos dos pájaros de un tiro: publicitábamos la discoteca y hacíamos el espectáculo en restaurante mientras cenábamos, hay que reconocer que como estrategia de marketing era genial, mientras los demás restaurantes contrataban músicos o animaciones, nosotros por el mismo precio, (ya que la animación éramos nosotros) cenábamos, animábamos el restaurante y repartíamos publicidad de la discoteca (nunca he entendido la fascinación que tiene la gente por hacerse fotos con hombres travestidos o Dragg Queens).
        Y ahí estábamos, “Las Divinas”, acompañados de dos seguratas, repartiendo publicidad y haciendo las locazas por el paseo marítimo, recorriendo bares y locales hasta las dos y media de la noche, hora en la que nos recogía el coche oficial de la discoteca. Haciendo nuestra entrada oficial y súper-glamurosa en el “PACHA”.
        Julio, Verónica S3, huía de una familia de militares. De una adolescencia de malos tratos y palizas propinadas por su padre y hermanos a consecuencia de la poca marcialidad que desprendía su actitud. A sus 20 años utilizaba el mundo del espectáculo como paso previo a su cambio de género, era morbosamente femenino, delgado, depilado, limpio y a juzgar por las incipientes tetillas que le estaban creciendo había empezado a hormonarse. Al trato, se veía que había recibido una buena educación y se podía mantener con él una conversación fluida sobre cualquier tema. Cosa que contrastaba mucho con Arturo, la Panter Rosa, gaditano de pura cepa, cerril y analfaburro como nunca nadie me lo había dado a entender. Era la persona más promiscua que nunca he conocido. Para él éramos un trámite que tenía que soportar durante el verano para poder cambiar de ciudad con algo de dinero, donde poder follarse todo lo que se menease, Casi nunca solía aguantar más de tres meses en el mismo sitio. Tres meses era el tiempo que solía tardar para conseguir que todo el mundo lo conociese, reconociese y huyera de él.
        Verónica S3 siempre usaba maquillajes de calidad, ahí coincidía con Dragg Issis. Más que nada porque con según qué marcas, se me quedaba la piel llena de rojeces y sarpullidos. Panter Rosa era la reina del “todo a 100” (a, si, es que aun íbamos con pesetas, ¿qué os creíais?). Había que guardarlo todo bajo llave porque Arturo, además, era muy amigo de lo ajeno.
        Un viernes mientras cenábamos totalmente emperifollados y mega-maquillados, después de las fotos de rigor con unos cuantos clientes de la pizzería Napoli’s, Nos quedamos solos Verónica S3 y yo. Mientras Panter Rosa iba al lavabo a retocarse y a lo que soliera hacer ahí (ignoraba lo que era, pero siempre solía estarse casi media hora en el lavabo a la hora de la cena). Estuvimos hablando del SIDA y de los amigos que habíamos perdido durante los últimos años y de la esperanza que suponía la experimentación con nuevos fármacos, vamos, muy transcendentales solían ser siempre las conversaciones con Julio. Total que, no sé cuánto tiempo había pasado, creo que lo que se tarda en tomar los postres y un café, y Arturo aún no había regresado a la mesa. Era muy evidente que faltaba servicio y el encargado estaba muy, pero muy molesto. No le di demasiada importancia al tema, hasta que el encargado se acercó a nuestra mesa y nos suplicó que por favor nos lleváramos al marica, porque cada noche que cenábamos allí le destrozaba el servicio.
       Julio y yo nos miramos extrañadísimos y decidimos ir a ver qué diablos sucedía en el lavabo. Cuál fue nuestra sorpresa cuando encontramos en plena faena a Arturo enganchado con dos de los camareros del local. El espectáculo era digno de una película porno dirigida por Billy Wilder: Arturo con el vestido arremangado, el tanga entre los zapatos de plataforma y la peluca totalmente movida, enculando con ahincó a uno de los camareros al tiempo que le hacia una mamada al otro, que estaba subido a la taza del wáter.
        Solo se me ocurrió decirle: -Arturo vas a conseguir que los despidan.-
        A lo que solo obtuve por respuesta de uno de los chicos: -Total, mañana no pensábamos venir a trabajar.-
        Salimos totalmente avergonzados de la pizzería, en plan a “ese no lo conocemos absolutamente de nada”. Dejando a Arturo que completase la faena.
        Esa noche “Las Divinas” pasaron de tres a dos. El encargado del Napoli’s llamo al propietario, el cual rescindió el contrato con Arturo “Ipso Facto” (sinceramente dudo de que lo hubiera llegado a firmar). Por lo visto en las tres semanas que llevaba en la localidad había logrado el despido de catorce camareros (siempre por el mismo motivo: enculadas en horario laboral).
        A las seis de la mañana, después de las actuaciones en la discoteca. Reunidos  en el bar Paco, ya desmaquillados y con ropa de calle. Estábamos Julio, un par de camareras y los seguratas desayunando. Comentando toda la movida de la cena, entre Arturo y los camareros.
        Y como decimos por aquí: -“no se puede hablar mal sin que aparezca el animal”.-  Apareció Arturo, junto con los dos ex-camareros con evidentes síntomas de llevar en el cuerpo algo más que alcohol. Saludaron y sin prestar la más mínima atención a nuestra cara de pasmo, se sentaron con nosotros. Entre risitas y cachondeo se dedicó a poner a parir al encargado de la pizzería y al propietario de la discoteca: - Que si se van a acordar de mí, esos hijos de la gran puta. Que si me lo propongo les hundo todos los negocios.- Y así se estuvo el tiempo de meterse entre pecho y espalda un bocadillo de tortilla de patatas y un combinado de cola con ron.
        En todo ese tiempo estuvimos los seis mirándole con cara de póker y sin soltar palabra. Cuando acabó, se levantó, nos miró con cara de odio, se sacó un billete de 1000 pesetas, lo lanzo a la mesa increpandonos diciendo: -Repartíos el cambio, sois la misma mierda que ellos.- Y agarrando a los dos chicos de las nalgas se fue calle abajo.
        Cuando nos recuperamos de la incomodísima situación, Julio retomó la conversación de la cena pero esta vez centrándola en Arturo y la Panter Rosa. -Este cabrón tiene que estar totalmente podrido. Además siempre folla a pelo y estoy seguro que habrá contagiado a media provincia.- Dijo muy, pero que muy ofendido.
        -Tienes razón, y por ahora ya ha expuesto a catorce chicos.- Le replico Estela, la camarera maciza y rubia. Dando a entender que alguna enfermedad debía de tener.
        -Catorce son los que os han contado- Dijo Markus el segurata rubio. -En la discoteca tenía una media de tres a siete ligues cada noche, por lo visto los lavabos públicos le producen un morbo especial.- Añadió riéndose.
        -¿Y tú como sabes eso?- Le replicó Tatiana, la camarera morena de los pechos enormes.
        -El trabajo de Sergio es vigilar la puerta, y mi trabajo es controlar en interior de la discoteca- Dijo Markus sin dejar de reír pícaramente.
        -Lo que os estaba diciendo. Este tío tiene que estar podridísimo.- Insistió Julio cada vez más molesto.
        -A ver, tal y como lo veo yo: el SIDA es como la preñez, un mal rollo que te amarga la vida.- Dijo Tatiana en un tono muy solemne.
        -¿Qué diablos quieres decir?- Le dije yo, que empezaba a molestarme la deriva que estaba cogiendo la conversación.
        -Para que lo entendáis. Una tía se queda preñada sin que lo busque por tres motivos: 1º por mala suerte, 2º por estúpida y 3º por inconsciente. El SIDA se pilla por los tres mismos motivos: 1º por mala suerte: todos sabemos que los preservativos se rompen. 2º por estúpida: Ayyy, es que lo quiero tanto que confío plenamente en él. 3º por inconsciente, anda ya, eso del sida es un invento de las fábricas de condones para vender más, yo follo a pelo que da más gustito.- Teorizó Tatiana, mientras gesticulaba en plan teatrero.
        Ante tamaña revelación, no tuvimos más remedio que reconocerle el mérito de sus palabras, y admitir que detrás de ese par de maravillosas glándulas mamarias había una filósofa del tamaño de una catedral.
        Toda esta historia viene a cuento porque la semana pasada en la presentación de una revista con la que colaboro, en Madrid, se me apareció Arturo.
        Era Arturo, bueno, más bien lo que quedaba de él. Era evidente, a juzgar por la lipodistrofia que sufría, que estaba tomando A.Z.T. (el combinado de fármacos que inhiben el desarrollo de la enfermedad de inmunodeficiencia).
        -Hija de la Gran Putaaa.- Me soltó en plan saludo, como si tuviésemos la confianza de hermanas.
        -Estas usando todo lo del PACHA para tus artículos. Que gran cabrona que eres.- Me dijo, mientras tosía como un fumador terminal.
        -¿Te encuentras bien?– Le pregunté, mostrando un falso interés.
        -Ay.- Se lamentó. -Si yo te contara. He tenido muy mala suerte con la gente con la que me he relacionado, y aquí estoy, llevando como puedo el ser seropositivo.-
        Me quede de pasta de moniato. Decidí, después del evento, irme a la primera biblioteca que encontré para consultar en un diccionario de sinónimos. Necesitaba saber cuándo diablos la real academia de la lengua había puesto “mala suerte” como sinónimo de estupidez o inconsciencia.



        Posdata:

        Chicos, tomad precauciones. El SIDA no es ninguna tontería.  Ante la mala  suerte poco podemos hacer.  Pero podéis evitar el ser inconscientes y estúpidos: usad siempre el preservativo.

             Dragg Issis es el personaje del libro de recopilación “MEMORIAS DE UNA DRAGG QUEEN DE PUEBLO”. Podéis encontrar el libro completo y otras cositas de Agusti Pericay en los siguientes enlaces:





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